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Moniciones V Domngo de Pascua Ciclo C
30 de Abril, 2007, 18:12
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Moniciones para la Misa |

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La cincuentena Pascual
V Domingo |
6 de mayo de 2007 |
LAS LECTURAS DE HOY
Monición de Entrada
Hermanos en Cristo, muy buenos días, (tardes, noches): Estamos celebrando el quinto domingo de Pascua, tiempo de alegría en el Señor. Nuestro gozo ha empezado aquí, pero Cristo, nos revela que habrá una nueva creación al fin del mundo. Mientras, tenemos que continuar la misión de Cristo aquí en la tierra, amándonos unos a otros. Unidos con Cristo roguemos por una unión más profunda entre nosotros al empezar esta eucaristía. De pie, por favor, para recibir la procesión con el cántico de entrada.
Primera lectura: Hc 14, 21b-27 (Pablo y Bernabé vuelven de su primera misión)
Escucharemos el relato de la primera misión de Pablo y Bernabé. Ellos regresaron a su gente exhortándolos a perseverar en la fe y subrayando las tribulaciones que vendrán. Pero sobre todo, ellos contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y que es importante en la vida de la comunidad. Escuchemos.
Segunda lectura: Ap. 21, 1-5a (Dios enjugará las lágrimas de sus ojos)
En el libro del Apocalipsis, san Juan ve un cielo nuevo y una nueva tierra, que es la Iglesia triunfante. Ese triunfo comienza en la tierra. Dios convive con nosotros y espera el fin de nuestra noche en la tierra para llenarnos de alegría. Si participamos, si sentimos y vivimos con la Iglesia aquí, gozaremos en el cielo. Presten mucha atención a esta revelación.
Tercera lectura: Jn 13, 31-35 (Les doy un mandamiento: que se amen)
El evangelio de hoy es parte del discurso de despedida del Señor en la última Cena. Cristo fue glorificado a través de su pasión y muerte, lo mismo va a pasar con su Iglesia. Cristo nos da un nuevo mandamiento, el amor mutuo. Puestos de pie, entonamos el Aleluya y escuchamos la Buena Nueva.
Oración Universal
- Por nuestra la Iglesia, para que continúe practicando la caridad con los más necesitados. Roguemos al Señor.
- Por los misioneros, para que no sientan temor de predicar públicamente el nombre de Jesús. Roguemos al Señor.
- Por los que abandonaron la Iglesia, para que experimenten el amor de Cristo y de sus hermanos y regresen al redil. Roguemos al Señor.
- Por el amor, la comprensión, el diálogo y la caridad entre los jóvenes y los adultos, entre maestros y alumnos, para que nos amemos todos como quiere Dios. Roguemos al Señor.
- Por nuestra diócesis, para que surjan las vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal. Roguemos al Señor.
- Por todos nosotros aquí reunidos alrededor del altar y en el amor de Cristo, para que crezcamos en su amor, especialmente en nuestros hogares. Roguemos al Señor.
Exhortación final: |
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(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1995, p. 483)
Señor Jesús, que al despedirte de tus discípulos dijiste:
“Ámense como yo los he amado; así los reconocerán como de los míos” ,
perdona nuestra falta de seriedad. Te dejamos mal muchas veces,
porque no nos amamos unos a otros como tú mandaste en la cena.
Después de tantos años de cristianismo todavía no hemos aprendido
la lección. Suspenso anual durante siglos y siglos.
Cambia, Señor, nuestro corazón de piedra por otro de carne.
Transvasa tu Espíritu de amor a nuestro interior anquilosado.
Y cuando hayamos desterrado por completo de nuestro estilo
el egoísmo, la soberbia, el desdén, la frialdad y la revancha,
entonces los demás nos reconocerán como tus discípulos.
Amén. |
Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. |
   
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Homilía V Domingo de Pascua Ciclo C
30 de Abril, 2007, 18:04
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En Camino
Homilía para el Domingo |

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La cincuentena Pascual
V Domingo |
6 de mayo de 2007 |
Autor: Neptalí Díaz Villán CSsR. Fuente: www.scalando.com |

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Haz para para ver las lecturas de hoy |
- 1ra lect.: Hch 14,20-26
- Sal 144
- 2da lect.: Ap 21,1-5a
- Evangelio: Jn 13,31-35 |
¿Qué hora es?
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Cielo nuevo y tierra nueva |
Las lecturas de hoy nos dejan ver la utopía de un mundo mejor: los cielos nuevos y la tierra nueva (Ap 21,1-5a). La fuerza que debe dinamizar la construcción de ese nuevo mundo: El Amor (Jn 13,31-35). Y anuncio de esa nueva forma de vivir como Buena Nueva abierta para todos los pueblos. Anuncio realizado por medio de Pablo y Bernabé; anuncio lleno de dificultades pero también de muchas satisfacciones tanto para los destinatarios como para los evangelizadores (Hch 14,20-26).
Empecemos con la propuesta del Apocalipsis: "El Apocalipsis debe ser entendido en el contexto histórico en el cual nació: Asia Menor- finales del siglo primero -, debe ser interpretado con el Espíritu con el cual fue escrito: el enfrentamiento económico, político, cultural, social y religioso del pueblo de Dios y de la comunidad cristiana con el imperio Romano y las fuerzas sobrenaturales del mal".
La situación interna y el contexto socio-histórico de las personas que hacían parte de las primeras comunidades cristianas, su experiencia de fe con Jesús muerto y resucitado, las llevó a una procesual toma de conciencia de la necesidad de hacer algo por ellos mismos y por los demás seres humanos. A superar todas las taras personales que impiden al ser humano vivir en plena libertad y lo sumergen en un mundo de oscuridad, muerte e infelicidad: egoísmo, codicia, envidia, rencores, vanidad, miedos, inseguridades, etc. A superar un mundo dominado por la injusticia, la dominación, la sangre y la muerte, producto de la acción criminal del imperio romano. A esa nueva realidad que querían formar a nivel personal y comunitario le dieron el nombre de cielos nuevos y tierra nueva.
No es música celestial. Es fuerza creadora y recreadora de Dios que impulsa a formar otro mundo que se hace posible con la apertura a la gracia de Dios y con el trabajo humano. Un mundo donde el mar (signo del mal y de la muerte) y sus consecuencias: luto, llanto, dolor, desesperación, frustración e infelicidad, ya no exista.
“La tierra y el cielo son nuevos y Jerusalén es nueva, porque en ellos la vida triunfa sobre la muerte, el orden sobre el caos y la luz sobre las tinieblas; la compasión triunfa sobre todo llanto, clamor y dolor; ya no hay maldición alguna. Lo que aquí se trasciende no es la materialidad o corporeidad, sino la muerte, el caos, las tinieblas, el sufrimiento, la maldición; sigue habiendo cielo, tierra, ciudad; sigue habiendo historia, pero ahora sin muerte y sin maldición.”
Jesús, con su vida, con su palabra y su obra y con el amor con el cual hizo nuevas todas las cosas, empezó a hacer realidad un mundo sostenido con otros valores. La construcción de los cielos nuevos y la tierra nueva debe empezar desde el interior de cada persona. Ese mundo nuevo no se construye con la violencia de las armas, ni puede ser impulsado por deseos de poder o aparecer. Ese proyecto integral no puede ser animado por el desquite amargo ni el afán de lucro porque así el final no podría ser otro que el fracaso.
Ese mundo sólo es posible construirlo con la fuerza del Amor. Pero no con cualquier amor, porque en la humanidad todos hablamos del amor, pero cada uno lo entiende a su manera. Y no cualquier cosa es amor. Muchas veces el egoísmo y la avaricia se visten con un ropaje perfecto que aparenta ser amor, pero no lo son. Es el amor al estilo de Jesús. Lo nuevo no es que se hable del amor porque desde tiempos inmemoriales se habla del amor. Lo nuevo es el amor al estilo de Jesús. La sinceridad, el servicio, la cercanía, la entrega y la donación total con las cuales Jesús manifestó su amor a sus amigos y a toda la humanidad.
El amor al estilo de Jesús es el único que puede hacer que la nueva Jerusalén baje del cielo y se instale en la tierra. Por eso la invitación del Evangelio es muy concreta: “les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros como yo los he amado.”
El fragmento de los Hechos de los Apóstoles que leemos hoy narra el trabajo concreto de Pablo y Bernabé a favor de la construcción del Reino en distintas partes del mundo no judío. Por algo a Pablo se le llama “el Apóstol de los gentiles”. Aquí vemos una dinámica concreta para hacer posibles los cielos nuevos y la tierra nueva. Todo grupo humano necesita organizarse, las comunidades cristianas también. Todo grupo humano necesita líderes, las comunidades cristianas también. Aquí vemos cómo Pablo y Bernabé, animados con la oración y la fuerza del Espíritu Santo, establecieron una estructura organizativa que llevara la continuidad de la obra empezada por ellos. Nos corresponde hoy tomar conciencia de nuestra situación interna y de nuestro contexto social. Nos corresponde como creyentes construir los cielos nuevos y la tierra nueva con la fuerza del amor al estilo de Jesús. ¿A qué más me siento invitado con esta Palabra?
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Moniciones III Domingo de Pascua Ciclo C
23 de Abril, 2007, 10:42
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Moniciones para la Misa |

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La cincuentena Pascual
IV Domingo |
29 de abril de 2007 |
Autor: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com |

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Haz para ver las lecturas del día: |
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- 1ra lect.: Hch 13,14.43-52
- Sal 99
- 2da lect.: Ap 7,9.14b-17
- Evangelio: Jn 10,27-30 |
¿Qué hora es?
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IV Domingo: El Pastor y los pastores |
LAS LECTURAS DE HOY
Monición de Entrada
Hermanos en Cristo, muy buenos días, (tardes, noches): Cada año la iglesia celebra la fiesta de "El Buen Pastor" en el cuarto domingo de Pascua. Jesús nos conoce a cada uno de nosotros íntimamente, como la palma de sus manos, y nos ama tan profundamente que de su propia voluntad entrega su vida por nosotros. Él es el único mediador de la salvación. Por el bautismo somos hijos de Dios que, a veces, tenemos que sufrir al igual que lo hizo nuestro líder, pero que, si permanecemos fieles a Él, seremos partícipes de su gloria celestial cuando lo veamos cara a cara. Agradecidos a Cristo, nuestro buen pastor, por el inmenso amor que nos tiene, pongámonos de pie para recibir la procesión de entrada mientras cantamos.
Primera lectura: Hc 13, 14.43-52 (Pablo y Bernabé evangelizan a los gentiles)
El apostolado de San Pablo es ejemplo para todos los tiempos. Él proclamó la Buena Nueva, primero a los judíos. Ellos rechazaron bruscamente el anuncio de Cristo. Por lo tanto, Pablo se dirigió a los paganos, quienes se alegraron y aceptaron el Evangelio. Pongan mucha atención.
Segunda lectura: Ap. 7, 9.14b-17 (El Cordero será su pastor)
En la continuación de la visión de San Juan, se nos explica la multitud de personas de todas las partes del mundo que han llegado después de sufrir el martirio y allí son "colmados" de toda felicidad". Somos ovejas del "Cordero de Dios" y después de aceptar las penas, dolores y amarguras de esta vida, iremos a disfrutar en el cielo. Escuchemos este mensaje de amor.
Tercera lectura: Jn 10, 27-30 (Yo doy vida eterna a mis ovejas)
Jesús es el Buen Pastor. Promete un auxilio muy especial a todo el que le reconoce como Salvador y Señor. Nos pide docilidad y seguimiento y así haremos la unidad. En señal de respeto, nos ponemos de pie, entonamos el Aleluya y escuchamos la Buena Nueva.
Oración Universal
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Por el papa, los obispos, sacerdotes y diáconos, para que ellos sean ministros de reconciliación en palabras y en obras, como el buen pastor. Roguemos al Señor.
-
Por nosotros y todas las naciones, para que trabajen con armonía y fomenten la unidad. Roguemos al Señor.
-
Por nuestros párrocos, para que sean fieles a la gracia de su sacerdocio y ejerzan un ministerio fecundo en bien de todos. Roguemos al Señor.
-
Por todos los que profesamos la fe en Cristo, para que pronto se cumpla el deseo del Señor, para que haya un solo rebaño y todos seamos uno. Roguemos al Señor.
-
Por las vocaciones sacerdotales y religiosas, para que el Señor ponga en el corazón de muchos jóvenes el deseo de seguirle en pobreza y castidad y obediencia. Roguemos al Señor.
-
Por nosotros, los aquí reunidos, para que cada día nos unamos más, los que hoy estamos divididos por buscar intereses y ventajas personales. Roguemos al Señor.
Exhortación final: |
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(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1995, p. 480)
Bendito seas, Padre, porque cuidas de tu pueblo con amor
Y por medio de Cristo lo proteges y le das vida en abundancia.
Tú ha constituido a Jesús sacerdote y pastor de la Iglesia,
Y nadie podrá arrebatarle las ovejas que tú le has encomendado.
Te damos gracias porque Cristo confió su misión pastoral
A hombres sacados del pueblo para transmitir tu palabra,
Administrar los sacramentos y presidir la comunidad de fe,
Sirviendo a sus hermanos con amor y solicitud pastoral.
Así perpetúa Jesús, el Buen Pastor, su pastoreo entre nosotros.
Pero la mies es mucha y los trabajadores son pocos.
Te pedimos, Señor, que envíes vocaciones a tu Iglesia.
Amén. |
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Homilia III Domingo de Pascua Ciclo C
23 de Abril, 2007, 10:30
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En Camino
Homilía para el Domingo |

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La cincuentena Pascual
IV Domingo |
29 de abril de 2007 |
Autor: Neptalí Díaz Villán CSsR. Fuente: www.scalando.com |

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Haz para para ver las lecturas de hoy |
- 1ra lect.: Hch 13,14.43-52
- Sal 99
- 2da lect.: Ap 7,9.14b-17
- Evangelio: Jn 10,27-30 |
¿Qué hora es?
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Persecución: Amenaza y oportunidad |
El anuncio del evangelio fue dirigido primero a los judíos, tanto a los de Palestina como a los de la diáspora, o sea judíos que vivían fuera de su tierra, en algún lugar del imperio romano. Los primero cristianos fueron judíos. Los judíos tenían la costumbre, y aún la tienen aunque con menos fuerza, de formar guetos en los pueblos extranjeros a donde se mudaban. Eran conocidos los barrios judíos, lugares impenetrables para quienes no pertenecían a su raza.
Después de la persecución a los cristianos en Jerusalén, éstos se vieron obligados a salir por toda Judea y Samaría (Hch 4,1ss; 5,17s; 8,1). Luego las persecuciones se extendieron por toda Palestina y los cristianos tuvieron que salir de Israel y dispersarse en distintas partes del imperio romano. A las ciudades donde llegaban, se integraban con sus paisanos en los barrios judíos.
En las reuniones de los judíos tradicionales, los judeocristianos aprovechaban para anunciarles su experiencia de fe. Algunos abrazaron el camino de Jesús y otros lo rechazaron e incluso lo persiguieron. La primera lectura de hoy nos narra la evangelización en sinagoga de Antioquía de Pisidia, la acogida y la alegría que generó esta Buena Noticia para algunos, así como la envidia, el rechazo y la persecución por parte de otros.
Hay que reconocer que las mujeres jugaron un papel muy destacado en la vida del Jesús histórico, así como en el desarrollo de las primeras comunidades cristianas. Pero aquí encontramos a un grupo de señoras distinguidas y devotas, confabuladas con los principales de la ciudad, y en total oposición a la Buena Noticia de Jesús.
Se trataba de mujeres acomodadas que, como era costumbre en la antigüedad, se dedicaban al caluroso oficio de no hacer nada. Eran sanguijuelas que vivían a expensas de sus maridos adinerados o influyentes. Solían tener por lo menos tres esclavos a su servicio, muchos vestidos en el ropero y alhajas en su cuello y manos, para ocultar su poquedad humana. Estas distinguidas damas vieron en el Proyecto de Jesús un enemigo mortal y por eso lo persiguieron a muerte. Aliadas con los principales de la ciudad, expulsaron a los cristianos.
En medio de todas las incomodidades y el peligro inminente por las persecuciones, éstas nunca lograron extinguir el cristianismo. Por el contrario, cada creyente disperso se convertía en fundador de nuevas comunidades. Por algo San Alfonso de Luguori, cuando vivió momento críticos, escribió a los miembros de su naciente comunidad: “no temo las persecuciones, temo que las comunidades abandonen la observancia regular y se disipen, cayendo en la indisciplina y perdiendo la razón de ser”.
“No hay mal que por bien no venga”, decían nuestros viejos. Hechos incómodos y dolorosos como lo fueron las persecuciones, sirvieron como motor para que el evangelio se extendiera de manera asombrosa. El rechazo de algunos judíos habitantes de Antioquía de Pisidia, impulsó a los apóstoles a que rompieran ese gueto nacionalista y evangelizaran a los no judíos o gentiles, como les llamaban despectivamente. Luego, ante la fuerte persecución en esa ciudad, vieron la oportunidad de evangelizar Iconio y así lo hicieron.
La visión del libro del Apocalipsis, nos describe no un simple sueño nacionalista judío. Nos presenta la nueva realidad instaurada por el Cordero, por medio del cual fueron superadas todas las fronteras que los humanos construyeron para vivir separados y divididos. La propuesta del Apocalipsis es universal e incluyente. “… vi una muchedumbre inmensa que nadie podía contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie, delante del trono y del Cordero”. (Ap 7,9)
Ésta es una visión del cielo. Recordemos que para este libro, la historia no sólo se ve en el mundo aparente y empírico, sino tiene una dimensión profunda, oculta y trascendente. Cuando se habla de cielo no se refiere tanto a la otra vida después de la muerte, sino a la dimensión profunda y trascendente de nuestra historia que nos hace vivir esta vida de una manera diferente. (Los capítulos 21 y 22 hacen una descripción más detallada del cielo).
Los hechos del cielo pasaban desapercibidos para quienes vivían en la superficialidad y aprovechaban los privilegios que daba imperio, sin importar el sufrimiento de los oprimidos. El cielo no lo podían percibir quienes eran indiferentes al dolor de los esclavos empobrecidos y sólo pensaban en los placeres, asequibles únicamente para los “hombres libres”, los ciudadanos romanos.
El cristiano debía liberarse de toda la ideología imperial, renunciar a ese mundo de dominación y maltrato a la dignidad humana, y lavar sus túnicas en la sangre del Cordero. Unirse a la comunidad de los sumergidos (bautizados) en Cristo y vivir de manera diferente. El imperio proclamaba dichosos a quienes dominaban, oprimían y exprimían a los perdedores. Los cristianos decían que los perdedores tenían una dignidad que no merecían quienes aplastaban a los demás y se envenenaban a sí mismos con la copa de la victoria. Para el Apocalipsis unirse al imperio era mancharse, mientras que renunciar a él y unirse a los “perdedores” y a su utopía de un cielo nuevo y una tierra nueva, era revestirse con túnicas blancas y levantar las manos limpias, dignas y dispuestas para trabajar.
Vale la pena que en medio de nuestro mundo que le rinde culto a la eficiencia, a los placeres, al poder, y en general a los ganadores, asumamos una postura crítica y descubramos el otro lado de la historia. Preguntémonos si hacemos parte de los ciudadanos del cielo y vivimos comprometidos con la construcción de los cielos nuevos y la tierra nueva, o si caminamos como zombis por donde nos conduce esta sociedad egoísta, consumista y planetófaga.
El evangelio también fue escrito en un contexto de persecución. Casi siempre le pedimos al Señor que nos vaya bien en todo. Solemos decir: “Yo tengo fe en que Jesús me va a ayudar, y que todo va a salir bien.” Y eso está bien porque es un pensamiento positivo. Pero Jesús no nos garantiza que en todo nos va a ir bien. Él nos garantiza su presencia con nosotros y la victoria final sobre la muerte.
Vale la pena que hoy nos preguntemos si hacemos parte del rebaño de Jesús. Si tenemos a Jesús como nuestro pastor y a su vez, si asumimos nuestro trabajo como un pastoreo al estilo del único pastor. Veamos las características de las “ovejas” que hacen parte del rebaño de Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará de mi mano.” (Jn 10,27-28)
1. Escuchar su voz
2. Dejarse conocer por Jesús
3. Seguir sus pasos
4. Experimentar la vida eterna que Él ofrece.
5. Hay algo asegurado para estas ovejas: nunca perecerán.
6. Fidelidad y seguridad en Él: “Nadie las arrebatará de mi mano”. ¿Hacemos parte de este rebaño?
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Moniciones para el III Domingo de Pascua Ciclo C
16 de Abril, 2007, 14:11
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Moniciones para la Misa |

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La cincuentena Pascual
III Domingo |
22 de abril de 2007 |
LAS LECTURAS DE HOY
Monición de Entrada
Hermanos en Cristo muy buenos días, (tarde noche): Hoy celebramos el tercer domingo de Pascua. Las lecturas nos revelan la realidad de la iglesia. Hay oposición para la predicación del Evangelio. Nuestra fuerza está en Cristo resucitado que siempre nos ayuda y fortalece nuestra confianza. La Eucaristía es la gran plegaria de la Iglesia para fortalecer la fe. Pónganse de pie para recibir la procesión de entrada mientras cantamos.
Primera lectura: Hc 5, 27b-32.40b-41(Testigos somos nosotros y el Espíritu Santo)
La persecución de la Iglesia es por obedecer a Dios antes que a los hombres. Los apóstoles continuaron su predicación con la ayuda del Espíritu Santo a pesar de las amenazas y el riesgo de ser encarcelados. Escuchemos.
Segunda lectura: Ap. 5, 11-14 (Digno es el Cordero degollado de recibir el Poder)
San Juan contempla, en una visión, a Jesucristo como el Cordero de Dios. Éste aparece rodeado de una corte de seres que representan a toda la creación y allí el Cordero recibe el culto, honor y la gloria. Escuchemos.
Tercera lectura: Jn 21, 1-19 (¡Es el Señor! Simón ¿me amas?)
Jesús está con sus discípulos, aunque ellos no lo reconocen. Está presente en el trabajo, en el esfuerzo. Se hace presente por los signos del pan compartido. Pedro recibe la encomienda del pastoreo universal. De pie por, favor.
Oración Universal
- Por los líderes de la iglesia, para que ellos sean fieles al predicar la palabra de Dios a toda la gente, pero en especial a los pobres, roguemos al Señor.
- Por aquellos que están preparándose para la primera comunión y por sus familiares, para que siempre se alimenten con el pan del cielo, roguemos al Señor.
- Por el gobierno, para que respete los derechos de los demás y cumpla las promesas que hicieron a su pueblo, roguemos al Señor.
- Por aquéllos que han completado su peregrinación en la tierra, para que reciban los premios prometidos a los servidores fieles de Dios, roguemos al Señor.
- Por nosotros y nuestras intenciones para que compartamos el don de la paz del Señor con los demás, roguemos al Señor.
- Por nosotros aquí reunidos celebrando la palabra y la eucaristía, para que reconozcamos a Cristo en nuestros hermanos, especialmente en nuestros familiares, roguemos al Señor.
Exhortación final: |
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(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1995, p. 477)
Señor Jesús, como a Pedro, hoy tú nos preguntas también:
¿Me amas? Sí, Señor: pero concédenos amarte todavía mucho más
con un corazón caldeado por el fuego inextinguible de tu amor.
Tú nos abriste el camino que lleva hasta el Padre
y, gracias a ti, la vida es mucho más fuerte que la muerte.
Estamos seguros por la fe de que vives en nosotros
y estás presente en cada hombre y mujer, nuestros hermanos.
Haz que nos entreguemos a la apasionante tarea de amarte,
queriendo sin medida a los demás con el amor con que tú los amas.
Danos la fuerza de tu Espíritu para ser tus testigos siempre,
y obedecer la voluntad de Dios si temor a nada ni a nadie.
Amén. |
Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. |
 Homilia
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Homilia para el III Domino de Pascua Ciclo C
16 de Abril, 2007, 14:05
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En Camino
Homilía para el Domingo |

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La cincuentena Pascual
III Domingo |
22 de abril de 2007 |
Autor: Neptalí Díaz Villán CSsR. Fuente: www.scalando.com |

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Haz para para ver las lecturas de hoy |
- 1ra lect.: Hch 5,27-32.40-41
- Sal 29
- 2da lect.: Ap 5,11-14
- Evangelio: Jn 21,1-19 |
Toma de conciencia del acontecimiento pascual |
Cuando asesinaron a Jesús, su movimiento se dispersó. El fragmento del evangelio que leemos hoy, nos muestra cómo algunos discípulos habían vuelto a sus antiguas actividades. Jesús resucitado se hizo presente en la vida de las comunidades, pero su presencia no fue evidente. Sus discípulos y discípulas tomaron poco a poco conciencia de ella.
La noche representa las situaciones difíciles, la crisis, la angustia, el miedo y la inseguridad, que inundaban a los discípulos tras la muerte de Jesús, su compañero y maestro. El texto dice que Pedro y los demás discípulos, habían pasado infructuosamente toda la noche, tratando de pescar algo.
Cuando ya amanecía, Jesús se apareció en la playa. Todos los relatos de la resurrección dicen que los discípulos a primera vista, no cayeron en la cuenta de la presencia de Jesús. Lo confundieron con otra cosa. Esto nos confirma que la resurrección de Jesús no fue evidente. Empezó con una sutil sospecha que cada vez se fue convirtiendo en una experiencia poderosa que los inundó, les aclaró todo y los dejo absolutamente convencidos de su nueva forma de existir. Con seguridad, muchas veces habían pescado cuando Jesús vivía con ellos en Cafarnaum. Según el relato de Lucas (5,1ss), la experiencia de la pesca milagrosa ya la habían vivido.
Recordemos que esto sucede en el interior de la vida de los discípulos. Primero les preguntó por los frutos de su trabajo: “Muchachos, ¿tienen pescado?”. O sea, cómo les ha ido, qué han hecho, cómo están, por qué lloran, de qué hablan... La respuesta de los discípulos era obvia: ¡No! En la oscuridad de sus vidas todo era frustración, tristeza y muerte. Pero una luz empezó a encenderse cuando hicieron lo que Jesús les había mandado: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán.” Cuando actuaron conducidos por las enseñanzas de Jesús, recogieron buenos frutos, y esa presencia sutil se fue haciendo cada vez más real.
En este relato fue el discípulo amado quien primero reconoció a Jesús. Pedro era reconocido como una autoridad, más no como el más importante, ni el primero en descubrir la presencia del resucitado.
Jesús, que ya tenía en la orilla algunos panes y un pescado en las brasas, los invitó a compartir el fruto del trabajo. Él tomó el pan y los peces, los partió y los repartió. No se guardó nada para sí mismo. Descubrieron entonces que dentro de ellos estaba Jesús resucitado. Cuando se vive de esta manera en las comunidades, es porque Jesús se hace presente. Lo hemos dicho muchas veces: la mejor prueba de la resurrección de Jesús es una comunidad que vive unida en el amor, trabaja y comparte solidariamente.
En la segunda parte de este fragmento del Evangelio, tenemos el reconocimiento de Pedro como autoridad en la Iglesia. Si bien es cierto que en este texto la figura de Pedro tiene un carácter secundario, hay que reconocer que el evangelista le da su puesto de líder. Todas las obras, proyectos e instituciones, necesitan líderes. La característica particular del liderazgo en la Iglesia, es que debe estar fundado en el amor a Jesucristo y su evangelio, asumir como propio el proyecto de Jesús y cumplir su voluntad salvífica. Si el liderazgo en la Iglesia se deja contaminar por los deseos de poder y aparecer, pierde su sentido y se convierte en un obstáculo para la evangelización.
El líder en la Iglesia no el más importante; es sencillamente un ministerio como todos. Lo más importante en la Iglesia es el discipulado. No se puede ser apóstol, y menos líder en el apostolado, si se ha abandonado el camino del discipulado, y menos aún, si nunca se ha hecho camino. En el líder cristiano, discipulado y apostolado deben que ir de la mano.
No se puede ser apóstol sin ser discípulo, pero el discípulo tiene que llegar a ser apóstol, porque toda la riqueza espiritual que Dios le da, debe compartirla. El discípulo se alimenta, el apóstol da alimento. Nadie da de lo que no tiene y por eso el discípulo debe fortalecerse bien y experimentar a Dios en su vida y luego sí puede convertirse en apóstol. Pero no podemos ser cristianos sólo de estómago. No podemos quedarnos estancados en un eterno discipulado sin apostolado; con estómago grande y con las manos vacías de frutos. El discípulo debe llegar a ser apóstol y el apóstol nunca debe dejar de ser discípulo.
El testimonio de los apóstoles
En la lectura de los Hechos nos encontramos de nuevo con la persecución judía como represalia al anuncio del evangelio. Así como habían juzgado a Jesús ante el Sanedrín, o Senado Judío, lo hicieron con los apóstoles. Los recriminaron porque hablaban de Jesús, los azotaron y les prohibieron seguir con su apostolado.
Quien prohibía era nada más y nada menos que la máxima autoridad judía, tanto a nivel religioso como a nivel político. Nadie podía cuestionar y menos desobedecer una orden de este “sagrado recinto de la justicia”, en el cual trabajaban los hombres más eminentes y respetables de la sociedad judía. La palabra del Sanedrín era considerada la palabra de Dios.
No era fácil para un judío enfrentarse a una institución con tanto poder, y cobijada con un manto sagrado que la hacía ver como intocable e incuestionable; menos para esos hombres galileos, en su mayoría iletrados.
Pero aquellos hombres que llenos de miedo habían abandonado a su maestro, con la experiencia de la resurrección estaban dispuestos a darlo todo para continuar su obra salvadora. Hasta enfrentarse al Sanedrín si fuera necesario. Los mismos pescadores, artesanos y publicanos cobardes, que decepcionados de Jesús y con las esperanzas por el piso, no querían saber nada de su proyecto, comprendieron claramente que Dios estaba con Él y no con esa institución tan antigua como viciosa. Tuvieron las fuerzas para denunciar el vil asesinato de Jesús y para anunciar que a ése a quien habían matado, Dios lo había resucitado y constituido Señor y Mesías.
Las autoridades se autodenominaban como la voz de Dios, pero los apóstoles comprendieron que en ellos no podía hablar Dios. Que quienes perseguían, excomulgaban y entregaban a la muerte no podían representar la voz de Dios. Que sólo representaban la voz de los hombres y de sus más mezquinos intereses y que, por lo tanto, no les podrían obedecer, porque, como bien dijeron: “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Comprendieron que si querían ser fieles a Dios y a su Palabra, debían comunicar con valentía el acontecimiento de la Pascua, asumiendo los riesgos que esto implicaba en medio de una sociedad jerarquizada, perfecta y legítimamente corrupta. Y así lo hicieron. La alegría de los apóstoles no fue tanto por los azotes que recibieron sino porque habían sido fieles a Dios. Porque habían vencido su propio miedo y eran capaces de sobreponerse a los obstáculos. Porque contaban con el aval del Dios de Jesucristo y de su Espíritu, y nada ni nadie podía detener la misión evangelizadora.
El testimonio de las comunidades del Apocalipsis
Recordemos que el libro del Apocalipsis nos presenta el testimonio cristiano de las comunidades dispersas por el imperio romano. Las visiones de este libro deben ser contempladas para descubrir la fuerza de los símbolos y para que, con esa fuerza, se pueda transformar la realidad. La visión es una reconstrucción de la conciencia colectiva de la comunidad. Los capítulos 4 y 5 son además una liturgia sagrada; son toda una fiesta común de oración, alabanza y transformación espiritual. Con las liturgias el autor busca transmitir directamente la fuerza y la espiritualidad, con las que la comunidad de los santos y los testigos debía vivir el presente histórico.
Los veinticuatro ancianos simbolizan en un sentido amplio, la humanidad liberada y santa, que no es idólatra y que ha hecho una opción por la vida, totalmente distinta a las opciones del imperio romano. Los veinticuatro ancianos son el pueblo de Dios, el pueblo de los mártires que reciben el poder para construir su Reino. Son el pueblo de su perfección: el pueblo de las doce tribus y los doce apóstoles.
Los cuatro vivientes tradicionalmente se han relacionado con los cuatro evangelistas. Pero es una interpretación totalmente errada. Además en el tiempo en que se escribió el texto había muchos escritos y no estaba definido el Canon tal como está hoy. Los cuatro vivientes simbolizan el cosmos, pues el cuatro en el libro del Apocalipsis, simboliza los cuatro puntos cardinales o cuatro extremos de la tierra. Aquí el autor resalta las cualidades positivas del cosmos: su poder, su fuerza, su sabiduría y su majestad. Lo representa por medio de cuatro animales: león, novillo, águila y rostro humano.
Para sintetizar, los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes significan que la humanidad y el cosmos participan de una nueva vida en Cristo. Por eso, en el fragmento que leemos hoy, los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes participan de la liturgia del cielo y cantan al Dios creador. Aquí la reconstrucción del cielo se hace liturgia: es la fiesta de los santos y de los pobres, en la que celebran su fe, sus convicciones, su esperanza y su utopía, con alegría y gritos de alabanza. La humanidad y el cosmos liberados, cantan a Jesús que es Cordero degollado. Un cordero que fue sacrificado, pero que fue levantado por Dios y constituido Señor del universo. La grandeza, la riqueza, la fuerza y el poder aplicados a Jesús, no son como los del imperio romano, deshumanizador y asesino. Se trata de un reino de amor y libertad. Jesús Reina no sobre otros sino con otros, con su testimonio de fe, esperanza, alegría, espiritualidad y plenitud de vida. Contemplemos esta visión con fe, descubramos su riqueza simbólica y su testimonio de vida, y participemos con alegría de esa liturgia de salvación.
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Monciones II Domingo de Pascua - Ciclo C
10 de Abril, 2007, 13:28
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Moniciones para la Misa |

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La cincuentena Pascual
Segundo Domingo |
15 de abril de 2007 |
LAS LECTURAS DE HOY
Monición de Entrada
Hermanos en Cristo muy buenos días, (tarde noche): Hoy celebramos el segundo domingo de Pascua, fiesta de la Divina Misericordia. Tiempo de paz y de fe. Cristo nos da un Espíritu que nos trae paz, amor y alegría. Con la inspiración del Espíritu, la Iglesia primitiva continuó la misión de Cristo. Ahora nosotros tenemos la responsabilidad de formar una comunidad cristiana unida en su amor. La Eucaristía es signo de unidad. Empecemos nuestra acción de gracias cantando con entusiasmo.
Primera lectura: Hc 5, 12-16 (Y todos se curaban)
En la primera lectura, tomada del libro de los hechos de los Apóstoles, el autor nos describe las actividades de san Pedro y el crecimiento de la Iglesia primitiva. San Lucas subraya cómo el Espíritu Santo actuaba en los Apóstoles y nos da una descripción de la primera comunidad cristiana. Ellos dieron testimonio apostólico sobre la resurrección y vivieron juntos en comunidad. Escuchemos atentamente.
Segunda lectura: Ap. 1: 9-11ª. 12-13. 17-19 (Lo que veas escríbelo en un libro)
En su visión, san Juan, contempla a Jesucristo como sacerdote y como rey universal. Esta lectura nos da a entender que la vida cristiana tiene sentido cuando está dirigida con Cristo, por Cristo y hacia Cristo. Escuchemos para que sepamos orientar nuestro diario quehacer.
Tercera lectura: Jn 20, 19-31 (A los ocho días llegó Jesús de nuevo)
Jesucristo resucitado se presenta a los Apóstoles. El primer don que Jesús les regala es la paz. También les da la facultad para perdonar los pecados. Pero, a la vez, les exige fe en la resurrección. De pie por favor.
Oración Universal
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Por nuestro Santo Padre, los obispos, sacerdotes y diáconos, para que con la presencia del Señor se fortalezcan en su servicio espiritual a todo el mundo. Roguemos al Señor.
-
Por los empleados del gobierno, para que realicen con alegría su responsabilidad de servicio al pueblo de Dios. Roguemos al Señor.
-
Por los que no creen en Dios, para que reciban el don de la fe. Roguemos al Señor.
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Por los que se están preparando para recibir su Primera Comunión, para que crezcan en la fe y en el amor de Cristo. Roguemos al Señor.
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Por nosotros aquí presentes, para que con nuestro testimonio y apostolado, hagamos crecer nuestra comunidad. Roguemos al Señor.
Exhortación final: |
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(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1995, p. 473)
Te bendecimos, Padre, porque gracias a tu Hijo Jesucristo,
cuya resurrección alumbró una humanidad y un mundo nuevos,
los creyentes podemos tener una sola alma y un solo corazón,
testimoniando así el amor que él nos mandó y vivir como hermanos.
Señor, tú que eres más fuerte que nuestras divisiones,
perdona nuestro desamor, recelos, mezquindad y desconfianzas.
Queremos vivir unidos como hermanos en Jesús, para ser
y aparecer como una comunidad signo de Cristo resucitado;
comunidad de fe a la escucha de la palabra, comunidad de amor
y de vida, comunidad eucarística y de oración, comunidad
misionera, valiente y de puertas abiertas al mundo. Que así sea. |
Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. |
 
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Homilia para el II Domingo de Pascua
10 de Abril, 2007, 12:54
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En Camino
Homilía para el Domingo |

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La cincuentena Pascual
Domingo de pascua de la Resurrección del Señor |
15 de abril de 2007 |
Autor: Neptalí Díaz Villán CSsR. Fuente: www.scalando.com |

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Haz para para ver las lecturas de hoy |
- 1ra lect.: Hch 5, 12-16
- Sal 117
- 2da lect.: Ap 1, 9-13.17-19
- Evangelio: Jn 20, 19-31 |
Resucitó de veras |
Ante la imposibilidad de reconstruir los acontecimientos de manera detallada, Lucas el autor de los Hechos, elaboró algunos sumarios, o resúmenes generales del acontecer apostólico de las primeras comunidades. En los cinco primeros capítulos tenemos 3 sumarios (2, 42-47; 4,32-35 y 5,12-16). El tercer sumario que leemos hoy en la primera lectura, nos presenta la vida de la comunidad cristiana liderada por los apóstoles y su acción salvadora para la humanidad, no obstante las persecuciones que sufrían.
Más allá del tinte milagroso del relato, está la presencia de Cristo resucitado y su Espíritu que se revela en la práctica apostólica. La acción decida de la primitiva comunidad cristiana es el signo por excelencia de la resurrección de Jesús. Quien comparta con un cristiano auténtico y con su comunidad, debe vivir la misma experiencia que vivieron quienes compartieron con Jesús. En su paso por el mundo los cristianos auténticos deben generar vida, alegría, salud y todo aquello que engrandece el existir. Así como las personas que entraban en contacto con los Apóstoles experimentaban los mismos signos que experimentaron quienes entraron en contacto con Jesús. Como vemos, las reacciones fueron las mismas, tanto las de quienes lo aceptaron y dejaron que el hombre de Nazeret transformara sus vidas, como las de quienes se opusieron radicalmente a su práctica liberadora y lo persiguieron hasta matarlo.
Porque el anuncio del Evangelio y su praxis histórica, es decir su compromiso, su aporte, su lucha, su acontecer en la vida humana, generó oposición en algunos sectores de la sociedad. Los mismos sectores que se opusieron a Jesús.
En las tres lecturas de hoy se hace presente la persecución. El libro de los Hechos nos deja ver las persecuciones por parte de los judíos: “Nadie se atrevía a juntárseles, pero el pueblo hacía grandes elogios de ellos” (Hch 5,13). Pero en medio de esas persecuciones, las comunidades daban testimonio de la acción de Jesús resucitado en sus vidas.
El autor del libro de Apocalipsis hace la siguiente presentación: “Yo, Juan, hermano de ustedes y con ustedes partícipe de la tribulación, del Reino de Dios, y de la paciencia que Jesús nos inspira, estuve desterrado en la isla de Patmos por predicar la Palabra de Dios y dar testimonio a favor de Jesús”.
Aquí se trata de las persecuciones romanas contra las Iglesias primitivas. Quienes se habían dispersado con la persecución judía, buscaron refugio en diversos sitios del imperio. Por su manera de vivir y de amarse entre ellos mismos, mucha gente se les acercaba, y ellos aprovechaban para dar testimonio, de manera explícita o implícita, del acontecimiento pascual. De esta forma constituían otras iglesias.
Las nuevas iglesias distribuidas por el imperio se hicieron sospechosas para las autoridades imperiales, quienes desataron otra persecución. Las persecuciones hacían que las comunidades se llenaran de miedo, se desanimaran, se vieran obligadas a vivir en la clandestinidad y otras veces se dispersaran.
El libro del Apocalipsis presenta a Jesús como el principio y el fin, el alfa y la omega. Es decir que, a pesar de que muchas veces pareciera que el mal dominara en el mundo y quienes aplastan la dignidad humana se aferren enfermizamente al poder y hagan lo que sea para mantenerlo, la muerte y la resurrección de Jesús son el testimonio más fehaciente de que el mal, la oscuridad y la muerte no tienen la última palabra: “No temas. Yo soy el primero y el último. Yo soy el que vive, pues aunque estuve muerto, ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo el poder sobre la muerte y las llaves del reino de los muertos” (Ap 1,17b-18).
El Evangelio de Juan dice que el día de la resurrección, primer día de la semana, por la tarde, estaban los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Aquí nos encontramos nuevamente con la primera persecución por parte de las autoridades judías. Esta no es una crónica detallada de los hechos, sino un testimonio de la resurrección. Un instrumento para evangelizar y suscitar nuevas experiencias con el resucitado.
Con la persecución judía la comunidad cristiana se ve obligada a vivir en la clandestinidad. Las persecuciones los inundaba de miedo y la clandestinidad los hacía replegar sobre sí mismos. Corría peligro la pervivencia de la comunidad. Pero una nueva experiencia con Jesús los llenó de paz, alegría, esperanza, perdón y ganas de seguir luchando por su vida.
Jesús ofrece la paz, no el pacifismo. La paz del resucitado no es inmovilizadora, quietista y cómplice de un mundo dominado por el mal. La paz de Jesús va seguida de un envío: “Así como el padre me envió, los envío yo a ustedes” (Jn 20,21). Lo mismo que hizo Jesús como enviado del Padre, lo debían hacer sus discípulos como enviados de Jesús. Ahí los discípulos se convertían en apóstoles, es decir en enviados.
Jesús no los lanzaba a una aventura incierta, sino a realizar un proyecto con un objetivo determinado: liberar al ser humano de todas las ataduras de la muerte, o sea del pecado. En ese trabajo no estarían solos, sino que contaban con una compañía que garantizaba su realización: El Espíritu. La fuerza del Espíritu del resucitado, vencedor de la muerte, los capacitaba para ser canales por medio de la cual Dios seguía dispensando las gracias a la humanidad. Por medio del testimonio de los apóstoles otras personas debían conocer y creer en Jesús para tener vida en su nombre. ¡Tremenda tarea la que tenemos todos los discípulos y apóstoles de Jesucristo!
La segunda parte del evangelio presenta la experiencia tardía con el resucitado que tuvo el apóstol Tomás. La fe cristiana no se puede trasmitir por ósmosis, ni imponer por medio de un decreto real, como se hizo en el tiempo de la cristiandad.
Tomás se negaba a reconocer que Jesús había resucitado. El testimonio de sus condiscípulos no era suficiente para aceptar tremendo acontecimiento. Sus compañeros eran otros, pues habían cambiado radicalmente. Su forma de ver el mundo, su fe, su esperanza y su alegría de vivir, no obstante las persecuciones, era algo que le llamaba la atención, pero no para aceptar que El Hombre estuviera vivo.
Sus compañeros se mostraron muy respetuosos con Tomás y no lo rechazaron ni lo presionaron para que aceptara este gran acontecimiento, esta Buena Noticia. Si el Evangelio se impone deja de ser Evangelio. Los procesos individuales son diferentes y hay personas que tardan más tiempo en experimentar a Jesús resucitado en sus vidas. Nosotros tampoco podemos presionar a nuestros seres queridos, amigos o familiares a que acepten a Jesús como salvador, sólo porque estamos convencidos de que él es el Mesías resucitado. Si la persona está abierta a una experiencia nueva, llegará el momento en que se encuentre con Jesús resucitado, como le pasó a Tomás.
Los detalles de la narración quieren expresar cómo la resurrección de Cristo se hizo tan real en la vida de Tomás, de tal manera que no le quedó ninguna duda de ese acontecimiento. Esa experiencia hizo que Tomás expresara su alegría con estas palabras: ¡Señor mío y Dios mío!
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Moniciones para el Domingo de Resurrección - Ciclo C
4 de Abril, 2007, 9:31
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Moniciones para la Misa |
Ciclo C |
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La cincuentena Pascual
Domingo de pascua de la Resurrección del Señor |
8 de abril de 2007 |
LAS LECTURAS DE HOY
Monición de Entrada
¡FELICIDADES! Hermanos y hermanas, en estas pascuas. Cristo ha resucitado y vive en medio de nosotros. Así los apóstoles anunciaron la resurrección de Cristo en el contexto social y religioso del mundo judío y greco-romano; también este mensaje liberador ha de llegar al ser humano y al mundo de hoy. Puestos de pie, entonamos con alegría el canto seleccionado para empezar la celebración gozosa de hoy.
Primera lectura: Hc 10, 34a. 37-43 (Nosotros somos testigos)
Al escuchar esta primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, podemos deducir que la fe en Cristo resucitado es efectivamente liberadora, porque Jesús salva al ser humano del pecado, que es la fuente de todas las alienaciones y esclavitudes. Escuchen con atención.
Segunda lectura: Col 3, 1-4 (Busquen los bienes de allá arriba, donde está Dios)
El fundamento de la vida cristiana es la identificación con la pascua, es decir, el paso de la muerte a la vida que se ha producido en Cristo Jesús, muerto y resucitado para nuestra salvación. Mediante el bautismo hemos sido sepultados con Cristo, y hemos resucitado con Él. Presten mucha atención a esta exhortación paulina.
Tercera lectura: Jn 20, 1-9 (Cristo había de resucitar de entre los muertos)
La noticia central del mensaje cristiano es que Cristo ha resucitado. La resurrección de Jesús es el misterio central de nuestra fe y el fundamento principal de nuestra esperanza de liberación total de todo lo que nos oprime. Entonemos jubilosos el aleluya para escuchar este interesante relato de san Juan; de pie, por favor.
Oración Universal
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Por la Iglesia; para que, renovándose sin cesar, pueda anunciar al mundo, la vida nueva en Cristo, roguemos al Señor.
-
Por los bautizados en la noche de Pascua, para que, despojados del hombre viejo y revestidos del hombre nuevo, a imagen de Cristo, perseveren en la fe, que han sellado en el bautismo, roguemos al Señor.
-
Por la humanidad que sufre; para que el Señor Jesús, el Viviente, encienda en ella la esperanza de la liberación de todo mal, roguemos al Señor.
-
Por nuestros jóvenes, para que surjan las vocaciones que necesitan nuestro mundo y la Iglesia de hoy, roguemos al Señor.
-
Por nosotros, que celebramos esta Pascua; para que, cuando aparezca Cristo, vida nuestra, aparezcamos juntamente con Él en la gloria, roguemos al Señor.
Exhortación final: |
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(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1995, p. 471)
Te damos gracias, Padre, por la resurrección de Jesús.
Un río de esperanza inunda nuestra vida desde entonces,
pero una esperanza de liberación total que no defrauda.
Estamos hartos de escuchar el reclamo de las ideologías huecas,
propaganda que no logra sacarnos de la indiferencia y la apatía,
ni al pesimismo de los que abocan la vida del hombre a la nada.
Creemos que Cristo resucitado es el centro de la historia,
La respuesta definitiva al problema del hombre y de la vida,
Porque tú, Padre, lo constituiste Salvador de toda la humanidad. Ningún otro nos puede salvar y liberar, ¡Bendito seas, Señor! |
Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. |
 
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Homilia para el Domingo de la Resurrección - Ciclo C
4 de Abril, 2007, 9:28
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En Camino
Homilía para el Domingo |
Ciclo C |
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La cincuentena Pascual
Domingo de pascua de la Resurrección del Señor |
8 de abril de 2007 |
Autor: Neptalí Díaz Villán CSsR. Fuente: www.scalando.com |

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Haz para para ver las lecturas de hoy |
- 1ra lect.: Hch 10,34ª.37-43
- Sal 117
- 2da lect.: Col 3,1-4
- Evangelio: Jn 20,1-9 |
El gran acontecimiento |
“Ustedes ya conocen el acontecimiento, que trascendió a todo el territorio judío
y que había tenido su comienzo en Galilea” (Hch 10,37)
Todo empezó en Galilea, la zona más marginada y desprestigiada de Israel. “La Galilea de los gentiles”, “la cueva de bandidos”, “el lugar desde donde no podía salir algo bueno”… en fin, el rincón más desgraciado del mundo conocido en aquellos tiempos.
En aquella región, un hombre vivía y sufría con los demás condenados por un sistema tan próspero para unos como tan denigrante y esclavizante para otros. Era originario de Nazaret, el caserío más rezagado de Galilea. Le gustaba hacer aparatos de madera, a excepción de las dolorosas cruces que imponían los romanos a los delincuentes, pues pensaba que nadie tenía el derecho a imponer cruces a otros. Por el contrario, le decía a sus amigos que el mundo debía organizarse para evitar que unos seres humanos le impusieran cruces a otros. Era carpintero como su padre, aunque la mayor parte del tiempo trabaja en oficios varios, debido a que la madera se había encarecido mucho y poca gente tenía acceso a ella.
Compartía la pesada vida cotidiana de sus coterráneos, comía el pan fruto de su trabajo, y soñaba despierto con un mundo en el cual todos pudieran vivir mejor. No hizo nada distinto a lo que hacía todo el mundo: Pescar en el lago de Genezaret o mar Tiberiades, sembrar y regar con el sudor de su frente la tierra que antes era propia y había pasado a ser propiedad de algún terrateniente amigo de Roma. Cosechar, entregar los mejores frutos a los dueños y quedarse con las sobras que a duras penas le permitían sobrevivir. Cantar para echar las penas a volar y encender la luz de la esperanza, y contar algunos cuentos de su propia inspiración, otros de la tradición de sus antepasados o aquellos cuentos exóticos que llevaban los viejos comerciantes de Arabia, Persia, India, Egipto y otros lugares del mundo conocido. Tomar una copa de vino con los amigos en la taberna del viejo Matías y reírse de sí mismo para mantenerse vivo. Ir el Sábado a la Sinagoga del rabino Benjamín, hacer las oraciones tres veces al día y pedir a Dios que les enviara rápido al tan esperado Mesías para librarse de la Ignominia de Roma, así como otrora los había librado de Egipto con la mano de Moisés y Aarón (Jos 5,9s).
Este hombre, desde niño soñaba con algo diferente para todos. Y para llegar a ese mundo soñado no esperó conquistar el poder, como lo habían hecho los Macabeos y como lo esperaban hacer los Celotas, sino que empezó a realizarlo entre sus amigos. En realidad no hizo nada extraordinario sino que vivó la sencilla vida cotidiana con la grandeza de quien sabe amar y servir.
Quienes compartían con él, vivían una experiencia distinta: se sentían respetados, acompañados y amados. A su lado comprendían que eran seres humanos, hijos de Dios, dignos de sonreír y de ser felices. Ese judío marginal, como le llama John Meier, se convirtió para sus amigos en un gran acontecimiento que transformó radicalmente sus existencias, les permitió descubrir el rostro misericordioso de Dios y el lado amable de la vida. Pedro resumió su acontecer histórico con estas palabras: “Pasó haciendo el bien y curando a todos los que estaban bajo el dominio del diablo, porque Dios estaba con él.” (Hch 10,38)
Pero quienes estaban encumbrados en la cima del poder y esclavizados por su propia bajeza humana, no soportaron a este hombre que vivía enteramente libre para Dios y para los demás. Además, el hombre de Nazaret cometió un grave error que los poderosos de todos los tiempos no perdonan: les devolvió a los empobrecidos la esperanza, los deseos de libertad y la convicción de que merecían vivir dignamente. Allá o aquí, en aquel tiempo o en éste, quien se atreva a buscar un mundo diferente y a ponerse de parte de los empobrecidos, será considerado peligroso por los poderosos y corre el riesgo de ser perseguido, como lo hicieron con este hombre. Por eso lo mataron crucificándolo en el madero de la cruz, la más ignominiosa de todas las muertes para ese momento histórico. Quienes habían sido más que sus discípulos sus amigos entrañables, por quienes estaba dispuesto a dar la vida, lo abandonaron y hasta su Padre Dios, en quien había puesto toda su confianza, guardó silencio, como si hubiera estado de acuerdo. Sólo su mamá y unas cuantas mujeres, tan débiles y tan fuertes como sólo ellas, asumieron la pena y el riesgo de acompañar hasta el patíbulo de la cruz, a ese hombre excomulgado por el sanedrín y condenado por Pilato.
Mucha gente que había puesto su confianza en el hombre de Nazaret, dejó morir con su muerte todos sus sueños, deseos e ilusiones. Todos se dispersaron y quisieron olvidar ese vano delirio de un mundo feliz (Lc 24,13ss). Sintieron que todo se había venido abajo y que las tinieblas de la desesperanza cubrían de nuevo la tierra (Lc 23,44).
Pero ahí ocurrió algo extraño. Al tercer día (que significa tiempo en el que Dios actúa), una experiencia nueva y poderosa se les impuso: sintieron que el hombre estaba vivo. Les invadió una certeza extraña: que Dios sacaba la cara por Él, y se empeñaba en reivindicar su nombre y su honra. Experimentaron que el hombre seguía aconteciendo en ellos, de una manera nueva y renovadora, y con mucha más fuerza que antes. Que vivía en ellos y que la muerte no había podido hundirlo definitivamente. Dios lo había resucitado y sentado a su derecha, confirmando la veracidad y el valor de su vida, de su palabra y de su Causa. Aquel hombre tenía razón, y no quienes lo expulsaron de este mundo y despreciaron su Causa. Dios estaba de su parte y respaldaba la Causa del Crucificado.
Aparentemente había fracasado pero no era así, porque su vida y su muerte no habían sido en vano, y su resurrección le daba sentido a toda su lucha. Este hombre permitió que Dios aconteciera en Él, convirtiéndose a su vez, en un gran acontecimiento que transformaba totalmente la vida de sus seguidores, quienes se convirtieron en testigos de su resurrección.
Noticias de resurrecciones eran muy frecuentes en aquel mundo mágico religioso antiguo por la mentalidad de la época. Sin embargo, la resurrección de ese hombre fue recibida con una agresividad extrema por parte de las autoridades que lo mataron. ¿Por qué?
Porque los apóstoles no anunciaron la resurrección en abstracto, como si la resurrección de aquel hombre fuese simplemente la afirmación de la prolongación de la vida humana después de la muerte. Tampoco anunciaron la resurrección de un alguien cualquiera. Los apóstoles anunciaron una resurrección muy concreta: la de aquel hombre llamado Jesús, a quien las autoridades civiles y religiosas habían rechazado, excomulgado y condenado.
Y esto fue lo que verdaderamente molestó a las autoridades judías: Que la Causa de Jesús, que habían considerado tan peligrosa y que ya creían enterrada, volviera a ponerse en pie y resucitara. Y no podían aceptar que Dios estuviera sacando la cara por aquel excomulgado, condenado y crucificado.
Es posible que después de casi 2000 años, muchos de nosotros, como dice el Evangelio hoy, no hayamos entendido lo que significa la resurrección (Jn 20,9). Corremos el riesgo de confundir la resurrección con la revivificación de un cadáver, como si el cadáver de Jesús hubiera vuelto a tomar vida y se hubiera levantado. Corremos el riesgo de quedarnos con el espectáculo milagrero de ver entrar la estatua del “resucitado” entre los aplausos de la gente, el incienso que adormece y las campanas del templo que suenan.
¡Creer en la resurrección no es eso! Creer en la resurrección no es aceptar un dogma o repetir como loros un credo. A un gran número de seres humanos la resurrección de Jesús no les dice nada, porque la hemos reducido a la simple afirmación de una vida después de la muerte o a un hecho histórico que hoy tiene muchos cuestionamientos. Muchos no creen en la resurrección sencillamente porque la hemos convertido en un hecho vacío de contenido, totalmente contrario a las pretensiones del hombre de Nazaret.
Creer en la resurrección de Jesús, es creerle a él, pero sobre todo, es creer como él creyó. Aquí lo más importante no es creer en Jesús como Dios, sino sobre todo creer en el Dios que él creyó. Aquí lo más importante no es tener fe en él, sino tener la fe de él: su compromiso, su actitud ante la vida, su opción y su entrega total por el Reino de Dios.
Creer en la resurrección de Jesús, es ser testigos de su acontecimiento en nuestras propias vidas. Es vivir en Cristo y morir con él a todo aquello que nos disminuye como personas y resucitar cada día para una vida nueva. Es vivir y luchar hasta dar la vida por la Causa de Jesús, expresar al amor tal como él lo hizo y tener el Reino, como valor fundamental de nuestra vida.
Creer en la resurrección es morir a la vida societaria dominada por la lógica de la dominación y la jerarquización, característica propia de los simios superiores, de los cuales nos diferenciamos en apenas 1.6 % de la carga genética. Es superar las relaciones interpersonales organizadas por la lógica de la competitividad y la subyugación. Es cambiar de lógica y entablar nuevas relaciones interpersonales conducidas por la socialidad, la cooperación y la convivialidad, singularidad propia del ser humano, como lo dicen los antropólogos chilenos Maturana y Valera.
Creer en la resurrección es buscar los bienes de arriba, como escribió Pablo a la comunidad de Colosas (Col 3,1). Sabiendo que los bienes de arriba, no significan necesariamente los de la otra vida después de la muerte, sino los grandes bienes por los cuales Jesús murió y resucitó, que están dentro de nosotros. Los bienes de allá arriba son los mismos de aquí abajo, todo lo material, lo espiritual y lo temporal; los dones y carismas, pero puestos al servicio de la vida. Los bienes de allá arriba son todo lo que somos y tenemos, empleados no de manera rastrera y egoísta, sino de forma justa, fraterna y solidaria. Son vivir con la grandeza con que vivió Jesús. Creer en la resurrección es permitir que Cristo acontezca en nosotros y nos salve de una vida mediocre, egoísta e infeliz, y nos conduzca a una vida plena, resucitada y bienaventurada.
FELICES PASCUAS

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