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Marzo del 2011

 

Benedicto XVI: El recorrido bautismal de la Cuaresma

Enlace permanente 10 de Marzo, 2011, 1:30

La Iglesia Hoy

Autor: Zenit | Fuente: Zenit 
Benedicto XVI: El recorrido bautismal de la Cuaresma

Catequesis que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy Miércoles de Ceniza, durante la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI


CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 9 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la catequesis que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy Miércoles de Ceniza, durante la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas,

Hoy, marcados por el austero símbolo de las Cenizas, entramos en el Tiempo de Cuaresma, iniciando un itinerario espiritual que nos prepara a celebrar dignamente los misterios pascuales. La ceniza bendecida impuesta sobre nuestra cabeza es un signo que nos recuerda nuestra condición de criaturas, nos invita a la penitencia y a intensificar el empeño de conversión para seguir cada vez más al Señor.

La Cuaresma es un camino, es acompañar a Jesús que sube a Jerusalén, lugar del cumplimiento de su misterio de pasión, muerte y resurrección; nos recuerda que la vida cristiana es un “camino” que recorrer, que consiste no tanto en una ley que observar, sino la persona misma de Cristo, a la que hay que encontrar, acoger, seguir. Jesús, de hecho, nos dice: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga" (Lc 9,23). Es decir, nos dice que para llegar con Él a la luz y a la alegría de la resurrección, a la victoria de la vida, del amor, del bien. También nosotros debemos tomar la cruz de cada día, como nos exhorta una bella página de la Imitación de Cristo: "Carga con tu cruz y sigue a Jesús; así irás hacia la vida eterna. Él fue delante, llevando su propia cruz y murió por ti en la cruz para que tú lleves tu propia cruz y estés dispuesto a morir en ella. Porque si mueres con Él con Él igualmente vivirás. Y si eres su socio en la pena también lo serás en el triunfo” (L. 2, c. 12, n. 2). En la Santa Misa del Primer Domingo de Cuaresma rezaremos: Oh Dios nuestro Padre, con la celebración de esta Cuaresma, signo sacramental de nuestra conversión, concede a tus fieles crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y de dar testimonio de él con una digna conducta de vida” (Colecta). Es una invoación que dirigimos a Dios porque sabemos que sólo Él puede convertir nuestro corazón. Y es sobre todo en la Liturgia, en la participación en los santos misterios, donde somos llevados a recorrer este camino con el Señor; es un ponernos a la escuela de Jesús, recorrer los acontecimientos que nos han traido la salvación, pero no como una simple conmemoración, un recuerdo de hechos pasados. En las acciones litúrgicas, Cristo se hace presente a través de la obra del Espíritu Santo, esos acontecimientos salvíficos se vuelven actuales. Hay una palabra-clave a la que se recurre a menudo en la Liturgia para indicar esto: la palabra “hoy”; y esta debe entenderse en el sentido original, no metafórico. Hoy Dios revela su ley y nos da a elegir hoy entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte (cfr Dt 30,19); hoy "el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15);hoy Cristo ha muerto en el Calvario y ha resucitado de entre los muertos; ha subido al cielo y se ha sentado a la derecha del Padre; hoy se nos da el Espíritu Santo; hoy es el tiempo favorable. Participar en la Liturgia significa entonces sumergir la propia vida en el misterio de Cristo, en su presencia permanente, recorrer un camino en el que entramos en su muerte y resurrección para tener la vida.

En los domingos de Cuaresma, de forma muy particular en este año litúrgico del ciclo A, somos introducidos a vivir un itinerario bautismal, casi a recorrer el camino de los catecúmenos, de quellos que se preparan a recibir el Bautosmo, para reavivar en nosotros este don y para hacer de modo que nuestra vida recupere las exigencias y los compromisos de este Sacramento, que está en la base de nuestra vida cristiana. En el mensaje que he enviado para esta Cuaresma, que querido recordar el nexo particular que liga el Tiempo cuaresmal al Bautismo. Desde siempre la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo, paso a paso: en él se realiza ese gran misterio por el que el hombre, muerto al pecado, es hecho partícipe de la vida nueva en Cristo Resucitado y recibe el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cfr Rm 8,11). Las Lecturas que escucharemos en los próximos domingos y a las que os invito a prestar especial atención, se toman precisamente de la tradición antigua, que acompañaba al catecúmeno en el descubrimiento del Bautismo: son el gran anuncio de lo que Dios obra en este Sacramento, una estupenda catequesis bautismal dirigida a cada uno de nosotros. El Primer Domingo, llamado Domingo de la tentación, porque presenta las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a renovar nuestra decisión definitiva por Dios y a afrontar con valor la lucha que nos espera para permanecerle fieles. Siempre está de nuevo esta necesidad de la decisión, de resistir al mal, de seguir a Jesús. En este Domingo la Iglesia, tras haber oído el testimonio de los padrinos y catequistas, celebra la elección de aquellos que son admitidos a los Sacramentos Pascuales. El Segundo Domingo es llamado de Abraham y de la Transfiguración. El Bautismo es el sacramento de la fe y de la filiación divina; como Abraham, padre de los creyentes, también nosotros somos invitados a partir, a salir de nuestra tierra, a dejar las seguridades que nos hemos construido, para volver a poner nuestra confianza en Dios; la meta se entrevé en la transfiguración de Cristo, el Hijo amado, en el que también nosotros nos convertimos en “hijos de Dios”. En los domingos sucesivos se presenta el Bautismo en las imágenes del agua, de la luz y de la vida. El Tercer Domingo nos hace encontrar a la Samaritana (cfr Jn 4,5-42). Como Israel en el Éxodo, también nosotros en el Bautismo hemos recibido el agua que salva; Jesús, como dice a la Samaritana, tiene un agua de vida, que extingue toda sed; y este agua es su mismo Espíritu. La Iglesia en este Domingo celebra el primer escrutinio de los catecúmenos y durante la semana les entrega el Símbolo: la Profesión de la fe, el Credo. El Cuarto Domingo nos hace reflexionar sobre la experiencia del “ciego de nacimiento" (cfr Jn 9,1-41). En el Bautismo somos liberados de las tinieblas del mal y recibimos la luz de Cristo para vivir como hijos de la luz. También nosotros debemos aprender a ver la presencia de Dios en el rostro de Cristo y así la luz. En el camino de los catecúmenos se celebra el segundo escrutinio. Finalmente, el Quinto Domingo nos presenta la resurrección de Lázaro (cfr Jn 11,1-45). En el Bautismo hemos pasado de la muerte a la vida y somos hechos capaces de gustar a Dios, de hacer morir el hombre viejo para vivir del Espíritu del Resucitado. Para los catecúmenos, se celebra el tercer escrutinio y durante la semana se les entrega la oración del Señor, el Padrenuestro.

Este itinerario cuaresmal que somos invitados a recorrer en Cuaresma se caracteriza, en la tradición de la Iglesia, por algunas prácticas: el ayuno, la limosna y la oración. El ayuno significa la abstinencia de la comida pero comprende otras formas de privación en aras de una vida más sobria. Todo esto no constituye todavía la realidad plena del ayuno: es el signo externo de una realidad interior, de nuestro compromiso, con la ayuda de Dios, de abstenernos del mal y de vivir el Evangelio. No ayuna de verdad quien no sabe nutrirse de la Palabra de Dios.

El ayuno, en la tradición cristiana, está ligado estrechamente a la limosna. San León Magno enseñaba en uno de sus discursos sobre la Cuaresma: “Cuanto todo cristiano hace siempre, tiene ahora que practicarlo con mayor dedicación y devoción, para cumplir la norma apostólica del ayuno cuaresmal consistente en la abstinencia no sólo de la comida, sino que sobre todo abstinencia de los pecados. A este obligado y santo ayuno, no se le puede añadir obra más útil que la limosna, la que bajo el nombre único de ´misericordia´ comprende muchas obras buenas. Inmenso es el campo de las obras de misericordia. No sólo los ricos y pudientes pueden beneficiar a otros con la limosna, también los de modesta o pobre condición. De esta manera, aunque desiguales en los bienes, todos pueden ser iguales en los sentimientos de piedad del alma” (Discurso 6 sobre la Cuaresma, 2: PL 54, 286). San Gregorio Magno recordaba en su Regla Pastoral, que el ayuno es santo por las virtudes que lo acompañan, sobre todo por la caridad, por cada gesto de generosidad que da a los pobres y necesitados el fruto de nuestra privación (cfr 19,10-11).

La Cuaresma, además, es un tiempo privilegiado para la oración. San Agustín dice que el ayuno y la limosna son “las dos alas de la oración”, que le permiten alcanzar mayor impulso y llegar a Dios. Este afirma: “De tal modo nuestra oración, hecha con humildad y caridad, en el ayuno y la limosna, en la templanza y el perdón de las ofensas, dando cosas buenas y no devolviendo las malas, alejándose del mal y haciendo el bien, busca la paz y la consigue. Con las alas de estas virtudes nuestra oración vuela segura y es llevada con más seguridad hasta el cielo, donde Cristo, nuestra paz, nos ha precedido” (Sermón 206, 3 sobre la Cuaresma: PL 38,1042). La Iglesia sabe que, por nuestra debilidad, es muy fatigoso hacer silencio para ponerse delante de Dios, y tomar conciencia de nuestra condición de criaturas que dependen de Él y de pecadores necesitados de su amor; por esto en Cuaresma, nos invita a una oración más fiel e intensa y a una meditación prolongada sobre la Palabra de Dios. San Juan Crisóstomo nos exhorta: “Embellece tu casa con modestia y humildad a través de la práctica de la oración . Vuelve espléndida tu casa con la luz de la justicia; adorna sus paredes con las obras buenas como si fuesen una pátina de oro puro y en lugar de muros y de piedras preciosas coloca la fe y la sobrenatural magnanimidad, poniendo sobre todas las cosas, en alto del frontón, la oración como decoración de todo el complejo. Así preparas al Señor una morada digna, así lo acoges en un espléndido palacio. Él te concederá transformar tu alma en templo de su presencia” (Homilía 6 sobre la Oración: PG64,466).

Queridos amigos, en este camino cuaresmal estemos atentos a acoger la invitación de Cristo a seguirlo de un modo más decidido y coherente, renovando la gracia y los compromisos de nuestro Bautismo, para abandonar el hombre viejo que está en nosotros y revestirnos de Cristo, para, renovados, alcanzar la Pascua y poder decir con san Pablo “no vivo yo, es Cristo que vive en mí” (Gal 2,20). ¡Buen camino cuaresmal a todos vosotros!¡Gracias!

[En español dijo]

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Chile y otros países latinoamericanos. Queridos amigos, en este camino cuaresmal, os invito a acoger la invitación de Cristo a seguirlo de un modo más decidido y coherente, renovando la gracia y los compromisos bautismales, para que revistiéndoos de Cristo, podáis llegar renovados a la Pascua y decir con san Pablo "vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 20). Deseo a todos un santa Cuaresma.


[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez

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Moniciones: I Domingo del Tiempo Cuaresma. Ciclo A

Enlace permanente 6 de Marzo, 2011, 13:18

Moniciones para a Misa


Tiempo de CUARESMA-Ciclo A


I Domingo

El desierto puede florecer


Monición de entrada


Buenas noches, (días, tardes).  Hace pocos días, con el Miércoles de Ceniza, hemos comenzado el tiempo de Cuaresma, tiempo de preparación para la celebración de la pascua de Jesús, tiempo también de conversión y solidaridad. Por ello las lecturas que escucharemos hoy nos dirán cómo desde el principio de la creación el Dios creador y liberador tuvo un plan de salvación y de felicidad para hombres y mujeres. Pero el ser humano pecó y prefirió vivir al margen del Dios salvador y tuvo que pagar las consecuencias de haber asumido tal actitud. Que esta celebración nos fortalezca para que seamos capaces de reconocer nuestro pecado personal y social y fortalecernos en contra de las tentaciones que quieren alejarnos de los caminos del Dios vivo.


PRIMERA LECTURA (Génesis 2,7-9; 3,1-7)

El texto del libro del Génesis que leemos a continuación nos narra cómo el Dios creador formó al hombre y a la mujer. Al crearlos los puso en un jardín para que vivieran felices. Sin embargo, engañados por la serpiente pecaron. Al caer en la tentación rompieron el plan de felicidad que Dios tenía para ellos y tuvieron que pagar las consecuencias de tal actuación.


SEGUNDA LECTURA (Romanos 5,12-19)

En la lectura que escucharemos a continuación, San Pablo hace una comparación entre Adán, el ser humano pecador y Jesucristo, el ser humano santo. Por medio del pecado de Adán todos nos constituimos en pecadores, pero por medio de Jesucristo hemos sido salvados. Y se realizó así porque Dios tiene un plan de salvación al que están llamados a participar todas las personas que se abren a su Palabra salvadora y liberadora.


TERCERA LECTURA (Mateo 4, 1-11)

Después de su bautismo, y antes de iniciar su vida pública, Jesús es conducido por el Espíritu al desierto para prepa­rarse para su misión. En esa ocasión es tentado por el diablo sobre las tentaciones más frecuentes del ser humano: el poder, la vida fácil, el sensacionalismo y el afán desmedido de posesiones y riquezas. Jesús sabe rechazar cada una de las tentaciones y es fiel al Proyecto y a la misión que se le ha encomendado en medio de su pueblo.


Oración Universal

1. Para que la Iglesia confíe siempre y por encima de todo en la Palabra de Dios y en su fuerza liberadora. Roguemos al Señor...

2. Para que hagamos caso a las voces que nos llaman a buscar una sociedad más justa y un ser humano más fraterno. Roguemos...

3. Para que, frente al individualismo y el egoísmo, nosotros pongamos el valor de la solidaridad entre las personas. Roguemos...

4. Para que seamos conscientes de que Dios está siempre a nuestro lado, aunque a veces no lo parezca, en la tentación y en las dificultades. Roguemos...



(No se olviden orar por las vocaciones)

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 56)

Te bendecimos, Dios Padre, por e ejemplo de Cristo
en el paisaje prepascual de la cuaresma que empezamos.
Orando y ayunando en la soledad sonora del desierto,
nos muestra que nuestro páramo inhóspito puede florecer
en frutos de madurez y afirmación de nuestra identidad cristiana,
en oración y equilibrio, en optimismo y fuerza de lo Alto.

Te pedimos, Señor, aguante para superar las tentaciones
que nos rondan constantemente al paso de los días.
Líbranos, sobre todo, de los ¡dolos que quieren avasallarnos
borrando tu imagen del horizonte de nuestra vida,
y haz que avancemos sin cesar en el camino hacia la pascua.

Amén.

Comunícate conmigo: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

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En camino: IX Domingo de Adviento. Ciclo A

Enlace permanente 4 de Marzo, 2011, 9:35

EN CAMINO

Tiempo Ordinario, ciclo “A”

 

IX  Domingo

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

-          1ra lect.: Dt 11,18.26-28.32

-          Sal 30

-          2da lect.: Rm 3,21-25a.28

-          Evangelio: Mt 7,21-27

 

Obras son amores…

Obras son amores y no buenas razones, decían nuestros viejos. Leemos hoy en el Evangelio la última parte del conocido sermón de la montaña o discurso de las Bienaventuranzas, en la versión de Mateo (capítulos 5 al 7). Este fragmento de Mateo termina, precisamente, con un fuerte énfasis en la práctica por encima de las palabras. La ortopraxia (recta manera de actuar) sobre la ortodoxia (recta doctrina). Y cuando hablamos de la práctica no nos referimos a las llamadas prácticas religiosas o actos de piedad: rosarios, grupos de oración, jaculatorias, cursos bíblicos, congregaciones, cofradías, archicofradías, misas[1],  etc. Dichos grupos y actos piados son un medio para acercarnos a Dios y a los hermanos, pero nuestra fe no puede quedarse ahí.

El quicio para cimentar una fe madura y comprometida es la persona de Jesús. Su vida, su palabra, sus sentimientos, todo su acontecer histórico. El libro del Deuteronomio (1ra lect. - Dt 11,18.26-28.32), dice que el quicio deben ser los mandamientos, es decir, la Ley. Pablo (2da lect.: Rm 3,21-25a.28) dice que hay que ir más allá de la Ley, tal como lo hizo Jesús quien actuó e hizo brillar la justicia de Dios independientemente de la Ley, pero en continuidad con el testimonio de la Ley y los profetas.

La Palabra y la vida de Jesús deben ser grabadas en nuestra memoria y en nuestro corazón, es decir, “en el lugar” donde nacen los planes y proyectos, así como las motivaciones de nuestro actuar humano. La Palabra y la vida de Jesús se deben convertir en las inspiradoras de nuestra ética como personas de fe en relación con los hermanos y con Dios. En el día a día cuando nos toca elegir caminos y dejar otros (porque toda elección lleva implícita una renuncia), cada día cuando tenemos que optar entre hacer el bien o hacer el mal, la justicia o la injusticia, vale la pena tener siempre presentes la Palabra y el testimonio de Jesús. Y si miramos para atrás y reconocemos nuestras caídas y los dolores que nos hemos causado o que hemos causado a los demás, tal vez, precisamente, porque nuestros actos no han sido inspirados por la Palabra y la Vida de Jesús sino empujados por nuestras flaquezas humanas, entonces comprenderemos la urgente necesidad de que Jesús, su Vida, su Palabra, su amor y su Espíritu inspiren nuestro actuar, de manera que asumamos con fe el riesgo de vivir, de elegir y de renunciar. De construir nuestra existencia cada día al ritmo de cada renuncia, de cada elección, de cada compromiso por la vida, por el amor, la justicia, la solidaridad y la comunión con Dios y la humanidad. En palabras de Jesús, de hacer parte del Reino de Dios.

La Vida y la Palabra de Jesús estuvieron totalmente centradas en el Reino de Dios. El discurso del monte quiere animar a los discípulos para que opten decididamente por el Reino de Dios y su justicia, con la absoluta certeza de que todo lo demás vendrá por añadidura, es decir, como consecuencia lógica del Reino (Mt 6,33). Sólo de esta manera podrán llevar una vida plenamente bienaventurada.

El discurso termina con una invitación contundente a hacer vida la Palabra, a superar la mera palabrería y la religiosidad superficial. En palabras de Jesús: Para hacer parte de los bienaventurados del Reino de Dios no basta con decir “Señor, Señor”, sino que es necesario hacer la voluntad del Padre que está en el cielo. No basta con buenas intenciones, porque, como decían nuestros viejos: “de buenas intenciones está lleno el infierno”. No bastan los actos religiosos: profecías, predicaciones, rezos y alabanzas. No bastan la adhesión escrupulosa a la recta doctrina impuesta desde el centro, los esfuerzos por defender la fe y ni siquiera algunos actos buenos.

En el tiempo de Jesús, como suele ocurrir muchas veces también en el nuestro, se reducía la fe en Dios a un ámbito meramente cultual religioso, totalmente separado de la vida diaria, de la realización de las personas y de sus responsabilidades como miembros de un colectivo. El rechazo de Jesús a esta manera de vivir la fe fue muy fuerte: “Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no recuerdas que en tu nombre dijimos profecías, en tu nombre expulsamos demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Pero yo les declararé: jamás los conocí. ¡Lejos de aquí, agentes de iniquidad!” (vv. 22 – 23). Recordemos que “conocer” en la Biblia hace referencia al encuentro íntimo con la otra persona, con la vida, más que con las palabras. ¿Seremos reconocidos por Jesús como sus discípulos y sus amigos por la forma como vivimos?

El Evangelio puede ser la gran herramienta para ser mejores seres humanos, para acompañar a las personas en su despliegue humano, en su búsqueda de sentido, de libertad y de felicidad. Pero también puede ser utilizado, manipulado y convertido en una herramienta perversa de iniquidad, como se ha hecho muchas veces en la historia del cristianismo y se sigue haciendo en muchas partes. En esto hay que tener los ojos muy abiertos y los oídos muy atentos. ¿Somos agentes de justicia, obreros del Reino de Dios? ¿Hemos sido agentes de iniquidad?

Construir la casa sobre la roca es cimentar nuestra fe en la roca firme que es la Palabra y la vida de Jesús. Es hacer vida su compromiso, su causa, su proyecto, su lucha. Si el discípulo no está realmente cimentado en la palabra y en la vida de Jesús, si no practica la justicia de Dios, la defensa de la vida digna y los derechos de los pobres, sino que se limita a un terreno pietista, cultualista, espiritualista, intimista y milagrero, su fe será vacía de sentido y de frutos, y sucumbirá ante cualquier prueba. Tomar en serio durante nuestro día a día el criterio evangélico de Jesús es construir sobre la roca. Construye sobre la roca la persona que toma en serio el proyecto de Jesús y vive los valores de Reino: la justicia, la solidaridad, el servicio, la paz, la fraternidad, la comunión…

De esto ya habían hablado profetas como Oseas (6,6) quien afirmó: “Misericordia quiero, no sacrificios.” Es decir que, por encima del culto debía estar la práctica del amor misericordioso y la justicia. Jesús continuó el mensaje y el compromiso del movimiento profético de Israel y le dio un empuje nuevo. Se apartó del cultualismo y del legalismo judío propio de su tiempo, y vivió con entera libertad de espíritu su relación con Dios y con los hermanos, a quienes se entregó por amor.

Durante estos veinte siglos de historia como seguidores de Jesús, los cristianos no siempre hemos seguido el hermoso testimonio de Jesús. La experiencia más pura, el punto fundante de nuestra fe la vivieron Jesús y las primeras comunidades cristianas durante los primeros cuatro siglos. Luego, cuando el cristianismo fue convertido en la religión oficial del imperio romano, por obra y gracia de “San Constantino”, esta dimensión esencial propuesta por Jesús quedó rezagada en el rincón de “San Alejo”. Entonces, se impuso por parte de los jerarcas confabulados con el imperio, la dimensión teórica y la ortodoxia, la defensa de la recta doctrina dictada desde el centro de los  poderes religioso y político. A estos se unieron grandes pensadores cristianos con sus elucubraciones metafísicas, grandes tratados sobre el cielo, el infierno, el purgatorio, la salvación, la gracia sobrenatural, el sexo de los ángeles, etc. Más tardíamente aparecieron los libros de liturgia en los cuales se indicaba cada movimiento del celebrante, de manera que un culto bien celebrado era el que cumplía con todas las rúbricas. Durante toda la historia han existido también personas que se han bebido del manantial de agua pura, el Evangelio, no se han conformado con decir “Señor, Señor” sino que han tratado de hacer la voluntad del Padre que está en el cielo. Muchos santos(as), místicos(as), reformadores, fundadores de comunidades, así como un gran número de gente del común que participan de nuestras celebraciones, misioneros, laicos o religiosos, tantas personas insertas en nuestro mundo que han tomado en serio el evangelio y tratan de hacer realidad en su vida la voluntad salvífica de Dios.

El culto y la vida no son realidades contradictorias, son complementarias, y se necesitan mutuamente. La vida, el trabajo, la lucha, el compromiso con la humanidad, totalmente alejados de una espiritualidad profunda y de una mística liberadora, tarde o temprano traerán un profundo cansancio y un desencanto por los exiguos logros que muchas veces cosechamos. Ni culto vacío, ni vida sin culto.  

Y nosotros, ¿qué tipo de cristianos somos? ¿Somos parte de los bienaventurados del Reino? ¿Hacemos la voluntad del Padre manifestada en la predicación y la vida de Jesús, o nos quedamos en la mera palabrería y la religiosidad light?

 

Oración

Padre y Madre de vida, fuente de amor, de alegría, de fe, de esperanza, de plenitud. Te damos gracias por todas las bendiciones recibidas, porque tenemos en nuestras manos la gran oportunidad de elegir y caminar por senderos de libertad. Porque tenemos el reto de construir cada día nuestra propia realización y felicidad aún en medio de conflictos, equivocaciones, peligros y dolores.

Reconocemos que algunas veces como personas o como comunidad nos hemos quedado en el ámbito de las buenas intenciones, de las palabras, del culto vacío y sin resultados. Te pedimos que nos ayudes a purificar nuestra fe, nuestras asambleas litúrgicas, nuestros grupos de oración, de acción y de comunión.

Manifestamos nuestro anhelo de construir nuestra vida, nuestras familias, nuestras comunidades sobre la roca firme de la Palabra y la Obra de Jesús, tu Hijo muy amado. Pedimos la acción de tu Espíritu para mantener firme este deseo y para realizarlo en nuestro día a día. Líbranos de llevar una fe vacía de sentido, vacía de obras, vacía de frutos de amor y de justicia. Líbranos de emplear el Evangelio como herramienta contra la vida digna, líbranos de pervertir el mensaje de Jesús y convertirlo en un arma mortal.

Totalmente abiertos a tu gracia nos disponemos a construir la casa sobre la roca, a disfrutar de paz y seguridad, a enfrentar firmes todas las tormentas que puedan llegar y a dar continuamente frutos de paz y de justicia, propios de los ciudadanos del Reino. Amén.

 

Comentarios al autor: neptalidv@yahoo.com

 

Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno.  Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.

 

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[1] La Eucaristía no es un acto de piedad, pero a veces, infortunadamente, no pasa de ser un acto más de piedad.

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