Scalando : Misioneros Redentoristas

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Julio del 2007

 

Moniciones XVIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C

Enlace permanente 31 de Julio, 2007, 7:15

Moniciones para la Misa

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Tiempo Ordinario

XVIII Domingo

5 de agos de 2007

Autor: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.                                                                       Fuente: www.scalando.com 

XVIII Domingo

Hazpara ver las lecturas del día:

-         1ra lect.: Ecl 1,2; 2,21-23

-         Sal 94

-         2da lect.: Col 3, 1-5.9-11

-         Evangelio: Lc 12,13-21

 

La seducción del consumismo

LAS LECTURAS DE HOY

Monición de entrada:

 

Hoy la liturgia nos invita a reflexionar sobre nuestra vida actual. ¿Nuestra vida tiene valor o es vanidad? Si ponemos todos nuestros esfuerzos en las cosas del mundo, no tenemos seguridad. Solamente Dios puede darnos paz y tranquilidad. En la palabra de Dios se nos iluminará la fe sobre los auténticos valores para el cristiano. El pan de la vida está en Cristo; es él mismo. No esperemos multiplicaciones milagrosas de panes. Hay un proyecto de Dios que, si lo aceptamos, convertirá al mundo en una mesa de tierra de paz para todos. De pie para recibir la procesión mientras cantamos con alegría.                                      

 

Primera lectura: Eclesiástico  1,2; 21-23 (Vaciedad sin sentido, todo es vaciedad)

 

En el Eclesiastés se plantea con dureza el problema del vivir. Este mundo es la estación final del afán humano. ¿Qué saca el hombre de todo su fatigoso afán aquí bajo el sol? Hay valores más grandes. Miremos al cielo. Escuchemos este interesante relato.

 

Segunda lectura: Colosenses 3, 1-5.9-11 (Busquen los bienes de arriba, donde está Cristo)

 

San Pablo nos exhorta a morir al pecado y renacer a una vida nueva con Cristo y en Cristo. El cristiano es un ciudadano del cielo que comienza en la tierra, si se viven los valores del Evangelio. Escuchen atentos.

 

Tercera lectura: Lucas 12, 13-21 (Parábola del rico insensato)

 

El  Evangelio de hoy, sigue el mismo tema: nuestra meta no puede ser solamente las cosas terrestres. Cristo no condena a los ricos, sino el mal uso que hacen de las riquezas. Ser rico para Dios exige abrir nuestros graneros a los demás. Este evangelio nos propone un antitipo: el del hombre, cuyo proyecto de vida es el de "amasar riquezas para sí" y no el de crear con gozo para los demás. De pie, por favor; entonemos el Aleluya, para que escuchemos la proclamación del Evangelio.

 

Oración Universal:

 

Por la Iglesia, para que siempre trabaje e impulse las cosas de Dios. Roguemos al Señor.

 

Por los gobiernos de las naciones, para que promuevan la justa repartición de los bienes en favor de los pobres, los necesitados y menos favorecidos.  Roguemos al Señor.

 

Por los padres y madres de familias, para que aprecien y defiendan el valor cristiano de su familia ante las cosas del mundo. Roguemos al Señor.

 

Por los difuntos, especialmente los de nuestras comunidades y parroquia, para que pronto vean el rostro de Jesucristo en el paraíso. Roguemos al Señor.

 

Por nuestras comunidades, para que de entre ellas surjan las vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal.  Roguemos al Señor.

 

Por nosotros y nuestras intenciones (cada uno presente al Señor en silencio sus necesidades), para que luchemos por un mundo mejor, viviendo los valores evangélicos.  Roguemos al Señor.

 

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 554)

 

A la luz de tu palabra, Señor, te pedimos en este día

nos concedas asimilar la bienaventuranza de la pobreza efectiva

y de espíritu, para que no sucumbamos a la idolatría consumista.

Libéranos, Señor, de la sutil seducción del consumismo en boga

para que, libres de la tiranía monetaria del tener y gastar,

entendamos que nuestra vida no depende del cúmulo de bienes

que amontonemos, sino de las riquezas y dones de tu reino.

 

Queremos, Señor, compartir nuestra pan con los demás,

invirtiendo nuestros haberes, tiempo y cariño con los más pobres.

Así seremos ricos ante ti y alcanzaremos el secreto tesoro

de la felicidad evangélica: amar a Dios y a los hermanos.

 

Amén.

 

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Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

 

Cadena de oración: http://www.scalando.com/orando.htm

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Homilía para hoy

Grupos de interés: http://www.egrupos.net/grupo/scalando; http://www.egrupos.net/grupo/moniciones; http://blogs.vivito.net/blog/scalando463

 

Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno.  Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.

Ormos todos por la paz.

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Homilía XVIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C

Enlace permanente 31 de Julio, 2007, 7:09

En Camino

Homilía para el Domingo

Tiempo Ordinario

XVIII Domingo

5 de agosto de 2007

Autor:  Neptalí Díaz Villán CSsR.                                                                                                     Fuente: www.scalando.com 

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XVIII Domingo

Hazpara para ver las lecturas de hoy

-         1ra lect.: Ecl 1,2; 2,21-23

-         Sal 94

-         2da lect.: Col 3, 1-5.9-11

-         Evangelio: Lc 12,13-21

 

Vanidad de vanidades

LAS LECTURAS DE HOY

El estrés y la depresión se han vuelto el pan de cada día para un gran número de personas de nuestro tiempo. “¡Qué estrés!”, “¡estoy con la `depre´!”, escuchamos con mucha frecuencia. Claro que estar con la “depre” y sufrir de depresión son dos cosas muy distintas. La depresión es un síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos. Para estos casos es necesario el tratamiento con un psiquiatra. La “depre”, en el argot popular, es más una tristeza pasajera, una crisis existencial o un sentimiento de frustración por algo o por alguien…  

 

Por el contenido general del libro Eclesiastés, pareciera que su autor hubiera estado con la “depre” cuando lo escribió. En la literatura bíblica normalmente encontramos palabras de aliento, de ánimo y de fuerza en medio de la lucha. Pero este es un libro profundamente escéptico y crítico de las luchas humanas. Cuestiona fuertemente la doctrina de la retribución, según la cual el hombre bueno recibe bienes y el malo recibe males. La sabiduría, tan elogiada e impulsada en otros libros sapienciales, aquí se interroga y es puesta en entredicho. Este libro no deja títere con cabeza. Todas las realidades humanas son vistas en este libro, con el lente del escepticismo, como cuando tenemos la “depre”. Lo único que le hace falta es cantar el popular canto infantil: “nadie me quiere, todos me odian, me voy a comer un gusano. Le quito la cabeza, le quito las patitas y uhm, ¡qué rico gusano!... ”

 

El libro de Cohelet o Eclesiatés, muestra la realidad de un hombre decepcionado y cansado de luchar. Un hombre que ha sido testigo de la explotación y la frustración. Él sabe lo que significa trabajar y fatigarse para que otros disfruten. Ha visto cómo muchas personas justas no encuentran descanso y alegría plena, y otras personas injustas terminan dominando, explotando y disfrutando aquello que no se merecen por sus actos. ¿Dónde queda la doctrina de la retribución? ¿Será verdad aquello de que, “el que la hace la paga”?

 

Esa realidad de frustración hace que el autor reflexione, generalice y descubra lo superfluo de las cosas, aún en aquellas cosas consideradas más sublimes, como la sabiduría. Ante todo el panorama el autor se pregunta: “¿Qué provecho saca el hombre de todos los afanes que persigue bajo el sol?” (1,3). De la misma realidad saca su respuesta: “vanidad de vanidades, todo es vanidad” (1,2). Con este lente recorre todas las esferas de la vida humana: trabajo, riqueza, dolor, alegría, decepciones, religión, justicia, sabiduría, ignorancia, el tiempo, la muerte… ¡todo! En todo busca una respuesta a su pregunta y siempre llega a la misma conclusión: “Todo es vanidad”. (1,17; 2,1.11.17.20.23. 6; 12,8).

 

¿Qué podemos aprender de este libro? Podríamos pensar que no debería estar en la Biblia por su voz disidente, escéptica y crítica, no sólo frente a toda la tradición sapiencial sino ante toda la vida. Podríamos pensar que no es recomendable, sobre todo para aquellos creyentes que sólo piensan en el éxito porque el Dios de la vida está con ellos. Podríamos pensar que es poco religioso porque invita no más a comer y a beber, porque eso es lo único que le queda al hombre. Como decimos popularmente: “comamos y bebamos que mañana moriremos”.

 

Pero vale la pena rescatar varias cosas. Es admirable que un libro totalmente diferente a los demás, se encuentre en la Biblia. No vamos a encontrar en este libro frases célebres para recordarlas y hacerlas vida todos los días. No vemos consejos sabios y prácticos. Éste es un libro que nos lleva sobre todo a pensar y a cuestionarnos sobre lo que estamos haciendo y el para qué de cada cosa, inclusive de la fe, de la religión, de Dios, de los hijos, de la bondad, de unos mismo, de todo.

 

¿Realmente es bueno ser “tan bueno” o “tan bondadoso”? ¿Cuándo pasamos de la bondad a la “pendejada”? ¿Es realmente buena aquella madre que se desvela toda la noche esperando a que su hijo irresponsable llegue borracho y drogado a las 3 o 4 de la mañana, para abrirle la puerta y darle de comer? ¿Qué logra con eso? ¿No es mejor ser sencillos como palomas y prudentes como serpientes? (Mt 10,16) ¿Realmente somos lo que creemos ser, o nos hemos dedicado a bailar todo el tiempo el baile de las máscaras? ¿Realmente es mejor ser creyente que ateo? ¿Para qué me ha servido creer? ¿Qué le aporta la fe en Jesús a mi humanización?

 

En medio de tanta vanidad, el autor rescata un detalle: el sabor de las cosas sencillas y el disfrute de la vida ordinaria: “… lo que uno puede esperar es comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo, durante los contados días de su vida… todo esto es don de Dios” (5,17.19).

 

Cuidado con la codicia

Este evangelio no es una defensa de la irresponsabilidad, del descuido de las cosas, ni de la mediocridad con la que muchas personas administran los bienes materiales y la vida misma. Jesús reprochó la actitud del hombre holgazán que no hizo producir su talento sino que lo enterró, y además intentó justificar su desidia con la dureza de su patrón (Mt 25,14-30). Por supuesto que es necesario aprovechar al máximo los recursos para hacer realidad nuestras empresas. Pero la utilización de los talentos de manera egoísta, avara y codiciosa, es una de las cosas que más destruyen al ser humano. Y fue de lo que Jesús quiso prevenir a sus discípulos y a toda la humanidad, con ésta y otras parábolas.

 

Un hombre acudió a Jesús para que le dijera a su hermano que debía compartir la herencia con él. Un caso que infortunadamente se sigue repitiendo entre nosotros, porque muchas veces ponemos nuestra confianza en el dinero y hacemos de él nuestro más preciado bien. Peleas, discordias, injusticias y hasta muertos entre hermanos, ha ocasionado tal señorío del dinero.

 

Jesús no se detuvo en detalles, pero tampoco evitó intervenir en situaciones reales. No pretendió saberlo todo y solucionar todos los problemas de los demás con una varita mágica, pero tampoco invitó a la resignación ante las injusticias. No desencarnó ni espiritualizó la fe. No fue un doctor en la Ley que supiera todos sus vericuetos, ni un charlatán, demagogo, sabelotodo como aquellos que abundan en las esquinas, en los corrillos y hasta en las altas esferas del poder. Con seguridad ignoraba muchas cosas, pero aprovechó la situación de estos dos hermanos para descubrir el núcleo del problema: la codicia. Cuando ésta se apodera del corazón humano, lo hace desconocer a Dios y lo obliga a vender todo, hasta lo más valioso: la familia, los amigos, la naturaleza, la humanidad en general, la vida misma.

 

En el monólogo del granjero exitoso y necio, podemos ver claramente la autosuficiencia y el egoísmo que generó en él la prosperidad. Jesús hizo ver la incapacidad que tiene la riqueza para hacer realmente feliz al ser humano.

 

En el Evangelio está claro que Jesús no estuvo contra la riqueza. Con el dinero se puede ayudar a aquellos necesitados (Mt 6,3-4), compartir con los más pobres (Mt 19,20-21) y pagar para que sigan atendiendo a un convaleciente (10,33-36). Con abundancia de dinero se puede pagar lo correcto a los trabajadores y además ser generosos con ellos (Mt 20,1-16). Inclusive, algo aparentemente banal: con dinero María, la hermana de Lázaro, pudo comprar el costoso perfume para manifestar su amor por el Maestro (Mc 14,4-5).

 

¡El problema no es el dinero! El problema nace cuando se dedican todas las energías, todo el tiempo, todos los talentos y toda la vida a la acumulación de éste, y se descuidan la familia, la salud, el amor, la amistad, la vida misma. El problema surge cuando se desconocen las necesidades de los que más sufren; cuando se participa todos los días en suculentos banquetes y se ignoran totalmente a los pobres que se mueren de hambre, como en el caso del rico Epulón (Lc 16,19-31). Cuando se hacen grandes planes de crecimiento económico únicamente con un fin materialista, egoísta, y hedonista, que nos hace ciegos o indiferentes ante las necesidades de los demás, como ocurre con el necio granjero exitoso de la parábola de hoy (Lc 12,13-21). Hay problema cuando se roba y vende al amigo y al maestro, como lo hizo Judas (Mc 14,10-11; Jn 12,6). Cuando el dinero se usa para la ostentación y para ganar la fama de bondadosos (Mc 12,41-44). En últimas, el  problema existe cuando se pone toda la confianza en él y se tiene como valor supremo, por encima de la vida. Cuando esto pasa, el dinero se convierte en un Señor que compite con Dios. Y nadie puede servir a dos señores (Lc 16,13).

 

El problema no fue la buena cosecha del granjero. El problema no fue ni siquiera haber derribado los graneros pequeños para construir otros más grandes y almacenar la cosecha. Al principio pareciera que este hombre actuara con sensatez y prudencia, pues pensaba en su futuro.

 

Pero luego la parábola da un giro extremo: “Luego podré decirme: `Amigo, tienes muchas provisiones en reserva para muchos años: descansa, come, bebe y date a la buena vida`” (v.19). Aquí desaparecen todos, hasta el mismo narrador de la parábola. El mismo rico se convierte en narrador. El problema fue el individualismo extremo con el que planeó su vida, sostenido únicamente por su riqueza y totalmente de espaldas a los demás seres humanos. Todo lo que no fuera él mismo, quedaba excluido de su futuro, de sus planes, de su vida. No pensaba en nadie más que en sí mismo. Para él la cosecha no era el fruto del trabajo de sus trabajadores, ni un don de Dios que es preciso compartir con los demás, sino un producto que le permitía llevar una vida tan placentera como vacía de sentido humano. Él sólo pensaba en satisfacer sus instintos primarios: descansa, come, bebe y date a la buena vida”.

 

Ahí intervino Dios: Pero Dios le dijo: `Insensato, esta misma noche te van a reclamar la vida. Lo que tienes preparado, ¿para quién va a ser?´” (v.20). Él mismo se felicita y se llama amigo. ¿Amigo de quién? ¡De nadie! Por eso Dios lo llama insensato. La cosecha en esa cultura, más cuando era abundante, era considerada un don de Dios. Él la veía sólo para sí mismo: “tienes muchas provisiones para muchos años”. Dios le advirtió: “Esta misma noche te van a reclamar la vida”. Y termina diciendo: “Así será el que amasa riqueza para sí y no es rico para Dios”.

 

La propuesta de Jesús no es una vida miserable en la que todos sufran, ni una vida espiritualista, ascética y antihedonista. Él mismo participó muchas veces de banquetes y fiestas, inclusive, hasta fue criticado por su supuesta vida licenciosa (Mt 11,18-19). Su gran utopía es que la abundancia de los bienes sea tomada como una gran bendición para beneficio de todos. Por supuesto que el trabajador merece su salario y el buen administrador de los dones de Dios debe ser premiado. Su gran utopía invita a que del individualismo rastrero y egoísta se pase a una vida comunitaria y abierta a los demás. A que el dinero deje de ser el centro hacía el cual gira toda la vida y en él se ponga al ser humano y a todos los seres humanos. Su gran utopía invita a que del hedonismo narcisista y egoísta, se pase la vivencia de un amor solidario y servicial, a un disfrute de la vida y de los placeres de la naturaleza, sin desconocer ni anular a los demás seres humanos.

 

Vale la pena que le echemos una mirada a nuestro mundo y a nuestros intereses personales, a la luz de este evangelio…

 

Vale la pena destacar también la experiencia de muchas personas, que utilizan su abundante cosecha no sólo como una manera de crecer como empresarios sino con un gran sentido social. Conozco por boca de otros y en persona, algunos empresarios y microempresarios, industriales y microindustriales que tienen un gran sentido humano, comunitario y social. Animados por una gran experiencia de fe, algunos de ellos, ven su buena cosecha como un don de Dios que debe ser bien administrado. Esos son, entre otros, los administradores buenos y fieles (Mt 25-14-30)

 

Para hacer realidad este evangelio, es necesario primero hacer realidad la invitación de Pablo a la comunidad de Colosas: morir al hombre viejo y nacer al hombre nuevo. (2da lect. Col 3,1-5.9-11). El hombre viejo es el que está cargado de egoísmo, desorden sexual, impureza de corazón, codicia y avaricia. El hombre nuevo nacido, en Cristo, configura su vida a imagen de Jesús, el hombre perfecto. Por eso es capaz de amar, de servir, de construir y de disfrutar la vida en plural.

 

Formato para imprimir    Comentarios al autor: neptalidv@yahoo.com

 

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Homilia XVII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo c

Enlace permanente 14 de Julio, 2007, 19:01

En Camino: homilia

Tiempo Ordinario – Ciclo C

XVII Domingo: El padrenuestro, taller de oración

Por Neptalí Díaz Villán CSsR.

1ra lect.: Gn18,20-21.23-32

Sal 137

2da lect.: Col 2,12-14

Evangelio: Lc 11,1-13

Enséñanos a orar

Anta la propuesta sugerida por el tentador, de convertir las piedras en pan, Jesús respondió con una sabia frase del libro del Deuteronomio: "No sólo de pan vive el hombre" (Dt 8,3 / Lc 4,4). Es necesario dedicar tiempo y energías a la producción en distintos sectores de la economía, a la educación, a la política y a todo lo que hace crecer y desarrollar efectivamente a las personas y a los pueblos. Pero el ser humano no es sólo producción y consumo. Necesita reír, cantar, bailar, jugar, amar y por su puesto, orar.

"La oración es una experiencia de gratuidad. Ese acto ocioso, ese tiempo `desperdiciado´ nos recuerda que el Señor está más allá de las categorías de lo útil y lo inútil. Dios no es de este mundo. La gratuidad de su don, creadora de necesidades más profundas, nos libera de toda alineación religiosa y en última instancia, de toda alineación" .

Juan Pablo II decía que este mundo necesita testigos, más que grandes maestros. En Jesús encontramos a una persona orante. Muchas veces los evangelios lo muestran orando en comunidad y a solas. (Lc 3,21; 5,16; 6,12; 9,29; Jn 11,41-42; Jn 17). La forma como Jesús vivía, amaba y oraba, hizo que sus discípulos le pidieran que los enseñara a orar.

La oración del Padre Nuestro no empieza con una lista de peticiones que según nuestro criterio humano, sería lo mejor que nos pudiera suceder. El Padre Nuestro tiene dos partes fundamentales: la primera busca reconocer a Dios como Padre, bendecirlo, reverenciarlo y, sobre todo, amarlo. La segunda pide a ese Padre bueno, que venga su Reino y sus consecuencias.

La oración empieza con una toma de conciencia de la noticia más grande que nos trajo Jesús: ¡Dios es nuestro Padre! ¡Somos hijos de Dios! ¡Qué alegría poder llamar a Dios, Padre! ¡Qué bueno saber que no somos huérfanos "en este valle de lágrimas"!, como dice la antigua oración de la Salve. Pues, como dijo Pablo: "No hemos recibido un espíritu de temor sino un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: Abbá, Padre!" (Rom.8,15).

Es muy importante aclarar que la oración está en plural y en clave comunitaria, no es para individualidades solitarias y egoístas. No dice Padre mío, sino Padre Nuestro. Somos hijos del Padre Dios. Si en la oración decimos que Dios es Padre de todos, tendríamos que ser consecuentes con eso que oramos, y vivir verdaderamente como hermanos. Es una mentira llamar a Dios Padre y tratar a los demás como esclavos, o permitir que nos exploten y pisoteen nuestra dignidad humana. La oración no permite pisotear o dejarse pisotear por alguien. Orar con el Padre Nuestro implica un trato igualitario, digno y justo con todos, como corresponde entre verdaderos hermanos, hijos de Dios.

El Padre Nuestro empieza con un contemplar gozoso y comprometido de nuestra condición de hijos de Dios y hermanos de los demás seres humanos. Es viviendo de manera gozosa nuestra filiación divina y nuestra hermandad humana, como mejor santificamos el nombre de Dios. Es con nuestra manera de vivir, orar y tratar a los demás, como el nombre de Dios es conocido, alabado, amado y glorificado por los demás seres humanos.

Hasta el momento no se ha pedido cosa alguna. Sólo se ha reconocido la bondad del Padre Dios y se ha santificado su nombre. Ahora viene la petición fundamental: El Reino. Esa fue la causa de Jesús, el proyecto por el cual dio hasta su propia vida. El Reino fue su programa y razón de ser. Por eso dijo: "busquen primero el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se les dará por añadidura" (Lc 12,31). La petición del Reino va unida a su vez con el compromiso serio y decidido para hacerlo realidad con la gracia del Padre.

Las peticiones que siguen son sencillamente las consecuencias del Reino. El Pan. El Reino de Dios trae consigo la satisfacción de las necesidades básicas de todo ser humano: comida, techo, salud, educación, cultura, etc. Eso es el pan. Todo aquello que necesita el ser humano para vivir dignamente. Se pide el pan de cada día como un acto de confianza en la providencia de ese Padre bueno y providente que cada día está con el ser humano y lo conduce para vivir dignamente. Esto implica a su vez la disposición para compartir el pan con el hambriento, el vestido con el desnudo y el techo con el indigente. Implica también el compromiso de trabajar para conseguirlo y para hacer posible que en mundo no haya hambre del pan corporal y espiritual. Todos los días se pide el pan y todos los días trae consigo su trabajo y su reto.

El Reino implica una vida en paz y armonía con el mundo interno y externo. Como a lo largo del camino son inevitables los roces que nos quitan la paz, la oración pide el perdón y la disponibilidad para perdonar a los demás. Sabiendo que la bondad del Padre Dios es infinita, podemos llegar a Él con la certeza absoluta de que no vamos a ser rechazados por nuestras fallas humanas, o por nuestro pecado. Pero para acceder al perdón de Dios, es necesaria la actitud para perdonar a los demás seres humanos. Esto implica también el reconocimiento de que no somos perfectos, que necesitamos perdón, paz y reconciliación.

La vida humana no deja de ser un riesgo que hay que asumir. Día a día corremos el riesgo de fracasar si no encausamos bien nuestra vida y nos dejamos deslumbrar por las apariencias de nuestro mundo. Por eso en la petición final se pide sabiduría y valor para no caer en la tentación. Esa sabiduría y ese mismo valor que tuvo Jesús para enfrentar al tentador, negarse a caer en sus garras y optar decididamente por Dios y su proyecto salvador.

La oración es una práctica para todos los días. Implica una actitud de confianza ante el Padre Dios y una actitud comprometida para realizar su proyecto personal y comunitariamente. La exhortación final del evangelio de hoy es a perseverar en la oración y a tener una confianza absoluta en la bondad del Padre que nos dará siempre lo mejor. Y lo mejor que podemos tener, según el evangelio, no es tanto muchas cosas sino el Espíritu Santo, que tiene la capacidad para renovar la faz de la tierra y para conducir al ser humano hacia la verdad completa. El Espíritu que ayuda al ser humano a recordar y comprender en el día a día las enseñanzas de Jesús (Jn 15,26; 16,12-15). Según la tradición de Juan el Espíritu es el intérprete correcto del mensaje y significado de Jesús para el discípulo. Es el Paráclito, defensor de la comunidad ante los ataques del mundo. Es quien acompaña al discípulo en los momentos difíciles y está con cada creyente y con la comunidad en sus confrontaciones. (Jn 14,15-17; 16,8-11)

Finalmente digamos que con mucha frecuenta no sabemos emplear bien la oración del Padrenuestro. Esta oración no es para hacer intercambios y peticiones específicas a Dios por alguna necesidad que queramos ver colmada. Se suelen escuchar las siguientes frases: "Un Padrenuestro por el viaje de esta tarde". "Un Padrenuestro por las intenciones del Sumo Pontífice". "Un Padrenuestro para conseguir trabajo". "Un Padrenuestro por la salud de Menganito"… Para eso no es el Padrenuestro. Esta oración es básicamente para entrar en comunicación y comunión con el Padre Dios y su proyecto salvador para el ser humano. Eso es suficiente. Dentro de la oración (comunión y comunicación) podemos manifestarle al Padre Dios todas nuestras inquietudes y necesidades, pero no como un intercambio por haber repetido una oración, sino como un acto de fe y confianza en al Padre bueno, providente y misericordioso.

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Juan Pablo II decía que este mundo necesita testigos, más que grandes maestros. En Jesús encontramos a una persona orante. Muchas veces los evangelios lo muestran orando en comunidad y a solas. (Lc 3,21; 5,16; 6,12; 9,29; Jn 11,41-42; Jn 17). La forma como Jesús vivía, amaba y oraba, hizo que sus discípulos le pidieran que los enseñara a orar.

La oración del Padre Nuestro no empieza con una lista de peticiones que según nuestro criterio humano, sería lo mejor que nos pudiera suceder. El Padre Nuestro tiene dos partes fundamentales: la primera busca reconocer a Dios como Padre, bendecirlo, reverenciarlo y, sobre todo, amarlo. La segunda pide a ese Padre bueno, que venga su Reino y sus consecuencias.

La oración empieza con una toma de conciencia de la noticia más grande que nos trajo Jesús: ¡Dios es nuestro Padre! ¡Somos hijos de Dios! ¡Qué alegría poder llamar a Dios, Padre! ¡Qué bueno saber que no somos huérfanos "en este valle de lágrimas"!, como dice la antigua oración de la Salve. Pues, como dijo Pablo: "No hemos recibido un espíritu de temor sino un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: Abbá, Padre!" (Rom.8,15).

Es muy importante aclarar que la oración está en plural y en clave comunitaria, no es para individualidades solitarias y egoístas. No dice Padre mío, sino Padre Nuestro. Somos hijos del Padre Dios. Si en la oración decimos que Dios es Padre de todos, tendríamos que ser consecuentes con eso que oramos, y vivir verdaderamente como hermanos. Es una mentira llamar a Dios Padre y tratar a los demás como esclavos, o permitir que nos exploten y pisoteen nuestra dignidad humana. La oración no permite pisotear o dejarse pisotear por alguien. Orar con el Padre Nuestro implica un trato igualitario, digno y justo con todos, como corresponde entre verdaderos hermanos, hijos de Dios.

El Padre Nuestro empieza con un contemplar gozoso y comprometido de nuestra condición de hijos de Dios y hermanos de los demás seres humanos. Es viviendo de manera gozosa nuestra filiación divina y nuestra hermandad humana, como mejor santificamos el nombre de Dios. Es con nuestra manera de vivir, orar y tratar a los demás, como el nombre de Dios es conocido, alabado, amado y glorificado por los demás seres humanos.

Hasta el momento no se ha pedido cosa alguna. Sólo se ha reconocido la bondad del Padre Dios y se ha santificado su nombre. Ahora viene la petición fundamental: El Reino. Esa fue la causa de Jesús, el proyecto por el cual dio hasta su propia vida. El Reino fue su programa y razón de ser. Por eso dijo: "busquen primero el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se les dará por añadidura" (Lc 12,31). La petición del Reino va unida a su vez con el compromiso serio y decidido para hacerlo realidad con la gracia del Padre.

Las peticiones que siguen son sencillamente las consecuencias del Reino. El Pan. El Reino de Dios trae consigo la satisfacción de las necesidades básicas de todo ser humano: comida, techo, salud, educación, cultura, etc. Eso es el pan. Todo aquello que necesita el ser humano para vivir dignamente. Se pide el pan de cada día como un acto de confianza en la providencia de ese Padre bueno y providente que cada día está con el ser humano y lo conduce para vivir dignamente. Esto implica a su vez la disposición para compartir el pan con el hambriento, el vestido con el desnudo y el techo con el indigente. Implica también el compromiso de trabajar para conseguirlo y para hacer posible que en mundo no haya hambre del pan corporal y espiritual. Todos los días se pide el pan y todos los días trae consigo su trabajo y su reto.

El Reino implica una vida en paz y armonía con el mundo interno y externo. Como a lo largo del camino son inevitables los roces que nos quitan la paz, la oración pide el perdón y la disponibilidad para perdonar a los demás. Sabiendo que la bondad del Padre Dios es infinita, podemos llegar a Él con la certeza absoluta de que no vamos a ser rechazados por nuestras fallas humanas, o por nuestro pecado. Pero para acceder al perdón de Dios, es necesaria la actitud para perdonar a los demás seres humanos. Esto implica también el reconocimiento de que no somos perfectos, que necesitamos perdón, paz y reconciliación.

La vida humana no deja de ser un riesgo que hay que asumir. Día a día corremos el riesgo de fracasar si no encausamos bien nuestra vida y nos dejamos deslumbrar por las apariencias de nuestro mundo. Por eso en la petición final se pide sabiduría y valor para no caer en la tentación. Esa sabiduría y ese mismo valor que tuvo Jesús para enfrentar al tentador, negarse a caer en sus garras y optar decididamente por Dios y su proyecto salvador.

La oración es una práctica para todos los días. Implica una actitud de confianza ante el Padre Dios y una actitud comprometida para realizar su proyecto personal y comunitariamente. La exhortación final del evangelio de hoy es a perseverar en la oración y a tener una confianza absoluta en la bondad del Padre que nos dará siempre lo mejor. Y lo mejor que podemos tener, según el evangelio, no es tanto muchas cosas sino el Espíritu Santo, que tiene la capacidad para renovar la faz de la tierra y para conducir al ser humano hacia la verdad completa. El Espíritu que ayuda al ser humano a recordar y comprender en el día a día las enseñanzas de Jesús (Jn 15,26; 16,12-15). Según la tradición de Juan el Espíritu es el intérprete correcto del mensaje y significado de Jesús para el discípulo. Es el Paráclito, defensor de la comunidad ante los ataques del mundo. Es quien acompaña al discípulo en los momentos difíciles y está con cada creyente y con la comunidad en sus confrontaciones. (Jn 14,15-17; 16,8-11)

Finalmente digamos que con mucha frecuenta no sabemos emplear bien la oración del Padrenuestro. Esta oración no es para hacer intercambios y peticiones específicas a Dios por alguna necesidad que queramos ver colmada. Se suelen escuchar las siguientes frases: "Un Padrenuestro por el viaje de esta tarde". "Un Padrenuestro por las intenciones del Sumo Pontífice". "Un Padrenuestro para conseguir trabajo". "Un Padrenuestro por la salud de Menganito"… Para eso no es el Padrenuestro. Esta oración es básicamente para entrar en comunicación y comunión con el Padre Dios y su proyecto salvador para el ser humano. Eso es suficiente. Dentro de la oración (comunión y comunicación) podemos manifestarle al Padre Dios todas nuestras inquietudes y necesidades, pero no como un intercambio por haber repetido una oración, sino como un acto de fe y confianza en al Padre bueno, providente y misericordioso.

Cadena de oración: http://www.scalando.com/orando.htm

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XVII Domingo: El padrenuestro, taller de oración

Por Neptalí Díaz Villán CSsR.

1ra lect.: Gn18,20-21.23-32

Sal 137

2da lect.: Col 2,12-14

Evangelio: Lc 11,1-13

Enséñanos a orar

Anta la propuesta sugerida por el tentador, de convertir las piedras en pan, Jesús respondió con una sabia frase del libro del Deuteronomio: "No sólo de pan vive el hombre" (Dt 8,3 / Lc 4,4). Es necesario dedicar tiempo y energías a la producción en distintos sectores de la economía, a la educación, a la política y a todo lo que hace crecer y desarrollar efectivamente a las personas y a los pueblos. Pero el ser humano no es sólo producción y consumo. Necesita reír, cantar, bailar, jugar, amar y por su puesto, orar.

"La oración es una experiencia de gratuidad. Ese acto ocioso, ese tiempo `desperdiciado´ nos recuerda que el Señor está más allá de las categorías de lo útil y lo inútil. Dios no es de este mundo. La gratuidad de su don, creadora de necesidades más profundas, nos libera de toda alineación religiosa y en última instancia, de toda alineación" .

Juan Pablo II decía que este mundo necesita testigos, más que grandes maestros. En Jesús encontramos a una persona orante. Muchas veces los evangelios lo muestran orando en comunidad y a solas. (Lc 3,21; 5,16; 6,12; 9,29; Jn 11,41-42; Jn 17). La forma como Jesús vivía, amaba y oraba, hizo que sus discípulos le pidieran que los enseñara a orar.

La oración del Padre Nuestro no empieza con una lista de peticiones que según nuestro criterio humano, sería lo mejor que nos pudiera suceder. El Padre Nuestro tiene dos partes fundamentales: la primera busca reconocer a Dios como Padre, bendecirlo, reverenciarlo y, sobre todo, amarlo. La segunda pide a ese Padre bueno, que venga su Reino y sus consecuencias.

La oración empieza con una toma de conciencia de la noticia más grande que nos trajo Jesús: ¡Dios es nuestro Padre! ¡Somos hijos de Dios! ¡Qué alegría poder llamar a Dios, Padre! ¡Qué bueno saber que no somos huérfanos "en este valle de lágrimas"!, como dice la antigua oración de la Salve. Pues, como dijo Pablo: "No hemos recibido un espíritu de temor sino un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: Abbá, Padre!" (Rom.8,15).

Es muy importante aclarar que la oración está en plural y en clave comunitaria, no es para individualidades solitarias y egoístas. No dice Padre mío, sino Padre Nuestro. Somos hijos del Padre Dios. Si en la oración decimos que Dios es Padre de todos, tendríamos que ser consecuentes con eso que oramos, y vivir verdaderamente como hermanos. Es una mentira llamar a Dios Padre y tratar a los demás como esclavos, o permitir que nos exploten y pisoteen nuestra dignidad humana. La oración no permite pisotear o dejarse pisotear por alguien. Orar con el Padre Nuestro implica un trato igualitario, digno y justo con todos, como corresponde entre verdaderos hermanos, hijos de Dios.

El Padre Nuestro empieza con un contemplar gozoso y comprometido de nuestra condición de hijos de Dios y hermanos de los demás seres humanos. Es viviendo de manera gozosa nuestra filiación divina y nuestra hermandad humana, como mejor santificamos el nombre de Dios. Es con nuestra manera de vivir, orar y tratar a los demás, como el nombre de Dios es conocido, alabado, amado y glorificado por los demás seres humanos.

Hasta el momento no se ha pedido cosa alguna. Sólo se ha reconocido la bondad del Padre Dios y se ha santificado su nombre. Ahora viene la petición fundamental: El Reino. Esa fue la causa de Jesús, el proyecto por el cual dio hasta su propia vida. El Reino fue su programa y razón de ser. Por eso dijo: "busquen primero el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se les dará por añadidura" (Lc 12,31). La petición del Reino va unida a su vez con el compromiso serio y decidido para hacerlo realidad con la gracia del Padre.

Las peticiones que siguen son sencillamente las consecuencias del Reino. El Pan. El Reino de Dios trae consigo la satisfacción de las necesidades básicas de todo ser humano: comida, techo, salud, educación, cultura, etc. Eso es el pan. Todo aquello que necesita el ser humano para vivir dignamente. Se pide el pan de cada día como un acto de confianza en la providencia de ese Padre bueno y providente que cada día está con el ser humano y lo conduce para vivir dignamente. Esto implica a su vez la disposición para compartir el pan con el hambriento, el vestido con el desnudo y el techo con el indigente. Implica también el compromiso de trabajar para conseguirlo y para hacer posible que en mundo no haya hambre del pan corporal y espiritual. Todos los días se pide el pan y todos los días trae consigo su trabajo y su reto.

El Reino implica una vida en paz y armonía con el mundo interno y externo. Como a lo largo del camino son inevitables los roces que nos quitan la paz, la oración pide el perdón y la disponibilidad para perdonar a los demás. Sabiendo que la bondad del Padre Dios es infinita, podemos llegar a Él con la certeza absoluta de que no vamos a ser rechazados por nuestras fallas humanas, o por nuestro pecado. Pero para acceder al perdón de Dios, es necesaria la actitud para perdonar a los demás seres humanos. Esto implica también el reconocimiento de que no somos perfectos, que necesitamos perdón, paz y reconciliación.

La vida humana no deja de ser un riesgo que hay que asumir. Día a día corremos el riesgo de fracasar si no encausamos bien nuestra vida y nos dejamos deslumbrar por las apariencias de nuestro mundo. Por eso en la petición final se pide sabiduría y valor para no caer en la tentación. Esa sabiduría y ese mismo valor que tuvo Jesús para enfrentar al tentador, negarse a caer en sus garras y optar decididamente por Dios y su proyecto salvador.

La oración es una práctica para todos los días. Implica una actitud de confianza ante el Padre Dios y una actitud comprometida para realizar su proyecto personal y comunitariamente. La exhortación final del evangelio de hoy es a perseverar en la oración y a tener una confianza absoluta en la bondad del Padre que nos dará siempre lo mejor. Y lo mejor que podemos tener, según el evangelio, no es tanto muchas cosas sino el Espíritu Santo, que tiene la capacidad para renovar la faz de la tierra y para conducir al ser humano hacia la verdad completa. El Espíritu que ayuda al ser humano a recordar y comprender en el día a día las enseñanzas de Jesús (Jn 15,26; 16,12-15). Según la tradición de Juan el Espíritu es el intérprete correcto del mensaje y significado de Jesús para el discípulo. Es el Paráclito, defensor de la comunidad ante los ataques del mundo. Es quien acompaña al discípulo en los momentos difíciles y está con cada creyente y con la comunidad en sus confrontaciones. (Jn 14,15-17; 16,8-11)

Finalmente digamos que con mucha frecuenta no sabemos emplear bien la oración del Padrenuestro. Esta oración no es para hacer intercambios y peticiones específicas a Dios por alguna necesidad que queramos ver colmada. Se suelen escuchar las siguientes frases: "Un Padrenuestro por el viaje de esta tarde". "Un Padrenuestro por las intenciones del Sumo Pontífice". "Un Padrenuestro para conseguir trabajo". "Un Padrenuestro por la salud de Menganito"… Para eso no es el Padrenuestro. Esta oración es básicamente para entrar en comunicación y comunión con el Padre Dios y su proyecto salvador para el ser humano. Eso es suficiente. Dentro de la oración (comunión y comunicación) podemos manifestarle al Padre Dios todas nuestras inquietudes y necesidades, pero no como un intercambio por haber repetido una oración, sino como un acto de fe y confianza en al Padre bueno, providente y misericordioso.

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Juan Pablo II decía que este mundo necesita testigos, más que grandes maestros. En Jesús encontramos a una persona orante. Muchas veces los evangelios lo muestran orando en comunidad y a solas. (Lc 3,21; 5,16; 6,12; 9,29; Jn 11,41-42; Jn 17). La forma como Jesús vivía, amaba y oraba, hizo que sus discípulos le pidieran que los enseñara a orar.

La oración del Padre Nuestro no empieza con una lista de peticiones que según nuestro criterio humano, sería lo mejor que nos pudiera suceder. El Padre Nuestro tiene dos partes fundamentales: la primera busca reconocer a Dios como Padre, bendecirlo, reverenciarlo y, sobre todo, amarlo. La segunda pide a ese Padre bueno, que venga su Reino y sus consecuencias.

La oración empieza con una toma de conciencia de la noticia más grande que nos trajo Jesús: ¡Dios es nuestro Padre! ¡Somos hijos de Dios! ¡Qué alegría poder llamar a Dios, Padre! ¡Qué bueno saber que no somos huérfanos "en este valle de lágrimas"!, como dice la antigua oración de la Salve. Pues, como dijo Pablo: "No hemos recibido un espíritu de temor sino un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: Abbá, Padre!" (Rom.8,15).

Es muy importante aclarar que la oración está en plural y en clave comunitaria, no es para individualidades solitarias y egoístas. No dice Padre mío, sino Padre Nuestro. Somos hijos del Padre Dios. Si en la oración decimos que Dios es Padre de todos, tendríamos que ser consecuentes con eso que oramos, y vivir verdaderamente como hermanos. Es una mentira llamar a Dios Padre y tratar a los demás como esclavos, o permitir que nos exploten y pisoteen nuestra dignidad humana. La oración no permite pisotear o dejarse pisotear por alguien. Orar con el Padre Nuestro implica un trato igualitario, digno y justo con todos, como corresponde entre verdaderos hermanos, hijos de Dios.

El Padre Nuestro empieza con un contemplar gozoso y comprometido de nuestra condición de hijos de Dios y hermanos de los demás seres humanos. Es viviendo de manera gozosa nuestra filiación divina y nuestra hermandad humana, como mejor santificamos el nombre de Dios. Es con nuestra manera de vivir, orar y tratar a los demás, como el nombre de Dios es conocido, alabado, amado y glorificado por los demás seres humanos.

Hasta el momento no se ha pedido cosa alguna. Sólo se ha reconocido la bondad del Padre Dios y se ha santificado su nombre. Ahora viene la petición fundamental: El Reino. Esa fue la causa de Jesús, el proyecto por el cual dio hasta su propia vida. El Reino fue su programa y razón de ser. Por eso dijo: "busquen primero el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se les dará por añadidura" (Lc 12,31). La petición del Reino va unida a su vez con el compromiso serio y decidido para hacerlo realidad con la gracia del Padre.

Las peticiones que siguen son sencillamente las consecuencias del Reino. El Pan. El Reino de Dios trae consigo la satisfacción de las necesidades básicas de todo ser humano: comida, techo, salud, educación, cultura, etc. Eso es el pan. Todo aquello que necesita el ser humano para vivir dignamente. Se pide el pan de cada día como un acto de confianza en la providencia de ese Padre bueno y providente que cada día está con el ser humano y lo conduce para vivir dignamente. Esto implica a su vez la disposición para compartir el pan con el hambriento, el vestido con el desnudo y el techo con el indigente. Implica también el compromiso de trabajar para conseguirlo y para hacer posible que en mundo no haya hambre del pan corporal y espiritual. Todos los días se pide el pan y todos los días trae consigo su trabajo y su reto.

El Reino implica una vida en paz y armonía con el mundo interno y externo. Como a lo largo del camino son inevitables los roces que nos quitan la paz, la oración pide el perdón y la disponibilidad para perdonar a los demás. Sabiendo que la bondad del Padre Dios es infinita, podemos llegar a Él con la certeza absoluta de que no vamos a ser rechazados por nuestras fallas humanas, o por nuestro pecado. Pero para acceder al perdón de Dios, es necesaria la actitud para perdonar a los demás seres humanos. Esto implica también el reconocimiento de que no somos perfectos, que necesitamos perdón, paz y reconciliación.

La vida humana no deja de ser un riesgo que hay que asumir. Día a día corremos el riesgo de fracasar si no encausamos bien nuestra vida y nos dejamos deslumbrar por las apariencias de nuestro mundo. Por eso en la petición final se pide sabiduría y valor para no caer en la tentación. Esa sabiduría y ese mismo valor que tuvo Jesús para enfrentar al tentador, negarse a caer en sus garras y optar decididamente por Dios y su proyecto salvador.

La oración es una práctica para todos los días. Implica una actitud de confianza ante el Padre Dios y una actitud comprometida para realizar su proyecto personal y comunitariamente. La exhortación final del evangelio de hoy es a perseverar en la oración y a tener una confianza absoluta en la bondad del Padre que nos dará siempre lo mejor. Y lo mejor que podemos tener, según el evangelio, no es tanto muchas cosas sino el Espíritu Santo, que tiene la capacidad para renovar la faz de la tierra y para conducir al ser humano hacia la verdad completa. El Espíritu que ayuda al ser humano a recordar y comprender en el día a día las enseñanzas de Jesús (Jn 15,26; 16,12-15). Según la tradición de Juan el Espíritu es el intérprete correcto del mensaje y significado de Jesús para el discípulo. Es el Paráclito, defensor de la comunidad ante los ataques del mundo. Es quien acompaña al discípulo en los momentos difíciles y está con cada creyente y con la comunidad en sus confrontaciones. (Jn 14,15-17; 16,8-11)

Finalmente digamos que con mucha frecuenta no sabemos emplear bien la oración del Padrenuestro. Esta oración no es para hacer intercambios y peticiones específicas a Dios por alguna necesidad que queramos ver colmada. Se suelen escuchar las siguientes frases: "Un Padrenuestro por el viaje de esta tarde". "Un Padrenuestro por las intenciones del Sumo Pontífice". "Un Padrenuestro para conseguir trabajo". "Un Padrenuestro por la salud de Menganito"… Para eso no es el Padrenuestro. Esta oración es básicamente para entrar en comunicación y comunión con el Padre Dios y su proyecto salvador para el ser humano. Eso es suficiente. Dentro de la oración (comunión y comunicación) podemos manifestarle al Padre Dios todas nuestras inquietudes y necesidades, pero no como un intercambio por haber repetido una oración, sino como un acto de fe y confianza en al Padre bueno, providente y misericordioso.

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Por Neptalí Díaz Villán CSsR.

1ra lect.: Gn18,20-21.23-32

Sal 137

2da lect.: Col 2,12-14

Evangelio: Lc 11,1-13

Enséñanos a orar

Anta la propuesta sugerida por el tentador, de convertir las piedras en pan, Jesús respondió con una sabia frase del libro del Deuteronomio: "No sólo de pan vive el hombre" (Dt 8,3 / Lc 4,4). Es necesario dedicar tiempo y energías a la producción en distintos sectores de la economía, a la educación, a la política y a todo lo que hace crecer y desarrollar efectivamente a las personas y a los pueblos. Pero el ser humano no es sólo producción y consumo. Necesita reír, cantar, bailar, jugar, amar y por su puesto, orar.

"La oración es una experiencia de gratuidad. Ese acto ocioso, ese tiempo `desperdiciado´ nos recuerda que el Señor está más allá de las categorías de lo útil y lo inútil. Dios no es de este mundo. La gratuidad de su don, creadora de necesidades más profundas, nos libera de toda alineación religiosa y en última instancia, de toda alineación" .

Juan Pablo II decía que este mundo necesita testigos, más que grandes maestros. En Jesús encontramos a una persona orante. Muchas veces los evangelios lo muestran orando en comunidad y a solas. (Lc 3,21; 5,16; 6,12; 9,29; Jn 11,41-42; Jn 17). La forma como Jesús vivía, amaba y oraba, hizo que sus discípulos le pidieran que los enseñara a orar.

La oración del Padre Nuestro no empieza con una lista de peticiones que según nuestro criterio humano, sería lo mejor que nos pudiera suceder. El Padre Nuestro tiene dos partes fundamentales: la primera busca reconocer a Dios como Padre, bendecirlo, reverenciarlo y, sobre todo, amarlo. La segunda pide a ese Padre bueno, que venga su Reino y sus consecuencias.

La oración empieza con una toma de conciencia de la noticia más grande que nos trajo Jesús: ¡Dios es nuestro Padre! ¡Somos hijos de Dios! ¡Qué alegría poder llamar a Dios, Padre! ¡Qué bueno saber que no somos huérfanos "en este valle de lágrimas"!, como dice la antigua oración de la Salve. Pues, como dijo Pablo: "No hemos recibido un espíritu de temor sino un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: Abbá, Padre!" (Rom.8,15).

Es muy importante aclarar que la oración está en plural y en clave comunitaria, no es para individualidades solitarias y egoístas. No dice Padre mío, sino Padre Nuestro. Somos hijos del Padre Dios. Si en la oración decimos que Dios es Padre de todos, tendríamos que ser consecuentes con eso que oramos, y vivir verdaderamente como hermanos. Es una mentira llamar a Dios Padre y tratar a los demás como esclavos, o permitir que nos exploten y pisoteen nuestra dignidad humana. La oración no permite pisotear o dejarse pisotear por alguien. Orar con el Padre Nuestro implica un trato igualitario, digno y justo con todos, como corresponde entre verdaderos hermanos, hijos de Dios.

El Padre Nuestro empieza con un contemplar gozoso y comprometido de nuestra condición de hijos de Dios y hermanos de los demás seres humanos. Es viviendo de manera gozosa nuestra filiación divina y nuestra hermandad humana, como mejor santificamos el nombre de Dios. Es con nuestra manera de vivir, orar y tratar a los demás, como el nombre de Dios es conocido, alabado, amado y glorificado por los demás seres humanos.

Hasta el momento no se ha pedido cosa alguna. Sólo se ha reconocido la bondad del Padre Dios y se ha santificado su nombre. Ahora viene la petición fundamental: El Reino. Esa fue la causa de Jesús, el proyecto por el cual dio hasta su propia vida. El Reino fue su programa y razón de ser. Por eso dijo: "busquen primero el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se les dará por añadidura" (Lc 12,31). La petición del Reino va unida a su vez con el compromiso serio y decidido para hacerlo realidad con la gracia del Padre.

Las peticiones que siguen son sencillamente las consecuencias del Reino. El Pan. El Reino de Dios trae consigo la satisfacción de las necesidades básicas de todo ser humano: comida, techo, salud, educación, cultura, etc. Eso es el pan. Todo aquello que necesita el ser humano para vivir dignamente. Se pide el pan de cada día como un acto de confianza en la providencia de ese Padre bueno y providente que cada día está con el ser humano y lo conduce para vivir dignamente. Esto implica a su vez la disposición para compartir el pan con el hambriento, el vestido con el desnudo y el techo con el indigente. Implica también el compromiso de trabajar para conseguirlo y para hacer posible que en mundo no haya hambre del pan corporal y espiritual. Todos los días se pide el pan y todos los días trae consigo su trabajo y su reto.

El Reino implica una vida en paz y armonía con el mundo interno y externo. Como a lo largo del camino son inevitables los roces que nos quitan la paz, la oración pide el perdón y la disponibilidad para perdonar a los demás. Sabiendo que la bondad del Padre Dios es infinita, podemos llegar a Él con la certeza absoluta de que no vamos a ser rechazados por nuestras fallas humanas, o por nuestro pecado. Pero para acceder al perdón de Dios, es necesaria la actitud para perdonar a los demás seres humanos. Esto implica también el reconocimiento de que no somos perfectos, que necesitamos perdón, paz y reconciliación.

La vida humana no deja de ser un riesgo que hay que asumir. Día a día corremos el riesgo de fracasar si no encausamos bien nuestra vida y nos dejamos deslumbrar por las apariencias de nuestro mundo. Por eso en la petición final se pide sabiduría y valor para no caer en la tentación. Esa sabiduría y ese mismo valor que tuvo Jesús para enfrentar al tentador, negarse a caer en sus garras y optar decididamente por Dios y su proyecto salvador.

La oración es una práctica para todos los días. Implica una actitud de confianza ante el Padre Dios y una actitud comprometida para realizar su proyecto personal y comunitariamente. La exhortación final del evangelio de hoy es a perseverar en la oración y a tener una confianza absoluta en la bondad del Padre que nos dará siempre lo mejor. Y lo mejor que podemos tener, según el evangelio, no es tanto muchas cosas sino el Espíritu Santo, que tiene la capacidad para renovar la faz de la tierra y para conducir al ser humano hacia la verdad completa. El Espíritu que ayuda al ser humano a recordar y comprender en el día a día las enseñanzas de Jesús (Jn 15,26; 16,12-15). Según la tradición de Juan el Espíritu es el intérprete correcto del mensaje y significado de Jesús para el discípulo. Es el Paráclito, defensor de la comunidad ante los ataques del mundo. Es quien acompaña al discípulo en los momentos difíciles y está con cada creyente y con la comunidad en sus confrontaciones. (Jn 14,15-17; 16,8-11)

Finalmente digamos que con mucha frecuenta no sabemos emplear bien la oración del Padrenuestro. Esta oración no es para hacer intercambios y peticiones específicas a Dios por alguna necesidad que queramos ver colmada. Se suelen escuchar las siguientes frases: "Un Padrenuestro por el viaje de esta tarde". "Un Padrenuestro por las intenciones del Sumo Pontífice". "Un Padrenuestro para conseguir trabajo". "Un Padrenuestro por la salud de Menganito"… Para eso no es el Padrenuestro. Esta oración es básicamente para entrar en comunicación y comunión con el Padre Dios y su proyecto salvador para el ser humano. Eso es suficiente. Dentro de la oración (comunión y comunicación) podemos manifestarle al Padre Dios todas nuestras inquietudes y necesidades, pero no como un intercambio por haber repetido una oración, sino como un acto de fe y confianza en al Padre bueno, providente y misericordioso.

Cadena de oración: http://www.scalando.com/orando.htm

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Juan Pablo II decía que este mundo necesita testigos, más que grandes maestros. En Jesús encontramos a una persona orante. Muchas veces los evangelios lo muestran orando en comunidad y a solas. (Lc 3,21; 5,16; 6,12; 9,29; Jn 11,41-42; Jn 17). La forma como Jesús vivía, amaba y oraba, hizo que sus discípulos le pidieran que los enseñara a orar.

La oración del Padre Nuestro no empieza con una lista de peticiones que según nuestro criterio humano, sería lo mejor que nos pudiera suceder. El Padre Nuestro tiene dos partes fundamentales: la primera busca reconocer a Dios como Padre, bendecirlo, reverenciarlo y, sobre todo, amarlo. La segunda pide a ese Padre bueno, que venga su Reino y sus consecuencias.

La oración empieza con una toma de conciencia de la noticia más grande que nos trajo Jesús: ¡Dios es nuestro Padre! ¡Somos hijos de Dios! ¡Qué alegría poder llamar a Dios, Padre! ¡Qué bueno saber que no somos huérfanos "en este valle de lágrimas"!, como dice la antigua oración de la Salve. Pues, como dijo Pablo: "No hemos recibido un espíritu de temor sino un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: Abbá, Padre!" (Rom.8,15).

Es muy importante aclarar que la oración está en plural y en clave comunitaria, no es para individualidades solitarias y egoístas. No dice Padre mío, sino Padre Nuestro. Somos hijos del Padre Dios. Si en la oración decimos que Dios es Padre de todos, tendríamos que ser consecuentes con eso que oramos, y vivir verdaderamente como hermanos. Es una mentira llamar a Dios Padre y tratar a los demás como esclavos, o permitir que nos exploten y pisoteen nuestra dignidad humana. La oración no permite pisotear o dejarse pisotear por alguien. Orar con el Padre Nuestro implica un trato igualitario, digno y justo con todos, como corresponde entre verdaderos hermanos, hijos de Dios.

El Padre Nuestro empieza con un contemplar gozoso y comprometido de nuestra condición de hijos de Dios y hermanos de los demás seres humanos. Es viviendo de manera gozosa nuestra filiación divina y nuestra hermandad humana, como mejor santificamos el nombre de Dios. Es con nuestra manera de vivir, orar y tratar a los demás, como el nombre de Dios es conocido, alabado, amado y glorificado por los demás seres humanos.

Hasta el momento no se ha pedido cosa alguna. Sólo se ha reconocido la bondad del Padre Dios y se ha santificado su nombre. Ahora viene la petición fundamental: El Reino. Esa fue la causa de Jesús, el proyecto por el cual dio hasta su propia vida. El Reino fue su programa y razón de ser. Por eso dijo: "busquen primero el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se les dará por añadidura" (Lc 12,31). La petición del Reino va unida a su vez con el compromiso serio y decidido para hacerlo realidad con la gracia del Padre.

Las peticiones que siguen son sencillamente las consecuencias del Reino. El Pan. El Reino de Dios trae consigo la satisfacción de las necesidades básicas de todo ser humano: comida, techo, salud, educación, cultura, etc. Eso es el pan. Todo aquello que necesita el ser humano para vivir dignamente. Se pide el pan de cada día como un acto de confianza en la providencia de ese Padre bueno y providente que cada día está con el ser humano y lo conduce para vivir dignamente. Esto implica a su vez la disposición para compartir el pan con el hambriento, el vestido con el desnudo y el techo con el indigente. Implica también el compromiso de trabajar para conseguirlo y para hacer posible que en mundo no haya hambre del pan corporal y espiritual. Todos los días se pide el pan y todos los días trae consigo su trabajo y su reto.

El Reino implica una vida en paz y armonía con el mundo interno y externo. Como a lo largo del camino son inevitables los roces que nos quitan la paz, la oración pide el perdón y la disponibilidad para perdonar a los demás. Sabiendo que la bondad del Padre Dios es infinita, podemos llegar a Él con la certeza absoluta de que no vamos a ser rechazados por nuestras fallas humanas, o por nuestro pecado. Pero para acceder al perdón de Dios, es necesaria la actitud para perdonar a los demás seres humanos. Esto implica también el reconocimiento de que no somos perfectos, que necesitamos perdón, paz y reconciliación.

La vida humana no deja de ser un riesgo que hay que asumir. Día a día corremos el riesgo de fracasar si no encausamos bien nuestra vida y nos dejamos deslumbrar por las apariencias de nuestro mundo. Por eso en la petición final se pide sabiduría y valor para no caer en la tentación. Esa sabiduría y ese mismo valor que tuvo Jesús para enfrentar al tentador, negarse a caer en sus garras y optar decididamente por Dios y su proyecto salvador.

La oración es una práctica para todos los días. Implica una actitud de confianza ante el Padre Dios y una actitud comprometida para realizar su proyecto personal y comunitariamente. La exhortación final del evangelio de hoy es a perseverar en la oración y a tener una confianza absoluta en la bondad del Padre que nos dará siempre lo mejor. Y lo mejor que podemos tener, según el evangelio, no es tanto muchas cosas sino el Espíritu Santo, que tiene la capacidad para renovar la faz de la tierra y para conducir al ser humano hacia la verdad completa. El Espíritu que ayuda al ser humano a recordar y comprender en el día a día las enseñanzas de Jesús (Jn 15,26; 16,12-15). Según la tradición de Juan el Espíritu es el intérprete correcto del mensaje y significado de Jesús para el discípulo. Es el Paráclito, defensor de la comunidad ante los ataques del mundo. Es quien acompaña al discípulo en los momentos difíciles y está con cada creyente y con la comunidad en sus confrontaciones. (Jn 14,15-17; 16,8-11)

Finalmente digamos que con mucha frecuenta no sabemos emplear bien la oración del Padrenuestro. Esta oración no es para hacer intercambios y peticiones específicas a Dios por alguna necesidad que queramos ver colmada. Se suelen escuchar las siguientes frases: "Un Padrenuestro por el viaje de esta tarde". "Un Padrenuestro por las intenciones del Sumo Pontífice". "Un Padrenuestro para conseguir trabajo". "Un Padrenuestro por la salud de Menganito"… Para eso no es el Padrenuestro. Esta oración es básicamente para entrar en comunicación y comunión con el Padre Dios y su proyecto salvador para el ser humano. Eso es suficiente. Dentro de la oración (comunión y comunicación) podemos manifestarle al Padre Dios todas nuestras inquietudes y necesidades, pero no como un intercambio por haber repetido una oración, sino como un acto de fe y confianza en al Padre bueno, providente y misericordioso.

Cadena de oración: http://www.scalando.com/orando.htm

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Libro: Teología de la Redención: http://www.scalando.com/Moralia/redencion/index.htm

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Moniciones XVII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo c

Enlace permanente 14 de Julio, 2007, 18:58

Moniciones para a Misa

Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

Tiempo Ordinario – Ciclo C

XVII Domingo: El padrenuestro, taller de oración

XVII Domingo: El padrenuestro, taller de oración

29 de julio de 2007

Monición de entrada:

de julio de 2007

Monición de entrada:

En las lecturas de hoy, la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la oración. La Misa es la oración suprema donde como comunidad oramos con Cristo, realmente presente en medio de su pueblo, en la acción de gracias al Padre. De pie para recibir la procesión con el cántico de entrada.

Primera lectura: Génesis  20-32 (Abrahán intercede por Sodoma)

Esta página del Génesis nos habla de la bondad y generosidad de Dios para la conciliación; también se destaca la fuerza de la intercesión humana. Escuchemos.

Segunda lectura: Colosenses 2, 12-14 (Dios les dio vida perdonándoles los pecados)

Por nuestro bautismo fuimos sepultados y resucitados con Cristo. La cruz de Jesús fue el instrumento que nos salvó de todos los males, también de los pecados. Si estamos identificados con Cristo Jesús, podemos pedir y rezar al Padre en su nombre. Pongan atención.

Tercera lectura: Lucas 11, 1-13 (Pidan y se les dará. El padrenuestro)

El evangelista san Lucas nos da una verdadera catequesis sobre la oración. Cristo, modelo de orantes, nos enseñó la mejor oración: el padrenuestro. Insistió, además, en la necesidad de perseverar en la oración. De pie, para que entonemos el Aleluya, antes escuchar la Buena Nueva.

Oración Universal:

Por la iglesia, para que Dios ilumine a Papa y al todos los obispos. Roguemos al Señor.

Por la familia, para que rece unida y mantenga así su unidad. Roguemos al Señor.

Por los pecadores, para que Dios les mueva a la penitencia y sean reconciliados. Roguemos al Señor.

Por los que buscan a Dios, para que encuentren la respuesta en su Palabra y en el testimonio de nosotros los cristianos. Roguemos al Señor.

Por los jóvenes de nuestras comunidades y parroquia, para que respondan con generosidad a la llamada de Dios, Roguemos al Señor.

Por nosotros, para que profundicemos cada día más en nuestra oración. Roguemos al Señor.

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 551)

Te bendecimos, Padre, por la asombrosa revelación de Jesús;

Tú eres nuestro padre del cielo que nos amas como a hijos.

Por eso, con todo el ardor de nuestro corazón, te pedimos

que tu reino llegue a nosotros a impulsos de tu Espíritu,

de suerte que nuestras vidas pequeñas se inunden de tu amor.

Deseamos también que tu nombre sea bendecido en todas partes

y que toda nuestra vida y conducta se ajuste a tu voluntad.

Danos, Señor, cada día el pan de la vida temporal y eterna,

de suerte que nuestra espera se vea cumplida en tus manos.

Y manténnos firmes en las tentaciones contra la fe y el amor,

para que no sucumbamos a la infidelidad y al mal.

Amén.

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Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

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Homilia XVI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C

Enlace permanente 14 de Julio, 2007, 18:53

En Camino: homilia para la misa

Por Neptalí Díaz Villán CSsR.

Tiempo Ordinario – Ciclo C

XVI Domingo: Contemplación y acción al servicio del reino

Neptalí Díaz Villán CSsR.

Tiempo Ordinario – Ciclo C

XVI Domingo: Contemplación y acción al servicio del reino

XVI Domingo: Contemplación y acción al servicio del reino

22 de julio de 2007

A los pies del Maestro

En tiempos de Jesús la situación de las mujeres judías no había mejorado. La mujer era considerada inferior desde el punto de vista legal, social y religioso. No contaba como persona, cada vez más marginada y reducida a la vida privada. Aunque algunas de la clase dominante, tenían cierta autonomía, por lo general su situación era igual a la de los esclavos y menores de edad.

"Eran consideradas más como cosas que como personas. Antes del matrimonio estaba sometida a la autoridad del padre, con el matrimonio pasaba a ser propiedad del hombre, que el padre le había escogido como esposo. Éste debía pagar por ella al padre una cantidad de dinero o dote. Si el esposo moría o la mujer era repudiada, el que asumía la tutela era el hijo mayor, de no existir su familia de origen. El hombre era más que esposo o padre de la mujer, su dueño y amo en casi todos los aspectos.

Por considerarse inferior al hombre y de segunda categoría, sin capacidad de poder llevar una vida independiente, se veían muchas humillaciones. Como se veía objeto de deseo y de pecado, en la calle o en los caminos debía pasar inadvertida, taparse la cara con dos velos para no mostrar su rostro y tener la cabeza cubierta. "La mujer que salía a la calle con la cara y la cabeza descubiertas ofendía las buenas costumbres; podía ser despedida de la casa por su marido y era motivo de divorcio, sin pago alguno de la suma estipulada en el contrato matrimonial".

No podía tampoco hablar con algún hombre en la calle, menos si era casada, ni coser en la puerta de su casa, pues corría el peligro de ser repudiada (Dt 24,1ss). A pesar de eso, las mujeres pobres debían salir a trabajar en labores del campo o del comercio, situación que no era bien vista. En caso de que le tocara trabajar en el campo, no debía quedarse sola.

El padre tenía el derecho de venderla si quería. Entre los 12 y 14 años podía darla en matrimonio, que se consideraba válido después del contrato oficial con el padre y una vez dados los desposorios. La desposada ya se consideraba viuda, si el prometido moría. En caso de adulterio debía recibir una pena.

La mujer valía porque le servía al varón y le daba hijos. El varón podía tener más mujeres, sólo se le prohibía cometer adulterio con mujeres casadas. La mujer debía ser fiel. El derecho al divorcio estaba exclusivamente del lado del hombre, quedándole a la mujer únicamente el derecho a pedir la anulación jurídica del matrimonio en caso de injurias o falta de respeto radical que la pusieran en situación indigna.

Los derechos y deberes religiosos estaban muy restringidos para las mujeres. "En principio, ella estaba sometida a todas las prohibiciones de la Torá, pero en realidad quedaba muchas veces liberada de ciertos preceptos culturales temporales, obligación para los varones. Por ser mujer no se le enseñaba la Torá, ni siquiera aprendía a leer y a escribir. Sólo se les enseñaba a cumplir sus obligaciones domésticas. Éste era el papel asignado para ellas en la sociedad y en la familia patriarcal. Las escuelas eran exclusivas para los niños varones. En las familias de clase alta, las hijas recibieron cierta formación profana en griego".

No podían entrar al lugar santo del templo (donde se presentaban los sacrificios), sino quedarse en el atrio de los gentiles y de las mujeres. En las sinagogas no podían hacer la lectura de la Torá, pues era una deshonra y debían estar separadas de los hombres para no tener contacto físico. El Rabino Eliécer en el año 90 d. C, decía: "Quien enseña la Torá a su hija, le enseña el libertinaje, porque hará mal uso de lo que ha aprendido". Gracias, Señor, por no haber nacido infiel, ni inculto, ni esclavo, ni mujer, rezaba una oración de la época: "Bendito seas Señor porque no me hiciste mujer, pues ellas no están obligadas a los mandamientos, sino sólo a las prohibiciones".

La literatura Sapiencial resaltaba la labor de la mujer siempre en la casa: "Mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Su valor supera en mucho al de las joyas. En ella confía el corazón de su marido y no carecerá de ganancias. Ella le trae bien y no mal todos los días de su vida. Busca lana y lino... extiende su mano al pobre, y alarga sus manos al necesitado. No tiene temor de la nieve por los de su casa, porque todos los de su casa llevan ropa de lana." (Prov. 31,10-31). Ahí vemos claramente la cultura patriarcal: la mujer estaba para las labores domésticas no más.

No podían heredar ni eran aceptadas como testigos en un juicio. No tenían acceso a las fiestas en la que había invitados. Sólo podían hacer acto de presencia en el acto del sábado y en la pascua. La participación de mujeres en una fiesta para varones era mal vista (Mc 14,3; Lc. 7,36-50). Entretener a los hombres con bailes, durante las comidas, era cosa de rameras.

Era muy importante tener hijos y la carencia de estos se consideraba una desgracia, inclusive, como un castigo de Dios, razón para tomar una segunda esposa. Según los precarios avances de la ciencia médica, los hijos eran del varón; la mujer solamente prestaba el vientre. Si la mujer le daba sólo hijas también era un problema: "Dichoso aquel cuyos hijos son varones y desdichado aquel cuyos hijos son mujeres", rezaba un dicho. Una mujer viuda, sin hijos varones, seguía dependiente del marido. La ley mandaba que se casara con un hermano del difunto esposo para dejar así un hijo al finado (Dt. 25,5-10; Mt 12,18-27).

Jesús tuvo su propia manera de ver la mujer. Las acogió con amor, y les mostró la misericordia y el perdón de Dios. Ellas hicieron parte del grupo de sus amigos más cercanos y fueron enviadas a predicar la Buena Noticia. O sea que fueron discípulas y apóstoles.

Las acogió con amor, y les mostró la misericordia y el perdón de Dios. Ellas hicieron parte del grupo de sus amigos más cercanos y fueron enviadas a predicar la Buena Noticia. O sea que fueron discípulas y apóstoles.

Detrás de este texto evangélico de Lucas no está la supremacía de la vida contemplativa sobre la vida activa. Este texto fue utilizado muchas veces para decir que las comunidades religiosas contemplativas habían escogido la parte mejor, porque estaban siempre a los pies de Jesús. Aquí no está la rivalidad entre la vida contemplativa y la vida activa. Y menos es una defensa de los contemplativos como supremacía del seguimiento de Jesús. Estas dos dimensiones tienen que estar bien integradas en la vida del discípulo. Todo ser humano necesita espacios para la actividad, así como para la reflexión y la contemplación.

Quiero resaltar en este texto lucano el enfrentamiento con la cultura dominante que excluía a la mujer, la tenía como una sirvienta o como una porcelana, y la nueva vida que le ofrecía Jesús al abrirle las puertas de su escuela.

Recordemos que la escuela de Jesús no tenía sitio fijo. Él enseñaba en el camino, en la playa, en la barca, en la casa, en la sinagoga, en la mesa, en todo sitio.

En su camino hacia Jerusalén fue acogido por Martha, que en arameo, significa, señora de la casa. Martha representa la visión cultural que dice: "Las mujeres son para la cocina. ¿Una mujer manejando? ¡Qué peligro! ¿Una mujer de jefe? ¡Qué adefesio! ¿Una ministra de Dios? ¡Qué herejía! ¿Un hombre en la cocina? ¡Huele a caca de gallina! ¡Definitivamente unos nacimos para mandar y otros para obedecer!"

Pero eso no es otra cosa que patadas de un agonizante que se niega a aceptar sus errores y no quiere soltar el poder. Eso manifiesta nuestra incapacidad para aceptar que el mundo, así como las instituciones, manejadas exclusivamente por varones han fracasado. Necesitamos abrir los ojos y ver las prepotencias fálicas de los dueños del mundo y su devastadora lógica de poder y domino.

María representa la mujer que se abre caminos para aprender. Estar a los pies de Jesús significa participar de su escuela. Ser discípula. Ella lo fue, cosa que para ese momento estaba totalmente prohibido. Jesús le abrió la puertas de su corazón, se hizo su amigo, su hermano, su maestro.

Marta protestó porque su mentalidad no le permitía concebir que una mujer hiciera escuela con un maestro. Ellas debían limitarse a servir a los hombres. A partir de su práctica, Jesús le dijo a Marta y en su nombre a quienes pensaban que las mujeres eran sólo para los oficios varios, y para satisfacer y obedecer a los hombres como esclavas: "Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada." (v. 41b-42)

La práctica de Jesús nos debe cuestionar hoy, sobre todo a personas que le tienen pavor al cambio, andan inquietos y nerviosos, como Marta. Sobre todo quienes tienen en su mano el poder, manejan esquemas patriarcales y jerárquicos convertidos en tabúes. A quienes están dispuestos a hacer lo que sea para evitar que las mujeres sirvan en otros ministerios distintos a los de recoger limosna, dar comunión y otros oficios varios. Esta práctica de Jesús debe animar, particularmente el camino discipular de las mujeres y su deseo por construir historia de salvación.

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de julio de 2007

A los pies del Maestro

En tiempos de Jesús la situación de las mujeres judías no había mejorado. La mujer era considerada inferior desde el punto de vista legal, social y religioso. No contaba como persona, cada vez más marginada y reducida a la vida privada. Aunque algunas de la clase dominante, tenían cierta autonomía, por lo general su situación era igual a la de los esclavos y menores de edad.

"Eran consideradas más como cosas que como personas. Antes del matrimonio estaba sometida a la autoridad del padre, con el matrimonio pasaba a ser propiedad del hombre, que el padre le había escogido como esposo. Éste debía pagar por ella al padre una cantidad de dinero o dote. Si el esposo moría o la mujer era repudiada, el que asumía la tutela era el hijo mayor, de no existir su familia de origen. El hombre era más que esposo o padre de la mujer, su dueño y amo en casi todos los aspectos.

Por considerarse inferior al hombre y de segunda categoría, sin capacidad de poder llevar una vida independiente, se veían muchas humillaciones. Como se veía objeto de deseo y de pecado, en la calle o en los caminos debía pasar inadvertida, taparse la cara con dos velos para no mostrar su rostro y tener la cabeza cubierta. "La mujer que salía a la calle con la cara y la cabeza descubiertas ofendía las buenas costumbres; podía ser despedida de la casa por su marido y era motivo de divorcio, sin pago alguno de la suma estipulada en el contrato matrimonial".

No podía tampoco hablar con algún hombre en la calle, menos si era casada, ni coser en la puerta de su casa, pues corría el peligro de ser repudiada (Dt 24,1ss). A pesar de eso, las mujeres pobres debían salir a trabajar en labores del campo o del comercio, situación que no era bien vista. En caso de que le tocara trabajar en el campo, no debía quedarse sola.

El padre tenía el derecho de venderla si quería. Entre los 12 y 14 años podía darla en matrimonio, que se consideraba válido después del contrato oficial con el padre y una vez dados los desposorios. La desposada ya se consideraba viuda, si el prometido moría. En caso de adulterio debía recibir una pena.

La mujer valía porque le servía al varón y le daba hijos. El varón podía tener más mujeres, sólo se le prohibía cometer adulterio con mujeres casadas. La mujer debía ser fiel. El derecho al divorcio estaba exclusivamente del lado del hombre, quedándole a la mujer únicamente el derecho a pedir la anulación jurídica del matrimonio en caso de injurias o falta de respeto radical que la pusieran en situación indigna.

Los derechos y deberes religiosos estaban muy restringidos para las mujeres. "En principio, ella estaba sometida a todas las prohibiciones de la Torá, pero en realidad quedaba muchas veces liberada de ciertos preceptos culturales temporales, obligación para los varones. Por ser mujer no se le enseñaba la Torá, ni siquiera aprendía a leer y a escribir. Sólo se les enseñaba a cumplir sus obligaciones domésticas. Éste era el papel asignado para ellas en la sociedad y en la familia patriarcal. Las escuelas eran exclusivas para los niños varones. En las familias de clase alta, las hijas recibieron cierta formación profana en griego".

No podían entrar al lugar santo del templo (donde se presentaban los sacrificios), sino quedarse en el atrio de los gentiles y de las mujeres. En las sinagogas no podían hacer la lectura de la Torá, pues era una deshonra y debían estar separadas de los hombres para no tener contacto físico. El Rabino Eliécer en el año 90 d. C, decía: "Quien enseña la Torá a su hija, le enseña el libertinaje, porque hará mal uso de lo que ha aprendido". Gracias, Señor, por no haber nacido infiel, ni inculto, ni esclavo, ni mujer, rezaba una oración de la época: "Bendito seas Señor porque no me hiciste mujer, pues ellas no están obligadas a los mandamientos, sino sólo a las prohibiciones".

La literatura Sapiencial resaltaba la labor de la mujer siempre en la casa: "Mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Su valor supera en mucho al de las joyas. En ella confía el corazón de su marido y no carecerá de ganancias. Ella le trae bien y no mal todos los días de su vida. Busca lana y lino... extiende su mano al pobre, y alarga sus manos al necesitado. No tiene temor de la nieve por los de su casa, porque todos los de su casa llevan ropa de lana." (Prov. 31,10-31). Ahí vemos claramente la cultura patriarcal: la mujer estaba para las labores domésticas no más.

No podían heredar ni eran aceptadas como testigos en un juicio. No tenían acceso a las fiestas en la que había invitados. Sólo podían hacer acto de presencia en el acto del sábado y en la pascua. La participación de mujeres en una fiesta para varones era mal vista (Mc 14,3; Lc. 7,36-50). Entretener a los hombres con bailes, durante las comidas, era cosa de rameras.

Era muy importante tener hijos y la carencia de estos se consideraba una desgracia, inclusive, como un castigo de Dios, razón para tomar una segunda esposa. Según los precarios avances de la ciencia médica, los hijos eran del varón; la mujer solamente prestaba el vientre. Si la mujer le daba sólo hijas también era un problema: "Dichoso aquel cuyos hijos son varones y desdichado aquel cuyos hijos son mujeres", rezaba un dicho. Una mujer viuda, sin hijos varones, seguía dependiente del marido. La ley mandaba que se casara con un hermano del difunto esposo para dejar así un hijo al finado (Dt. 25,5-10; Mt 12,18-27).

Jesús tuvo su propia manera de ver la mujer. Las acogió con amor, y les mostró la misericordia y el perdón de Dios. Ellas hicieron parte del grupo de sus amigos más cercanos y fueron enviadas a predicar la Buena Noticia. O sea que fueron discípulas y apóstoles.

Las acogió con amor, y les mostró la misericordia y el perdón de Dios. Ellas hicieron parte del grupo de sus amigos más cercanos y fueron enviadas a predicar la Buena Noticia. O sea que fueron discípulas y apóstoles.

Detrás de este texto evangélico de Lucas no está la supremacía de la vida contemplativa sobre la vida activa. Este texto fue utilizado muchas veces para decir que las comunidades religiosas contemplativas habían escogido la parte mejor, porque estaban siempre a los pies de Jesús. Aquí no está la rivalidad entre la vida contemplativa y la vida activa. Y menos es una defensa de los contemplativos como supremacía del seguimiento de Jesús. Estas dos dimensiones tienen que estar bien integradas en la vida del discípulo. Todo ser humano necesita espacios para la actividad, así como para la reflexión y la contemplación.

Quiero resaltar en este texto lucano el enfrentamiento con la cultura dominante que excluía a la mujer, la tenía como una sirvienta o como una porcelana, y la nueva vida que le ofrecía Jesús al abrirle las puertas de su escuela.

Recordemos que la escuela de Jesús no tenía sitio fijo. Él enseñaba en el camino, en la playa, en la barca, en la casa, en la sinagoga, en la mesa, en todo sitio.

En su camino hacia Jerusalén fue acogido por Martha, que en arameo, significa, señora de la casa. Martha representa la visión cultural que dice: "Las mujeres son para la cocina. ¿Una mujer manejando? ¡Qué peligro! ¿Una mujer de jefe? ¡Qué adefesio! ¿Una ministra de Dios? ¡Qué herejía! ¿Un hombre en la cocina? ¡Huele a caca de gallina! ¡Definitivamente unos nacimos para mandar y otros para obedecer!"

Pero eso no es otra cosa que patadas de un agonizante que se niega a aceptar sus errores y no quiere soltar el poder. Eso manifiesta nuestra incapacidad para aceptar que el mundo, así como las instituciones, manejadas exclusivamente por varones han fracasado. Necesitamos abrir los ojos y ver las prepotencias fálicas de los dueños del mundo y su devastadora lógica de poder y domino.

María representa la mujer que se abre caminos para aprender. Estar a los pies de Jesús significa participar de su escuela. Ser discípula. Ella lo fue, cosa que para ese momento estaba totalmente prohibido. Jesús le abrió la puertas de su corazón, se hizo su amigo, su hermano, su maestro.

Marta protestó porque su mentalidad no le permitía concebir que una mujer hiciera escuela con un maestro. Ellas debían limitarse a servir a los hombres. A partir de su práctica, Jesús le dijo a Marta y en su nombre a quienes pensaban que las mujeres eran sólo para los oficios varios, y para satisfacer y obedecer a los hombres como esclavas: "Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada." (v. 41b-42)

La práctica de Jesús nos debe cuestionar hoy, sobre todo a personas que le tienen pavor al cambio, andan inquietos y nerviosos, como Marta. Sobre todo quienes tienen en su mano el poder, manejan esquemas patriarcales y jerárquicos convertidos en tabúes. A quienes están dispuestos a hacer lo que sea para evitar que las mujeres sirvan en otros ministerios distintos a los de recoger limosna, dar comunión y otros oficios varios. Esta práctica de Jesús debe animar, particularmente el camino discipular de las mujeres y su deseo por construir historia de salvación.

Cadena de oración: http://www.scalando.com/orando.htm

En tiempos de Jesús la situación de las mujeres judías no había mejorado. La mujer era considerada inferior desde el punto de vista legal, social y religioso. No contaba como persona, cada vez más marginada y reducida a la vida privada. Aunque algunas de la clase dominante, tenían cierta autonomía, por lo general su situación era igual a la de los esclavos y menores de edad.

"Eran consideradas más como cosas que como personas. Antes del matrimonio estaba sometida a la autoridad del padre, con el matrimonio pasaba a ser propiedad del hombre, que el padre le había escogido como esposo. Éste debía pagar por ella al padre una cantidad de dinero o dote. Si el esposo moría o la mujer era repudiada, el que asumía la tutela era el hijo mayor, de no existir su familia de origen. El hombre era más que esposo o padre de la mujer, su dueño y amo en casi todos los aspectos.

Por considerarse inferior al hombre y de segunda categoría, sin capacidad de poder llevar una vida independiente, se veían muchas humillaciones. Como se veía objeto de deseo y de pecado, en la calle o en los caminos debía pasar inadvertida, taparse la cara con dos velos para no mostrar su rostro y tener la cabeza cubierta. "La mujer que salía a la calle con la cara y la cabeza descubiertas ofendía las buenas costumbres; podía ser despedida de la casa por su marido y era motivo de divorcio, sin pago alguno de la suma estipulada en el contrato matrimonial".

No podía tampoco hablar con algún hombre en la calle, menos si era casada, ni coser en la puerta de su casa, pues corría el peligro de ser repudiada (Dt 24,1ss). A pesar de eso, las mujeres pobres debían salir a trabajar en labores del campo o del comercio, situación que no era bien vista. En caso de que le tocara trabajar en el campo, no debía quedarse sola.

El padre tenía el derecho de venderla si quería. Entre los 12 y 14 años podía darla en matrimonio, que se consideraba válido después del contrato oficial con el padre y una vez dados los desposorios. La desposada ya se consideraba viuda, si el prometido moría. En caso de adulterio debía recibir una pena.

La mujer valía porque le servía al varón y le daba hijos. El varón podía tener más mujeres, sólo se le prohibía cometer adulterio con mujeres casadas. La mujer debía ser fiel. El derecho al divorcio estaba exclusivamente del lado del hombre, quedándole a la mujer únicamente el derecho a pedir la anulación jurídica del matrimonio en caso de injurias o falta de respeto radical que la pusieran en situación indigna.

Los derechos y deberes religiosos estaban muy restringidos para las mujeres. "En principio, ella estaba sometida a todas las prohibiciones de la Torá, pero en realidad quedaba muchas veces liberada de ciertos preceptos culturales temporales, obligación para los varones. Por ser mujer no se le enseñaba la Torá, ni siquiera aprendía a leer y a escribir. Sólo se les enseñaba a cumplir sus obligaciones domésticas. Éste era el papel asignado para ellas en la sociedad y en la familia patriarcal. Las escuelas eran exclusivas para los niños varones. En las familias de clase alta, las hijas recibieron cierta formación profana en griego".

No podían entrar al lugar santo del templo (donde se presentaban los sacrificios), sino quedarse en el atrio de los gentiles y de las mujeres. En las sinagogas no podían hacer la lectura de la Torá, pues era una deshonra y debían estar separadas de los hombres para no tener contacto físico. El Rabino Eliécer en el año 90 d. C, decía: "Quien enseña la Torá a su hija, le enseña el libertinaje, porque hará mal uso de lo que ha aprendido". Gracias, Señor, por no haber nacido infiel, ni inculto, ni esclavo, ni mujer, rezaba una oración de la época: "Bendito seas Señor porque no me hiciste mujer, pues ellas no están obligadas a los mandamientos, sino sólo a las prohibiciones".

La literatura Sapiencial resaltaba la labor de la mujer siempre en la casa: "Mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Su valor supera en mucho al de las joyas. En ella confía el corazón de su marido y no carecerá de ganancias. Ella le trae bien y no mal todos los días de su vida. Busca lana y lino... extiende su mano al pobre, y alarga sus manos al necesitado. No tiene temor de la nieve por los de su casa, porque todos los de su casa llevan ropa de lana." (Prov. 31,10-31). Ahí vemos claramente la cultura patriarcal: la mujer estaba para las labores domésticas no más.

No podían heredar ni eran aceptadas como testigos en un juicio. No tenían acceso a las fiestas en la que había invitados. Sólo podían hacer acto de presencia en el acto del sábado y en la pascua. La participación de mujeres en una fiesta para varones era mal vista (Mc 14,3; Lc. 7,36-50). Entretener a los hombres con bailes, durante las comidas, era cosa de rameras.

Era muy importante tener hijos y la carencia de estos se consideraba una desgracia, inclusive, como un castigo de Dios, razón para tomar una segunda esposa. Según los precarios avances de la ciencia médica, los hijos eran del varón; la mujer solamente prestaba el vientre. Si la mujer le daba sólo hijas también era un problema: "Dichoso aquel cuyos hijos son varones y desdichado aquel cuyos hijos son mujeres", rezaba un dicho. Una mujer viuda, sin hijos varones, seguía dependiente del marido. La ley mandaba que se casara con un hermano del difunto esposo para dejar así un hijo al finado (Dt. 25,5-10; Mt 12,18-27).

Jesús tuvo su propia manera de ver la mujer. Las acogió con amor, y les mostró la misericordia y el perdón de Dios. Ellas hicieron parte del grupo de sus amigos más cercanos y fueron enviadas a predicar la Buena Noticia. O sea que fueron discípulas y apóstoles.

Las acogió con amor, y les mostró la misericordia y el perdón de Dios. Ellas hicieron parte del grupo de sus amigos más cercanos y fueron enviadas a predicar la Buena Noticia. O sea que fueron discípulas y apóstoles.

Detrás de este texto evangélico de Lucas no está la supremacía de la vida contemplativa sobre la vida activa. Este texto fue utilizado muchas veces para decir que las comunidades religiosas contemplativas habían escogido la parte mejor, porque estaban siempre a los pies de Jesús. Aquí no está la rivalidad entre la vida contemplativa y la vida activa. Y menos es una defensa de los contemplativos como supremacía del seguimiento de Jesús. Estas dos dimensiones tienen que estar bien integradas en la vida del discípulo. Todo ser humano necesita espacios para la actividad, así como para la reflexión y la contemplación.

Quiero resaltar en este texto lucano el enfrentamiento con la cultura dominante que excluía a la mujer, la tenía como una sirvienta o como una porcelana, y la nueva vida que le ofrecía Jesús al abrirle las puertas de su escuela.

Recordemos que la escuela de Jesús no tenía sitio fijo. Él enseñaba en el camino, en la playa, en la barca, en la casa, en la sinagoga, en la mesa, en todo sitio.

En su camino hacia Jerusalén fue acogido por Martha, que en arameo, significa, señora de la casa. Martha representa la visión cultural que dice: "Las mujeres son para la cocina. ¿Una mujer manejando? ¡Qué peligro! ¿Una mujer de jefe? ¡Qué adefesio! ¿Una ministra de Dios? ¡Qué herejía! ¿Un hombre en la cocina? ¡Huele a caca de gallina! ¡Definitivamente unos nacimos para mandar y otros para obedecer!"

Pero eso no es otra cosa que patadas de un agonizante que se niega a aceptar sus errores y no quiere soltar el poder. Eso manifiesta nuestra incapacidad para aceptar que el mundo, así como las instituciones, manejadas exclusivamente por varones han fracasado. Necesitamos abrir los ojos y ver las prepotencias fálicas de los dueños del mundo y su devastadora lógica de poder y domino.

María representa la mujer que se abre caminos para aprender. Estar a los pies de Jesús significa participar de su escuela. Ser discípula. Ella lo fue, cosa que para ese momento estaba totalmente prohibido. Jesús le abrió la puertas de su corazón, se hizo su amigo, su hermano, su maestro.

Marta protestó porque su mentalidad no le permitía concebir que una mujer hiciera escuela con un maestro. Ellas debían limitarse a servir a los hombres. A partir de su práctica, Jesús le dijo a Marta y en su nombre a quienes pensaban que las mujeres eran sólo para los oficios varios, y para satisfacer y obedecer a los hombres como esclavas: "Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada." (v. 41b-42)

La práctica de Jesús nos debe cuestionar hoy, sobre todo a personas que le tienen pavor al cambio, andan inquietos y nerviosos, como Marta. Sobre todo quienes tienen en su mano el poder, manejan esquemas patriarcales y jerárquicos convertidos en tabúes. A quienes están dispuestos a hacer lo que sea para evitar que las mujeres sirvan en otros ministerios distintos a los de recoger limosna, dar comunión y otros oficios varios. Esta práctica de Jesús debe animar, particularmente el camino discipular de las mujeres y su deseo por construir historia de salvación.

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Moniciones XVI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C

Enlace permanente 14 de Julio, 2007, 18:39

Moniciones para a Misa

Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

Tiempo Ordinario – Ciclo C

XVI Domingo: Contemplación y acción al servicio del reino

Tiempo Ordinario – Ciclo C

XVI Domingo: Contemplación y acción al servicio del reino

XVI Domingo: Contemplación y acción al servicio del reino

22 de julio de 2007

Monición de entrada:

de julio de 2007

Monición de entrada:

Continuamos los domingos del tiempo ordinarios para conocer más a Cristo y darle nuestra mejor respuesta. Él nos pide que pongamos todo nuestro esfuerzo en escucharle y responder a su invitación con un amor profundo. Pónganse de pie, por favor, para que iniciemos la Eucaristía de hoy, mientras recibimos a los ministros cantando con alegría.

Primera lectura: Génesis  18, 1-10a (Teofanía de Mambré: Señor, no pases de largo)

El Señor visita la casa de Abrahám. Dios premió la hospitalidad del patriarca con la promesa de un hijo. Así nos paga Dios cualquier gesto bueno de nuestra parte. Escuchen este interesante relato del libro del Génesis.

Segunda lectura: Colosenses 1, 24-28 (Dios reveló el misterio escondido desde siglos)

El sufrimiento es un signo de la cruz de Cristo. San Pablo, en su carta a los Colosenses, se alegra de sus penas y sufrimientos porque así "completa en su carne lo que falta a la pasión del Señor". A través del dolor, el apóstol se identificó con Cristo. Su esperanza era la gloria prometida. Presten mucha atención a san Pablo.

Tercera lectura: Lucas 10, 38-42 (Marta y María reciben a Jesús)

Cristo se hospeda en la casa de Marta y María. María representa el discípulo verdadero porque no quiere nada excepto a Cristo. Sólo una cosa es necesaria. ¿Cuáles son tus preocupaciones principales? ¿Qué lugar ocupa Cristo en tu vida? Estas preguntas serán contestadas en el evangelio. De pie, por favor. Entonemos el Aleluya.

Oración Universal:

Oración Universal:

Por nuestro Santo Padre el Papa, los obispos, sacerdotes y diáconos, para que primero procuren las cosas del Señor y las enseñen así a los fieles, Roguemos al Señor.

Por los gobernantes, para que comprendan que el mundo no se puede conducir sin Dios y busquen la asistencia cristiana en las tareas que el Pueblo les ha confiado, Roguemos al Señor.

Por los que anuncian la paz y la justicia al mundo entero, para que nunca se desanimen en esta lucha, Roguemos al Señor.

Por las mujeres, para que sigan el ejemplo de María en la oración y de Marta en el servicio al prójimo, Roguemos al Señor.

Por cada uno de nosotros y por nuestras intenciones (una pausa), para que respondamos con generosidad a la llamada de Jesus Cristo, Roguemos al Señor.

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 548)

Te bendecimos, Señor Jesús, porque en tu vida supiste

unir la contemplación y la acción en equilibrio exacto,

dándonos ejemplo de oración y comunicación con Dios,

así como de entrega incondicional a la liberación de los hombres.

Enséñanos, Señor, a dedicar tiempo, silencio y atención

para escuchar y asimilar tu palabra, como María en Betania,

buscando cada día y ante todo el reino de Dios y su justicia.

Ayúdanos a salir victoriosos en este empeño y concédenos, Señor,

la diligencia solícita y la servicialidad acogedora de María,

lo mismo respecto de ti, de evangelio y de tu palabra de vida

que de nuestros hermanos, los hombres más necesitados.

Amén.

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Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

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Moniciones Solemnidad del Santísimo Redentror

Enlace permanente 10 de Julio, 2007, 18:06

Tercer domingo de julio

Solemnidad del Santísimo Redentor

Fiesta titular de los Misioneros Redentoristas

Autor: P. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.                           Fuente: www.scalando.com

ENTRADA:

 

Los Misioneros Redentoristas fueron fundados en 1732, por San Alfonso María de Ligorio en un pueblecito pequeño en el sur de Italia llamado Scala.  Bajo el amparo del mismo Redentor, hoy, aquel pequeño grupo de misioneros se ha convertido en una comunidad mundial con más de 5,000 miembros.  Esta comunidad misionera que ha heredado la espiritualidad y el celo de su fundador celebra su fiesta titular del Santísimo Redentor.  Nosotros como comunidad parroquial celebramos con ellos el significado profundo del lema de la congregación:  “En El hay abundante Redención”.  El evangelio de salvación que anuncian los Redentoristas por medio del trato cercano y cariñoso con la gente, hace visible el llamado de Dios mismo a todos los hombres y mujeres a una vida nueva por medio de la conversión. No es un Dios temible y castigador el que los redentoristas anuncian sino, un Dios que ha multiplicado los esfuerzos para darnos a conocer su amor y que finalmente “nos ha enviado su único hijo”. No para condenar el mundo, sino para que el mundo se SALVE por El.    Pongámonos de pie para comenzar la celebración de estos misterios que nos dan vida.

 

 

MONICIÓN PRIMERA LECTURA: Isaías 55, 3-5

 

En nuestra primera lectura, el profeta Isaías está  predicándole al pueblo de Israel que vive la última etapa de su destierro.  El le anuncia a Israel una esperanza renovada y la misión universal que le aguarda a su regreso a la tierra prometida. Esa profecía recibe pleno cumplimiento en Jesús el redentor. Jesús ungido por el Espíritu Santo, lleva a la humanidad entera por el camino de una nueva vida en el reino de su Padre.  Los Misioneros Redentoristas son los continuadores de esa misión  de Cristo y por eso se afanan por llamar a las hombres y mujeres a cambiar sus corazones, y abrazarse a Dios en una nueva alianza de vida y amor, y a vivir y dar testimonio de esa vida en comunidad. Escuchemos.

 

MONICIÓN SEGUNDA: Romanos 5, 12-19

 

La Carta de San Pablo a los Romanos da testimonio de la buena noticia de que en Cristo la humanidad posee una nueva identidad y vocación. Según Pablo, somos hijos renacidos y rescatados de la muerte y el pecado.  El pecado de la humanidad simbolizado en ADÁN, es reparado y sanado por la entrega de CRISTO, el nuevo Adán.  El destino de los seres humanos en adelante no es  la muerte eterna sino la vida eterna.   Este maravilloso regalo se dio porque Jesús, siendo inocente, tomó sobre sus hombros toda nuestra culpa para que nosotros pudiéramos renacer y ser hombres y mujeres nuevos.  Dios, en la persona de su Hijo es el que toma la iniciativa para que nosotros, perdidos  y muertos por el pecado seamos perdonados y podamos heredar el reino de la luz y la vida.

 

MONICIÓN AL EVANGELIO: Juan 3, 13-18.21

 

Nicodemo no puede comprender la obra maravillosa que Dios se disponía hacer a través de su Hijo, Jesús.  Era Dios mismo quien le ofrecía a la humanidad una oportunidad de renacer a una vida libre de las heridas y las ataduras del pecado.  Siguiendo el ejemplo de Cristo, los redentoristas continúan y extienden aquello que es lo más importante de la redención, la salvación de los que están perdidos.  Como Cristo que vino a los pobres, los pecadores, y los desprotegidos,  así mismo, los redentoristas son enviados a anunciar el amor grande de Dios a los más abandonados, los más débiles y los más pecadores de nuestros tiempos.  El anuncio de la buena noticia acompañado con las obras de justicia y reconciliación, renueva desde dentro a los individuos y a los pueblos y produce en la humanidad el segundo nacimiento que Jesús le anunció a Nicodemo.

 

 

ORACIONES DE LOS FIELES:

 

1.    El Salvador del mundo vino a proclamar la dicha a los pobres, el consuelo a los humildes y la reconciliación a los enemigos, pidamos que todos los Misioneros Redentoristas, a imitación de Jesús ,  puedan ser signos de esperanza y vida para nuestro pueblo, roguemos al Señor.

 

2.    Cristo, esperanza nuestra que destruiste la muerte e iluminaste la vida, concédenos que, contra toda esperanza, mantengamos nuestra esperanza en ti, roguemos al Señor.

 

3.    Señor Jesús, Tú que fuiste enviado por el Padre para rescatar a los que estaban sometidos a la ley del pecado y la muerte y para que recibieran la adopción de hijos, concédenos que sepamos dar nuestra vida por nuestros hermanos, roguemos al Señor.

 

4.    Por la comunidad de misioneros Redentoristas que viven aquí entre nosotros para que su vida sea de esperanza alegre, de ardiente amor, y de entrega celosa a la evangelización y servicio de los más pobres, roguemos al Señor.

 

 

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Homilia Solemnidad del Santísimo Redentor

Enlace permanente 10 de Julio, 2007, 18:00

Tercer domingo de julio

Solemnidad del Santísimo Redentor

Fiesta titular de los Misioneros Redentoristas

Autor: Comentarios al P. Miguel García                           Fuente: www.scalando.com

Isaías 55, 3-5: La primera lectura de hoy es un brevísimo texto del segundo libro de Isaías (39-55), escrito para dar consuelo y esperanza a un grupo de desterrados que había sido llevado a Babilonia (587). Podemos imaginarnos el dolor y la desesperanza de este grupo de judíos. Su tierra (Judá) había sido invadida y destruida por el Imperio opresor del momento, Babilonia. Los sobrevivientes, que no habían quedado mutilados, fueron llevados como mano de obra barata a la  metrópoli del Imperio. Era lo que Babilonia necesitaba y ella estaba dispuesta a invadir, matar y destruir con tal de conseguir sus intereses egoístas. El gran Templo, construido por Salomón, había sido la esperanza del pueblo, pero ahora estaba destruido. Y peor aún, el grupo de desterrados no podía  practicar su religión libremente. Fueron días difíciles. El autor del segundo Isaías intenta comunicar esperanza y consuelo al sufrido pueblo en un momento de crisis.

Una vez en el exilio, la gran tentación del grupo de judíos fue ir tras los valores de la nación más poderosa del mundo en aquel momento. La tentación también fue confiar en el poderío y las riquezas de Babilonia y olvidar a Dios. Fue ante esta tentación que uno de los judíos exiliados más fieles escribió una canción (Salmo 138) que sería asumida por los poquitos que querían mantenerse fieles a las promesas de Yahvé. Este pequeño grupo se aprendió de memoria el estribillo de aquella canción: “¡Que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti, Jerusalén!  ¡Qué se me paralice la mano derecha, si Tú, mi Dios no eres el centro de mi vida!”

El texto que hoy hemos proclamado como primera lectura consiste de 3 breves versículos del capítulo 55 de Isaías. El autor bíblico le comunica a los desterrados cuál es el deseo de Dios: “Escúchenme”; “presten oídos”; “vengan a mí”; “escúchenme”—“y vivirán”. Mientras otros les decían a los desterrados que todo lo que tenían que hacer para vivir bien era escuchar y obedecer a los Babilonios y olvidar su pasado, Dios, a través del profeta, le dice todo lo contrario. La lectura termina con un consejo de mucha sabiduría de parte del profeta: “Busquen al Señor, ahora que lo pueden encontrar; invóquenlo ahora que está cerca.” O sea, mañana puede ser tarde.

La condición para tener VIDA y Vida Abundante, la condición para asegurar la FELICIDAD es escuchar a Dios y actuar según su voluntad. Muchos ayer y hoy nos intentan engañar, haciéndonos pensar que la felicidad e incluso la misma salvación se consigue con el dinero. Desgraciadamente la TV, la radio, los medios de comunicación invierten millones y millones de dólares para vender los productos de la ideología capitalista y neoliberal que nos oprimen. Tan grande es la propaganda a favor de las cosas materiales que el mensaje de Cristo no se da a conocer. La propaganda a favor de la coca cola y las hamburguesas, por ejemplo, ha llegado a lugares donde todavía no se conoce a Cristo.

ESCUCHAR a Dios significa estar atentos a todo lo que El nos quiera exigir. Escuchar en la Biblia significa acoger, obedecer, responder con docilidad. El que escucha pone atención porque quiere discernir aquello que Dios le dice. El texto bíblico está muy claro: si escuchamos, viviremos; el que no escucha muere. PERO hoy no sabemos escuchar y si escuchamos, escuchamos sin ningún discernimiento. Además hay mucha gente terca cuya  arrogancia no le permite ver más allá de sus narices. Escuchamos aquello que nos da la gana o escuchamos sólo a las personas que piensan como yo. Si el otro es diferente a mí o piensa contrario a mí, a ese NO le escuchamos –aunque Dios me quiera comunicar alguna cosa a través de él o ella.

Tampoco escuchamos lo que la Madre Tierra nos quiere decir cuando ella es agredida y violada por aquellos a quienes solo te interesan la ganancia y el lucro. Tampoco escuchamos lo que Dios nos quiere comunicar a través de los acontecimientos y las situaciones de pecado que hoy vivimos. Preferimos decir o pensar que Dios no se mete en esas cosas. Claro, eso le conviene a los inescrupulosos y a los deshonestos. La familia, la sociedad y el mundo se van deteriorando mientras que los que decimos creer en el Redentor nos quedamos con los brazos cruzados.

“Presten oídos, vengan a mí; escúchenme y vivirán” –nos dice la primera lectura. Para tener vida abundante, para tener la misma vida de Dios, es necesario centrar nuestra atención y fijar nuestra mirada en el Redentor. Cristo Redentor se nos hace cercano, nos sale al encuentro porque El quiere que todos y todas tengamos vida y vida abundante. Dios quiere que todos seamos felices. Y esa felicidad que viene de Dios no se compra. Es una felicidad que supera toda otra felicidad –y se nos da gratuitamente.

El apóstol Pablo nos dice que la redención es un derroche de la gracia de Dios sobre toda la humanidad. Jesús Redentor nos ha conquistado una salvación gratuita, que nosotros jamás merecíamos. No hay nada que podamos hacer para merecer la salvación. Se nos da de gratis –aunque todavía hay mucha gente que piensa que son sus actos de piedad, sus ofrendas y su esfuerzo personal lo que hacen la salvación posible.

Juan 3, 13-18.21: El mensaje del evangelio de hoy es sencillo y profundo a la vez. La muerte vil de Jesús fue una acción cruel de una sociedad que quería construir su felicidad a expensas de otros; de espaldas a Dios. Pero Dios nos amó tanto –a ti y a mí –que El permitió que su Hijo Único sufriera una muerte en cruz para que nosotros tuviéramos vida para siempre, pero vida abundante, felicidad plena.

Jesús asumió su pasión, su cruz y su muerte “para que no perezca ninguno de los que creen en El, sino que tengan Vida Eterna.” El evangelio insiste en que “Dios no mandó a su Hijo para condenar al mundo sino para que el mundo se salve por El. Todo el que cree en El, no será condenado.” ¡Qué mensaje esperanzador!

Dios no es como solemos pensar: alguien que está trepado en una nube espiándonos, esperando que metamos la pata para tirarnos al infierno. El Dios de Jesucristo NO lleva una lista de cada pecado que cometemos. Al contrario, prefiere ni pensar mucho en nuestros pecados. El quiere nuestra salvación y nos ofrece esa salvación a través de su Hijo de una manera gratuita. El nos llama, nos invita, nos acoge, camina con nosotros para que respondamos a su amor.

“El que cree en El, no será condenado.” ¿Qué significa CREER en el Redentor? Creer en Jesús no significa meramente celebrar actos piadosos (misas, rosarios y penitencias); ni llevar con nosotros alguna imagen religiosa. Podríamos hacer todo eso y todavía no creer en Jesús Redentor. CREER EN JESUS REDENTOR significa estar en comunión con la vida, con el  pensamiento y el mensaje de Jesús. Creer en el Redentor es vivir hoy en P. R. a la manera de Jesús: pensando… escuchando…. sintiendo  y actuando a la manera de Jesús.

¿En quién creemos?: ¿De qué hablamos? ¿A qué le dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo? ¿En qué invertimos nuestros talentos? ¿A quién apostamos? Dios siempre ha creído en nosotros. Por eso envió a Su Único Hijo. Qué esta fiesta del Santísimo Redentor, fiesta Titular de los misioneros redentoristas, nos ayude a todos a renovar nuestra fe y confianza en el Redentor.

Formato para imprimir    Comentarios al autor: magarcia@coqui.net

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Homilia XV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C

Enlace permanente 10 de Julio, 2007, 17:48

EN CAMINO

Tiempo de Pascua, ciclo “C”

 

8 de julio de 2007 XIV Domingo

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

-         1ra lect.: Dt 30, 10-14

-         Sal 68

-         2da lect.: Col 1,15-20

-         Evangelio: Lc 10,25-37

 

Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.

 

Vete haz tú lo mismo

El ritualismo y el legalismo reinaban en el tiempo de Jesús y estaban por encima de las necesidades reales del ser humano. Se hacía lo que estrictamente mandaba la Ley y se evitaba lo que esta prohibía, por encima de las situaciones particulares, que eran muy diversas, como diverso es el ser humano, según su contexto. Los especialistas en defender esta corriente eran los maestros de la Ley.

 

Precisamente fue un maestro de la Ley quien lanzó la pregunta a Jesús: ¿Qué debo hacer para ganar la vida eterna? Por el simple hecho de ser judío y además, por ser un doctor de la Ley, debía saberlo con sobrada razón. Él no se acercó porque de verdad le interesara la enseñanza de Jesús, sino porque quería probarlo.

 

Jesús le respondió con de una forma típica entre los maestros antiguos: con otra pregunta, para forzar a que el estudiante descubra por sí mismo la respuesta. Lo remitió a la Ley, pero no sólo a lo que dice la Ley, sino a la forma como el doctor la interpretaba: “¿Qué está escrito en la Ley?” ¿Qué es lo que en ella lees?”

 

El doctor hizo de manera rápida una maravillosa síntesis de los 613 preceptos promulgados por los fariseos y de los 10 mandamientos del decálogo (Dt 6,5 y Lv 19,18). Los resumió en dos: Amar a Dios y al prójimo. Jesús aprobó la respuesta y lo invitó sencillamente a hacerlo vida. Esa era y es uno de los grandes problemas de las religiones. Muchos discursos, grandes ideales, grandes sueños de amor, de fraternidad universal, pero muchas veces se quedan en buenas intenciones.

 

El doctor quería justificar su pregunta y probarlo en otra de las grandes discusiones entre los rabinos: “¿Quién es mi prójimo?”

 

Los rabinos coincidían en afirmar que todo compatriota judío era prójimo. Pero disentían en las exclusiones. Algunos aceptaban como prójimos también a los prosélitos (los no judíos que entraban en un proceso para asumir la religión judía). El no judío era considerado una ser indigno de Dios y un ser de inferior calidad frente a Dios y por lo tanto frente a ellos, que se consideraban así mismos, el pueblo elegido. El prójimo era el judío, especialmente el judío cumplidor de la Ley, pues la forma para estar cerca de Dios era el cumplimiento estricto de la Ley y la participación en el culto.

 

Jesús propuso algo distinto. A Él poco le interesaba la ortodoxia, es decir la recta doctrina, que defendían tanto los legistas. Para los doctores lo más importante era tener todo claro y sin ningún error doctrinal. Jesús se mostró más interesado en la ortopraxia, es decir, por la recta manera de actuar. Sí es importante tener cosas claras, pero no tanto para una pureza mental sino con el fin de tener una mejor calidad humana. Por eso las dos invitaciones fueron a hacer vida esa claridad mental que tenía el doctor: “Haz esto y vivirás…” “Vete y haz tu lo mismo”.

 

Jesús no respondió con argumentos filosóficos y ni siquiera con argumentos bíblicos. Respondió con una parábola que presenta a una persona necesitada. Se trataba de un ser humano cualquiera. No se dice de dónde era, cómo pensaba, qué religión tenía, cuál era su filiación política o su rol. Sencillamente alguien a quien se le había lesionado profundamente su dignidad humana; alguien que estaba medio muerto.

 

Los bandidos de ayer y de hoy no se interesan por la persona, sino por aquello que le puedan quitar para calmar una sed insaciable que nunca pasará hasta que cambien de lógica. Los bandidos son seres totalmente vacíos de sentido humano y llenos de un egoísmo que los condena a sobrevivir sembrando cizaña y recogiendo sus amargos frutos. 

 

Los tres personajes que pasaron después de los bandidos vieron al ser humano tirado en el camino. El sacerdote y el levita eran clérigos, el primero de mayor rango que el segundo. Los dos eran funcionarios del templo y se dedicaban a trabajos sagrados. Estos personajes vieron al ser humano tirado al borde del camino y siguieron de largo. Desde la parte legal no cometieron ningún error. Es posible que fueran para el templo y por lo tanto no podían tocar a un herido porque quedaban impuros y entonces no podían ejercer su trabajo.

 

La gran diferencia la marcó el tercer personaje. Este hombre hizo suyo el dolor del caído. Esa es la compasión: sentir con el otro. A los bandidos, al sacerdote y al levita, no les interesó el dolor del otro. A unos les interesó el dinero que le podían robar y a los otros les interesó cumplir con la Ley y el culto.

 

El hombre que tuvo compasión era un samaritano. Para los judíos, los samaritanos eran herejes. Un hereje es aquel que se aparta de la verdadera fe, de la recta doctrina y de la verdadera religión. Las religiones muchas veces se tornan orgullosas y prepotentes, y se atreven a decir que quienes no piensan como ellos son herejes.

 

Pues bien; este hereje no reparó si el hombre tirado al borde del camino era un samaritano, un judío, o un pagano, ni le interesó la ley de lo puro y lo impuro. No actuó movido por la ley sino por la misericordia (compasión). Vale la penar analizar con detenimiento los pasos que siguió el samaritano: a) Vio al ser humano tirado al borde del camino. b) Sintió compasión, es decir, hizo suyo el dolor del otro. Ese fue el punto de partida para marcar la diferencia. c) acercó al herido. No basta con buenos deseos; hay que actuar. d) Limpió sus heridas con aceite y vino. e) Lo montó sobre su propia bestia. Se incomodó y le ofreció lo que tenía para movilizarse. f) Lo llevó a una posada donde cuidó de él. Vemos seguidamente una buena utilización del dinero. El evangelio no está en contra del dinero sino que cuestiona cómo el ser humano vende su vida para acumularlo egoístamente. Como tenía que seguir su camino. g) Sacó lo equivalente a dos jornales y se la dio al dueño de la posada. Además le prometió pagarle a su regreso lo que gastara de más. El problema no es tener dinero sino permitir que el dinero se convierta en Señor y desplace a Dios.

 

Jesús no se detuvo en discusiones teóricas propias de los rabinos. Sencillamente lo invitó a actuar como ese “hereje” desinteresado en la ortodoxia e interesado en la ortopraxia. Lo invitó hacerse prójimo y a servir a todo aquel ser humano necesitado. Vale la pena preguntarnos cómo es nuestra vivencia religiosa. ¿Cuál es nuestro interés? ¿A que nos lleva la fe en el Dios de Jesús? ¿Estamos más interesados en la pureza ritual y legal que en el ser humano necesitado? ¿Alguna vez hemos sido indiferentes antes el dolor humano y sin embargo nos hemos acercado a al altar de Dios para presentar una ofrenda vacía de sentido? La invitación es para todos. Sabemos que el amor a Dios y al prójimo es lo fundamental: “Haz esto y vivirás…”, dijo Jesús. Sabemos que es preciso hacernos prójimos de todo aquel ser humano necesitado: “Vete y haz tu lo mismo”. Invitó finalmente Jesús al doctor, y hoy a todos nosotros.

 

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Moniciones XV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C

Enlace permanente 10 de Julio, 2007, 17:45

Moniciones para a Misa

Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

 

Tiempo Ordinario – Ciclo C

 

XV Domingo: Amar es tener y dar vida

15  de julio de 2007

Monición de entrada:

 

Hoy escuchamos en el evangelio una parábola inolvidable: el buen samaritano. Es un llamamiento al cristiano a amar a su prójimo, especialmente a los necesitados. Esto es posible porque tenemos con nosotros a Cristo, que es el principio y el fin de todo. De pie para recibir la procesión con el cántico de entrada.

 

Primera lectura: Deuteronomio  30, 10-14 (El mandamiento está muy cerca de ti; cúmplelo)

 

Este pasaje del libro del Deuteronomio es parte del último discurso de Moisés al pueblo de Israel. El pueblo será feliz, si cumple los mandamientos de Dios. Los mandamientos de Dios están impresos en el corazón de cada uno. Escuchen atentos.

 

Segunda lectura: Colosenses 1, 15-20 (Todo fue creado por Cristo y para él)

 

San Pablo usó éste himno bautismal para explicar la sublime concepción cristológica de la obra creadora y salvadora. Cristo es el comienzo y el fin de todo. Es la imagen visible del Padre y la reconciliación de todas las cosas. Pongan atención.

 

Tercera lectura: Lucas 10, 25-37 (¿Quién es mi prójimo? Parábola del buen samaritano)

 

La parábola del buen samaritano me pregunta: ¿quién es mi prójimo? ¿A quién tengo que amar? El prójimo es quien se acerca al otro. Dios nos impulsa a amar; nosotros hemos sido amados por Dios. De la misma manera, Dios espera que amemos al prójimo. De pie, por favor, para entonar el Aleluya.

 

Oración Universal:

 

Por la iglesia, para que siempre de buen ejemplo de amor, de servicio y de entrega al prójimo, Roguemos al Señor.

 

Por los que gobiernan nuestro país, para que con preferencias atiendan y resuelvan los problemas de los pobres y los marginados, Roguemos al Señor.

 

Por los cristianos, para que la caridad efectiva sea el signo perenne de nuestra fe, Roguemos al Señor.

 

Por la juventud, para que responda con generosidad a las llamadas de Cristo, Roguemos al Señor.

 

Por nosotros los aquí presentes, para que nos acerquemos al prójimo para hacer el bien, sin esperar recompensas en esta tierra, Roguemos al Señor.

 

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 545)

 

Gracias, Padre, porque en Cristo, el buen samaritano,

Sales siempre al encuentro del hombre maltrecho y caído.

Tú no nos dejas nunca solos en las lágrimas y en la noche,

Sino que nos recoges en el hogar de tus manos de padre.

Con su ejemplo nos enseño Jesús a no pasar de largo,

Ignorando al hermano necesitado que encontramos en la ruta.

 

Concédenos, Señor, imitar tu compasión y tu misericordia,

Para que, portándonos como prójimos de todo hombre y mujer

Que nos acompaña en la común travesía del desierto de la vida,

Nos entreguemos a la apasionante tarea de amar a los hermanos.

Así el amor será nuestra vida y nuestra identificación.

 

Amén.

 

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Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

 

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