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Moniciones para el XXVII Domigo del Tiempo Ordinario- Ciclo B
29 de Septiembre, 2009, 0:14
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario
Vigésimo Séptimo Domingo – Ciclo B
“Um amor de por vida”
4 de octubre de 2009
Monición de entrada
Hermanos y hermanas, muy buenas noches (días, tardes). El ser humano está hecho para vivir en la unidad y para la hermandad de fe en Jesús. Como somos humanos y cristianos, crecemos y vivimos no aisladamente sino en comunidad. La base de toda comunidad humana es la familia y por eso la Iglesia exhorta a los matrimonios a la fidelidad. Muchas veces esto es difícil, pero Jesús, por su pasión y muerte, nos da la fuerza necesaria. Como hermanos y hermanas en Cristo, empecemos esta Liturgia cantando con alegría.
Primera lectura: Gn 2, 18-24 (Serán los dos una sola carne)
En este segundo capítulo del libro del Génesis, meditaremos en el poder creativo de Dios y su plan para constituir comunidad. “no está bien que el hombre esté solo”. Hombre y mujer tienen el mismo origen y un fin común. Escuchemos.
Segunda lectura: Hb 2, 9-11 (Santificador y santificados proceden del mismo)
Según la carta a los Hebreos, Cristo es superior a los ángeles, pero no está separado de los seres humanos. Quien santificó a todos tiene el mismo origen que los santificados; por eso somos hermanos. Ahora Cristo está glorificado por su pasión y muerte y nos abrió el camino hacia el Padre.
Tercera lectura: Mc 10, 2-16 (No separe el hombre lo que Dios ha unido)
El texto evangélico de hoy nos explica que Dios ha creado al ser humano hombre y mujer y en su unión matrimonial uno y otro se enriquecen y se complementan mutuamente. La unión es sagrada y nada ni nadie debe separarla. Pongamos atención a este mensaje, pero antes entonemos el Aleluya.
Oración Universal
1. Por todos los cristianos: para que fieles al Maestro, aparezcan ante el mundo como sal de la tierra y luz que alumbra en las tinieblas. Roguemos al Señor.
2. Por nuestros matrimonios: para que sean fieles testigos del amor de Cristo ante los demás. Roguemos al Señor.
3. Por los cristianos: para que sepamos responder a las necesidades de los enfermos, de los marginados, de los desempleados y abandonados. Roguemos al Señor.
4. Por nosotros mismos: para que nuestras vidas se vayan transformando en testimonio transparente del amor de Dios. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 385)
Gracias, Padre, porque Jesús devolvió a su fuente original
el amor entre hombre y mujer, el matrimonio y la familia,
liberándolos del pesado lastre del egoísmo que los desintegra
y dignificando al mismo tiempo la figura de la mujer.
Tú estableciste la complementariedad de los dos sexos,
y no quieres que separe el hombre lo que tú uniste para siempre,
tú que eres la fuente del amor verdadero y al él nos llamas,
enseña a los jóvenes y adultos a crecer en el amor cristiano,
que refleja en el matrimonio el de Cristo a su Iglesia.
A aquellos y a los que llamas a la virginidad por el reino
de Dios ayúdales a vivir con gozo la fidelidad de cada día.
Amén.
Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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Homilia para el XXVII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B
29 de Septiembre, 2009, 0:14
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EN CAMINO
Tiempo Ordinario, ciclo “B”
XXVII Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
LECTURAS:
- 1ral lect.: Gen 2,18-24
- Sal: 127,1-6
- 2dal lect.: Heb 2,9-11
- Evangelio: Mc 10,2-16.
AMOR CREADOR
No podemos encontrar en el Génesis teorías sobre el origen de vida, las especies y la aparición del ser humano sobre la tierra. No es un libro científico, ni una narración periodística de los acontecimientos. Es una narración mitológica, propia de su tiempo y de su espacio, que nos deja ver la bajeza y la grandeza, los peligros y las posibilidades, el barro y el espíritu que habitan en todo ser humano. No pretende decir la última palabra sobre cómo aparecieron los seres humanos, sino proponer cómo vivir plenamente como tales, a nivel personal, familiar y comunitario.
Ya desde tiempos antiguos existía la costumbre de echarle la culpa a Dios sobre los males que vejan al ser humano. ¿Por qué se sufre, por qué hay personas dominantes y hay dominadas, por qué los desastres naturales, por qué el engaño, la guerra, la destrucción…?
Dentro del marco histórico de la edad antigua, se decía: “Dios, o los dioses, lo quisieron así”. “Es voluntad de Dios”. “Es una prueba de Dios”. “Es un castigo de los dioses por la desobediencia a sus leyes…” A lo que no se tenía respuesta, se decía que provenía de los dioses.
El Génesis “libra” a Dios de toda responsabilidad acerca del mal que hay en el mundo y lo presenta como principio creador de todo lo bueno: “Y vio Dios que todo lo que había hecho era bueno” (Gen 1,25b).
El texto que hoy leemos quiere responder a preguntas tales como: ¿por qué hay matrimonios infelices? ¿Por qué muchas veces se unen diciendo que se aman y luego se separan diciendo que no se soportan? ¿Por qué un día se desean, se extrañan, se buscan, se acarician, hacen de los cuerpos lugar de encuentro, y beben su vino hasta embriagarse, y otro día se detestan, se maltratan, se destruyen? ¿Por qué hay hombres que someten a sus mujeres? ¿Por qué hay mujeres que utilizan a sus maridos?
El Génesis dice que los desequilibrios sociales, así como la desigualdad entre el varón y la mujer, son responsabilidad de ambos debido al rompimiento con el amor original querido por Dios. Los dos rompen el equilibrio cuando se dejan dominar por su natural deseo de poder. Cuando se dejan conducir más por el barro que hay en ellos que por el espíritu con que Dios los ha insuflado.
La persona humana no nace terminada, es un ser en proyección. A partir de lo natural dado, tiene la responsabilidad de construirse teniendo en cuenta el molde que Dios ha puesto: su imagen y semejanza. Puede erigirse con el modelo divino y ser misericordioso como él es misericordioso, santo, como él es santo, o rebajarse al nivel de las bestias. Puede dejar que el Espíritu de Dios habite en él y lo capacite para amar, servir, comunicar vida y ser feliz, o dejarse arrastrar por la codicia, el egoísmo o el odio, y actuar de la manera más vulgar y rastrera.
Ya en el Evangelio vemos cómo a los fariseos no les interesaba el mensaje de Jesús. No querían escuchar su enseñanza para tratar mejor a sus mujeres y para construir un matrimonio feliz. Su intención era probarlo, acorralarlo, hacerlo caer o ridiculizarlo. “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?”, le preguntaron. La pregunta fue formulada desde una óptica machista y legalista. Si vamos a la ley, descubriremos que sí lo permitía: “Si un hombre toma una mujer, y después de haber cohabitado con ella, viniere a ser mal vista de él por algún vicio notable, hará una escritura de repudio, y la pondrá en mano de la mujer, y la despedirá de su casa” (Dt 24,1).
El divorcio era una costumbre muy difundida en el mundo judío y grecorromano. Una mujer que ya no le gustara a su marido porque dejara quemar el pan o las lentejas, porque había perdido su belleza debido a múltiples alumbramientos, o porque hiciera algo que molestara a “su señor”, él podía darle tranquilamente el acta de divorcio y “te vi”, “adiós”, “muchas gracias…” Había mujeres que después de haber servido al marido durante muchos años, casi como esclavas, de un momento a otro recibían un acta de divorcio y “que te vaya bien”. Pero ¿qué pasaba si la mujer quería divorciarse porque era maltratada? ¡Pues de malas, a aguantar se dijo! ¡Así de sencillas eran las cosas!
¿Cuál fue la actitud de Jesús? Él mostró una relación muy amplia y libre no sólo con las tradiciones e instituciones de su pueblo, sino también con la Ley de Moisés, que era lo más sagrado e incuestionable. A la ley nadie se atrevía a cuestionarla, pero cada maestro la interpretaba según su acomodo o su tendencia político-religiosa.
Sobre este tema todos los maestros estaban de acuerdo en que había divorcio únicamente cuando el hombre así lo determinara. No había acuerdo en cuanto al por qué, cuándo y cómo; el hombre tomaba esa determinación.
Obviamente Jesús no podía callar ante esa injusticia. Se trataba de una ley injusta que satisfacía los anhelos egoístas de los varones y justificaba la dominación sobre las mujeres. Pero para remediar la situación no propuso el desquite ni la posibilidad de separarse cuando cualquiera de los dos así lo quisiera.
Empezó por descubrir las limitaciones de la ley mosaica que debía ser provisional y no absoluta. Lo hizo de una manera muy delicada con los sentimientos religiosos. Dijo que Moisés había dado esa Ley debido a la dureza de corazón del pueblo. Una manera muy respetuosa de decir: “Yo no estoy de acuerdo”. No se limitó a afirmar si se podía o no se podía aprobar el divorcio desde la ley. No promulgó leyes nuevas. Más importante que decir si era lícito o no era lícito, propuso fundar la unión matrimonial en el amor creador de Dios.
En el Génesis tenemos dos relatos de la creación. Uno elaborado por la escuela Yavista (Gen 1-2,4ª) identificado con la letra “J” y el otro elaborado por la escuela Sacerdotal (Gen 2,4bs), identificado con la letra “P”. La escuela “P” (1 lect) presenta la mujer como una ayuda y compañía para el varón, mientras que la escuela “J”, pone su énfasis en la igualdad de géneros. Según la escuela “J”, como los dos fueron creados a imagen de Dios, debían tener una relación igualitaria.
Jesús tomó los dos relatos y los fusionó para fundamentar su propuesta: “Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo hombre y mujer (Gen 1,27 - escuela “J”). Por eso, el esposo deja a su padre y a su madre y se une a su esposa, y los dos llegan a ser una solo carne” (Gen 2,24 - escuela “P”). La conclusión de Jesús fue: “Por consiguiente, lo que Dios unió no debe separarlo el hombre.” (Mc 10,9).
Podríamos preguntarnos, ¿cuál es el móvil por el cual las parejas se unen? Las parejas casadas o las que piensan participar del sacramento del matrimonio podrían preguntarse qué es realmente lo que las unió y las mantiene unidas. Porque si verdaderamente es Dios y su amor misericordioso el que une y da vida a dicha unión, entonces, como dice Pablo “nada ni nadie podrá separarlos del ese amor, manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor”. (Rom 8). Si como parejas nos mantenemos unidas a ese amor primero (Ap 2,4) que solidifica nuestra existencia, entonces en medio de las crisis, nuestra vida, nuestra entrega, nuestra alegría, y aún nuestros momentos dolorosos estarán llenos de sentido. Y si nuestra barca pasa por graves tormentas que amenazan hundirla, lo que debemos hacer no es desesperarnos y renunciar a seguir remando para que acabe de naufragar, sino, por el contrario, abrir nuestros corazones para Jesús entre, calme el viento y al mar y, con nuestro compromiso sincero, sigamos felices hacia buenos puertos (Mc 6,45-52).
Pero si los une mas bien el egoísmo, el deseo ascender en una escala social garantizada por la unión con el cónyuge, el miedo a quedarse solos, el afán de seguridades, una baja autoestima y la consecuente búsqueda de amo (amo, no amor), entonces será una unión pegada con babas y fácilmente sucumbirá. Una unión basada en miedos, egoísmos, etc., no generará otra cosa sino una amarga frustración y una eterna infelicidad en el nombre de algo tan grande y tan sagrado como lo es el matrimonio. Sería entonces la degradación del sacramento, en realidad no habría sacramento y por lo tanto, si quisiéramos ser fieles a Dios y una búsqueda sincera de la realización humana, necesariamente tendríamos que buscar la separación.
Jesús superó el legalismo rabínico y dejó sin piso la visión de la mujer como un patrimonio del varón o como un objeto que se podía utilizar y luego desechar. Los relatos de las escuelas “J” y “P” son complementarios, pues debe existir ayuda, pero no una ayuda sumisa y servil desde la mujer para el varón, sino una ayuda mutua en igualdad de condiciones.
Esto no lo entendieron los discípulos que, cuando llegaron a la casa volvieron a preguntarle sobre lo mismo, y al acercársele los niños para que los bendijera, los reprendieron y trataron de impedirlo. Según la mentalidad de la época, un maestro no debía “perder su tiempo” con niños y con mujeres; éso le hacía perder credibilidad y autoridad. Pero a Jesús no le interesó la fama de maestro respetable, sino mostrar el amor de Dios, el único capaz de transformar el corazón humano y llevarlo a la plenitud de su vida. Por eso acogió con amor a todas las personas, de manera especial a quienes les negaban el derecho a vivir en dignidad. A quienes “no valían” para los ojos del mundo judío. Por eso puso como ejemplo a la viuda pobre (Lc 21,1ss), a la mujer sirofenicia (Mc 8,24ss), al centurión romano (Lc 7,1-10), a la mujer hemorroisa (Lc 8,43ss)... Por eso acogió y bendijo a los niños, y propuso la igualdad entre el varón y la mujer.
Con todo ésto no se busca hacer más pesada la cruz de una pareja cuyo matrimonio es inviable, diciéndole que si se separan están contra la voluntad de Dios. Y en el caso de que se separen, no podrán volver a unirse con otra persona porque estarán en pecado. No se trata de calificar con epítetos tales como: concubinos, amancebados, bígamos, adúlteros y pecadores a quienes habiéndose separado se hayan unido por segunda vez con otra persona.
Se trata de que cuando una pareja decida casarse, lo haga desde su libertad y madurez humana, y con la fuerza plenificante del amor creador de Dios. Que cuando esa pareja pase por momentos difíciles, como los pasamos todos los seres humanos, no tome el camino más fácil de separarse, sino que acudan a aquel que los ha unido, pues sólo con su ayuda podrán llevar a plenitud esa utopía. Si después de agotar todos los recursos para mejorar, la relación es inviable, no podemos decir que es voluntad de Dios que dos personas vivan juntas y se amarguen la vida. Ni tenemos el derecho a condenar en nombre de Dios a que alguien viva solo por haberse equivocado una vez.
El matrimonio no es un fin, es un medio que busca generar un espacio para que las personas realicen plenamente sus vidas, no para que las frustren. No podemos convertir los medios en fines absolutos. Lo único absoluto es Dios y su amor creador, que dinamiza nuestra historia y nos ayuda a descubrir cada día nuevos caminos para hacer que nuestra humanidad viva y sea feliz.
Estos textos nos ayudan a fundamentar el matrimonio indisoluble como ideal ético, tal como lo tenemos en la actual legislación eclesial. Pero más que eso es una invitación a volver al amor creador de Dios que nos capacita para dar sentido pleno a nuestro amor humano. Desde ahí podemos desplegar toda nuestra vida, incluyendo nuestras relaciones familiares.
Oración
Señor Jesús, gracias te damos por tu acción liberadora para todos los seres humanos. Gracias porque para ti, en medio de nuestras naturales diferencias de género, varones y mujeres somos iguales en dignidad, derechos y deberes. Gracias por tu testimonio de amor generoso hacia todas las personas sin distinción alguna.
A los varones ayúdales a verse libres de los roles inhumanos que les ha impuesto la sociedad machista: “ten siempre el control”, “los hombres no lloran”, “no expreses los sentimientos”, “mantente siempre fuerte como un roble”… A las mujeres ayúdales a verse libres de la marginalidad en la que se encuentran todavía en muchos sectores y del descarado dominio a la que aún son sometidas en algunas “familias”. Ayúdales a superar estereotipos sexistas y las falsas concepciones de liberación que las llevan a perder su identidad y su dignidad femenina. Que ellas sean manifestación de la ternura de Dios que es Padre y Madre, dador de vida.
Danos la fuerza necesaria para construir verdaderas familias profundamente unidas por el amor misericordioso del Padre Dios; matrimonios fundados en la roca firme que eres tú, indisolubles, no por la Ley sino por tu gracia y por la fuerza de tu Espíritu Santo que los conduce a la plenitud de la vida en el amor. Que como Iglesia realicemos las acciones pastorales en las que hagamos creíbles el amor y la misericordia de Dios hacia los más débiles. Que como sociedad trabajemos para crear políticas justas en las cuales se reconozca dignidad de la mujer.
Ayúdanos a superar todas las barreras que nos impiden crecer como seres humanos y danos la gracia de ser, como tú, verdaderas imágenes del Padre. Amén.
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
Preguntas y comentarios: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.
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Homilia para el XXVI Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B
23 de Septiembre, 2009, 12:58
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EN CAMINO
Tiempo Ordinario, ciclo “B”
XXVI Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
LECTURAS:
- 1ra lect.: Nm 11,25-29
- Sal18
- 2da lect.: St 5,1-6
- Evangelio: Mc 9,38-43.45.47-48
¿PROPIEDAD PRIVADA?
En el ser humano está la tendencia de apropiarse de las cosas: tierras, playas, mares, ríos, minas, y todo lo que produce riqueza, inclusive de las mismas personas y sociedades. Al lado del apetito de apropiarse de las personas y de las cosas, surgen el deseo de aparecer como absolutos y el afán de reconocimiento.
Para lograr la satisfacción de este bajo instinto se ha utilizado la fuerza, muchas veces acompañada de armas. Para fundamentarlo ideológicamente se ha echado mano de de la filosofía, de la política, de la religión o de lo que esté de moda. Cuando en Occidente la religión era decisiva en la estructura de los estados, se utilizó para fundamentar la barbarie. Se decía que se debía someter a los infieles con el fin de salvarlos porque fuera de la Iglesia no había salvación; y como según los fundamentos religiosos, sin el bautismo no se era hijo de Dios, entonces muchos no veían problema en matarlos. Hasta se jugaba a matar indios para probar el tiro al blanco.
En nuestra época postmoderna no se habla en nombre de Dios, sino que se utilizan muchos sofismas de distracción. Hoy se despoja, se invade y se mata en nombre de la democracia, de la seguridad nacional, o con el cuento de combatir el terrorismo.
Josué y Juan son versiones antiguas de un fenómeno que se dio y se sigue dando en muchos contextos. Con muchos nombres y muchos argumentos pero, en últimas, con un mismo trasfondo: un fundamentalismo fanático animado por anhelos de apropiación.
Suelen decir que: “Sin ese personaje se vendría abajo el país”, “sin ese gerente la cooperativa entraría en quiebra”, “sin ese caudillo la revolución se acabaría”… En la parte religiosa no es raro escuchar el reclamo de quienes dicen ser “los legítimos pastores” que defienden el “derecho de Dios” sobre los seres humanos. Dicen vivir en este mundo sin ser del mundo, representar la voz de Dios para los mortales y ser un puente entre lo humano y lo divino. Quien quiera hacer parte de ese grupo selecto de preferidos de Dios y de la virgen María, deberá pasar por pruebas rigurosas en las cuales se evaluará de manera especial la aceptación incondicional de todos los dogmas habidos y por haber, y la obediencia a las sagradas reglas, inspiradas por el Espíritu Santo.
Vamos a los textos: En el caso de Josué se trata de un relato elaborado teniendo en cuenta la experiencia del Éxodo. Moisés es presentado como el prototipo del líder que no acapara para sí todos los cargos. Dios le pide que delegue el ministerio del liderazgo a otros setenta ancianos para que lo ayuden. Aquí no se trataba de tener mando sino de concientizar al pueblo para que continúe en camino hacia la tierra prometida, pues a esta altura (capitulo 11 de libro de los números), el pueblo añoraba la comida abundante de Egipto, sin importarle la esclavitud a la que fue sometido. En estos casos el estómago no es un buen consejero.
Estaban aburridos de comer ese insípido maná y querían volver a sentarse alrededor de las ollas de comida. Al frente solo veían un inmenso y amenazante desierto que no les prometía nada bueno. Moisés no podía sólo con ese pueblo. Necesitaba personas que profetizaran, es decir que denunciaran esos bajos instintos de cobardía, pereza, falta de fe y de confianza en Dios. Que anunciaran la gran posibilidad de cambiar la historia, que más allá del horizonte los esperaba una tierra que trabajada de manera organizada manaría leche y miel. Tarea difícil para una sola persona.
Convocaron a los setenta ancianos al tabernáculo para recibir el espíritu. Y recibieron todos el espíritu. Pero sucedió que a dos personajes, Eldad y Medad, que no habían acudido al sitio indicado para la fiesta del “reparto del espíritu”, se les posó igualmente el espíritu. Aquella vez fue Josué, quien le pidió a Moisés que no permitiera que estos dos personajes continuaran profetizando porque no habían acudido al tabernáculo.
Con Jesús sucedió algo parecido: Él no era un maestro legítimo. Los “legítimos pastores” del pueblo de Israel se opusieron totalmente a su ministerio. Muchas veces lo cuestionaron por su procedencia, porque era hijo de un carpintero o porque conocían a su mamá y a sus hermanos; porque no era egresado de una gran escuela o porque, según ellos, actuaba en nombre de Belcebú, el príncipe de los demonios. A cada momento buscaban su caída para desprestigiarlo. Finalmente, lo procesaron, lo condenaron a muerte y lo asesinaron en el madero de la cruz, para librarse de ese “pastor ilegítimo”, de ese “falso profeta” que contaminaba el mundo y amenazaba la sagrada estructura religiosa con su “falsa doctrina”.
En las comunidades cristianas no faltó quién quiso adueñarse del proyecto de Jesús y reclamar “derechos de autor” sobre algo que le pertenecía a toda la humanidad y a nadie en particular. El evangelio de hoy nos dice que fue Juan quien dijo: “Maestro, vimos a uno expulsando demonios en tu nombre, y se lo prohibimos, porque no es de nuestro grupo.”
Josué y Juan están en la misma posición fundamentalista, exclusivista y fanática. Para Josué, Eldad y Medad no debían ser profetas porque no habían acudido al tabernáculo. Para Juan, el hombre que expulsaba demonios en el nombre de Jesús no debía hacerlo porque no era de su grupo.
“Tienes demasiado celo por mí. ¡Ojalá les diera el Señor a todos su espíritu y todos en el pueblo del Señor fueran profetas!” le respondió Moisés a Josué. “¡No se lo prohíban! Porque uno que hace un milagro usando mi nombre no puede a continuación hablar mal de mí. Quien no está contra nosotros, está a favor nuestro”, les dijo Jesús a Juan y a sus discípulos.
Esos son los verdaderos líderes. No los que acaparan, sino los que saben delegar. No los que temen perder el poder, sino los que saben reconocer que llega la hora de ser relevados. No los que se ponen como el centro del pueblo, sino los que saben que son uno más dentro del proceso. No los que se creen absolutamente necesarios e indispensables, sino los que, comprendiendo su limitación, dan lo mejor de sí para realizar a cabalidad la historia de salvación.
Aquí los cristianos y más los católicos, tenemos que reconocer los errores en los que hemos caído debido a exclusivismos fanáticos. Aquellos tiempos penosos de las cruzadas, de la conquista, de la colonización y de la “santa” inquisición, justificadas ideológicamente con la religión. Hace unos años Juan Pablo II pidió perdón por todos esos pecados de la Iglesia. ¡Qué bueno! Estamos reconociendo que nos equivocamos muchas veces como institución. Que no somos infalibles.
Pero después del Concilio Vaticano II y del “me a culpa” de Juan Pablo II, se siguen viendo actitudes como las de Josué y de Juan, cuando se dice que la única Iglesia de Cristo es la nuestra y que las otras tienen tan sólo algunos elementos eclesiales, mas no son Iglesia. Que las demás religiones no tienen fe sino sólo algunas creencias, y que tienen participación de una verdad que es nuestra, de la única revelación válida, la nuestra, cuyos representantes auténticos somos nosotros.
Aunque tal vez con la buena intención de defender la fe y con un sentido de responsabilidad, seguimos viendo esas actitudes fanáticas cuando se persigue a los profetas que buscan la renovación teológica (G. Gutiérrez, L. Boff, I. Ellacuría, H. Küng, B. Häring, M. Vidal, E. Drewerman, J.J. Tamayo, entre otros). Aún después del Concilio (L.G.37) se sigue viendo esa separación tan marcada y exclusivista entre clérigos y laicos. La llamada Iglesia docente (que enseña) e Iglesia discente (que aprende). Y ni hablar de la participación de la mujer, mientras se siga pensando que darle participación es lavar los purificadores, vender la rifa y recoger la ofrenda, pero no se piensa en “permitirle” servir en el campo de la dirección, el magisterio y otros ministerios como el presbiterado, el diaconado y ¿por qué no?, el episcopado. Nunca cambiará ésto mientras sigamos viendo los ministerios en la Iglesia como poder y no como servicio. Nunca cambiará esto mientras sigamos creyéndonos poseedores de la verdad.
Este evangelio tiene que impulsarnos a dejar el miedo a perder el poder; a abandonar todo intento por adueñarnos del hermoso camino de Jesús. El Señor da su Espíritu a todo aquel que lo busca con sincero corazón. “Lo que en realidad importa no son tanto las Iglesias sino el fenómeno cristiano y su función benéfica en la espiritualidad de los seres humanos. Todas las Iglesias son de Cristo, pero Cristo es para los humanos y los humanos son para los otros humanos, hombres y mujeres, y todos somos para Dios” (L.B.).
Lo que tenemos que cortar y excluir no es a los seres humanos que piensan diferente y hacen el bien desde otro ángulo. Lo que tenemos que excluir es el fundamentalismo y el fanatismo que tanto daño y tantas muertes han causado y sigue causando en el mundo y también en nuestras Iglesias. Lo que tenemos que cortar es todo aquello que nos conduce a la muerte: el escándalo de una vida injusta y la acumulación de riquezas a expensas de la explotación del pobre. El lujo, la satisfacción desmedida de necesidades creadas, con el fruto de la trampa, la codicia, del no pago o del pago miserable a los empleados, la condena y el asesinato del inocente (2 lect.)
A nivel personal, familiar, eclesial, institucional o social, vale la pena hacer un análisis concienzudo para descubrir qué “tumores” debemos arrancar de nosotros para vivir mejor. Hay realidades que están tan pegadas a nosotros, tan profundamente adheridas a nuestro interior, que es muy difícil salir de ellas. Tal difícil como arrancarnos una mano, un pie, o un ojo. Hay vicios como la droga, el alcohol, la infidelidad, la pereza, el egoísmo, etc., que están tan profundamente arraigados en las personas que salir de ellos, les dolería tanto como si le arrancaran un ojo. Hay asimismo relaciones afectivas patológicas, que hacen tanto daño y son tan difíciles de abandonar, pero que si la persona quiere cambiar no hay otro camino que enfrentarse así mimo, y a sus propios vacíos, someterse a un tratamiento, hacer el esfuerzo y arrancar definitivamente de su vida eso que le hace daño. Puede ser su esposa, su mamá, un vicio, un amante, un negocio, o cualquier dependencia, cualquier atadura que lo está haciendo sufrir un horrible infierno.
Oración
Señor Jesús, gracias por tu testimonio de vida, por tu entrega generosa y tu búsqueda sincera del bien para el ser humano. Ayúdanos a arrancar de entre nosotros todo tipo de fundamentalismo fanático a nivel personal o comunitario. Ilumina a los responsables de nuestra Iglesia para que animen con amor, sabiduría y sencillez de corazón, y nunca caigan en la trampa de sentirse los únicos poseedores de la verdad. Que nuestros líderes sociales no caigan en la tentación de perpetuarse en el poder y que nosotros no caigamos en la trampa de apoyar líderes mediáticos, demagogos y embaucadores.
Ayúdanos a arrancar de nuestra vida todo aquello que nos esclaviza y nos conduce a la muerte existencial. Danos la fuerza de tu Espíritu para vencer vicios, dependencias, traumas, malos recuerdos, situaciones dolorosas no superadas, odios, rencores, envidias y todo aquello que amenaza nuestra felicidad. Danos la luz de tu Espíritu Santo para que podamos encontrar caminos que nos integren como Iglesia, como Iglesias, como creyentes y como seres humanos en general. Danos la gracia del Espíritu Santo vivir con libertad frente a los demás y frente al mundo, de manera que, como tú, sólo dependamos de nuestro Padre Dios y realicemos plenamente su voluntad salvífica. Amén.
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
Preguntas y comentarios: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.
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Moniciones para el XXVI Domigo del Tiempo Ordinario- Ciclo B
20 de Septiembre, 2009, 11:20
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario
Vigésimo Sexto Domingo – Ciclo B
“Apertura y tolerancia”
27 de septiembre de 2009
Monición de entrada
Hermanos y hermanas, muy buenos días (tardes, noches). Durante este tiempo de crecimiento en el conocimiento, el amor y el servicio a Dios y a nuestros hermanos, se nos invita a examinar las motivaciones que influencian nuestras vidas. La salvación viene de Dios, no de nosotros. El Espíritu del Dios vivo no se puede limitar a esfuerzos humanos. Él trabaja dónde y cuándo quiere. Es tarea nuestra discernir, a través de la oración, qué quiere Él de nosotros. Nos ponemos de pie para recibir a los ministros de esta Misa.
Primera lectura: Núm 11, 25-29 (Ojalá todo el pueblo fuera profeta)
La primera lectura narra la instalación de los setenta ancianos, los ayudantes de Moisés. Ellos recibieron el Espíritu de Dios y profetizaron. Otros dos que no eran parte del grupo recibieron también el mismo don del Espíritu. Pongan atención a la generosa actitud de Moisés que deseaba ver distribuido el don del Espíritu en todos. Escuchemos.
Segunda lectura: Sant 5, 1-6 (Su riqueza está corrompida)
Uno de los más fuertes y duros pasajes de toda la Biblia contra los ricos de este mundo lo encontramos en esta carta del Apóstol Santiago. El está contra el abuso del poder y de la riqueza. Las riquezas, si se guardan o se acumulan por propósitos egoístas corrompen la vida del Espíritu. Presten mucha atención a este mensaje de Dios para nosotros
Tercera lectura: Mc 9, 37-42.44.46-47 (El que no está contra nosotros, está a favor nuestro)
Hemos visto en las lecturas anteriores que el Espíritu de Dios trabaja donde quiera. Jesús decía a sus discípulos que hay otras maneras de estar a su favor y deben ser respetadas. El que no está contra Jesús está a su favor. También Cristo invitaba a evitar el escándalo: el ajeno y el propio. “¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta!”. Puestos de pie entonemos el Aleluya.
Oración Universal
A cada petición respondan, por favor: “Te glorificamos por siempre, Señor”
1. Por la Iglesia de Dios: para que anuncie sin cesar el Evangelio de salvación a los seres humanos y sea congregada en la unidad. Roguemos al Señor.
2. Por los pueblos del mundo: para que disfruten de paz y aumenten los lazos de unión y concordia. Roguemos al Señor.
3. Por los más pobres y más necesitados: para que descubran que la Buena Nueva de Cristo va dirigida especialmente a ellos, y la acepten con alegría de corazón. Roguemos al Señor.
4. Por cada uno de nosotros y nuestras intenciones: para que estemos siempre abiertos a la inspiración del Espíritu Santo y para que sepamos ser servidores de los demás y consigamos un corazón humilde y sencillo. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 382)
Hoy te bendecimos alegres, Padre de todos los hombres,
porque tú no eres monopolio ni posesión privada de nadie.
Por la actitud abierta y tolerante de Jesús entendemos
que todo el que está por la verdad, la justicia, el bien y la paz
está a favor nuestro, está por Cristo, su evangelio y su causa.
Líbranos, Señor, de todo sectarismo, intransigencia, desamor
y mezquina estrechez de espíritu frente a nuestros hermanos;
y haz de nuestro grupo una comunidad de puertas abiertas
a todos cuantos te buscan con honradez, lealtad y ánimo sincero.
Convierte nuestro corazón a un amor que no discrimina a nadie,
para compartir tu palabra y tu pan con todos los hombres.
Amén.
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Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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Homilia el XXV Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B
14 de Septiembre, 2009, 14:01
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EN CAMINO
Tiempo Ordinario, ciclo “B”
XXV Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
LECTURAS:
- 1ra lect.: Sab 2, 12.17-20
- Sal 53 (54)
- 2da lect.: St 3, 16–4, 3
- Evangelio: Mc 9, 30-37
VOLUNTAD DE SERVICIO
El conocimiento no es algo que se aprende de una vez y para siempre. El ser humano va cambiando con el mundo en continua evolución. Nunca terminamos de aprender. Hace ya varios años se está hablando en las universidades, de la formación permanente. Un profesional que se gradúe hoy y no se actualice, dentro de 10 años será un tegua. En las universidades se han multiplicado las especializaciones, maestrías, doctorados y post-doctorados, cursos intensivos, diplomados, etc. En la Internet encontramos charlas, conferencias, simposios o reuniones virtuales y toda una gama de posibilidades, con las que se puede aprender, preguntar, opinar, concordar o discordar. Buenas posibilidades para la formación permanente.
En el evangelio que hoy leemos, encontramos una vez más a Jesús enseñando mientras camina. Era la formación permanente de Jesús con sus discípulos. No todo podía ser trabajo: el trabajo dignifica al ser humano, pero el trabajo excesivo lo descontextualiza, lo ciega, lo embrutece, lo convierte en una máquina que produce resultados y que un día se acaba y se bota.
Dice el texto que Jesús empezó a recorrer Galilea pero no quería que se supiera porque estaba instruyendo a sus discípulos. El sofisma de trabajar, trabajar y trabajar, en últimas lo que produce es una fatiga que nos incapacita no sólo para ser efectivos en el trabajo sino también para vivir bien. Necesitamos dejar espacios para reflexionar, para analizar lo vivido, para conocer otras experiencias, es decir, para la formación permanente y no sólo en campo estrictamente laboral y profesional. También para los amigos, la familia, la fe, el deporte, el arte, la música, la poesía y todo aquello que nos hace más humanos y felices.
En cuanto al mensaje propio de la enseñanza de Jesús a sus discípulos, descubrimos que hablaban en un lenguaje distinto. Él les mostraba las dificultades que tendrían por asumir su compromiso, como persecuciones, maltratos, e incluso la muerte. Ellos andaban en un mundo idílico, a la espera de que el Mesías diera el zarpazo final y se tomara el poder con signos portentosos, para ver qué puesto les tocaba. Y desde ya, se disputaban quién de ellos sería el más importante dentro de ese reino imaginario. Mientras Jesús con su vida sencilla y servicial, les mostraba otra manera de ser hombres: cordiales, entrañables, fraternos y solidarios con los demás seres humanos, ellos esperaban que se volteara la torta para dejar de ser los pobres pescadores y convertirse en los ministros principales del nuevo rey de Israel, con posibilidades de mando. “Una cosa piensa burro y otra quien lo está enjalmando”.
Jesús pensaba en todo el pueblo, ellos pensaban en ellos mismos. Dejaron que su corazón se llenara de ambición. Éste es uno de los males que más afecta a la humanidad. Esa realidad estaba también presente en las comunidades a las que escribió Santiago (2da lect). Como por lo general valoramos, respetamos y queremos más a quienes tienen poder, dinero, fama e influencias, entonces adquirirlos se convierte en un ideal de vida ambicionado por todos.
Los robos, los asesinatos, y la destrucción de la vida de tantas personas llevan por lo general alguna ambición de quienes son el origen de tantos males causados a la humanidad para agrandar su poder. Quieren tener más capacidad económica, ser más fuertes y asegurarse la vida, quieren ser más importantes, más respetados y más amados. Y cuando conseguir eso se convierte en un fin último, entonces todo aquello que se interponga en el camino deberá ser eliminado, incluso las personas.
Tanto la carta de Santiago como el evangelio, invitaban a sus destinatarios y hoy a nosotros, a ver lo peligroso que es dejarnos invadir por la ambición, la codicia de dinero, prestigio y poder. Podemos entrar a un callejón sin retorno si nos dejamos cegar por ellos y no fijamos nuestra mirada en Jesús cuyos móviles estuvieron siempre animados por un interés de servicio.
Por eso Él fue muy claro con sus discípulos: “Quien quiera ser el primero, deberá ser el último de todos y el servidor de todos.” ¡Claro que toda obra necesita líderes para organizar y sacar adelante los procesos! Mas la autoridad del cristiano no debe estar impulsada por la voluntad de poder, sino por la voluntad de servicio.
Federico Niezsche criticó fuertemente lo que él llamó “el hombre camello”, que vive sometido en un sistema que lo explota y no le permite pensar en sí mismo como individuo y como sujeto de la historia; en cambio propuso la “voluntad de poder” para llegar al “superhombre”. Una crítica que sigue siendo válida cuando vamos por la vida sin pensar en nuestro ser y quehacer como seres humanos, y nos dejamos subyugar por tantos sistemas de esclavitud que cada día aparecen. Pero orientar nuestra vida por la “voluntad de poder” para alcanzar al superhombre… ¡dudo mucho que resulte! Tendríamos primero que analizar muy bien a los hombres que organizaron su vida con la voluntad de poder.
Voluntad de poder la de Adolfo Hitler, cuyo cuadro de Niezsche tenía en su despacho como un idolillo. Voluntad de poder la de Benito Mosolini en Italia, Mobutu Sese Seko en el antiguo Zaire, Videla en Argentina, Franco en España, João Baptista en Brasil y Alfredo Stroessner en Paraguay. Voluntad de poder la de los grupos guerrilleros y paramilitares colombianos, y la de los políticos y empresarios que los apoyan.
Hace unos días recordamos aquel 11S de 2001 cuando chocaron dos voluntades de poder: la de los talibanes y la de Estados Unidos. Eso nos hizo recordar a otro personaje con mucha voluntad de poder: Augusto Pinochet, en Chile, quien en otro 11S pero de 1973, encabezó el golpe de estado contra el gobierno de Salvador Allende con el apoyo económico y logístico de la CIA, durante el gobierno republicano de R. Nixon y H. Kissinger.
Voluntad de poder la de Goerge Bush y su poderoso ejército genocida que ha llenado de miseria la vida de mucha gente con la llamada “lucha contra el terrorismo”; sofisma de distracción para afianzar más la dominación y el imperialismo salvaje. Voluntad de poder la de Fidel Castro y Hugo Chávez, quienes en nombre de la revolución combaten y aplastan todo tipo de oposición tildándola de imperialista y enemiga del pueblo.
Voluntad de poder la de tantos pseudopolíticos de nuestros pueblos, que aprovechan su rol para los mezquinos intereses. Tenemos que reconocer que muchos hombres “de Iglesia” y en nombre de Cristo, saquearon, aplastaron, explotaron y mataron grupos, comunidades y hasta pueblos enteros supuestamente para defender la fe, mas en el fondo estaban dominados por la voluntad de poder.
Después de este corto vistazo, vale la pena preguntarnos si estamos conducidos por la voluntad de poder o por la voluntad de servicio. Es legítimo, bueno y necesario que cada persona busque su propio bienestar, su estabilidad económica y social, pero sin pasar por encima de los demás.
¿Estamos acaso atrapados en un afán de lucro y competitividad, en la búsqueda del éxito y de los primeros puestos a cualquier precio? ¿Cómo somos con las personas que están a nuestro cargo? Si tenemos empleados, ¿cómo los tratamos? ¿En nuestras relaciones interpersonales y en los diálogos, buscamos concertar o buscamos siempre imponer nuestro pensamiento, nuestra ideología y nuestra voluntad? ¿Si tuviéramos hoy la capacidad de mando sobre todo un pueblo estamos seguros de que no actuaríamos de la misma manera como lo hacen aquellas personas que tanto criticamos?
Como en la primera lectura (Sab 2, 12.17-20), ¿nos resultan incómodas las personas justas, honestas y leales? ¿Nosotros como personas y como Iglesia molestamos con nuestro testimonio a los poderosos e injustos, que dominados por la voluntad de poder aplastan a los demás? o ¿vivimos camaleónicamente para no meternos en problemas en medio de la injusticia? ¿Acaso en nuestro mundo no hay injusticia? o ¿hay injusticia pero no hay profetas?
¿El testimonio y la propuesta de Jesús nos anima o nos incomoda? ¿Estamos dispuestos a aprender de la sencillez y la espontaneidad de los niños? ¿Estamos dispuestos a valorar a los pequeños de este mundo y a recibirlos con el convencimiento de que ahí, y de manera especial ahí, en los pequeños, está la presencia de Dios?: “El que reciba a un niño como este por amor a mí, me recibe a mí. Y el que me recibe a mí, no me recibe a mí sino al que me envió.”
Oración
Padre Dios, te damos gracias por tu amor creador, dador de vida. Te bendecimos por todas las cosas bellas que experimentamos cada día y porque iluminas nuestra vida con tu Palabra. Te pedimos perdón por las veces que nos hemos dejado llevar por el egoísmo y por el afán de dominar. Te pedimos que reconstruyas nuestra vida, desintegrada muchas veces por situaciones dolorosas que hemos tenido que afrontar o a causa de nuestros propios errores. Confiamos plenamente en tu voluntad salvífica.
Te pedimos que, siguiendo el estilo de vida de Jesús y con la gracia del Espíritu Santo, renunciemos a toda codicia que genera tanta injusticia en el mundo y brillemos no por el afán de ser los primeros en honores y poderes, sino en servicio y amor a los demás. Abre nuestros ojos para ver la injusticia en el mundo; que nuestros corazones no sean indiferentes ante el dolor humano y que nunca caigamos en la tentación de insultar, torturar o asesinar a otro ser humano porque, tal vez pensemos, se interpone en nuestro camino. Ayúdanos ser testigos valientes de la Buena Noticia del Reino, a asumir nuestro compromiso bautismal de ser profetas que denuncian la injusticia en el mundo y anuncian, de la palabra y de obra, otra forma vida, más humana, más libre, más fraterna y más feliz, acorde a tu plan de salvación. Haz crecer en nosotros una decidida voluntad de de amor generoso y servicio desinteresado, para ver prosperar la alegría y la felicidad a nuestro alrededor. Amén.
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
Preguntas y comentarios: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.
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Moniciones para el XXV Domigo del Tiempo Ordinario- Ciclo B
14 de Septiembre, 2009, 13:50
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Tiempo Ordinario
Vigésimo Quinto Domingo – Ciclo B
“Extraña medida de La importância personal”
27 de septiembre de 2009
Monición de entrada
Hermanos y hermanas en Cristo, ser un buen cristiano no es fácil. Una persona justa es siempre un silencioso reproche de aquellos que no lo son. También vivir según Dios es morir, pero la muerte del cristiano es nacer a una vida sin término, es resucitar. Tomemos fuerza en esta Eucaristía para seguir a Cristo. Puestos de pie empecemos nuestra celebración.
Primera lectura: Sab 2, 17-20 (Lo condenamos a muerte ignominiosa)
El autor del libro de la Sabiduría nos reproduce los sentimientos y actitudes de los impíos frente a los justos y su forma de actuar. Los que tienen el conocimiento de Dios y su conducta sin reproche, muchas veces sufren. Esta lectura nos describe la pasión de Cristo. Pónganle atención.
Segunda lectura: Sant 3, 16-4,3 (Los que procuran la paz están sembrando la paz)
En toda comunidad hay luchas y tensiones. Santiago nos dice que las envidias, el desorden y las peleas son frutos de la falsa sabiduría. El cristiano verdadero, con la gracia de Dios, practica las buenas obras, en especial la paz, la justicia, la reconciliación y al misericordia.
Tercera lectura: Mc 9, 29-36 (Quien quiera ser el primero, sea servidor de todos)
Marcos nos ofrece el segundo anuncio de la pasión de Cristo, pero los discípulos no lo comprenden. Cristo puso como ejemplo a un niño, que para la época no tenía ninguna importancia, para ilustrar su enseñanza de humildad y servicio. Cantemos el Aleluya.
Oración Universal
A cada invocación, únanse a mí diciendo: “¡Ayúdanos, Señor, con tu gracia!”
1. Por el Papa, los obispos, sacerdotes (especialmente el/los de nuestra parroquia), diáconos, por todo el pueblo santo de Dios: para que anunciemos sin cesar la buena nueva del Evangelio. Roguemos al Señor.
2. Por todas las naciones y sus gobernantes, por todos los que de distintos modos trabajan por la justicia, la libertad y la paz. Roguemos al Señor.
3. Por los religiosos y las religiosas: para que sean ante el mundo signo vivo de los bienes eternos. Roguemos al Señor.
4. Por un aumento de vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal y por buenos matrimonios. Roguemos al Señor.
5. Por los que celebramos esta Eucaristía: para que aumenten los lazos de unión y nos sintamos responsables los unos de la suerte de los otros. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 379)
Bendito seas, Padre, porque Cristo Jesús, nuestro Señor,
inauguró un mundo nuevo con criterios desconocidos hasta él:
son primeros quienes se hacen los últimos sirviendo a los demás.
Desde entonces, los secretos y las riquezas de tu reino
son para los que tienen alma de pobre y corazón de sencillos.
Prepáranos a recibir tu palabra con ánimo de cumplirla
y cambia por completo nuestros corazones, mentalidad y conducta,
para que, radicalmente convertidos de la ambición de poder,
construyamos con Cristo un mundo nuevo de amor y fraternidad.
Haz, Señor, que, siguiendo el ejemplo de Jesús, sirvamos
en su nombre a todos nuestros hermanos con alegre sonrisa
Amén.
Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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Homilia para el XVIV Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B
9 de Septiembre, 2009, 13:11
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EN CAMINO
Tiempo Ordinario, ciclo “B”
XVIV Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
LECTURAS:
- 1ra lect.: Is 50, 5-9a
- Sal 115
- 2da lect.: St 2, 14-18
- Evangelio: Mc 8, 27-35
FE Y OBRAS
Cesarea de Filipo era una localidad al pie del monte Hermón, sobre la fuente principal del río Jordán. Desde tiempos antiguos se le rendía culto al Dios Baal, hasta que con la conquista de los griegos se empezó a adorar al dios Pan. Por eso la ciudad adoptó el nombre de Paneas y a su santuario se le llamó Panión. El Rey seléucida Antíoco III (de cultura helénica) libró y ganó allí la batalla definitiva contra los Tolomeos y se quedó con el poder de Palestina, en el año 200 a.C.
Herodes el Grande, reyezuelo sujeto a los romanos, que tenían el poder desde el año 63 a.C., edificó allí un templo de mármol dedicado al emperador Augusto César, quien le había cedido la ciudad. Posteriormente el tetrarca Felipe, hijo de Herodes el Grande, durante el reinado del mismo emperador le dio el nombre de Cesarea de Filipo, para diferenciarla de Cesarea de Palestina, y para dejar su propio nombre.
El evangelio que leemos hoy nos presenta a Jesús en camino hacia Cesarea de Filipo. Una tierra con mucha influencia no judía y con toda una historia de luchas por el poder.
En el nuevo testamento es muy simbólico presentar a Jesús en esa actitud con sus discípulos. El discípulo es el que hace camino con el maestro. Lo que Jesús ofrece más que una meta es un camino para ser más humano delante de Dios y de los hermanos.
Durante el recorrido era necesario clarificar algunas cosas. Tanto para los primeros discípulos de Jesús, como para las primeras comunidades cristianas, a quines está destinado el evangelio, y para nosotros, es importante saber qué se dice acerca de Jesús.
“¿Quién dice la gente que soy yo?”, les preguntó Jesús. En aquella época unos decían que era Juan Bautista, otros que Elías u otro de los profetas. Hoy la gama de respuestas es aún más variada. Esa pregunta ha hecho correr ríos de tinta y hay tantas cristologías como para volverse loco, si uno no está con los pies sobre la tierra. Algunos creen en Jesús y lo aceptan como su salvador, otros lo ven como un personaje más de la historia, otros como un guerrero que quiso tomarse el poder y no pudo; inclusive hay quienes lo ven como un impostor que se atribuyó el título de Mesías sin serlo y que murió como debía morir.
Hay muchos estudios de algunos especialistas a cerca de Jesús: psiquiatras que analizan su inteligencia, médicos que investigan las causas físicas de su muerte, psicólogos que estudian su capacidad de amar y paleontólogos que buscan la tumba para hallar sus huesos. Hay curanderos que dicen tener sus poderes, exorcistas que aseguran ser capaces de expulsar siete demonios en su nombre y pitonisas que adivinan la suerte invocando su espíritu. Hay sociólogos, filósofos y teólogos, “hippies”, caminantes y vagos, artistas, metafísicos y espiritistas… Hasta curas que se atreven a decir que actúan “in persona Cristi capitis” (en la persona de Cristo Cabeza) y otros más atrevidos que se denominan sus vicarios, y, como tal, exigen que sus palabras deben ser tomadas como infalibles. Unos enfatizan en su carácter de protestante, otros en su autoridad o en su vida interior, en sus reflexiones existenciales, o en sus milagros… en fin… aquí hay de todo, como en botica.
Responder a esta pregunta es importante y necesario en nuestro proceso como discípulos. Pero hay otra que va más allá: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Los primeros discípulos quedaron callados ante esa pregunta. Era más fácil responder la primera, pues se trataba de un conocimiento intelectual a cerca de lo que decían. Pero para responder a esta se necesitaba todo un discernimiento interior. No solamente una respuesta desde la razón sino desde el corazón. Desde los sentimientos que les hacía brotar y las esperanzas que despertaba en ellos, desde la ligera certeza de sentirse acompañados por un hombre de Dios, hasta la convicción de estar caminando con el Mesías.
Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) nos dicen que fue Pedro quien se atrevió a responder: “Tú eres el Mesías”. El Mesías encerraba todas las esperanzas del pueblo de Israel desde los tiempos de David. Todos esperaban un guerrero que reconquistara la tierra y los liberara del dominio extranjero, en ese momento, de Roma.
Seguramente descubrir a Jesús como el Mesías les produjo mucha alegría. Según sus esperanzas, eso quería decir que ellos dejarían de ser personajes del montón y pasarían a ser parte de la cohorte del nuevo rey de Israel. Nada mal para unos pescadores acostumbrados a pasar por el mundo “sobreviviendo”, como dice la canción.
Pero como decían nuestros viejos: “no sabían lo que le iba pierna arriba”; pues compartir la vida con el Mesías más que un privilegio era un compromiso muy peligroso. Las circunstancias históricas eran muy adversas. Las estructuras sobre las que estaba montado el mundo se resistirían al cambio con todas sus fuerzas. Jesús, que de tonto no tenía nada, sabía con toda seguridad que no iba a ser fácil enfrentar ese mundo estructuralmente injusto y perfectamente corrompido. Por eso fue muy claro con sus compañeros de camino: al Hijo del Hombre lo van a hacer sufrir, lo van a procesar, a condenar y ejecutar. Sólo después vendría el triunfo.
Pero faltaba otra cosa muy importante: El “Mesianismo” de Jesús no era nada parecido a la concepción del Mesías guerrero, poderoso triunfador, que ellos esperaban. Su trabajo empezaría desde las bases y no desde las estructuras, desde el servicio y no desde el poder. Y sus aspiraciones no eran precisamente tomarse el poder, sino unir a más personas para vivir en comunidad y constituir una familia unida, no tanto por medio de lazos sanguíneos sino por el amor de Dios que nos hace hermanos con igualdad de deberes y derechos.
Y, como es natural, cuando se trata de brindar, de estar con el ganador y de ser ganadores, todo el mundo está ahí. Cuando un equipo de fútbol es campeón, le salen hinchas de los sitios más recónditos y lucen la camiseta con orgullo. Pero cuando se trata de enfrentar peligros, persecuciones e inseguridades, como dice el refrán: “ahí empieza Cristo a padecer”. Y cuando se estrellaron con que lo que buscaba el nazareno no se parecía en nada a sus anhelos de poder, fama y privilegios, la decepción fue aún más grande. Fue Pedro quien trató de disuadirlo para que no fuera así. ¡Claro que era un honor y una gran noticia estar con el Mesías! Pero con el que ellos tenían en la cabeza, no con el que tenían al frente.
Porque Pedro era como nosotros, que preferimos quedarnos tranquilos en nuestras cómodas poltronas rezando y alabando a Dios. Confesar nuestra fe con palabras no nos cuesta mucho. Hoy en día no matan a nadie por decir que es cristiano. Pero cuando se trata no sólo de decir que somos cristianos sino de ser cristianos, de buscar la justicia de Dios en un mundo estructuralmente injusto, eso no es tarea fácil. Y cuando comprendemos que debemos enfrentar nuestro propio mundo interior, nuestra búsqueda de seguridades personales y hasta nuestro propio egoísmo. Cuando debemos reconocer que también dentro de nosotros habitan un tirano y un terrorista, un mico, un gato, un perro, un ratón y todo un zoológico peligroso, y que primero debemos cambiar nosotros antes de pretender cambiar el mundo, eso toca nuestras fibras internas y de pronto aparecen muchos reparos, como le pasó a Pedro.
Es necesario dar una respuesta y estar dispuestos a asumir el compromiso que lleva consigo dicha respuesta. Si Jesús para nosotros no es más que un personaje de la historia, con una vida chévere, no hay mucho que hacer. Pero si lo confesamos como Mesías, como el camino, la verdad, la vida, como el Pan vivo bajado del cielo, es necesario estar dispuestos a seguirlo hasta el final. A negarse así mismo y cargar la cruz.
De ninguna manera se trata de negarnos como individuos, ni de negar los valores humanos por los que tanto luchó la modernidad.
Es negar la construcción de la vida a partir del egoísmo y del individualismo, puesto que eso nos llevaría irremediablemente a la frustración de nuestra naturaleza humana. Tomar la cruz no es sinónimo de masoquismo, ni de resignación. No es huir del mundo externo o interno, para refugiarnos luego en una dimensión desconocida. Es enfrentar la vida tal como viene, aceptar nuestra realidad histórica con sus luces y sus sombras, y trabajar porque cada vez haya menos crucificadores y crucificados en este mundo. Seguirlo es caminar con Él hasta el final y asumir la vida sin escapar de ella, sin drogas ni pretextos alienantes. Es entregarlo todo por el Reino de justicia, amor y verdad, aún sabiendo que se corre el mismo peligro que corrió Jesús.
¿De qué sirve confesar a Jesús como Mesías si luego estamos poniendo reparos y nos quedamos sólo en los discursos? Aquí no se trata sólo de confesar la fe de palabra. Pues como dijo Santiago (2 lect - St 2,14-18): “la fe si no produce obras es una fe estéril”.
Oración
Padre Dios creemos firmemente en tu voluntad para salvarnos. En medio de nuestra realidad humana, de nuestras caídas y equivocaciones, de nuestros conflictos y dificultades, creemos firmemente en tu ayuda y protección. Sabemos que tú nos escuchas cada vez que te aclamamos; tú nos levantas, nos fortaleces y nos conduces irreversiblemente a la plenitud de la vida, porque Tú eres nuestro defensor, nuestra roca salvadora y nuestra vida está segura en tus manos. Por eso no tenemos miedo y caminamos con seguridad.
Señor Jesús, te reconocemos como nuestro Salvador y Mesías. Aceptamos tu causa, tu proyecto, tu lucha y el camino que propones para llegar a la meta: el Reinado de Dios. Reconocemos que en lo profundo de nuestro corazón guardamos intereses personales, anhelos de poder y de aparecer… Ayúdanos a superar el egoísmo y a vencer las turbaciones que a veces inundan nuestros corazones. Danos la fuerza de tu Espíritu para tener la gracia de conocerte, amarte, seguirte y confesarte de palabra y de obra hasta el final. Amén.
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
Preguntas y comentarios: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.
Como bien lo dibuja el libro del Apocalipsis (Cap.13) cuando dice que la bestia, aunque estaba herida, se resistía a morir y estaba dispuesta a destruirlo todo para no caer.
De esta manera la cruz y el Dios de la cruz no son, como decía el viejo Nietzsche: “una maldición contra la vida ni una flecha indicadora para huir de la vida”, sino un fermento para buscar una humanidad digna, justa, libre y feliz.
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Moniciones para el XXIV Domigo del Tiempo Ordinario- Ciclo B
7 de Septiembre, 2009, 20:26
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario
Vigésimo Cuarto Domingo – Ciclo B
“Una ascesis liberadora”
13 de septiembre de 2009
Monición de entrada
A nadie le gusta sufrir, sin embargo, todos sabemos que el sufrimiento forma parte de nuestra vida. Por su conocimiento de la Biblia, especialmente de los cantos del siervo de Yavé, Jesús sabía que Él tendría que seguir el paso liberador de la cruz y de ese modo poner en práctica el plan del Padre. Como cristianos que somos, podemos unir nuestros sufrimientos a los de Jesús para que sean salvíficos o dejar que ellos nos hagan sentir infelices y miserables. Entreguemos nuestra vida generosamente al Señor, ahora que empezamos esta Liturgia.
Primera lectura: Is, 50, 5-10 (Ofrecí la espalada a los que me golpeaban)
Este texto es el tercero de los cuatro poemas del “siervo de Dios”. Esta figura paciente trabaja sin desmayo en su misión dolorosa, expuesto a la injuria y la violencia de los hombres. Pero Él está lleno de confianza en la ayuda de Dios como podríamos estar nosotros en medio de las dificultades de la vida. Pongan atención.
Segunda lectura: San 2, 14-18 (La fe, si no tiene obras, está muerta)
Santiago, en la segunda lectura de hoy nos recuerda que la fe sin obras es una fe muerta. El Apóstol nos invita a mantener una fe viva, activa, fecunda en frutos de amor y en obras de bien al prójimo.
Tercera lectura: Mc 8, 27-35 (Tú eres el Mesías. El hijo del hombre ha de padecer)
El Evangelio de hoy nos presenta un momento culminante en la revelación del misterio de Cristo, según San Marcos. En el texto distinguimos tres partes; en las dos primeras Jesús se dirige a los discípulos y en la tercera a ellos y a los demás seguidores. Antes de escuchar este mensaje, cantemos el aleluya.
Oración Universal
A cada invocación, únanse a mí diciendo: “¡Ayúdanos, Señor, con tu gracia!”
Por nosotros, los cristianos, por nuestra manera de vivir y de servir: para que demos esperanza a los que sufren. Roguemos al Señor.
Por los que cargan con la cruz de la soledad, la opresión, la pobreza, el hambre, desempleo y la enfermedad: para que encuentren en nosotros con quien compartir su sufrimiento. Roguemos al Señor.
Por la juventud de nuestra parroquia: para que ponga su fe y confianza en Cristo y su Iglesia y no en los vicios. Roguemos al Señor.
Por nosotros y por nuestros familiares y conocidos: para que Dios abra nuestros corazones a su gracia, abandonemos el pecado y, practicando la justicia, caminemos hacia la vida de amor. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 376)
Te glorificamos, Padre del cielo, porque Jesús
nos enseñó el camino que por la abnegación lleva a la vida
Con su ejemplo no mostró la ruta ardua y gozosa del seguimiento,
siendo el primero en la opción total por el reino de Dios
y adelantándose a entregar la vida para ganarla definitivamente.
Caminando con él, Cristo nos quiere libres para amar a los demás.
Te pedimos, Señor, hacer nuestros sus criterios y actitudes
para liberarnos de nuestro yo mezquino, egoísta y estéril.
Por su palabra y su ejemplo que nos precedió, entendemos que
la medida de nuestra libertad interior es la capacidad de amar,
olvidándonos de nosotros. ¡Ayúdanos, Señor, con tu gracia!
Amén.
Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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Homilia el XXIII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B
1 de Septiembre, 2009, 16:17
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EN CAMINO
Tiempo Ordinario, ciclo “B”
XVIII Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
LECTURAS:
1ra lect.: Is 35,4-7ª
Sal 145
2da lect.: St 2,1-5
Evangelio: Mc 7,31-37
ÁBRETE
“Al volver Jesús de la región de Tiro, pasó por Sidón y se fue al lago de Galilea, en pleno territorio de la Decápolis…” Tiro y Sidón eran dos ciudades portuarias a orillas del mar mediterráneo, de gran importancia para los fenicios, quienes eran grandes navegantes y comerciantes del mundo antiguo. En el tiempo de Jesús el país de Tiro era una provincia romana de Siria con la que los judíos tenían buenas relaciones comerciales, sobre todo los judíos de Galilea con quienes compartía la misma frontera.
Allí vivían muchos judíos de la diáspora que habían salido de Israel huyendo de la guerra o de la miseria, y encontraron en estas ciudades buenas oportunidades para hacer negocios y prosperar. Por su sentido nacionalista y a veces racista, vivían sin mezclarse con los nativos, a quienes normalmente llamaban sirofenicios y de manera despectiva llamaban perros.
La Decápolis era un extenso territorio al sur del mar de Galilea, sobre todo al este del río Jordán. Desde el año 200 a.C. los griegos habían ocupado ciudades como Gadara y Filadelfia. En el año 63 a.C. Pompeyo liberó Hipo, Escitópolis y Pela de los judíos, las anexó a la provincia de Siria y les otorgó libertad municipal. Según el historiador Plinio los diez miembros originales eran: Escitópolis, Pela, Dión, Gerasa, Filadelfia, Gadara, Rafaná, Canatá, Hipo y Damasco. Luego Tolomeo incluyó otras ciudades al sur de Damasco.
Tiro y Sidón eran pues dos ciudades no judías (para no usar términos despectivos como pagano, gentil, infiel o idólatra). Tenían otra cultura, otra manera de entender el mundo y otra confesión religiosa, distinta al Dios en el que creía Jesús. Marcos ubica el relato evangélico que hoy leemos, después de la curación de la hija de la mujer sirofenicia de habla griega (Mc 7,24-30). En dicho relato Jesús, como cualquier judío fanático, rechazó y trató con dureza a la mujer, pero después cambió su actitud.
No estamos seguros si el relato de hoy sea histórico o si se trata de una elaboración del evangelista. No sabemos qué plan tenía Jesús con su visita a estas ciudades. Cabe resaltar que Marcos no lo presenta haciendo proselitismo religioso.
Según los evangelistas, cuando Jesús estaba en su tierra, una vez iniciado su ministerio, no dejaba escapar una oportunidad para predicar. No pocas veces se le vio enojado y desafiando a las autoridades y hasta al mismo pueblo, por las irregularidades del sistema socio religioso. Muchas veces anunció emocionado la inminente venida del Reino, como un proyecto integral e integrador, que requería posponerlo todo para hacerlo realidad con la gracia de Dios. Pero en tierra extranjera no se le vio catequizar, ni tratar de convertir a la gente a su fe. Nunca trató la fe de los habitantes de Tiro y Sidón, como falsas doctrinas o religiones equivocadas. Jamás dijo que fueran personas idólatras ni que sus dioses fueran falsos.
Contrario a Jesús, durante mucho tiempo en las Iglesias cristianas se dijo que otras creencias eran falsas y que el único Dios vivo y verdadero era el nuestro. Hasta hace unos años decían que fuera de la Iglesia no había salvación. Con esta ideología, al lado de la colonización y de la esclavitud, y como elemento justificador, vino la cristianización de muchos pueblos.
Hoy debemos volver al “amor primero” y seguir el hermoso testimonio de Jesús. “… Allí le presentaron un sordo tartamudo y le pidieron que le impusiera las manos”. No sabemos si estas personas eran judías o no judías, creyentes o no creyentes, cumplidoras o relajadas, pobres o ricas... Él no preguntó si tenían cómo pagarle, si creían en Dios o si estaban dispuestas a cambiar de religión. Como dice la segunda lectura, no hizo acepción de personas. Tampoco fue indiferente ante el dolor humano. Les ayudó en lo que realmente necesitaban. Aquí anunció la Buena Noticia del Reino de Dios pero no con palabras sino con obras de amor misericordioso.
La persona enferma estaba sorda y tartamuda. Es decir que tenía problemas de comunicación. El relato está cargado de simbolismo. Cada gesto de Jesús vale la pena analizarlo con lupa.
Lo primero que hizo Jesús fue llevarse aparte al sordo tartamudo; lo separó del gentío, tal vez de algún ambiente hostil en el que se encontraba. Mucha gente vive en ambientes hostiles donde recibe estímulos negativos: maltratos de palabra y de obra, desatención, marginalidad, etc. Estos ambientes les impiden vivir plenamente. Jesús quiso aplicarle un tratamiento especial, dedicarse por entero a él y consagrar en él su atención. De esta forma surgió una atmósfera en la que el sordo tartamudo pudo ser sanado.
Luego metió sus dedos en los oídos. Este es un gesto de ternura. Con mucha frecuencia no queremos oír porque las palabras que escuchamos nos molestan (críticas, rechazos, gritos) y entonces cerramos los oídos como un mecanismo de defensa, porque queremos conservar nuestra tranquilidad. Es posible que oigamos pero no escuchamos: “a palabras necias, oídos sordos”, dice el adagio. Meter los dedos en los oídos significa querer entrar en comunión con él: “Los dedos quieren mostrarnos que en las palabras de los otros, hemos de descubrir su anhelo: su anhelo de amor y su anhelo de Dios. Incluso en las palabras que suenan hostilmente se encierra también este anhelo de entrar en contacto con nosotros” (Anselm Grüm).
Después le toca la lengua con saliva. Este es un gesto de amor, de intimidad y de dedicación al otro. Como la madre que limpia con saliva la suciedad que hay en su pequeño y, después de algún golpe, le soba los moretones con saliva para que rebaje la hinchazón. La saliva es también imagen del seno materno en el cual el niño se alimenta y puede desarrollar con más facilidad la facultad de hablar. Aquí Jesús crea un ambiente de amor, de ternura y de confianza, para que el tartamudo pueda hablar, sin el temor a que alguien se burle de él y sin el miedo a que alguien lo regañe porque habló lo que no debía y donde no debía.
De esta manera le abrió el espacio para que se manifestara tal como era, pues “cuando uno habla no puede ocultarse. Hablando delato siempre lo que me pasa. La voz expresa siempre cómo nos hallamos en lo más íntimo. Un cantor no puede cantar cuando tiene problemas en su alma. En nuestras palabras el interlocutor experimenta nuestra inseguridad. Al hablar siempre me expreso a mí mismo”. (A. Grün).
Seguidamente Jesús elevó los ojos al cielo. Es decir, entró en comunicación con el Padre Dios, fuente de vida, que se comunica con el ser humano para salvarlo. Quiso abrir el cielo para este hombre enfermo y presentarle el amor sanador de Dios. Cuando nos comunicamos simultáneamente con Dios y con los hermanos, convertimos nuestras palabras en palabras de vida. De esta manera nuestras palabras no son simplemente portadoras de información, sino que están fundamentadas en la misma Palabra de Dios y comunican su amor y su salvación.
Luego suspiró. Es decir, le abrió el corazón y le dio entrada en su propio interior. Así, el enfermo dejó de ser un extraño a quien se le podría prestar una ayuda y pasó a ser parte de su misma vida. Pudo sentir con él, identificarse con su dolor y comprender por qué no quería comunicarse.
Si Jesús le hubiera reclamado fríamente el hecho de no querer comunicarse, hubiera sido otro motivo para que el sordo tartamudo se encerrara más en su mundo. Lo hubiera considerado un agresor más de los tantos que lo criticaban y se burlaban de él. Afortunadamente hizo las cosas bien, como dice al final del texto. Después de todo ese proceso sí podía hacerle una invitación contundente, definitiva y necesaria: ÁBRETE – (EFFATHÁ). Claro que ese hombre también tenía que poner de su parte. Claro que debía hacer el esfuerzo de lanzarse al agua para aprender a nadar, así tuviera que correr el riesgo de ahogarse o por lo menos de tomar un poco de agua.
En ese momento podía oír porque quien le hablaba no le transmitía odio y hostilidad, rechazo o reprensión, sino amor y amistad. También podía hablar porque no había ninguna cadena de temor que sujetara su lengua. No se encontraba ya bajo la exigencia de tener que hablar perfectamente, bajo la presión de delatarse a sí mismo o de imponerse al otro. Había surgido una atmósfera de confianza y amor. Entonces fue cuando pudo soltar la lengua y ser capaz de hablar correctamente en sus palabras y expresarse así mismo. Fue entonces cuando dejó que otros se acercaran a él y entraran en comunión con su persona.
Necesitamos hacer vida estos procesos a nivel personal, familiar y comunitario. Tener momentos a solas con Jesús para que él nos toque los oídos con sus dedos, escuchemos su voz en el acontecer diario y en su Palabra siempre viva y dinámica. Permitamos que toque nuestra lengua, que nos abra todo su cielo, nos guarde en su propio corazón y que su Espíritu inunde todo nuestro ser. De esta manera nos abriremos a los demás, nos comunicaremos con libertad de espíritu y crearemos entre nosotros comunidades de comunión y participación.
Necesitamos crear el ambiente propicio para que las personas hablen sin el temor de ser juzgadas ni clasificadas. Un ambiente en el que las lenguas se suelten y las personas encuentren su valor para expresarse. Necesitamos hablar de tal manera que no nos ocultemos detrás de las palabras, sino que nos expresemos a nosotros mismos. Hablar de tal manera que por medio de nuestras palabras abramos un cielo para los demás y que Dios hable por medio nuestro. Que por medio de nuestros oídos, escuchemos a los demás de tal modo que ahí descubramos las palabras, las necesidades y los anhelos de Dios. Necesitamos experimentar seguridad y amplitud, descubrir nuevos horizontes de comunicación y mostrar nuevas posibilidades para la vida de las personas.
“Desde el más casero espacio de que dispongamos, hasta las crecientes grandes manifestaciones, ejerzamos ese supremo don humano de la comunicación, en la verdad, en la comprensión, en la solidaridad. Comunicarnos para conocernos. Comunicarnos para acogernos. Comunicarnos para salvarnos juntos.” (Pedro Casaldáliga).
Oración
Jesús, hermano y redentor nuestro, te damos gracias porque llegas a nosotros siempre con Palabras de vida y de salvación. Hoy te abrimos las puertas de nuestra vida, de nuestra alma, de nuestra conciencia, de todo nuestro ser para que entres y restaures todas las heridas sufridas a lo largo de nuestro acontecer histórico. Ayúdanos a vencer el miedo, la cobardía y los complejos. Abre nuestros ojos para que podamos ver con claridad nuestro camino y las maravillas que el Padre Dios ofrece cada día. Abre nuestros oídos para escuchar a los hermanos, sus manifestaciones de amor, su reclamo, su anhelo de comunicación, así como el clamor de los necesitados. Que nuestros oídos siempre estén atentos para escuchar tu voz. Abre nuestros labios para expresarnos con libertad y purifica nuestras palabras para que sean siempre edificantes y generadoras de vida.
Ayúdanos a superar el racismo, la discriminación y todo tipo de fundamentalismo. Ayúdanos a construir comunidades en las cuales podamos ejercer el don maravilloso de la comunicación. Que en nuestras familias haya verdadero diálogo constructivo, respetuoso y generoso. Que aprendamos a escucharnos y a expresar lo que pensamos y sentimos con amor sincero, y busquemos siempre la mutua edificación, la superación de nuestros conflictos y el afianzamiento de nuestros lazos de unión en lo fundamental.
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
Preguntas y comentarios: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.
Actualmente estas ciudades están en territorio libanés. En el siglo VII d.C. cayeron bajo dominio sarraceno (de religión musulmana). En el siglo XII fueron conquistadas por los cruzados que las conservaron hasta 1291, cuando volvieron al dominio musulmán. Tiro integra desde 1984 la lista de Patrimonio de la Humanidad con una población (según el censo de 2003), de 117.100 habitantes. Sidón, es actualmente más conocida como Sayda o Saida, cerca de Beirut. Es un centro exportador de aceite de oliva, naranjas y limones, y también de cultivo de seda, tabaco e higos. Con una población (censo 2003), de 149.000 habitantes. Las dos ciudades sufrieron graves daños durante la ocupación de Israel en el Líbano en 1982, pero se recuperaron con el esfuerzo de todos los ciudadanos, quienes las convirtieron en ciudades pujantes, levantadas en medio de los conflictos sociales. Hace unos años (2006) las bombas del genocida ejército de Israel las dejó reducidas a escombros. Como ahora los judíos son ricos y tienen el apoyo de otros ejércitos ricos y más genocidas, como los de Estados Unidos e Inglaterra, entonces no les importa destruir pueblos enteros para “rescatar tres tristes tigres”.
“Antes ellos tenían la fe y nosotros teníamos nuestras tierras. Ahora nosotros tenemos su fe y ellos se quedaron con nuestras tierras”. (Un africano comentaba con lamento el proceso de “evangelización” en su pueblo).
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