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Moniciones VII Domingo de Pascua - Ciclo B
21 de Mayo, 2009, 9:37
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Moniciones para la Misa
La Cincuentena Pascual
SÈPTIMO DOMINGO DE PASCUA - Ciclo B
Amor para vencer el odio del mundo
24 de mayo del 2009
Monición de entrada:
Buenas noches (días) queridos hermanos en Cristo resucitado. La nueva vida pascual fruto del amor que Dios nos tiene, es posible para todo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios. Con esa fe seremos capaces de transformarlo todo, dentro de nosotros y en nuestro entorno. Hemos de probar, ensayar y gustar esta nueva vida pascual convirtiendo el corazón a los bienes de arriba, aunque sin descuidar de los hermanos, del mundo y del mundo, de pie por favor, para entonar el canto de entrada.
Primera lectura: Hc 1, 15-17. 20-26 (Asociaron a un testigo de Cristo Resucitado)
Los apóstoles no eran los mismos antes de la resurrección del Señor y después de pentecostés. Antes tímidos y ambiciosos; después, después audaces y serviciales. Escuchemos con atención esta lectura.
Segunda lectura: I Jn 4, 11-16 (Quien permanece en el amor permanece en Dios)
Nosotros debemos amarnos unos a otros, nos dirá san Juan, en la segunda lectura de hoy. De esto es capaz solamente quien experimenta y ensaya esa nueva vida pascual que Dios nos regala en Jesús y por su Espíritu. Escuchen con atención este mensaje de san Juan.
Tercera lectura: Jn 17, 11-19 (Padre, que sean uno como nosotros)
Escucharemos a continuación la segunda sección de “oración sacerdotal de Jesús, veremos al Maestro intercediendo por sus amigos ante el Padre antes de ausentarse. Padre santo, guárdanos en tu nombre, para que seamos uno, como tú eres uno con tu Hijo, Jesús, y el Espíritu Santo. Antes de escuchar este mensaje de unión y amor, cantemos con júbilo el Aleluya. De pie, por favor.
Oración Universal
1. Asiste a la Iglesia, a la que encomendaste la misión de proseguir el anuncio del Evangelio, hasta que vuelvas…
2. Inspira a los que gobiernan las naciones sentimientos de paz y de justicia, tú que estás por encima de todo principado, potestad y dominación…
3. Consuela a los que sufren en este valle de dolor, para que se sientan confortados con la eficacia de tu fuerza poderosa…
4. Ilumina los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama, y la riqueza de gloria que nos das en herencia…
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 296)
Hoy nos dirigimos a ti, Padre, con la oración de Cristo
en la despedida de los suyos, sentado a la mesa de la cena:
Padre santo, guárdanos en tu nombre, para que seamos uno,
como tú eres uno con tu Hijo, Jesús, y el Espíritu Santo.
Concédenos tener nuestra alegría cumplida en Cristo,
superando el odio del mundo en la fidelidad a tu palabra.
Como Jesús, tampoco nosotros somos del mundo enemigo de Dios:
guárdanos del mal y santifícanos en la verdad por tu Espíritu.
Padre, que nuestra vida glorifique tu nombre ante los demás.
manténnos siempre en contacto con Jesús y en diálogo contigo,
para que vivamos responsablemente nuestra condición filial.
Amén.
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
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Moniciones para la festividad de la Ascensión del Señor - Ciclo B
18 de Mayo, 2009, 9:53
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Moniciones para la Misa
La Cincuentena Pascual
Festividad de la Ascensión del Señor - Ciclo B
Misión en dos tiempos
24 de mayo del 2009
Monición de entrada:
Hermanos: celebramos hoy la Festividad de la Ascensión del Señor a la gloria del Padre. La Ascensión de Jesús es una manera de expresar la exaltación, y el deseo eficaz de Dios, que lo acontecido en Jesús permanezca, se realice en la Humanidad.
En las lecturas de la Liturgia vemos que Cristo es la cabeza de la Iglesia y su cuerpo en la tierra.
El afirmó su autoridad y mandó a sus seguidores a hacer discípulos del mundo entero. Por medio de la predicación, el ministerio sacramental y la instrucción, la Iglesia ha continuado la obra de Cristo.
En este día de la Ascensión, escuchemos el mandato de Cristo y superemos las vanas discusiones y tendencias, para cumplir con fidelidad la tarea de anunciar el Evangelio. Pidamos al Espíritu de Cristo que nos de fe y fortaleza para ayudar a edificar la Iglesia y con esta súplica empecemos la gran oración de la Iglesia. Por favor, pónganse de pie para recibir a los ministros de esta Eucaristía.
Primera lectura: Hc 1, 1-11 (Jesús se elevó a la vista de ellos)
En esta primera lectura de los Hechos, Lucas nos dice que Jesús ha convivido cuarenta días con sus discípulos, y los ha instruido con una nueva luz sobre el sentido del Reino de Dios. El momento de la Ascensión del Señor al cielo, es la última acción personal de Jesús en el mundo. Promete el Espíritu Santo. Escuchemos.
Segunda lectura: Ef 1, 17-23 (El Padre lo sentó a su derecha en el cielo)
En la carta a los efesios, San Pablo indica como Cristo es dueño, Señor y estará sobre todas las cosas. Nosotros tenemos el Espíritu de Sabiduría para que comprendamos toda la profundidad de la esperanza cristiana y el poder de Jesús para que en su nombre actuemos. Pongamos atención a este mensaje.
Tercera lectura: Mc 16, 15-20 (Ascendió a cielo y se sentó a la derecha de Dios)
El texto evangélico que escucharemos hoy pone de relieve la misión evangelizadora de la Iglesia y de los cristianos, así como los signos de liberación que según Jesús deben acompañar la palabra. Nos ponemos de pie para entonar el Aleluya.
Oración Universal
1. Por la Santa Iglesia de Dios: para que confiese que el Señor reina en los cielos y no se vea prisionera de los bienes de la tierra. Roguemos al Señor.
2. Por los que gobiernan las naciones, especialmente la nuestra: para que Dios les conceda ejercerlo con justicia y espíritu de servicio, y a nosotros nos haga sumisos a sus justas disposiciones. Roguemos al Señor.
3. Por los fieles que sufren en este mundo: para que el Señor les acorte la prueba y sean consolados y fortalecidos por la virtud del Espíritu Santo. Roguemos al Señor.
4. Por nuestra parroquia (se dice el nombre): para que espere sin desfallecer la venida del reino y viva siempre en la unidad de la Iglesia. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 293)
Te bendecimos, Padre, con toda la fuerza de nuestro espíritu
por la glorificación de tu Hijo y nuestro hermano, Cristo Jesús.
Él no se ha ido para desentenderse de este mundo, sino que
como cabeza nuestra, nos precede en la gloria eterna de tu reino.
Gracias también, Padre, porque Jesús nos confía su misión
y quiere utilizar nuestra inteligencia y nuestro corazón,
nuestras manos, nuestros labios, nuestros pies, nuestro tiempo,
al servicio de su buena nueva de salvación y de su amor al hombre.
No permitas, Señor, que nos cerremos en la comodidad,
en la apatía, en el egoísmo, en la falta de fe en definitiva.
Llénanos de la fuerza del Espíritu, y cuenta con nosotros.
Amén.
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Moniciones VI Domingo de Pascua - Ciclo B
16 de Mayo, 2009, 1:16
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SEXTO DOMINGO DE PASCUA - Ciclo B
Quien no ama no conoce a Dios
17 de mayo del 2009
Monición de entrada:
Buenas noches (días) queridos hermanos en Cristo resucitado. Todavía estamos celebrando los 50 días de Pascua, días de gozo y paz porque hemos sido redimidos en Cristo Jesús. Según vimos el domingo pasado, la comunión vital del discípulo con Cristo, para ser fecunda requiere la permanencia en Jesús. El Evangelio y la segunda lectura de hoy responden a la pregunta: ¿cómo permanecer unidos a Cristo para dar frutos? Permaneciendo en su amor, es decir, cumpliendo los mandamientos y siendo signo vivo y concreto de ese amor. Porque amar es conocer a Dios que es Amor, como lo demostró Él dándonos a su Hijo único, Jesucristo. Como comunidad de creyentes que somos, celebremos este acto de amor, de pie por favor, para entonar el canto de entrada.
Primera lectura: Hc 10, 25-26. 34-35. 44-48 (Don del Espíritu a no judíos)
En esta lectura San Pedro proclama que la salvación es para todos. El Espíritu Santo vino sobre todos los oyentes: judíos y paganos, y por tanto, confirma que Dios no hace distinción. Escuchemos como desde este momento la Iglesia abrió sus puertas a personas de toda raza, cultura y condición. Escuchemos con atención esta lectura.
Segunda lectura: I Jn 4, 7-10 (Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor)
Seguimos escuchando la primera carta de Juan, el cual nos sigue aclarando su tema de amor. Dios nos manifestó su amor, ante todo al enviarnos a su Hijo; es éste un acto concreto y supremo de servicio al ser humano. Escuchemos bien los criterios de amor que el evangelista nos da.
Tercera lectura: Jn 15, 9-17 (Nadie ama más que el que da la vida por sus amigos)
Permanecer en el amor a Jesús, amar a los hermanos y hacerlo con el sacrificio de la propia vida son las ideas claves del texto que vamos a escuchar a continuación. Antes de escuchar este mensaje de unión y amor, cantemos con júbilo el Aleluya. De pie, por favor.
Oración Universal
1. Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de los seres humanos, conceda a su Iglesia hacer cada vez más creíble el mensaje de esperanza que le viene de la Pascua. Oremos.
2. Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de los seres humanos, venga en ayuda de todos los que trabajan en favor de la paz, para que sean en nuestro mundo testigos del amor de Dios. Oremos.
3. Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de los seres humanos, venga a socorrer a quienes dudan y no aciertan ya a creer, y fortalezca en su fe a cuantos, en virtud del bautismo, son testigos de la vida nueva. Oremos.
4. Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de los seres humanos, ayude a nuestros jóvenes a responder con generosidad a la llamada del Señor a entregar su vida al servicio de los demás. Oremos.
5. Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de los seres humanos, ayude a nuestras comunidades reunidas en esta celebración, confirme su solidaridad y haga crecer la calidad evangélica de nuestras vidas. Oremos.
6. Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de los seres humanos, de fortaleza a nuestras madres, este y todos los días del año, y puedan seguir dando vida a sus hijos e hijas. Oremos.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 290)
Gracias, Señor Jesús, porque gratuitamente nos admites
como amigos tuyos que conocen tus secretos y cumplen
tus mandatos con alegría, superando así la relación amo/siervo.
Tú nos elegiste y nos destinaste para que demos fruto duradero
y para que alegría esté en nosotros y llegue a su plenitud.
El camino para este gozo completo es amar como tú nos amas,
porque sólo devolviendo a los demás el amor con que Dios nos quiere,
es decir, dando vida y alegría, éstas se poseen y se aumentan.
Danos, Señor, una buena dosis de amor y gozo en el Espíritu.
Estamos necesitándolos desesperadamente, para permanecer unidos
a Jesús y dar fruto abundante de fe, paz y alegría.
Amén.
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Homilia V Domingo de Pascua - Ciclo B
8 de Mayo, 2009, 9:33
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En Camino
Homilía para el Domingo |

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"La cincuentena pascual" |
V Domingo |
Tiempo de Pascua, ciclo “B”
10 de mayo de 2009 V Domingo de Pascua
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- LECTURAS: 1ra lect.: Hch 9,26-31
- Sal 21
- 2da lect.: 1Jn 3,18-24
- Evangelio: Jn 15,1-8
PERMANECER EN JESÚS
Según el contexto sociocultural en el que vive el ser humano, van apareciendo las expresiones artísticas y religiosas. En el ambiente pastoril y agrícola del antiguo oriente, encontramos una rica manifestación religiosa y cultural impregnada de estos dos elementos. Hace ocho días compartíamos la comparación de Jesús con el buen pastor que daba la vida por sus ovejas (ambiente pastoril). Hoy nos remitimos a los cultivos de uvas y de higos propios de esta región (ambiente agrícola). Se solía comparar al pueblo de Israel y su experiencia de Dios, con estas dos plantaciones: "Como uvas en el desierto encontré a Israel, como breva en la higuera descubrí a sus padres" (Os 9,10). La vid y la higuera representan al pueblo y el cultivador a Dios.
El viñador se esforzaba por plantar, cercar y cuidar la viña y esperaba buenos frutos. Pero con mucha frecuencia los frutos eran amargos. (Os 10,1; Sal 79,9.12; Jer 2,21; Ez 17,1-10; Cant 6,11; 7,13; 19,10; Is 5,1-8;). Lo mismo sucedía con la higuera (Jer 8,13; Jl 1,7; Mt 21,19-21), o con la oliva, (Sal 52,10; Os 14,5-8, Jue 9,7-16). "¡Ay de mí! Me sucede como al que rebusca terminada la vendimia: no quedan uvas para comer, ni brevas que tanto me gustan" (Miq 7,1). “El Señor me mostró dos cestas de higos... una tenía higos exquisitos, es decir, brevas; otra tenía higos muy pasados, que no se podían comer” (Jer 24,1-10) “Si intento cosecharlos, oráculo del Señor, no hay racimos en la vid ni higos en la higuera” (Jer 8,4-13). ¿Qué frutos esperaba el viñador? Frutos de amor, justicia y derecho. “La viña de Yahvé Shebaot es el pueblo de Israel, y los hombres de Judá su cepa escogida. Él esperaba rectitud, y va creciendo el mal; esperaba justicia, y sólo oye el grito de los oprimidos” (Is 5,7)
El evangelio de hoy nos presenta la comparación con la vid. La comunidad del Cuarto Evangelista (Juan), presenta a Jesús como la vid verdadera. Hemos dicho muchas veces, y lo recordamos de nuevo, que los evangelios son una confesión de fe de las primeras comunidades cristianas. Es decir, estas palabras no fueron pronunciadas por el Jesús real e histórico, sino por el Jesús resucitado y vivido realmente dentro de la comunidad. Para la comunidad, la vid verdadera era Jesús que habitaba en ella; ya no era el pueblo de Israel y las viciadas estructuras religiosas manipuladas por sus autoridades.
En su viaje a Jerusalén, Jesús y sus discípulos descubrieron una Higuera (entiéndase estructura religiosa o pueblo de Israel en general), que aunque tenía una frondosidad admirable no producía frutos (Mc 11,11-24). Este texto está redactado y puesto dentro del Evangelio de Marcos de de tal manera, que la higuera significa el templo de Jerusalén, es decir la institución religiosa. Para Jesús el templo, y en general las estructuras religiosas judías, no representaba la vid de Dios, sino el prototipo de la degradación de lo sagrado. Dios no podía habitar en el templo, no en ese templo: Dios no podía estar dentro de esa falacia. El pueblo de Israel, así como estaba, no podía ser la vid del Señor.
Los líderes de Israel que se camuflaban bajo los títulos de doctores, sacerdotes y maestros, y escondían bajo sus mantos “sagrados”, todo tipo de crímenes, no podían así representar la voz de Dios. No eran los viñadores de Dios sino los viñadores asesinos (Mt 21,33-41). El verdadero viñador es el Padre, (Mt 20,1-16; 21,28-32).
La propuesta de Jesús y sus comunidades fue una nueva experiencia con lo sagrado, ya no a partir de la vieja institución sino a partir de una comunidad fraterna: “Este es el mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amando. En esto conocerán que son mis discípulos: si se aman los unos a los otros” (Jn 13,34-35).
La expresión: Yo soy la vid verdadera, es una conclusión a la que llegan las comunidades cristianas después de experimentar a Jesús muerto y resucitado, en sus propias vidas. La expresión: Yo soy la vid verdadera, indica a su vez, que hay otras vides que no son verdaderas, porque no generan vida. Se trata del oficialismo religioso judío que los marginaba, pisoteaba su dignidad y era un impedimento para llegar a Dios y vivir como verdaderos hijos. Jesucristo y su camino de salvación, los liberaba y era el medio para encontrarse con el Dios vivo y verdadero. Jesús es la vid verdadera porque fue fiel a Dios, porque durante toda su vida correspondió al Amor del Padre y porque dio frutos de vida. Las obras de Jesús demostraron que entre el Padre y Él había unidad perfecta. Como sugiere la segunda lectura, Jesús no amó sólo con la lengua y de palabra sino con obras. ¡Así se ama!
Las comunidades cristianas en su anhelo de construir su propia historia de salvación, impulsadas por la fuerza del Espíritu de Jesús resucitado, se encontraron con un fuerte obstáculo. Las tradiciones, que por más anacrónicas y nocivas que sean, no son fáciles de superar. Los tabúes de los que se valen los reaccionarios defensores del viejo orden son difíciles de romper, entre otros motivos, por el peso de la conciencia, más cuando de por medio está el nombre de Dios. “Dios lo quiso así, así ha sido y ha de ser siempre”, suelen decir los reaccionarios. En la conciencia personal y colectiva se graba un deber ser y obedecer a esas directrices les da tranquilidad a las personas. Y eso no está mal, es necesario que una conciencia recta y bien formada oriente la vida de las personas. Pero una conciencia recta bien formada debe estar abierta a lo nuevo, cuando lo novedoso dignifica la vida.
Por eso la Primera Carta de Juan se da al trabajo de ayudar en la formación de la conciencia de sus lectores con los nuevos paradigmas religiosos propuestos por el movimiento de Jesús: El amor verdadero: “Hijitos míos, no amemos sólo con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad. Amando así, sabremos que somos de la verdad” (1Jn 3,18-19ª). Y si el peso de las tradiciones hace que la conciencia de los neófitos le reproche dejar atrás elementos considerados sagrados, los autores de la carta invitan a estar tranquilos porque Dios es más grande que la conciencia: “… y cuando la conciencia nos reproche algo, delante de Dios la convenceremos de que Dios es más grande que la conciencia porque lo sabe todo. Queridos míos, si la conciencia no nos reprocha nada, podemos acercarnos a Dios con más confianza; guardando nosotros sus mandamientos y haciendo lo que le agrada, él nos concederá todo cuanto le pidamos” (1Jn 3,19b-22). No se trata de manipular la conciencia, sino de ayudar a formarla para el progreso integral del creyente.
Si queremos dar frutos de vida como los dio Jesús, es preciso estar unidos a él. Hoy nos queda fácil criticar la institución judía y decir que ellos no eran la vid de Dios porque daban malos frutos. Pero nos toca evaluarnos a nosotros mismos como discípulos y discípulas, y como institución. Entiéndase institución familiar, comunitaria o eclesial.
No se trata de criticar por criticar, ni de reformar por reformar. Podemos quedarnos criticando toda la vida y hacer de la crítica una excusa para justificar nuestras propias fallas. Cuántos reformadores han aparecido y escudan su afán de protagonismo y de sectarismo en un “santo celo” por la obra de Jesús. “En este mundo hay más religiones que niños felices”, dijo Ricardo Arjona. ¡Claro que necesitamos una reforma a nivel institucional! Pero sobre todo necesitamos una reforma del corazón y de la mente, es decir de nuestras motivaciones, de todo aquello que nos impulsa a actuar: sentimientos, pensamientos, impulsos, efectos, etc.
La invitación central de este día es a unirnos a Jesús y permanecer unidos a Él. “Esto es lo que Dios nos manda: que creamos que Jesucristo es su Hijo y nos amemos los unos a los otros, como él nos lo ordenó. El que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado” (2da lect.). “El que permanece en mí, y yo en él, da fruto abundante, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Ev.). Unirnos y permanecer en Jesús no se entiende aquí en sentido espiritualista e intimista, alejados de la realidad y de los hermanos. No nos unimos a Jesús únicamente motivados por un momento de efervescencia, calor y éxtasis. Nos unimos y permanecemos en él, en la medida en que nos acojamos a su misericordia, aceptemos su gracia salvadora y caminemos como auténticos discípulos en medio de nuestras falencias humanas.
Miremos hoy a aquel que ha tomado la iniciativa y nos ha llamado a seguir sus caminos. Veamos si estamos unidos verdaderamente a Él, no sólo porque pertenezcamos oficialmente a una institución o porque tengamos la partida de bautismo, confirmación y matrimonio. Así como el sarmiento (ramas) no puede dar fruto si no permanece unido a la vid (tronco), nosotros no damos frutos si no permanecemos unidos a Jesús, vid verdadera.
¿Qué frutos estamos dando? ¿Los frutos que damos glorifican al Padre? ¿Qué elementos de nuestras vidas necesitamos podar o dejar que el Padre pode, para dar los frutos de la Vid verdadera?. ¿Estoy cerrado, totalmente seco y el único remedio es que me corten y me echen al fuego? O ¿Soy una rama que acepta ser podada y siempre dispuesta a recibir la savia de la Vid?
Formato para imprimir Comentarios al autor: neptalidv@yahoo.com
Pascua de resurrección: www.scalando.co/Liturgia/pascua.htm
Cadena de oración: http://www.scalando.com/orando.htm
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Moniciones V Domingo de Pascua - Ciclo B
8 de Mayo, 2009, 8:47
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Moniciones para la Misa |

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"La cincuentena pascual" |
V Domingo |
QUINTO DOMINGO DE PASCUA - Ciclo B
La savia de la vid
10 de mayo del 2009
Monición de entrada:
Las fuentes de la palabra en este domingo nos hablan de comunión de vida con Cristo y con los hermanos mediante la fe y el amor. Cristo es la Vid, es decir el tronco, y nosotros las ramas. Unidos a Él por el Espíritu que nos dio, produciremos fruto abundante si cumplimos el mandamiento de Dios: creer en Jesús y amarnos unos a otros; como dio fruto el nuevo converso Pablo de Tarso una vez injertado en la comunidad eclesial que animaba el Espíritu Santo. Unidos con Cristo roguemos por una unión más profunda entre nosotros al empezar esta Eucaristía. Pónganse de pie para recibir a los ministros de esta celebración cantando con alegría.
Primera lectura: Hc 9, 26-31 (Les contó cómo había visto al Señor en el camino)
En la primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, Lucas nos relata que después de su conversión, San Pablo fue a Jerusalén para ponerse en contacto con esa comunidad, Pablo es hermano en la fe y en el apostolado; Bernabé sirve de intermediario. Pablo entró en relación con los dirigentes de la Iglesia madre. Ellos le dieron una misión apostólica: predicar la Buena Nueva a los paganos. Presten atención.
Segunda lectura: I Jn 3, 18-24 (Éste es su mandamiento: que creamos y nos amemos)
Esta lectura es continuación de la primera carta de Juan, en ella el Apóstol insiste en que construyamos la Iglesia con obras y no solamente con palabras. La fe en Jesucristo y el amor fraterno es el gran criterio para saber si estamos en comunión con Dios. Escuchen atentos este mensaje.
Tercera lectura: Jn 15, 1-8 (El que permanece en mí, ése da fruto abundante)
En el Evangelio de hoy se afirma en parábola la necesidad de permanecer unido a Jesús para dar fruto abundante: ¿Cómo permanecer en Cristo para dar fruto? Cumpliendo los mandamientos de Jesús, especialmente el del amor fraterno. De pie para entonar con mucha alegría el Aleluya.
Oración universal
1. Para que la Iglesia viva con plenitud el gozo pascual y lo extienda con su testimonio a todos los seres humanos. Roguemos al Señor.
2. Para que el Papa, los obispos, los sacerdotes, los religiosos y las religiosas tengan el Espíritu de Cristo y sepan transmitir con fidelidad el mensaje renovador de su muerte y resurrección. Roguemos al Señor.
3. Para que los pobres, los enfermos y cuantos sufren encuentren en nosotros la fortaleza que necesitan. Roguemos al Señor.
4. Para que todos los hombres y mujeres perciban los frutos del gozo y la paz que Cristo nos comunicó por su resurrección. Roguemos al Señor.
5. Para que los aquí reunidos experimentemos en nuestras vidas la fuerza de Cristo resucitado y llevemos, por el amor y el perdón, su alegre noticia al mundo que nos rodea. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 287)
Te alabamos y te bendecimos, Dios de nuestros padres, porque
nuestra tierra ha dado su fruto y la mejor de las cosechas;
pues Cristo, tu Hijo, no sólo es la vid de la que somos parte,
sino que además su sangre es el vino nuevo de la pascua florida.
Somos tu viña, Señor, el pueblo que tú amas entrañablemente.
Gracias a Jesús podemos tener tu viña divina en nosotros
y producir fruto abundante, si permanecemos unidos a él.
Para eso, purifícanos a fondo con la poda de tu espíritu.
Dios Padre de bondad, concédenos creer y amar:
creer firmemente en ti y en tu Hijo y envidado, Jesucristo,
y amarte sin medida, amando a nuestros hermanos los hombres.
Amén.
Formato para imprimir
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