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En camino para el XXVII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C
27 de Septiembre, 2010, 18:51
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EN CAMINO
Tiempo Ordinario, ciclo “C”
XXVI Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: Hab 1,2-3;2,2-4
- Sal 95 (94)
- 2da lect.: 2 Tim 1,6-8.13-14
- Evangelio: Lc 17,5-10
Fe y servicio
Nuestros viejos decían: “Barriga (estómago) llena corazón contento”. Otros dicen hoy: “Barriga llena indigestión segura”. San Gerardo María Mayela decía: “Dios no cabe en un estómago arto de comida”. La abundancia de dinero, el exceso de confort y demás cosas, nos hacen olvidar, o por lo menos descuidar, otros aspectos esenciales para el desarrollo pleno como seres humanos. Muchas personas que fueron educadas en un ambiente de austeridad, de humildad, de fraternidad, de solidaridad y de amor, una vez se encuentran en la abundancia, se olvidan de esos valores esenciales que nos hacen más humanos.
Cuando la abundancia de cosas, de dinero y de confort asfixian a la pobre humanidad y la vida carece de afecto sincero, aparecen las excentricidades con las cuales se pretende llenar el gran vacío humano. Las personas que viven esta situación buscan carros costosos y vistosos, casas o apartamentos en los sitios más exclusivos, cirugías plásticas, comidas y bebidas, vestidos, sitios de diversión, etc., todo exclusivo para gente exclusiva, porque eso los hace sentir importantes. La exclusividad es su cielo, la mediocridad humana es su triste realidad.
Otros, para llamar la atención, usan el vestido más raro, el cabello pintado de rojo, azul o verde, y los zapatos y las uñas de colores. Le dicen a todo el mundo que no usan ropa interior porque así se sientes más libres, muestran su lengua de lagartija, el persing en la nariz, en la lengua, en el labio, en el ombligo o en cualquier otro sitio para llamar más la atención… Y a todo ese tipo de excentricidades le llaman con el eufemismo de “ser auténticos”.
Hay otras situaciones que pueden hacernos perder el sentido de la vida. Alguna enfermedad, una deuda impagable, o una pérdida valiosa; alguna situación de extrema pobreza, explotación, injusticias, etc. En esas circunstancias corremos el riesgo de verlo todo con la lupa de dolor. Si no asumimos las cosas con serenidad, fe y esperanza, nos amargamos, nos llenamos de rencor, de odios, de envidias y de los sentimientos más bajos, que terminan condenándonos.
Por eso el libro de los proverbios hace esta oración: “¡Dos cosas te pido, Dios mío, no me las niegues hasta el día de mi muerte: aleja de mí la falsedad y la mentira, no me des ni pobreza ni riqueza. Dame sólo mi ración de pan. Porque con la abundancia podría dejarte y decir: ‘¿Pero quién es el Señor?’ Y en la miseria podría ponerme a robar: lo que sería deshonrar el nombre de mi Dios! (Prob 30,7-9).
El profeta Habacuc, que leíamos en la primera lectura, oró a Dios en medio de la dureza de sus circunstancias: ¿Hasta cuándo me quejaré de la violencia sin que vengas a salvarnos? ¿Por qué me dejas ver tanta maldad y sufrimiento? ¡No veo más que destrucción y violencia, discordias y peleas que se arman! (Hab 1,2-3). Estas son expresiones de muchas personas en momentos difíciles. Aquí tenemos el riesgo de sucumbir y arrastrar una vida llena de infelicidad. Pero también tenemos la oportunidad para aprender y crecer, si accedemos a una experiencia nueva iluminada por el amor de Dios. Si aceptamos la gracia de Dios y perseveramos en nuestra búsqueda, si trabajamos con método y luchamos con esperanza, cualquiera que sea nuestra circunstancia, nuestra fe se fortalecerá y seremos testigos de la obra maravillosa de Dios en nuestra vida.
Dios siempre responde. Y si nos abrimos sinceramente a su acción, podremos escuchar su voz y ser testigos de su obra salvadora. Desde su experiencia de fe Habacuc nos regala la siguiente frase para reflexionar: “¿Perecerá aquel que no tiene un alma recta y vivirá el inocente que confía en mí” (Hab 2,4). El alma en la mentalidad judía, no es como para los griegos, un componente encarcelado en el cuerpo. Para los judíos no existe esa dualidad ni rivalidad entre alma y cuerpo. Para la cultura judía alma y cuerpo son inseparables. El alma es como la respiración (2Sam 1,9; Hech 20,10; Gn 35,18; Jer 15,9; 1 Re 17,21). Como la sangre que corre las venas (Sal 72,14; Lev 17,10ss; Dt 12,23). Por lo tanto es la vida misma (Sal 74,19 Ex 21,23), es la persona humana en cuanto que está viva y entra en relación con el mundo.
Cuando se habla de alma recta, se hace referencia a la calidad humana, a la grandeza humana capaz de superar pruebas, adversidades, conflictos. Quien tiene un alma recta es la persona que se sabe ubicar, que enfrenta la pobreza o la riqueza, la abundancia o la escasez, que sabe hacer opciones claras, justas, moralmente correctas a favor de la vida, de la dignidad y de la felicidad para la humanidad. Es la persona que se compromete consigo misma y con los demás.
Habacuc no hace una sentencia condenatoria. Hace una reflexión a partir de lo que ha visto a su alrededor en tiempos de crisis. Las personas superficiales, mediocres, que viven la vida por vivirla, perecen en los momentos de prueba. Se necesita un alma recta, un alma grande y bien fortalecida espiritualmente. Aunque Gandhi perteneció a otra tradición religiosa, vale la pena traerlo a esta reflexión porque es un ejemplo de grandeza humana fortalecido con una experiencia espiritual. Por algo se ganó el nombre el Mahatma, es decir, alma grande. El Mahatma Gandhi, que admiró profundamente a Jesús y se alimentó de su experiencia espiritual, especialmente de las Bienaventuranzas, es una luz en nuestra necesidad de tener un alma grande, un alma recta capaz de enfrentar la vida con sus conflictos y oportunidades, siempre en búsqueda de sentido y en el anhelo de crecer como seres humanos.
Al lado del alma recta, Habacuc invita a poner toda la confianza en la acción de Dios. Esta es una tarea que requiere primero el reconocimiento de que todo no lo podemos hacer nosotros. Que tenemos una tarea y es preciso hacerla bien hecha, pero también necesitamos esperar a que Dios haga su obra. Necesitamos la serenidad de espíritu, la tranquilidad de conciencia haber hecho bien nuestro trabajo y la humildad para reconocer que la otra parte, la mayor parte, la hace Dios. Así que para tener vida: alma recta y confianza en Dios.
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Los apóstoles le pidieron al Señor que aumentara su fe. Pero Jesús no hablaba tanto de cantidad sino de calidad. Él pedía que asumieran el compromiso y el riesgo que lleva consigo su camino de fe. La adhesión total a su mensaje y a su proyecto de vida. “Si la fe que tienen fuera tan grande como un granito de mostaza, le ordenarían a este árbol de morera que se arranque de raíz y se plante en el mar, y les obedecería.” (Lc 17,6).
Aclaremos de antemano que no estamos hablando de un espectáculo. ¿Qué ganamos con el espectáculo ilusionista de ver un árbol transplantarse de una montaña a un mar? La morera, así como la higuera, es signo de fecundidad para el pueblo de Israel. La higuera que Jesús encontró con muchas hojas pero sin fruto (Mc 11,13), es símbolo de la infecundidad de la institución judía, con una estructura muy fuerte, con una rigurosidad asfixiante y legalista, pero totalmente improductiva. Con un templo hermoso (Mc 13,1) y unas estructuras religiosas perfectamente organizadas, pero corrompidas hasta lo más profundo. Por eso de él no debía quedar piedra sobre piedra (Mc 13,2); porque lo habían convertido en una cueva de bandidos (Mc 11,17).
Jesús no los invitaba simplemente a tener fe en que todo podía ser mejor. Muchas veces confundimos la fe con una actitud mental positiva o con el simple deseo de que las cosas sucedan como por arte de magia. “Yo tengo fe en que me van a dar ese trabajo”. “Yo tengo fe en que gano el examen”. “Yo tengo fe en que mi mujer va a volver”. O como rezaba el niño más desaplicado después de un examen: “Señor creo y tengo fe en ti. Por favor, que Napoleón Bonaparte sea el liberador de América, que Simón Bolívar haya nacido en Egipto y que un tal Jesús de Nazaret haya sido el fundador del Islam. Amén.”
Jesús los invitaba, nada menos que a dejar a un lado toda esa estructura religiosa corrupta y a dar el paso a un encuentro con el Dios vivo. A echar al mar, es decir a ahogar, esa religiosidad manipulada por sacerdotes, escribas, doctores y maestros de la ley, saduceos, fariseos y demás bandidos, lobos vestidos con piel de oveja y a construir un nuevo pueblo basado en la justicia, en la fraternidad, el amor misericordioso y el servicio propios de los hijos de Dios.
Y eso era no solamente difícil sino que implicaba todo un riesgo, porque la parte religiosa en Israel tenía implicaciones sociales, políticas y judiciales que podían llevarlo a la exclusión y a la muerte. Esto es mucho más comprometedor que sentarse a esperar y a lo sumo a rezar para que Dios nos de la paz. ¿Aguantaremos nosotros el estilo de vida y el compromiso de Jesús con las causas humanas y los riesgos que ellas traen?
¿Tendremos nosotros la fe de Jesús, o nos adherimos a unos dogmas que no entendemos, pero que deben ser así porque así nos los enseñaron? ¿Será que nuestra fe es sólo un acto de buena voluntad, una ciega aventura, una construcción fastuosa, pero sin piso firme o una morera con un gran follaje pero sin frutos? ¿Será que es sólo una emoción subjetiva y una sensiblería manipulable que simplemente nos hace sentir el soplo del espíritu santo y alegrar el corazón?
La fe en sentido cristiano, es ante todo caminar con Jesús, es decir, hacerse su discípulo. Esto implica una entrega total e incondicional a la persona y al proyecto de Jesús. Por lo tanto tener fe es hacer que mi cuerpo, mi mente, mi espíritu, mi alma, todo mi ser se encaminen hacia la construcción del Reinado de Dios y su justicia, con la seguridad de que todo lo demás vendrá por añadidura, es decir, como consecuencia del Reino (Lc 12,31).
Tener fe no es sólo adherirse a una serie de contenidos, verdades, teorías y dogmas. Creer es correr el riesgo de ponernos en camino con Jesús y atrevernos a desafiar nuestros miedos, nuestros egoísmos, nuestros deseos de aparecer y de ser reconocidos y nuestro afán de grandeza.
Este evangelio también hace una crítica a las personas que simplemente buscan reconocimiento por su trabajo. Tal vez las palabras que utiliza el evangelista sean demasiado duras: “Pues lo mismo ustedes: después de hacer lo que Dios le ha mandado, digan: No somos más que servidores sin mérito alguno; no hemos hecho sino cumplir nuestro deber.” Algunas traducciones son más cortantes cuando afirman: somos siervos inútiles. No se trata de demeritarnos como trabajadores, ni como personas. Es importante valorar nuestro trabajo y valorarnos como seres humanos e hijos de Dios. Pero es necesario cuidarnos del orgullo, de la prepotencia, y del afán de protagonismo que muchas veces hace ocultar lo fundamental.
¿En mis obras de cada día manifiesto la fe, o manifiesto mi interés de reconocimiento? ¿Camino con Jesús y me entrego, o soy una caza recompensas?
La fe de Jesús tiene que llevarnos a trabajar por el Reino sin esperar recompensa. La justicia, el amor, la fraternidad, la solidaridad y los demás valores del Reino, han de brotar del discípulo, como una consecuencia lógica de su madurez humana y evangélica y no con el deseo de aparecer. Debe obrar bien porque eso es sencillamente lo que debe hacer un discípulo que tiene la fe de Jesús.
Como invitaba Pablo a Timoteo, vale la pena valorar el don de Dios que recibimos pues no nos ha inspirado cobardía, sino valentía, amor y dominio propio. Lejos de nosotros avergonzarnos de dar testimonio de Jesús, por el contrario todos debemos tomar parte en los duros trabajo del Evangelio. Pero nunca anunciarnos a nosotros mismos suplantando a Jesús y su propuesta de vida. Es necesario equilibrar muy bien: anunciar la Buena Noticia del Reino con valentía, con decisión, con pasión, con creatividad, pero también con humildad y con mucho cuidado para que siempre sea Jesús y su proyecto de salvación, el centro de nuestra predicación.
Oración
Te bendecimos Padre y Madre Dios por toda la obra maravillosa de la salvación. Hoy nos refugiamos en tu seno maternal y paternal para sentirnos seguros. Tú eres nuestro refugio en las duros trabajos que a diario enfrentamos, tú eres nuestra Roca salvadora en medio del desierto, nuestro baluarte, nuestra victoria está en tu mano. Por eso te damos gracias, te bendecimos, te ensalzamos y te reconocemos como el único absoluto de nuestra vida.
Concédenos la gracia de tener un alma recta y fortalecida con tu Espíritu para enfrentar con sabiduría y amor cualquier camino que nos corresponda asumir como discípulos de tu Hijo. Concédenos una fe como la de Jesús, capaz de arrancar las moreras improductivas y arrojarlas al mar. Líbranos de una fe manipulada por los mercaderes de la religión; de una fe mediocre y desligada de tu proyecto de salvación anunciado por Jesús.
Líbranos de todo afán desmedido de protagonismo, de la necesidad de ser reconocidos y admirados, para sentirnos vivos. Ayúdanos a reconocer con humildad nuestros dones, así como nuestra fragilidad humana; y a ser sencillamente “humus”: tierra buena donde germina y da fruto la semilla del Reino. Amén.
Formato para imprimir Comentarios al autor: neptalidv@yahoo.com
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Moniciones para el XXVII Domigo del Tiempo Ordinario- Ciclo C
27 de Septiembre, 2010, 18:51
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario-Ciclo C
XXVII Domingo
“Solidaridad que comparte”
Lecturas:
· -1ra lect Baruc 1, 1.2-3; 2, 2-4
· -Salmo 94
· -2da lect II Timoteo 1, 6.8. 13-14
· -3ra lectLucas 17, 5-10
Monición de entrada
Buenos, días, (tardes, noches). Nuestra oración es habitualmente interesada. Pensamos más en pedir que en adorar. En este domingo, la liturgia nos habla de la fe que todo lo puede y nada espera a cambio. Algunos cristianos se desaniman cuando sus peticiones no son contestadas inmediatamente por Dios. La Palabra Sagrada nos enseña hoy que la fe es un don gratuito de Dios. Sólo necesitamos ser fieles. De pie para recibir la procesión con el cántico de entrada.
Primera lectura: Baruc 1, 1.2-3; 2, 2-4 (El justo vivirá por su fe)
Nos encontramos entre el año 605 y el año 597 antes de Cristo. La opresión política parecía que no tenía solución. El profeta dirige su queja a Dios por las injusticias que sufre el pueblo. Yavé responde a la queja. Él salvará a su pueblo, pero mientras tanto necesitan ser fieles a Dios. Oigamos.
Segunda lectura: II Timoteo 1, 6.8. 13-14 (No tengas miedo de dar la cara por Cristo)
Hoy los consejos de san Pablo a su discípulo Timoteo se dirigen también a nosotros. Nosotros hemos recibido los dones del Espíritu Santo para el bien de la comunidad. Con nuestra vida y palabras debemos luchar por la "pureza de la fe". Presten mucha atención.
Tercera lectura: Lucas 17, 5-10 (Si tuvieran fe como un granito de mostaza…)
La fe es un don completamente gratuito. Por eso hay que pedirla, como los apóstoles, y actuar conforme a esa fe. Cantemos el Aleluya. De pie, por favor.
Oración Universal:
1. Por la Iglesia: para que, fiel a su Maestro, aparezca ante el mundo como sal de la tierra y luz que alumbra en las tinieblas. Oremos.
- Por la paz del mundo: para que se alejen de los pueblos el hambre, las calamidades y las guerras. Oremos.
- Por todos los seres humanos del mundo que padecen hambre o enfermedades, por los emigrantes, los desterrados, por los privados de libertad y todos los que sufren. Oremos.
- Por nosotros mismos: para que nuestras vidas se vayan transformando en testimonio transparente del amor de Dios. Oremos.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 581)
Gracias, Señor, Jesús, porque en el Evangelio de hoy
nos muestras el poder incontenible de la fe auténtica.
Dios uno y trino es el interlocutor con quien hablamos y en quien
creemos; y tú, Jesús, nuestro modelo en ese diálogo de la fe.
Concédenos, Señor, siquiera un granito de fe verdadera
para dar paso a tus maravillas en nuestras vidas pequeñas,
para tener luz y fuerza, optimismo y alegría, decisión y valentía
para creer de verdad en estos tiempos difíciles que vivimos.
Haz, Señor, que tu ternura providente despierte nuestra fe
dormida, y concédele la calidad y el empuje que tú quieres
¡Señor, creemos; pero aumenta más y más nuestra fe!
Amén.
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Comunícate conmigo: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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Moniciones para la Solemnidad de Nuestra Señora de las Mercedes
22 de Septiembre, 2010, 9:13
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
María de las Mercedes, la Madre liberadora
Patrona de la República Dominicana
Lecturas:
- Je 30,8-11
- Sal 125
- Gál 5,1-2.13-25
- Evangelio: Jn 2, 1-11
Monición de entrada
Celebramos hoy el día de Nuestra Señora de las Mercedes. La devoción a la Virgen María, con este título de “Las Mercedes”, nos llegó con los conquistadores españoles en el siglo XVI. Fue propagada entre nosotros por los padres mercedarios, cuya misión específica era liberar a los presos de la cárcel. Ellos tenían devoción a la Virgen María con el título de Nuestra Señora de las Mercedes, la madre que libera a los presos de la cárcel y a los cautivos de la esclavitud.
La Imagen de la virgen de las Mercedes se presenta con unas cadenas rotas en las manos para significar que ella es la madre de la libertad, la que invita a todos sus hijos a vivir en el amor y en la solidaridad.
Que la participación en esta Eucaristía nos dé las fuerzas necesarias para liberarnos de tantas esclavitudes personales y sociales, y así vivir en la plena libertad de los hijos e hijas de Dios.
Primera lectura: Jeremías 30,8-11 (Yavé romperá el yugo de la opresión)
A la parte del pueblo de Israel, que estaba en el exilio de Babilonia en el siglo sexto antes de Cristo, se le dirige un mensaje de esperanza. Yavé no seguirá permitiendo la esclavitud de su pueblo; romperá los lazos de la opresión y el pueblo entero vivirá de nuevo en su tierra de Palestina, porque el Dios de Israel quiere para su gente una vida feliz en una tierra liberada.
Segunda lectura: Gálatas 5,1-2.13-25 (Para ser libres nos liberó Jesús)
La carta a los Gálatas es llamada, con razón, la carta de la libertad cristiana. En ella Pablo nos dice que fuimos liberados para vivir la plena libertad de los hijos de Dios; dicha libertad exige vivir según el Espíritu de Dios. Por ello Pablo contrapone los frutos del Espíritu a los frutos de la carne. Se trata de dejarnos guiar por el Espíritu, teniendo como norma de vida el mandamiento del amor solidario que nos hace realmente libres.
Tercera lectura: Juan 2,1-11 (La solidaridad que provoca la fe)
Uno de los frutos principales del Espíritu es la solidaridad y la preocupación por el otro. En el texto que escucharemos a continuación Jesús realiza su primer milagro público. Al convertir el agua en vino muestra su solidaridad con una pareja de recién casados. Esa acción solidaria fortalece la fe de los discípulos de Jesús.
Oración de los fieles
A cada petición contestaremos: “Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros”
- Por la Iglesia de Dios, para que, por medio de la Virgen María, ilumine y ayude a las personas que tienen dificultades en creer y buscan al Señor sinceramente. Roguemos al Señor…
- Por los que rigen los destinos de la patria, nuestros gobernantes, para que tengan una buena administración y el pueblo adquiera el bienestar y la paz. Roguemos al Señor…
- Por los enfermos y necesitados de atención física o espiritual, para que confíen en todos nosotros que con la ayuda de la Virgen María les atenderemos. Roguemos al Señor…
- Por las vocaciones sacerdotales y religiosas, para que en nuestro pueblo siempre se pueda predicar la Palabra y administrar los sacramentos con libertad. Roguemos al Señor…
- Por cada uno de nosotros, los aquí reunidos, para que nos llenemos de paz y alegría. Roguemos al Señor…
Exhortación Final
María, Virgen
Esperanza nuestra,
De Jesús la aurora,
Puerta del cielo.
Madre de los hombres,
estrella del mar,
llévanos a Jesús.
Danos sus promesas.
Eres Virgen Madre:
la llena de Dios,
la esclava del Señor.
Hoy venimos a pedirte:
que seas nuestra protectora
y que acompañes nuestro caminar
Hacia tu Hijo, Jesús,
y hermano nuestro.
AMÉN
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Moniciones para el XXVI Domigo del Tiempo Ordinario- Ciclo C
21 de Septiembre, 2010, 0:16
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario-Ciclo C
XXVI Domingo
“Solidaridad que comparte”
Lecturas:
- 1ra lect.: Am 6, 1-7
- Sal 145
- 2da lect.: 1Tim 6, 11-16
- Evangelio: Lc 16, 19-31
Monición de entrada
Buenos, días, (tardes, noches). Nos hemos congregado hoy como pueblo de Dios, día del Señor, para escuchar la Palabra de Dios y participar en la Eucaristía. Dios nos llama a examinar nuestra actitud sobre los bienes materiales. Si el cristiano no comparte sus bienes con los necesitados, no es auténtico cristiano. Es duro el evangelio cuando habla de la suerte del rico y del pobre. A veces, la mesa llena, el vestido púrpura y los muchos dividendos impiden la conversión. Pero lo que parece imposible a los ojos de los seres humanos, no es imposible ante Dios. De pie, para cantar, dando inicio a nuestra celebración.
Primera lectura: Amós 6, 1ª.4-7 (Se acabó la orgía de los disolutos)
El profeta Amós continúa atacando las injusticias de su pueblo. Amós no puede soportar el lujo de los ricos porque es un insulto a la situación de miseria que viven los pobres. El profeta condena la falsa seguridad de los ricos y les anuncia el castigo próximo. Escuchen atentos.
Segunda lectura: I Timoteo 6, 11-16 (Guarda el mandamiento hasta la venida del Señor)
San Pablo expone, en la segunda lectura, las virtudes que debe poseer el servidor ideal. Las pautas de conducta que señala San Pablo son aplicables a nosotros hoy, aquí y ahora. Y en estos momentos históricos, tienen mayor vigencia. Pongan atención.
Tercera lectura: Lucas 16, 19-21 (Parábola del rico Epolón y el pobre Lázaro)
El Evangelio de hoy nos trae la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. Los ricos parecen incapaces de recibir los bienes del Reino porque están apegados a las cosas materiales. Los pobres muchas veces aparecen más abiertos a Dios, porque escuchan su palabra y esperan la ayuda divina. De pie, por favor, cantemos el Aleluya.
Oración Universal:
- Por la Iglesia de Dios: para que anuncie sin cesar el Evangelio de salvación a los seres humanos y sea congregada en la unidad. Roguemos al Señor.
- Por todos los pueblos del mundo: para que disfruten de paz y aumenten los lazos de unión y concordia. Roguemos al Señor.
- Por los más pobres y más necesitados: para que descubran que la Buena Nueva de Cristo va dirigida especialmente a ellos, y la acepten con alegría de corazón. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, nuestros familiares y conocidos: para que sepamos ser los servidores de los demás y consigamos un corazón humilde y sencillo. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 578)
Te bendecimos, Señor, porque escuchas el clamor del pobre,
liberas al oprimido y sustenta al huérfano y a la viuda.
Tú derribas del trono al poderoso y enalteces al humilde;
al hambriento lo colmas de bienes y al rico lo despides vacío.
Cuando nuestro corazón se cierre ignorando al necesitado,
abre, Señor, nuestros ojos para que te veamos a ti en él;
cuando el pobre tienda su mano hacia nosotros para pedirnos,
abre nuestro corazón al gozo de compartir lo nuestro con él.
Ayúdanos, Señor, a romper la malla del egoísmo acaparador,
Liberándonos del afán de poseer y tener, gastar y consumir,
Para que no nos habituemos nunca a las desigualdades.
Amén.
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En camino para el XXVI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C
21 de Septiembre, 2010, 0:08
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EN CAMINO
Tiempo Ordinario, ciclo “C”
XXVI Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
o 1ra lect.: Am 6,1.4-7
o Sal 145
o 2da lect.: 1 Tim 6,11-16
o Evangelio: Lc 16,19-31
Epulón y Lázaro
Durante el tiempo de Amós (1ra lect.), como en el de Jesús y en éste, el nuestro, frente a un montón de empobrecidos y marginados, obligados a vivir en una miseria vergonzosa, viven otros en una opulencia escandalosa.
Vale aclarar que aquí no se critica el goce de la vida ni los placeres del cuerpo. La misma literatura bíblica invita a disfrutar: “… lo que uno puede esperar es comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo, durante los contados días de su vida… todo esto es don de Dios” (Ecl 5,17.19). Jesús no fue un asceta que promoviera una vida antihedonista ni represiva de los sentidos. Fue un hombre que banqueteó con todo tipo de personas, hasta con aquellas consideradas de mala vida: prostitutas, publicanos, pecadores, etc. Tanto que sus enemigos dijeron que él era un comelón y borracho, amigo de publicanos y pecadores (Lc 7,34). Aunque a nuestro amigo Jesús le gustaba banquetear, Él nunca se cerró al clamor de los pobres. Por el contrario, convirtió sus comidas en un espacio para compartir y hacer que las personas se sintieran respetadas, aceptadas y amadas en lo profundo de su ser.
El problema del Epulón del Evangelio y de los ricos que critica Amós es que banqueteaban todos los días. Está bien que para alguna fiesta se organice una comida especial, en la casa, en algún salón de eventos, con música, con flores, con algún vestido especial, etc. Pero Amós dice: “Se acuestan en divanes adornados con marfil, y se la pasan descansando en la cama; banqueteando con cordero y con ternera escogida del establo…”. Y sobre el Epulón dice Jesús que se vestía con gran lujo y elegancia y diariamente se daba espléndidos banquetes. Y lo peor, todo eso sin importar la miseria de sus congéneres. “Beben vino en grandes copas y usan los mejores perfumes, pero nada les importa la ruina de las tribus de José”.
En otros textos bíblicos se critican la explotación y el engaño de quienes se aprovechan de los débiles para enriquecerse. Los textos de hoy ponen su énfasis en la falta de solidaridad y en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Los perros, para la cultura judía, eran considerados animales impuros. Sin embargo, esos animalitos se mostraban más solidarios con el pobre Lázaro que el Epulón. Es muy doloroso ver que unos animales irracionales se comporten mejor que muchos seres humanos.
Esta actitud ante la vida, en el fondo condena no sólo a los pobres y marginados sino también a los ricos e indiferentes, porque no es posible ser verdaderamente humanos, cuando delante de nosotros se muere otro humano sin que ni siquiera nos inquietemos. La realización plena de nuestra propia humanidad está ligada a la defensa y promoción de toda la humanidad. La felicidad nuestra está ligada a la promoción de la felicidad de los demás seres humanos.
Por eso, el profeta Amós criticó a quienes gustaban de una vida fácil, despilfarraban su riqueza en cosas innecesarias para aparentar grandeza y se daban la gran vida a espaldas de quienes sufrían la ruina. Divanes con adornos de marfil, la ternera escogida del establo, los mejores vinos y perfumes, el descanso permanente, en fin… Cualquier parecido con la realidad de hoy no es sólo coincidencia.
Asimismo, el Epulón que nos presenta el Evangelio refleja nuestra sociedad que le da culto al consumo. Los templos de hoy son los centros comerciales, alrededor de los cuales se construyen los grandes complejos urbanísticos, como otrora se hicieron nuestros pueblos alrededor de las ermitas o de las catedrales. El paradigma del hombre feliz es el “homo consumus”. Aquel que tiene los medios para consumir, consumir y consumir. La radio, la televisión y los medios impresos siempre presentan felices a quienes consumen: ropa, vehículos, comidas, viajes o aparatos cada día más novedosos. Los “grandes diálogos” de muchos de nuestros jóvenes, son sobre la nueva marca de celular y sus ventajas y desventajas con respecto al anterior. Los zapatos, el carro, el centro comercial… muchas veces viven totalmente vacíos de humanidad, de amor y de sentido de la vida. Un estudio de College Mindset publicado hace unos días por la Universidad de Beloit, en Wisconsin, dice que la mayoría de los jóvenes de Estados Unidos que están por empezar la universidad creen que Beethoven es un perro y Miguel Ángel un virus de computador. La lista de desatinos publicada por este estudio es larga y da vergüenza, parece un mal chiste, pero no lo es. E infortunadamente en nuestro patio la realidad no es muy distinta.
Al respecto afirma Fernando Quiroz: “Andamos tan maravillados con las máquinas, con la velocidad, con los récords aplastados, con los efectos especiales, que hemos descuidado el espíritu: se nos pasan las horas, los días, los años, los hijos, las vidas, y nos olvidamos de alimentarlo con un poco de música clásica, con un párrafo estremecedor, con un poco de luz que apunte por dentro. No hay problema con las máquinas en tanto se asuman como herramientas. No hay problema con los animales en tanto se asuman como mascotas: aunque se llamen Motas, Nerón o Beethoven. El problema es que la educación se haya ido relegando en el listado de prioridades. Que primero esté la guerra. Que nos interese conquistar el espacio y nos olvidemos de conquistar al hombre, de darles trabajo a las neuronas, de buscar motivos de contemplación en la música de los genios, por ejemplo”.
Estamos ante una nueva pseudoreligión: la religión del mercado, que promueve el consumo y “salva” únicamente a quienes tienen capacidad para hacerlo hasta hartarse. Esta pseudoreligión aparentemente dice buscar la salvación del mundo entero a partir de la creencia del crecimiento económico afanosamente buscado, sin restricciones y sin interferencia de los gobernantes públicos. Esta pseudoreligión tiene a sus pontífices que gozan de infalibilidad cuando hablan desde sus catedrales. Esta pseudoreligión cuenta con misioneros que andan por el mundo dando conferencias en las universidades de los diferentes países. Cuenta con grandes templos que, además de los centros comerciales, son los bancos, las bolsas de valores y las empresas financieras. Sus pseudoteólogos son los economistas que siguen fielmente los dogmas de los ayatolas, pontífices o sumos sacerdotes. Tiene también un gran mandamiento: “El Libre Mercado es el señor tu dios, no tendrás otros dioses extraños fuera de él”. Tiene sus centros de formación donde se adoctrinan los teólogos y misioneros: Las grandes universidades de las capitales financieras del mundo que dominan el mercado. Y por último, tiene también sus consignas excluyentes: “Fuera del mercado no hay salvación”. “Quien no tiene para consumir, no sirve para vivir”.
Que según el datos del Banco Mundial más de 1000 millones de personas vivan por debajo del umbral absoluto de la pobreza (o sea que viven con menos de 1 dólar diario) y que más de 900 millones de seres humanos que padezcan hambre, desnutrición y todas sus consecuencias, no parece importarle mucho al homo consumus, seguidor de esta nueva religión. Preguntémonos seriamente: ¿Hemos participado en los cultos de esta nueva religión?
En los libros de historia, los protagonistas son aquellos que lograron el poder y la riqueza, aún aplastando a los demás seres humanos y a su propia humanidad. Como la Biblia es una historia escrita desde el reverso, o sea desde los pobres que quieren vivir con dignidad, el evangelio de hoy nos presenta a otros protagonistas. En el evangelio de hoy el rico no tiene nombre propio. Epulón significa sencillamente banqueteador o comelón. Consumidor compulsivo, podríamos decir hoy. El pobre sí tiene nombre propio: Lázaro, que significa, Dios ayuda. (Aunque pareciera que a ese hombre no lo ayudó ni Dios).
Aquí nos puede venir otro problema, pues esta parábola se ha utilizado como un arma en contra de los mismos pobres que quiso defender. Muchas veces se han engañado a los pobres diciéndoles que deben sufrir con paciencia y cargar esa cruz porque así tendrán el cielo asegurado. Hoy sabemos que este tipo de enseñanzas son totalmente contrarias al Evangelio. Lo que busca el Evangelio es despertar las conciencias e invitarnos a abrirnos a Dios y a los demás, porque cuando nos cerramos al sufrimiento humano, nos cerramos a Dios, generamos miseria y frustramos nuestra propia vida.
El Evangelio no invita a empobrecerse, no condena los bienes como tal ni el disfrute de la vida. El epulón no se condena por rico ni por disfrutar la vida. Se condena a sí mismo porque no logró superar su propia mediocridad humana, porque limitó su vida a ser un epulón, es decir, un consumidor egoísta y narcisista. Porque se cerró a los demás seres humanos y, por lo tanto, también a Dios y a su amor misericordioso.
Hoy, en el mundo, hay muchas personas que sobreviven condenadas porque hicieron girar toda su vida alrededor de sus sentimientos más rastreros y egoístas. Porque no se preocuparon por otra cosa más que por tener para consumir y consumir, y fueron indiferentes ante el dolor humano, aplastando así su propia humanidad. Hoy hay personas que abundan en dinero y poder, tanto como en tratamientos psiquiátricos para llenar un vacío de sentido que nunca llenarán si no se abren al amor misericordioso.
El epulón se condena y condena a los empobrecidos a sobrevivir en la miseria. Hoy sabemos que la incompetencia y la corrupción de nuestros gobernantes epulones, matan a más personas que las mismas catástrofes o enfermedades. Y, conociendo eso, muchas veces los seguimos eligiendo o nos acomodamos al sistema. Hoy sabemos que con un pequeño porcentaje del PIB de las naciones más desarrolladas, bastaría para cubrir las necesidades básicas de los millones de seres humanos que se mueren como el pobre Lázaro. Pero estos seres humanos están condenados a sobrevivir hasta que la muerte se apiade de ellos. Por eso Latinoamérica está muy lejos del desarrollo y África con toda su riqueza es hoy un continente condenado a morir de hambre y de pandemias que podrían resolverse en poco tiempo.
Como seguidores de Jesús, ¿cuál es nuestro aporte para mejorar la situación de tantas personas que viven en el umbral de la miseria? ¿Se puede ser cristiano y ser indiferente ante el dolor humano? ¿Consumo alimentos algunas veces sin necesidad? ¿Tengo objetos que realmente no necesito y sólo manifiestan mi falta de caridad, mi indiferencia, mi poca humanidad y mi vacío de Dios? ¿A qué me invita Jesucristo? ¿Escucho su grito a través de los lázaros que sobreviven en nuestras calles? ¿Qué voy a hacer efectivamente por los Lázaros que tengo al frente?
Oración
Jesús, hermano, amigo, compañero nuestro, te damos gracias por toda tu vida y enseñanza, fuente de alegría, de esperanza y de vida para nosotros. Te pedimos que la gracia de tu Espíritu purifique nuestra mente, nuestro espíritu, nuestros impulsos, nuestros sentimientos, todo nuestro ser, para que nos liberemos de todo tipo de esclavitud. Perdónanos, reconcílianos, ayúdanos a vivir en paz, en justicia y en armonía con nuestra naturaleza humana, con ese soplo divino que el Padre insufló sobre nosotros. Líbranos de convertirnos en consumidores compulsivos, esclavos de la imagen, de las modas, del qué dirán, de la aprobación o desaprobación de los demás. Líbranos de la mediocridad, del vacío existencial, de la indiferencia ante el dolor humano y de todo sentimiento rastrero y egoísta que amenaza nuestra felicidad.
Te pedimos que la gracia de tu Espíritu nos de la fuerza para vivir como tú, siempre dispuestos a compartir con solidaridad y alegría. Que podamos disfrutar con libertad de cada cosa que hagamos: de nuestros proyectos, trabajos, logros, enseñanzas, encuentros, celebraciones, comidas, fiestas… todo en un espíritu de justicia donde no haya vencedores ni vencidos sino donde todos ganemos. Que podamos construir una humanidad en la cual no haya excluidores ni excluidos sino que podamos sentirnos incluyentes e incluidos, con dignidad, libertad y verdadera felicidad. Amén.
Formato para imprimir Comentarios al autor: neptalidv@yahoo.com
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Moniciones para el XXV Domigo del Tiempo Ordinario- Ciclo C
13 de Septiembre, 2010, 17:32
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario-Ciclo C
XXV Domingo
“La mejor inversión”
Lecturas:
- 1ra lect.: Am 8, 4-7
- Sal 112
- 2da lect.: 1Tim 2, 1-8
Evangelio: Lc 16, 1-13
Monición de entrada
Buenos, días, (tardes, noches). Las lecturas bíblicas de hoy enjuician nuestro comportamiento acerca de las riquezas que Dios nos ha confiado. Nosotros somos simples administradores, no dueños. Cuando nos vayamos, todo se quedará aquí. Esta celebración dominical nos aconseja a vivir desprendidos y santificándonos. De pie, para recibir a los ministros cantando alegremente.
Primera lectura: Amó 8, 4-7 (Contra los que compran por dinero al pobre)
Amós, aunque era un humilde pastor, es el profeta de la justicia social. Ataca a la injusticia de los ricos y la explotación del pobre. Advirtió a los hombres que Dios demanda honradez y justicia en sus negocios. Escuchen
Segunda lectura: I Timoteo 2, 1-8 (Pidan a Dios por todos los hombres)
San Pablo aconseja a su discípulo y colaborador Timoteo sobre la liturgia para que sea una auténtica plegaria de toda la comunidad y que permita llegar más fácilmente al pensamiento de Cristo, nuestro mediador, como base de nuestra fe. Pongan mucha atención.
Tercera lectura: Lucas 16, 1-13 (breve) 10-13 (No pueden servir a Dios y al dinero)
A continuación escucharemos la parábola del administrador infiel. Cristo la usó para exponer su doctrina sobre las riquezas y el dinero. Los que son ricos en bienes materiales necesitan ponerlos al servicio de los necesitados para conseguir los bienes del Reino. Nos preparamos para escuchar la Buena Nueva de hoy. De pie, por favor y juntos entonemos el Aleluya.
Oración Universal:
- Por la Iglesia; para que sepa dar testimonio de Cristo en medio de nuestro mundo, Roguemos al Señor.
- Por los gobernantes de todas las naciones; para que sus esfuerzos por la paz y la justicia no sean en vano, Roguemos al Señor.
- Por los responsables de la economía a escala mundial y nacional; para que procuren siempre el bien del ser humano por encima de todos los bienes económicos, Roguemos al Señor.
- Por nosotros; para que no caigamos en la tentación de la codicia y no se metalice nuestro corazón, Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 575)
Bendito seas, Dios Padre, por el aviso que hoy nos das
por medio de Jesús a tus hijos queridos, los hijos de la luz,
para que despertemos las enormes energías del Reino, sin ceder
al cansancio y la inhibición, la rutina y el desaliento.
Reconocemos, Señor, que no siempre actuamos como discípulos
de Cristo, porque nos vence el apego a los bienes terrenos,
la idolatría del dinero, la comodidad y el abstencionismo.
Ten compasión de nosotros, Señor, y ayúdanos con tu gracia.
Enséñanos a usar los bienes perecederos de esta vida,
invirtiéndolos con generosidad en nuestros hermanos más pobres,
y ganándonos así amigos seguros en las moradas eternas.
Amén.
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Comunícate conmigo: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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En camino para el XXV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C
13 de Septiembre, 2010, 17:16
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EN CAMINO
Tiempo Ordinario, ciclo “C”
XXV Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: Am 8, 4-7
- Sal 112
- 2da lect.: 1Tim 2, 1-8
- Evangelio: Lc 16, 1-13
Un sólo Señor
Por naturaleza, todos queremos sentirnos seguros. Por eso, el negocio de aseguradoras es tan lucrativo. Hoy hay seguros para todo: seguro para los ojos, para las manos, para las piernas… Seguro contra accidentes, contra incendio, contra terremoto, contra robo, en fin… Seguros para el carro, para la casa, para los cultivos, para la fábrica, para lo que usted quiera, hasta para las mascotas.
Hoy queremos tenerlo todo asegurado. El ancestral miedo a la indigencia nos hace buscar seguridades. Y en parte eso es necesario porque necesitamos ser, como dijo Jesús, “prudentes como serpientes…” (Mt 10,16). La irresponsabilidad con la que mucha gente ha manejado su vida, la ha condenado a engrosar los cinturones de miseria. Muchos han tenido que pasar su vejez recostados en la casa de algún familiar, en un ancianato de caridad, o en la calle a merced de lo que le den los transeúntes, simplemente, porque malgastaron su vida. Es triste ver cómo mucha gente malogra su vida. “Cada cual labra su propio destino”, decía Cervantes.
Una persona relativamente cuerda busca procurarse una vida saludable, holgada y placentera. Y tal como está organizada nuestra sociedad, lo que garantiza esas seguridades que tanto anhelamos es el dinero, hay que reconocerlo. El problema no es que queramos asegurar nuestra vida y vivir bueno, y que para lograr esto queramos tener una economía sólida. El problema surge cuando convertimos el dinero en un dios y, en vez de tenerlo a él nos tiene a nosotros. Entonces nos convertimos en sus esclavos y en adelante tendremos que vivir siempre a su servicio. Cuando permitimos que el dinero se convierta en dueño de nuestra vida, tenemos que sacrificarlo todo, hasta la vida misma, para dar culto a este poderoso dios. Cuando permitimos que el dinero domine nuestra vida, todo lo medimos por ese rasero: las personas, los animales, las cosas, las instituciones, todo, lo valoramos en la medida en que nos produzca dinero. Así nos convertimos en explotadores y desechamos todo aquello que no produzca dinero.
Esa fue la denuncia de Amós (Am 8,4-7 – 1ra lect.). El profeta denunció cómo los terratenientes y comerciantes sacrificaban a los pobres para engrosar cada vez más sus arcas. La riqueza de los terratenientes y comerciantes representaba la miseria para los pobres.
El sistema que domina nuestro mundo genera cada vez más riqueza para los poderosos y miseria para los débiles. Ahora, con la gran explosión del gigante asiático, ¿Nos hemos preguntado qué hay detrás de los productos chinos? ¿Por qué son tan baratos? ¿Sabemos cómo tratan los obreros de las fábricas chinas, con jornadas de 16 o más horas de trabajo al día? ¿Sabemos que muchas fábricas parecen campos de concentración, donde los obreros viven prácticamente como esclavos de un inversionista extranjero o nacional? Mueren 120 mineros sepultados en una mina de carbón y son rápidamente reemplazados por otros obreros: hay miles haciendo fila. Un país pobre, con 1300 millones de habitantes, ofrece muchas garantías para los inversionistas adoradores del poderoso caballero: Don dinero.
¿Nos hemos preguntado qué hay detrás de cada producto que compramos en los supermercados? ¿Sabíamos que a muchos campesinos que cultivan las naranjas, las papayas, las guayabas y otros productos que nos gustan, les prohíben tomarlos de los árboles y comerlos? ¿Sabíamos que muchos pequeños propietarios de tierras se ven obligados a vender sus cosechas a precios insultantes, para que luego los compremos cinco o más veces más caros en las alacenas de los supermercados?
¿Nos hemos preguntado qué hay detrás del buen tiempo por el que pasan los bancos y corporaciones financieras en muchos de nuestros países? Hay personas que sacaron créditos por 50.000 dólares, han pagado 40.000 y deben 60.000. Muchas familias han perdido sus casas por cuenta del sistema. El precio de la sonrisa de los banqueros es la miseria de muchos pobres que hoy han quedado sin casa porque estos miserables traficantes, vendedores de ilusiones, se la quitaron. La última crisis económica mundial fue creada por los banqueros, pero todos los contribuyentes la estamos rescatando. Todo en medio de la más completa impunidad porque la explotación está legítimamente organizada.
En aquel tiempo, el profeta Amós, con los medios que tenía, denunció esa situación: “El Señor, que es la gloria de Israel, lo jura: Jamás olvidaré todo lo que han hecho”. (Am 8,7 – 1ra lect.). ¿Nosotros hemos sido indiferentes o hemos olvidado de esa realidad? ¿Qué podríamos hacer como bautizados?
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Por haberse comportado irresponsablemente, el administrador del que nos habla el Evangelio de hoy había sido depuesto por su jefe. Pero antes de salir de su trabajo este hombre astuto, hizo una buena jugada. Realizó una gran inversión, no en términos bursátiles sino en términos humanos y evangélicos. Según los historiadores de la Palestina del siglo I, los administradores no devengaban sueldo sino que recibían comisiones por lo que cobraban. Por tal motivo muchos ponían intereses desorbitados a los acreedores para procurarse una buena ganancia. Con su manera de proceder, este administrador astuto no lesionaba los intereses de su jefe, sino que renunciaba a la comisión y así ganaba amigos para el futuro que no pintaba muy claro.
Para garantizar el futuro no sólo hay que pensar en términos económicos, sino en términos humanos y evangélicos. Normalmente, medimos el éxito en términos financieros. Pero los bienes no garantizan la felicidad. “Eviten con gran cuidado todo tipo de codicia, porque la vida no está garantizada por los bienes, por abundantes que éstos sean” (Lc 12,15). He conocido personas, hombres y mujeres, muy exitosas financieramente, pero fracasadas como padres, como amigos, como amantes, como seres humanos. Personas incapaces de sonreír, de gastar el tiempo con sus hijos, de compartir un momento de su vida con los demás. Incapaces de perder un poco para ganar mucho.
Este evangelio invita a comportarnos no como señores del mundo y esclavos del dinero, sino como buenos administradores. Este evangelio invita a tener como único Señor a Dios Padre de nuestro hermano Jesucristo, el único absoluto que no es absolutista. El único Señor que no esclaviza sino que libera, y quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2,4 – 2da lect.).
Este evangelio invita a tomar conciencia de que todo lo que tenemos es prestado y algún día debemos devolverlo; hasta el último soplo de vida. Con el pasar de los años, la salud, las posesiones, el poder, la fama, el dinero, la vida misma se irán esfumando. Poco a poco tendremos que dejar todo lo acumulado y nos quedaremos con lo que hayamos entregado generosamente.
Nuestra vida no debe estar centrada en el dinero. En sufrir porque no tenemos el dinero suficiente para vivir dignamente. En sufrir y desgastarnos más de la cuenta con el fin de ganar el dinero requerido para el consumo que exige el estatus social, o en sufrir para cuidar el dinero que ya tenemos y hacerlo producir más. Hay personas que se la pasan todo el tiempo quejándose por lo que no tienen y olvidan disfrutar de las cosas bellas que tienen. Sin embargo, hay también quienes con todo el dinero no son felices. ¿Cuántos ricos darían todo su dinero por volver a ser jóvenes? ¿Cuántos darían otro tanto para tener quien se interese por ellos? Tampoco podemos desconocer que, tal como está organizada nuestra sociedad, el dinero es una necesidad. Es necesario ser responsables con nosotros mismos, con nuestras familias y comunidades, de manera que podamos tener una economía sólida, sin que el dinero sea el centro de nuestra vida. Con la ayuda de Dios y nuestro trabajo bien realizado tendremos el dinero y todo lo necesario para vivir bien, sin caer en la tentación de acumular y acumular, y poner ahí nuestra seguridad. “Todo enriquecimiento es ilícito”, leí en un grafiti, mientras caminaba por una calle de Bogotá.
En la vida diaria podemos constatar que los pobres son más generosos que los ricos. En el 2001, la entidad Independent Sector indicó que los hogares de Estados Unidos que ganan menos de 25.000 dólares anuales les destinan en promedio a donaciones de caridad el 4.2 por ciento de sus ingresos, entre tanto, los hogares que reciben tres veces más apenas dan un 2.7 por ciento. Un informe del Centro de Filantropía de Universidad de Indiana reveló en el 2007 que sólo una pequeña cuota de donaciones de los ricos se destinan a los más necesitados. Los millonarios prefieren donar dinero a causas culturales y universidades, lo que “enaltece la imagen del donante entre sus pares”.
Un reciente trabajo de Paul K. Piff, de la Universidad de Berkeley afirma que las personas de bajos ingresos son más generosas, caritativas, confiables y solícitas que las de más altos ingresos. Piff parte de estudios sicológicos según los cuales la generosidad depende de la identificación y empatía con los menesterosos. Los mismos sujetos que son desprendidos en condiciones de escasez “se vuelven menos altruistas cuando se imaginan más ricos”. El estudio concluye, entre otras cosas, que en la medida que crece el abismo entre ricos y pobres en una sociedad se agranda el denominado Déficit de Compasión (recordemos que la compasión fue el motor de toda la vida y la enseñanza de Jesús y debe ser también el de sus seguidores). Es decir, que la tendencia a la insolidaridad crece por arriba en proporción directa a la separación de clases. Como consecuencia perversa, se hace cada vez más difícil achicar la injusticia. La gran brecha entre ricos y pobres que crece cada vez más en el mundo, especialmente en nuestros países latinoamericanos produce un efecto psicosocial nefasto: hace crecer el índice de egoísmo. Hay personas que importan la comida para sus mascotas de Japón, Europa o Estados Unidos y les gastan hasta costosas cirugías plásticas, pero son incapaces de ser justos con sus empleados y regatean 10 centavos por unos plátanos maduros al vendedor de frutas.
Estanislao Zuleta (Colombia; la alegría de pensar, U. Autónoma de Colombia, 2004) decía que la injusticia económica generaba también la injusticia política. “La desigualdad económica no es nunca una simple diferencia cuantitativa de bienes y posibilidades, sino que se concreta siempre en relaciones de dependencia y dominación de unos sobre otros… La igualdad de derechos puede ocultar la más grotesca desigualdad de posibilidades concretas y la lucha por la libertad no es consecuente consigo misma si no es al mismo tiempo una lucha por las condiciones económicas y culturales que permitan el ejercicio de la libertad para todos”. Para Daniel Samper una sociedad con las escandalosas desigualdades de la nuestra no sólo padece el cáncer económico, sino una peligrosa atomización social, que acabará por convertirla en una caricatura de democracia.
Con nuestro trabajo y la ayuda de Dios tendremos los recursos necesarios para vivir tranquilos. Necesitamos dedicar parte de nuestros recursos: dinero, tiempo, esfuerzo, etc., en educarnos, en leer, en ser críticos, en conocer la realidad y en conocernos a nosotros mismos por dentro. Sin creernos mesías, necesitamos comprometernos con el desarrollo integral de nuestra sociedad. Necesitamos hacer disminuir el índice de egoísmo y hacer subir nuestra compasión. Necesitamos tomar una decisión contundente: nuestra vida debe estar centrada, como la de Jesús, en el Reino de Dios y su justicia.
La persona que, como Jesús, tiene al Reino de Dios como el centro de su existencia, asume la vida con alegría y esperanza, y obra en todo con absoluta transparencia. El verdadero discípulo de Jesús administra bien todo lo que tiene: talentos, posesiones, dinero, amor, alegría, conocimiento, sabiduría, ¡todo! Comprende que no es posible servir a Dios y al dinero. Por eso opta decididamente por Dios y no acepta ningún otro dios. Trabaja para procurarse una vida tranquila, pero comprende que su felicidad no depende de los bienes, sino del amor de Dios manifestado en las relaciones justas y fraternas con el prójimo.
La persona que, como Jesús, tiene al Reino de Dios como centro de su vida, ora con fe y trabaja con esperanza para hacer posible que los seres humanos nos liberemos de todo tipo de esclavitud y alcemos las manos puras, libres de iras y de disensiones (1Tim 2,8 – 1ra lect.).
Oración
Padre y Madre Dios, te damos gracias por todas las cosas bellas que compartimos a diario. Por el aire que respiramos, el agua que consumimos, por las personas que amamos y nos aman. Por el trabajo, el descanso, los espacios para la oración y reflexión. Por tu Palabra que nos interpela, nos cuestiona, nos anima y nos llena de esperanza. Por la vida que tenemos entre manos en medio de amenazas, pero también con tantas posibilidades para hacerla cada día más bella, digna y feliz.
Te damos gracias porque hoy abres nuestros ojos ante la necesidad real del recurso económico, así como ante el peligro que él encarna. Ayúdanos a mantenernos siempre libres para vivir a plenitud como auténticos seres humanos. No permitas que caigamos en la tentación de la injusticia, el egoísmo, la insolidaridad. No permitas que caigamos en el pesimismo, en la pereza, en la mediocridad, en la desesperanza; en pensar que hemos nacido para ser pobres, miserables e infelices. No permitas que caigamos en la tentación de acumular miserablemente una fortuna que represente miseria para los demás. No permitas que caigamos en un consumismo banal que genere desequilibrio para nuestra vida. Ayúdanos a ser equilibrados en el trabajo, en el consumo, en el ahorro, en el descanso, en el compartir con los más necesitados.
Inunda nuestros corazones de energía y de ganas de vivir. Danos la sabiduría descubrir las oportunidades que nos ofrece la vida, aún en medio de las más duras amenazas y dificultades. Te abrimos todo nuestro ser para que nos llenes de tu amor y vivamos felices, llenos de alegría, de generosidad, de compasión y de ganas servir. Amén.
Formato para imprimir Comentarios al autor: neptalidv@yahoo.com
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En camino para el XXIV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C
6 de Septiembre, 2010, 8:29
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EN CAMINO
Tiempo Ordinario, ciclo “C”
12 de septiembre de 2010 XXIV Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: Ex 32,7-11.13-14
- Sal 50
- 2da lect.: 1Tim 1,12-17
- Evangelio: Lc 15,1-32
Ser misericordioso
En nuestro proyecto de vida corremos el riesgo de confundirnos y dejarnos deslumbrar por aquello que más brilla, aunque no sea más que una ilusión. La experiencia del Éxodo (1ra lect.) siempre será un referente para quienes luchan por la libertad.
El texto que hoy leemos nos presenta al pueblo de Israel en camino hacia la tierra prometida. Los israelitas seguían su camino en medio de tantas dificultades, con el liderazgo de Moisés y Aarón. Muchas veces habían protestado porque tenían sed, hambre, desaliento, desencanto… en fin, porque querían llegar pronto a la tan anhelada tierra prometida, pero la espera se hacía eterna.
En ese momento, Moisés había subido al monte Sinaí donde el Señor le daría las tablas de la Ley. Pero Moisés tardaba mucho en llegar y los israelitas querían ver la presencia de Dios. Así que le pidieron a Aarón que hiciera dioses para que los guiaran, y él, con el oro de la misma gente, fundió un becerro. Una vez fundido presentó al Baal (Toro) a los israelitas, quienes lo reconocieron como autor de su liberación: “Israel, éste es tu Dios que te sacó del país de Egipto” (Ex 32,4b). En realidad el Baal era una deidad pagana, que encarnaba precisamente todo lo contrario a sus sueños de independencia y libertad. El Baal era el Dios de los ganaderos y representaba un proyecto monárquico, totalitarista y piramidal, medido por la fuerza y el poder que se imponía sobre los débiles.
El Dios de Abraham, Isaac y Jacob, encarnaba un proyecto igualitario y circular, cuya organización tribal buscaba garantizar los derechos para todos, la participación en el trabajo y la distribución de lo necesario para vivir dignamente. ¡Mucho cuidado porque los modernos sacerdotes de Baal andan sueltos y conquistan cada vez más adeptos! Tengamos cuidado y no nos dejemos deslumbrar por los baales contemporáneos…
Moisés es presentado en este texto como un modelo de líder pues fue fiel a su gente. En vista de la infidelidad de los israelitas, la furia de Dios quiso exterminarlos y hacer con Moisés un nuevo pueblo. Moisés intercedió para que no los destruyera y le recordó al Señor la promesa que le había hecho a Abraham e Isaac: hacer de ellos una gran nación. ¡Esos son los líderes que necesitamos!
Este texto termina afirmando: “Entonces el Señor se conmovió y no le aplicó a su pueblo el castigo anunciado”. Con esto se quiere superar la idea de Dios como un ser castigador y vengador, y mostrar a un Dios que se conmueve y perdona, cuya característica fundamental es la misericordia.
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En la mentalidad judía, invitar a comer o aceptar la invitación de una persona es abrirle las puertas para que entre en la vida. Compartir la mesa es un signo de confianza y aceptación de los pensamientos, sentimientos y amistad de la otra persona. Compañero es el que comparte el pan (com panis). Comer y beber juntos evoca y convoca a vivir, a caminar y a luchar juntos. Por eso a Jesús lo criticaron por su gesto de aceptar y comer con publicanos y pecadores: “Este hombre acepta a los pecadores y hasta come con ellos.” (Lc 15,2b).
En medio de esta crítica hay una paradoja: Mientras los publicanos (recaudadores de impuestos) y pecadores se acercaban a Jesús, los fariseos y escribas lo criticaban. Pecadora se le llamaba a la gente que, según las normas, llevaba una vida inmoral. Entre ellos encontramos a los adúlteros, los tramposos (Lc 18,11) y a aquellos que ejercían una profesión deshonrosa, que conducía notoriamente a la fraudulencia o a la inmoralidad. Dicha profesión deshonrosa los privaba de los derechos civiles, como el ingreso en la administración y el testimonio en los tribunales. Dentro de este último estaban los publicanos, es decir, lo recaudadores de impuestos. Los pastores sospechosos de apacentar sus rebaños en campos ajenos y de robar los productos de las casas aledañas, los borriqueros, vendedores ambulantes, curtidores, entre otros, también eran considerados profesionales deshonestos.
Los pecadores eran marginados por la estructura religiosa de la época. En cambio, los fariseos y escribas hacían parte de los puritanos que se encargaban de decir quien era o no digno de Dios. Fariseos, escribas y demás autoridades religiosas, habían convertido la fe en una especie de club elitista y excluyente que favorecía a unos pocos. Jesús vivía su fe como una relación profunda y liberadora con el Dios a quien de manera autónoma llamaba Padre. Las autoridades religiosas judías, cuidaban celosamente su pedacito de poder y excluían a todo aquel que se saliera de sus normas. Jesús, con una libertad que ofendía las buenas costumbres de la sociedad judía, no tenía problema en hacerse amigo de publicanos y pecadores, con el fin de mostrarles el rostro misericordioso del Padre, opacado por la excluyente normatividad fariseica.
Las tres parábolas que leemos hoy, le dan la razón a la actitud de Jesús para con los pecadores. Ellas muestran el porqué de la actitud de Jesús y el corazón mismo del Padre Dios, según la experiencia del Maestro de Nazaret. Para las autoridades religiosas, los pecadores eran sencillamente seres despreciables que no merecían acercarse a lo sagrado. Para el Padre Dios eran sus hijos y su complacencia consistía en que ninguno de ellos se perdiera. Como el pastor se alegra por haber recogido a la oveja y la mujer por haber encontrado su dracma, así se alegra Dios cuando uno de estos pequeños vuelve a Él. Como el Padre corre para encontrar, abrazar y besar (es decir perdonar) a su hijo pródigo, así el Padre Dios recibe a los hijos que retornan a su casa, es decir a su amor original, desvirtuado por conductas deshumanizantes. Como el hijo mayor se excluía a sí mismo del amor del Padre al no entrar a la fiesta del perdón, así nosotros, si nos creemos superiores, limpios y con la autoridad para condenar, nos autoexcluimos de la salvación que Dios ofrece a todos sus hijos.
Jesús conocía el amor del Padre y la debilidad humana. Sabía que somos débiles y que tendemos a la corrupción, y que nos dejamos deslumbrar y engañar por las apariencias. Por eso no condenó a los pecadores sino que los acogió y les brindó su amistad. Sabía además que la presión y el miedo a la condenación, hacían más desgraciada la vida de estos seres humanos y que sólo el verdadero amor, podía conquistarlos y convertirlos al amor del Padre. Por eso les brindó su amistad: porque quería, como Dios quería, que todos se salvaran y llegaran al conocimiento de la verdad.
El testimonio de Pablo (1Tim 1,12-17 - 2da lect.), es uno entre tantos de personas que han conocido el amor del Padre por medio de Jesucristo, y se han dejado transformar por él. En nuestras Iglesias y comunidades, muchas personas viven día a día, un proceso de conversión y ven los frutos del amor en sus vidas.
Infortunadamente otras personas encuentran rechazo en nuestras iglesias, por parte de los pastores o del mismo pueblo que, como los fariseos, buscan convertir la Iglesia en una comunidad de puros y cuidarla como una pieza de museo. Pero los cristianos no estamos para cuidar museos, sino para construir una iglesia comunidad de amor, carismática y fraterna, que se manifieste no en la exclusión sino en la inclusión, no en condenación sino en el perdón. En últimas, una Iglesia, que como Jesús, muestre el amor misericordioso del Padre en la acogida, la reconciliación y la generación de vida abundante para todos los que se acerquen a ella con sincero corazón.
Formato para imprimir Comentarios al autor: neptalidv@yahoo.com
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Moniciones para el XXIV Domigo del Tiempo Ordinario- Ciclo C
6 de Septiembre, 2010, 8:29
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario-Ciclo C
XXIV Domingo
“El amor no margina”
Lecturas:
- 1ra lect.: Ex 32,7-11.13-14
- Sal 50
- 2da lect.: 1Tim 1,12-17
- Evangelio: Lc 15,1-32
Monición de entrada
Buenos, días, tardes, noches. Hoy la Iglesia quiere recordarnos la misericordia y el gran amor que Dios tiene para con nosotros. Ya en el antiguo testamento, por intercesión de Moisés, Dios mostró su misericordia. Hoy, en la persona de Cristo, vemos el amor infinito de Dios que nos busca siempre para darnos más vida. El ser humano debe recrearse en la imagen de Dios, que es, entre otras cosas, un Dios perdonador. Celebremos el misterio de la misericordia divina en esta Eucaristía dominical. De pie, para recibir a los ministros cantando alegremente.
Primera lectura: Éxodo 32, 7-11. 13-14 (El Señor se arrepintió de su amenaza)
La primera lectura, tomada del libro del Éxodo, nos presenta a Israel, pueblo débil e inconstante, adorando y danzando ante un becerro de oro. Dios perdona al pueblo en atención a las súplicas de Moisés. Escuchemos.
Segunda lectura: I Timoteo 1, 12-17 (Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores)
San Pablo, en su primera carta a su amigo Timoteo, alaba la misericordia de Dios. El apóstol es un testigo excepcional del misericordioso amor de Dios con el hombre pecador. Pongamos atención.
Tercera lectura: Lucas 15, 1-32 –breve: 1-10 (Parábolas de la misericordia)
En el texto evangélico de hoy, san Lucas nos ofrece tres parábolas (la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo) sobre la misericordia de Dios. Escuchemos estas conocidas parábolas, y hagámoslas práctica en nuestras vidas. De pie, por favor, para cantar el Aleluya.
Oración Universal:
- Por el Papa, los Obispos, sacerdotes y diáconos, para que sean signo de la misericordia de Dios en el mundo, por su espíritu de perdón y reconciliación. Roguemos al Señor.
- Por aquellos que han abandonado la Iglesia, para que regresen arrepentidos y experimenten la misericordia de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los cristianos para, que olvidando las ofensas, concedan el perdón sin rencor y con profunda alegría. Roguemos al Señor.
- Por los creyentes, para que no den culto a los dioses falsos, ni al oro, ni a la riqueza, antes bien, reconozcan agradecidos los beneficios de Dios. Roguemos al Señor.
- Por nosotros los aquí reunidos, para que continuemos realizando con nuestro prójimo las obras misericordiosas de Cristo. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 572)
Hoy salta de gozo nuestro corazón y bendice, Dios Padre,
porque Jesús fue acusado de acoger a los pecadores y marginados.
En las parábolas de la misericordia Él nos dejó una radiografía
de tu corazón compasivo de padre que sale al encuentro de todos,
y se alegra mucho más por haber recuperado a la oveja perdida
que por otras noventa y nueve que ya están en casa.
Danos, Señor, una participación de tu amor, que no margina
a nadie, sino que se hace el encontradizo con todo necesitado.
Siguiendo el ejemplo de Jesús, queremos servir a los hermanos
con alegre sonrisa, compartiendo sus angustias y esperanzas
para recorrer con ellos el camino que nos lleva hasta ti.
Amén.
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Comunícate conmigo: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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