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¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, ruega por Haití!
29 de Noviembre, 2010, 23:12
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Queridos Cohermanos, Hermanas, Asociados, y Amigos:
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Michael Brehl, C.Ss.R. (Superior General) |
Como todos ustedes saben, éste ha sido un año muy difícil para el pueblo de Haití. En enero, el terremoto devastó la región de Puerto Príncipe, y el proceso de reconstrucción es muy lento. Muchas personas siguen viviendo en tiendas de campaña y refugios improvisados. En Los últimos meses, Los huracanes y Las tormentas han traído más daño y sufrimiento. Ahora, la epidemia del cólera se está extendiendo y haciendo aún mayor el sufrimiento y el dolor.
En 1882, el pueblo de Haití imploró a Nuestra Madre del Perpetuo Socorro que acudiera en su ayuda durante una epidemia de viruela. Sus oraciones fueron escuchadas y Nuestra Madre del Perpetuo Socorro se convirtió en la Patrona de Haití. Al acercarnos al 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, Los Obispos de Haití piden que se tenga un tiempo de intensa y ferviente oración a Nuestra Madre del Perpetuo Socorro a fin de que Ella venga en su ayuda durante la grave crisis que está ocasionando la actual epidemia de cólera.
En comunión con Los Obispos de Haití, con nuestros cohermanos Redentoristas y Madres Redentoristas en Haití, y con todas Las personas del país que sufren, pido a todos Los Redentoristas, Madres Redentoristas, Hermanas, Laicos asociados y Amigos que se unan en este tiempo de intensa y ferviente oración. Pido a todas Las iglesias redentoristas así como a nuestros santuarios y comunidades que tengan presente esta intención de manera especial durante la Novena de preparación a la solemnidad de la Inmaculada Concepción. Así como hemos apoyado al pueblo de Haití mediante donativos, debemos apoyarlo también ahora a través de una gran comunión de oración y solidaridad que emerja del mundo entero. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, ruega por nosotros!
En el Redentor,
Michael Brehl, C.Ss.R. (Superior General)
“¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, tu propio nombre inspira confianza. Nos acogemos a Ti en nuestras necesidades y suplicamos tu ayuda. Tú eres la gran Patrona del pueblo de Haití. En este momento de aflicción, en solidaridad con nuestros hermanos y hermanas, Pedimos el fin de la epidemia de cólera que asola a tus hijos. Otórgales salud, consuelo y Paz. Sostenlos en esta hora de oscuridad. Ayúdales a reconocer la presencia del Dios-con-nosotros, El Emmanuel, Tu Hijo y Nuestro Redentor”.
P. Gary Ziuraitis, C.Ss.R. I Redentoristi Direttore delle Comunicazioni Via Merulana, 31 C.P. 2458 - PT 158 00185 ROMA . Italia
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Moniciones: Nuestra Señora de Guadalupe
29 de Noviembre, 2010, 10:18
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Nuestra Señora de Guadalupe
12 de diciembre
Monición de entrada:
Hoy celebramos, con especial alegría, la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, Reina del pueblo mexicano y patrona de toda América. Esta fiesta es una de las más estimadas y celebradas por nuestros pueblos de nuestro continente americano. Esta fiesta está situada a muy pocos días de otra gran celebración mariana: la de la Inmaculada Concepción; también se sitúa en un tiempo “fuerte” del calendario litúrgico: el Adviento. El Adviento es el tiempo mariano por excelencia, ya que María es el principal modelo de la espera de Cristo. De pie, por favor para cantar con alegría y júbilo el canto procesional.
Isaías 7, 10-14 (La virgen está en cinta)
Este texto del profeta Isaías nos ofrece tres elementos dignos de tomar en cuenta: 1) la señal, 2) el niño y 3) la joven. La joven era conocida del rey, seguramente era su esposa de hacía poco; lo que no se puede saber es si ya estaba encinta o lo estaría poco después. Presten atención.
O bien
Eclesiástico (Sirácides) 24, 23-31 (Regaré mi huerto y empaparé mis jardines)
El texto que vamos a escuchar en breves segundos, como primera lectura es, tomado del libro del Eclesiástico o Sirácides; es parte de un himno en elogio a la Sabiduría. Escuchen atentos, hermanos, este importante mensaje.
Gálatas 4, 4-7 (Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer)
En la lectura que se proclamará a continuación, Pablo, escribiéndoles a los cristianos de Galaxia, hace una condensación del tema de la Encarnación. Se expresa la condición fraterna del Redentor “nacido de una mujer, nacido bajo la ley”. Escuchemos atentos, hermanos, la exhortación de san Pablo.
Lucas 1, 39-48 (Visita de María a Isabel)
San Lucas nos presenta el anuncio del ángel Gabriel, donde María después de haber recibido el anuncio y después de haber concebido en su seno al Hijo de Dios, el autor de la vida, ella siente la necesidad de ir en ayuda de su parienta, quien en edad ya avanzada está también embarazada. Abran muy bien sus oídos, pónganse de pie y entonemos el Aleluya, para la proclamación del Evangelio.
Oración Universal
Después de cada invocación, diremos: “Escúchanos, Padre”
Por la Iglesia, nuestra diócesis y nuestra parroquia, para que, como María sea pobre y humilde y ponga toda la esperanza en su Señor. Oremos.
Por el Papa Benedicto, por nuestro Obispo N. y por nuestro párroco N., para que tengan siempre en su corazón el gozo que viene de Dios y lo sepan transmitir con su espíritu fraterno. Oremos.
Por nuestras familias, y por todas las familias de nuestra comunidad parroquial y diocesana, para que aprendamos a querernos más y procurar el bien de todos, y nos ayudemos a crecer en la fe y en la esperanza. Oremos.
Por nuestros jóvenes, para que a ejemplo de María, procuren descubrir cuál es la voluntad de Dios para sus vidas y sepan seguirle en la vida religiosa y sacerdotal. Oremos.
Por cada uno de nosotros, para que experimentemos siempre la protección de María Nuestra Señora de Guadalupe y sepamos, como ella, ofrecer a Jesucristo al mundo. . Oremos.
Exhortación final
María, Virgen
Esperanza nuestra,
De Jesús la aurora,
Puerta del cielo.
Madre de los hombres,
estrella del mar,
llévanos a Jesús.
Danos sus promesas.
Eres Virgen Madre:
la llena de Dios,
la esclava del Señor.
Hoy venimos a pedirte:
que seas nuestra protectora
y que acompañes nuestro caminar
Hacia tu Hijo, Jesús,
y hermano nuestro.
Amén.
Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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La paradoja de nuestro tiempo: http://tocandopuertas20.blogspot.com/2010/11/la-paradoja-de-nuestro-tiempo.html
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Moniciones: II Domingo de Adviento. Ciclo A
29 de Noviembre, 2010, 10:12
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Ciclo A
Segundo domingo de Adviento
Monición de entrada
Este segundo domingo de Adviento, la Iglesia nos presenta a Juan Bautista haciéndonos un llamado a la conversión de corazón. Mientras que el mensaje de Juan es severo, el profeta Isaías, en la primera lectura, nos presenta un rey ideal dotado de los dones del Espíritu y cuyo reinado nos traerá la paz y la justicia. Nosotros los cristianos, sabemos en fe, que Cristo vino a este mundo y que constantemente nos ofrece sus dones. Abramos nuestros corazones para recibirlo ahora durante la celebración de esta Eucaristía. Hermanas y hermanos, les invito para que se pongan de pie, para recibir, cantando con alegría, los ministros de esta celebración.
Primera Lectura (Isaías 11, 1-10
La primera lectura nos relata una de las grandes profecías mesiánicas de Isaías. El Mesías como verdadero y justo Rey, está dotado del Espíritu de Yavé y posee sus dones. El será como un nuevo brote que nace de una raíz vieja para darnos nueva vida, precisamente en este Aviento. Escuchemos.
Segunda Lectura (Romanos 15, 4-9
Con mucha frecuencia llamamos el Adviento “el tiempo de espera gozosa”. En la segunda lectura San Pablo ruega que las sagradas escrituras nos sirvan de estímulo y que este estímulo junto con la venida de Cristo fortalezcan nuestra esperanza mientras aguardamos la segunda venida de Cristo Jesús. Debemos estar todos tan unidos mentalmente que tengamos un solo pensamiento y una sola voz para dar gloria a Dios. Presten atención a este mensaje paulino.
Tercera Lectura (Mateo 24, 37-44)
En el Evangelio de hoy, narrado según San Mateo, San Juan Bautista entra en escena como un predicador penitencia. La conversión que él exige es un cambio radical en la relación del individuo con Dios. El motivo de esta exigencia es la próxima venida del Reino de Dios. Entonemos el Aleluya, para que escuchemos la proclamación del Evangelio.
Oración universal
A cada invocación van a responder: Señor, ven y sálvanos.
Por la Iglesia, para que anuncie la conversión y la esperanza cristiana. Roguemos al Señor.
Por nuestras autoridades, para que ejerzan con respeto la justicia, y para que sus decisiones vayan encaminadas especialmente a beneficiar a los más pobres. Roguemos al Señor.
Por los enfermos, especialmente los de esta comunidad de____________, para que pongan su esperanza en Dios. Roguemos al Señor.
Por los pecadores, para que este Aviento sea un tiempo eficaz de conversión y gracia. Roguemos al Señor.
Por las distintas actividades de nuestra parraquia, para que nos sirvan para nuestro desarrollo y crecimiento espiritual
Por un aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas para nuestra iglesia, en especial para nuestra congregación redentorista. Roguemos al Señor.
Por cada uno de nosotros, aquí reunidos alrededor de su Altar, para que demos testimonio, a través de nuestras vidas, de que el Reino de Dios está ya entre nosotros. Roguemos al Señor,
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Comunícate conmigo: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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En camino: II Domingo de Adviento. Ciclo A
29 de Noviembre, 2010, 10:05
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EN CAMINO
Adviento, ciclo “A”
II Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: Is 11,1-10
- Sal 71
- 2da lect.: Rom 15,4-9
- Evangelio: Mt 3,1-12
Esperaban un rey
La monarquía no fue propiamente el proyecto original de Israel como pueblo. Israel nació a partir de unos grupos que sufrían la esclavitud o la exclusión generada por el sistema monárquico, escaparon a las montañas y construyeron pueblo con un sistema distinto: el sistema tribal (las 12 tribus). La monarquía apareció luego para satisfacer el ansia de poder de ganaderos, quienes aprovecharon la crisis social que se vivía por la corrupción de los jueces e impusieron a Saúl como rey. “Río revuelto ganancia de pescadores”, decían nuestros viejos. El retorno al viejo sistema monárquico del cual el pueblo había escapado con tanto esfuerzo fue visto como una desviación al proyecto de Dios y por lo tanto como una idolatría (Jue 4,4-6; Jue 9,7-15; 1Sam 8). Por tal motivo tuvo mucha oposición sobre todo de parte de los profetas, los cuales nacieron precisamente a la par con la monarquía y como oposición a esta.
David derrocó a Saúl quien se suicidó al verse perdido y sin apoyo. A pesar de las protestas de quienes querían ser fieles a Dios y a su proyecto tribal, David logró consolidar y centralizar el poder. Formó un buen ejército con el cual pudo controlar internamente a su pueblo y enfrentarse a otros pueblos vecinos. En la parte religiosa centralizó el culto en Jerusalén para donde se llevó el Arca de la Alianza. Eliminó el sacerdocio aaronita (o sea a los descendientes de Aarón) e impuso a Sadoc, hombre de su entera confianza, como Sumo Sacerdote a quien hizo acompañar de Abiatar (2Sam 8,17; 20,25). (Por eso desde el Rey David viene la tradición del sacerdocio sadoquita). Años más tarde su hijo Salomón, ya en el trono, mandó matar a Abiatar y dejó sólo a Sadoc, pues Abiatar había apoyado a su hermano Adonías, quien también aspiraba suceder a su padre (1Re 2,13-26).
A pesar de toda la oposición de los profetas, dentro de la mentalidad del pueblo la figura del Rey David quedó muy bien librada. David era recordado como el gran Rey que le había dado estabilidad a la nación y organizado un ejército capaz de defenderse y someter a sus vecinos. Influyó mucho también el hecho de que escribas y cronistas estuvieran a su servicio para que le dieran todo el realce posible y limpiaran su imagen, como ha ocurrido y sigue ocurriendo con tantos líderes.
Por eso ante la situación crítica por la que pasaba el pueblo de Israel en el tiempo de Isaías: falta de autoridad, invasiones, empobrecimiento, explotación, deportación, etc., el profeta denunció a los líderes e hizo ver la necesidad urgente de que viniera un nuevo Rey al estilo de David. Un Rey que liderara a su pueblo y le devolviera la esperanza, que trabajara honestamente para derrotar el empobrecimiento y la iniquidad, un rey que favoreciera al huérfano y a la viuda e hiciera florecer la justicia y la paz. Este anhelo lo comparte también el Salmo 72.
A partir de Isaías el pueblo empezó a esperar la llegada de un hombre extraordinario que actuara iluminado por Él y defendiera aquello que los reyes habían abandonado por estar interesados únicamente en su propio beneficio: la libertad, la dignificación, la justicia y el derecho para su pueblo. Un hombre que unificara las tribus dispersas y fuera capaz de reconciliar y armonizar todas las fuerzas para que el país se convirtiera en un paraíso. Durante muchos años el pueblo mantuvo la esperanza en la llegada de ese ser extraordinario salido del tronco de Jesé, sobre el cual se posaría el espíritu del Señor: “Espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de prudencia y valentía, espíritu de conocimiento y temor del Señor.”
Un sacerdote desertor
Por derecho y deber Juan el Bautista debió ser sacerdote, pues su padre Zacarías era sacerdote. Los evangelios no especifican cuál es el motivo por el cual Juan no fue sacerdote. No sabemos si fue que lo expulsaron del templo por algún comportamiento anómalo contra la estructura de ésta institución judía, si de pronto él renunció a su derecho o se opuso rotundamente a cumplir con su deber de continuar con la tradición sacerdotal recibida de su padre.
Lo cierto es que los evangelios presentan a Juan, encaminado por la línea profética desde muy temprana edad, en contraste con la cómoda vida de los sacerdotes en el tiempo de Jesús, aunque no todos tenían los mismos privilegios. Como suele ocurrir entre los seres humanos, también entre ellos se veían las categorías. Había sacerdotes del montón, sacerdotes principales, cercanos al Sumo Sacerdote, los ex-Sumos Sacerdotes que seguían siendo sacerdotes y tenían mucha influencia, y el Sumo Sacerdote, que a su vez era el presidente del Sanedrín (o senado), máxima autoridad judía. Aunque en ese en ese momento en todo Israel no se podía mover un catre sin el consentimiento de Roma; era ella la que nombraba al Sumo Sacerdote según sus intereses.
En general los sacerdotes no movían un dedo por estar cerca del pueblo, por escucharlo y comprenderlo, y menos por caminar con ellos y buscar solución a sus necesidades. El sacerdocio se había convertido en un negocio muy lucrativo al servicio de unos pocos privilegiados. Los sacerdotes eran unos funcionarios que se pastoreaban así mismos, se preocupaban por la pureza ritual y por mantener intacta la estructura, la cual les permitía tener ciertos o muchos privilegios, según su categoría. De esta manera el templo se había convertido en una cueva de bandidos, según lo denunció el mismo Jesús (Lc 19,45-46).
No haber ejercido su rol de sacerdote y en cambio haberse adentrado en el desierto, donde vivió de una forma excéntrica por su vestimenta y su dieta alimenticia, fue de por sí un signo de contradicción, típico de los profetas del Antiguo Testamento. Su predicación fue como su vida: recia y severa. No conoció la diplomacia y su denuncia fue frentera: a los fariseos, quienes encarnan el ideal del judío cumplidor a ultranza de la ley, así como a los saduceos, hombres autosuficientes y amantes de la opulencia, no tuvo reparos en llamarlos raza de víboras. ¿Qué nos diría hoy a nosotros? A todos les recordó que no bastaba ser hijos de Abraham y los invitó a manifestar con obras la conversión. Así como a los judíos les dijo que no era suficiente ser hijos de Abraham, nosotros recordemos que no es suficiente estar bautizados, sino que hay manifestar nuestro fe con obras.
Juan ejerció todo su ministerio desde el desierto. Ese lugar temible, entre otras cosas, por las serpientes, los escorpiones, el calor, las tormentas de arena y la ausencia de agua y de alimentos. Para los judíos el desierto era sinónimo de caos y confusión. Signo de crisis por la cual puede pasar una persona o un pueblo, situación propicia para abrirse a la acción de Dios y descubrir su manifestación en su historia para salvarla (Dt 1,19ss). El desierto les recordaba de una manera especial los 40 años de camino hacia la tierra prometida. De ahí que fuera símbolo de liberación y de las pruebas por las que pasa el ser humano, en las que siempre aparece la mano de Dios para confortarlo y conducirlo por buen camino. La debilidad que el ser humano experimenta en el desierto lo hace más propenso a caer; por eso es símbolo de la tentación, como la que experimentó el pueblo cuando quiso volver a Egipto, es decir a la esclavitud (Ex 13,17ss; 14,11ss).
En este segundo Domingo de Adviento leemos a Juan, el profeta del desierto, que nos sigue llamando a la conversión. El Adviento quiere ser un tiempo de desierto para tomar conciencia de nuestro camino con Jesús y en general de nuestra concisión caminante como seres humanos. Un tiempo de conversión que exige romper con el mal (Jer 9,1ss) y marchar por los caminos del Señor (Dt 8,2-7). Quiere ser un espacio de gracia (Sal 95,8) y de salvación para ablandar el corazón. Una travesía en la cual nos privemos de todo apoyo, de toda seguridad y confiemos únicamente en el Señor, que nos lleva al desierto y nos habla al corazón. (Os 2,16).
Es un tiempo para evaluarnos sinceramente y recoger los frutos que hemos dado durante este año y en general durante toda nuestra vida. Los buenos frutos se los presentaremos a Dios y la paja que todos tenemos debe ser quemada en el fuego inextinguible del amor de Dios.
El Adviento es un tiempo para optar decididamente por Dios y su camino de salvación, como lo hizo Jesús en las tentaciones del desierto. Un espacio para tomar distancia del mundo y ver las cosas con sentido crítico. Un momento para alejarnos de la envolvente cotidianidad que nos ensordece con su ruido y guardar el silencio, que no es el de los cementerios sino el que necesita el espíritu para oxigenarse y encontrar la armonía de la vida. Un momento para el desprendimiento interior y el apaciguamiento de las tentaciones. Así como desierto es camino hacia la tierra prometida, el adviento es camino hacia la celebración gozosa y con un sentido profundo de la Navidad. No es fin, es caminata que quiere conducir a un final feliz. Sigamos viviendo profundamente este adviento, tiempo de gracia y salvación.
Comentarios al autor: neptalidv@yahoo.com
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Moniciones para el I Domigo del Adviento- Ciclo A
27 de Noviembre, 2010, 0:22
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo de Adviento. Ciclo A
I domingo
Monición de entrada:
Hoy es el primer domingo de Adviento, empezamos un nuevo año, por tanto, hermanos y hermanas: muchas felicidades. Con la primera venida de Cristo, su muerte y su resurrección y por medio de nuestra consagración bautismal, hemos entrado en la etapa final de nuestro peregrinar hacia Dios, etapa que no se consumará hasta la venida final de Cristo. Su venida en gloria nos sorprenderá a todos, por eso debemos estar siempre listos para cuando Él venga. Estemos atentos a Dios quien viene ahora a nosotros a través de su Palabra y de la Eucaristía, con el fin de prepararnos para la segunda venida de Jesús. Nos ponemos de pie, por favor, para recibir a los ministros de esta celebración eucarística.
Primera Lectura (Isaías 2, 1-5)
La primera lectura nos llega del libro del profeta Isaías. El profeta ve que todos los pueblos vendrán a Sión, que simboliza la Iglesia Actual, para que escuchen la enseñanza del Señor y obedezcan su Palabra. Si caminamos a la luz del Señor, nos realizaremos como fruto del Señor y habrá paz universal. Presten atención a este mensaje.
Segunda Lectura (Romanos 13, 11-14a)
Nosotros los cristianos vivimos una vida de tensiones; vivimos en la presente vida de pecado y oscuridad y también en la nueva época de gracia y luz. San Pablo nos exhorta a despertar del sueño porque nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. Escuchemos.
Tercera Lectura (Mateo 24, 37-44)
El evangelio de hoy está narrado por san Mateo. El momento del juicio final es desconocido. El final vendrá súbitamente, es decir, de repente, como vino el diluvio en tiempo de Noé. Cristo Jesús nos advierte que debemos estar preparados para su llegada. Nos ponemos de pie, para antes de proclamar la Buena Noticia, entonar el aleluya.
Oración Universal
Oremos a Dios Padre Nuestro con estas plegarias que hacemos en tiempo nuevo y luminoso, anuncio de la Venida del Señor e inicio de nuestra Esperanza. Y respondemos:
R.- VEN, SEÑOR JESÚS
1.- Que el Señor que viene visite a su Iglesia, la libere del pecado y le conceda unidad y libertad.
OREMOS
2.- Que la renovada presencia del Señor Jesús nos traiga la paz, los tiempos sean tranquilos y nuestra vida esté llena de felicidad,
OREMOS
3.- Que el Niño Dios que esperamos, calme los dolores de los enfermos, cure sus males de cuerpo y alma, dé paz y alegría a los tristes y abandonados y libre al mundo de la guerra y del terrorismo.
OREMOS
4.- Que su llegada ayude a nuestra conversión y que no desaprovechemos las gracias especiales que a todos nos llegan en este tiempo de Adviento,
OREMOS
5.- Por todos nosotros, presentes en esta Asamblea Dominical, para que el Espíritu Santo, abra nuestros ojos y nuestra mente a la alegría que se nos anuncia.
OREMOS
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Moniciones para el XXXIV Domigo del Tiempo Ordinario- Ciclo C. Cristo Rey
16 de Noviembre, 2010, 9:25
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario-Ciclo C
XXXIV Domingo: Cristo Rey
“La fuerza de la debilidad”
Lecturas:
- 1ra lect.: 2Sam 5,1-3
- Sal 121,1-5
- 2da lect.: Col 1,12-20
- Evangelio: Lc 23,35-43
Monición de entrada
Con la fiesta de Cristo Rey termina el año litúrgico. Hoy celebramos la soberanía universal de Cristo. Él, quien es Señor de la historia, es nuestro Rey por su muerte y resurrección. Él venció la muerte y ahora nos dirige con su dominio de amor, perdón y paz. Vivamos en esta eucaristía el gran gozo de tener a Cristo como nuestro supremo jefe que nos guía hacia la patria del cielo. Nos ponemos de pie para recibir a los ministros de esta celebración, cantando con alegría.
Primera lectura: I Sam 5, 1-3 (Ungieron a David como rey de Israel)
La primera lectura de hoy está tomada del segundo libro de Samuel. David, el rey ideal, bajo cuyo liderato se unieron todas las tribus israelitas, es la figura del Mesías prometido. La descendencia del rey es Cristo, quien es uno con su iglesia. Escuchen con atención.
Segunda lectura: Col 1, 12-20 (Dios nos ha traslado al reino de su Hijo querido)
Este pasaje de la carta de Pablo a los colosenses es probablemente un himno bautismal. San Pablo aquí afirma la realeza de Cristo sobre el mundo creado. Cristo es cabeza de la iglesia y de toda creación. Presten oídos a este pasaje.
Tercera lectura: Lucas 25, 35-43 (Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino)
El evangelio de hoy nos conduce al Gólgota donde Jesús es coronado Rey, pero en el trono de una cruz. Cristo reina con el dominio del perdón y del amor universal. Jesús es ciertamente Rey, pero su realeza es diferente. "Mi reino no es de este mundo". Pero es real: "yo te aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso". De pie, por favor, para cantar el Aleluya.
Oración Universal:
Cristo, Rey del universo, haz realidad nuestra petición
Por la iglesia católica: para que, como pueblo santo de Dios, aporte a la sociedad los bienes espirituales que ha recibido de Cristo. Roguemos al señor.
Por los jefes de los estados y los que ostentan el poder legislativo y ejecutivo en todas las naciones: para que hagan de nuestro mundo un lugar de paz donde reine el bien común. Roguemos al señor.
Por aquellos que tienen poder económico o tecnológico, por los científicos de todo el mundo: para que siempre pongan al hombre en el centro de sus preocupaciones. Roguemos al señor.
Por los enfermos, los débiles, por cuantos sufren bajo el poder del mal: para que se vean liberados por el influjo del reino de Dios y su justicia. Roguemos al señor.
Por los que celebramos religiosamente esta fiesta: para que, dominando nuestras pasiones y egoísmos, no admitamos en nuestra vida otro poder que el de Cristo. Roguemos al señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 602)
Hoy te alabamos, Padre del cielo, porque en la resurrección
de tu Hijo, Cristo Jesús, lo constituiste Rey y Señor universal
de todo lo creado con un poder y un reino eterno que no cesarán.
Gracias también, porque, a su vez, Cristo ha hecho de nosotros,
los bautizados en Él, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
Haz, Señor, que venga tu reino al mundo de los hombres,
y danos la fuerza de tu Espíritu para mantener irrevocable
nuestra entrega personal a la construcción de tu reinado
en nuestro mundo: tu reino de verdad y de vida,
tu reino de santidad y gracia, de justicia, de amor y de paz.
Así merecemos alanzar de ti el reino eterno con Cristo.
Amén.
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Avance de la causa de canonización de Seelos
16 de Noviembre, 2010, 8:18
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Avance de la causa de canonización de Seelos Santuario Nacional del Beato Francisco Javier Seelos Byron Miller, C.Ss.R.
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El pasado 25 de septiembre, la oficina diocesana de investigación finalizó su estudio sobre una supuesta curación extraordinaria por medio de la intercesión del Beato Francisco Javier Seelos. Mons. Edwin F. O'Brien, Arzobispo de Baltimore, inició en mayo de 2009 la fase diocesana de investigación. Los miembros del grupo a cuyo cargo está tal investigación prestaron la mayor diligencia a la recogida de las pruebas necesarias y a la recopilación de una extensa documentación sobre el caso.
La indagación de los hechos está a cargo del grupo de investigación que ha escuchado el testimonio de María Elena Heibel, de su médico de cabecera, de la enfermera, y de otros testigos clave en relación con la curación de la metástasis de un cáncer de esófago operada en Heibel. Heibel es una devota católica, feligresa de la iglesia “Saint Mary's”, en Annapolis, Maryland, que en enero de 2005 se curó del cáncer que padecía a pesar de que la enfermedad ya se le había extendido al hígado, pulmones, espalda y esternón, y de que el tratamiento médico había fallado. El cáncer desapareció una semana después de que le aconsejaran, y ella iniciara en su parroquia, una novena a Seelos. | El pasado 11 de octubre, el Postulador General de los Redentoristas, Rvdo. P. Antonio Marrazzo, presentó a la Congregación para las Causas de los Santos en el Vaticano los resultados de esta investigación. Con la fase diocesana del proceso de canonización ya finalizada, la petición formal de Marrazzo es de que, mediante Decreto, se haga la pronunciación sobre los hechos dando comienzo efectivamente a la fase romana de canonización.
En un determinado momento de un futuro próximo, el caso será sometido por las autoridades del Vaticano a un examen adecuado que determinará si la curación cumple con los criterios que se requieren para dictaminar la existencia del milagro; en este caso, el que se necesita para la canonización de Seelos.
El Padre Redentorista Francisco Xavier Seelos (1819-1867) fue beatificado en la Plaza de San Pedro, en Roma, en un solemne acto en el Año Jubilar 2000. Fue un hombre lleno de alegría y de profunda oración, cuya bondad y celo atrajeron a muchas gentes a los sacramentos. Conocido por muchos como un poderoso intercesor, sus sagrados restos se encuentran en el Santuario Nacional del Beato Francisco Javier Seelos, en Nueva Orleans, Louisiana. Le rogamos que rece por su canonización.
Para mayor información, visite la página: www.seelos.org
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En camino para el XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C. Cristo Rey
16 de Noviembre, 2010, 8:07
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EN CAMINO
Tiempo Ordinario, ciclo “C”
XXXIV Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: 2Sam 5,1-3
- Sal 121,1-5
- 2da lect.: Col 1,12-20
- Evangelio: Lc 23,35-43
¿Cristo Rey?
Aunque la idea se gestaba desde la caída de la monarquía francesa (1848), la fiesta de Cristo Rey la instituyó en la liturgia católica, el Papa Pío XI, en 1925. Se vivía no sólo una época crítica en las viejas monarquías europeas, sino el ocaso de éstas y el nacimiento de los regímenes republicanos. Hay que reconocer con dolor y humildad que una de las motivaciones más fuertes para la institución de esta fiesta fue el afán de defender las monarquías del viejo mundo; incluida la vaticana, única monarquía absoluta vigente en occidente.
Los motivos por los cuales se instituyó esta solemnidad en la liturgia romana no son testimonio de vida cristiana. Pero las lecturas propuestas para hoy nos ayudan a profundizar en el testimonio de Jesús como ser humano y, curiosamente, no tanto como el Rey, sino como el anti-Rey.
Jesús, como todo ser humano, tuvo la tentación del poder. El relato de las tentaciones representan no sólo un momento de la vida de Jesús sino todo un acontecimiento existencial (Mt 8,4). Pero él no se dejó seducir por la tentación del poder sino que la venció, optó decididamente por otro camino y se convirtió en un servidor de tiempo completo.
Vale la pena recordar que en el tiempo de Jesús parte del pueblo esperaba un Mesías davídico, es decir, un rey al estilo de David que derrotara a los romanos, se tomara el poder, hiciera justicia y devolviera el esplendor que Israel había tenido como pueblo. Otros sectores esperaban un nuevo Moisés y un Sumo Sacerdote que purificara el Templo y le devolviera la dignidad. El inconformismo y las esperanzas del pueblo eran el caldo de cultivo para ganar su apoyo y escalar la cima del poder. Una oportunidad clara se dio con el acontecimiento de la multiplicación de los panes y de los peces. El mismo pueblo quiso hacerlo rey, pero él se negó rotundamente a conquistar el solio de David. (Jn 6,15). Sus opciones eran otras: “¿Quién es más importante, el que está a la mesa o el que está sirviendo? El que está sentado, por supuesto. Sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lc 22,27).
¿Por qué Jesús optó por otro camino? ¿Acaso vivía conforme con la manera como estaba organizada la sociedad de su tiempo? ¿Con el imperio romano, con Herodes o con los sacerdotes? ¿Era un reaccionario que calmaba las conciencias? ¡Claro que no! ¡Todo lo contrario!
Él comprendió que la sociedad judía de su tiempo, y en general toda la humanidad, si quería ser mejor, tenía que cambiar no sólo de bando, sino de lógica. Es que nuestra humanidad está aún muy lejos de alcanzar la madurez. Porque, como dijo Eric Fromm: Enmarañados en estas trampas del poder a que nos conduce nuestro miedo a la libertad, cuando un régimen opresor de cualquier signo que sea se nos hace insoportable, buscamos cómo derrocarlo... para sustituirlo por otro que sin embargo funciona sobre la misma lógica.
Las revoluciones siempre se autoproclaman defensoras de las libertades, de la justicia, de la verdad y de todo lo bueno que requiere el ser humano para ser feliz. Pero la gran mayoría de éstas han terminado oprimiendo al mismo ser humano que dicen defender. En el Israel del siglo II a.C., los Macabeos lograron derrocar al imperio seléucida; pero una vez llegaron al poder siguieron con la misma lógica, hasta que fueron derrocados por otro más poderoso: Pompeyo, emperador romano, quien en el 69 a.C. invadió e hizo de Israel una colonia romana. En el año 66 d.C. la revolución celota quiso derrocar a los romanos, así como los macabeos habían derrocado a los seléucidas, pero no tuvieron buen término. Los romanos reprimieron cruelmente la insurrección celota y destruyeron totalmente el país.
La revolución proletaria propuesta por Marx y Engels, y aplicada con éxito en Rusia por Lenin, cayó en lo mismo. Una vez derrocados los zares, mucha gente pensó que se haría realidad la utopía soñada por grandes pensadores como Tomás Moro y otros. Pero pronto entraron en la lógica del poder y Lenin se convirtió en un semidiós a quien se le debía rendir culto en la Plaza Roja. Todo aquel que cuestionara su ejercicio del poder era considerado un enemigo de la revolución y, por lo tanto, debía ser eliminado. Donde quiera que estuviera debía ser encontrado, como le pasó a León Trostki, antiguo comandante del Comité Militar Revolucionario, quien por cuestionar la política de Lenin, fue asesinado en México.
Los “padres de la patria”, en cuyas manos quedó el destino de muchos de nuestros pueblos latinoamericanos después de la independencia, siguieron con la misma lógica de poder y se convirtieron en los nuevos tiranos. Las revoluciones armadas (exceptuando algunos grupos que renunciaron a las armas y se integraron a la sociedad civil), además de no haber logrado el cambio, se convirtieron en una jauría de lobos hambrientos de dinero y poder que terminaron oprimiendo a los mismos pobres por los cuales decían luchar. La misma Iglesia cuando ha actuado con la lógica del poder en vez de ser Buena Noticia se ha convertido en una temida y odiada institución opresora. Y lo que es peor: en nombre de Jesucristo.
Jesús hizo la más grande de las revoluciones: se rebeló contra el deseo natural de mandar sobre lo demás y se convirtió en servidor. Se rebeló contra el deseo natural de poseer y se entregó totalmente a los demás, hasta la última gota de su sangre. Según las palabras de Fromm, “Jesús fue el héroe del amor, un héroe sin poder, que no se valió de la fuerza, que no deseó gobernar ni poseer nada. Fue un héroe del ser, del dar, del compartir.” La historia nos demuestra cada día que Jesús tenía razón: ante todo tenemos que cambiar la lógica del poder que domina, oprime y genera muerte, por la lógica del amor que sirve, levanta y genera vida. No es el servilismo esclavista; es el servicio fraterno, entre hermanos.
La humanidad inmadura, a nivel individual o social, dominada por los miedos, la codicia y los egoísmos busca enfermizamente el poder para sentirse segura. Unos buscan hacerse con el poder, y otros buscan ser dominados porque no se atreven a asumir con responsabilidad su propia libertad. De eso no queda otra cosa sino miseria y dolor. Jesús es la antítesis de esa vieja humanidad, la imagen de Dios invisible y el Primogénito de todas las criaturas (Col 1,12-20 – 2da lect.). Con su vida nos mostró la imagen de un Dios misericordioso, más que la de un Dios poderoso. En el patíbulo de la cruz, castigo que daban a los rebeldes, aparentemente vencieron los poderosos que lo condenaron, pero fue Él quien venció porque Dios se puso a su favor. Porque Dios se rebeló contra esos poderes establecidos, y se reveló a sí mismo al resucitar a quien no había querido ser Dios y a quien no había querido ser rey. A quien sólo quiso ser el Hijo del hombre, el hermano, el servidor y el constructor de la humanidad nueva. A Ése que con su vida nos enseñó cómo ser auténticamente humanos. A nuestro Hermano Mayor, que nos hermana y nos hace verdaderos hijos de Dios. A Ése que en la cruz pagó el preció de ser y actuar como un ser humano totalmente libre para Dios y para los demás. A Ése que luchó toda su vida, no para conquistar un pueblo y reinar sobre él sino para construir el reinado de Dios. “El reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz”.
Oración
Oh Dios, Padre y Madre, origen y meta de nuestra vida. Abrimos nuestros labios para expresarte nuestro agradecimiento por todas las manifestaciones de tu amor reflejadas en las personas, en las cosas, en los acontecimientos de cada día, en cada detalle bello que procede de ti. Levantamos nuestras manos y nuestra voz para bendecirte, para alabarte, para glorificarte, para rendirte culto desde lo más profundo de nuestro ser, donde tú habitas sigiloso conduciendo nuestros pasos. Te bendecimos por enviarnos a tu Hijo muy amado Jesucristo que abrió los ojos, nos ayudó ver los peligros de las relaciones enfermizas del poder, y nos señaló un camino de plenitud y libertad.
Te pedimos que nos libres de todo tipo de opresión, de todo tipo de esclavitud, de todo tipo tiranía, cualquiera que fuera su nombre. No permitas que renunciemos a nuestra libertad por miedo a asumirla o por miedo a perder seguridades. No permitas que nos convirtamos en tiranos que necesitan enfermizamente mandar a otros para sentirse vivos. Líbranos de permitir entre nosotros relaciones de poder y abuso, del maltrato físico, verbal o psicológico. Líbranos de autoritarismos represivos, impositivos y excluyentes propios del príncipe de este mundo.
Pedimos la gracia de tu Espíritu para que, asumiendo el estilo de Jesús, podamos vivir con total libertad para amar, para servir y para construir nuestra propia realización y felicidad. Queremos formar familias y comunidades basadas no en relaciones de dominación y dependencia enfermizas, sino en relaciones fraternas, en las cuales se promueva la libertad y la corresponsabilidad. Queremos formar parte de la nueva humanidad creada a partir de Jesús, el primogénito de los resucitados. Amén.
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FROMM Erikc. Tener o ser. Valdés, México, 1979, 137.
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ADVIENTO Y NAVIDAD
11 de Noviembre, 2010, 9:00
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ADVIENTO Y NAVIDAD
Ya desde hace algunas semanas la publicidad se ha ido encargando de hacernos conscientes que la Navidad está ya cerca, que ya es tiempo de irnos preparando para una fecha tan especial. Así, que a través de todos sus medios, y de manera particular de su encargado de comercialización, un viejito muy dulce vestido de color rojo y al que llaman Santa Claus, nos recuerda que ya es tiempo de ir preparando nuestra lista de regalos (y por supuesto nos da miles y miles de ideas de cómo y dónde adquirirlos), comprar nuestro Pino de Navidad (el cual debe estar adornado con los mejores listones, esferas y foquitos), adornar nuestras casas con motivos "rojos y verdes" (que son el color propio de este tiempo ¿?), revisar nuestra agenda para ver cuándo serán las posadas de la compañía, del barrio, de los amigos (claro para que no falte en la fiesta lo que hará que esté "animada", aunque claro… siempre con medida ¿?), finalmente tener todo listo para la cena de Navidad, la cual debe ser ESTUPENDA (y en la cual nos ofrece que el mismo Santa Claus se encargará de llevar todo cuanto habremos comprando).
Con estas acciones, va logrando, o mejor dicho, ha ido logrando que la actual fiesta de Navidad muchas veces NO tenga nada que ver con su sentido original, haciéndola pasar de una fiesta religiosa a una fiesta comercial.
Origen de la Navidad
Dada la forma como se extendió el cristianismo, en donde lo más importante era el anuncio de la salvación en Cristo, por medio de su muerte y resurrección, hizo que muchos datos no fueran recogidos con exactitud por la historia. Entre ellos está la fecha exacta (mes y día) del nacimiento de Jesús, ya que lo importante era "la certeza de la encarnación". Por ello, san Lucas que sitúa históricamente este acontecimiento se concreta a decir que el nacimiento de Jesús tuvo lugar durante el censo realizado por Cesar Augusto, siendo Quirino gobernado de Siria (Lc 2,1), lo cual no nos da mucha información ya que el censo al parecer duraría unos 3 años en realizarse en todo el imperio y Quirino quien de acuerdo a Flavio Josefo, historiador de ese tiempo, fue gobernador de esta provincia romana del 3 a.C. hasta el 6 d.C.. Otro dato que emerge de la Escritura es el hecho de que María concibió a Jesús 6 meses después de que santa Isabel concibiera a san Juan (Lc 1,36), que de acuerdo a Lc 1,23-24) sería al final del periodo que le tocaba a Zacarías realizar sus servicios en el templo. Finalmente está el dato que los pastores estaban durmiendo a la intemperie, por lo que debe ser un tiempo en el hace calor, aun en la noche (Lc 2,8).
Con estos datos, quienes recientemente han estudiado este aspecto histórico de Jesús, han llegado a la conclusión que muy posiblemente Jesús haya nacido durante la primavera.
Ahora bien, ¿cómo es entonces que celebramos su nacimiento el 25 de diciembre?
Esto obedece sin lugar a dudas a una acción pastoral de la Iglesia, la cual extendida por todo el imperio, adopta como fecha del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre con el fin de sustituir con ella la fiesta pagana difundida en todo el imperio llamada: "Natalis solis invicti", que celebraba la victoria del sol contra las tinieblas (producto del Solsticio de invierno), misma que fue establecida por el emperador Aureliano en el 274 a.C. en honra al Dios "sol" de los Sirios. De esta manera, una fiesta que era pagana se convirtió con el paso del tiempo en una fiesta cristiana la cual se extendió rápidamente en toda la Iglesia, principalmente de Occidente.
Desde entonces la vida cristiana gravitaría en dos polos, la fiesta de la Navidad y la Pascua. Para la preparación de dichas fiestas se establecieron con el correr de los años, un periodo de preparación. Así nacieron la Cuaresma y el Adviento.
Ya para el siglo VI se tienen noticias ciertas de una preparación para la celebración de la Navidad que estaba caracterizada por algunos días de ayuno y oración intensa. Esta preparación, durante el Medievo, fue llamada Adviento, ya que esta palabra (del latín "adventus"), no solo significaba preparación, sino que estaba referida a la serie de preparativos que se realizaban en una ciudad para recibir a algún alto dignatario de estado. Por ello el Adviento cristiano, centraba su atención en la preparación de toda la comunidad para celebrar la fiesta de la Navidad con un fuerte espíritu de gozo, pero al mismo tiempo acentuaba la perspectiva de la segunda venida de Cristo, para la cual era necesario estar preparado, realzándose el aspecto de conversión persona.
El Concilio Vaticano II, ha querido conservar estas dos dimensiones del Adviento, por lo que la liturgia y la acción pastoral debe centrarse en una preparación espiritual que mueva a la conversión a la comunidad en la espera gozosa de la segunda venida de Cristo y al mismo tiempo, la invite a celebrar en la alegría y la paz del Espíritu Santo la memoria del nacimiento de Nuestro Salvador. El Catecismo de la Iglesia Católica dice: "Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida" CEC 524.
Como preparación a esta celebración y a fin de recordar de manera más viva el misterio de la Encarnación de Cristo, san Francisco de Asís (1223) construyó a las afueras de la ciudad, lo que hoy llamaríamos "nacimiento", invitando a todos los pobladores a reunirse para orar y contemplar, lo que el llamara "el misterio más sublime de Dios: la Encarnación de Jesús".
Los primeros evangelizadores de América, trajeron consigo esta tradición, lo cual se presentaba idónea para evangelizar a los moradores de nuestro continente, gente sencilla y de gran imaginación.
Así mismo introdujeron lo que hoy conocemos como las Posadas, que en su inicio era una Novena de preparación para la celebración de la Navidad. En esta preparación se aprovechaba, no solo para orara, motivo principal de la reunión, sino incluso para catequizar a los indios. Así nació también la tradición de las piñatas, la cual era una olla de barro cubierta con papeles de muchos colores y en forma de una estrella. Esta representaba el pecado, que se presenta siempre atractivo a la vista, pero que -explicaban los catequistas - termina destruyendo la vida de aquel que no se aparta de él. Para combatirlo se debe luchar con la fuerza de Dios, la cual era representada por un palo, y guiados solo por la fe (con los ojos vendados) y ayudado de los demás hermanos, quienes le hace saber donde está la estrella con el fin de de acabar con ella. Cuando finalmente el pecado es vencido (cuando se rompe la olla de barro) la gracia se derrama sobre todos, representados por las frutas y golosinas que los evangelizadores previamente habían puesto.
En otras palabra, el Adviento es un tiempo en el que se debe profundizar en el misterio de nuestras salvación, el cual se inicia con el nacimiento de Cristo. Es un tiempo propicio para la oración, de manera particular la oración en familia, recordando que precisamente Jesús quiso nacer en una familia como la nuestra. Es tiempo de crecer en la caridad, y en el compartir, al recordar que, Jesús, siendo Dios nos retuvo para si la gloria que merecía como Dios, sino que se hizo como uno de nosotros (cf. Fil 2), y que, como dice san Agustín, se hizo pobre para que nosotros nos hiciéramos ricos, compartió con nosotros todo lo que tenia, incluso su Madre Santísima.
Re-Evangelizar desde nuestra realidad
Como vemos, nuestra realidad, en la mayoría de los casos, dista mucho de ser lo que fue en un principio y lo que en realidad debe de ser. El Adviento se ha convertido en un agitado tiempo de hacer compras, con poco o ningún tiempo para la oración; la celebración ha dejado de estar centrada en la Encarnación de Cristo, para ser poco a poco substituida por la figura de Santa Claus; las posadas han dejado de ser un momento y una oportunidad para orar y para la catequesis (sobre todo de los niños), para convertirse en alegres fiestas que en el mejor de los casos, nada tienen que ver con Cristo y su misterio, por lo cual si lo vemos fríamente no tienen ningún sentido que no sea el social; el nacimiento, elemento de catequesis y motivo de contemplación de la humildad de nuestro Dios, poco a poco ha sido substituido por el Árbol de Navidad, que a pesar de los esfuerzos de la Iglesia por evangelizar este signo, permanece aun con un carácter de simple ornato para estas "fiestas". De esta manera, el 25 de diciembre, pasa a ser también solo una fiesta familiar, en la que muchas veces el único ausente es Jesús, pues todo se centra en el intercambio de regalos y la cena. Todos los esfuerzos de la Iglesia por convertir una fiesta pagana en una fiesta cristiana, no solo se han vista neutralizados, sino que la fuerza del neo-paganismo ha ido cambiando la fiesta cristiana, de nuevo en una fiesta pagana.
Es tiempo pues de levantar la cabeza y de regresarle su verdadero sentido tanto a la Navidad como a la preparación para ésta.
Sugerencias Prácticas
Primero: Darle su lugar a Santa Claus
Uno de los más grandes problemas con los que nos encontramos es la creciente fe de los niños en la "omnipresencia" de Santa Claus, quien ve todo y es quien juzga nuestras acciones para premiarnos o no. Con ello, poco a poco durante la época de Navidad, se ha ido vaciando en la conciencia de los niños la verdadera idea de Dios, al menos del Dios anunciado por Cristo. Para muchos de ellos, hoy por hoy, Navidad significa; Santa Claus.
¿Qué hacer? La respuesta no es sencilla pues involucra muchos elementos y aspectos de la vida del niño y de su relación con los demás niños con los cuales convine diariamente y cuyos padres pueden no estar de acuerdo con está realidad. Por ello, creemos que ante todo se debe tener prudencia, como en todos los temas delicados que pueden afectar el desarrollo de los niños y su comprensión del mundo y de la fe.
Consideramos que un buen inicio sería el tratar el tema y la figura actual de Santa Claus, como lo que es: UN CUENTO, como pude ser el de Pinocho o Blanca Nieves, y así colocarlo correctamente en la historia y en la perspectiva cristiana. Es necesario entonces instruir a los niños en la verdadera historia de Santa Claus.
Pero, y ¿quien es en realidad Santa Claus? Bueno, pues, su historia se remonta al siglo IV a un lugar en Turquía llamado Bary, en donde vivió un santo Obispo, llamado Nicolás, el cual se distinguió entre otras cosas por atender de manera especial a los niños pobres. Su historia nos relata que en una ocasión resucitó a tres niños, por lo que a la muerte del obispo (+342), se multiplicaron una serie de prodigios y milagros que hicieron que creciera rápidamente su devoción y su culto, principalmente en los pueblos del norte de Europa que celebraban su fiesta el 6 de Diciembre.
En la época de la Reforma, los holandeses que se separaron de la Iglesia Católica, cambiaron la fiesta religiosa de san Nicolás, es decir "Sint Klaes", por una fiesta secular en la cual se identificaba, al santo con un personaje del Polo Norte, rodeado de duendes y que se encargaba de llevar regalos a los niños en Navidad. Al rededor del año 1600 esta tradición nórdica relacionada con la Navidad fue traída a Nueva York por los primeros colonizadores de Holanda y Alemania quienes en su nombre regalaban dulces y regalos a los niños. Con su incorporación al Ingles su nombre pasó de "Sint Klaes" a "Santa Claus" que es como lo conocemos hoy. Este personaje fue adoptado así como el símbolo de la Navidad en los Estados Unidos.
Alguien dirá: El contarles esta historia sobre san Nicolás ¿no matará la inocencia del niño? O ¿Ahora cómo les diremos a nuestros niños que "Santa" no existe, que todo es un cuento? Bueno creo que parte de la respuesta la encontramos en el: cómo le decimos a los niños que no existe Blanca Nieves, o Pinocho, o cualquiera de los seres irreales que forman parte de la fantasía del niño, con la diferencia en que Santa Claus, si es un personaje real, es un santo, es decir es un amigo de Dios que ama mucho a los niños, por lo que LE AYUDA a Jesús a llevar los juguetes a los niños que se han portado bien. Esto hará que la atención se centré no en Santa Claus (que es solo un ayudante) sino en Jesús. Por ello es a Jesús a quien hay que pedirle los regalos, ya que es él quien, si nos hemos portado bien, nos enviara POR MEDIO DE SANTA CLAUS, que es como su mensajero, los regalos a nuestra casa. De manera que la cartita ES MEJOR enviársela directamente a Jesús (aunque no faltará algún niño abusado que le mande también una copia a Santa… solo por si acaso). De modo que el único que es omnipresente y dador de todos los dones es UNICAMENTE Jesús, pues él es Dios.
Cuando ellos mismos vayan descubriendo la realidad, como es el caso de Pinocho, el paso será mucho más sencillo, pues la realidad de san Nicolás, de su bondad, de su amor por los demás, permanecerá, restando en el niño su ejemplo.
Por otro lado, si reforzamos la idea de la Navidad, no como tiempo de Santa Claus, sino como la fiesta del Nacimiento de Jesús, poco a poco las cosas irán tomando su lugar. Recordemos que cuando se refuerza una idea, esta se afirma en el subconsciente y en la vida del hombre (razón por la cual la publicidad es efectiva); por el contrario cuando se desvalora o no se le da importancia, los contenidos, poco a poco, pasan a un segundo plano y finalmente se olvidan.
Hay que empezar con poco, es una tarea a largo plazo… no esperemos y mucho menos busquemos resultados inmediatos ya que esto pudiera tener muy malos efectos en el corto y mediano plazo. Introducir la figura de Santa Claus en la cultura y en la fantasía de los niños ha llevado muchos años, cambiarle su contenido nos tomará también algunos años.
Una idea concreta, sería el de evitar la presencia de Santacloses en nuestros adornos (en las puertas, en los jugueteros, en el papel de envoltura), y substituirlos por esferas, ángeles, pastores, y otros adornos propios de este tiempo . Y vivir en familia la preparación espiritual para la navidad.
Segundo: Vivir un verdadero Adviento
Si bien es cierto que un aspecto importante es, como decíamos, regresarle el lugar a Jesús en la fiesta de Navidad, esto no será posible únicamente eliminando la figura de Santa Claus, sino que es necesario recuperar la oración y la lectura de la Escritura en donde se nos instruye sobre la verdad de la Navidad y su significado para nuestras vidas. Para ello, de manera concreta podríamos:
A.Rezar todos los días las corona de Adviento B. Realizar en el barrio, la novena de Navidad (Posadas) C. Poner un bonito nacimiento D. Darle otro sentido a nuestras compras navideñas
A. La Corona de Adviento La corona de Adviento, es una tradición simbólica iniciada en Europa por los Luteranos, quienes trenzando una serie de ramas de pino verde, significaban la esperanza cristiana, de que en la segunda y definitiva venida de Cristo, él mismo "coronará" toda una vida vivida de acuerdo al Evangelio. Esta corona, es iluminada por Cristo, Luz del Mundo. Es, sin embargo, una Luz que, como en el Antiguo Testamento va creciendo hasta que lo ilumina todo hasta llegar a ser el centro de la vida del hombre y de su historia. Con esta teología detrás, la Iglesia Católica la adaptó al ciclo litúrgico del Adviento esta práctica, en donde cada vela representa cada uno de los domingos del Adviento. Está formada de tres velas moradas, signos de la espera y una rosa, signo del "ya, pero todavía no", que es conocida como "el gaudete" por el "gozo" de saber que la redención ha sido ya realizada por Cristo, pero esta aun se continúa desarrollando en el mundo hasta su segunda venida. Cada uno de los cuatro domingos de Adviento se enciende una vela: primero dos moradas, luego la Rosa, luego otra morada y finalmente el día de navidad la Blanca, que está al centro de la corona.
A partir del Lunes, por medio de "La palabra de Dios hoy" recibirás un esquema para orar en FAMILIA, al rededor de esta corona, de esta esperanza, de esta invitación a la conversión. No pongas excusas y date tiempo para regresar temprano a casa y orar todos en familia. Recuerda que sin oración nada cambiará.
B. Novena de Navidad (posadas) Las posadas son toda una tradición en nuestra cultura. Haz que éstas sean verdaderamente, como lo fueron en el principio, un momento de oración y de catequesis. A las "posadas" de tu empresa, pues mejor llámalas "Fiestas de Navidad" para no mezclar lo profano con lo que es parte de nuestra vida cristiana. Y claro, vive estas fiestas con la compostura que un cristiano tiene que dar en todo momento en su vida. Sé para los demás signo de la verdadera esperanza cristiana, y muéstrate a los demás como un seguidor de Cristo a quien estás por celebra en su nacimiento.
Ve pensando desde ahorita en organizar una posada o una serie de AUTENTICAS posadas en tu barrio o en tu familia. Para ello, el próximo viernes recibirás la explicación de las posadas y un modelo para celebrarlas.
C. El Nacimiento El Árbol de Navidad es, la igual que Santa Claus, una tradición importada a los Estados Unidos por los hermanos nórdicos, quienes en particular tiene una veneración muy especial para éste. Sin embargo, hoy por hoy, forma parte de nuestras fiestas, pero es una tradición carente de significado. Es simplemente algo que alegra la vista y que adorna la casa creando el "ambiente navideño".
AGREGUEMOS a éste elemento decorativo, un buen nacimiento y procuremos darnos tiempo para explicárselo a los niños. Recordemos que ellos aprenden más por las imágenes que por nuestras palabras. Sentémonos junto a ellos y contémosles una y otra vez el relato del nacimiento, de Jesús, la llegada de los magos, la vida sobre José y María, la vida en aquellos tiempos, etc. Creemos en ellos y en su fértil imaginación, la idea de la cercanía con el Dios que se hace uno de nosotros y que humildemente nace en un pesebre para ser uno con nosotros.
Como adulto, date tiempo, como lo hacía san Francisco de Asís, para contemplar la humildad de Jesús naciendo en un pesebre. Ora de cuando en cuando delante del humilde pesebre. Esto te convencerá de que tienes mucho, pero mucho que agradecer. Dejarás de ver solo hacia arriba para mirar a aquellos, que como Jesús, muchas veces carecen de lo más necesario. Verás que tu Navidad adquirirá otra dimensión.
D. Los regalos y la fiesta de Navidad Navidad es tiempo de COMPARTIR y no precisamente de comparar, por lo tanto lo que tengas que comprar hazlo con el deseo de compartir con los demás la alegría de dar. Busca que no sea para quedar bien y no gastes lo que no tienes. Con el único que tienes que quedar bien es con Jesús y él lo único que quiere es tu corazón y un poco de tu atención y tu amor. Que tu compartir sea un verdadero signo de amor y fraternidad buscando imitar a Cristo, que se regaló a nosotros para hacernos inmensamente felices.
Cuando hagas tu lista de regalos, acuérdate de aquellos que no han tenido la posibilidad de tener lo que tú tienes. Reserva un poco de tu presupuesto para ellos. No dejes que tu caridad para con ellos sea una manera de tranquilizar tu conciencia sacando solo unos pesos de la bolsa en una esquina. Haz algo más por ellos. Compra un poco de comida, sobre todo, pensando en que a ellos también les gustaría tener una cena de Navidad y recibir un buen regalo. Pórtate como su hermano mayor. Acuérdate que nos dijo Jesús: "Lo que hiciste por uno de mis hermanos menores lo hiciste por mí" (Mt 25,40). Hazte reconocer por ellos como cristiano, no por la cruz que cuelga de tu cuello, sino por tu amor hacia ellos.
Para la fiesta de Navidad, recuerda que debe iniciarse con una oración y una profunda acción de gracias. Lee junto con toda tu familia el pasaje del nacimiento de Jesús y busca que toda tu familia participe (por mi parte, junto con la corona de Adviento recibirás también una esquema para la oración en familia de este día).
Durante el Adviento busca la mejor oportunidad para reconciliarte sacramentalmente con Dios (Confesarte), para que puedas participar ACTIVA Y DEVOTAMENTE de la Eucaristía del 25, fiesta del Nacimiento de nuestro Señor y Salvador. No dejes que la actividad, las prisas o la flojera dejen para el último lo que debe ser primero.
Vive, intensamente este Adviento, como una verdadera preparación a la fiesta de la Navidad, pero también aprovecha para crecer en el amor hacia los demás y para que tu vida se parezcas más a la de Jesús, de manera que cuando regrese te pueda decir: "Siervo bueno, pasa a tomar parte del banquete de tu Señor" (Mt 25,17).
Toma como ejemplo a María Santísima. En ella encontrarás el modelo de los que piensan primero en los demás, de los que han puesto al centro de la vida a Dios, de los que no se dejan convencer por las voces del mundo, sino que permanecen fieles al compromiso hecho con El Dios que salva. Prepárate, como ella: orando y sobre todo deseando con todo tu corazón que el Reino sea una realidad en tu vida, en tu familia y en todo el mundo.
Si tú quieres, puedes vivir un Adviento diferente que te prepare para el encuentro con Jesús, al cual descubrirás en tu prójimo, en los sacramentos, en la oración y finalmente en él mismo cuando seas llamado a su presencia. Haz que esta Navidad sea diferente… Como los magos, póstrate a los pies del niño Jesús, y ofrécele tu vida.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Ernesto María
http://www.mercaba.org/LITURGIA/Adv/adviento_y_navidad.htm
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En camino para el XXXII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C
1 de Noviembre, 2010, 22:23
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EN CAMINO
Tiempo Ordinario, ciclo “C”
11 de noviembre de 2007 XXXII Domingo
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: 2Mac 7,1-2.9-14
- Sal 16
- 2da lect.: 2Tes 2,15 3, 5
- Evangelio: Lc 20,27-38
Resurrección
Es imposible comprobar científicamente la existencia o inexistencia de Dios, así como la existencia o inexistencia de una vida más allá de la muerte. Creer o no creer en Dios no deja de ser un salto al vacío. Lo mismo sucede con la resurrección. “La fe en Dios no puede serle demostrada al hombre prescindiendo de los componentes existenciales, como si se tratara de eximir al hombre de la fe en vez de desafiarle a creer: no hay una demostración puramente racional de la existencia de Dios que pueda convencer a todos, como consta en la experiencia.”
Ante este dilema que enfrentamos todos los seres humanos, unos optan por el ateísmo y otros, por la fe. Quien opta por creer en Dios y en una vida más allá de la muerte puede ver amenazada su fe por la dura realidad que lo hace dudar o por el ateísmo que consigue argumentos racionales capaces de hacerla tambalear. También cabe la posibilidad de que el Dios en el cual esa persona crea no sea más que una ilusión, una proyección de sus frustraciones o un engaño del sistema para alienar su mente y mantenerlo dominado.
Quien opta por el ateísmo en sus múltiples manifestaciones y rechaza rotundamente la posibilidad de una vida más allá de la muerte corre el riesgo de que, de ser cierta la posibilidad de trascender, le dé un no a su último fundamento y apoyo: Dios. Con esto se expone a una existencia radicalmente amenazada, abandonada y arruinada, con necesarias secuelas de duda, angustia y desesperación. De esta manera pone en peligro la realización plena de su propia vida y se aboca, asimismo, a una total frustración.
Para algunos cristianos esto no es un problema: creen y punto. Otros tienen la dificultad, no sé si innata o aprendida, de no tragar entero y de buscar razones, para vivir, amar, creer y actuar.
En medio de las continuas amenazas, de las dudas que en cada momento nos afectan y con las continuas contradicciones entre la confianza y la desconfianza, la fe y la incredulidad, el éxito o el fracaso, la felicidad o la infelicidad, muchos seres humanos hemos corrido el riesgo de creer en Dios y en su Hijo Jesucristo. En ese hombre completo que fue asesinado por los poderosos del mundo, y resucitado por el Dios de la vida. En ese hombre que nos mostró el rostro misericordioso de Dios, que venció la muerte y el pecado como manifestación de todo aquello que la propicia.
El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en Jerusalén y en una situación de conflictividad, esta vez con los saduceos, ideológicamente los más conservadores en el judaísmo contemporáneo a Jesús, pero los más laxos en sus conductas éticas individuales y sociales. Los saduceos sólo aceptaban como libros revelados, el Pentateuco y algunos libros poéticos. Rechazaban la literatura profética y la apocalíptica, pues ésta encarnaba una dinamicidad transformadora del orden establecido y buscaba la instauración del Reinado de Dios y su justicia. Algo que para ellos eran delirios de resentidos sociales.
No aceptaban la posibilidad de trascender más allá de la muerte y su consigna era disfrutar esta vida al máximo. Ellos tenían la posibilidad de vivir a sus anchas ya que poseían grandes fortunas y mucho poder. Por su situación privilegiada se consideraban personas especialmente amadas por Dios y dignas de una vida totalmente diferente a la del montón de miserables que deambulaban por las calles y veredas.
A este grupo pertenecían familias sacerdotales principales, aristocráticas y un puñado de favorecidos por el sistema, sostenidos ideológicamente por escribas que “fundamentaban” con argumentos filosófico-teológicos, su deseo de darse la buena vida.
Colaboraban irrestrictamente con el imperio romano, de quien recibían privilegios y concesiones, y con quien combatían todo tipo insurrección. Por eso se esforzaban en hacer propaganda a favor del imperio. Para este grupo, la presencia del imperio era no solamente muy provechosa sino necesaria para la estabilidad del país, debido a que había amenaza a la institucionalidad. Por eso no había nada que cambiar, ni nada que esperar y mucho por conservar. Por eso mismo todas las esperanzas de un Mesías liberador las consideraban sueños infantiles y necedades “del pueblo de la tierra” (una forma despectiva de llamar a los pobres en aquella época). ¡Todo está bien ¡ ¡Así es la vida, punto!
Con el caso atípico de la mujer que estuvo casada sucesivamente con los 7 hermanos, no buscaban otra cosa que burlarse de quienes creían en la resurrección. “Esa mujer, suponiendo que haya resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa? Porque los siete estuvieron casados con ella.” Jesús no aceptó su manera de interpretar las Escrituras y su calificación de novelería apocalíptica a todo lo relacionado con el Reino de Dios y la resurrección.
Es cierto que muchas religiones, incluyendo la nuestra, utilizaron el tema de la resurrección para alienar a los pueblos. Les prometían el cielo y la felicidad en la otra vida, si aceptaban y sufrían con paciencia la dura situación porque esa era la voluntad de Dios. Pero en el caso de Israel en el tiempo de Jesús, la resurrección era un aliciente para luchar por la liberación, como lo hizo Judas Macabeo en la guerra contra los seléucidas: “Todo esto lo hicieron muy inspirados por la creencia de la resurrección, pues si no hubieran creído que los compañeros iban a resucitar, habría sido una cosa inútil y estúpida orar por ellos. Pero creían firmemente en una valiosa recompensa para los que mueren como creyentes.” (2Mac 13,43b-45ª).
Por eso en este caso la oposición a la resurrección era sinónimo de oposición a las luchas libertarias de los grupos insurrectos, que buscaban un cambio. Según ellos, la preocupación por la resurrección era contraria al querer de Dios.
Jesús los descalificó diciéndoles: “Ustedes están equivocados; no conocen ni las Escrituras ni la fuerza de Dios” (Mc 12,24), y les recordó el texto de la manifestación de Dios a Moisés en la zarza ardiendo (Ex 3,6). En ese texto Yahvé le pidió a Moisés animar y liderar la salida de Egipto (esclavitud) y el camino hacia la tierra prometida (libertad). Yahvé se presenta como el Dios de Abrahan, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. “Eso les desautoriza para juzgar la práctica de Jesús por el Reino, del que no quieren saber nada; por eso no aceptan la resurrección: porque podría poner en cuestión su situación privilegiada; sus intereses prejuician la lectura de la Escritura y les extravían”.
El trato frentero de Jesús con los saduceos representó un gran atrevimiento pues se trataba de personas con mucho poder económico e influencia social, política y religiosa. Por lo tanto, personas que tenían la sartén por el mango y que eran realmente peligrosas.
Tenemos que descubrir algo que muchas veces se nos pasa por alto: El fariseísmo como el saduceísmo no son únicamente realidades históricas. Son tentaciones en las cuales podemos caer todos los creyentes. Aún sabiendo que históricamente fueron tan opuestos entre sí y tan opuestos a Jesús, estas tendencias están en nuestra vida y en nuestra Iglesia, mucho más de lo que imaginamos.
El saduceísmo lo encontramos vivo entre aquellos creyentes que, favorecidos por el sistema, utilizan la religión como un medio para acomodarse a un mundo estructuralmente injusto que le ofrece plenas garantías de vida, sin que les importe la gran masa de empobrecidos que sobrevive en condiciones infrahumanas. Los neosaduceos son como los camaleones que se adaptan fácilmente y su piel se colorea según el color del medio para evitar problemas personales. Cualquier gobierno es bueno siempre que les permita a ellos seguir gozando de buenas garantías. Todos sus trabajos, sus negocios y su religión deben girar exclusivamente en torno a sus intereses, totalmente de espaldas a los intereses colectivos. Esto lo vemos tanto en el sector privado como en el público. Muchas personas no tienen problema en participar de la Eucaristía y luego trabajar para un político corrupto que ganó las elecciones comprando conciencias. Muchas veces se hace campaña política desde el púlpito por algún politiquero clientelista que donó unas bancas para el templo. Los concordatos entre la Iglesia católica y algunos estados, muchas veces atan de pies y manos a los obispos y sacerdotes. Con ellos la Iglesia gana privilegios, pero pierde profetismo y corre el riesgo de vender la herencia de Jesús por un plato de lentejas.
¿De qué lado estamos nosotros? Creer en Dios y en el Señor Jesucristo resucitado trae consigo el compromiso de combatir todo tipo de engaño, particularmente el de la ideología que sostenía y sostiene a los saduceos y que niega rotundamente la posibilidad de otro mundo diferente a éste. Creer en la resurrección es vivir con la convicción de que Dios es Dios de vivos, y no de muertos y trabajar con esperanza por una nueva humanidad en la cual todos quepamos. Creer en la resurrección es apostarle a la utopía del Reino, que se empieza a hacer realidad aquí y que continúa su realización más allá de la muerte, como continuidad gloriosa de nuestra historia de salvación.
Hoy no podríamos seguir sosteniendo como verdaderas todas las imágenes de los catecismos antiguos y su enseñanza sobre la resurrección. A mucha gente ya no le cabe en su cabeza la tradicional explicación de la separación del alma y el cuerpo después de la muerte, y el posterior juicio individual, en el cual se definiría su premio o castigo: cielo, purgatorio, limbo o infierno. Si queremos ser honestos, no podemos dar respuestas a todas las preguntas sobre el más allá.
No podríamos asegurar con absoluta certeza cómo será la vida más allá de la muerte. Sólo podemos confiar en que la historia no se le ha salido de las manos a Dios y que con Él nos conducimos irreversiblemente hacia la plenitud de la vida, aunque “todavía no se ha manifestado lo que seremos” (1Jn 3,2). Aunque todavía haya injusticias, guerras, hambres, etc., y aunque nuestra mente no alcance a ver más allá, hasta ahora somos salvos en la esperanza (Rom 8,24) “La esperanza se funda justamente en la diferencia entre lo que ya es y lo que todavía no es, pero es posible; entre el presente y el futuro que puede hacerse presente. El ya constituye el futuro realizado. El aún-no constituye el futuro en cuanto apertura… En ella degustamos el sentido de las cosas; es una participación anticipada de la fiesta del hombre con Dios.”
Creer en la resurrección implica vencer el miedo y la desesperación y vivir con la absoluta certeza de que estamos en las manos de Dios que lo abarca todo (Ef 3,18). Saborear a Dios en la fragilidad humana y festejarlo en la caducidad de la figura de este mundo que pasa (1Cor 7,31). Jesucristo el Señor y Dios nuestro Padre, nos darán, como dice Pablo, “el consuelo indefectible y una feliz esperanza, el aliento y la firmeza de espíritu para poder obrar y decir siempre el bien”. (2da. lect. 2Tes 2,16-17), hasta que Dios sea todo en todos (1Cor 15,28).
Oración
Oh Padre y Madre Dios, misterio infinito de luz y de vida, origen, sentido y meta de nuestra existencia. Te bendecimos por el regalo maravilloso de la vida, por la posibilidad de amar, de reír y de cantar. Por la capacidad innata que nos has dado para luchar contra todo lo que genera desesperación y muerte, y por sembrar en nuestros corazones la esperanza de la resurrección como un don misterioso, aunque no lo comprendemos completamente.
Perdónanos porque en algunos sectores religiosos se ha utilizado el tema de la resurrección para engañar y tranquilizar los ánimos de la gente. Perdónanos porque algunas veces hemos repetido el esquema de los saduceos de buscar privilegios sin importar la realidad de muchas personas desfavorecidas por el sistema homicida. No permitas que caigamos en una vida religiosa superficial, mezquina y egoísta que genera más dolor que consuelo, más frustración que realización.
En comunión con todas las religiones que manifiestan de múltiples maneras la esperanza de la trascendencia, te pedimos que con la gracia de tu Espíritu vivamos a plenitud cada momento de nuestra vida. Que experimentemos la ayuda de tu gracia para sentirnos conducidos irreversiblemente por el camino del bien, de la verdad y de la auténtica realización. Que vivamos con la certeza de que tú nunca no nos abandonas, que nuestra historia está en tus grandes, poderosas y generosas manos. Que convirtamos indefensores de la vida para todos y trabajadores por auténtica paz, conforme a tu voluntad salvífica. Amén.
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BRAVO GALLARDO Carlos, Jesús, hombre en conflicto, Bilbao 1.986. 207.
BOF Leonardo, Hablemos de la otra vida. Sal Terrae. 151.
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