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1 de agosto fiesta de San Alfonso de Ligorio
26 de Julio, 2010, 14:45
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San Alfonso: El fundador de los Misioneros Redentoristas
Nos encontramos en el año 1696, de nuestra era, el 27 de septiembre, día dedicado a losgloriosos mártires Cosme y Damían, nace Alfonso de Ligori, en Nápoles (Italia). Sus padresfueron José De Ligorio (un noble oficial de la marina) y de la noble Ana De Cavalieri. El hombre tuvo un destino fuera de serie. Nacido en la nobleza napolitana e hijo de militar, alumno superdotado, atraído por la música, la pintura el dibujo, la arquitectura. Su nombre viene de dos raíces germánicas: addal, hombre de noble origen, y funs, pronto al combate. Alfonso era noble por nacimiento, sí: pero mucho mejor, caballero de Cristo, siempre pronto y en la brecha para los combates de Dios...
Alfonso fue un hombre de una personalidad extraordinaria: noble y abogado; pintor y músico; poeta y escritor; obispo y amigo de los pobres; fundador y superior general de su congregación; misionero popular y confesor lleno de unción; santo y doctor de la Iglesia.
Hay que mi admirar los múltiples talentos que tenía Alfonso y la fuerza creadora que poseía. A los 12 años era estudiante universitario y a los 16 era doctor en derecho, es decir, abogado. Como misionero popular y superior general de su Congregación y obispo, llevó a cabo una gran labor, a pesar de su delicada salud. Desde los 47 a los 83 años de su vida, publicó más o menos 3 libros por año.
“Alfonso fue un hombre de una personalidad extraordinaria: noble y abogado; pintor y músico; poeta y escritor; obispo y amigo de los pobres; fundador y superior general de su congregación; misio nero popular y confesor lleno de unción; santo y doctor de la Iglesia”. |
En su vida particular Alfonso vivió actitudes que podemos interpretar como protesta frente a la corrupción de su medio ambiente. Con su estilo de vida ejerció una fuerte crítica de su tiempo y de su sociedad.
En un sistema de profundas diferencias de clase renunció a los privilegios de la nobleza y a sus derechos de ser primer hijo, es decir, primogénito.
A finales de julio de 1723, en un día de calor intenso y pegajoso, Alfonso se dirige al Palacio de Justicia de Nápoles. Se celebrará el juicio más sonado del reino entre dos familias: los Médici y los Orsini. Las dos familias quieren para sí la propiedad del feudo de Amatrice. Estaba en juego una gran cantidad de dinero.
Alfonso es un joven abogado de 26 años de edad. Los Orsini lo han elegido para su defensa por una sola razón: es competente y ha ganado todas las causas.
Se ha preparado muy bien, ante el tribunal defiende la causa con maestría. Está seguro que defiende la justicia. A pesar de eso, Alfonso es derrotado, pero se da cuenta de que el origen de esta sentencia está en las maquinaciones políticas e intrigas políticas (cosas desconocidas para nosotros hoy).
Como herido por rayo, el abogado de manos limpias queda por un momento estupefacto. Después rojo de cólera, lleno de vergüenza por la toga que lleva, se retira de la sala de justicia, profundamente desilusionado, sus palabras de despedidas quedaron para la historia: “¡Mundo, te conozco!... ¡Adiós, tribunales!”. No vive este acontecimiento, decisivo en su vida, desde la agresividad y la frustración, al contrario, los asume como fecundidad, siembra y profundización interior, se retira, eso sí lo tiene muy claro. Y al hacerlo toma una opción personal radical: se niega a la corrupción, rechaza que el hombre se realice manipulando o dejándose manipular y elige una forma nueva de libertad y liberación, el seguimiento de Jesús.
Profundamente conmovido Alfonso se va a visitar a sus amigos, los enfermos del “Hospital de los incurables”. Mientras atendía a los enfermos se ve a sí mismo en medio de una grata luz... Parece escuchar una sacudida del gran edificio y cree oír en su interior una voz que le llama personalmente desde el pobre: “Alfonso, deja todas las cosas ven y sígueme”.
Tras la renuncia de los tribunales, Alfonso estudia unos años de teología y recibe el sacerdocio el 21 de diciembre de 1726, en la Catedral de Nápoles, tenía 30 años de edad. Se hace sacerdote en contra de un padre autoritario, como don José, con asombro lo descubre muy pronto en los barrios marginados evangelizando a los analfabetos con sorprendentes predicaciones
En una de sus muchas misiones Alfonso cae enfermo. Ante la gravedad de la situación, los médicos intervienen y le exigen un largo descanso en la sierra. Elige la zona de Amalfi, costera y montañosa a la vez. Fue con un grupo de amigos. Quiere aprovechar el descanso para vivir intensamente la amistad y la oración en común.
Cerca de Amalfi está Scala, un lugar precioso a medio camino entre la playa y la altura de la sierra. Más arriba de Scala, está Santa María de los Montes, una pequeña ermita. A Alfonso le gustó. Era bueno compartir la amistad y la oración en casa de María de Nazaret.
Alfonso y sus amigos se ven sorprendidos por los pastores y cabreros que vienen a pedirles la palabra de Dios. Es el momento clave en la vida de Alfonso. Ahora más que nunca descubre, de verdad que el Evangelio pertenece a los pobres y que ellos lo reclaman como suyo. Y decide quedarse con ellos para dárselo a tiempo completo.
Nos encontramos en el año 1730. Alfonso decide por vez primera, reunir una comunidad consagrada a la misión de los más pobres. En los primeros días de noviembre de 1732 Alfonso deja definitivamente la ciudad de Nápoles y en burro parte para Scala para reunirse con su primer grupo de compañeros, quienes habrán de ser los Redentoristas. Son unos días de intensa oración y contemplación. Sabe que la redención abundante y generosa es un don gratuito y se abre a él en disponibilidad plena.
El día 9 de noviembre de 1732 nace la congregación misionera del Santísimo Redentor, mejor conocido como los Misioneros Redentoristas. No es fácil fundar una congregación religiosa en el reino de Nápoles en el siglo XVIII. Hay demasiados diocesanos y religiosos y muchos conventos en este país pobre y mal administrado
Desde el 9 de noviembre de 1732 hasta la Pascua de 1762, cuando es nombrado obispo, pasan 30 años felices en la vida de Alfonso dedicado a la misión, la dirección de su grupo y a la publicación de sus obras.
Alfonso muere en Pagani, el día 1 de agosto de 1787, a la hora del ángelus. Tenía más de 90 años. Fue beatificado en 1816, canonizado en 1831 y proclamado doctor de la Iglesia en 1871.
Alfonso solía decir que la vida de los sanos es Evangelio vivido. Esto se lo podemos aplicar a él mismo. Sus ejemplos inquietan y arrastran. ¡A veces nos asusta enfrentarnos a un hombre como éste, que era capaz de vivir tan radicalmente el Evangelio!
Hoy, los Misioneros Redentoristas, continuamos anunciando el misterio gozoso de la redención abundante y generosa en toda la Iglesia. Los redentoristas, como Alfonso, no somos propagandistas de una doctrina, somos testigos de Cristo que viene al encuentro de la humanidad.
Sus seguidores
Alfonso murió. Su sueño, sin embargo, continúa vivo en la vida de sus seguidores. Especialmente debido a la labor de Clemente María Hofbauer, los redentoristas se esparcen por el mundo entero. En ellos, el Redentor continúa derramando vida en el corazón de los que no cuentan para el mundo y en el de los abandonados. La Congregación del Santísimo Redentor es lugar y presencia donde el Redentor prosigue su misión: “He sido enviado a evangelizar a los pobres”.
¿Dónde estamos presentes? ¡En cerca de setenta y cinco países!
Somos un pueblo de muchas lenguas y de culturas diferentes.
Una cosa, sin embargo, nos une: la evangelización de los pobres abandonados.
¡Alfonso!, ¡Gracias por tu vida, por tu sueño, por tu horizonte de tan amplias miras! En nombre de los pobres abandonados, ¡Gracias de corazón!
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Moniciones para el XVIII Domigo del Tiempo Ordinario- Ciclo C
26 de Julio, 2010, 14:22
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario-Ciclo C: 1 de agosto de 2010
XVIII Domingo
“La seducción del consumismo”
Lecturas:
- 1ra lect.: Ecl 1,2; 2,21-23
- Sal 94
- 2da lect.: Col 3, 1-5.9-11
- Evangelio: Lc 12,13-21
Monición de entrada
Hoy la liturgia nos invita a reflexionar sobre nuestra vida actual. ¿Nuestra vida tiene valor o es vanidad? Si ponemos todos nuestros esfuerzos en las cosas del mundo, no tenemos seguridad. Solamente Dios puede darnos paz y tranquilidad. En la palabra de Dios se nos iluminará la fe sobre los auténticos valores para el cristiano. El pan de la vida está en Cristo; es él mismo. No esperemos multiplicaciones milagrosas de panes. Hay un proyecto de Dios que, si lo aceptamos, convertirá al mundo en una mesa de tierra de paz para todos. De pie para recibir la procesión mientras cantamos con alegría.
Primera lectura: Eclesiástico 1,2; 21-23 (Vaciedad sin sentido, todo es vaciedad)
En el Eclesiastés se plantea con dureza el problema del vivir. Este mundo es la estación final del afán humano. ¿Qué saca el hombre de todo su fatigoso afán aquí bajo el sol? Hay valores más grandes. Miremos al cielo. Escuchemos este interesante relato.
Segunda lectura: Colosenses 3, 1-5.9-11 (Busquen los bienes de arriba, donde está Cristo)
San Pablo nos exhorta a morir al pecado y renacer a una vida nueva con Cristo y en Cristo. El cristiano es un ciudadano del cielo que comienza en la tierra, si se viven los valores del Evangelio. Escuchen atentos.
Tercera lectura: Lucas 12, 13-21 (Parábola del rico insensato)
El Evangelio de hoy, sigue el mismo tema: nuestra meta no puede ser solamente las cosas terrestres. Cristo no condena a los ricos, sino el mal uso que hacen de las riquezas. Ser rico para Dios exige abrir nuestros graneros a los demás. Este evangelio nos propone un anticipo: el del hombre, cuyo proyecto de vida es el de "amasar riquezas para sí" y no el de crear con gozo para los demás. De pie, por favor, entonemos el Aleluya, para que escuchemos la proclamación del Evangelio.
Oración Universal:
A cada petición, respondan, por favor: “Concédenos, Señor, tu Espíritu”
Por la Iglesia, para que siempre trabaje e impulse las cosas de Dios. Roguemos al Señor.
Por los gobiernos de las naciones, para que promuevan la justa repartición de los bienes en favor de los pobres, los necesitados y menos favorecidos. Roguemos al Señor.
Por los padres y madres de familias, para que aprecien y defiendan el valor cristiano de su familia ante las cosas del mundo. Roguemos al Señor.
Por los difuntos, especialmente los de nuestras comunidades y parroquia, para que pronto vean el rostro de Jesucristo en el paraíso. Roguemos al Señor.
Por nuestras comunidades, para que de entre ellas surjan las vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal. Roguemos al Señor.
Por nosotros y nuestras intenciones (cada uno presente al Señor en silencio sus necesidades), para que luchemos por un mundo mejor, viviendo los valores evangélicos. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 554)
A la luz de tu palabra, Señor, te pedimos en este día
nos concedas asimilar la bienaventuranza de la pobreza efectiva
y de espíritu, para que no sucumbamos a la idolatría consumista.
Libéranos, Señor, de la sutil seducción del consumismo en boga
para que, libres de la tiranía monetaria del tener y gastar,
entendamos que nuestra vida no depende del cúmulo de bienes
que amontonemos, sino de las riquezas y dones de tu reino.
Queremos, Señor, compartir nuestra pan con los demás,
invirtiendo nuestros haberes, tiempo y cariño con los más pobres.
Así seremos ricos ante ti y alcanzaremos el secreto tesoro
de la felicidad evangélica: amar a Dios y a los hermanos.
Amén.
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
Comunícate conmigo: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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En camino para el XVIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C
26 de Julio, 2010, 14:17
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EN CAMINO
Tiempo de Pascua, ciclo “C”
1 de agosto de 2010 XVIII Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: Ecl 1,2; 2,21-23
- Sal 94
- 2da lect.: Col 3, 1-5.9-11
- Evangelio: Lc 12,13-21
Vanidad de vanidades
El estrés y la depresión se han vuelto el pan de cada día para un gran número de personas de nuestro tiempo. “¡Qué estrés!”, “¡estoy con la `depre´!”, escuchamos con mucha frecuencia. Claro que estar con la “depre” y sufrir de depresión son dos cosas muy distintas. La depresión es un síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos. Para estos casos es necesario el tratamiento con un psiquiatra. La “depre”, en el argot popular, es más una tristeza pasajera, una crisis existencial o un sentimiento de frustración por algo o por alguien…
Por el contenido general del libro Eclesiastés, pareciera que su autor hubiera estado con la “depre” cuando lo escribió. En la literatura bíblica normalmente encontramos palabras de aliento, de ánimo y de fuerza en medio de la lucha. Pero este es un libro profundamente escéptico y crítico de las luchas humanas. Cuestiona fuertemente la doctrina de la retribución, según la cual el hombre bueno recibe bienes y el malo recibe males. La sabiduría, tan elogiada e impulsada en otros libros sapienciales, aquí se interroga y es puesta en entredicho. Este libro no deja títere con cabeza. Todas las realidades humanas son vistas en este libro, con el lente del escepticismo, como cuando tenemos la “depre”. Lo único que le hace falta es cantar el popular canto infantil: “nadie me quiere, todos me odian, me voy a comer un gusano. Le quito la cabeza, le quito las patitas y uhm, ¡qué rico gusano!... ”
El libro de Cohelet o Eclesiatés, muestra la realidad de un hombre decepcionado y cansado de luchar. Un hombre que ha sido testigo de la explotación y la frustración. Él sabe lo que significa trabajar y fatigarse para que otros disfruten. Ha visto cómo muchas personas justas no encuentran descanso y alegría plena, y otras personas injustas terminan dominando, explotando y disfrutando aquello que no se merecen por sus actos. ¿Dónde queda la doctrina de la retribución? ¿Será verdad aquello de que, “el que la hace la paga”?
Esa realidad de frustración hace que el autor reflexione, generalice y descubra lo superfluo de las cosas, aún en aquellas cosas consideradas más sublimes, como la sabiduría. Ante todo el panorama el autor se pregunta: “¿Qué provecho saca el hombre de todos los afanes que persigue bajo el sol?” (1,3). De la misma realidad saca su respuesta: “vanidad de vanidades, todo es vanidad” (1,2). Con este lente recorre todas las esferas de la vida humana: trabajo, riqueza, dolor, alegría, decepciones, religión, justicia, sabiduría, ignorancia, el tiempo, la muerte… ¡todo! En todo busca una respuesta a su pregunta y siempre llega a la misma conclusión: “Todo es vanidad”. (1,17; 2,1.11.17.20.23. 6; 12,8).
¿Qué podemos aprender de este libro? Podríamos pensar que no debería estar en la Biblia por su voz disidente, escéptica y crítica, no sólo frente a toda la tradición sapiencial sino ante toda la vida. Podríamos pensar que no es recomendable, sobre todo para aquellos creyentes que sólo piensan en el éxito porque el Dios de la vida está con ellos. Podríamos pensar que es poco religioso porque invita no más a comer y a beber, porque eso es lo único que le queda al hombre. Como decimos popularmente: “comamos y bebamos que mañana moriremos”.
Pero vale la pena rescatar varias cosas. Es admirable que un libro totalmente diferente a los demás, se encuentre en la Biblia. No vamos a encontrar en este libro frases célebres para recordarlas y hacerlas vida todos los días. No vemos consejos sabios y prácticos. Éste es un libro que nos lleva sobre todo a pensar y a cuestionarnos sobre lo que estamos haciendo y el para qué de cada cosa, inclusive de la fe, de la religión, de Dios, de los hijos, de la bondad, de unos mismo, de todo.
¿Realmente es bueno ser “tan bueno” o “tan bondadoso”? ¿Cuándo pasamos de la bondad a la “pendejada”? ¿Es realmente buena aquella madre que se desvela toda la noche esperando a que su hijo irresponsable llegue borracho y drogado a las 3 o 4 de la mañana, para abrirle la puerta y darle de comer? ¿Qué logra con eso? ¿No es mejor ser sencillos como palomas y prudentes como serpientes? (Mt 10,16) ¿Realmente somos lo que creemos ser, o nos hemos dedicado a bailar todo el tiempo el baile de las máscaras? ¿Realmente es mejor ser creyente que ateo? ¿Para qué me ha servido creer? ¿Qué le aporta la fe en Jesús a mi humanización?
En medio de tanta vanidad, el autor rescata un detalle: el sabor de las cosas sencillas y el disfrute de la vida ordinaria: “… lo que uno puede esperar es comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo, durante los contados días de su vida… todo esto es don de Dios” (5,17.19).
Cuidado con la codicia
Este evangelio no es una defensa de la irresponsabilidad, del descuido de las cosas, ni de la mediocridad con la que muchas personas administran los bienes materiales y la vida misma. Jesús reprochó la actitud del hombre holgazán que no hizo producir su talento sino que lo enterró, y además intentó justificar su desidia con la dureza de su patrón (Mt 25,14-30). Por supuesto que es necesario aprovechar al máximo los recursos para hacer realidad nuestras empresas. Pero la utilización de los talentos de manera egoísta, avara y codiciosa, es una de las cosas que más destruyen al ser humano. Y fue de lo que Jesús quiso prevenir a sus discípulos y a toda la humanidad, con ésta y otras parábolas.
Un hombre acudió a Jesús para que le dijera a su hermano que debía compartir la herencia con él. Un caso que infortunadamente se sigue repitiendo entre nosotros, porque muchas veces ponemos nuestra confianza en el dinero y hacemos de él nuestro más preciado bien. Peleas, discordias, injusticias y hasta muertos entre hermanos, ha ocasionado tal señorío del dinero.
Jesús no se detuvo en detalles, pero tampoco evitó intervenir en situaciones reales. No pretendió saberlo todo y solucionar todos los problemas de los demás con una varita mágica, pero tampoco invitó a la resignación ante las injusticias. No desencarnó ni espiritualizó la fe. No fue un doctor en la Ley que supiera todos sus vericuetos, ni un charlatán, demagogo, sabelotodo como aquellos que abundan en las esquinas, en los corrillos y hasta en las altas esferas del poder. Con seguridad ignoraba muchas cosas, pero aprovechó la situación de estos dos hermanos para descubrir el núcleo del problema: la codicia. Cuando ésta se apodera del corazón humano, lo hace desconocer a Dios y lo obliga a vender todo, hasta lo más valioso: la familia, los amigos, la naturaleza, la humanidad en general, la vida misma.
En el monólogo del granjero exitoso y necio, podemos ver claramente la autosuficiencia y el egoísmo que generó en él la prosperidad. Jesús hizo ver la incapacidad que tiene la riqueza para hacer realmente feliz al ser humano.
En el Evangelio está claro que Jesús no estuvo contra la riqueza. Con el dinero se puede ayudar a aquellos necesitados (Mt 6,3-4), compartir con los más pobres (Mt 19,20-21) y pagar para que sigan atendiendo a un convaleciente (10,33-36). Con abundancia de dinero se puede pagar lo correcto a los trabajadores y además ser generosos con ellos (Mt 20,1-16). Inclusive, algo aparentemente banal: con dinero María, la hermana de Lázaro, pudo comprar el costoso perfume para manifestar su amor por el Maestro (Mc 14,4-5).
¡El problema no es el dinero! El problema nace cuando se dedican todas las energías, todo el tiempo, todos los talentos y toda la vida a la acumulación de éste, y se descuidan la familia, la salud, el amor, la amistad, la vida misma. El problema surge cuando se desconocen las necesidades de los que más sufren; cuando se participa todos los días en suculentos banquetes y se ignoran totalmente a los pobres que se mueren de hambre, como en el caso del rico Epulón (Lc 16,19-31). Cuando se hacen grandes planes de crecimiento económico únicamente con un fin materialista, egoísta, y hedonista, que nos hace ciegos o indiferentes ante las necesidades de los demás, como ocurre con el necio granjero exitoso de la parábola de hoy (Lc 12,13-21). Hay problema cuando se roba y vende al amigo y al maestro, como lo hizo Judas (Mc 14,10-11; Jn 12,6). Cuando el dinero se usa para la ostentación y para ganar la fama de bondadosos (Mc 12,41-44). En últimas, el problema existe cuando se pone toda la confianza en él y se tiene como valor supremo, por encima de la vida. Cuando esto pasa, el dinero se convierte en un Señor que compite con Dios. Y nadie puede servir a dos señores (Lc 16,13).
El problema no fue la buena cosecha del granjero. El problema no fue ni siquiera haber derribado los graneros pequeños para construir otros más grandes y almacenar la cosecha. Al principio pareciera que este hombre actuara con sensatez y prudencia, pues pensaba en su futuro.
Pero luego la parábola da un giro extremo: “Luego podré decirme: `Amigo, tienes muchas provisiones en reserva para muchos años: descansa, come, bebe y date a la buena vida`” (v.19). Aquí desaparecen todos, hasta el mismo narrador de la parábola. El mismo rico se convierte en narrador. El problema fue el individualismo extremo con el que planeó su vida, sostenido únicamente por su riqueza y totalmente de espaldas a los demás seres humanos. Todo lo que no fuera él mismo, quedaba excluido de su futuro, de sus planes, de su vida. No pensaba en nadie más que en sí mismo. Para él la cosecha no era el fruto del trabajo de sus trabajadores, ni un don de Dios que es preciso compartir con los demás, sino un producto que le permitía llevar una vida tan placentera como vacía de sentido humano. Él sólo pensaba en satisfacer sus instintos primarios: “descansa, come, bebe y date a la buena vida”.
Ahí intervino Dios: “Pero Dios le dijo: `Insensato, esta misma noche te van a reclamar la vida. Lo que tienes preparado, ¿para quién va a ser?´” (v.20). Él mismo se felicita y se llama amigo. ¿Amigo de quién? ¡De nadie! Por eso Dios lo llama insensato. La cosecha en esa cultura, más cuando era abundante, era considerada un don de Dios. Él la veía sólo para sí mismo: “tienes muchas provisiones para muchos años”. Dios le advirtió: “Esta misma noche te van a reclamar la vida”. Y termina diciendo: “Así será el que amasa riqueza para sí y no es rico para Dios”.
La propuesta de Jesús no es una vida miserable en la que todos sufran, ni una vida espiritualista, ascética y antihedonista. Él mismo participó muchas veces de banquetes y fiestas, inclusive, hasta fue criticado por su supuesta vida licenciosa (Mt 11,18-19). Su gran utopía es que la abundancia de los bienes sea tomada como una gran bendición para beneficio de todos. Por supuesto que el trabajador merece su salario y el buen administrador de los dones de Dios debe ser premiado. Su gran utopía invita a que del individualismo rastrero y egoísta se pase a una vida comunitaria y abierta a los demás. A que el dinero deje de ser el centro hacía el cual gira toda la vida y en él se ponga al ser humano y a todos los seres humanos. Su gran utopía invita a que del hedonismo narcisista y egoísta, se pase la vivencia de un amor solidario y servicial, a un disfrute de la vida y de los placeres de la naturaleza, sin desconocer ni anular a los demás seres humanos.
Vale la pena que le echemos una mirada a nuestro mundo y a nuestros intereses personales, a la luz de este evangelio…
Vale la pena destacar también la experiencia de muchas personas, que utilizan su abundante cosecha no sólo como una manera de crecer como empresarios sino con un gran sentido social. Conozco por boca de otros y en persona, algunos empresarios y microempresarios, industriales y microindustriales que tienen un gran sentido humano, comunitario y social. Animados por una gran experiencia de fe, algunos de ellos, ven su buena cosecha como un don de Dios que debe ser bien administrado. Esos son, entre otros, los administradores buenos y fieles (Mt 25-14-30)
Para hacer realidad este evangelio, es necesario primero hacer realidad la invitación de Pablo a la comunidad de Colosas: morir al hombre viejo y nacer al hombre nuevo. (2da lect. Col 3,1-5.9-11). El hombre viejo es el que está cargado de egoísmo, desorden sexual, impureza de corazón, codicia y avaricia. El hombre nuevo nacido, en Cristo, configura su vida a imagen de Jesús, el hombre perfecto. Por eso es capaz de amar, de servir, de construir y de disfrutar la vida en plural.
Formato para imprimir Comentarios al autor: neptalidv@yahoo.com
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
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En camino para el XVII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C
20 de Julio, 2010, 10:13
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EN CAMINO
Tiempo de Pascua, ciclo “C”
25 de julio de 2007 Domingo XVII del tiempo ordinario, ciclo “C”.
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: Gn18,20-21.23-32
- Sal 137
- 2da lect.: Col 2,12-14
- Evangelio: Lc 11,1-13
Enséñanos a orar
Anta la propuesta sugerida por el tentador, de convertir las piedras en pan, Jesús respondió con una sabia frase del libro del Deuteronomio: “No sólo de pan vive el hombre” (Dt 8,3 / Lc 4,4). Es necesario dedicar tiempo y energías a la producción en distintos sectores de la economía, a la educación, a la política y a todo lo que hace crecer y desarrollar efectivamente a las personas y a los pueblos. Pero el ser humano no es sólo producción y consumo. Necesita reír, cantar, bailar, jugar, amar y por su puesto, orar.
“La oración es una experiencia de gratuidad. Ese acto ocioso, ese tiempo `desperdiciado´ nos recuerda que el Señor está más allá de las categorías de lo útil y lo inútil. Dios no es de este mundo. La gratuidad de su don, creadora de necesidades más profundas, nos libera de toda alineación religiosa y en última instancia, de toda alineación”.
Juan Pablo II decía que este mundo necesita testigos, más que grandes maestros. En Jesús encontramos a una persona orante. Muchas veces los evangelios lo muestran orando en comunidad y a solas. (Lc 3,21; 5,16; 6,12; 9,29; Jn 11,41-42; Jn 17). La forma como Jesús vivía, amaba y oraba, hizo que sus discípulos le pidieran que los enseñara a orar.
La oración del Padre Nuestro no empieza con una lista de peticiones que según nuestro criterio humano, sería lo mejor que nos pudiera suceder. El Padre Nuestro tiene dos partes fundamentales: la primera busca reconocer a Dios como Padre, bendecirlo, reverenciarlo y, sobre todo, amarlo. La segunda pide a ese Padre bueno, que venga su Reino y sus consecuencias.
La oración empieza con una toma de conciencia de la noticia más grande que nos trajo Jesús: ¡Dios es nuestro Padre! ¡Somos hijos de Dios! ¡Qué alegría poder llamar a Dios, Padre! ¡Qué bueno saber que no somos huérfanos “en este valle de lágrimas”!, como dice la antigua oración de la Salve. Pues, como dijo Pablo: “No hemos recibido un espíritu de temor sino un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: Abbá, Padre!” (Rom.8,15).
Es muy importante aclarar que la oración está en plural y en clave comunitaria, no es para individualidades solitarias y egoístas. No dice Padre mío, sino Padre Nuestro. Somos hijos del Padre Dios. Si en la oración decimos que Dios es Padre de todos, tendríamos que ser consecuentes con eso que oramos, y vivir verdaderamente como hermanos. Es una mentira llamar a Dios Padre y tratar a los demás como esclavos, o permitir que nos exploten y pisoteen nuestra dignidad humana. La oración no permite pisotear o dejarse pisotear por alguien. Orar con el Padre Nuestro implica un trato igualitario, digno y justo con todos, como corresponde entre verdaderos hermanos, hijos de Dios.
El Padre Nuestro empieza con un contemplar gozoso y comprometido de nuestra condición de hijos de Dios y hermanos de los demás seres humanos. Es viviendo de manera gozosa nuestra filiación divina y nuestra hermandad humana, como mejor santificamos el nombre de Dios. Es con nuestra manera de vivir, orar y tratar a los demás, como el nombre de Dios es conocido, alabado, amado y glorificado por los demás seres humanos.
Hasta el momento no se ha pedido cosa alguna. Sólo se ha reconocido la bondad del Padre Dios y se ha santificado su nombre. Ahora viene la petición fundamental: El Reino. Esa fue la causa de Jesús, el proyecto por el cual dio hasta su propia vida. El Reino fue su programa y razón de ser. Por eso dijo: “busquen primero el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se les dará por añadidura” (Lc 12,31). La petición del Reino va unida a su vez con el compromiso serio y decidido para hacerlo realidad con la gracia del Padre.
Las peticiones que siguen son sencillamente las consecuencias del Reino. El Pan. El Reino de Dios trae consigo la satisfacción de las necesidades básicas de todo ser humano: comida, techo, salud, educación, cultura, etc. Eso es el pan. Todo aquello que necesita el ser humano para vivir dignamente. Se pide el pan de cada día como un acto de confianza en la providencia de ese Padre bueno y providente que cada día está con el ser humano y lo conduce para vivir dignamente. Esto implica a su vez la disposición para compartir el pan con el hambriento, el vestido con el desnudo y el techo con el indigente. Implica también el compromiso de trabajar para conseguirlo y para hacer posible que en mundo no haya hambre del pan corporal y espiritual. Todos los días se pide el pan y todos los días trae consigo su trabajo y su reto.
El Reino implica una vida en paz y armonía con el mundo interno y externo. Como a lo largo del camino son inevitables los roces que nos quitan la paz, la oración pide el perdón y la disponibilidad para perdonar a los demás. Sabiendo que la bondad del Padre Dios es infinita, podemos llegar a Él con la certeza absoluta de que no vamos a ser rechazados por nuestras fallas humanas, o por nuestro pecado. Pero para acceder al perdón de Dios, es necesaria la actitud para perdonar a los demás seres humanos. Esto implica también el reconocimiento de que no somos perfectos, que necesitamos perdón, paz y reconciliación.
La vida humana no deja de ser un riesgo que hay que asumir. Día a día corremos el riesgo de fracasar si no encausamos bien nuestra vida y nos dejamos deslumbrar por las apariencias de nuestro mundo. Por eso en la petición final se pide sabiduría y valor para no caer en la tentación. Esa sabiduría y ese mismo valor que tuvo Jesús para enfrentar al tentador, negarse a caer en sus garras y optar decididamente por Dios y su proyecto salvador.
La oración es una práctica para todos los días. Implica una actitud de confianza ante el Padre Dios y una actitud comprometida para realizar su proyecto personal y comunitariamente. La exhortación final del evangelio de hoy es a perseverar en la oración y a tener una confianza absoluta en la bondad del Padre que nos dará siempre lo mejor. Y lo mejor que podemos tener, según el evangelio, no es tanto muchas cosas sino el Espíritu Santo, que tiene la capacidad para renovar la faz de la tierra y para conducir al ser humano hacia la verdad completa. El Espíritu que ayuda al ser humano a recordar y comprender en el día a día las enseñanzas de Jesús (Jn 15,26; 16,12-15). Según la tradición de Juan el Espíritu es el intérprete correcto del mensaje y significado de Jesús para el discípulo. Es el Paráclito, defensor de la comunidad ante los ataques del mundo. Es quien acompaña al discípulo en los momentos difíciles y está con cada creyente y con la comunidad en sus confrontaciones. (Jn 14,15-17; 16,8-11)
Finalmente digamos que con mucha frecuenta no sabemos emplear bien la oración del Padrenuestro. Esta oración no es para hacer intercambios y peticiones específicas a Dios por alguna necesidad que queramos ver colmada. Se suelen escuchar las siguientes frases: “Un Padrenuestro por el viaje de esta tarde”. “Un Padrenuestro por las intenciones del Sumo Pontífice”. “Un Padrenuestro para conseguir trabajo”. “Un Padrenuestro por la salud de Menganito”… Para eso no es el Padrenuestro. Esta oración es básicamente para entrar en comunicación y comunión con el Padre Dios y su proyecto salvador para el ser humano. Eso es suficiente. Dentro de la oración (comunión y comunicación) podemos manifestarle al Padre Dios todas nuestras inquietudes y necesidades, pero no como un intercambio por haber repetido una oración, sino como un acto de fe y confianza en al Padre bueno, providente y misericordioso.
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Moniciones para el XVII Domigo del Tiempo Ordinario- Ciclo C
20 de Julio, 2010, 0:05
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario-Ciclo C: 25 de julio de 2010
XVII Domingo
“El Padrenuestro, taller de oración”
Lecturas:
- Gn 18,20-32
- Sal 137
- 2da lect.: Col 2,12-14
- Evangelio: Lc 11,1-13
Monición de entrada
En las lecturas de hoy, la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la oración. La Misa es la oración suprema donde como comunidad oramos con Cristo, realmente presente en medio de su pueblo, en la acción de gracias al Padre. De pie para recibir la procesión con el cántico de entrada.
Primera lectura: Génesis 20-32 (Abrahán intercede por Sodoma)
Esta página del Génesis nos habla de la bondad y generosidad de Dios para la conciliación; también se destaca la fuerza de la intercesión humana. Escuchemos.
Segunda lectura: Colosenses 2, 12-14 (Dios les dio vida perdonándoles los pecados)
Por nuestro bautismo fuimos sepultados y resucitados con Cristo. La cruz de Jesús fue el instrumento que nos salvó de todos los males, también de los pecados. Si estamos identificados con Cristo Jesús, podemos pedir y rezar al Padre en su nombre. Pongan atención.
Tercera lectura: Lucas 11, 1-13 (Pidan y se les dará. El padrenuestro)
El evangelista san Lucas nos da una verdadera catequesis sobre la oración. Cristo, modelo de orantes, nos enseñó la mejor oración: el padrenuestro. Insistió, además, en la necesidad de perseverar en la oración. De pie, para que entonemos el Aleluya, antes escuchar la Buena Nueva.
Oración Universal:
Por la iglesia, para que Dios ilumine al Papa y a todos los obispos. Roguemos al Señor.
Por la familia, para que rece unida y mantenga así su unidad. Roguemos al Señor.
Por los pecadores, para que Dios les mueva a la penitencia y sean reconciliados. Roguemos al Señor.
Por los que buscan a Dios, para que encuentren la respuesta en su Palabra y en el testimonio de nosotros los cristianos. Roguemos al Señor.
Por los jóvenes de nuestras comunidades y parroquia, para que respondan con generosidad a la llamada de Dios, Roguemos al Señor.
Por nosotros, para que profundicemos cada día más en nuestra oración. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 551)
que tu reino llegue a nosotros a impulsos de tu Espíritu,
de suerte que nuestras vidas pequeñas se inunden de tu amor.
Deseamos también que tu nombre sea bendecido en todas partes
y que toda nuestra vida y conducta se ajuste a tu voluntad.
Danos, Señor, cada día el pan de la vida temporal y eterna,
de suerte que nuestra espera se vea cumplida en tus manos.
Y manténnos firmes en las tentaciones contra la fe y el amor,
para que no sucumbamos a la infidelidad y al mal.
Amén.
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Comunícate conmigo: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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En camino para el XVI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C
11 de Julio, 2010, 1:25
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EN CAMINO
Tiempo de Pascua, ciclo “C”
18 de julio de 2010 Domingo XVI del tiempo ordinario, ciclo “C”.
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: Dt 30, 10-14
- Sal 68
- 2da lect.: Col 1,15-20
- Evangelio: Lc 10,37-42
A los pies del Maestro
En tiempos de Jesús la situación de las mujeres judías no había mejorado. La mujer era considerada inferior desde el punto de vista legal, social y religioso. No contaba como persona, cada vez más marginada y reducida a la vida privada. Aunque algunas de la clase dominante, tenían cierta autonomía, por lo general su situación era igual a la de los esclavos y menores de edad.
“Eran consideradas más como cosas que como personas. Antes del matrimonio estaba sometida a la autoridad del padre, con el matrimonio pasaba a ser propiedad del hombre, que el padre le había escogido como esposo. Éste debía pagar por ella al padre una cantidad de dinero o dote. Si el esposo moría o la mujer era repudiada, el que asumía la tutela era el hijo mayor, de no existir su familia de origen. El hombre era más que esposo o padre de la mujer, su dueño y amo en casi todos los aspectos.
Por considerarse inferior al hombre y de segunda categoría, sin capacidad de poder llevar una vida independiente, se veían muchas humillaciones. Como se veía objeto de deseo y de pecado, en la calle o en los caminos debía pasar inadvertida, taparse la cara con dos velos para no mostrar su rostro y tener la cabeza cubierta. “La mujer que salía a la calle con la cara y la cabeza descubiertas ofendía las buenas costumbres; podía ser despedida de la casa por su marido y era motivo de divorcio, sin pago alguno de la suma estipulada en el contrato matrimonial”.
No podía tampoco hablar con algún hombre en la calle, menos si era casada, ni coser en la puerta de su casa, pues corría el peligro de ser repudiada (Dt 24,1ss). A pesar de eso, las mujeres pobres debían salir a trabajar en labores del campo o del comercio, situación que no era bien vista. En caso de que le tocara trabajar en el campo, no debía quedarse sola.
El padre tenía el derecho de venderla si quería. Entre los 12 y 14 años podía darla en matrimonio, que se consideraba válido después del contrato oficial con el padre y una vez dados los desposorios. La desposada ya se consideraba viuda, si el prometido moría. En caso de adulterio debía recibir una pena.
La mujer valía porque le servía al varón y le daba hijos. El varón podía tener más mujeres, sólo se le prohibía cometer adulterio con mujeres casadas. La mujer debía ser fiel. El derecho al divorcio estaba exclusivamente del lado del hombre, quedándole a la mujer únicamente el derecho a pedir la anulación jurídica del matrimonio en caso de injurias o falta de respeto radical que la pusieran en situación indigna.
Los derechos y deberes religiosos estaban muy restringidos para las mujeres. “En principio, ella estaba sometida a todas las prohibiciones de la Torá, pero en realidad quedaba muchas veces liberada de ciertos preceptos culturales temporales, obligación para los varones. Por ser mujer no se le enseñaba la Torá, ni siquiera aprendía a leer y a escribir. Sólo se les enseñaba a cumplir sus obligaciones domésticas. Éste era el papel asignado para ellas en la sociedad y en la familia patriarcal. Las escuelas eran exclusivas para los niños varones. En las familias de clase alta, las hijas recibieron cierta formación profana en griego”.
No podían entrar al lugar santo del templo (donde se presentaban los sacrificios), sino quedarse en el atrio de los gentiles y de las mujeres. En las sinagogas no podían hacer la lectura de la Torá, pues era una deshonra y debían estar separadas de los hombres para no tener contacto físico. El Rabino Eliécer en el año 90 d. C, decía: “Quien enseña la Torá a su hija, le enseña el libertinaje, porque hará mal uso de lo que ha aprendido”. Gracias, Señor, por no haber nacido infiel, ni inculto, ni esclavo, ni mujer, rezaba una oración de la época: “Bendito seas Señor porque no me hiciste mujer, pues ellas no están obligadas a los mandamientos, sino sólo a las prohibiciones”.
La literatura Sapiencial resaltaba la labor de la mujer siempre en la casa: “Mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Su valor supera en mucho al de las joyas. En ella confía el corazón de su marido y no carecerá de ganancias. Ella le trae bien y no mal todos los días de su vida. Busca lana y lino... extiende su mano al pobre, y alarga sus manos al necesitado. No tiene temor de la nieve por los de su casa, porque todos los de su casa llevan ropa de lana.” (Prov. 31,10-31). Ahí vemos claramente la cultura patriarcal: la mujer estaba para las labores domésticas no más.
No podían heredar ni eran aceptadas como testigos en un juicio. No tenían acceso a las fiestas en la que había invitados. Sólo podían hacer acto de presencia en el acto del sábado y en la pascua. La participación de mujeres en una fiesta para varones era mal vista (Mc 14,3; Lc. 7,36-50). Entretener a los hombres con bailes, durante las comidas, era cosa de rameras.
Era muy importante tener hijos y la carencia de estos se consideraba una desgracia, inclusive, como un castigo de Dios, razón para tomar una segunda esposa. Según los precarios avances de la ciencia médica, los hijos eran del varón; la mujer solamente prestaba el vientre. Si la mujer le daba sólo hijas también era un problema: “Dichoso aquel cuyos hijos son varones y desdichado aquel cuyos hijos son mujeres”, rezaba un dicho. Una mujer viuda, sin hijos varones, seguía dependiente del marido. La ley mandaba que se casara con un hermano del difunto esposo para dejar así un hijo al finado (Dt. 25,5-10; Mt 12,18-27).
Jesús tuvo su propia manera de ver la mujer. Las acogió con amor, y les mostró la misericordia y el perdón de Dios. Ellas hicieron parte del grupo de sus amigos más cercanos y fueron enviadas a predicar la Buena Noticia. O sea que fueron discípulas y apóstoles.
Detrás de este texto evangélico de Lucas no está la supremacía de la vida contemplativa sobre la vida activa. Este texto fue utilizado muchas veces para decir que las comunidades religiosas contemplativas habían escogido la parte mejor, porque estaban siempre a los pies de Jesús. Aquí no está la rivalidad entre la vida contemplativa y la vida activa. Y menos es una defensa de los contemplativos como supremacía del seguimiento de Jesús. Estas dos dimensiones tienen que estar bien integradas en la vida del discípulo. Todo ser humano necesita espacios para la actividad, así como para la reflexión y la contemplación.
Quiero resaltar en este texto lucano el enfrentamiento con la cultura dominante que excluía a la mujer, la tenía como una sirvienta o como una porcelana, y la nueva vida que le ofrecía Jesús al abrirle las puertas de su escuela.
Recordemos que la escuela de Jesús no tenía sitio fijo. Él enseñaba en el camino, en la playa, en la barca, en la casa, en la sinagoga, en la mesa, en todo sitio.
En su camino hacia Jerusalén fue acogido por Martha, que en arameo, significa, señora de la casa. Martha representa la visión cultural que dice: “Las mujeres son para la cocina. ¿Una mujer manejando? ¡Qué peligro! ¿Una mujer de jefe? ¡Qué adefesio! ¿Una ministra de Dios? ¡Qué herejía! ¿Un hombre en la cocina? ¡Huele a caca de gallina! ¡Definitivamente unos nacimos para mandar y otros para obedecer!”
Pero eso no es otra cosa que patadas de un agonizante que se niega a aceptar sus errores y no quiere soltar el poder. Eso manifiesta nuestra incapacidad para aceptar que el mundo, así como las instituciones, manejadas exclusivamente por varones han fracasado. Necesitamos abrir los ojos y ver las prepotencias fálicas de los dueños del mundo y su devastadora lógica de poder y domino.
María representa la mujer que se abre caminos para aprender. Estar a los pies de Jesús significa participar de su escuela. Ser discípula. Ella lo fue, cosa que para ese momento estaba totalmente prohibido. Jesús le abrió la puertas de su corazón, se hizo su amigo, su hermano, su maestro.
Marta protestó porque su mentalidad no le permitía concebir que una mujer hiciera escuela con un maestro. Ellas debían limitarse a servir a los hombres. A partir de su práctica, Jesús le dijo a Marta y en su nombre a quienes pensaban que las mujeres eran sólo para los oficios varios, y para satisfacer y obedecer a los hombres como esclavas: "Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada." (v. 41b-42)
La práctica de Jesús nos debe cuestionar hoy, sobre todo a personas que le tienen pavor al cambio, andan inquietos y nerviosos, como Marta. Sobre todo quienes tienen en su mano el poder, manejan esquemas patriarcales y jerárquicos convertidos en tabúes. A quienes están dispuestos a hacer lo que sea para evitar que las mujeres sirvan en otros ministerios distintos a los de recoger limosna, dar comunión y otros oficios varios. Esta práctica de Jesús debe animar, particularmente el camino discipular de las mujeres y su deseo por construir historia de salvación.
Formato para imprimir Comentarios al autor: neptalidv@yahoo.com
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Moniciones para la fiesta de Nuestra Señora del Carmen
11 de Julio, 2010, 0:51
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Nuestra Sra. Del Carmen
Julio 16 de 2010
Saludo de entrada:
Buenos días (noches) hermanos en Cristo, nuestro Señor. Hoy 16 de julio, celebramos con orgullo y gozo la fiesta de Nuestra Señora del Carmen. Como en el evangelio de hoy, nosotros experimentamos muchas veces en nuestra vida la intersección, la preocupación y el amor de ella. Con su "Si" a la voluntad de Dios, ella nos dio a Cristo cuya presencia llena la tierra y nos invita a crecer en comunidad como hermanos. Llenos de alegría por ésta, fiesta nos ponemos de pie para hacer la procesión de entrada cantando.
Primera lectura: (1Co. 15,3-4.16-16)
En esta lectura tomada del primer libro de crónicas, el autor habla sobre el altar de la alianza. El objeto más sagrado de la religión israelita. Ella representaba la presencia de Dios en medio de Israel. Por siglos la iglesia ha llamado a María, "el arca de la nueva alianza". Escuchemos.
Segunda lectura: (Gal. 4: 4-7)
En su carta a los Gálatas San Pablo escribe que Cristo intervino totalmente en la historia humana. Dios padre envió a su Hijo para que podamos ser hijos de Dios. Cristo nació de María para liberarnos y salvarnos. Escuchemos con atención esta corta y única lectura en donde San Pablo habla de la virgen María.
Tercera lectura: (Jn. 2, 1-11)
El evangelio según San Juan nos relata el primer milagro de Cristo en la boda de Caná. Faltó el vino. Ante esta situación María pidió ayuda con plena confianza y esperanza. Por la petición de su madre, Jesús adelantó la hora de hacer aquel milagro. En señal de respeto nos ponemos de pie.
Oración de los fieles
1. Por nuestra santa madre iglesia Católica, y toda su jerarquía, para que mantenga vivo en los fieles el amor a nuestra Señora de la divina Providencia, Roguemos al Señor.
2. Por nuestro país y sus habitantes, para que pongamos nuestros valores en las cosas espirituales en vez del dinero y poder, Roguemos al Señor.
3. Para que surjan vocaciones sacerdotales y religiosas dentro del pueblo de Dios, Roguemos al Señor.
4. Por los necesitados, los desamparados, los que sufren, los que viven en soledad y miseria, para que busquen refugio y ayuda en nuestra Señora del Carmen, Roguemos al Señor.
5. Por nosotros los aquí presentes, para que siempre tengamos a María como madre e interceptora, Roguemos al Señor.
Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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Moniciones para el XVI Domigo del Tiempo de Cuaresma- Ciclo C
11 de Julio, 2010, 0:30
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario-Cico C: 18 de julio de 2010
XVI Domingo
“Contemplación y acción al servicio del reino”
Lecturas:
- Gn 18,1-10a
- Sal 14
- 2da lect.: Col 1,24-28
- Evangelio: Lc 10,38-42
Monición de entrada
Continuamos los domingos del tiempo ordinarios para conocer más a Cristo y darle nuestra mejor respuesta. Él nos pide que pongamos todo nuestro esfuerzo en escucharle y responder a su invitación con un amor profundo. Pónganse de pie, por favor, para que iniciemos la Eucaristía de hoy, mientras recibimos a los ministros cantando con alegría.
Primera lectura: Génesis 18, 1-10a (Teofanía de Mambré: Señor, no pases de largo)
El Señor visita la casa de Abrahám. Dios premió la hospitalidad del patriarca con la promesa de un hijo. Así nos paga Dios cualquier gesto bueno de nuestra parte. Escuchen este interesante relato del libro del Génesis.
Segunda lectura: Colosenses 1, 24-28 (Dios reveló el misterio escondido desde siglos)
El sufrimiento es un signo de la cruz de Cristo. San Pablo, en su carta a los Colosenses, se alegra de sus penas y sufrimientos porque así "completa en su carne lo que falta a la pasión del Señor". A través del dolor, el apóstol se identificó con Cristo. Su esperanza era la gloria prometida. Presten mucha atención a san Pablo.
Tercera lectura: Lucas 10, 38-42 (Marta y María reciben a Jesús)
Cristo se hospeda en la casa de Marta y María. María representa el discípulo verdadero porque no quiere nada excepto a Cristo. Sólo una cosa es necesaria. ¿Cuáles son tus preocupaciones principales? ¿Qué lugar ocupa Cristo en tu vida? Estas preguntas serán contestadas en el evangelio. De pie, por favor. Entonemos el Aleluya.
Oración Universal:
Por nuestro Santo Padre el Papa, los obispos, sacerdotes y diáconos, para que primero procuren las cosas del Señor y las enseñen así a los fieles, Roguemos al Señor.
Por los gobernantes, para que comprendan que el mundo no se puede conducir sin Dios y busquen la asistencia cristiana en las tareas que el Pueblo les ha confiado, Roguemos al Señor.
Por los que anuncian la paz y la justicia al mundo entero, para que nunca se desanimen en esta lucha, Roguemos al Señor.
Por las mujeres, para que sigan el ejemplo de María en la oración y de Marta en el servicio al prójimo, Roguemos al Señor.
Por cada uno de nosotros y por nuestras intenciones (una pausa), para que respondamos con generosidad a la llamada de Jesus Cristo, Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 548)
Te bendecimos, Señor Jesús, porque en tu vida supiste
unir la contemplación y la acción en equilibrio exacto,
dándonos ejemplo de oración y comunicación con Dios,
así como de entrega incondicional a la liberación de los hombres.
Enséñanos, Señor, a dedicar tiempo, silencio y atención
para escuchar y asimilar tu palabra, como María en Betania,
buscando cada día y ante todo el reino de Dios y su justicia.
Ayúdanos a salir victoriosos en este empeño y concédenos, Señor,
la diligencia solícita y la servicialidad acogedora de María,
lo mismo respecto de ti, de evangelio y de tu palabra de vida
que de nuestros hermanos, los hombres más necesitados.
Amén.
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En camino para el XVI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C
11 de Julio, 2010, 0:30
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EN CAMINO
Tiempo de Pascua, ciclo “C”
22 de julio de 2007 Domingo 16 del tiempo ordinario, ciclo “C”.
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: Dt 30, 10-14
- Sal 68
- 2da lect.: Col 1,15-20
- Evangelio: Lc 10,37-42
A los pies del Maestro
En tiempos de Jesús la situación de las mujeres judías no había mejorado. La mujer era considerada inferior desde el punto de vista legal, social y religioso. No contaba como persona, cada vez más marginada y reducida a la vida privada. Aunque algunas de la clase dominante, tenían cierta autonomía, por lo general su situación era igual a la de los esclavos y menores de edad.
“Eran consideradas más como cosas que como personas. Antes del matrimonio estaba sometida a la autoridad del padre, con el matrimonio pasaba a ser propiedad del hombre, que el padre le había escogido como esposo. Éste debía pagar por ella al padre una cantidad de dinero o dote. Si el esposo moría o la mujer era repudiada, el que asumía la tutela era el hijo mayor, de no existir su familia de origen. El hombre era más que esposo o padre de la mujer, su dueño y amo en casi todos los aspectos.
Por considerarse inferior al hombre y de segunda categoría, sin capacidad de poder llevar una vida independiente, se veían muchas humillaciones. Como se veía objeto de deseo y de pecado, en la calle o en los caminos debía pasar inadvertida, taparse la cara con dos velos para no mostrar su rostro y tener la cabeza cubierta. “La mujer que salía a la calle con la cara y la cabeza descubiertas ofendía las buenas costumbres; podía ser despedida de la casa por su marido y era motivo de divorcio, sin pago alguno de la suma estipulada en el contrato matrimonial”.
No podía tampoco hablar con algún hombre en la calle, menos si era casada, ni coser en la puerta de su casa, pues corría el peligro de ser repudiada (Dt 24,1ss). A pesar de eso, las mujeres pobres debían salir a trabajar en labores del campo o del comercio, situación que no era bien vista. En caso de que le tocara trabajar en el campo, no debía quedarse sola.
El padre tenía el derecho de venderla si quería. Entre los 12 y 14 años podía darla en matrimonio, que se consideraba válido después del contrato oficial con el padre y una vez dados los desposorios. La desposada ya se consideraba viuda, si el prometido moría. En caso de adulterio debía recibir una pena.
La mujer valía porque le servía al varón y le daba hijos. El varón podía tener más mujeres, sólo se le prohibía cometer adulterio con mujeres casadas. La mujer debía ser fiel. El derecho al divorcio estaba exclusivamente del lado del hombre, quedándole a la mujer únicamente el derecho a pedir la anulación jurídica del matrimonio en caso de injurias o falta de respeto radical que la pusieran en situación indigna.
Los derechos y deberes religiosos estaban muy restringidos para las mujeres. “En principio, ella estaba sometida a todas las prohibiciones de la Torá, pero en realidad quedaba muchas veces liberada de ciertos preceptos culturales temporales, obligación para los varones. Por ser mujer no se le enseñaba la Torá, ni siquiera aprendía a leer y a escribir. Sólo se les enseñaba a cumplir sus obligaciones domésticas. Éste era el papel asignado para ellas en la sociedad y en la familia patriarcal. Las escuelas eran exclusivas para los niños varones. En las familias de clase alta, las hijas recibieron cierta formación profana en griego”.
No podían entrar al lugar santo del templo (donde se presentaban los sacrificios), sino quedarse en el atrio de los gentiles y de las mujeres. En las sinagogas no podían hacer la lectura de la Torá, pues era una deshonra y debían estar separadas de los hombres para no tener contacto físico. El Rabino Eliécer en el año 90 d. C, decía: “Quien enseña la Torá a su hija, le enseña el libertinaje, porque hará mal uso de lo que ha aprendido”. Gracias, Señor, por no haber nacido infiel, ni inculto, ni esclavo, ni mujer, rezaba una oración de la época: “Bendito seas Señor porque no me hiciste mujer, pues ellas no están obligadas a los mandamientos, sino sólo a las prohibiciones”.
La literatura Sapiencial resaltaba la labor de la mujer siempre en la casa: “Mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Su valor supera en mucho al de las joyas. En ella confía el corazón de su marido y no carecerá de ganancias. Ella le trae bien y no mal todos los días de su vida. Busca lana y lino... extiende su mano al pobre, y alarga sus manos al necesitado. No tiene temor de la nieve por los de su casa, porque todos los de su casa llevan ropa de lana.” (Prov. 31,10-31). Ahí vemos claramente la cultura patriarcal: la mujer estaba para las labores domésticas no más.
No podían heredar ni eran aceptadas como testigos en un juicio. No tenían acceso a las fiestas en la que había invitados. Sólo podían hacer acto de presencia en el acto del sábado y en la pascua. La participación de mujeres en una fiesta para varones era mal vista (Mc 14,3; Lc. 7,36-50). Entretener a los hombres con bailes, durante las comidas, era cosa de rameras.
Era muy importante tener hijos y la carencia de estos se consideraba una desgracia, inclusive, como un castigo de Dios, razón para tomar una segunda esposa. Según los precarios avances de la ciencia médica, los hijos eran del varón; la mujer solamente prestaba el vientre. Si la mujer le daba sólo hijas también era un problema: “Dichoso aquel cuyos hijos son varones y desdichado aquel cuyos hijos son mujeres”, rezaba un dicho. Una mujer viuda, sin hijos varones, seguía dependiente del marido. La ley mandaba que se casara con un hermano del difunto esposo para dejar así un hijo al finado (Dt. 25,5-10; Mt 12,18-27).
Jesús tuvo su propia manera de ver la mujer. Las acogió con amor, y les mostró la misericordia y el perdón de Dios. Ellas hicieron parte del grupo de sus amigos más cercanos y fueron enviadas a predicar la Buena Noticia. O sea que fueron discípulas y apóstoles.
Detrás de este texto evangélico de Lucas no está la supremacía de la vida contemplativa sobre la vida activa. Este texto fue utilizado muchas veces para decir que las comunidades religiosas contemplativas habían escogido la parte mejor, porque estaban siempre a los pies de Jesús. Aquí no está la rivalidad entre la vida contemplativa y la vida activa. Y menos es una defensa de los contemplativos como supremacía del seguimiento de Jesús. Estas dos dimensiones tienen que estar bien integradas en la vida del discípulo. Todo ser humano necesita espacios para la actividad, así como para la reflexión y la contemplación.
Quiero resaltar en este texto lucano el enfrentamiento con la cultura dominante que excluía a la mujer, la tenía como una sirvienta o como una porcelana, y la nueva vida que le ofrecía Jesús al abrirle las puertas de su escuela.
Recordemos que la escuela de Jesús no tenía sitio fijo. Él enseñaba en el camino, en la playa, en la barca, en la casa, en la sinagoga, en la mesa, en todo sitio.
En su camino hacia Jerusalén fue acogido por Martha, que en arameo, significa, señora de la casa. Martha representa la visión cultural que dice: “Las mujeres son para la cocina. ¿Una mujer manejando? ¡Qué peligro! ¿Una mujer de jefe? ¡Qué adefesio! ¿Una ministra de Dios? ¡Qué herejía! ¿Un hombre en la cocina? ¡Huele a caca de gallina! ¡Definitivamente unos nacimos para mandar y otros para obedecer!”
Pero eso no es otra cosa que patadas de un agonizante que se niega a aceptar sus errores y no quiere soltar el poder. Eso manifiesta nuestra incapacidad para aceptar que el mundo, así como las instituciones, manejadas exclusivamente por varones han fracasado. Necesitamos abrir los ojos y ver las prepotencias fálicas de los dueños del mundo y su devastadora lógica de poder y domino.
María representa la mujer que se abre caminos para aprender. Estar a los pies de Jesús significa participar de su escuela. Ser discípula. Ella lo fue, cosa que para ese momento estaba totalmente prohibido. Jesús le abrió la puertas de su corazón, se hizo su amigo, su hermano, su maestro.
Marta protestó porque su mentalidad no le permitía concebir que una mujer hiciera escuela con un maestro. Ellas debían limitarse a servir a los hombres. A partir de su práctica, Jesús le dijo a Marta y en su nombre a quienes pensaban que las mujeres eran sólo para los oficios varios, y para satisfacer y obedecer a los hombres como esclavas: "Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada." (v. 41b-42)
La práctica de Jesús nos debe cuestionar hoy, sobre todo a personas que le tienen pavor al cambio, andan inquietos y nerviosos, como Marta. Sobre todo quienes tienen en su mano el poder, manejan esquemas patriarcales y jerárquicos convertidos en tabúes. A quienes están dispuestos a hacer lo que sea para evitar que las mujeres sirvan en otros ministerios distintos a los de recoger limosna, dar comunión y otros oficios varios. Esta práctica de Jesús debe animar, particularmente el camino discipular de las mujeres y su deseo por construir historia de salvación.
Formato para imprimir Comentarios al autor: neptalidv@yahoo.com
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
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Moniciones para el XV Domigo del Tiempo Ordinario- Ciclo C
5 de Julio, 2010, 21:45
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario-Cico C: 4 de julio de 2010
XV Domingo
“Amar es tener y dar vida”
Lecturas:
- 1ra lect.: Dt 30, 10-14
- Sal 68
- 2da lect.: Col 1,15-20
- Evangelio: Lc 10,25-37
Monición de entrada
Hoy escuchamos en el evangelio una parábola inolvidable: el buen samaritano. Es un llamamiento al cristiano a amar a su prójimo, especialmente a los necesitados. Esto es posible porque tenemos con nosotros a Cristo, que es el principio y el fin de todo. De pie para recibir la procesión con el cántico de entrada.
Primera lectura: Deuteronomio 30, 10-14 (El mandamiento está muy cerca de ti; cúmplelo)
Este pasaje del libro del Deuteronomio es parte del último discurso de Moisés al pueblo de Israel. El pueblo será feliz, si cumple los mandamientos de Dios. Los mandamientos de Dios están impresos en el corazón de cada uno. Escuchen atentos.
Segunda lectura: Colosenses 1, 15-20 (Todo fue creado por Cristo y para él)
San Pablo usó éste himno bautismal para explicar la sublime concepción cristológica de la obra creadora y salvadora. Cristo es el comienzo y el fin de todo. Es la imagen visible del Padre y la reconciliación de todas las cosas. Pongan atención.
Tercera lectura: Lucas 10, 25-37 (¿Quién es mi prójimo? Parábola del buen samaritano)
La parábola del buen samaritano me pregunta: ¿quién es mi prójimo? ¿A quién tengo que amar? El prójimo es quien se acerca al otro. Dios nos impulsa a amar; nosotros hemos sido amados por Dios. De la misma manera, Dios espera que amemos al prójimo. De pie, por favor, para entonar el Aleluya.
Oración Universal:
Por la iglesia, para que siempre de buen ejemplo de amor, de servicio y de entrega al prójimo, Roguemos al Señor.
Por los que gobiernan nuestro país, para que con preferencias atiendan y resuelvan los problemas de los pobres y los marginados, Roguemos al Señor.
Por los cristianos, para que la caridad efectiva sea el signo perenne de nuestra fe, Roguemos al Señor.
Por la juventud, para que responda con generosidad a las llamadas de Cristo, Roguemos al Señor.
Por nosotros los aquí presentes, para que nos acerquemos al prójimo para hacer el bien, sin esperar recompensas en esta tierra, Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 545)
Gracias, Padre, porque en Cristo, el buen samaritano,
Sales siempre al encuentro del hombre maltrecho y caído.
Tú no nos dejas nunca solos en las lágrimas y en la noche,
Sino que nos recoges en el hogar de tus manos de padre.
Con su ejemplo nos enseño Jesús a no pasar de largo,
Ignorando al hermano necesitado que encontramos en la ruta.
Concédenos, Señor, imitar tu compasión y tu misericordia,
Para que, portándonos como prójimos de todo hombre y mujer
Que nos acompaña en la común travesía del desierto de la vida,
Nos entreguemos a la apasionante tarea de amar a los hermanos.
Así el amor será nuestra vida y nuestra identificación.
Amén.
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
Comunícate conmigo: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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