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Moniciones: VII Domingo de PASCUA cico A
28 de Mayo, 2011, 22:34
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo de Pascua – Ciclo A
VII Domingo: La oración de Jesús
Nota:
Estas moniciones son para ser utilizadas en aquellos lugares donde la solemnidad del Señor se celebra el jueves de la VI Semana de Pascua.
Monición de entrada
Muy buenas (noches, días, tardes): hay quienes dicen que uno de los principales problemas de la sociedad moderna es la pérdida de la espiritualidad y que se ora muy poco. Al igual que en la vida de Jesús y en las primeras comunidades cristianas, la oración viene a ser para las comunidades de hoy y para cada creyente una virtud indispensable para una vida cristiana eficaz.
Primera lectura: Hechos de los Apóstoles: 1, 12-14 (Se dedicaban a la oración en común)
San Lucas en su libro de los Hechos de los Apóstoles, nos presenta cómo la joven comunidad cristiana comenzó el camino histórico de la misión entrenándose en la oración comunitaria.
Segunda lectura: Primera Carta de Pedro: 4, 13-16 (Dichos si los ultrajan por el nombre de Cristo)
Alegría en el sufrimiento es la exhortación apostólica de san Pedro, en la lectura que escucharemos a continuación. La participación en el dolor de Cristo, implica a su vez, la participación en su gloria. Por eso en el sufrimiento cristiano hay un motivo de alegría. Si sufrimos con Él, reinaremos con Él.
Tercera lectura: San Juan: 17, 1-11a (Padre, glorifica a tu Hijo)
La proclamación del Evangelio que escucharemos hoy es la oración sacerdotal de Jesús, oración que comprende el capítulo 17 de san Juan. El Señor pide al Padre ser glorificado; ora por sus discípulos presentes para que sean uno con Él y el Padre; y reza, finalmente, por la comunidad futura de los que creen en Él como enviado del Padre.
Oración Universal
A cada invocación, respondan, por favor: “Señor, haz que nuestra vida glorifique tu Nombre”
- Asiste a la Iglesia, a la que encomendaste la misión de proseguir el anuncio del Evangelio, hasta que vuelvas, roguemos al Señor.
- Inspira a los que gobiernan las naciones sentimientos de paz y de justicia, tú que estás por encima de todo principado, potestad y dominación, roguemos al Señor.
- Consuela a los que sufren en este valle de dolor, para que se sientan confortados con la eficacia de tu fuerza poderosa, roguemos al Señor.
- Ilumina los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llamas, y la riqueza de gloria que nos da en herencia, roguemos al Señor.
- Al Papa N, vicario de Cristo en la tierra, concédele fortaleza, prudencia y caridad en el servicio a la Iglesia universal, roguemos al Señor.
- A nuestros jóvenes, llénalos de sabiduría y fortaleza para que puedan escuchar tu voz, llamándolo a la vida religiosa y sacerdotal, roguemos al Señor.
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 100)
Hoy nuestra oración, Padre, se une a la oración de Jesús
En la despedida de los suyos, sentado a la mesa de la cena:
Haz que te conozcamos a ti, nuestro único Dios verdadero,
Y a tu envidado Jesucristo, que nos manifestó tu nombre de Padre.
Queremos que fructifiquen en nosotros y en nuestra conducta
Las palabras de vida que Cristo nos comunicó como amigos suyos.
Padre, somos tuyos y no del mundo; te pertenecemos para siempre.
Que nuestra vida glorifique tu nombre ante los demás,
Para que transparentemos un poco la imagen de tu Hijo, Cristo.
Manténnos siempre en oración con Jesús y en diálogo contigo,
Para que vivamos conscientemente nuestra condición filial
Amén.
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Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
Nota: en este servicio podrá aparecer publicidad. Queremos aclarar que no está bajo nuestra responsabilidad, gracias a esos anuncios, este mensaje te llega gratuitamente.
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Moniciones: Ascensión del Señor ciclo A
28 de Mayo, 2011, 22:15
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo de Pascua – Ciclo A
Ascención del Señor
Monición de entrada
Muy buenas (noches, días, tardes): hoy celebramos, queridos hermanos, el Misterio de la Ascensión del Señor. Porque Cristo Jesús bajó a la realidad de nuestro mundo, al dolor de la muerte, por eso subió, por la resurrección, a la gloria del Padre. La Ascensión es la total exaltación. De las lecturas que hoy escucharemos podemos sacar estas dos conclusiones: primera, Cristo Resucitado, es constituido por el Padre, Señor del universo, cabeza de la humanidad y de la Iglesia, que es su cuerpo y plenitud; segunda, el envío misionero, que Cristo transmite a la comunidad: “vayan y hagan discípulos…”. Este sigue siendo el mandato de Jesús para nosotros hoy.
Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 1, 1-11 (Jesús se elevó de ellos)
En el mismo punto final que Lucas pone a su narración del Evangelio comienza su segundo libro: Hechos de los Apóstoles. El tema es éste: “la Ascensión del Señor al cielo”. Lo importante de este misterio es su significado: la glorificación de Jesús que vuelve al Padre constituido Señor de todos.
Segunda lectura: Carta de San Pablo a los Efesios 1, 17-23 (El Padre lo sentó a su derecha)
El apóstol san Pablo, escribiéndoles a los efesios, mensaje válido para nosotros hoy, nos pide que sepamos comprender la soberanía de Dios que resucitó a Cristo, lo sentó a su derecha y lo constituyó Señor del universo y de la historia y cabeza de la Iglesia, Señor de todos.
Tercera lectura: Mateo 28, 16-20(Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra)
En la Buena Noticia, san Mateo nos presenta a los apóstoles postrados ante el Señor, aunque algunos titubeaban, éstos reconocen a Cristo como Señor con poder sobre el cielo y sobre la tierra, haciéndoles un envío a anunciar la Buena Nueva, asegurándoles su permanente presencia.
Oración Universal:
A cada invocación, respondan, por favor: “Señor, llénanos con tu sabiduría para encontrar el camino”
- Asiste a la Iglesia, a la que encomendaste la misión de proseguir el anuncio del Evangelio, hasta que vuelvas, roguemos al Señor.
- Inspira a los que gobiernan las naciones sentimientos de paz y de justicia, tú que estás por encima de todo principado, potestad y dominación, roguemos al Señor.
- Consuela a los que sufren en este valle de dolor, para que se sientan confortados con la eficacia de tu fuerza poderosa, roguemos al Señor.
- Ilumina los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llamas, y la riqueza de gloria que nos das en herencia, roguemos al Señor.
- Al Papa, Benedicto, vicario de Cristo en la tierra, concédele fortaleza, prudencia y caridad en el servicio a la Iglesia universal, roguemos al Señor.
- A nuestros jóvenes, llénalos de sabiduría y fortaleza para que puedan escuchar tu voz, llamándolos a la vida religiosa y sacerdotal, roguemos al Señor.
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 97)
Hoy nuestro corazón salta de júbilo, Dios Padre nuestro,
Por la glorificación de tu Hijo y nuestro hermano, Cristo Jesús.
Él vive, Él es el Señor con pleno poder en cielo y tierra.
En verdad, ¡suyo es el reino, el poder y la gloria por siempre!
Danos, Señor, espíritu de sabiduría para conocerlo.
Ilumina los ojos de nuestro corazón para que comprendamos
Cuál es la esperanza a la que nos llama en Cristo Resucitado
Y cuál la riqueza de gloria que tú das a tus elegidos.
Mientras tanto, queremos cumplir la tarea que Él nos confió:
Anunciar a todos la buena nueva de tu amor y de tu salvación.
Danos la luz y la fuerza de tu Espíritu para esta misión.
Amén.
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Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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En camino: VII Domingo de Pascua Ciclo A
28 de Mayo, 2011, 22:03
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EN CAMINO
Séptimo Domingo de Pascua, ciclo “A”.
Autor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: Hch 1,12-14
- Sal 46, 2-3. 6-927(26)
- 2da lect.: 1Pe 4,13-16
- Evangelio: Jn 17,1-11a
"Constitución de la comunidad"
El presente relato que leemos hoy lo presenta Lucas, el autor de los Hechos de los Apóstoles, después del relato de la ascensión del Señor. Notemos que el grupo de discípulos y discípulas sigue dentro de las normas judías. Jesús resucitado se les reveló fuera de Jerusalén y su significado religioso, pero luego ellos volvieron a ella. El texto hace énfasis en que el camino que recorrieron desde el monte de los Olivos hasta Jerusalén fue lo estrictamente permitido: caminar el día sábado, lo que indica lo difícil que fue tomar distancia de la institucionalidad judía.
Según Pablo Richard, la reunión la realizaron posiblemente cerca del templo, en el segundo piso de una casa. Este detalle se puede tomar como un retroceso de la comunidad con respecto a Jesús, pero también como un reto por el testimonio que debían dar ante la institucionalidad judía, como en efecto lo hicieron más tarde.
Un detalle que vale la pena resaltar es el de las personas que se reunieron para la constitución de primera comunidad. Se trata de los once clásicos discípulos, un grupo de mujeres discípulas, incluida María la madre de Jesús y sus hermanos. No vamos a entrar en discusión sobre si eran hermanos de sangre, hermanos de comunidad o simples parientes, porque eso no es lo más importante. Resaltamos que aquí los hermanos de Jesús no aparecen en contraposición a Él como los presenta Marcos, porque ellos creían que no estaba en sus cabales (Mc 3,20-21.31-35), o como los presenta Juan que ni siquiera ellos creían en él (Jn 7,1-10). Lucas los presenta en la misma tónica de los demás discípulos. Es más, Santiago, uno de los hermanos de Jesús, jugó un papel muy influyente en la comunidad de Jerusalén, después de Pedro. (Hch 12,17; 15,13; 21,18).
Se trata de una comunidad mixta con teologías y estrategias distintas, pero reunidos y perseverando en oración. No obstante las diferencias ideológicas y prácticas entre este grupo, tuvieron la humildad, tolerancia y agudeza con la causa de Jesús para reunirse y perseverar en la oración con un mismo espíritu.
En estos tiempos de convulsión y de cambios, de crisis en nuestras iglesias, familias y comunidades; en estos tiempos en los que muchos reclaman cambios estructurales en la Iglesia y en nuestras sociedades, vale la pena aprender de esta primigenia comunidad fundacional. Aquí encontramos mujeres y hombres, los once apóstoles y los demás. La experiencia y el testimonio de esta comunidad debe iluminar las nuestras para que nosotros también, no obstante nuestras diferencias, perseveremos unidos en la oración y en un mismo espíritu: el de Jesús que murió y resucitó para dar vida al mundo.
La oración de Jesús
El fragmento del Cuarto Evangelista que leemos hoy es la primera parte de la conocida oración de Jesús por su pueblo que abarca todo el capítulo 17. La oración empieza con el tema de “la hora de Jesús”. En algunos textos, especialmente del Cuarto Evangelista, se habla de que todavía no había llegado la hora de Jesús: En las bodas de Caná, Jesús le dice a María, su mamá, que todavía no había llegado su hora (Jn 2,1ss). En otro texto Jesús explica que muchos hermanos suyos no habían creído en Él porque todavía no había llegado su hora (Jn 7,5-6). En otra ocasión, cuando quisieron apedrearlo, nadie le puso las manos porque todavía no había llegado su hora (Jn 7,30). Ya en el relato del lavatorio de los pies se dice que Jesús sabía que había llegado su hora (Jn 13,1ss), y aquí en su oración al Padre por sus discípulos dice claramente: “Padre, llegó la hora: glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique” (Jn 17,1).
Hemos hablado ya muchas veces de que Dios no mandó a su hijo para que lo mataran y de esta manera saciar su sed de venganza por los innumerables pecados de los hombres. Sabemos que la muerte de Jesús es consecuencia de su compromiso por el Reino. La muerte, para el Cuarto Evangelista, no es una derrota sino un triunfo porque allí se manifiesta la máxima expresión del amor (Jn 15,13), porque Él selló con su sangre la fidelidad hacia la causa de una vida nueva para la humanidad; porque aunque aparentemente lo vencieron, fue Él quien venció al mundo. (Jn 16,33), pues no dejó contaminar su corazón con las ansias de poder y de dominio sino que se mantuvo fiel al proyecto salvador de Dios, su Padre.
La gloria de Dios se manifiesta en la forma como vivió su hijo, siempre en una actitud de servicio. La gloria de Dios se manifiesta no en la forma como maltratan a su hijo sino en la forma digna como Él asumió su vida, pasión y muerte.
Lo oferta de Jesús para la humanidad es la vida eterna. Pero veamos que la vida eterna no es necesariamente del más allá, sino que es algo concreto y cercano que consiste en conocer a Dios y a Jesús. “Tú le diste poder sobre todos los hombres, para que él dé la vida eterna a todos los que tú le confiaste. Esta es la vida eterna: que te conozcan, a ti, único Dios verdadero, y a quien enviaste, Jesucristo.” (Jn 17,2-3).
Durante mucho tiempo la Iglesia insistió en la vida eterna como algo del más allá y se olvidó completamente de la vida real y concreta. Al punto de que muchas personas piensan que la Iglesia, y en general el cristianismo, es algo que debe archivarse en los anaqueles de la premodernidad. Hoy como Iglesia hemos cambiado, pero todavía en muchos grupos, se sigue haciendo un énfasis exclusivo en el ganar el cielo. Una oración muy utilizada por algunos de estos grupos despistados es la siguiente: “Oh Jesús mío perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia”. ¿Le vamos a seguir dando la razón a quienes piensan que debemos ser tan sólo una pieza de museo?
Vale la pena preguntarnos si nosotros participamos de la gloria de Jesús, si conocemos al Padre por medio de Jesús, su Hijo. Llegaremos a este conocimiento cuando vivamos como Él vivió y amemos como Jesús amó. Cuando nos comprometamos con el pobre como Él lo hizo y trabajemos por la justicia, la verdad y la paz como Él trabajó.
¿De parte de quién estamos? ¿De parte del mundo que representa el proyecto del mal, o de parte de Jesús que representa el proyecto de Dios para la humanidad? Jesús no ruega por el mundo sino por los discípulos, de ayer y de hoy, que representan el lugar por excelencia donde él manifiesta su gloria. ¿Somos parte de ese grupo? Ojalá que sí. Es grandioso hacer parte del grupo de Jesús y saber que somos continuadores de su obra salvadora, pero también es una gran responsabilidad, pues dependiendo de nuestro testimonio de vida, los demás podrán ver y reconocer la gloria de Jesús.
[1] RICHARD Pablo, El movimiento de Jesús, después de su resurrección y antes de la Iglesia, una interpretación liberadora de los Hechos de los Apóstoles. Verbo divino y otras, Colección Biblia 71. Quito 2001. Pag. 31s
[2] Según Pablo Richard (Op Cit. 33), la frase “perseveraban en oración con un mismo espíritu”, es un término redaccional de Lucas que nos hace sospechar una realidad histórica diferente.
Preguntas, comentarios a: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R.
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
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En camino: Ascensión del Señor Ciclo A
28 de Mayo, 2011, 21:57
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EN CAMINO
Fiesta de la Ascensión, ciclo “A”.
Autor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: Hch 1, 1-11
- Sal 46, 2-3. 6-9
- 2da lect.: Ef 1, 17-23
- Evangelio: Mt 28,16-20
Glorificado
El piloto y cosmonauta ruso Yuri Alexéievich Gagarin, primer ser humano que viajó al espacio, el 12 de abril de 1961, a bordo de la nave Vostok 1, comentaba que no había visto a Dios por ninguna parte durante su vuelo. Podemos pensar, erradamente, que la ascensión de Jesús fue subir literalmente hacia el cielo, por la creencia de que Dios está allá arriba en algún lugar, sentado en su trono rodeado de ángeles. Así nos lo han mostrado las representaciones artísticas, las películas, muchas predicaciones fantasiosas y la creencia popular.
Ubicándonos en el mundo antiguo, la ascensión era una forma narrativa de la época para realzar el fin glorioso de un gran hombre. Dichas narraciones tenían el siguiente esquema: 1) Se describe una escena con espectadores. 2) El personaje famoso dirige sus últimas palabras al pueblo, a sus amigos o a sus discípulos. 3) Es arrebatado al cielo. La narración de Lucas, no es la única. Tito Livio, historiador, presenta a Rómulo, primer rey de Roma, ascendido en una nube y venerado posteriormente como dios. De igual manera es presentada la ascensión de Heracles, Empédocles, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. En la literatura bíblica encontramos a Elías (2Re 2,1-18), así como una breve referencia a Henoc (Gen 5, 24).
Entonces ¿la narración de Lucas fue un invento y debemos archivarla? ¡No! Lo que narró Lucas no fue una verdad histórica sino una verdad teológica. Con el relato de la ascensión él quiso decir que Jesús había sido glorificado. La resurrección y la ascensión son un mismo acontecimiento narrado en distintos tiempos y con distintos matices para dar una enseñanza de manera pedagógica. Toda esa historia fantástica, propia del mundo antiguo, quiere indicarnos que a Jesús, el condenado y asesinado en la cruz, Dios lo resucitó, puso todo bajo sus pies y le dio la primicia absoluta, haciéndolo cabeza de la Iglesia, como dice la segunda lectura. A ese hombre que no quiso ser Dios, que no quiso ser rey y que comprendió que no había venido a este mundo para ser servido sino para servir, Dios lo había exaltado como Señor de la nueva creación y cabeza de la nueva humanidad.
En este sentido, el cielo no es un lugar al que iremos si nos portamos bien, sino una situación en la que seremos transformados si nos abrimos a la gracia y al amor de Dios. Con la ascensión no se dice que se haya anticipado a la ciencia moderna y hubiera emprendido un viaje hacia el espacio. Él subió al cielo, quiere decir, que está en Dios, triunfante, glorificado. La nube que lo cubre no es un signo meteorológico, es el signo de la presencia de Dios (Ex 25,15; 1Re 8,10; Mc 9,7).
¿Jesús ascendió y está sentado a la derecha de Dios? ¡Claro que sí! Está en Dios, en la gloria del Padre porque cumplió a cabalidad su voluntad salvífica (Mc 16,19). Él está allá, ahora nos toca a nosotros continuar su obra. Leemos este relato no sólo para contemplarlo y menos para quedarnos en discusiones triviales, sino para animarnos continuar su obra salvadora. Una y otra vez se ha repetido: éste es el tiempo de la Iglesia, ahora es nuestro turno como discípulos y misioneros. Éste es el tiempo de la Iglesia. ¿Qué hacen ahí parados mirando al cielo? le reclamaron los personajes a los apóstoles en Galilea. ¿Qué hacemos como cristianos y como Iglesia ante los acontecimientos de nuestra ciudad, de nuestro país, de nuestra aldea global? Cuidado con quedarnos parados mirando al cielo, cuidado con convertir la iglesia, comunidad de amor, en una institución anquilosada, anacrónica, cerrada a los signos de los tiempos y en pieza de museo. Cuidado con convertir el Evangelio y su punzante aguijón en un analgésico.
Esto no es tarea fácil y nos podemos desviar de camino. Por eso, necesitamos el espíritu de la sabiduría y la revelación, la luz en el corazón, la riqueza y el esplendor del amor de Dios para conocer cada vez más sus caminos (Ef 1,17-18 – 2da lect.).
Y como no somos capaces por nuestras propias fuerzas, contamos nada menos que con la fuerza de Dios. Se trata, como dice Pablo (Ef 1,19-21) del mismo poder y de la misma fuerza que Él desplegó al resucitar a Cristo de entre los muertos y darle asiento a su derecha en el cielo, por encima de todos los tronos y grandezas, poderes y autoridades, y de todos los seres en este mundo o en el otro. Esa es una poderosa razón para mantener viva la esperanza en la construcción de una humanidad nueva. Esa es una poderosa razón para comprometernos como Iglesia en la Causa de Jesús.
En el Evangelio encontramos una teofanía (manifestación de Dios) del resucitado en una montaña. Como la montaña de la tentación del poder (Mt 4,8), la montaña de las bienaventuranzas (Mt 5,1ss), o la montaña de la transfiguración (Mt 17,1ss). La actitud de los discípulos ante Jesús glorificado no fue la misma: unos se postraron, es decir, le creyeron y pusieron toda su confianza en Él, y otros dudaron.
El mensaje del Evangelio es muy concreto y diciente: a Jesús, quien rechazó la tentación del poder y llevó una vida pobre en el espíritu, le ha sido entregado todo poder en el cielo y en la tierra. En medio de un mundo que exalta a los hombres exitosos sin importar que estos hayan depuesto la dignidad de muchos seres humanos por exaltar sus bajos instintos de poder, el Evangelio presenta como paradigma a Jesús muerto y glorificado, el único que tiene verdadero poder en el cielo y en la tierra.
Inmediatamente viene el envío misionero de Jesús a sus discípulos en un monte de la mal vista y despreciada Galilea de los gentiles. Él sabe para qué es la autoridad. El pleno poder que Dios le ha dado a Jesús lo emplea no para vanagloriarse sino para enviar a sus discípulos a todos los pueblos con una misión muy concreta: bautizarlos, es decir, incorporarlos a una comunidad discipular, y enseñarles a guardar todo los que él ha mandado. El envío misionero viene acompañado de una promesa muy alentadora: “Yo estoy siempre con ustedes hasta el fin de los tiempos.” (Mt 28,20). Él no nos prometió la ausencia de problemas y la paz perpetua, es más, muchas veces insistió en la necesidad de asumir la cruz. Pero sí nos prometió su presencia hasta el fin de los tiempos, es decir, hasta la victoria final, hasta que en Cristo todas las cosas lleguen a su plenitud.
Oración
Padre y Madre Dios, te bendecimos porque hoy de nuevo nos das la oportunidad de abrirnos a ti con confianza. Te damos gracias porque nos permites abrazarte y dejarnos abrazar por esa fuerza primigenia de amor, de ternura, de alegría y de esperanza, que nos hará sentir hijos. Gracias por nuestra historia de salvación, por tu mano generosa que la conduce y por tantos hermanos y hermanas con quienes compartimos cada día esta buena noticia. Gracias especialmente por tu Hijo Jesucristo, el hermano mayor de nuestra familia, a quien resucitaste de entre los muertos y está glorificado en ti.
Te pedimos que nos ayudes a vivir con la grandeza humana que vivió Jesús. A asumir la misión que él nos ha encomendado: la continuación de su obra salvadora. Te entregamos todo lo que vivimos hoy: nuestra realidad personal, familiar, comunitaria, social, eclesial… todo lo ponemos en tus manos. Tú conoces nuestras inquietudes, nuestros problemas, nuestros obstáculos, nuestros conflictos… tú conoces nuestros sueños, nuestros ideales, nuestras ilusiones, nuestras alegrías, todo… Todo lo presentamos con fe. Nos abrimos a esa gracia, a esa fuerza, a esa energía maravillosa que procede de ti, ese poder, el mismo que desplegaste para resucitar a tu Hijo de entre los muertos y que ahora lo despliegas a favor nuestro, los creyentes.
Ahora nos disponemos a trabajar con gozo por tu obra salvadora. Nos disponemos a seguir con alegría tu plan de salvación, a vivir el bautismo, y a incorporar a otras personas para que experimente vida en nuestras comunidades. Cuenta con nosotros, contamos contigo y con la presencia constante de Jesús nuestro hermano mayor y del Espíritu, hasta el final de los tiempos, hasta la plenitud… amén.
Preguntas, comentarios a: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R.
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Moniciones: VI Domingo de PASCUA Ciclo A
22 de Mayo, 2011, 17:22
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Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo de Pascua – Ciclo A
VI Domingo: La Iglesia, comunidad del Espíritu
Monición de entrada
Muy buenas (noches, días, tardes): queridos hermanos, sean todos bienvenidos a esta, nuestra comunidad, a ese encuentro de los convocados por el Señor. Hoy veremos cómo la Iglesia naciente se va expandiendo, porque el diácono Felipe bajó a la ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. Predicaba a Cristo crucificado, porque esta era la predicación de los apóstoles, la cual repetían una y otra vez: "Aquel Jesús a quien ustedes mataron, Dios lo ha resucitado y nosotros somos testigos". También nosotros, al igual que Felipe estamos llamados a predicar a Cristo resucitado.
Primera lectura: Hechos 8, 5-8. 14-17 (Les imponían las manos y recibían el Espíritu)
Esta lectura es de capital importancia para nosotros, porque nos trae el testimonio de los dos primeros sacramentos de la iniciación cristiana: el bautismo y la confirmación. El diácono Felipe evangeliza y bautiza; Pedro y Juan los confirman con la efusión del Espíritu, mediante la imposición de manos.
Segunda lectura: I Pedro 3,15-18 (Cristo murió, pero volvió a la vida por el Espíritu)
La resurrección es de ayer y es de hoy para hoy. Eso parece ser lo que san Pedro nos quiere decir en su primera carta, de donde está tomada la segunda lectura de hoy, cuando nos pide que glorifiquemos en nuestros corazones a Cristo Señor y que estemos siempre dispuestos para dar razón de nuestra esperanza.
Tercera lectura: Juan 14,15-21 (Yo le pediré al Padre que les dé otro defensor)
En el texto evangélico de este sexto Domingo de Pascua, hay dos situaciones que forman parte del don pascual. Primero, el envío del Espíritu Santo, como don de Cristo y del Padre; y segundo, el retorno de Jesús, quien nos enviará el Espíritu Santo prometido. Será la presencia del mismo Jesús entre nosotros, después de su retorno al Padre.
Oración universal
A cada invocación, respondan, por favor: "Ilumínanos, Señor, con la claridad de tu Cristo"
- Para que el Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, promueva en la Iglesia y en nuestra parroquia comunidades deseosas de profundizar en la fe, roguemos al Señor.
- En algunos lugares los cristianos sufren persecución y difamación, para que el Espíritu Santo, el Defensor, los fortalezca en la prueba, cuando tengan que dar razón de su esperanza, roguemos al Señor.
- Para que el Espíritu Santo, el Espíritu de la unidad, promueva en el mundo el sentido de la solidaridad, roguemos al Señor.
- Para que el Espíritu Santo, que recibimos en la confirmación, permanezca con nosotros y nos haga profetas de Cristo con la palabra y el testimonio de vida, roguemos al Señor.
- Para que surjan entre nosotros y en todo el mundo las vocaciones al sacerdocio ministerial y a la vida religiosa, roguemos al Señor.
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 94)
Hoy nos alegramos, Padre, con el gozo del Espíritu
que resucitó a tu Hijo Jesús de la muerte y del sepulcro.
Cristo murió víctima de la injusticia, pero tú has rubricado
la autenticidad de su vida y persona, conducta y doctrina.
Has revisado su proceso y por el Espíritu lo has rehabilitado,
dándole el nombre más excelso y constituyéndolo Señor de todo.
Su resurrección fundamenta la esperanza de la nuestra.
Por eso podemos repetir con el salmista a boca llena:
Yo no he de morir, yo viviré para contar las hazañas del Señor.
Ayúdanos, Señor, a mantenernos siempre fieles a tu voluntad
y prontos para dar a todos razón de nuestra esperanza.
Amén.
Formato para imprimir
Preguntas, comentarios y agradecimiento a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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En camino: VI Domingo de Pascua Ciclo A
22 de Mayo, 2011, 17:04
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EN CAMINO
VI Domingo Pascua, ciclo “A”.
Autor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- 1ra lect.: Hch 8,5-8,14-17
- Sal 65, 1-7.16-20
- 2da lect.: 1P 3,15-18
- Evangelio: Jn 14,15-21
Misión evangelizadora
La Iglesia es misionera o no es Iglesia, dijo el papa Pablo VI en la conocida Carta Encíclica, Evangeli Nuntiandi (El anuncio del Evangelio). En el fragmento de los Hechos de Apóstoles que leemos hoy vemos al apóstol Felipe en misión evangelizadora. Viéndolo en su contexto, parecería disonante que un judeocristiano como Felipe, se arriesgara a entrar en tierra de samaritanos a compartir su fe. Sabemos que judíos y samaritanos tenían una histórica rivalidad que los había llevado a maltratarse con fuertes agresiones y a guardar odios dañidos de parte y parte.
Por obra y gracia del Espíritu Santo, y por el noble y sabio servicio del apóstol Felipe, la predicación de la Buena Noticia dio muchos frutos. El anuncio respetuoso del Evangelio y los frutos vistos en la comundiad de Samaría, son señal de que el Espíritu del Señor estaba con ellos.
En este tiempo hay una fuerte y necesaria discertación acerca de la misión evangelizadora en las Iglesias cristianas. Le debemos mucho a los misioneros y misioneras que vinieron a estas tierras a anunciar la Buena Noticia. Es admirable ver cómo muchas personas se desprenden de su familia, de su país, de su cultura y se internan en las comunidades indígenas de Latinoamérica y el Caribe, en el África, Asia y Oceanía. Pero también es cuestinante la estrategia de muchas misiones y la forma como ha sido utilizada la religión para fundamentar invasiones, zaqueos, destrución de pueblos y colonizaciones.
La humandiad ha sido testigo silente de choques culturales en los que la cultura más debil desde el punto de vista bélico, siempre ha llevado las de perder. Para no ir tan lejos, basta ver cómo nuestros pueblos latinoamericanos fueron arrazados y esclavizados por la arrogante cultura europea, con una sed insaciable de oro, poder y dominio, todo ello apoyados con el “Derecho Divino” y el sofisma de anunciar el evangelio a estos salvajes. La colonización en Norte América fue más destructora para los nativos porque los colonos ingleses se establecieron con sus familia y lo único que buscaban era acabar como fuera a los “salvajes indios”, para quedarse con lo único valioso que ellos tenían: la tierra.
La espada y la cruz fueron cómplices de muchos vejámenes a la humanidad. “Antes de la misión, nosotros teníamos las tierras y ellos tenían la Biblia. Ahora nosotros tenemos la Biblia y ellos se quedaron con nuestras tierras”. Decía un poblador Africano, quien se lamentaba la forma como los europeos dominaron su pueblo.
Afortunadamente como Iglesia algo hemos avanzado, pero todavía nos falta. Hablamos mucho de ecumenismo y diálogo interreligioso; pero si partimos de la premisa de que nosotros tenemos la razón y los demás están equivocados, dudo de que podamos dialogar. Si seguimos afirmando que nosotros somos la verdadera iglesia y las demás son tan sólo un intento de comunidades cristianas llamadas a volver al auténtico seno, que el único camino para llegar a Dios es el nuestro y en las demás religiones hay tan sólo primitivos vestigios de religiosidad… entonces, ¿podremos entablar un diálogo abierto para comunicar experiencias de salvación y aunar esfuerzos para construir un mundo mejor? Pongámonos en los zapatos de los otros: ¿Será que podemos dialogar cuando sabemos que la única solución es aceptar que estamos absolutamente equivocados?
Nos dice el fragmento de los Hechos que el gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe y la ciudad se llenó de alegría.. A pesar de ser enemigos declarados, la presencia y la predicación del judeocristiano Felipe en Samaría, fue causa de gran alegría. La humandidad vieja nos ha enseñado que en el mundo hay ganadores y perdedores y que tenemos que competir, luchar contra otros, dejar a un lado a muchos rivales y engañar, si es necesario y para ser ganadores, para tener éxito, para estar arriba. Tenemos que hacer un nuevo ejercicio para aprender a ganar, sin llevarnos a nadie por los cuernos, sin perdedores, sin vencidos. Un nuevo juego de la pirinola: todos ponen, todos toman, todos ganan. Nuestra lucha no ha de ser contra personas específicamente, sino contra la vieja humandiad que habita en todos. Al única perdedora será la infelicidad, la mediocridad y la muerte.
¿Entonces no vamos a comunicar nuestra experiencia de fe a otros pueblos, a otras culturas? ¡Claro que sí vamos a comunicar nuestra experiencia de salvación! Debemos dar razón de nuestra esperanza, escribió Pedro en la segunda lectura (1P 3,15-18). En medio de las crisis más profundas por las que puede pasar la humanidad, de las injusticias y las opresiones, tenemos que dar testimonio al porqué creemos, por qué vivimos en esperanza, por qué nos empeñamos en confiar en la misericordia y en la voluntad salvífica de Dios. Porque el amor se manifestó en Jesucristo quien murió, resucitó y sigue dando vida al mundo. Porque somos testigos de la forma como Jesucristo transforma radicalmente la vida de las personas y de las comunidades. Porque aunque hemos experimentado sufrimientos, como todos los seres humanos, también hemos disfrutado las mieles de una vida nueva conducida por e Espíritu Santo por cuyo poder fue resucitado Jesucristo de entre los muertos.
Todos tenemos que ser misioneros y anunciar convencidos la razón de nuestra esperanza. En nuestras casas, en nuestros trabajos, aquí, allá, en la Cochinchina o en la Patagonia. Que otras personas tengan la posibilidad de conocer a Jesús y seguir sus pasos, pero no podemos hacer proselitismo desprestigiando las demás experiencias religiosas, ni imponer nada a nadie. Dar razón de nuestra esperanza, como dijo Pedro: con mansendumbre, respeto y buena conciencia.
El Paráclito:
El fragmento del Cuarto Evangelista (o Evangelio según san Juan) que leemos hoy, manifiesta en primera medida en qué consiste el amor a Jesús. “Si me aman, guardarán mis mandamientos”. No se pide esto porque Él hubiera dado otra serie de mandamientos aparte de los contenidos en la ley mosáica, o porque impulsara el legalismo judío. Para Jesús no hay más mandamiento que el amor a Dios, a uno mismo y al prójimo. Amamos a Jesús, somos sus seguidores en la medida que despleguemos todo nuestro amor tal como él lo hizo.
El Evangelio que leímos hace ocho días terminaba invitando a hacer las obras de Jesús: “Les aseguro que el que cree en mí, también hará las obras que hago yo, y las hará aún más grandes. Pues yo me voy al Padre.” (Jn 14,12). Jesús ya hizo su obra, esta es la hora nuestra, esta es la hora de la Iglesia. Ahora nos corresponde a nosotros continuar con su obra.
Pero continuar la obra de Jesús, amar como Él amó no es tarea fácil para nuestra humanidad limitada y tendiente a la currupción. Para ser continuadores de su misión necesitamos la misma dinámica y fuerza salvadora que lo impulsó a Él: el Paráclito, el Espíritu de la verdad, el Espíritu Santo. La palabra paráclito viene del verbo griego parakalein, que significa el llamado para ayudar, acompañar, aconsejar. Es el abogado, el intercesor, el consolador.
Jesús realizó la obra del Padre y la comundiad cristiana está llamada a continaur la esa misión salvadora, la cual realizará sólo con la ayuda del Paráclito, que es enviado por Jesús, de parte del Padre (Jn 15,26 y 16,7). Con la fuerza del Paráclito la comundiad cristiana dara testimonio de Jesús (Jn 15,26) y será conducida a la verdad plena (Jn 16,13).
Al dar testimonio de Jesús resucitado, la piedra desachada por los arquitectos, convertida en piedra angular, necesariamente la comundiad entrará en conflicto con el mundo. Al dejarse conducir por el Paráclito a la verdad plena (verdad que sin lugar a dudas la encontrará en Jesús), la comundiad cristiana descubrirá la falsedad del mundo (Jn 16,7-10). Por esto, como afirma Josep Oriol Tuñí, la comundiad que se deja guiar por el Paráclito entrará en conflicto con el mundo: “En este contexto, el Paráclito ha de chocar con la oposición del mundo, que continúa el proceso contra Jesús (si a mí me han perseguido, también los perseguirán a ustedes: (Jn 15,20) y su tarea fundamental será dar testimonio de Jesús mediante el testimonio de los discípulos (Jn 15,26-27). La oposición que encontró Jesús la enontrarán también el Paráclito y los discípulos ”
Vale aclarar que en éste fragmento que leemos del Cuato Evangelista, el término mundo tiene una connotación negativa. Aquí el mundo es todo lo opuesto al proyecto de Jesús, el mundo del egoísmo, del afán de dinero y poder, de la injusticia y la opresión. Es todo el sistema corrupto que atenta contra la vida, la libertad, la dignidad y los demás derechos de las personas.
Por eso dice el texto que el mundo no conoce al Paráclito; porque sólo entiende el lenguaje del poder y de los miedos humanos, a veces camuflados de gradeza. El mundo no entiende el lenguje de la defensa del pobre; no sabe qué es eso de ponerse junto al necesitado para caminar con él, para defenderlo y para dejarnos conducir a la verdad plena.
Si caminamos con Jesús, si asumimos su proyecto y lo continuamos, comprenderemos este lenguaje que el mundo no conoce y que combate porque descubre su falcedad. El Paráclito será nuestro guía, nuestro consejero, nuestro defensor; y nos ayudará a descubrir la realidad de Jesús y la equivocación del mundo. Frente a la aparente victoria del príncipe de este mundo, comprenderemos en carne propia la victoria de Jesús y su causa salvadora.
Oración
Señor Jesús te bendecimos, te alabamos, te ensalsamos, te damos gracias. Para ti sea la gloria, el honor, el reconocimiento, la bendición, porque tú eres la expresión más patente del amor misericoridioso de Dios, Padre y Madre. A ti nos unimos con fe, con confianza, con deseos sinceros de ser continuadores de tu obra salvadora a favor de toda la humanidad.
Nos disponemos a ser evangelizadores con toda la Iglesia, con todas las Iglesias, con todos los hombres y mujeres que creen en ti y en ti han encontrado salvación y vida eterna. Te damos gracias por tantos evangelizadores y evangelizadoras que nos han comunicado tu Palabra, tu Espíritu, tu proyecto, en medio de los errores propios de su época, de las comprensiones, de las mentalidades que hoy ya estamos superando. Te pedimos que nos purifiques, que nos libres de todo tipo de fundamentalismo para anunciarte con vigor, con pasión, con fuerza, con energía, pero también con humildad, con sencillez de corazón y con generosidad de espíritu.
Pedimos que tu Espíritu Paráclito siempre nos acompañe. Porque como seres humanos somos débiles, a veces fallamos, nos desanimamos, nos podemos equivocar de camino, podemos desviar la sagrada misión que nos encomientas. Contamos con el Parácito para que nuestras opciones, nuestra lucha, nuestra entrega, nuestra causa, sea la tuya. Contamos contigo, contamos con el Paráclito, cuenta con nosotros. Estamos en camino contigo, hasta el final de los tiempos… Amén.
Preguntas, comentarios a: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R.
Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
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Moniciones: V Domingo de PASCUA
15 de Mayo, 2011, 18:28
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Moniciones para a Misa
Autor: P. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
Tiempo de Pascua – Ciclo A
V Domingo: Corresponsabilidad eclesial
Monición de entrada
Muy buenos (noches, días, tardes): la Palabra de Dios que escucharemos en la Eucaristía de hoy viene a diseñarnos la comunidad cristiana como un cuerpo vivo, que se organiza. Sus miembros van asumiendo diversas responsabilidades; como un pueblo sacerdotal, cuyos miembros son piedras vivas del edificio eclesial, que tiene como columna principal a Cristo Resucitado y como un grupo unido que camina hacia Dios al ritmo de la historia bajo la guía de Cristo que es el Camino, la Verdad y la Vida.
Primera lectura: Hechos 6,1-7 (Eligieron a siete hombres llenos de Espíritu Santo)
En los domingos anteriores, Lucas ha venido presentándonos la imagen y las características de la primitiva comunidad cristiana. Hoy nos presenta un naciente proceso de organización eclesial y una distribución de responsabilidades, ya que va creciendo el grupo de fe.
Segunda lectura: I Pedro 2, 4-9 (Ustedes son una raza elegida, un sacerdocio real)
En la primera lectura vimos cómo la Iglesia naciente se va estructurando. En la segunda, el apóstol Pedro nos recuerda que la comunidad está fundamentada sobre la piedra angular que es Cristo y que Pedro presenta como la “piedra viva”. También nosotros estamos llamados a ser piedras vivas en la edificación de la comunidad.
Tercera lectura: Juan 14, 1-12 (Yo soy el camino, y la verdad, y la vida)
¿Cómo podemos saber el camino? Es la pregunta de Felipe a Jesús, en el texto evangélico de hoy y puede ser la misma pregunta de nosotros. Jesús le responde a Felipe y a nosotros con dos respuestas para la historia; la primera: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” y la segunda: “Quien me conoce a mí, conoce al Padre”. Jesús es la verdad y la vida, porque es el camino hacia el Padre, que es la Vida. De pie, por favor, para entonar el Aleluya.
Oración universal
A cada invocación, respondan, por favor: “Señor, Jesús has de mi una piedra viva”
- Por la Iglesia, por las iglesias locales y por todas las comunidades cristianas; para que alcancen la madurez en la fe, oremos.
- Por el Papa N., para que el Espíritu Santo lo asista con su fuerza y con su gracia y pueda conducir la barca de Pedro por senderos seguros, oremos.
- Por todos los que desempeñan en la Iglesia el ministerio pastoral de la palabra y de la acción caritativa; para que el Espíritu de Dios los llene de sabiduría, oremos.
- Por los que buscan a Dios en el fondo de su corazón; para que descubran en Cristo; camino, verdad y vida, la imagen viva del Padre, oremos.
- Por los enfermos, los sin techo, los emigrantes, los que sufren los espantos de la guerra o cualquier otra forma de dolor, para que encuentren en el Señor resucitado su fortaleza, oremos.
- Por cada uno de nosotros, los aquí reunidos; para que encontremos en Cristo el camino, que conduce al Padre y seamos piedras vivas para construir la comunidad, oremos.
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 91)
Te bendecimos, Padre, porque mediante el bautismo en Cristo
nos has hecho miembros vivos de tu pueblo, la Iglesia.
Ésta no es una masa amorfa y acéfala, sino un pueblo organizado
en el servicio de la palabra, de los sacramentos y de la caridad.
Gracias, Señor, porque cuentas con nuestra pequeñez
y quieres necesitar nuestra inteligencia y nuestro corazón,
nuestras manos, nuestros labios, nuestros pies y nuestro tiempo,
al servicio de tu buena nueva de salvación y de amor al ser humano.
No permitas, Señor, que nos cerremos en la comodidad,
en la apatía, en el egoísmo, en la falta de fe, en definitiva:
llénanos de la fuerza del Espíritu, y cuenta con nosotros.
Amén.
Preguntas y comentarios a: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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En camino: V Domingo de Pascua Ciclo A
15 de Mayo, 2011, 18:18
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EN CAMINO
5to Domingo pascua, ciclo “A”.
1ra lect.: Hch 6,1-7
Sal 32,1-2.4-5.18-19
2da lect.: 1Pd 2,4-9
Evangelio: Jn 14,1-12
Autor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
Comunidad en crisis
Con el paso de los años la Iglesia fue ampliando su horizonte. Esto generó alegría y entusiasmo entre sus miembros que eran testigos de la forma como la levadura fermentaba la masa y la hacía crecer. Pero, como es normal, entre más grande se hace una organización, más difícil se vuelve su administración. No es lo mismo administrar una tienda de barrio que una cadena de supermercados distribuidos en distintas ciudades, e incluso, países. El relato de los Hechos de Apóstoles que leemos hoy nos dice que unos hombres de lengua griega se quejaron por la desatención de las viudas de su grupo. Se trata de los cristianos de la diáspora judía, o sea, quienes vivían fuera de Palestina en alguna parte del imperio romano donde se hablaba griego.
Aquella comunidad que Lucas había puesto como paradigma de vida cristiana, pues se reunían asiduamente para las enseñanzas, la fracción del pan, el compartir fraterno y las oraciones (Hch 2,42), ahora vivía una típica marginación surgida entre ellos mismos. Como toda marginación, injusta por supuesto. La Iglesia es santa y a la vez pecadora, decía San Agustín. Todo grupo humano, por muy divino que quiera ser, no está exento de equivocarse. Pero en un grupo humano construido con valores diferentes a los de la “salvaje sociedad”, en una Iglesia de participación, como lo intentó ser la primera comunidad cristiana y como lo intentamos ser nosotros hoy, se tiene derecho a reclamar y a pedir una respuesta a las necesidades reales. Por eso, ante el justo reclamo de los cristianos de lengua griega, los apóstoles pidieron que se escogiera, entre la comunidad, a siete hombres para el ministerio del diaconado, o sea, para el ministerio del servicio.
Con lo anterior debe quedarnos claro que los ministerios en la Iglesia primitiva no fueron una profesión o una carrera para escalar puestos o subir de estatus. La comunidad elegía y pedía determinado servicio a algunas personas. A diferencia de la Iglesia primitiva, en nuestra Iglesia actual el pueblo no elige los candidatos a ministerios. Es decir, nosotros no elegimos a los diáconos, a los presbíteros (sacerdotes) y menos, a los epíscopos (obispos). Estos ministerios se ven a veces como una carrera que permite ascender, y ese no es el sentido original. Estos ministros no son, o por lo menos no deben serlo si quieren ser fieles al evangelio, una asociación que se aparta del común de la gente para formar clero (clero significa apartado, el clérigo es el que se aparta del pueblo).
Con esto no queremos atacar nuestra institución, a nuestra “santa y pecadora” Madre Iglesia, como la llamaba San Agustín. Ésta es una dificultad que vemos y por la cual tenemos derecho a manifestarnos y a pedir que mejore, como lo hicieron los cristianos de lengua griega en el texto que leemos hoy. Existen otras dificultades, inconsistencias, incoherencias, retos, problemas concretos, que tenemos como Iglesia y que a la luz del evangelio necesitamos dar respuestas. Como dice la carta de Pedro (2da. Lect.), todos somos piedras vivas y entramos en la construcción del templo espiritual para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, que Dios acepta por medio de Jesucristo.
Como miembros activos, como piedras vivas de la Iglesia tenemos el derecho y el deber de opinar, de proponer, de buscar, de trabajar juntos para construir una comunidad digna de llamarse seguidora y apóstol de Jesús el Cristo. Tampoco podemos quedarnos en el plano de la crítica ramplona e irresponsable que tan fácil, tan mediocre, tan dañina. Bienvenidas todas las críticas y hasta las críticas injustas, si son de fuera, si son de quienes no son católicos, de quienes no son cristianos e incluso de quienes ateos. Pero los de dentro, además de ejercer la crítica constructiva es necesario poner también las manos para construir. Necesitamos gente que hable, que proponga y que se disponga a trabajar.
Jesús, camino, verdad y vida
El fragmento del Evangelio que leemos hoy, exclusivo de Juan, es una confesión de fe de las comunidades del Discípulo Amado. Estas palabras no las pronunció el Jesús histórico, son una confesión de fe de las comunidades acerca de Jesús. Nos encontramos con lo que llaman algunos teólogos, la alta cristología (entiéndase cristología como el estudio de Jesucristo).
En medio del conflicto con las autoridades judías y romanas, en medio de los problemas internos, y después de una vasta experiencia y de una profunda reflexión acerca del misterio de Jesús, las comunidades confesaron que Jesús era el camino, la verdad y la vida. La presente confesión la redactaron poniéndola en boca de Jesús, para darle más autoridad al texto.
Las comunidades del discípulo amado comprendieron que los medios para llegar a Dios no eran el templo, la ley, ni las tradiciones estrictas que imponían los maestros de la época. Comprendieron que para llegar a Dios y tener vida abundante debían aceptar a Jesús, unirse a su causa y seguir sus pasos hasta el final. Las comunidades descubrieron, con su propia experiencia, que Jesús era el camino, la verdad y la vida.
El camino, porque propone un proyecto de vida incluyente en el que todos los seres humanos tenemos un espacio. Porque con su vida y con sus palabras, con el amor misericordioso hacia el prójimo nos mostró la forma para llegar a Dios y a los hermanos, y porque en Él se reveló todo el amor del Padre hacia la humanidad.
La verdad, porque nos dejó ver lo que significa ser hijos de Dios y hermanos de los demás seres humanos. Porque fue un auténtico ser humano durante toda su vida e incluso durante su muerte en la cual se mantuvo siempre fiel al Proyecto del Padre para la humanidad sedienta de vida. Es la verdad porque su Palabra anunciada y testimoniada se convierte en criterio de verdad y transparencia que ilumina el camino de todo ser humano que la busca con sinceridad de corazón.
La vida, porque, aunque fue asesinado en el madero de la cruz, Dios lo resucitó reivindicando su honra y su causa. De esta manera sigue dando cada día un sentido nuevo a la vida en medio de las amenazas de muerte que causan terror. Es la vida porque adhiriéndose a Él el ser humano puede encontrar un sentido pleno a su existencia y apostar a un proyecto de vida, de verdad y de amor, como horizonte que puede salvar a la humanidad del caos, de la injusticia, de la corrupción, de la exclusión y de la muerte existencial.
Por eso, la invitación fundamental de todo el evangelio es creer: “crean en Dios y crean también en mí.” Creer es adherirse fielmente al proyecto de Jesús y penetrar profundamente en su Misterio. Esta adhesión permite que el discípulo conozca a Jesús y viva en su amor con respecto al Padre Dios y a los hermanos. Creer implica aceptar a Jesús como el único revelador y mediador de la salvación y vivir en comunidad de amor, solidaridad, servicio y justicia, en oposición al mundo imperante que excluye, esclaviza y mata. El seguimiento discipular no se realiza si no se ha encontrado a Jesús y si no se ha creído en Él. Por eso para el Cuarto Evangelista creer y conocer son sinónimos en tanto que creer implica el conocimiento profundo del Misterio de Jesús.
Este fragmento del Evangelio presenta a Felipe, uno de los doce, como un discípulo despistado que ha caminado con Jesús pero no le ha conocido. No ha descubierto el Misterio de Jesús y la profunda relación con Dios, su Padre: “Tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices que les muestre al Padre? ¿No crees tú que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?...”
Nosotros estamos invitados a vivir esta experiencia de salvación que vivieron las primeras comunidades cristianas. Vale la pena que nos preguntemos si hemos experimentado que Jesús es el camino, la verdad y la vida. Vale la pena que evaluemos si conocemos profundamente a Jesús, si realmente creemos en Él, si le creemos a Él y si creemos como Él, o nos pasa como le pasaba a Felipe. ¿Cuánto hace que somos discípulos de Jesús? ¿Le conocemos? ¿Estamos totalmente adheridos a su Palabra y a su obra, o vamos tras Él por un interés egoísta? ¿Realmente creemos en Él y como Él? ¿Manifestamos con nuestras obras que realmente le creemos?: “Créanme que yo estoy en Padre y el Padre está en mí. Y si no, créanlo a causa de las obras mismas. Les aseguro que el que cree en mí, también hará las obras que hago yo, y las hará aún más grandes. Pues yo me voy al Padre.”
Vale la pena también aclarar que la expresión “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, es una confesión de fe para dar seguridad al proyecto de Jesús. No se puede tomar la frase y descontextualizarla porque perdería su sentido. Las comunidades confiesan con gozo que en Jesús han encontrado el camino, la verdad y la vida, e invitan para que otras personas se adhieran a Él y tengan esa misma experiencia. Hoy, en un ambiente de pluralismo en el que valoramos todos los caminos que honestamente buscan a Dios, todas las semillas del Verbo, como las llama el Concilio Vaticano II, no podríamos tomar esta frase para atacar a las demás religiones y tacharlas de falsas o de apenas primitivos intentos por encontrar a Dios. Es preciso valorar todos los caminos, todas las propuestas, todas las partes de verdad, porque nadie tiene la verdad absoluta. Es preciso valorar toda la vida que generan cuando se viven bien y también toda la muerte que generamos cuando caemos en fundamentalismos y fanatismos, que el mismo Jesús rechazó con tanta vehemencia.
Oración
Señor Jesús, te damos infinitas gracias por tu presencia en medio de nosotros. Te bendecimos por la experiencia maravillosa que inspiraste en las primeras comunidades cristianas; experiencia que ilumina nuestro camino de fe, nos cuestiona, nos amina y nos impulsa a seguir caminando en búsqueda de la plenitud.
Te pedimos que nos libres de todos los fanatismos, de los fundamentalismos que nos hacen desconocer la parte de verdad que hay en los demás, sus derechos, sus propuestas, sus bondades. Te pedimos que nos libres de la discriminación y de la injusticia que se gesta y crece en el interior de nuestras mismas comunidades cristianas. Danos el mismo Espíritu que hizo mover a las comunidades cristianas para buscar soluciones a las crisis. Danos un espíritu de servicio, de entrega, de búsqueda del bien común, de manera que todos demos testimonio y trabajemos para construir este templo de piedras vivas que somos todos los que creemos en ti y te reconocemos como el camino, la verdad y la vida. Que podamos seguirte con sincero corazón, porque tú eres el camino. Que podamos experimentar en nosotros que tú eres la verdad porque asumimos la vida con tus criterios ante Dios y ante los demás seres humanos, con absoluta libertad, generosidad y amor. Que podamos encontrar en ti la vida, la vida plena, la vida eterna, porque viniste para tengamos vida en abundancia. Amén.
Comentarios al utor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R.
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Moniciones: IV Domingo de PASCUA Ciclo A
11 de Mayo, 2011, 0:02
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Moniciones para la Misa |
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Tiempo de Pascua |
IIV Domingo |

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Autor: P. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente:www.scalando.com |

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Haz para ver las lecturas del día |
- 1ra lect.: Hch 2, 14a.36-41
- Sal. 115
- 2da lect.: 1P 2, 20b-25
- Evangelio: Jn 10, 1-10 |
"El Buen Pastor" |
Monición de entrada
Muy buenos (noches, días, tardes). Nos encontramos en el cuarto domingo de Pascua y este es el domingo del Buen Pastor. Cristo se autodefine como Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, para que éstas tengan vida y vida en abundancia.
Hoy la Iglesia celebra una Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones sacerdotales y religiosas, para nosotros es tarea permanente, pero hoy más que nunca, es urgente orar al Buen Pastor por las vocaciones, por las que hay y para que surjan vocaciones del seno de nuestras familias. Con el gozo de sabernos acompañados por Jesús, nos ponemos de pie para empezar nuestra celebración.
Primera lectura: Hechos 2,14a 36-41 (Dios constituyó a Jesús, Señor y Mesías)
El apóstol Pedro pregona que Dios constituyó a Jesús: Señor y Mesías. Reconocer a Jesús, muerto y resucitado, como Señor y Mesías, lleva a la conversión de fe en Él y al bautismo en su nombre. Escuchemos atentos.
Segunda lectura: I Pedro 2, 20b-25 (Han vuelto al pastor y guardián de sus vidas)
En su primera carta, san Pedro nos recuerda que hemos sido salvados por Cristo Jesús “por sus llagas hemos sido curados”. Pero se vale de la figura del Buen Pastor: “andaban descarriados como ovejas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus ovejas”. Caminemos tras sus huellas, aunque a veces, sean de sufrimiento y dolor. Escuchen hermanos.
Tercera lectura: Juan 10, 1-10 (Yo soy la puerta de las ovejas)
“Yo soy la puerta de las ovejas”. El texto de san Juan que a continuación escucharemos, denuncia a los pastores que no entran por la puerta del aprisco (corral), ladrones y falsos pastores y destaca que el buen pastor conoce y llama por su nombre a sus ovejas y va caminando delante de ellas. Cristo es la puerta por donde entramos a la salvación y a la vida. Pongan atención a este bello mensaje de hoy, pero antes entonemos el Aleluya.
Oración universal
A cada invocación, respondan, por favor: “Jesús, Buen Pastor, bendícenos con abundantes vocaciones”
Para que la Iglesia goce de la necesaria libertad en la elección de sus pastores, rAquí te presentamos las próximas actividades de Casa Cristo Rentor en Aguas Buenas, nuestra casa de Retiro.
Casa Cristo Redentor es un Centro de Predicación Extraordinaria, de los Misioneros Redentoristas de la Provincia de San Juan, dedicado a los ejercicios espirituales y al acompañamiento psico-espiritual de adultos y jóvenes. Pase
oguemos al Señor. oguemos al Señor.
Casa Cristo Redentor es un Centro de Predicación Extraordinaria, de los Misioneros Redentoristas de la Provincia de San Juan, dedicado a los ejercicios espirituales y al acompañamiento psico-espiritual de adultos y jóvenes. Pase
oguemos al Señor.
Para que el pueblo de Dios tenga los pastores idóneos que necesita, roguemos al Señor.
Para que el Papa N., los obispos, los sacerdotes, diáconos, religiosos y todos los que tienen alguna misión pastoral sigan las huellas de Cristo, Buen Pastor, que está en medio de nosotros como el que sirve, roguemos al Señor.
Para que los gobernantes, especialmente los nuestros, en sus deliberaciones y decisiones, estén siempre atentos a las necesidades de sus pueblos, recogiendo sus justas aspiraciones, roguemos al Señor. | | |
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En camino: IV Domingo de Pascua. Ciclo A
10 de Mayo, 2011, 23:59
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En Camino: Comentando la Palabra |
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Tiempo de Pascua |
IIV Domingo de Pascua |

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Autor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com |

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Haz para ver las lecturas del día |
- 1ra lect.: Hch 2, 14a.36-41
- Sal. 115
- 2da lect.: 1P 2, 20b-25
- Evangelio: Jn 10, 1-10 |
"El sentido del sufrimiento" |
Jesús no buscó la cruz y la muerte, pero las asumió cuando llegaron. Durante su vida, como a cualquier ser humano, no le resultó fácil asumir el sufrimiento. La Segunda Carta de Pedro que leemos en la segunda lectura (1P 2,20b-252), no es una invitación al “masoquismo sagrado”, o a permitir que maltraten y pisoteen nuestra dignidad. Si Jesús asumió la cruz y la muerte, con todo el dolor que éstas representaron, lo hizo porque tenía la certeza de que su causa estaba avalada por Dios y porque lo animaba la esperanza de que Él no la dejaría sin terminar. De esa manera fue el Buen Pastor que dio la vida por sus ovejas. Si hoy asumimos su mismo compromiso por la vida, y aún sus mismos riesgos, es porque creemos y tenemos la esperanza en la real posibilidad de la construcción de un mundo más humano.
El buen pastor:
La figura del buen pastor es eso, una figura, no una identificación total con todas las condiciones del pastor y sus animalitos, las ovejas. Esto porque en ocasiones se ha tomado la figura del buen pastor para justificar una Iglesia monárquica y absolutista que maneja a los llamados fieles laicos como a un hato de ovejas. Son tratados aparentemente con mucho amor pero, en fin, como a seres irracionales.
Podemos citar algunos errores históricos en los que hemos caído como Iglesia; esto lo hacemos no para juzgar y condenar sino para aprender y para evitar que hoy caigamos en los mismos errores. El Papa Bonifacio II expresó en su Bula Unam Sanctam: “Declaramos, afirmamos, definimos y pronunciamos que someterse al Romano Pontífice es de toda necesidad para la salvación de toda humana criatura”
En el contexto de la guerra contra los turcos, tiempo en que se buscó la unidad con la Iglesia de Oriente, se realizó el Concilio de Florencia, desde el año 1438 hasta el 1442. En este Concilio se hizo la siguiente afirmación: “Este Concilio Ecuménico cree firmemente, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos sino también judíos herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y sus ángeles… nadie puede salvarse, por más limosnas que haga y aún cuando derrame su sangre en nombre de Cristo, si no permanece en el seno de la Iglesia Católica”
La constitución dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano I se afirma: “Así, pues, si alguno dijere que el Romano Pontífice tiene tan sólo un oficio de supervisión o dirección, y no la plena y suprema potestad de jurisdicción sobre toda la Iglesia, y esto no sólo en materia de fe y costumbres, sino también en lo concerniente a la disciplina y gobierno de la Iglesia dispersa por todo el mundo; o que tiene sólo las principales partes, pero no toda la plenitud de esta suprema potestad; o que esta potestad suya no es ordinaria e inmediata tanto sobre todas y cada una de las Iglesias como sobre todos y cada uno de los pastores y fieles: sea anatema (Es decir: sea maldito).”
En este mismo sentido el Papa contrarreformista Pío X afirmó: “La Iglesia es, por la fuerza misma de su naturaleza, una sociedad desigual. Comprende dos categorías de personas: los pastores y el rebaño, los que están colocados en los distintos grados de la jerarquía, y la multitud de los fieles. Y estas categorías hasta tal punto son distintas entre sí, que sólo en la jerarquía residen el derecho y la autoridad necesarios para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud, no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores.” No nos corresponde juzgar y condenar a algunos Papas o a los concilios, teniendo en cuenta que hablaron en otro tiempo con las categorías que se manejaban en esa época. Pero vale la pena reconocer humildemente nuestro pasado y buscar ser más fieles a Jesús. Esas posturas deben quedar en los anaqueles de la historia, reconocerlas para aprender y ser humildes como institución, pero hoy es necesario tomar otro rumbo.
Por fortuna el Concilio Vaticano II dio un giro de 180 grados y puso en primer lugar al pueblo de Dios: “Cristo Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, hizo de su nuevo pueblo un reino de sacerdotes para Dios, su Padre. Pues los bautizados son consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo por la regeneración y por la unción del Espíritu Santo…” El mismo Concilio pide a los obispos, presbíteros y diáconos que sean pastores de la grey.
No obstante el giro copernicano del Concilio Vaticano II, en la práctica muchas cosas se hacen con una mentalidad preconciliar, empezando desde las “altas esferas” de la Iglesia, hasta en las parroquias y pequeñas comunidades eclesiales. Desde la Iglesia abogamos por la defensa de los derechos humanos y por la instauración de la democracia en los pueblos. ¿No podemos aplicar a nuestra institución eso mismo que pedimos a los estados? ¿La organización monárquica, piramidal, estática y uniforme que se maneja en nuestra Iglesia es un dogma irrefutable o es algo que puede cambiar? ¿Es un total adefesio anticristiano pedir que nuestra Iglesia sea un poco más crítica, democrática, igualitaria, dinámica y plural? ¿Es una infidelidad a Jesucristo pedir que en nuestra Iglesia haya más espacio para la crítica constructiva y para la participación pro-activa del laicado? ¿Se puede hablar de voluntad divina lo que es un realidad un mero condicionante histórico propio de una sociedad rural, preindutrial, androcéntrica y patriarcal?
Es cierto que a veces se deben tomar decisiones impopulares. El líder no le puede dar gusto a todo el mundo, el populismo, en cualquiera de los polos, es peligroso y dañino. Pero es preciso escuchar la voz de Dios en los acontecimientos de la historia, en la voz del pueblo, en sus inquietudes, en sus reclamos, en sus propuestas, en sus sufrimientos, en sus gritos de dolor y de éxtasis. Esa es una de las principales peticiones de la revelación bíblica tanto en el Primero como en el Nuevo Testamento: “Escucha Israel…” (Mc 12,28ss)
En medio de esta discusión que no podemos dejar a un lado, está el Evangelio de hoy que nos presenta la figura del Buen Pastor. El Cuarto Evangelista empieza con una denuncia a las autoridades civiles, militares y religiosas de su tiempo que vivían preocupadas nada más que por sus mezquinos intereses. Éstas estaban, como dice el texto, para robar, matar y hacer estragos; por eso la gente las rechazaba. Por otra parte, el Evangelio propone la persona de Jesús, su palabra, su servicio, su testimonio y su entrega generosa, como un paradigma a seguir para construir una verdadera comunidad de personas. Comunidad en la cual todos sean dignos, se sientan importantes, conocidos, recocidos, amados y con la responsabilidad de construir juntos una verdadera comunión y participación, sin fanatismos ni exclusivismos. Una comunidad que viva en la práctica que la promesa es para todos, tal como lo proponía Pedro a la multitud (1ra lect. Hch 2,14ª.36-41).
A la luz de Jesús, el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, necesitamos una Iglesia que promueva un liderazgo abierto y desinteresado. Una Iglesia que cuide la sagrada fuente de agua viva que son Jesús y su Evangelio, y que a su vez se abra, con cuidado pero sin miedo, a un mundo que vive sediento de Dios, aunque a veces se ufane de negarlo. Vale la pena tener en cuenta que la revelación, la fe, no es un botellón de agua que un día surgió de una fuente y que alguien la guardó en un subterráneo para siempre. Si fuera un botellón de agua que brotó de la fuente hace dos mil o tres mil años, el agua de ese botellón estaría ya muy dañado y para emplearlo habría que hacerle un buen tratamiento. Pero por fortuna no es un botellón, es la fuente, que siempre se renueva, que siempre está brindando agua viva, que siempre debe ser generosa, pura, refrescante. Que debe ser cuidada como todas las fuentes, protegida con severidad, con cuidado, pero siempre debe estar abierta para ofrecer lo mejor a la humanidad.
Todo grupo humano necesita líderes, la Iglesia también. Como dijo el teólogo Hans Küng: necesitamos la Iglesia-institución. Pero esa institución es más útil si está relativizada, si no es tenida como un absoluto total, monolítico e indiscutible. Nosotros seremos más Iglesia y seremos más de Jesús, si asumimos una actitud sencilla, si ofrecemos con generosidad y humildad la preciosa fuente que es su proyecto, su mensaje y su vida.
Necesitamos en general padres de familia, líderes sociales, cívicos, religiosos, políticos, comunitarios, etc., que, como Jesús, sean “Buenos Pastores”, que no se emborrachen con el poder ni lo utilicen para sus bajos instintos de “grandeza”. Que con un gran espíritu de servicio y entrega por su pueblo, lideren procesos para generar vida en abundancia.
Oración
Señor Jesús, Buen Pastor que sigues dando la vida por las ovejas. Te damos gracias por tu entrega generosa, porque tu vida, puesta toda ella al servicio de la dignidad, de la libertad, de la felicidad, de la plenitud humana. Gracias por tu presencia viva en medio nuestro; gracias porque podemos contar siempre contigo, con la gracia de tu Espíritu, con tu ayuda generosa que nos cuestiona, nos anima, nos conduce, nos reconforta y nos hace sentir amados, acompañados, conducidos irreversiblemente hacia la plenitud.
Reconocemos que algunas veces nos hemos dejado engañar por falsos pastores, hemos tomado caminos equivocados y hemos experimentado la frustración. Reconocemos que muchas veces, como comunidad cristiana, durante la historia no hemos sabido administrar la preciosa fuente de agua viva que tú nos dejaste. Reconocemos que los falsos pastores también se han paseado por nuestro patio, tal vez nosotros mismos nos hemos comportado así en algunos momentos… hemos dejado incubar en nuestros corazones la avaricia, la codicia, la irresponsabilidad, el egoísmo, los anhelos de poder, de fama, de reconocimiento… que desdicen de nuestra identidad como discípulos y apóstoles tuyos. Perdón Jesús por esas manifestaciones “antidiscipulares”, anticristianas que hacen tanto daño.
Reconocemos humildemente nuestras fallas, pero sabemos que tu amor misericordioso está por encima de nuestras falencias. Que la Buena Noticia del Reino sigue teniendo vigencia hoy; por eso nos disponemos ser portadores de ella para la humanidad. Haznos servidores humildes, responsables ante la gran tarea que has puesto en nuestras manos. Bendice a los líderes de nuestros pueblos, de nuestras iglesias y comunidades, bendice a los padres de familia y todos lo que tienen la responsabilidad de pastorear algún rebaño. Que podamos ser, como tú, buenos pastores que damos la vida por las ovejas. Amén. |

Concilio Ecuménico de Florencia 1438 - 1445
CONCILIO VATICANO I, Constitución Dogmática “Pastor Aeternus”. Sobre la iglesia de cristo. Cuarta Sesión: 18 de julio de 1870
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