Scalando : Misioneros Redentoristas

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Agosto del 2008

 

Moniciones XXIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

Enlace permanente 31 de Agosto, 2008, 8:15

Moniciones para a Misa

Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

Tiempo Ordinario – Ciclo A

XXIII  domingo: La corrección fraterna

7 de septiembre de 2008

 

Monición de entrada

Buenos días (tardes, noches).  La liturgia de este Vigésimo Tercer Domingo contempla la recuperación comunitaria del pecador mediante la corrección fraterna.  El pecado es una realidad en la comunidad cristiana; pues no es la Iglesia una asamblea de ángeles, seres impecables, sino de hombres y mujeres que, en medio de limitaciones y flaquezas humanas, caminan unidos como hermanos hacia Dios.

Ahora nos disponemos a celebrar la Eucaristía.  La presencia de Jesús se nos hará aún más fuerte, primero en la palabra que escucharemos y, segundo, en el Pan y el Vino (convertidos en su cuerpo y su sangre) que recibiremos como alimento de vida eterna.

 

Primera lectura: Ezequiel 33, 7-9 (Si no hablas al malvado te pediré cuenta de su sangre)

Es imprescindible la corrección fraterna como medio de conversión, realidad que nos anticipa el profeta Ezequiel, en esta primera lectura: “Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre”.  Cada cual es responsable de sus actos, pero quien ha recibido de Dios la misión profética tiene la posibilidad y la responsabilidad de advertir a quien comete el mal.

 

Segunda Lectura: Romanos 13, 8-10 (La Plenitud de la ley es el amor)

Hoy seguimos escuchando, como en los domingos anteriores, las exhortaciones de san Pablo a los romanos.  Escucharemos un corto pasaje donde el apóstol afirma que el amor es la síntesis de la Ley entera.

 

Tercera Lectura: Mateo. 18, 15-20 (El que quiero venir conmigo, niéguese a sí mismo)

Escucharemos un conocido texto del evangelista Mateo donde Jesús afirma su presencia en medio de los que oran y del grupo que se congrega en su nombre.  Cada vez que nos reunimos los cristianos Jesús está entre nosotros, presencia que ha de transformar nuestras asambleas y comunidades y nuestras vidas.


Oración universal



A cada petición contestaremos: Señor, transforma me vida con tu presencia

 

1.      Para que la Iglesia cumpla sin temor la misión, recibida de Cristo, de denunciar el mal, que obstaculiza el desarrollo del reino de Dios en el mundo.  Roguemos al Señor

2.      Para que cuantos ejercen cargos de responsabilidad a todos los niveles en la Iglesia, en la sociedad civil, en la familia, sepan aceptar la crítica constructiva, reconociendo los propios defectos.  Roguemos al Señor

3.      Para que los que critican los defectos de nuestra sociedad sean objetivos en sus apreciaciones, respetuosos y comprensivos con las personas.  Roguemos al Señor

4.      Para que surjan las vocaciones que necesitan la Iglesia y el mundo de hoy.  Roguemos al Señor

5.      Para que aprendamos a amarnos, corrigiéndonos fraternalmente, y así cumplamos la ley nueva de Cristo.  Roguemos al Señor

 

 

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 177)

 

Bendito seas, Dios Padre misericordioso y comprensivo,

porque donde dos o tres nos reunimos en nombre de Jesús

allí está él en medio de nosotros acompañándonos  con tu Espíritu.

Una vez más, nos reconocemos pecadores ante ti, cada uno

personalmente y todos juntos como comunidad de fe y conversión.

Con la fuerza de tu gracia y de tu amor queremos enmendarnos

y mejorar, caminando juntos como hermanos hacia ti.

 

Haz, Señor, que nos ayudemos mutuamente en este empeño

mediante la corrección fraterna que brota del amor que nos une.

Danos comprensión, paciencia, tolerancia y talante dialogal

ante los inevitables fallos humanos, propios y ajenos.

Amén.

 

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Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

Vietnam
Miles de católicos se echan a las calles en Hanoi a favor de los Redentoristas
http://www.scalando.com/Noticias/Miles_de_catolicos.htm

 

Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno.  Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.

Cadena de oración: http://www.scalando.com/orando.htm

Yo estoy siguiendo a Cristo Redentor ¿y tú? Descúbrelo: www.scalando.com

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Moniciones XXIV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

Enlace permanente 31 de Agosto, 2008, 8:07

Moniciones para a Misa

Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

 

Tiempo Ordinario – Ciclo A

 

XXIV  domingo: El perdón, actitud básica del cristiano

14 de septiembre de 2008

 

Monición de entrada

Buenos días (tardes, noches).  Nos congregamos en el nombre de Dios compasivo y misericordioso, que nos concede misericordiosamente su perdón.  Como para decirnos que, aunque sea difícil, la  cosa es posible y aun necesaria.  Somos la iglesia de los “perdonados”, llamados a convertirnos en “perdonadores”,  perdonando sinceramente “de corazón”, como veremos en el Evangelio de hoy.

Dispongámonos a celebrar con alegría la Eucaristía memorial del sacrificio redentor de Cristo, quien nos ha enseñado la compasión y la misericordia, y nos ha mostrado el amor sin límites de nuestro Padre celestial.

 

Primera lectura: Eclesiástico 27, 33-28, 9 (Perdona la ofensa a tu prójimo y serás perdonado)

El libro del Eclesiástico probablemente fue escrito a principios del siglo II a.C.  El texto es un conjunto amplio de reflexiones inspiradas en la sabiduría bíblica tradicional y especialmente destinadas a la formación de los jóvenes.  Uno de los muchos temas tratados es el del perdón.  Según el autor, la medida que cada cual use con los demás es la misma que Dios usará con él.

 

Segunda Lectura: Romanos 14, 7-9 (En la vida y en la muerte somos del Señor)

Escucharemos un breve fragmento, el último de este año, de la carta de Pablo a los cristianos de Roma.  Para el Apóstol lo que realmente cuenta es la comunión con Dios, saber que le pertenecemos, y que todo cuanto hacemos tiene y ha de tener relación con él, porque: “ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor”.

 

Tercera Lectura: Mateo. 18, 21-35 (Perdón hasta setenta veces siete)

La parábola evangélica de este domingo, ilustra la doctrina de Jesús sobre el perdón fraterno de las ofensas, que debe ser una de las actitudes fundamentales del seguidor de Cristo.  La línea narrativa es fácil de entender, pero su enseñanza es bastante difícil de practicar, sobre todo cuando la fe y el amor son débiles y, en cambio, el espíritu de venganza, el odio rencoroso y la agresividad innata en nosotros son fuertes.


Oración universal



A cada petición contestaremos: Padre, perdóname, como yo perdono

 

1.      Para que la Iglesia sea lugar de reconciliación, y así se manifieste al mundo el perdón de Dios.  Roguemos al Señor

2.      Para que sea posible lo que parece imposible: la reconciliación de unos y otros, sobre la base de la justicia, el respeto, la paciencia, el amor.  Roguemos al Señor

3.      Para que sean capaces de perdonar y olvidar los que se sienten justamente ofendidos.  Roguemos al Señor

4.      Para que los enfermos, especialmente los que se encuentran solos, puedan experimentar la alegría y esperanza de nuestra solidaridad.  Roguemos al Señor

5.      Para que imitemos a Dios, siempre dispuesto al perdón, perdonándonos nuestras ofensas.  Roguemos al Señor

 

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 180)

 

Te bendecimos, Señor Dios, porque muriendo un una cruz,

Jesús nos mostró todo el amor, el perdón y la misericordia

que abriga tu corazón de Padre hacia nosotros tus hijos.

Así hizo posible que nos perdonemos como tú nos perdonas,

es decir, sin número límite de veces ni medida para el perdón.

 

Enséñanos, Señor, a vivir según tu Espíritu cada día,

de tal suerte que nuestro perdón a los hermanos que nos ofenden

sea para los demás un signo de tu amor y reconciliación.

Así mereceremos heredar la bienaventuranza de Cristo:

Dichosos los misericordiosos que saben amar y perdonar,

porque ellos alcanzarán misericordia, amor y perdón.

 

Amén.

 

 

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Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

Vietnam
Miles de católicos se echan a las calles en Hanoi a favor de los Redentoristas
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Misioneros Redentoristas: descubriendo, siguiendo y anunciando a Cristo Redentor

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Homilia XXIV Domingo del Tiempo Ordinario ciclo A

Enlace permanente 31 de Agosto, 2008, 8:02

EN CAMINO

Tiempo Ordinario, ciclo “A”

 

14 de septiembre de 2008 XXIV Domingo

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

-          1ra lect.: Eclo 27,33 – 28,9

-          Sal 102,1-4.9-12

-          2da lect.: Rom 14,7-9

-          Evangelio: Mt 18,21-35

 

Perdonar

 

Por naturaleza, ante un mal recibido reaccionamos. Y con mucha frecuenta lo hacemos buscando la venganza y el desquite. Con ésto manifestamos el instinto animal que heredamos; instinto de conservación en principio bueno porque nos impulsa a defendernos, pero cuando éste nos lleva a agredir a quien según nuestra percepción, nos está agrediendo, nos convierte en lobos para los demás seres humanos. Así el agredido se convierte en agresor, el violado en violador, el violentado en violento… y por eso vemos cómo en muchas regiones cada día crece más ese espiral de violencia y junto con él su mortífera amenaza.

 

La primera Alianza proponía la práctica del desquite, como medio de castigo y escarmiento. Al respecto dice el libro del Génesis: “Si Caín ha de ser vengado siete veces, Lamec ha de serlo setenta veces siete” (Gen 4,24). Y el libro del Deuteronomio pide categóricamente desterrar el mal de Israel con castigos severos. Cuando alguien ha cometido un error grave: “…No te compadecerás de él sino que lo harás pagar vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie”  (Dt, 19,21). Esta práctica fue un método antiguo para escarmentar y evitar algunos excesos, pero no fue la solución completa. El juicio de la historia nos enseña que con la violencia y la venganza como solución, resulta peor el remedio que la enfermedad, pues sólo vemos más muerte, más injusticia, más dolor, más sangre y más desesperación. Son éstas por lo tanto, unas prácticas ancestrales y esclavizantes que deben ser superadas.

 

Ya Ben Sirá (1ra lect.) II Siglos a.C., con el lenguaje de la época, advirtió sobre los peligros que para la salud humana traían el furor y la cólera, la venganza y el desquite, y la incoherencia que representaba guardar rencor y hacer oración: “¿cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?” (Eclo 28,3).  El rencor se devolverá al rencoroso, la venganza al vengativo, el perdón al que perdona, como dijo Pablo: “El que siembra generosamente, generosamente recogerá”. Jesús avanzó al proponer el perdón por encima de la misma tradición y de la ley mosaica, estableciendo otro tipo de justicia. Si por muchos años los seres humanos hemos buscado la venganza y hemos visto sus estragos, ahora necesitamos romper la historia, cambiarle el rumbo y encontrar otra solución: el perdón.

 

Todos necesitamos reconocer nuestra naturaleza frágil, tendiente a la venganza, al odio y al desquite amargo, más cuando en algún momento hemos actuado con violencia. Necesitamos experimentar el amor sanador de Dios que restaura nuestra naturaleza desintegrada por las fuerzas oscuras, y convierte nuestras fuerzas naturales, en una energía transformadora, no violenta, capaz de brindar amor, perdón y reconciliación. Dios ofrece su perdón a todo mundo, pero sólo la persona que acepte su error, confiese su culpa y se disponga a cambiar, puede ser perdonada. Así mismo, solo la persona que ha aceptado humildemente el perdón de Dios puede perdonar.

 

El siervo inmisericorde de la parábola evangélica, imploró piedad y tiempo para pagar una deuda que era impagable,  (10.000 talentos equivalente a 100 millones de denarios, una cifra exorbitante, como la deuda de un país entero). Su amo, actuando con misericordia, no le dio plazo para pagar la deuda, porque sencillamente era imposible pagarla sino que la perdonó. Pero ese mismo siervo, débil, sumiso y suplicante con el amo, frente a un compañero suyo que le debía sólo 100 denarios, una cifra ínfima comparada con la de él, no tuvo piedad y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara todo. En el fondo el siervo no recibió el perdón, porque el amo se lo ofreció, pero por su actitud se hizo indigno de él; no vivió ni aprendió de la misericordia y la bondad, fue incapaz de comprender la nueva justicia, por lo tanto no pudo perdonar ni ser perdonado, pues como dijo S. Francisco de Asís, “es perdonando como soy perdonado”.

 

¿Setenta veces siete significa permitir que nos maltraten y jueguen con nosotros, que violen nuestros derechos y se queden con lo nuestro? ¿Debemos invitar a las víctimas de las injusticias a callar ante las tremendas violaciones que les han propinado y les siguen propinando sus verdugos? ¡De ninguna manera! Así como en la parábola la ausencia de cambio y la utilización del perdón para abusar, merecieron la reacción fuerte del amo, en nuestra vida no podemos permitir los abusos. Setenta veces siete significa plenitud, perfección. Siempre hay que perdonar, dar oportunidad para el cambio, nunca guardar rencor, ni acudir a la violencia para exigir justicia; pero así mismo, es deber nuestro evitar que el mal y el atropello a la dignidad humana reinen en nuestro mundo, eso no sería perdón, sino un engaño más en nombre de Dios.

 

Después de las dictaduras militares de los años setenta y ochenta dadas sobre Brasil, Argentina, Chile y otros países latinoamericanos, se dictaron leyes  de amnistías, perdón y olvido, “obediencia debida”, o “punto final”. Los golpistas y sus cómplices, responsables por miles de muertos, desaparecidos y desterrados en cada uno de estos países, se autoperdonaron, burlándose de la justicia y de la verdad. Pero sin verdad y justicia, las heridas causadas por la represión en muchos hogares y comunidades no pueden cerrar. Por eso la voz de Dios tiene que ser escuchada en el la voz de quienes claman justicia: “¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano clama a mi, desde la tierra” (Gen 4,10).

 

Afortunadamente en algo ha madurado la humanidad: Algunos organismos internacionales se han mostrado solidarios al investigar al “invencible” general Pinochet y a sus compinches. En Argentina, el Tribunal Supremo declaró nulas por inconstitucionalidad las leyes de obediencia debida y punto final. La Corte suprema de México declaró no prescrito el delito del expresidente Echeverría, por genocidio en la matanza de estudiantes de 1971.

 

Esperamos que en Colombia también intervengan los organismos nacionales e internacionales. Dicho país vive la crisis humanitaria más fuerte de América Latina y una de las más fuertes del mundo. Millones de colombianos sufren cada día la violencia a manos de guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, delincuencia común e incluso por parte de algunos miembros de la fuerza pública. Miles de civiles y militares padecen cruelmente un secuestro extorsivo o político en los campos de concentración de las autodenominadas Fuerzas Armadas de Colombia (FARC), del Ejército de Liberación Nacional (ELN) o de las demás fuerzas delictivas. Así mismo, miles de trabajadores, microempresarios e incluso grandes empresas son extorsionadas.

 

Algunos jefes paramilitares, responsables de miles y miles de crímenes, desmovilizados gracias a la mano grande del presidente y su Ley de “Justicia y Paz”, fueron extraditados a Estados Unidos donde serán juzgados por narcotráfico, sin contar las víctimas que dejaron a su paso. Antiguas y nuevas estructuras paramilitares, que en los informes oficiales figuran acabadas, siguen mandando en las regiones, donde manejan a su antojo las alcaldías, los concejos, las asambleas y jugosos presupuestos municipales y departamentales.

 

En sus feudos de más de un millón de hectáreas de las mejores tierras, conseguidas a sangre y fuego, desarrollan macroproyectos de ganadería, palma de aceite y otros cultivos. Los más de tres millones de campesinos desplazados, legítimos dueños de dichas tierras, deambulas famélicos por las calles de las ciudades mendigando un trozo de pan. Para colmo, muchos de los recursos destinados para “auxiliar” a los desplazados, están siendo manejados por los mismos corruptos de siempre que se embolsillan gran parte de los dineros.

 

¿Debemos perdonarlos? Sí claro, perdonarlos, o sea liberarnos del odio, del rencor, de la rabia contenida, y del nudo en la garganta. Tenemos que dar un no rotundo a la venganza, que convierte al oprimido en opresor,  a la víctima en victimario, pero perdonar no es equivale a aceptar la injusticia, tenemos que dar un no rotundo a la opresión signo de un mundo dominado por el mal. El perdón no es una ideología alienante e inmovilizadora, es una energía transformadora y constructora del Reino por medios pacíficos. “El perdón pasa por la lucha, la denuncia y la crítica, pero conlleva como criterio interno  de eficacia, la voluntad de superar concretamente el circulo vicioso  del desquite amargo y de afirmar el paso a una nueva justicia, capaz de establecer una reconciliación sobre nuevas bases entre personas y grupos. El perdón manifiesta la esperanza fundada de que quien hizo el  mal salga, se libere de la lógica del mal en que por el momento se encuentra prisionero y acceda así a una opción más humana”.[1]

 

No vamos a ser felices, ni a ser “levadura en la masa”, si guardamos rencor, odiamos y buscamos venganza. Pero no podemos construir el Reino a costa de renunciar a nuestros derechos, éso es totalmente contrario el Proyecto de Jesús. El perdón es un acto de libertad, implica la búsqueda de justicia y la ruptura del mal desde otra lógica: a fuerza del bien. Perdonar es atacar el mal en cuanto mal y no tanto al ser humano víctima del mal, es crear otra relación y hacer de esta forma que el mal no tenga la última palabra. Jesús, que vivió una profunda relación con el Padre, que experimentó su amor, su perdón y tuvo la capacidad de decidir en el patíbulo de la cruz: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”, nos dará la gracia para hacer del perdón una realidad dinámica, plenificante y transformadora en nuestra vida.

 

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Miles de católicos se echan a las calles en Hanoi a favor de los Redentoristas
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[1] ECHEGARAY Hugo, La práctica de Jesús, Salamanca 1.982. 218-219

Misioneros Redentoristas: descubriendo, siguiendo y anunciando a Cristo Redentor.

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Homilia XXIII Domingo del Tiempo Ordinario ciclo A

Enlace permanente 31 de Agosto, 2008, 7:57

EN CAMINO

Tiempo Ordinario, ciclo “A” 

7 de septiembre de 2008 XXIII Domingo

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

-          1ra lect.: Ez 33,7-9

-          Sal 94, 1-2.6-9

-          2da lect.: Rom 13,8-10

-          Evangelio: Mt 18,15-20

 

A nadie le deben nada, mas que amor

¡AMOR! Que palabra tan grande, tan significativa, tan sublime y tan profunda, pero también tan manipulada. A nombre del amor se engaña, se estafa, se hacen quebrar empresas, se mal forman hijos, se pierden batallas… en fin, se malogran vidas. El amor del que habla Pablo, nada tiene que ver con el engaño utilizado para fundamentar actitudes egoístas, pues con mucha frecuencia el egoísmo hace sus estragos, con el ropaje del amor. Pablo habla del amor que hace crecer, que genera vida, aunque a veces no sea tan romántico e implique actitudes impopulares. Es popular dejar que los hijos hagan lo que quieran, o como dicen, que sean ellos mismos, auténticos y originales. ¿Originales? ¿Auténticos? ¡Cómo no! Ellos necesitan los espacios necesarios para que descubran el mundo, sus oportunidades y amenazas, para que adquieran responsabilidad y seguridad en el continuo despliegue de sus vidas. Pero eso no equivale a tener con ellos una laxitud que genere indisciplina porque, con el cuento de ser  buena gente, buenos padres, buenos profesores, buenos líderes, podemos hacer mucho daño y malograr muchas vidas.

 

Cierto que el amor debe ser nuestra única norma, pero se debe tener muy claro de qué amor se trata para no confundirlo con lo que no es. El amor verdadero genera vida y conduce a la plena felicidad. El amor debe manifestarse en la ternura, en el abrazo, en la bienvenida y en la sonrisa sincera, en la lágrima de la despedida y en el beso cálido, pero también en la exigencia, en la disciplina y en la corrección firme cuando sea necesaria. 

 

Las lecturas de hoy  nos ubican en la vivencia del amor como manifestación de una fe auténtica. Seguir o no el camino de fe propuesto por Jesús es una opción personal; pero la aceptación de dicho camino de fe implica la disposición de vivirlo en comunidad. Cristianismo e intimismo, cristianismo e individualismo se repelen por naturaleza. El camino de fe propuesto por Jesús se realiza en comunidad, en Iglesia, entendida ésta como un organismo vivo compuesto de muchos miembros unidos por el amor. Por esto para quien sigue el camino de Jesús no cabe aquella respuesta de Caín: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”  (Gen 4,9). Según la enseñanza de nuestra fe, sí somos guardas de nuestros hermanos.

 

La primera lectura de Ezequiel nos presenta la responsabilidad del profeta con respecto a su pueblo. El profeta debe ser el vigilante de sus hermanos, no porque sea un chismoso sino porque debe alertarlos y prevenirlos. Debe permanecer con los oídos bien abiertos y los ojos bien despiertos para escuchar y ver los peligros que acechan a su comunidad. Ezequiel lo vivió durante el exilio de su pueblo en Babilonia, nosotros debemos tenerlo en cuenta durante toda nuestra vida. Como padres, como hermanos, como líderes de una comunidad, como seguidores de Jesús, porque debemos ser corresponsables unos de otros: “si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su muerte” (Ez 33,8)

 

No se trata de imponer a los demás nuestros criterios, para que ellos hagan las cosas tal y como nosotros quisiéramos que las hicieran, porque ellos deben descubrir y realizar su propio camino y, además, porque nuestro punto de vista puede ser errado. Por momentos hay que guardar silencio, no se trata de gritar a los cuatro vientos, o de formar un escándalo por el error de una persona. Pero el excesivo silencio nos convierte en cómplices de nefastas consecuencias para las personas, las familias o las comunidades.

 

Cuando ya han ocurrido los fracasos, cuando ya el joven está en la droga o en el alcoholismo…  cuando ya el marido obsesivo compulsivo mató a su mujer… cuando ya la empresa está quebrada… entonces es que muchas personas empiezan a decir: “Yo si sospechaba que algo raro estaba pasando”, “ah, si hubiera hecho”, “si hubiera dicho”, “si hubiera enfrentado la situación…” ¿Pero ya para qué?

 

Tampoco se trata de murmurar sino de ayudar a tomar conciencia del error. La murmuración destruye, la observación fraterna impulsa, promueve y construye. Para hacer a un hermano una observación fraterna no se necesita ser perfecto, se necesita mucha humildad y un amor profundo por la otra persona, por la familia o la comunidad; un amor que toma el riesgo de hacerse impopular, e inclusive de hacerse odiar. Se necesita hablar con pedagogía, respeto y creatividad,  pero frentera y directamente.

 

Esa es una tarea nuestra como padres, como líderes de una comunidad, como discípulos de Cristo, como Iglesia profética. Es cierto que como Iglesia otrora cometimos errores al anatemizar (maldecir, condenar). Los documentos oficiales de hace unos años, sobre todo los de antes del Concilio Vaticano II, estaban llenos de anatemas, pero eso no significa que ahora tengamos que callarnos totalmente. Afortunadamente los documentos de la jerarquía eclesiástica, así como los sermones de predicadores y predicadoras, las clases en colegios y las catequesis en general, han cambiado de lenguaje; ahora son más respetuosas e iluminadoras, pero no pueden ser menos analíticas y proféticas, como manifestaron los obispos reunidos en Puebla: “no reivindicamos ningún privilegio para la Iglesia, respetamos los derechos de todos y la sinceridad de todas las convicciones en pleno respeto a la autonomía de las realidades terrestres. Sin embargo, exigimos para la Iglesia el derecho de dar testimonio de su mensaje y de usar la palabra profética de anuncio y denuncia en sentido evangélico, en la corrección de las imágenes falsas de la sociedad, incompatibles con la visión cristiana” (P 1212-1213).

 

Antes de hacer la corrección debe haber certeza de que el hermano realmente está cometiendo un grave error. No se trata de molestarle la existencia a las personas, porque como bien decía el teólogo moralista Sabatino Mayorano: “La gente ya la tiene suficientes problemas como para que nosotros le amarguemos más la vida con nuestros moralismos”.

 

Para corregir fraternalmente a una persona, el evangelio propone la siguiente pedagogía: Primero se llama a solas y se le dirige la observación. Se busca hacer que la persona piense, reflexione y descubra su error para que luego opte por un camino distinto y mejore su vida. Si se logra el objetivo, demos gracias a Dios: “Hemos salvado al hermano”.

 

Si no se logra el objetivo, la observación será dirigida por parte de dos o tres personas para que quien es objeto de la corrección descubra que no se trata de envidias o ganas de molestar, sino de verdaderos problemas que pueden malograr su vida, su familia o su comunidad. Si se logra el objetivo, demos gracias a Dios: “Hemos salvado al hermano”.

 

Si todavía no se logra el objetivo se debe recurrir a la comunidad para que la persona sienta un peso mayor, reflexione y cambie de actitud. Si se logra el objetivo, demos gracias a Dios: “Hemos salvado al hermano”. Si no se logra el objetivo la comunidad tiene el derecho y él deber de excluirlo. Esto es válido tanto para los amigos, para las empresas, para la Iglesia universal y como para la Iglesia doméstica, o sea la familia.

 

Vemos cómo a muchas personas se les brindan todas las posibilidades para que mejoren pero no lo hacen. Hay quienes que no quieren trabajar, no quieren estudiar, no aportan, pero exigen todo. Hay personas con vicios graves como la pereza, la infidelidad, la drogadicción o el alcoholismo, y que aún brindándosele todos los medios profesionales, afectivos y todo el apoyo, no ponen de su parte para regenerarse.

 

Según el Evangelio y la opinión de muchos psicólogos y psiquiatras, a estas personas hay que cerrarles las puertas, excluirlas del círculo de amigos, de la comunidad, de la familia, de la iglesia, para obligarlas a pensar y optar por un camino distinto. Excluirlas no es condenarlas, puede ser el último recurso para que recapaciten, sabiendo que las puertas las encontrarán abiertas si de verdad quieren ser mejores seres humanos.

 

Si se trata de personas con graves problemas mentales y sin la capacidad suficiente para reflexionar, reconocer sus errores y cambiar, según sea el diagnóstico médico especializado, se debe buscar una clínica psiquiátrica para tratarlas más de cerca y evitarle problemas a la sociedad, porque pueden ser un peligro. Y de estos locos hay muchos sueltos en nuestras calles y tal vez en nuestras casas o comunidades.

 

Recordemos que todos debemos tener la disposición tanto para hacer una observación fraterna a un hermano nuestro como para que nos la hagan y sigan con nosotros el mismo conducto regular. Todo esto nos debe llevar a formar una iglesia en comunión de Amor, con espacios para celebrar, orar y reconciliar. Espacios en los cuales se desaten las cadenas del pecado y de la muerte que habitan en nosotros y tengamos la oportunidad de experimentar a Cristo como salvador, que se hace presente cuando dos o más (comunidad) nos reunimos en su nombre.

 

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Miles de católicos se echan a las calles en Hanoi a favor de los Redentoristas
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Misioneros Redentoristas: dando la vida por la Abundante Redención

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Moniciones XXII Semana del Tiempo Ordinario Ciclo A

Enlace permanente 25 de Agosto, 2008, 17:17

Moniciones para a Misa

Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

Tiempo Ordinario – Ciclo A

XXII  domingo: Comunión de destino con Cristo

31 de agosto de 2008

Monición de entrada

Buenos días, tardes, noches.  Hoy  el Señor nos invita a celebrar la eucaristía de una manera muy particular.  Como antesala, te presenta la palabra que quiere movernos a definir nuestra vida de cristiano.  Sin rodeo te pide que lo sigas y cambies tus prioridades, ayudando a tu prójimo, para que te acerques mas a lo que Dios quiere de ti.  Acepta esta invitación a ser diferente.  De pie para recibir al celebrante con el cántico de entrada.

 

Primera Lectura: Jeremías 20, 7-9 (La palabra del Señor se volvió oprobio para mí)

Desde muy joven, Jeremías tuvo la encomienda de anunciarle a su pueblo la violencia y destrucción que sufrirían por desobedecer a Dios.  Se lamenta por que no le hacen caso y se burlan de el.  Su expresión de hoy también aplica  a nosotros y nos invita a que actuemos diferentes y aceptemos su mensaje de conversión ante el llamado de Cristo.

 

Segunda Lectura: Romanos 12, 1-2 (Ofrézcanse ustedes mismos como sacrificio vivo)

San Pablo, nuevamente, nos ofrece otra alternativa para vivir en Cristo.  Es una invitación a realizar algo distinto que nos producirá una renovación a la vida de cristiano que llevamos.  Acepta la exhortación del apóstol y empieza a vivir de forma diferente de la mano de Jesús.

 

Tercera Lectura: Mateo 18, 15-20 (Si te hace caso ha salvado a tu amigo)

San Mateo, en el evangelio de hoy, nos presenta nuevamente a Jesús; y a Pedro que trata de disuadir a Cristo de la misión del Padre.  Jesús, le reprocha su actitud, como una egoísta y humana.  Y nos lanza un reto, que lo sigamos, renunciando a nuestras comodidades y placeres para servir al prójimo.


Oración universal



A cada petición contestaremos: “Acepto tu voluntad, Señor”


1. Por la Iglesia, el Papa N, los obispos, presbíteros, y diáconos, religiosos y religiosas, para que lleven el mensaje de salvación a todos los pueblos.  Oremos…

1.      Por los gobernantes de todas las naciones, para que ellos también sientan el llamado cristiano y actúen con justicia con sus pueblos. Oremos…

2.      Por los enfermos, los marginados, los ancianos, para que el Señor toque la fibra interna de nuestro corazón y nos estimule a ayudar a los más necesitados. Oremos…

3.      A ti que compartes este momento de recogimiento en el Espíritu, para que escuches el llamado de Cristo y des ese primer paso al frente. Oremos…

 

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 174)

 

Te bendecimos, Padre, porque Cristo nos llama hoy a todos

A su seguimiento mediante una ascesis alegre y liberadora.

Jesús mismo nos precedió y nos mostró con su ejemplo que la vida

Brota pujante de la abnegación, la renuncia, la cruz y la muerte.

Así somos invitados por Jesús a participar en su destino.

 

Tú, Señor, nos quieres libres para amar sin medida.

Concédenos Seguir a Cristo incondicionalmente en todo momento,

Sin claudicar ante la dificultad y la incomprensión.

Ayúdanos a hacer nuestros sus criterios y actitudes

Para asimilar y vivir alegres el espíritu de las bienaventuranzas,

Y poder participar un día de su condición gloriosa.

 

Amén.

 

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Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

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Homilia XXII Domingo del Tiempo Ordinario ciclo A

Enlace permanente 25 de Agosto, 2008, 17:11

EN CAMINO

Tiempo Ordinario, ciclo “A” 

31 de agosto de 2008 XXII Domingo

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

-          1ra lect.: Jer 20,7-9

-          Sal 62, 2-6.8-9

-          2da lect.: Rom 12,1-2

-          Evangelio: Mt 16,21-27

 

Imperativo ético religioso: en el mundo antiguo había “profetas” pagados por el rey, para que le dieran consejos, lo adularan e informaran al pueblo acerca de las maravillas del monarca. Por otro lado aparecían profetas de la desgracia que andaban infundiendo miedo, preconizando catástrofes a granel, a causa de los pecados de los hombres. ¿Dónde ubicamos a los profetas de la tradición bíblica? En ninguno de los anteriores.

 

El objetivo de los profetas de Yahvé no era hacer temblar la tierra para infundir miedo a las masas ignorantes. No se era profeta de Yahvé por profesión o sueldo, sino por obligación. ¿Por qué? ¿Acaso Dios obliga a alguien? No, pero cuando una persona llega a una profunda madurez de conciencia, en términos puramente humanos o en términos de fe, le es imposible comulgar con la injusticia, ser testigo de la corrupción o de la explotación y quedarse callado. Le es imposible ver caras cabizbajas, tristes y desanimadas, y no anunciar que es posible construir otro mundo con el esfuerzo de todos y la gracia de Dios. Para la persona con sensibilidad humana, y además, con una fe profunda en el Dios de la vida, el profetismo se convierte en un imperativo ético, sin el cual no se puede vivir la fe y en últimas, no se puede vivir.

 

Como su ministerio le trajo burlas, maltratos y persecuciones, no sólo por parte del poder, sino de su misma gente, Jeremías se quejó ante Dios. Su reclamo llegó casi a la blasfemia: “¡maldito el día en que nací!, ¡el día que me dio a luz mi madre, no sea bendito…!”(20,14).  Él no fue profeta por profesión, no tuvo sueldo por anunciar y denunciar; fue su sensibilidad humana la que le hizo ver la situación y por tanto la necesidad, y fue su conciencia la que no le permitió escapar: “me sedujiste Señor y me dejé seducir, me forzaste y me pudiste. He sido la irrisión cotidiana, todos me remedaban. Pues cada vez que hablo es para gritar: ¡atropello!, y para gritar: ¡expolio!... Yo decía: no volveré a recordarlo, ni hablaré más en su nombre. Pero había en mi corazón algo como fuego ardiente prendido en mis huesos, y aunque yo trabajara por ahogarlo no podía” (20,8-9).

 

“Amigos, la situación es bastante dura, hay que ser muy claros, si nos quedamos aquí corremos un inminente peligro. Ustedes verán qué hacen, los dejo en libertad, yo, por mi parte no podría en conciencia volver a ejercer la medicina si ahora me voy de aquí” (Médico director de un hospital en África central, ante una epidemia de Ébola – Revista Sin Fronteras)

 

¿Será que esta experiencia de Jeremías se queda solamente para personajes anómalos interesados por el bien común, enfermos de un síndrome “rarísimo” que se manifiesta con un fuerte y desesperante dolor en las entrañas ante el sufrimiento ajeno, llamado por los especialistas splagnisomai o sea en castellano: misericordia o compasión? O, ¿será cierto que por el Bautismo todos somos profetas y que por ser seguidores de Jesús nuestros actos humanos deben estar movidos por la misericordia, como lo hizo Él?

 

Tomar la cruz: Que Jesús tuviera la claridad de conciencia mostrada por los evangelistas, es decir, que supiera lo que iba a suceder con toda lucidez: pasión, muerte y resurrección, es algo que discuten hoy los exegetas. Lo más posible es que Él no haya tenido esa claridad de lo porvenir.

 

Se trata con más probabilidad de un texto elaborado por los evangelistas a la luz de la Pascua. Pero pensar que Jesús esperara en Jerusalén todas la puertas abiertas y la mejor disposición por parte de los detentores del poder, sería creerlo tonto. Con toda seguridad, él supo que no iba a ser fácil el encuentro con los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, es decir, el poder religioso y político.

 

Por naturaleza el que tiene el poder no lo quiere soltar, el que no tiene problemas, porque la pasa bien, así el mundo se muera de hambre, no quiere que las cosas cambien; o ¿será que los países ricos quieren de verdad que la situación del planeta cambie? La última reunión del G8 nos muestra todo lo contrario. Estos países no tienen la más mínima voluntad política para que se acabe de verdad el hambre, la miseria y la indignidad con la que sobreviven muchos seres humanos. Se reúnen supuestamente para estudiar la forma de cambiar el mundo, pero con estos colosos pasa lo que, según mi abuela, pasa con las gallinas viejas: “cacarean mucho, pero no ponen huevo”.

 

Así mismo, muchos de nuestros países y regiones están dominadas por familias que día a día saquean miserablemente a nuestra gente, aunque tengan el descaro de caminar orondos ante los medios de información y de presentarse ante el público como los honorables concejales, alcaldes, ministros, gobernadores, senadores o presidentes. Como los empresarios exitosos, los presidentes o directores ejecutivos de fundaciones sin ánimo de lucro creadas con una la facha humanista pero lo que les interesa es evadir impuestos. Pero en fin, como dijo Einstein: “no podemos enseñarle a un gato a que no cace pájaros”.

 

Jesús conocía la humanidad. Por eso les dijo a sus discípulos que no la iban a tener fácil en Jerusalén. Sabía que el poder cuando se siente tocado reacciona de manera brutal y se lleva a su paso todo lo que encuentra, como bien lo representa el libro del Apocalipsis (Cap. 12).

 

Hemos dicho muchas veces que Jesús fue continuador de la Tradición  Deuteronomista y Profética del A.T. Como tal, asumió el compromiso de Jeremías (1ra lect.). El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en camino a Jerusalén, consciente del inminente peligro, pero incapaz de ser indiferente ante la deplorable situación que vivía su pueblo, dominado por falsos pastores.

 

El demagogo (de derecha, izquierda o centro), a diferencia del verdadero líder, con tal de ganar adeptos, resalta sobremanera las cualidades del pueblo, adula a los ciudadanos por su cultura, su inteligencia o su historia. Promete la soluciones a los problemas, el progreso de los pueblos, y hasta redención y vida eterna si el ambiente se lo permite, todo ello sin compromiso alguno.

 

A Jesús no le interesaron mucho “las encuestas”, la fama o el qué dirán. Él no fue un demagogo, ni engaño a nadie; por el contrario, siempre fue muy claro con sus seguidores y les hizo ver lo que les iba “pierna arriba”. Les dijo que en Jerusalén tendrían serios problemas y que existía la posibilidad de la muerte ya que esa había sido la suerte de muchos profetas. Pero a pesar de todo debían seguir su marcha como un compromiso con Dios y con sus hermanos. Pedro, como representante de sus discípulos, con la visión de un mesianismo político militar victorioso, sintió miedo y decepción. Todos querían cambiar de status y ya se veían como los ministros del nuevo Rey de Israel.

 

Jesús, aunque tuvo la tentación del poder (Mt 4,8-11), optó por el servicio. Sí, quería la victoria, pero no la victoria de unos sobre los otros. No pretendió voltear la torta para que otros tomaran el puesto de gobernantes y siguieran con los mismos vicios. Quiso no solo el cambio de las estructuras sociales, sino el cambio de toda la persona, pues no se puede buscar la transformación de las estructuras sociales sin antes transformar las estructuras internas del individuo. Si no superamos los traumas, incoherencias, egoísmos, y demás taras personales, la transformación social se convierte en otra esclavitud y por tanto en una decepción más en nombre de la libertad. ¡Cuántas revoluciones hemos tenido a lo largo de nuestra historia y cuántas decepciones se han llevado las personas y los grupos humanos por cuenta de quienes han prometido la transformación total!

 

Jesús sabía con seguridad que su propuesta no iba a ser fácil, pues encontraría la oposición no solo de los poderes sino de sus mismos discípulos, que ya se veían reinando sobre las doce tribus de Israel. Por eso a Pedro lo llamó Satanás pues no pensaba como Dios sino como los hombres, deseosos de poder, dinero, etc., y a todos los invitó a seguirlo con unas condiciones muy concretas: negarse a sí mismos, que no equivale a negarse como personas, sino a los intereses egoístas y altaneros que habitan en el interior de todo ser humano. Cargar con la cruz, es decir, asumir la vida tal como viene, aún con los momentos duros, contando con la posibilidad del fracaso y la muerte, pues así como a la tierra prometida se llegó sólo atravesando un inmenso desierto, a la resurrección se llega sólo cargando la cruz, entregando la vida, poniéndola al servicio. Sin lugar a dudas, esa será la mejor ofrenda para el Señor: nuestros cuerpos como hostia vivas, santa y agradable a Dios (2da lect.). sin lugar a dudas ahí está también nuestra razón de ser como cristianos y como seres humanos, pues “una vida sólo vale la pena si se vive en aras de otros... Una vida encaminada fundamentalmente a la satisfacción de anhelos personales, tarde o temprano conduce a una amarga desilusión”. (A. Einstein). 

 

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Moniciones XXI Semana del Tiempo Ordinario Ciclo A

Enlace permanente 17 de Agosto, 2008, 7:49

Moniciones para a Misa

Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

Tiempo Ordinario – Ciclo A

XXI  domingo: Las preguntas de Jesús

24  de agosto de 2008

Monición de entrada

Buenos días, tardes, noches.  Nos encontramos en el Vigésimo Primer Domingo del tiempo ordinario del ciclo A.  Nos hemos reunido en nombre del Jesús que nos congrega para orar y celebrar la Eucaristía.  Estamos aquí porque Dios mismo nos llama y conduce nuestros pasos hacia él y si hemos llegado hasta aquí es porque queremos una vez más reafirmar nuestra fe en Jesús, el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios vivo.


Isaías 22, 19-23 (Colgaré de su hombro la llave del palacio de David)

Escucharemos un pasaje del libro del profeta Isaías.  Éste se lee por el simbolismo de las llaves, como ilustración de los poderes que Jesús confía a Pedro, como fundamento de la Iglesia, en respuesta a la confesión de fe que Pedro ha sido el primero en formular, tal como nos contará el Evangelio.


Romanos: 11, 33-36 (El origen, guía y meta del universo)

Hoy seguimos escuchando fragmentos de la carta a los romanos.  San Pablo expresa su admiración ante la inmensidad de la riqueza, la sabiduría y el conocimiento de Dios.  Más que admiración, estas palabras buscan reafirmar que la salvación es un don gratuito de Dios.  Que nos llega por medio de Cristo Jesús, y de manera extraordinaria, sorprendente e inesperada.


Mateo: 15, 21-28 (Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo)

Jesús hoy nos sorprende con una clara y directa pregunta: ¿quién dicen que soy yo?  Pedro tomó la palabra y en nombre de todos dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”.  Luego de esa profesión de fe, Pedro es objeto de una promesa formal por parte de Jesús: “Tú eres Pedro, y sobre esa piedra edificaré mi Iglesia”.  Te daré las llaves del reino de los cielos.  Esto significa la autoridad y el gobierno de la casa, con poder para atar y desatar.

 

Oración universal


A cada petición contestaremos: “Señor, creo, pero aumenta mi fe”

 

  1. Por el Papa, sucesor de Pedro, que ha recibido de Cristo la misión de guardar la unidad de la Iglesia y confirmar en la fe a sus hermanos, oremos

  2. Por los que legislan, gobiernan y juzgan en la sociedad, investidos de poderes, para mejor servir a sus pueblos, oremos

  3. Por los que admiran a Jesús de Nazaret, como hombre excepcional, y no han recibido el don de la fe en Cristo, el Hijo de Dios vivo, oremos

  4. Por las naciones de nuestro continente, para que haya paz y bienestar para todos los que aquí vivimos y justicia y libertad para todos los pueblos de la tierra, oremos

  5. Por el próximo Sínodo Ordinario de los Obispos, que se celebrará en Roma en el mes de octubre, para que ayude a fortalecer la fe en Jesús, oremos

  6. Por nosotros, por nuestros familiares y amigos, por nuestros vecinos y compañeros de trabajo, para que como Pedro profesemos la fe en Jesucristo, oremos

 

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 171)

 

Señor Jesús, también hoy nos preguntas a nosotros:

¿Quién dicen que soy yo? O mejor: ¿Quién soy yo para ustedes?

En medio de un mundo que prefiere ídolos y promesas de engaño

te confesamos hijo de Dios y único salvador del hombre.

¿A quién otro podemos seguir, Señor, que no nos defraude?

Solamente tú tienes palabras y hechos de vida eterna.

 

Te creemos resucitado y vivo en el mundo, hoy como ayer,

Y estamos seguros: vives en nosotros por medio de tu Espíritu.

Concédenos conocerte a fondo por la fe, la amistad y la oración;

y haz que, queriendo a nuestros hermanos, nos entreguemos

a la fascinante tarea de amarte apasionadamente.

 

Amén

 

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Homilia XX Domingo del Tiempo Ordinario ciclo A

Enlace permanente 14 de Agosto, 2008, 12:43

EN CAMINO

Tiempo Ordinario, ciclo “A”

 

17 de agosto de 2008 XX Domingo

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

-          1ra lect.: Is 56, 1.6-7

-          Sal 66, 2-3.5-6.8

-          2da lect.: Rm 11,13-15.29-32

-          Evangelio: Mt 15,21-28

 

 

Apertura

 

Isaías: La multiplicidad ideológica que tiene la literatura bíblica es un testimonio de tolerancia. Es interesante ver cómo dentro de un mismo libro, que para nosotros como creyentes es Palabra de Dios, se encuentran distintas concepciones sobre la vida, la sabiduría, el placer, el dolor, el Estado, e incluso sobre el mismo Dios. Tenemos muchos testimonios al respecto: Las tres manos literarias que escribieron el Pentateuco[1] (Sacerdotal, Yavista y Deuteronomista), manejan cada una su experiencia de Dios, su concepción de la historia, sus tradiciones, sus ritos, etc. Aunque son distintas, las tres se encuentran en un mismo libro y se complementan. Encontramos los libros como La Sabiduría, El Eclesiástico y Los Proverbios, que exaltan y promueven la sabiduría, el trabajo, la familia, la fe, las tradiciones, etc., e invitan a confiar en Dios que retribuye con bendiciones al que le es fiel. Pero encontramos otros libros como El Eclesiastés y gran parte Job, que todo lo cuestionan y ponen en entredicho lo que tanto resaltan los otros libros sapienciales.

 

Al volver del exilio en Babilonia después de 49, todos en Israel querían reconstruir el país. Pero no todos buscaban la reconstrucción de misma manera. Unos cuantos entre los cuales estaban Esdras y Nehemías (libro canónico del A.T.), lo hacían centrados en las instituciones, (templo, palacio-monarca, ejército), en la rigidez de la ley y en la pureza de la raza.  Otros, de línea profética como Zacarías y los discípulos de Isaías (lo que llamamos el Tercer Isaías, 1ra lect.), le apostaron a una reconstrucción basada en valores pluralistas, universales y ecuménicos, donde lo fundamental no fueran los ritos o las construcciones majestuosas, sino guardar el derecho y practicar la justicia. Estas dos ideologías se dieron en su momento y fueron consignadas por las Sagradas Escrituras.

 

Históricamente se impuso el nacionalismo extremo de Esdras y Nehemías: se construyó el templo, se expulsó de la comunidad judía a los samaritanos por considerarlos herejes, y se tomaron otras medidas excluyentes que algunos líderes y gran parte del pueblo aprobaron en su momento.[2]

 

Mucha agua ha corrido bajo el puente desde aquella época tanto en el plano mundial como en el interior de nuestra Iglesia, en la cual ha dominado la corriente centralista. Aunque hoy soplan vientos oscurantistas en muchas partes del mundo, la profecía de Isaías sigue viva como propuesta para construir un mundo y una Iglesia abierta, comprometida con el derecho y la justicia. Una Iglesia en la cual los “extranjeros”[3] tengan cabida porque Dios acepta sobre el altar sus holocaustos y sacrificios, pues la casa del Señor es casa de oración para todos los pueblos.

 

Jesús: El texto evangélico que leemos hoy es muy polémico. Los especialistas no se ponen de acuerdo sobre su historicidad. Algunos afirman que este relato es una creación de los evangelistas para explicar la necesidad de apertura en que se veían las comunidades primitivas. Otros, por el contrario, dicen este texto surgió a partir de un acontecimiento vivido por el mismo Jesús histórico de carne y hueso.

 

Cabría preguntarnos ¿por qué este relato sólo está en los evangelios de Marcos y Mateo y no en Lucas si es de la misma tradición sinóptica? Es poco probable que Lucas no lo haya conocido. Tal vez lo haya omitido para no escandalizar mostrando a un Jesús en actitud ofensiva hacia una persona, sabiendo que el Tercer Evangelista (Lucas) hace un énfasis especial en los sentimientos de misericordia practicados el Maestro de Nazaret. Sea histórico o no, ahí está y nos trae un mensaje que vale la pena conocer y asimilar como discípulos.

 

Vayamos al grano. A Jesús, gústenos o no, tenemos que ubicarlo dentro de la cultura judía, él fue un hombre judío. El presente relato nos lo presenta fuera de su tierra: en Tiro y Sidón, a la frontera con el norte de Palestina, lo que hoy es el Líbano. Una mujer extranjera, rompiendo la cortesía, la delicadeza y el respeto con los que una mujer debía acercarse a los varones, se dirigió a Jesús para exponerle la situación de su hija en la espera de alguna acción favorable.

 

Pero Jesús reaccionó como lo hubiera hecho cualquier judío: al principio no respondió, y ante la sugerencia de los discípulos, descartó darle ayuda porque su misión era con los pobres de su pueblo y esta mujer era una extranjera. Pero la mujer insistió, porque una madre hace lo que sea para favorecer a sus hijos: “Señor, ayúdame”.

 

Y aquí viene lo más escandaloso: “No está bien echar a los perros (perrillos) el pan de los hijos”. Algunos para suavizar la ofensa hacen la diferencia entre perritos (los de la casa) y perros (los de la calle). Jesús hubiera dicho perrillos y no perros. Y es cierto que la palabra griega kunarion, utilizada en el texto, literalmente traduce perrillos, pero, como dicen John Meier, Burkill y otros biblistas, no podemos ver este término como gota de suavizante o pincelada de humor, ya que las fórmulas diminutivas son típicas del griego popular (koiné), lengua utilizada para escribir el Nuevo Testamento, y no significan disminución en la fuerza de las palabras.  Así que desatender a alguien porque sea perro o perrillo, no deja de ser un desplante ofensivo.

 

Aquí en primera medida no se resalta la actitud del judío Jesús que actuó con la prepotencia y el orgullo propio de muchos de sus paisanos, sino la fe inquebrantable de esta sencilla mujer extrajera, pobre y necesitada, capaz de insistir, de saltarse todas las normas de urbanidad e inclusive, capaz de humillarse por amor a su hija: “tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos”.

 

Y aquí aflora una actitud muchas veces desconocida en Jesús, porque nos hemos acostumbrado a ver más la parte divina a tal punto de esconder su humanidad. Se trata de la conversión. La sabiduría de Jesús fue aprendida procesualmente. Cuando nació no era poseedor de conocimientos claros y distintos. Lucas en el los relatos de la infancia escribió que el niño fue creciendo en sabiduría y en gracia delante de Dios y de los hombres (2,40.52). Él vivió inserto en una cultura con sus aciertos y desaciertos. En este fragmento del Evangelio lo que tenemos que aprender no es la forma como él insulto a una persona que no era de su raza, sino su grandeza humana para aceptar el error y su capacidad de conversión, movido por una mujer sencilla que lo sacudió con la fuerza de su fe inquebrantable y el amor por su hija: “Mujer ¡qué grande es tu fe!: que se cumpla lo que deseas”.

 

De esta manera, la profecía universalista de Isaías que había quedado rezagada durante más de 400 años, por “obra y gracia” de Esdras y Nehemías, fue retomada por Jesús y su movimiento. Los triunfos en esta vida siempre serán relativos. Muchas propuestas, caminos, ideas, experiencias o proyectos que ayer fueron despreciados o perseguidos, en cualquier momento alguien los retoma y las desarrolla. Como dijo Jorge Luís Borges: “La derrota tiene una dignidad, que la escandalosa victoria no merece”. Pablo y Bernabé hicieron lo propio cuando salieron de Palestina y se abrieron camino para anunciar la Buena Noticia del Reino más allá de las fronteras judías (2da lect.).

 

Finalmente, perdonémosle a Jesús este “descache”, agradezcámosle a Mateo por no ocultarnos este pasaje de su vida, y aprendamos del hermoso testimonio de esta mujer y de la capacidad de cambio de Jesús. Pensemos si existen situaciones, ideas, costumbres, paradigmas, etc., presentes en nuestro interior, en nuestra Iglesia, en nuestras familias, culturas y pueblos, que los consideramos casi como intocables y que tal veces necesiten ser reevaluados.

 

Pensemos qué necesitamos replantear a nivel personal para purificar nuestras relaciones interpersonales de manera que sean más armónicas y satisfactorias. Pensemos qué necesitamos cambiar a nivel comunitario y eclesial para que como Iglesia seamos más fieles al Evangelio y a nuestro compromiso de trabajar por el derecho a una vida digna, por la justicia y la salvación de la personas y de los pueblos. “Respeten el derecho, practiquen la justicia, pues ya está para llegar mi salvación, y va a revelarse mi justicia… Yo conduciré hasta mi monte santo, para llenarlos de alegría en mi casa de oración, a los extranjeros que se adhieran a mí… Porque mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos”.  (Is 56,1.6-7).

 

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[1] A los cinco primeros libros de la Biblia se le llama Pentateuco.

[2] Cabe recordar que desde ese momento vino el conflicto entre samaritanos y judíos que en tiempo de Jesús era muy notorio.

[3] Los extranjeros eran los no judíos o paganos, que los judíos radicales llamaban perros. Hoy podríamos decir, los no católicos, que siguen al Señor desde otras barcas, los que no comulgan con toda nuestra doctrina, a quienes llamamos herejes. Los no cristianos, tal vez los que no profesan ninguna religión e incluso los que se declaran ateos, pero su holocausto es la continua entrega de sus vidas a la causa de una humanidad  más justa y equitativa.

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Moniciones para XX Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

Enlace permanente 14 de Agosto, 2008, 12:30

Moniciones para a Misa

Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

Tiempo Ordinario – Ciclo A

XX domingo: Fe en oración

17  de agosto de 2008

Monición de entrada

Buenos días, tardes, noches.  Nos reunimos en el nombre del Señor un domingo más para celebrar la Eucaristía; Nos reunimos porque Dios mismo nos convoca y conduce nuestros pasos hacia él. Estamos aquí también porque queremos reafirmar nuestra fe en Cristo Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Primera lectura: Is 56,1.6-7 (A los extranjeros los traeré a mi monte santo)

La página inicial de la tercera parte del libro del profeta Isaías ofrece una visión profundamente universalista. Los extranjeros son invitados a formar parte de la comunidad del pueblo de Dios. Presten mucha atención a este texto que vamos a escuchar porque expresa qué es lo que Dios espera del hombre que tiene que estar al frente de su pueblo.
Segunda lectura: Romanos 11,13-15.29-32 (Dones y llamada irrevocables de Dios)

San Pablo, en su carta a los romanos, se dirige a los cristianos de origen pagano y se presenta a sí mismo como apóstol de los paganos, pero precisamente para decirle que no se desentiende de la tarea misionera entre los judíos y desea ardientemente que éstos acepten el Evangelio de Jesús.

Tercera lectura: Mateo 15,21-28. (Mujer, ¡qué grande es tu fe!

¿Cuáles son las condiciones para pertenecer al nuevo pueblo de Dios? Tal pertenencia, viene a decirnos san Mateo en el pasaje evangélico de hoy, no se basa en la sangre o la raza, la nación o la cultura, el sexo o la situación social, sino que la única condición requerida y que no resulta discriminatoria, es la fe en Cristo Redentor, Hijo de Dios.

Oración universal

A cada petición contestaremos: “Señor, concédenos lo que con fe te pedimos”

1. Para que siempre estemos abiertos a realizar acciones de solidaridad sin hacer diferencias de personas. Oremos...

2. Para que sepamos mostrarnos compasivos y misericordiosos con todas aquellas personas que sufren enfermedad o pobreza. Oremos...

3. Por todas las personas que están comprometidas con la misión evangelizadora para que sepan comprometerse con la causa de la justicia y velar por los derechos de los demás. Oremos...

4. Para que de nuestros jóvenes surjan las vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal que necesitan la Iglesia y el mundo de hoy. Oremos...
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 168)

En verdad mereces toda alabanza, Dios de todos los pueblos,
porque tu amor al hombre no tiene fronteras de raza y color,
pueblo y lengua, cultura y sexo, clase social y nacionalidad.
Cristo Jesús abrió las puertas de tu reino a unos otros,
y en la mesa eucarística de su cuerpo parte el pan para todos.

Ayúdanos, Señor, a hacer nosotros lo mismo para que
tu Iglesia aparezca como sacramento de unidad y salvación.

Haz, Señor, que nuestra comunidad se mantenga fiel
A la tarea de repartir tu pan a todos los pobres del mundo.
Y enséñanos a unir en nuestra vida de fe adulta y oración madura,
en diálogo fecundo de amor al servicio de tu reino.

 

Amén

 

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Moniciones XIX Semana del Tiempo Ordinario Ciclo A

Enlace permanente 3 de Agosto, 2008, 14:02

Moniciones para a Misa

Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

 

Tiempo Ordinario – Ciclo A

 

XIX domingo: Fe a la intemperie

10  de agosto de 2008

 

Monición de entrada

Buenos días, tardes, noches.  Nos reunimos porque tenemos fe en el Proyecto de Dios, que ha sido anunciado y realizado por Cristo Jesús, con su palabra y sus acciones. Celebramos la presencia del Espíritu de Dios que sale a encontrarnos en medio de nuestra comunidad, que nos guía y acompaña en el camino del amor y la justicia. Por tal razón, nos sentimos alegres y celebramos la Eucaristía como comunidad de fe.


Primera lectura: 1 Re 19, 9ª.11-13a (Elías se encuentra con Dios en el monte Horeb)

¿Dónde encontrar a Dios?  La escena de Elías en el Horeb, nos viene a recordar que la presencia de Dios en la historia es habitualmente discreta, suave, casi imperceptible.  Dios no es una fuerza impetuosa que se imponga al ser humano, es un susuro, una voz que es necesario distinguir y acoger en silencio.


Segunda lectura: Rom 9,1-5 (Quisiera ser proscritos por el bien de mis hermanos)

San Pablo era un buen judío, que amaba mucho a su pueblo.  En la lectura que escucharemos a continuación, de la carta a los romanos, Pablo nos muestra su tristeza, pena y dolor, porque el pueblo ha tomado un camino equivocado.  El apóstol manifiesta su deseo de que algún día puedan llegar a descubrir el Evangelio.


Tercera lectura: Mateo 14, 22-23 (Mándame ir hacia ti caminando sobre el agua)

La Buena Noticia de hoy es continuación del domingo pasado, según Mateo, los discípulos parece que se quedan solos, conduciendo una barca, sacudida por las olas contrarias.  Pero no es así.  Aquí se cumple la promesa de Jesús: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).  Jesús camina sobre el agua, está con los suyos dándoles ánimo, sigue a su lado, para que puedan comprender con qué seguridad pueden fiarse de la valentía que les comunica.

 


Oración universal


A cada petición contestaremos: “Señor, ven caminar a nuestro lado”

 

Por la Iglesia, que en los días del Concilio volvió a las fuentes, como Elías al Sinaí; para que prosiga con ánimo el camino emprendido.  Roguemos al Señor…

 

Por el pueblo judío –por él nos vino Cristo Jesús.; para que llegue a reconocer en Jesús de Nazaret al Hijo de Dios Salvador.  Roguemos al Señor…

 

Por los que tienen miedo, los que vacilan su fe; por nosotros mismos; para que recobremos la confianza en Jesús, Señor de la Iglesia, que camina sobre oleaje.  Roguemos al Señor…

 

Por nosotros y nuestra comunidad; para que celebremos con gran fervor este año dedicado a la Eucaristía.  Roguemos al Señor…

 

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 165)

 

Señor Dios, Padre nuestro que nos aceptas como somos,

confesamos ante ti que múltiples temores y angustias nos invaden

al sentir en la noche la fuerza del viento y el empuje del mar:

miedo y desconfianza de nosotros mismos, miedo de la gente,

miedo de la vida, miedo de la muerte, miedo de nuestro destino,

miedo a decidirnos, miedo a equivocarnos, miedo a todo.

 

Entonces oímos la voz cálida de Cristo que nos alienta:

Ánimo, yo estoy con ustedes, no tengan miedo, no duden.

Gracias, Señor.  Danos tu mano para seguir la aventura de la fe,

avanzando más allá de nuestras mezquinas seguridades,

sin más punto de apoyo que una absoluta confianza en ti.

 

Amén

 

 

 

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Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno.  Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.

Cadena de oración: http://www.scalando.com/orando.htm

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