Hoy, 1ro de noviembre, nos hemos reunidos para celebrar la solemnidad de Todos los Santos.Con mucha alegría recordamos a todos aquellos hermanos y hermanas que nos han precedido en el camino de la fe y que ahora gozan de la plenitud de la vida con el Padre Celestial y con Jesús resucitado.Animados por el ejemplo de vida y la intercesión de todos los santos caminemos con la esperanza de conseguir nosotros también la santidad.
Primera lectura: Apocalipsis 7, 2-4.9-14 (Triunfo de la multitud de los elegidos)
Hoy en el texto evangélico escucharemos las bienaventuranzas, el programa de felicidad que nos propone el Maestro.Presten mucha atención a esta primera lectura, en ella contemplaremos la imagen del libro del Apocalipsis que describe la plenitud de los que han conseguido esa bienaventuranza para siempre.
Segunda lectura: I de Juan 3, 1-3(Veremos a Dios tal cual es)
Vamos a escuchar la segunda lectura, San Juan en su primera carta resume muy bien en qué consiste la esperanza cristiana: todos los bautizados somos ya, aquí y ahora, hijos de Dios, pero todavía con limitaciones, tenemos la esperanza de llegar a serlo un día en plenitud.
San santos quienes recorren el itinerario universal de santidad que señalan las bienaventuranzas.Las vamos a escuchar ahora.Los santos hicieron realidad en su vida el programa del reino de Dios que las bienaventuranzas contienen para todos.La santidad no es una competencia olímpica para romper marcas anteriores, sino un caminar al paso cotidiano, conducido por el Espíritu que nos transforma en imagen de Cristo, si nosotros colaboramos.
Oración de los fieles
A cada petición contestaremos: “Escúchanos, Padre”
Por la Iglesia de Dios, para que sea la sal de la tierra y la luz del mundo, y dé testimonio de la vida nueva que nos viene por Cristo Jesús.Roguemos al Señor…
Por los hombres y mujeres, para que la propuesta del Evangelio nos ayude a encontrar la felicidad auténtica.Roguemos al Señor…
Oremos hoy especialmente por nuestros difuntos: amigos y familiares, para que gocen para siempre de la plenitud de la vida con Dios.Roguemos al Señor…
Por cada uno de nosotros, los aquí reunidos, para que, con todos los santos y santas de Dios, avancemos por el camino de la fe para conseguir con ellos la felicidad eterna.Roguemos al Señor…
Exhortación Final
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
bendecirte, Dios santo, uno y trino, con todos tus santos,
porque nos concedes celebrar hoy la gloria de la asamblea festiva
de todos los bienaventurados en la patria definitiva del cielo.
Hacia ella, aunque peregrinos y forastero en país extraño,
nos encaminamos alegres, guiados por la fe y por la esperanza,
y gozosos por la gloria de los mejores hijos de tu Iglesia,
los santos, nuestros hermanos, en quienes encontramos ejemplo
de vida cristiana que imitar y ayuda para nuestra debilidad.
Por eso, unidos a todos los santos y al coro de los ángeles,
te glorificamos repitiendo sin cesar: santo, santo, santo.
Amén
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 636)
En Scalando queremos evangelizar desde la red y es nuestro interés llevarles mensajes positivos a nuestros visitantes, evangelizar y dar a conocer nuestra congregación religiosa, fundada por San Alfonso. Con ese fin nos hemos propuesto publicar la historia de nuestro peregrinaje: http://www.scalando.com/Historia.htm
Acumulando Sabiduría, una sección para publicar mensajes que nos ayuden a reflexionar.Los mensajes que estaremos publicando aquí son mensajes escritos y producidos por nosotros y mensajes generales, indicando su autor, si lo tiene, de lo contrario se dirá anónimo o desconocido. http://www.scalando.com/Sabiduria.htm
Conmemoración de todos los fieles difuntos
2 de noviembre de 2005
Entrada:
La Iglesia conmemora hoy a los fieles difuntos, a todos los nos que han precedido en este mundo y los cuales –esa es nuestra esperanza—viven felices hoy en la Casa del Padre. Parece oportuno dedicar esta asamblea litúrgica a nuestros mayores y así desde hace muchos años, el Abad san Odilón, de Cluny, en el año 998, prescribió que todos los monasterios de la orden, celebrarán un día después de la Solemnidad de Todos los Santos, una memoria general por todos los difuntos. Ya, en el siglo XIV, el Papa admitió esta celebración para toda la Iglesia. Ese es el origen de la conmemoración de esta fiesta.
Primera lectura: Job 19,21.23-27a
La primera lectura, sacada del Libro de Job, es un anticipo profético de la Resurrección gloriosa de Cristo y de la que, un día, nos beneficiará a todos. Anuncia Job la resurrección desde la destrucción biológica del cuerpo mortal.Escuchemos.
Segunda lectura: Fl 3, 20-21
La segunda lectura de hoy procede de la carta del Apóstol san Pablo a los Filipenses. Nos recuerda que un día tendremos nuestro cuerpo inmortal y glorificado, gracias a la promesa y fuerza que Cristo tiene. Nuestra esperanza está en esa vida futura que esperamos.Pongan mucha atención a este mensaje.
Tercera lectura: Mc 15, 33-39;16, 1-6
El evangelio de Marcos que escuchamos hoy nos narra el episodio terrible de la muerte de Jesús en la Cruz. Y él, como es igual a nosotros en todo, pues murió, como moriremos todos nosotros. Pero a los tres días resucitó. Y esa resurrección es nuestro camino también. La muerte es solo un paso a la vida eterna. Y Jesús se sometió a ella para salvarnos a todos. Su muerte y resurrección nos transformará a todos.Les invito para que se pongan de pie para que cantemos el Aleluya.
Oración Universal
Por todo el pueblo cristiano: para que la unidad y la caridad mutua reinen en la comunidad cristiana universal.Roguemos al Señor…
Por todas las naciones y sus habitantes: para que puedan servir mejor a Dios Padre todopoderoso en la paz, en la justicia y en la prosperidad temporal. Roguemos al Señor…
Por nuestros difuntos: para que el Señor les de el descanso eterno, los reciba en su reino y los corone de gloria. Roguemos al Señor…
Por todos nosotros los que participamos de esta Eucaristía: para que abramos nuestras manos y nuestros corazones y ayudemos fraternamente a los demás. Roguemos al Señor…
Exhortación Final
Hoy te bendice nuestro corazón, Padre, Dios de la vida,
Porque en Cristo Jesús, vencedor del pecado y de la muerte,
Vemos que el fin de nuestro camino es la vida contigo.
En Jesús radica nuestra esperanza de vida sin término,
Porque es resurrección y vida para todo el que cree en Él.
Así la vida de los que creemos en ti, Señor, no termina,
Se transforma y al deshacerse nuestra morada terrenal,
Adquirimos otra mansión eterna para vivir siempre a tu lado.
¡Bendito seas, Señor! Haz que nuestro contacto con Cristo
Por su palabra, por la fe y por los sacramentos, despierte
Tu gesto creador que da vida al hombre para siempre.
Amén
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 639)
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Tiempo Ordinario
Trigésimo Primer Domingo – Ciclo B
5 de noviembre de 2006
Monición de entrada
Hermanos y hermanas en Cristo, el Evangelio y la primera lectura de hoy resaltan el amor como esencia de la religión.Amor que no es solamente a Dios, sino también al prójimo.Por estar basado en el amor resulta ser el cristianismo una religión positiva por excelencia, la religión optimista del sí al ser humano, al mundo y a la vida.Empecemos esta Liturgia entonando el canto de entrada.
Primera lectura: Dt 6, 2-6 (Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón)
Israel está entrando en la tierra prometida y por eso debe responder con la mayor fidelidad cumpliendo los mandamientos de Dios.Además de amar a Dios y al prójimo con todo su ser, el israelita profesa su fe diariamente en la oración en la cual proclama que Dios es uno.Escuchen este mensaje tomado del Deuteronomio.
Segunda lectura: Hb 7, 23-28 (Jesús tiene un sacerdocio que no pasa)
Nos encontramos en la culminación de la doctrina central de la carta a los hebreos, dondeCompara el sacerdocio de Cristo con el de la antigua ley.El sacerdocio de Cristo es capaz de salvar a los que por él se dirigen a Dios.Pongan atención a este mensaje consolador en que nos revela la intercesión permanente de Cristo por nosotros ante el Padre.
Tercera lectura: Mc 12, 28-34 (No hay mandamiento mayor que éstos)
El Evangelio de este domingo relata el encuentro y diálogo de un letrado de la ley judía con Jesús, que se encuentra en Jerusalén.El letrado pregunta a Jesúscuál mandamiento es el primero de todos.Jesús le responde citando un texto del Deuteronomio y añade el segundo mandato: “Amarás al prójimo como a ti mismo”.No hay mandamiento más importante.Les invito a que se pongan de pie para que cantemos el Aleluya.
Oración Universal
1.Por todo el pueblo cristiano: para que la unidad y la caridad mutua reinen en la comunidad cristiana universal.Roguemos al Señor.
2.Por todas las naciones y sus habitantes: para que puedan servir mejor a Dios Padre todopoderoso en la paz, en la justicia y en la prosperidad temporal. Roguemos al Señor.
3.Por nuestros difuntos: para que el Señor les dé el descanso eterno, los reciba en su reino y los corone de gloria. Roguemos al Señor.
4.Por todos nosotros los que participamos de esta Eucaristía: para que abramos nuestras manos y nuestros corazones y ayudemos fraternamente a los demás. Roguemos al Señor.
5.Por un aumento en las vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 397)
Te bendecimos, Padre, porque Jesús nos resume toda tu ley
en un solo mandamiento, centrado en el amor a ti y al prójimo.
Gracias también porque tu Espíritu nos permite amarte como hijos
y abrirnos al hermano, completando el círculo del amor en Cristo.
Te reconocemos, Señor, como nuestro verdadero y único Dios
a quien debemos amar y servir con todo el ser, alma y corazón.
Y queremos también cumplir el mandato y testamento de Jesús:
ámense unos a otros como yo los he amado; así serán mis discípulos.
Ayúdanos, Señor a abandonar los ídolos de nuestro egoísmo
para centrarnos en el mandamiento principal y primero, porque
amarte a ti y al prójimo es cumplir tu ley enteramente.
Queridos hermanos y hermanas. Nos encontramos reunidos en comunidad una vez más para celebrar nuestra fe. Pero este don no es algo solamente de palabras, sino que es un estilo de vida. Jesús caminaba poco a poco hacia Jerusalén, donde le espera la suerte trágica de los profetas, como Él ha predicho en tres ocasiones mientras va de camino con sus discípulos. Si seguimos a Cristo tenemos que llevar la cruz en pos de Él. Entonemos con alegría el canto de entrada para empezar esta Eucaristía.
Primera lectura: Jr 31, 7-9 (Congregaré a ciegos y cojos)
La primera lectura de este domingo es un canto a la alegría, exultación desbordante ante la vuelta triunfal a la Nueva Sión. Nadie está excluido, ni los lisiados o los impedidos como tampoco los ciegos. Yavé será para el Pueblo un Padre. Escuchen con atención.
Segunda lectura: Hb 5, 1-6 (Tú eres sacerdote eterno según el tiro de Melquisedec)
Esta lectura que a continuación escucharemos es una meditación sobre el sacerdocio de Cristo. Él es el sumo sacerdote ya que no fue Él quien se dio esa dignidad, sino Dios que le llamó. Puesto que Él participó de la condición humana totalmente, conoce bien nuestras debilidades y miserias.
Tercera lectura: Mc 10, 46-52 (Curación del ciego Bartimeo en Jericó)
Camino a Jerusalén Jesús curó al ciego Bartimeo. Este ciego oraba con insistencia, pidió la ayuda de Cristo y, a pesar de las dificultades, por la fe del suplicante se desencadena el favor divino. El ciego recobró la vista y seguía a Jesús. Antes de escuchar esta narración entonemos el Aleluya.
Oración Universal
1.Por el Papa N, los obispos, sacerdotes (especialmente el/los de nuestra parroquia, diáconos, religiosos y religiosas y por todos los líderes de la Iglesia: para que ofrezcan siempre una vivencia renovada de su fe en Dios. Roguemos al Señor.
2.Por todos aquellos que trabajan voluntariamente por el bien de los demás: para que sean bendecidos por su dedicación e interés en sus hermanos y hermanas. Roguemos al Señor.
3.Por los responsables del orden social y político: para que organicen la sociedad de tal manera que nadie quede marginado o despreciado. Roguemos al Señor.
4.Por los ciegos de este mundo: para que por medio de su enfermedad vean mejor el camino hacia el Padre. Roguemos al Señor.
5.Por todos nosotros y por nuestras intenciones: para que acojamos de todo corazón a todas aquellas personas que la sociedad considera extrañas e indeseables. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 394)
Te bendecimos, Padre, por el corazón compasivo de Cristo
que en el oasis de Jericó tuvo lástima del ciego del camino,
imagen viva de la humanidad caída, necesitada de tu luz.
Hacemos nuestros, Señor, los gritos de su fe suplicante:
nos circunda amenazante el desierto inhóspito de la increencia,
al tiempo que nos atenazan nuestros miedos e inseguridades.
Haz, Señor, que tu palabra y tu amor despierten nuestra fe,
curando nuestra innata cegara, para poder verlo todo en la vida
con los ojos nuevos que nos da esa fe: los criterios de jesús.
Así podremos seguirlo bajo el impulso y la fuerza de tu ternura,
como hombres y mujeres nuevos, renacidos por tu Espíritu.
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
De nuevo nos encontramos con textos que resaltan el valor de los débiles, de los que no cuentan para quienes dominan la historia. En el caso del profeta Jeremías, se trata de los cautivos en Babilonia. La realidad era que el pueblo judío no tenía importancia alguna para el imperio babilónico, aparte de ser una mano de obra barata para sus grandes proyectos. No pasaban de ser parte de la gran masa de gente utilizada. Sus derechos, su dignidad humana, su opinión, su historia no contaban.
Una vez descubrimos que Dios se ocupa de aquellos minusvalorados de nuestro mundo. Del resto de Israel, de los últimos, de los que sobran, como dice la canción. “Aclamen a Israel, lancen vivas al primero de los pueblos”, anunciaba Jeremías. ¿El primero de los pueblos? ¡Pero si eran los últimos!, ¡los ignorados, los ciegos, los cojos, los pobres, los indigentes, los niños…! ¡Pues sí! Esos últimos son los primeros para Dios. Esos últimos, a quienes el mundo niega sus derechos, los utilizan como una mercancía, o los ignoran porque hacen estorbo. Dios extiende su mano para levantarlos de su postración.
Una vez más constatamos que los criterios de Dios no son como los nuestros, los humanos. Así como no “escogió” a un pueblo grande de la antigüedad sino a una masa de esclavos en Egipto, ahora nos muestra que no escogió al gran pueblo babilónico sino a esa masa de gente explotada en Babilonia o abandonada en Israel. Las palabras del profeta quieren animar a los expatriados y a quienes se quedaron en Israel, para que perseveren con una fe firme en el Dios de la vida y continúen luchando por la dignificación de su dignidad maltratada como personas y como pueblo.
El salmo 126 (125) que proclamamos hoy, es un hermoso testimonio de la acción de Dios en la vida del pueblo. Fue entonado cuando retornó a su tierra después de 49 años de extradición. Si comprendemos el dolor que vivió durante este largo exilio, podremos imaginar la alegría que sintió cuando retornó.
En el evangelio encontramos un relato de milagro, elaborado por la comunidad de Marcos, que testimonia cómo otro “de los que sobran”, se convierte en protagonista de la historia.
Según el texto, Jesús seguía su camino hacia Jerusalén con sus discípulos y una gran multitud. Porque no todos los que iban con él eran discípulos; algunos lo hacían por curiosidad. Hay que caminar pero no como un borrego en la manada. Seguir a Jesús es tener la mente abierta y el corazón dispuesto, las manos libres y los pies firmes para sintonizar con él y continuar su obra salvadora.
Salía de Jericó, distante unos 30 Km. de Jerusalén. Normalmente a las salidas de las ciudades y de los templos, en las plazas, en las calles, en los caminos, o en cualquier sitio donde había aglomeración de gente, se hacían los mendigos. Eran huérfanos, enfermos, ancianos, limitados físicos y hasta avivatos que se aprovechaban de la generosidad de la gente.
Los mendigos sufrían hambre pero no morían de hambre, pues la caridad era obligatoria: “la labor de socorro a los pobres estaba bien organizada entre los judíos. A los pobres del lugar se les repartían víveres semanalmente, que alcanzaban para dos comidas diarias. A los pobres que eran forasteros se les distribuían diariamente alimentos para dos comidas.”[1] Había algo que hacía más daño a los mendigos: la vergüenza. Así lo testifica el relato del administrador infiel: “mendigar me da vergüenza” (Lc 16,3). El escarnio público, el aislamiento y los desprecios eran los que más atormentaban y bajaban la autoestima a estas personas, que en el fondo no vivían sino que sobrevivían.
Por otra parte, “la ideología dominante responsabilizaba al pueblo desvalido por su propia situación y por la situación del país entero. En cierto modo, ser pobre era, en este contexto, algo a la vez social y moral; lo moral adscrito a la condición material objetiva. Ser pobre equivaldría para muchos a ser culpable: el castigo sólo ha venido al mundo por culpa de la gente del pueblo”[2].
Al borde del camino, dentro de ese grupo, estaba Bartimeo (Bar-Timeo = el hijo de Timeo), dedicado a la mendicidad. Un ser humano doblemente marginado: por pobre (mendigo) y por ciego. No obstante su limitación este ciego se convierte, podríamos decir, en la antítesis de Santiago y Juan, personajes que analizábamos hace 8 días.
Así como Bartimeo, los discípulos estaban ciegos y no lograban entender las características del proyecto de Jesús. Pero este hombre cambia la historia.
Había escuchado hablar de Jesús, de sus obras y de sus palabras. Le habían dicho que era el Mesías, relacionado con David, según la esperanza del pueblo, y entonces gritó con voz fuerte: “Jesús hijo de David, ten compasión de mí”. Una vez más, vemos cómo Jesús es reconocido por los últimos de la sociedad, como decía el profeta Jeremías (1ra lect) “por el resto de Israel: ciegos, cojos, embarazadas y madres con recién nacidos”. Aunque el título “Hijo de David” no sea el más apropiado para Jesús, ya que hace referencia a un mesianismo político militar que no corresponde a su proyecto de vida, no podemos negar que en los evangelios está presente como manifestación de la esperanza que los pobres pusieron en Él.
Este hombre ciego era para mucha gente un insignificante; sólo inspiraba lástima y le daban unas monedas para que no se muriera de hambre. Debía permanecer callado porque no tenía derecho a expresarse. ¿Qué podía aportar un pobre ciego a la sociedad?
“Muchos lo reprendieron y le decían que se callara”. ¿Por qué lo hacían? Tal vez para que no distrajera al Maestro en su última jornada camino a la toma del poder, como ellos lo esperaban. De pronto para no llamar la atención de los guardias romanos, ya que en Jericó había una guarnición romana y como esta ciudad era paso obligado para llegar a Jerusalén, tenían que ser muy cautelosos con la gente que se dirigía a la capital. Tal vez porque Marcos quería resaltar que no solo Bartimeo estaba ciego, sino también sus discípulos, quienes no tenían ninguna claridad sobre Jesús, pues creían y soñaban que el mejor título era el de “Hijo de David”, con la ideología político militar que este título encierra.
A pesar de los reclamos, a este hombre no le importó el decir de la gente y siguió gritando. El que persevera alcanza, decían nuestros viejos. Y Jesús lo escuchó, pues los gritos de un pobre, insignificante para la sociedad, siempre lo hacían detener. Se interesó por él, lo mandó llamar y le dedicó tiempo.
¡Ten confianza! ¡Levántate, que te llama!, le dijeron otros. Así es la vida y así es el seguimiento de Jesús. Mientras unos desaniman, critican y tratan de matar los sueños de los que quieren llegar lejos, otros animan, impulsan y dan la mano. Mientras unos dicen que caminar con Jesús es tontería, otros se convierten en evangelizadores que ayudan a escuchar su llamado.
Ese llamamiento es, sin lugar a dudas, una invitación al discipulado. Así como cuando se detuvo y llamó a unos pescadores de Galilea cuando tiraban de la red (Mt 4,18). Así como cuando por entre la multitud llamó a Leví, el publicano (Mt 9,9) a Zaqueo (Lc 19,1), al joven rico (Mc 10,17-30)…
¡Pero qué raro este maestro! Realmente Jesús rompía los esquemas. ¿Un ciego como discípulo? Las escuelas rabínicas se esforzaban por tener discípulos de “buena familia”, gente selecta que le diera categoría. Pero a este Jesús, no contento con tener pescadores, publicanos, celotes y gente de la más baja calaña, se le ocurrió en ese momento llamar a un mendigo ciego. ¡Pues sí! El llamado era para todos; nadie debía sentirse excluido. Para él no había personajes privilegiados ni élites favorecidas.
Y el ciego tomó una decisión inteligente: tiró su capa, “sus seguridades”, sus ataduras, aquello que lo detenía, lo amarraba y le impedía vivir a plenitud. La capa o el manto en la cultura semita oriental, era la exterioridad visible y significaba la identidad de una persona. El ciego dejó la capa a un lado, dio un salto, se puso en pie y se fue por sus propios medios al encuentro de Jesús.
La pregunta de Jesús fue la misma que les hizo a Santiago y Juan, en el relato anterior: “¿Qué quiere que haga por ustedes?”. “¿Qué quieres que haga por ti?”, le preguntó a Bartimeo. Jesús se puso en disposición de servir; para eso había venido a este mundo. Pero mientras que los hijos de Zebedeo, cansados de caminar con Jesús, le pidieron un asiento en el posible trono, el ciego cansado de estar sentado al borde del camino, no le pidió una limosna. ¡Qué tonto habría sido! No le pidió un pedazo de pan, ni un trono. Le pidió lo realmente necesario: “Maestro que pueda ver”.
Aquí no es como dice el adagio popular: “ver para creer”, sino “creer para ver”.“Y enseguida recobró la vista y fue siguiendo a Jesús por el camino”.Bartimeo se convirtió en discípulo de Jesús, que en la mentalidad de Marcos, es el que puede ver.
Necesitaban hacer el proceso de Bartimeo para ser discípulos de verdad. Este es un verdadero modelo de seguimiento, un testimonio de renovación y una gran historia de salvación. Un espejo para vernos y evaluarnos en el camino con Jesús. ¿Somos de los que desaniman?, ¿somos de los que animan a la gente a ser mejores y a caminar con Jesús?, ¿estamos ciegos?, ¿tenemos una religiosidad de mendigos, o estamos dispuestos a pedir la luz para ver bien y convertirnos en verdaderos discípulos?
El llamado es hoy para nosotros. ¡Levantémonos que nos llama! ¡Dejemos las capas tiradas, pongámonos de pie y vayamos a su encuentro! Y, cuando Jesús nos pregunte qué queremos que haga por nosotros, no cometamos la imbecilidad de pedirle una limosna, ni un trono en el falso pedestal de un reino imaginario. Pidámosle su luz para descubrir el sentido de nuestra vida y para comprender su propuesta de salvación. Pidámosle su Espíritu para que nos conduzca siempre firmes en su camino hasta el final.
[1] THEISSEN Gerd, La sombra del Galileo, Salamanca 1988.
[2]ECHEGARAY Hugo, La práctica de Jesús, Salamanca 1.982. 163. Esta postura no se quedó en el pasado. No hace mucho un sacerdote me dijo refiriéndose a los pobres: “ellos viven de los ricos, eso es lo que hacen los pobres: vivir de los ricos… además, algo debieron hacer para estar donde están; eso no es gratis… ”
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Moniciones para el Domingo Mundial de las Misiones
18 de Octubre, 2006, 21:23
Tiempo Ordinario:
Domingo Mundial de la Misiones Ciclo - B
22 de octubre de 2006
Monición de entrada
Buenas noches, (días, tarde) Hoy estamos recordando y celebrando la vocación misionera de la Iglesia.Le pediremos al Señor que nos ayude a vivirla plenamente.Hemos de realizar hoy la tarea evangelizadora, primeramente por el anuncio directo del Evangelio con todos los medios a nuestro alcance: palabra (evangelización, homilía, catequesis), liturgia, medios de comunicación social (prensa, radio, televisión, Internet), literatura, arte, fiesta y convivencia.En un segundo lugar, el anuncio y la palabra han de ir acompañados con el testimonio de la vida y de los signos, es decir, con el compromiso de los cristianos por la promoción humana desde su dignidad de persona a su condición de hijos de Dios y hermanos de los demás.Pónganse de pie para que empecemos esta liturgia.
Primera lectura: Isaías 56, 6-7 (está a punto de llegar la justicia y la salvación de Dios)
El profeta Isaías está convencido de que está a punto de llegar la justicia y la salvación de Dios.Por esta razón invita al pueblo a la acción, practicando el derecho y la justicia: “Velen por los derechos de los demás.Practiquen la justicia.
Segunda lectura: I Timoteo 2, 1-8 (que se hagan oraciones por todos los hombres…)
San Pablo exhorta a su amigo Timoteo y a la comunidad a que se hagan oraciones no sólo por sus propios miembros, sino por todos los hombres y por la sociedad en general.Debemos pedir por todos los hombres, reconociendo que el plan de Dios es un plan de salvación universal.Escuchemos la recomendación del Apóstol.
Tercera lectura: Mt. 28 16-20 (El bautismo es dado en el nombre de, es decir, en relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu)
La primera misión era anunciar que el Reino de los cielos está cerca.La nueva misión consiste en hacer discípulos del Señor en todos los pueblos de la tierra.Presten atención a este mensaje que nos presenta san Mateo.
Oración Universal
A cada invocación respondan, por favor: “Escúchanos, Señor”
Unámonos en oración para que en nuestro país y en todo el mundo crezcan la paz, la generosidad, la justicia, el bienestar para todos.Oremos.
Unámonos en oración para que los cristianos sepamos testimoniar el amor y la esperanza que Dios ha puesto en nuestros corazones.Oremos.
Unámonos en oración para que aquellos que no conocen a Cristo Jesús puedan llegar un día a descubrir el gran tesoro de la fe.Oremos.
Unámonos en oración para que el trabajo evangelizador de los misioneros lleve el amor y la esperanza a los pueblos a los que sirven y sean ejemplo para los que vivimos en tierra de tradición cristiana.Oremos.
Unámonos en oración para que surjan las vocaciones misioneras que necesitan la Iglesia y el mundo de hoy.Oremos.
Exhortación final (Tomado de: http://webcatolicodejavier.org/domund.html)
Señor Jesús, que has prometido permanecer entre nosotros si nos amamos como Tú nos amas,
Te rogamos lleves a buen término -por los caminos de la paz, de la justicia y del perdón a esta humanidad lacerada de guerras, violencia y hambrienta de fraternidad.
Da fortaleza a los misioneros que están llevando la antorcha de la fe y haz que, siguiendo los pasos de San Francisco Javier, sean testigos valientes del Evangelio,
Infunde en muchos jóvenes la ilusión de seguirte por el camino de la vocación al laicado, a la vida consagrada y a la vida sacerdotal.
Te lo pedimos en unión con María, Reina de las Misiones y Estrella de la Nueva Evangelización.
Transcribo a continuación una anécdota de Miguel Rivilla, que leí en la revista Ave María, nº 668, Procede de la homilía de D. Antonio Montero (obispo de Badajoz, España), con ocasión de sus bodas de oro sacerdotales.
"En una de mis visitas a nuestros sacerdotes misioneros en los Andes de la Amazonia peruana, me encontré a uno de ellos, ya mayor, polvoriento y sudoroso bajo el poncho y cayado en mano. -¿Cómo estás y cómo te va? -Pues, le digo a usted, mi obispo, lo mismo que le digo al Señor cada mañana: repartiendo las tres 'pes': tu Palabra, tu Pan y tu Perdón".
¡Qué hermosa tarea y misión la llevada a cabo por el viejo misionero y por tantos miles de sacerdotes ignorados en el mundo entero! Apenas nadie se haya fijado en su callada y oculta tarea de años. Han dejado jirones de sus vidas en el empeño. No hicieron nunca obras aparatosas y que llamaran la atención de los medios. Ni han levantado grandes edificios, ni han fundado una obra que les recuerde, ni siquiera han escrito un sencillo folleto. Sólo -nada más, pero nada menos- HAN DEDICADO SU VIDA ENTERA A REPARTIR LAS TRES "PES" ENTRE SUS HERMANOS, LOS HOMBRES. ¿Hay quien pueda dar más? Creo que ha merecido la pena, y nuestro sincero agradecimiento.
El siguiente texto fue escrito por Juan Manuel de Prada, en el periódico ABC, el pasado 26-3-2001. Con ocasión del DOMUND, ha sido publicado por la Revista Ave María nº 668. Yo os lo transcribo también, ya que lo considero interesante.
A mi colegio de monjas de la congregación del Amor de Dios iba, de vez en cuando, a visitarnos alguna misionera recién llegada de Nigeria o Mozambique. Eran mujeres que habían entregado su juventud a Dios y que después de profesar, habían solicitado voluntariamente un traslado a aquellas regiones fustigadas por el hambre y la pólvora y la epidemias más feroces, para inmolarse en una tarea callada. Eran mujeres enjutas, prematuramente encanecidas, calcinadas por un sol impío que había agostado los últimos vestigios de su belleza, y sin embargo risueñas como alumbradas por unas convicciones indómitas. Habían renunciado a las ventajas de una vida regalada, habían renunciado al regazo protector de la familia y la congregación para agotarse en una labor tan numerosa como las arenas del desierto. Entregaban su vida fértil en la salvación de otras vidas con un denuedo que parecía incongruente con la fragilidad de sus cuerpecillos entecos, reducidos casi a la osamenta. Con cuatro pesetas y toneladas de entusiasmo, habían puesto en marcha comedores y hospitales y escuelas, habían repartido medicinas y viandas y con suelo espiritual, habían enseñado a los indígenas a labrar la tierra y a cocer el pan También habían velado la agonía de mucho niños famélicos, habían apaciguado el dolor de muchos leprosos besando sus llagas, habían sentido la amenaza de un fusil encañonando su frente. ¿De dónde sacaban fuerzas para tanto?
"Un día descubrí que Dios no era invisible recuerdo que me contestó una de aquellas misioneras-. Su rostro asomaba en el rostro de cada hombre que sufre". Este descubrimiento las había obligado a rectificar su destino. "Si no atendía esa llamada, no merecía la pena seguir viviendo". Y así se fueron a África o a cualquier otro arrabal del atlas, con el petate mínimo e inabarcable de sus esperanzas, dispuestas a contemplar el rostro multiforme de Dios. A veces tardaban años en volver, tantos que, cuando lo hacían, sus rasgos resultaban irreconocibles incluso para sus familiares; luego, tras una breve visita, regresaban a la misión, para seguir repartiendo el viático de su sonrisa, la eucaristía de sus desvelos. Y así, en un ejercicio de caridad insomne, iban extenuando sus últimas reservas físicas, hasta que la muerte las sorprendía ligeras de equipaje, para llevarse tan sólo su envoltura carnal, porque su alma acérrima y abnegada se quedaba para siempre entre aquellos a quienes habían entregado su coraje. Algunas, antes de dimitir voluntariamente de la vida, eran despedazadas por las epidemias que trataban de sofocar, o fusiladas por una partida de guerrilleros incontrolados.
Si los periódicos dedicasen la misma atención a la epopeya anónima y cotidiana de los misioneros que a este escándalo tan sórdido de abusos y violaciones y embarazos y abortos, no quedaría papel en el mundo. Repartidos por los parajes más agrestes u hostiles del mapa, una legión de hombres y mujeres de apariencia humanísima y espíritu sobrehumano contemplan cada día el rostro de Dios en los rostros acribillados de moscas de los moribundos, en los rostros tumefactos de los enfermos, en los rostros llagados de los hambrientos, en los rostros casi transparentes de quienes viven sin fe ni esperanza. Son hombres y mujeres como aquellas monjas que iban a visitarme a mi colegio, enjutos y prematuramente encanecidos, en cuyos cuerpecillos entecos anida una fuerza sobrenatural, un incendio de benditas pasiones que mantiene la temperatura del universo. Un día descubrieron que Dios no era invisible, que su rostro se copia y se multiplica en el rostro de sus criaturas dolientes, y decidieron sacrificar su vida en la salvación de otras vidas, decidieron ofrendar su vocación en los altares de la humanidad desahuciada. Que nos cuenten su epopeya silenciosa y cotidiana, que divulguen su peripecia incalculablemente hermosa, a ver si hay papel suficiente en el mundo.
El mensaje que la Palabra de Dios tiene para nosotros no es fácil de vivir. Sin embargo, tenemos como ejemplo a Cristo, que cargó con nuestros pecados. Todos estamos llamados a beber del cáliz de este sufrimiento, entregándonos al servicio de los demás. En la Eucaristía, en que renovamos la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, Dios nos da la fuerza que necesitamos para seguir a Jesús, para servir a los demás. De pie para recibir a los ministros de esta Eucaristía, mientras entonamos con júbilo el canto de entrada.
Primera lectura: Is 53, 10-11 (El Siervo del Señor dará su vida como expiación)
Escucharemos ahora el cuarto cántico del Siervo de Yavé, visto por el profeta Isaías. El Siervo de Dios cargará sobre sus hombros todos nuestros pecados, entregará su vida como expiación. Escuchen hermanos y hermanas.
Segunda lectura: Hb 4, 14-16 (Tenemos un sumo sacerdote capaz de compadecerse)
Esta lectura nos describe la figura de Jesús. Él pudo compadecerse de nuestras miserias y debilidades porque sabe por experiencia propia lo que es obedecer y ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado. Presten oído a este mensaje.
Tercera lectura: Mc 10, 35-45 (Breve: 42-45) (La autoridad como servicio)
Jesús le explica a los Apóstoles que el camino que lleva a la gloria es el camino del servicio hasta dar la vida, si es necesario. Marcos utiliza para ello dos imágenes: el cáliz y el bautismo para indicar, sin lugar a dudas, la superación de dificultades, incluso, la muerte. Pónganse de pie para escuchar este pasaje, pero antes cantemos el Aleluya.
Oración Universal
1.Por la Iglesia, especialmente nuestra Parroquia N: para que anuncie sin cesar que el amor es más fuerte que el odio y dé testimonio de la misericordia que ella experimenta de Dios. Roguemos al Señor.
2.Por todos los pueblos de la tierra: para que se afiancen sentimientos de mutuo acercamiento, aceptación y sincera colaboración. Roguemos al Señor.
3.Por nuestras propias intenciones, las necesidades de nuestra parroquia: para que pongamos nuestra fe y esperanza en Cristo quien sabe lo que necesitamos y lo que nos hace falta. Roguemos al Señor.
4.Por nosotros los aquí presentes: para que el amor crezca sin cesar y cada vez más desterremos de nuestras vidas la enemistad, las rencillas, el rencor, el egoísmo, la envidia, el odio, el individualismo… Roguemos al Señor
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 391)
Te damos gracias, Señor Dios, Padre nuestro, por llamarnos
Al seguimiento de Cristo, que inauguró un mundo nuevo en el que
Los primeros y los más grandes son los que sirven a los demás.
Haz, Señor, que asimilemos la enseñanza y el ejemplo de Jesús,
Y optemos por unas relaciones fraternas de amor y mutuo servicio,
Desechando como fardo inútil nuestra supuesta importancia,
Aceptando con alegre sonrisa a los demás tal como son
Y compartiendo las penas, los gozos y las esperanzas de todos.
Cúranos, Señor, de nuestro egoísmo, soberbia e intolerancia,
Pues, queremos vivir al estilo de Jesús: amar sin pasar factura
Y servir en tu nombre a todos los hermanos sin distinción.
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Durante la lenta evolución animal, el “homo sapiens” aprendió que sobrevivían los más fuertes. Ésto despertó en él un natural y necesario instinto de conservación, que lo llevó a aplastar a los demás seres vivos para sobrevivir. El miedo a ser eliminado por los demás dominaba las relaciones entre los seres vivos; el otro ser vivo era necesariamente un adversario. Una vez aparecida la conciencia humana, el miedo, como móvil que impulsa las relaciones interpersonales, debe desplazarse para darle cabida al amor, que hace ver a los demás seres humanos como hermanos.
Aún la humanidad no ha alcanzado tal madurez. En todos habita un deseo natural de sobresalir sobre los demás, de ser reconocidos como importantes según el medio en el que se vive: en la política, en el deporte, en la religión, en las ciencias, en el arte, en la farándula, en todo. En todos hay por lo menos un pequeño deseo de poder, o un tirano en potencia. Ya lo decía Cervantes en boca del Quijote: “a todos nos gusta mandar, aunque no sea más que sobre un hato de ovejas”. “Es mejor ser cabeza de ratón que cola de león”, dice el antiguo adagio español.
Las culturas lo han llamado de distintas formas: El zar ruso, el káiser alemán, el cacique indígena, el emperador romano, el faraón egipcio, el príncipe medieval. El césar, el jefe, el comandante, el patrón, el mandamás, el duro, el soberano, el absoluto, en fin… hasta la Iglesia lo tiene: el Sumo Pontífice.
En algunas personas, por las circunstancias en las que crecen, ese natural instinto se va haciendo más fuerte hasta convertirse en una decisión desesperada por satisfacer sus impulsos de poder, cueste lo que cueste. Estas personas son capaces de matar a su propio hermano y vender a su propia madre para lograr ese propósito y una vez lo logran, quieren más y más porque su sed es insaciable. Ser el jefe y mandar sobre los otros se convierte en una necesidad imprescindible para aceptarse como seres humanos. Esto, según Drewermann, no tiene otra explicación que un extraordinario complejo de inferioridad, porque “si tiene una verdadera necesidad de desempeñar el papel de jefe es porque tiene que dar razón del absurdo de su existencia”[1], pues como dijo Sartre: “detentar el poder, gozar de prestigio ante los demás y ser considerado por ellos, no tiene otra razón de ser que colmar la sima de su propia insignificancia”[2].
Jesús, sin ser psicoanalista ni existencialista como los dos autores citados, sí conoció lo profundo del corazón humano y descubrió la dureza del hombre cuando se emborracha con el poder. Él mismo sufrió el drama de vivir en una colonia del despótico y criminal imperio romano. Fue testigo de la manera como sus paisanos de la clase dirigente judía, vendían la herencia de Dios a los extranjeros por un plato de lentejas (o sea por conservar sus privilegios). Experimentó en carne propia lo que significaban los impuestos impagables, el desplazamiento, la persecución, la pobreza, la miseria, la desintegración humana que generaba ese orden legalmente establecido.
Por supuesto que estaba inconforme con este orden. Ningún ser humano auténtico puede comulgar con la injusticia y el maltrato a la dignidad de las personas. Pero su propuesta no fue tomarse el poder a la fuerza, como lo esperaban sus discípulos, entre ellos Santiago y Juan, quienes se adelantaron a pedir un buen pedazo en la repartición de la torta. Ya se soñaban como los ministros más importantes del nuevo rey de Israel: uno a la derecha y otro a la izquierda. Los demás se disgustaron, no porque descubrieran la incompatibilidad de la petición con el proyecto de Jesús, sino porque ellos esperaban lo mismo: todos estaban tras el puesto de honor al lado del nuevo monarca.
“No saben lo que piden” dijo Jesús. Una expresión parecida a la que utiliza Marcos en el texto de la transfiguración, cuando Pedro le propuso a Jesús hacer tres tiendas (para no bajar a la llanura sino quedarse en el monte por temor a enfrentar el poder)[3]: “En realidad no sabía lo que decía, porque estaban llenos de temor” (Mc 9,6). Parecida también a una de las frases de Jesús en la cruz: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23,34ª).
En realidad estos dos discípulos, así como los demás, no sabían lo que pedían. Con mucha frecuencia también nosotros en nuestras oraciones, no sabemos lo que pedimos. “No sabían que lo que pedían” era contrario a lo que proclamaba Jesús. No habían entendido su mensaje y su proyecto. Todo lo que habían visto y oído a lo largo su formación con el maestro, les había pasado por encima, como el agua a las piedras del río: mojadas por fuera y secas por dentro. No sabían que la propuesta de Jesús estaba lejos del proyecto de los grandes de este mundo, famosos por sus conquistas, sus colonias, su poder. No sabían que en el fondo éso no es otra cosa que psicopatologías camufladas en lo que la historia ha llamado “grandes personalidades”.
Jesús anunciaba el reino y ellos, con un modelo preconcebido de los reinos monárquicos y totalitarios de la época, no permitían ninguna variación, sino que se soñaban haciendo parte de un nuevo grupo de privilegiados. Según el falso sueño de los discípulos, en el reinado de Dios instaurado por Jesús se mantendría el mismo esquema de dominio, configurado sobre la misma relación socioeconómica: amos-siervos, ricos - empobrecidos, dominadores - dominados. ¡Claro si los privilegiados somos nosotros, que venga ese reino rápido!
Primero había que volver a aclarar algo: Ya Él les había dicho que iban a tener problemas y que debían contar con la posibilidad de una muerte violenta, pero no le pusieron mucho cuidado por estar soñando con ese idílico reino. Así que una vez más debía corregir la visión triunfalista, nacionalista y militarista de sus discípulos y recordarles el inminente peligro que corrían: “¿Son capaces de pasar el trago amargo que yo debo pasar y sumergirse en las aguas que yo me he de sumergir?”, les dijo. Porque todos esperaban el triunfo del caudillo y beber gratis la copa de la victoria por ser sus amigos. Pero cuando se trataba de trabajar duro, es más, cuando se trataba de beber el trago amargo y sumergirse en las aguas del dolor, lo pensaban dos veces. Sin embargo estos jóvenes, al memos en ese momento de efervescencia y calor, estuvieron dispuestos a jugársela toda para lograr la victoria y el puesto de honor.
No se trataba de tener méritos para lograr los primeros puestos. Ese detalle no le competía a Jesús; éso no estaba en el “presupuesto”.
El Reino propuesto por Jesús y los reinos de la época sólo se parecían en el nombre, mas no en las categorías. El que quisiera participar del reino propuesto por Jesús debía prescindir de cualquier deseo de dominación. Él hablaba de cambiar no tanto los personajes que dominaban, sino las estructuras internas que mueven al ser humano a dominar a los demás. Sus discípulos pensaban que cambiando el dominador vendrían ventajas tanto para ellos como para todo el pueblo.
“No sabían lo que pedían”. No sabían que por bueno que fuera quien dominara, por muy Hijo de Dios, por muy sabio y muy santo, nada iba a cambiar si se seguía con los mismos esquemas de dominadores – dominados, amos – esclavos.
La propuesta de Jesús no fue cambiar de personaje dominador, sino cambiar primero el corazón humano y a partir de ahí las estructuras de poder. A cambio de una persona ávida de poder, un líder capaz de servir. A cambio de un monarca absoluto, un líder creativo e impulsador de procesos de libertad.
La novedad del reinado propuesto por Jesús, es el servicio y la entrega a los dominados y esclavizados por los poderes temporales de este mundo. Si como Iglesia seguimos manteniendo las categorías de poder y dominio que maneja este mundo, en el que los reconocidos como jefes tratan despóticamente a sus súbditos y los grandes les hacen ver su autoridad, no tendremos nada que ver con Jesús y nuestras Iglesias no tendrán credibilidad. Sepámoslo de una vez por todas: Si queremos hacer parte del reinado instaurado por Jesús, no nos queda otra alternativa que renunciar a todas las estructuras de poder y ponernos de manera especial al servicio de aquellos marginados y excluidos. Como lo hizo Jesús quien no vino a ser servido sino a servir y a entregar su vida en rescate por muchos.
[1] DREWERMAN Eugen, Clérigos psicodrama de un ideal. Trotta. Valladolid. 1995. 73.
[2] SARTRE Jean Poul, El ser y la nada. En: DREWERMAN E. Op Cit. 74.
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Una iniciativa aprobada por la Congregación del Santísimo Redentor relacionada con nuestro San Gerardo Mayela en ocasión de la celebración de Los aniversarios importantes de nuestro santoEl 11 de diciembre de 2004 se conmemora 100 años de su canonización, y el 16 de octubre de 2005 se cumple 250 años de su muerte....
Con tal ocasión el Papa Juan Pablo II nos escribe un hermoso mensaje, el cual queremos compartir congigo amigo visitante. Entre otras cosas, el Papa nos dice:He sabido con gran alegría que su familia religiosa se prepara a celebrar un especial Año Gerardino al coincidir felizmente dos aniversarios relacionados con uno de sus más ilustres hijos, san Gerardo Maiella: el centenario de la canonización (11 de diciembre de 1904) y el 250 aniversario de su muerte (16 de octubre de 1755). Ver el mensaje completo
MENSAJE EL SUPERIOR GENERAL
Invito a todas las Unidades de la Congregación a honrar de la mejor manera posible la memoria de nuestro gran Santo, y quiero recordar que está circulando un formulario de suscripción para que sea reconocida en toda la Iglesia la especial protección de San Gerardo a favor de las madres y los bebés (las criaturas). Se pide a las personas que suscriban este pedido. Las peticiones, especialmente de Obispos, sacerdotes, y todos los fieles, deben ser enviadas al Santuario de Materdomini en Italia, para noviembre de 2004.
De una carta fechada el primero de noviembre de 1754
A la heramana María Celeste, fundadora de las Monjas redentoristas:
Muy reverenda heramana en Cristo,
usted está en un estado más querido por Dios que ningún otro. Abra sus ojos y cada mañana venere esta divina bondad que le otorga tantas gracias.
Tenga valor, hágase una gran santa, ya que, por la misericordia de Dios se encuentra ustede en tan bendita circunstancia.
Siempre, siempre órele a Dios por mí y dígale, por bondad se lo pido, que me haga un santo, porque yo estoy perdiendo tiempo. ¡Oh Dios mío! Cuan mala es mi dicha que yo inútilmente dejo pasar tantos momentos, horas y días sin saber cómo usarlos con provecho. ¡Oh, que desperdicio! Que Dios me perdone
Hoy la Iglesia celebra la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, hubieron tiempos difíciles de guerra y fue la intercesión de esta virgen que pudieron salir victoriosos, de la misma manera pedimos su intercesión para que en medio de tentaciones nos proteja y nos arrope con su santo manto. Puestos de pie, cantamos, mientras recibimos al celebrante.
Monición 1era lectura: Job 42, 1-3.5-6.12-16 "Ahora te han visto ya mis ojos, por eso me retracto"
Vemos que al final de todo, Job queda bendecido por Dios ya que reconoció que era una mínima parte al lado de Dios, ya que el es todopoderoso, aquellos que así lo reconozcamos seremos bendecidos por siempre así como Dios hizo con Job. Escuchemos con atención este mensaje
Monición al Evangelio: Lucas 10, 17-24 "Alégrense de que sus nombres estén escritos en el cielo"
Este evangelio nos invita hacer sencillos así como Jesús lo fue ya que de esta manera Dios se manifestara en nosotros y nos llenara de mucha alegría porque su espíritu esta con nosotros. Antes de escuchar el Santo Evangelio nos ponemos de pie y cantamos el Aleluya.
Oración Universal
1. Por la Iglesia para que nunca tenga miedo de proclamar la verdad. Roguemos al Señor.
2. Por los gobernantes para que se preocupen mas por lo que necesita el pueblo. Roguemos al Señor.
3. Por los que sufren para que tu les des consuelo. Roguemos al Señor.
4 .Por los aquí reunidos para que vivan en fraternidad unos con los otros. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 630)
Dios de los pobres, de los humildes y de los olvidados,
Hoy te bendecimos con María de Nazaret, la madre de Jesús,
Porque tu misericordia llega a tus fieles de generación
En generación, invirtiendo el viejo orden establecido
Y haciendo justicia a los menospreciados y los oprimidos.
Con María ha llegado un cambio decisivo en la historia,
Al encarnarse Cristo en la vida y conciencia de los pobres,
Destinatarios preferidos de la liberación mesiánica de Dios.
¡Gracias, Señor! Ayúdanos a asimilar los valores de tu reino:
Pobreza y vacío de sí mismo en vez de prepotencia y orgullo,
Fraternidad y solidaridad en vez de explotación y dominio.
Francisco Javier Seelos nació el 11 de enero de 1819 en Füssen (Baviera, Alemania), de Mang y Frances Schwarzenbach, quienes tuvieron otros 11 hijos.
Este mismo día fue bautizado en la iglesia parroquial de San Mang, donde su padre, después de haber sido comerciante en textiles, comenzó a trabajar como sacristán desde 1830. Terminados los estudios de enseñanza primaria en 1831, manifestando su aspiración por el sacerdocio y animado por el párroco, hizo el bachillerato en el Instituto de San Esteban en Augsburgo.
Una vez recibido el diploma en 1839, continuó los estudios en Mónaco de Baviera e hizo dos años de filosofía en la universidad. Al final del curso comenzó a estudiar teología para prepararse a entrar en el seminario, en el que fue admitido el 19 de septiembre de 1842. Por este tiempo, por medio de sus contactos con los misioneros de la Congregación del Santísimo Redentor, conoció el carisma del Instituto fundado para la evangelización de los más abandonados y su actividad apostólica, particularmente la que desarrollaban en los Estados Unidos con los inmigrantes.
Estimulado por un intenso celo apostólico e impresionado profundamente por las cartas de los Redentoristas publicadas en el periódico católico Sion, en las que se describía la falta de auxilio espiritual entre los miles de inmigrantes de lengua alemana, Seelos decidió entrar en la Congregación para trabajar como misionero en Estados Unidos.
Fue aceptado el 22 de noviembre de 1842; al año siguiente, el 17 de marzo, salió del puerto de Le Havre, Francia, para arribar a Nueva York el 20 de abril de 1843. Completado el noviciado y concluidos los estudios de teología, fue ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1844 en la iglesia redentorista de Santiago en Baltimore (Maryland). 2 Un mes después de la ordenación fue trasladado a la parroquia de Santa Filomena en Pittsburgh (Pensilvania), donde colaboró durante nueve años, primero como vicepárroco de san Juan Neumann, superior de la comunidad, y luego como superior durante los últimos tres años.
Durante este tiempo también se desempeño como maestro de los novicios redentoristas. Además de la actividad como vicepárroco, Seelos se dedicó con Neumann a la predicación misionera. Aludiendo a la relación que se estableció entre los dos, Francisco Javier afirmaba: "Me introdujo en la vida activa" y "me orientó como guía espiritual y confesor". Su disponibilidad y su afabilidad natural para acoger y captar las necesidades de los feligreses lo hicieron conocer inmediatamente como experto confesor y guía espiritual, tanto que le llegaban personas aun de los lugares vecinos.
En Pittsburgh y en Baltimore, Seelos hizo que la confesión fuera para los penitentes no un martirio, sino una experiencia fecunda de encuentro con Cristo paciente y misericordioso. Su confesionario estaba abierto para todos: "Escucho las confesiones en alemán, inglés y francés, de blancos y negros".
Los feligreses lo describían como el misionero de la sonrisa permanente en los labios y de corazón generoso, en particular con los necesitados y marginados. De ahí que no sea casualidad el que, precisamente en Pittsburgh, el pueblo haya comenzado a atribuirle gracias recibidas por su intercesión después de la muerte. Fiel al carisma redentorista, se expresaba con un estilo de vida y un lenguaje sencillos.
Los temas de su predicación, ricos en contenidos bíblicos, eran escuchados y comprendidos aun por las personas más ignorantes.
Una característica permanente de su apostolado era la catequesis a los niños; actividad que consideraba prioritaria y fundamental para el crecimiento cristiano de la comunidad parroquial. En 1854, fue trasladado de Pittsburgh a Baltimore, después a Cumberland (1857) y a Annapolis (1862), dedicado siempre al ministerio parroquial. En Cumberland y en Annapolis desempeñó el cargo de formador como prefecto de los estudiantes redentoristas.
También en este oficio brillaron las excelentes cualidades de pastor amable y alegre, siempre cuidadoso de la formación doctrinal de los seminaristas. Se preocupaba, sobre todo, de infundir en los futuros misioneros redentoristas entusiasmo, espíritu de sacrificio y celo apostólico por el bien espiritual y temporal de la gente. En 1860, el obispo Michael O'Connor de Pittsburgh, al dejar la diócesis recomendó al P. Seelos como el sacerdote más calificado para sucederle.
Francisco Javier escribió al Papa Pío IX expresándole su incapacidad para asumir tal responsabilidad y le pidió que "lo librara de esta calamidad". Quedó muy contento cuando otro sacerdote fue nombrado obispo de Pittsburgh. Después de estallar la guerra civil, se promulgaron en 1863 nuevas leyes que obligaban a todos los hombres a estar disponibles para el servicio militar.
Seelos, en calidad de superior del seminario redentorista, se dirigió a Washington para entrevistarse con el presidente Abraham Lincoln a pedirle que exonerara del servicio militar a los estudiantes de la Congregación.
El mismo Seelos dijo que Lincoln no sólo se mostró sumamente acogedor, sino que prometió hacer todo lo posible. De hecho, los estudiantes fueron exentos de ir al frente. Removido del cargo de prefecto de estudiantes porque, según algún celoso cohermano, era demasiado condescendiente y poco severo con los jóvenes, se dedicó desde 1863 a 1866 a la actividad misionera itinerante, predicando en inglés y en alemán en los Estados de Connecticut, Illinois, Michigan, Missouri, Nueva Jersey, Nueva York, Ohio, Penilvania, Rhode Island y Wisconsin. Después de un breve tiempo de actividad parroquial en Detroit, Michigan, fue destinado en 1866 a la comunidad de Nueva Orleans en Louisiana. También aquí, como párroco de la iglesia de Santa María de la Asunción, se le vio siempre como pastor alegre y disponible, dedicado de modo especial a los más pobres y abandonados. Como en otros lugares, se creía que sus oraciones de intercesión eran siempre escuchadas por Dios.
Pero en los planes de Dios su ministerio en Nueva Orléans tenía que ser breve. En septiembre, agotado por las visitas a los enfermos de fiebre amarilla, contrajo también esta enfermedad.
Después de sobrellevarla paciente y alegremente durante varias semanas, pasó a la eternidad el 4 de octubre de 1867, a la edad de 48 años y nueve meses. Durante su funeral, el pueblo que llenaba la iglesia, reconociendo la santidad del Padre Seelos, deseaba tocar el ataúd con cualquier objeto para conservar su recuerdo.
Sus restos reposan en la Iglesia de Santa María de la Asunción. Seelos fue beatificato por el Papa Juan Pablo II el 9 de abril del 2000. Su fiesta se ha puesto el 5 de octubre.