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Moniciones: XXVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A
24 de Septiembre, 2011, 0:06
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Debido a un error involuntario de nuestra parte enviamos las moniciones del domingo anterior
Moniciones para a Misa
Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
Tiempo Ordinario-Ciclo A
XXVI Domingo
"La comunión eclesial"
Monición de entrada:
Muy buenas (noches, días, tardes). El Señor trae para nosotros un mensaje que nos confronta con nuestra forma de ser. Te invita a un diálogo y a la acción. Son muchas las ocasiones en que contestaremos sin meditar en lo que decimos y la conciencia nos lleva a la conversión para actuar conforme al llamado de Dios y en armonía con las enseñanzas de Cristo. Te invito a que tu palabra y tu acción vayan de la mano para agradar más a Dios.
Primera Lectura: Ezequiel 18, 25-28 (Si el malvado se convierte, salvará su vida)
El profeta Ezequiel dice a cada uno de nosotros que la salvación es un trabajo continuo. Invita al justo a seguir siendo justo y al pecador a que se convierta. El Señor te juzgará de acuerdo a tus acciones al momento de rendir cuentas. Siempre hay tiempo para mejorar y cambiar nuestra forma de vida.
Segunda Lectura: Filipenses 2, 1-11 (Manténganse unánimes y concordes)
San Pablo nos continúa evangelizando hoy como lo hizo con la comunidad de Filipos, hace aproximadamente 2000 años. Sus señalamientos, tienen vigencia absoluta y son un reto que nos hace para ser mejores cristianos. Nos exhorta a tener los mismos sentimientos de Cristo y dice que nuestra recompensa será grande.
Tercera Lectura: Mateo 21, 28-32 (Parábolas de los hijos enviados a la viña)
San Mateo nos dice que es más importante el hacer que el decir. Lo ideal es que la palabra sea acompañada de la acción, lamentablemente, no es así, porque hemos aprendido a vivir de las apariencias y ante la invitación de Cristo a creer en Él, decimos si, pero no actuamos conforme a lo que nos dice el Evangelio. Podemos engañar a algunos, pero no al Señor que lo conoce todo. Sabe si tu palabra va de la mano de la acción.
Oración universal
A cada petición contestaremos: Señor, no me apartes de tu camino.
Por la Iglesia, el Papa, los obispos, sacerdotes y laicos comprometidos, para que utilicen todos los medios de comunicación para que la Buena Nueva llegue a todos los rincones de este mundo. Roguemos…
Por los gobernantes del mundo, especialmente los de los países pobres, para que se identifiquen con sus pueblos y luchen con ellos por una vida mejor en Cristo. Roguemos…
Por los marginados de nuestra sociedad, para que veamos en ellos a nuestros hermanos y los ayudemos tanto de palabra como en la acción. Roguemos…
Por esta comunidad, para que recibamos al recién llegado y le brindemos nuestra hospitalidad ayudándolos a sentirse como parte nuestra. Roguemos..
Por los misioneros de la Iglesia, para que con la ayuda de todos lleven el mensaje de amor, esperanza y fe en nuestro Señor Jesucristo. Roguemos…
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Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
Comunícate conmigo: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.
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Moniciones: XXVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A
21 de Septiembre, 2011, 17:56
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Moniciones para la Misa |
Monición de entrada:
Muy buenas (noches, días, tardes). Buenos días (tardes, noches). Nosotros somos seguidores de un Dios que nos llama a formar parte de una comunidad. Hoy Dios sigue llamando a hombres y mujeres para que se integren a su proyecto de construir un mundo más justo y más humano y una vida más digna para todos. Celebremos la presencia de Jesús en su comunidad de amor y servicio y pidámosle que nos conceda descubrirlo y amarlo en nuestros hermanos. Que esta Eucaristía nos ayude a aceptarnos unos a otros y a esperarlo todo de la infinita bondad y misericordia de nuestro Dios y Padre.
Primera lectura: Isaías 55, 6-9 (Mis planes no son sus planes)
Profeta es quien anuncia la palabra de Dios y quien denuncia todo aquello que no se vive de acuerdo con ese anuncio. A continuación escucharemos un texto del profeta Isaías, es el cierre de la segunda parte de su libro. El profeta viene a decirnos que los planes y pensamientos de Dios y su manera de actuar contrastan fuertemente con las actitudes humanas.
Segunda Lectura: Filipenses 1, 20c-24.27a (Para mí la vida es Cristo)
Pablo, desde la cárcel, escribe la carta a los filipenses y que nosotros estaremos leyendo hoy y durante los próximos cuatro domingos. Desde su profunda visión de persona del todo transformada por el encuentro con Cristo, la muerte le parece una ganancia. Al mismo tiempo, es consciente de que mientras viva en este mundo hace un gran servicio a Cristo y a los creyentes, y también está dispuesto a continuar hasta que Dios quiera.
Tercera Lectura: Mateo. 20, 1-16 (Parábola del amo generoso)
La parábola que dentro poco vamos a escuchar es exclusiva del evangelista Mateo y está situada en la etapa final del camino de Jesús desde Galilea hasta Jerusalén. La narración tiene dos partes. En la primera veremos cómo el amo de la viña va a contratar los trabajadores a lo largo del día y la segunda parte cómo al final de la jornada el dueño da a los trabajadores su recompensa, que resulta ser la misma para todos. Es que los dones de Dios no dependen del trabajo y mérito de cual, sino que él actúa con generosidad inesperada; es que sus planes no son nuestros planes.
Oración universal
A cada petición contestaremos: “Padre nuestro, Escucha nuestra oración”
1. Para que la Iglesia acoja, con la misma benevolencia de Dios, a todos los que desean colaborar en su reino. Roguemos al Señor…
2. Para que nuestra sociedad, cuyo incentivo es el lucro, sepa valorar el trabajo como fuente de realización y promoción humana, personal y social. Roguemos al Señor…
3. Para que los responsables de la economía tengan la imaginación necesaria para solucionar el problema de la mayoría empobrecida. Roguemos al Señor…
4. Para que surjan las vocaciones que necesitan los misioneros redentoristas y la iglesia de hoy. Roguemos al Señor…
5. Para que no caigamos en la tentación de la envidia y de exigir nuestros derechos a costa de los demás. Roguemos al Señor…
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En camino para el XXVI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A
21 de Septiembre, 2011, 17:35
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En Camino: Comentando la Palabra |
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Tiempo Ordinario |
IXXVI Domingo |

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Autor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com |

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Haz para ver las lecturas del día |
- 1ra lect.: Ez 18,25-28
- Sal 24,4-9
- 2da lect.: Filp 2,1-11
- 3ra.: Mt 21,28-32 |
"Cada cual labra su proío destino" |
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Ya hemos visto en domingos anteriores el contexto del profeta Ezequiel: destierro, tensión, caos, confusión, oportunismo por parte de algunos líderes, desesperanza, etc. Según la enseñanza del Pentateuco y de la tradición de los líderes religiosos, los males que padecía una persona, una familia o un pueblo, eran consecuencia de los pecados propios o de sus antepasados, pues Dios tomaba venganza hasta de la tercera y cuarta generación. (Ex 20,5.34,7 / Nun 14,18 / Dt 5,9).
En medio de esta circunstancia tan dolorosa, algunos antiguos funcionarios del templo y miembros de la cohorte, se consideraban a sí mismos una casta privilegiada y propietarios de la salvación. Culpaban a los demás de la desgracia del momento, debido a los pecados de sus padres, y los invitaban a obedecerles si querían retornar a la tierra. Pero en el nombre del bien común y de la pureza religiosa, no cesaban de cometer crímenes e injusticias que contradecían el fundamento de la alianza de Yahvé Dios con su pueblo. Por eso Ezequiel tomó distancia de algunas enseñanzas antiguas, así como de los líderes oportunistas y dijo categóricamente, palabras más palabras menos: el que la hace la paga. “Si un justo se pervierte para hacer el mal y luego muere, morirá por sus malas acciones. Y a la inversa, si el malo se convierte y deja su maldad y hace lo que es recto y justo, salvará su vida. Por abrir los ojos y convertirse de todas las maldades que había cometido, quedará con vida, no morirá”. (Ez 18,26-28).
No se puede vivir de una historia gloriosa, de lo bueno o lo malo que hicieron nuestros antepasados. Recibimos una historia, una tradición, unas costumbres y también muchos problemas, pero cada persona, cada pueblo, cada comunidad, es responsable del desarrollo de su propia historia. Si nuestros antepasados fueron personas cultas, reconocidas por su alta calidad humana y profesional, ¡maravilloso! Pero no podemos vivir de éso, tenemos que recorrer nuestro propio camino, impulsados seguramente por el testimonio de nuestros padres y por la gracia de Dios. Si nuestros padres no tuvieron la oportunidad de formarse adecuadamente para ser mejores personas, si fueron personas mediocres e hicieron daño a los demás y a nosotros mismos, ¡que lástima! Pero eso no significa que estemos predestinados a ser como ellos o que un manto de oscuridad cubra para siempre nuestra vida. Como dijo Cervantes: “Recuerda Sancho, que cada cual labra su propio destino”. Dios está con nosotros y nos da la mano si queremos ser mejores y seguir sus caminos.
¿Sí, pero no?
Mateo ubica a Jesús en la última parte de su ministerio: el viaje a Jerusalén donde se enfrentó a los poderes, con su conocido desenvolvimiento. La dinámica del anuncio del Reino lo condujo por aldeas, pueblos y ciudades, en las cuales entabló contracto con todo tipo de gente: pobres, campesinos, enfermos, publicanos, prostitutas y también con los que detentaban el poder (principales causantes de la situación caótica que se vivía en esos momentos). Los sabios y entendidos que sabían cómo iba el mundo, cómo se debían hacer las cosas, los que conocían la ley, se ufanaban de cumplirla y criticaban la poca observancia por parte de los demás. Los puros de la sociedad de Israel, “la gente bien”, los que decían sí a Dios, pero en la practica “ni fu ni fa”; ese grupo de buenos y cumplidores, fue precisamente el que menos aceptó el Proyecto alternativo de Jesús y, por el contrario, fue el que le hizo más oposición, hasta darle muerte en confabulación con el poder romano. Todo por conservar sus privilegios.
Sí de palabra, sí en apariencia, sí en la confesión de fe; una fe “pura” de toda contaminación, de todo error, de toda equivocación doctrinal, una religión pura, una ortodoxia perfecta. ¡Qué maravilla!. Pero todo ese ropaje de solemnidad en sus palabras, en los actos rituales y en la observancia estricta de la ley, ocultaba la falsa conciencia religiosa y la falta de responsabilidad con las desgracias del pueblo, pues esos mismos puros, en la práctica no quisieron comprometerse con los cambios estructurales que necesitaba Israel. A su vez, otros sectores del pueblo, no tan cumplidores de las normas, leyes y preceptos; pobres, pescadores, los sin tierra, los no invitados al banquete, pecadores públicos y rameras, tuvieron más disposición para construir el proyecto de Jesús.
Jesús nunca atacó a los cumplidores por el hecho de ser cumplidores, por piadosos, o por participar en el culto. Tampoco hizo una defensa de los no creyentes, ni prefirió a los pecadores por el hecho de ser pecadores, como si el pecado fuera una virtud. Nunca dijo que era mejor decir no a Dios, sencillamente puso por encima de todas las palabras y de toda retórica, la voluntad de Dios: “¿Cuál de los dos hizo la voluntad del Padre?” (v. 31). Elogió la sinceridad y, ante todo, la disponibilidad para aceptar el llamado que Dios hace continuamente a la conversión y a trabajar en la Viña.
Hoy también encontramos en nuestra sociedad, en nuestras comunidades, en nuestra iglesia, entre nosotros, personas que dicen sí pero no. Tal vez nosotros mismos somos personas muy creyentes, piadosas y cumplidoras con nuestros deberes cultuales, pero con cierta frecuencia, en el momento de hacer la voluntad del Padre, del compromiso real y concreto con la transformación de nuestra realidad personal, comunitaria y social, “se nos olvida” que ser cristiano, más que aceptar con los ojos cerrados unas doctrinas intocables, es trabajar en la viña del Señor.
Ser o no ser, el gran dilema de Hamlet, se ha dado durante la historia humana y se sigue dando. Utopía y realidad, palabra y obra, sí pero no. Nos trazamos un ideal que luego perdemos de vista, confesamos la fe pero tal vez no comprendemos su significado y menos, la vivimos. Nos casamos por la iglesia, hacemos bautizar a nuestros hijos, queremos que se formen bien, que hagan su primera comunión y su confirmación, pero a veces no nos comprometemos a darles testimonio de vida. Criticamos la situación social de nuestro pueblo y del mundo entero, oramos por la paz, para que los violentos y los malos se conviertan, pero en el momento de comprometernos nos da miedo, pensamos que tal vez ese no es nuestro trabajo. Así mismo existen algunos no creyentes o creyentes ateos que de palabra y con su actitud ante la religión, dicen no a Dios; pero en la práctica, con sus actitudes dicen sí, porque con su ética y su compromiso humanitario son fermento para una transformación positiva. Ojalá muchos creyentes viviéramos con la rectitud de vida y tuviéramos el compromiso humano que tienen muchos que se llaman ateos o agnósticos.
Aquí no vale el alto cargo que se desempeña ni los títulos honoríficos. No es la pertenencia a una casta privilegiada ni el sometimiento a todas las prescripciones de la ley, lo que garantiza la fidelidad a la alianza y la práctica de la voluntad de Dios. Jesús no perteneció a algún grupo privilegiado, no nació en el seno de las llamadas “familias nobles” y en más de una ocasión puso la ley entre paréntesis, apartándose de la llamada “sana doctrina”. Pero siempre actuó movido por la misericordia, incluso cuando tuvo que denunciar y desenmascarar las incoherencias e hipocresías de los grandes dignatarios, el miedo de su amigo Pedro para seguir el camino a Jerusalén, o el deseo de poder que movía los ánimos de sus demás discípulos. El amor y la misericordia fueron el motor que impulsó todo su ministerio y le permitió acercarse a los marginados por la religiosidad excluyente y el poder homicida, y ganarlos para el Reino. Su amor y su misericordia permitieron que sus seguidores vieran en Él a Dios. Con su forma de obrar nos enseñó cómo obra Dios, con su forma de amar nos enseñó cómo ama Dios; con su forma de ser nos dejó ver cómo es Dios.
Por eso es nuestro máximo paradigma de vida, norma no normada, dinámica y dinamizadora de la historia. Por eso, Pablo nos invita (Filp 2,1-11 – segunda lectura) a adoptar unos con otros las mismas actitudes que tuvo Cristo. Movidos por la fuerza del amor, la compasión y la misericordia, viviendo todos en concordia, animados por un mismo amor, unánimes, con iguales sentimientos, y sin hacer jamás algo por envidia o vanidad.
Tenemos la posibilidad de decir: no y no, sí pero no, no pero sí, y sí y sí. Esta última posibilidad la representa Jesús, nuestro Hermano Mayor, que dijo Sí y vivió haciendo la voluntad del Padre hasta las últimas consecuencias (Mt 26,39). Así mismo, María la madre del Señor fue la mujer del Sí. Sí en la concepción, sí en el nacimiento, sí cuando le dijeron que su hijo estaba loco, sí al pie de la cruz, sí en la resurrección, sí en el nacimiento de la Iglesia, en la espera del Espíritu Santo junto a los demás discípulos y discípulas. Hacia allá debemos tender en medio de nuestra realidad, de nuestras flaquezas y equivocaciones. Tratar de hacer la voluntad del Padre, no para ufanarnos sino para responder agradecidos del Amor de Dios. Sí de palabra, sí en la participación activa en al Iglesia y en la transformación de los procesos históricos, sí cuando reconocemos nuestras fallas y nos reconciliamos con los hermanos y con Dios que nos recibe, pues sabe de qué estamos hechos.
Oración
Señor Jesús te bendecimos por tu hermoso testimonio de amor, de entrega, de generosidad. Gracias porque lo entregaste todo en el trabajo por la Viña, por la justicia del Reino.
Te pedimos perdón por nuestras incoherencias, por las veces que hemos dicho si, pero nuestro compromiso se ha quedado sólo en palabras. Ayúdanos a ser responsables de nuestra propia realización, en medio de nuestros conflictos, obstáculos y limitaciones humanas. Te pedimos que la acción de tu Espíritu nos de fortaleza para trabajar comprometidos por una humanidad nueva. Que nos convirtamos en fieles y alegres obreros de la viña.
Que la gracia de tu Espíritu purifique nuestras mentes y nuestros corazones, de manera que podamos tener tus mismos sentimientos y tu mismo compromiso ante nuestras propias realidades de hoy. Amén.
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Moniciones: XXV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A
11 de Septiembre, 2011, 23:40
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Moniciones para la Misa |
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Tiempo Ordinario |
XXV Domingo |

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Autor: P. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com |

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Haz para ver las lecturas del día |
Citás Bíblicas |
- 1ra lect.: Is 55,6-9
- Sal 144,2-3.8-9.17-18
- 2da lect.: Filp 1,20c-24.27ª
- Evangelio: Mt 20,1-16 |
"Obreros en la viña" |
Monición de entrada:
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Muy buenas (noches, días, tardes). Buenos días (tardes, noches). Nosotros somos seguidores de un Dios que nos llama a formar parte de una comunidad. Hoy Dios sigue llamando a hombres y mujeres para que se integren a su proyecto de construir un mundo más justo y más humano y una vida más digna para todos. Celebremos la presencia de Jesús en su comunidad de amor y servicio y pidámosle que nos conceda descubrirlo y amarlo en nuestros hermanos. Que esta Eucaristía nos ayude a aceptarnos unos a otros y a esperarlo todo de la infinita bondad y misericordia de nuestro Dios y Padre.
Primera lectura: Isaías 55, 6-9 (Mis planes no son sus planes)
Profeta es quien anuncia la palabra de Dios y quien denuncia todo aquello que no se vive de acuerdo con ese anuncio. A continuación escucharemos un texto del profeta Isaías, es el cierre de la segunda parte de su libro. El profeta viene a decirnos que los planes y pensamientos de Dios y su manera de actuar contrastan fuertemente con las actitudes humanas.
Segunda Lectura: Filipenses 1, 20c-24.27a (Para mí la vida es Cristo)
Pablo, desde la cárcel, escribe la carta a los filipenses y que nosotros estaremos leyendo hoy y durante los próximos cuatro domingos. Desde su profunda visión de persona del todo transformada por el encuentro con Cristo, la muerte le parece una ganancia. Al mismo tiempo, es consciente de que mientras viva en este mundo hace un gran servicio a Cristo y a los creyentes, y también está dispuesto a continuar hasta que Dios quiera.
Tercera Lectura: Mateo. 20, 1-16 (Parábola del amo generoso)
La parábola que dentro poco vamos a escuchar es exclusiva del evangelista Mateo y está situada en la etapa final del camino de Jesús desde Galilea hasta Jerusalén. La narración tiene dos partes. En la primera veremos cómo el amo de la viña va a contratar los trabajadores a lo largo del día y la segunda parte cómo al final de la jornada el dueño da a los trabajadores su recompensa, que resulta ser la misma para todos. Es que los dones de Dios no dependen del trabajo y mérito de cual, sino que él actúa con generosidad inesperada; es que sus planes no son nuestros planes.
Oración universal
A cada petición contestaremos: “Padre nuestro, Escucha nuestra oración”
1. Para que la Iglesia acoja, con la misma benevolencia de Dios, a todos los que desean colaborar en su reino. Roguemos al Señor…
2. Para que nuestra sociedad, cuyo incentivo es el lucro, sepa valorar el trabajo como fuente de realización y promoción humana, personal y social. Roguemos al Señor…
3. Para que los responsables de la economía tengan la imaginación necesaria para solucionar el problema de la mayoría empobrecida. Roguemos al Señor…
4. Para que surjan las vocaciones que necesitan los misioneros redentoristas y la iglesia de hoy. Roguemos al Señor…
5. Para que no caigamos en la tentación de la envidia y de exigir nuestros derechos a costa de los demás. Roguemos al Señor…
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En camino: XXV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A
11 de Septiembre, 2011, 18:17
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En Camino: Comentando la Palabra |
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Tiempo Ordinario |
IXXV Domingo |

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Autor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com |

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Haz para ver las lecturas del día |
- 1ra lect.: Is 55,6-9
- Sal 144,2-3.8-9.17-18
- 2da lect.: Filp 1,20c-24.27ª
- Evangelio: Mt 20,1-16 |
"¿Tienes envidia porque soy bueno?" |
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El contexto en el cual Mateo ubica esta parábola es, Jesús frente a los fariseos y la comunidad de Mateana frente a nuevos miembros no muy piadosos, e incluso no judíos que ingresaban a ésta y encontraban oposición por parte de algunos. Los fariseos, que por su estricto cumplimiento de la ley se consideraban así mismos como los únicos dignos del amor de Dios y veían a los no cumplidores como unos malditos dignos de ser excluidos de la salvación, criticaban a Jesús por su trato amistoso con todo tipo de personas: prostitutas, cobradores de impuestos, mendigos, enfermos, samaritanos, extranjeros, etc. Jesús hizo un fuerte cuestionamiento a la postura segregacionista de los fariseos, tildándola de envidiosa e incapaz de soportar el amor de Dios para con todos los seres humanos. Por su parte la comunidad de Mateo, fue descubriendo progresivamente, que era necesario darles cabida en su interior a todas las personas que deseaban ingresar a ella, siempre y cuando estuvieran dispuestas a trabajar en la viña.
Vale la pena hacer hoy, una evaluación de nuestra vida religiosa: ¿la vida religiosa que llevo, hace de mí una persona misericordiosa, comprensiva y trabajadora por el Reino de Dios? O ¿el contacto con lo religioso hace de mí una persona engreída y orgullosa convencida de que tengo un privilegio ante Dios, y soy mecedora de un amor especial debido a mis méritos, por encima de aquellos poco piadosos que nunca o pocas veces se acercan a un templo? ¿Somos acaso como el grupo de fariseos: cumplidores pero incapaces de soportar a un Dios que ama a todos por igual? ¿Me acerco a la viña del Señor a trabajar y a dar lo mejor de mí, o a ver simplemente qué puedo recibir? ¿Participo de la vida eclesial por un interés personal, para ver qué me puede dar Dios, o, realmente estoy dispuesto a trabajar en la viña y comprometerme con la causa del Reino?
Podemos caer en la tentación de pensar que somos más dignos del amor de Dios porque participamos de la vida de la iglesia, hacemos parte de la gente de bien, no hacemos mayores daños a la sociedad: no matamos, no robamos y tratamos de cumplir los mandamientos. Podemos caer en la tentación de pensar que tenemos más méritos para con Dios que los vagos del paseo, que Dios nos quiere más que a los que no vienen a misa, ni se confiesan, y ¡por su puesto! mucho más que a todos los malos: asesinos, ladrones y antisociales de nuestro mundo. Pero parece que no es así: “Mis planes no son sus planes, nos decía la primera lectura” (Is 55,8), mi justicia no es su justicia. El amor de Dios sobrepasa todo cálculo humano; Dios ama de igual manera a un justo que a un pecador. Aunque exista situaciones que nos incapaciten para recibir las gracias de Dios: bien sea por una situación de pecado o una religiosidad orgullosa, que no soporta por su envidia el amor gratuito de Dios.
Tres invitaciones concretas y una inquietud para dialogar:
a) Trabajo generoso en la viña: Dios nos ama por igual, porque todos somos sus hijos hagamos mucho o poco. Trabajemos no tanto por recibir la paga sino por responder de la mejor manera posible a su amor gratuito. Que la mejor paga sea sabernos hijos de Dios en tanto que continuamos su proyecto en el mundo. Que Dios no pague en sentido conmutativo, no puede llevarnos a vivir mediocremente. Él pide que trabajemos donde estemos, con generosidad, dando lo mejor de nosotros, según nuestras capacidades. Pablo es un testimonio de ello: ya anciano confesó a Cristo como lo único valioso para él: “para mi la vida es Cristo” (Fil 1,21). Pero eso no significa que él haya tenido una experiencia intimista de la fe y que viviera alejado del resto de la humanidad. Por el contrario, la fe en Cristo lo comprometió más los sus hermanos: cuando sintió el peso de los años, la cárcel y los demás conflictos, en un momento deseó morir con la esperanza de unirse plenamente con Él, pero pensó que todavía podía hacer algo por la viña, para ayudar a que otras personas llevaran una vida digna del evangelio, y por eso siguió anunciando a Cristo hasta el final, dando testimonio con su propia vida.
“Al que más se le da, más se le exige”, decían nuestros viejos. Si hemos recibido una mejor formación integral, si tenemos más capacidad de liderazgo, si tal vez poseemos un poco más de dinero o posesiones, etc., pues tenemos delante de Dios la responsabilidad de dar más a nuestros hermanos en la medida de las posibilidades y en la medida de las reales necesidades. Aquí lo más importante es la actitud interna, el deseo de compartir y de dar lo mejor de nosotros mismos. Sentir, valorar la gratuidad de Dios para con nosotros: la vida, los sentidos, la naturaleza, los otros, el amor, el aire, el Evangelio… A veces nos quejamos por lo que no tenemos, pero nos olvidamos de agradecer por tantas maravillas que tenemos y tal vez ni siquiera somos conscientes de ellas. ¡Qué bueno que podamos experimentar y disfrutar con sentido de gratitud tantas vivencias maravillosas! De la misma manera que bueno que podamos convertirnos en bendición, en don gratuito para los demás, así como Dios nos regala a manos llenas toda su gracia.
b) Cuidémonos de la envidia: Si trabajamos solo por recibir la paga, al saber que Dios da ese mismo amor a todos, nos dará envidia. La envidia es uno de los males que más afectan nuestra sociedad. A veces no podemos ver que alguien está feliz y con estabilidad emocional, afectiva o económica; que progresa y sale adelante en sus trabajos, porque quedamos intranquilos. La envidia es hija del egoísmo, propia del que lo quiere todo para sí, no soporta el bienestar de otro y sufre por el bien de los demás. Es una enfermedad propia de fracasados y mediocres, que nadan en el lodo de su propia infelicidad y quieren ver a los demás en la misma situación. La siguiente fábula nos puede ilustrar: “La noche era muy oscura. Un feo sapo, maldecía su suerte en un charco frío y sucio: - esta vida de sapo es muy horrible, definitivamente uno viene a este mundo es pa’ sufrir - , decía el sapo. Una pequeña luciérnaga que sobrevolaba el entorno, iluminaba la noche y rompía el silencio con su cantar, se poso sobre una rama. El sapo, haciendo un esfuerzo, saltó y con su frió vientre la tapó. ¿Oye amigo sapo por qué me tapas? Alcanzó a decir la luciérnaga. ¿Por qué brillas? Respondió el sapo”. (J. Ingenieros – El hombre mediocre).
c) Vivencia religiosa incluyente: por muchos años las religiones han sido excluyentes y fundamentalistas. Algunos escritores como el novel José Saramago, tildan a las religiones de ser las principales causantes de las peores guerras de la humanidad. Hay que reconocer que todas las religiones, no sólo el cristianismo y dentro del cristianismo todas las Iglesias, no sólo la católica, (muchas iglesias protestantes terminaron haciendo lo mismo que tanto criticaron a la católica romana) han cometido errores. De nuestra parte hemos pensado muchas veces que nuestro Dios es el único, que las demás experiencias religiosas son tan sólo un primitivo intento por llegar a Dios, pero el esplendor de la verdad lo tenemos nosotros, con nuestros dogmas, tradiciones y liturgia; hemos perseguido a los que consideramos herejes, impíos y enemigos de nuestra ortodoxia. ¿Qué debemos hacer? ¿Abandonar el trabajo? ¿Dejar de creer y abandonarnos a una vida instintiva? No, de ninguna manera, esta no es una invitación a abandonar el trabajo por el Reino, ni a abandonar nuestra iglesia. Evitando fundamentalismos, exclusivismos y proselitismos, tenemos que trabajar, sin perder nuestra identidad cristiana y católica, por una integración interreligiosa, pluralista igualitaria y participativa, donde aportemos nuestra vivencia, aprendamos de otros, y entre todos experimentemos el amor de Dios que sobrepasa nuestros esquemas mentales.
d) Llevar una vida digna del Evangelio de Cristo: vale la pena preguntarnos en familia y en comunidad ¿qué significa llevar una vida digna del Evangelio de Cristo? Para algunos podría limitarse a ir a misa y comulgar. Para otros podría ser cumplir con los mandamientos de la Ley de Dios y los de la Iglesia. Otros enfatizarían en la dimensión ética: la justicia, la solidaridad, el trabajo, etc. ¿Qué podríamos aportar? ¿Cómo llevar una vida digan del Evangelio de Cristo, en la oración, en la participación y vivencia de los sacramentos, en nuestra dimensión ética y moral, teniendo en cuenta los signos de los tiempos?
Hora de la tarde, fin de las labores. Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores.
Al romper el día, nos apalabraste. Cuidamos tu viña del alba a la tarde. Ahora que nos pagas, nos lo das de balde, que a jornal de gloria no hay trabajo grande.
Das al vespertino lo que al mañanero. Son tuyas las horas y tuyo el viñedo. A lo que sembramos dale crecimiento. Tú que eres la viña, cuida los sarmientos. Amén.
Himno de vísperas (liturgia de las Horas)
Oración
Oh Dios, Padre y Madre de infinita bondad, te damos gracias por tantas maravillas que vivimos a diario. Tenemos vida, podemos caminar, respirar, contemplar una mañana de sol o de lluvia, distinguir los colores, los olores, los sabores, los sonidos, las texturas… sentir el abrazo y el cálido beso del ser querido, disfrutar de su amistad, de su compañía… Tal vez tengamos problemas, obstáculos, conflictos, enfermedades, limitaciones, pero también hay muchos motivos para dar gracias, además porque en medio de cualquier circunstancia podemos experimentar las múltiples manifestaciones de tu amor. Y sabemos que las adversidades no serán motivo de frustración sino, por el contrario, retos para enfrentar con serenidad con la certeza de que con tu gracia y con nuestro trabajo comprometido, todo se desenvolverá para nuestro bien y para tu gloria.
Por eso nos abrimos a tu gracia y nos disponemos a compartirla generosamente con nuestros hermanos. Danos la fortaleza para trabajar por en tu viña con un corazón grande y generoso. Líbranos de sentirnos más que los demás, que merecemos más de ti porque sabemos más, porque trabajamos más, porque cumplimos más… líbranos del fundamentalismo, de sentir y pensar que tenemos la verdad y los demás deben venir hacia nosotros.
Ayúdanos a llevar una vida digna del Evangelio de Cristo, en la oración y en la acción, en las palabras, en las celebraciones, en todo momento, en cada faceta de nuestra vida. Amén.
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Moniciones: Natividad de la Santísima Virgen María
6 de Septiembre, 2011, 14:42
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Moniciones para la Misa |
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Fiestas marinas |
Natividad de la Virgen María |

8 de septiembre | |
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Autor: P. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com |

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Citás Bíblicas |
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"Ella ha concebido por obra del Espíritu Santo" |
Monición de entrada:
Muy buenas (noches, días, tardes).
Hoy la iglesia celebra la fiesta de la natividad de la Virgen María, desde antes de nacer Dios la escogió para ser madre de su hijo Jesús, y Jesús como nuestro hermano, nos la da como madre nuestra también para que la amemos y pidamos su intercesión. Puestos de pie, cantamos, mientras recibimos al celebrante.
Monición 1era lectura: Miqueas 5,1-4ª "Mientras no dé a luz la que ha de dar a luz"
En esta lectura nos habla de una que dará a luz, además nos habla de un rey de pastores que vendrá y traerá paz duradera esto refiriéndose a Jesús, aquel que murió y resucito por cada uno de nosotros.Escuchemos con atención este mensaje.
Monición al Evangelio: Mateo 1, 18-23 "Ella ha concebido por obra del Espíritu Santo"
En este Evangelio vemos como Maria estaba embarazada por obra del Espíritu Santo y José la amaba tanto que decidió guardar silencio para no hacer juicio pero un Ángel le habla y le explica el plan que Dios tiene para ese niño que nacerá del vientre de Maria.
Antes escuchar el Santo Evangelio nos ponemos de pie y cantamos el Aleluya.
Oración Universal
En esta fiesta del Nacimiento de la Santísima Virgen María, presentamos nuestras súplicas a Dios Padre.
- Por todos los creyentes en Cristo; en comunión con María, Madre de la Iglesia, roguemos al Señor.
- Por los pastores de la Iglesia; en comunión con María, Reina de los apóstoles, roguemos al Señor.
- Por los que rigen las naciones; en comunión con María, Reina de la paz, roguemos al Señor.
- Por todos los que sufren; en comunión con María, consuelo de los afligidos, roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, por nuestros familiares (por nuestro pueblo, por nuestra ciudad); en comunión con María, Madre de Jesús y madre nuestra, roguemos al Señor.
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Todo el material de esta publicación está libre de restricciones de derechos de autor y puede copiarse, reproducirse o duplicarse sin permiso alguno. Sólo tiene que hacer una oración por las vocaciones redentoristas del Caribe.
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Moniciones: XXIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A
6 de Septiembre, 2011, 0:33
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Moniciones para la Misa |
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Tiempo Ordinario |
XXIV Domingo |

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Autor: P. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com |

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Citás Bíblicas |
- 1ra lect.: Eclo 27,33 – 28,9
- Sal 102,1-4.9-12
- 2da lect.: Rom 14,7-9
- Evangelio: Mt 18,21-35 |
"El perdón, actitud básica del cristiano" |
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Muy buenas (noches, días, tardes). Nos congregamos en el nombre de Dios compasivo y misericordioso, que nos concede misericordiosamente su perdón. Como para decirnos que, aunque sea difícil, la cosa es posible y aun necesaria. Somos la iglesia de los “perdonados”, llamados a convertirnos en “perdonadores”, perdonando sinceramente “de corazón”, como veremos en el Evangelio de hoy.
Dispongámonos a celebrar con alegría la Eucaristía memorial del sacrificio redentor de Cristo, quien nos ha enseñado la compasión y la misericordia, y nos ha mostrado el amor sin límites de nuestro Padre celestial.
Primera lectura: Eclesiástico 27, 33-28, 9 (Perdona la ofensa a tu prójimo y serás perdonado)
El libro del Eclesiástico probablemente fue escrito a principios del siglo II a.C. El texto es un conjunto amplio de reflexiones inspiradas en la sabiduría bíblica tradicional y especialmente destinadas a la formación de los jóvenes. Uno de los muchos temas tratados es el del perdón. Según el autor, la medida que cada cual use con los demás es la misma que Dios usará con él.
Segunda Lectura: Romanos 14, 7-9 (En la vida y en la muerte somos del Señor)
Escucharemos un breve fragmento, el último de este año, de la carta de Pablo a los cristianos de Roma. Para el Apóstol lo que realmente cuenta es la comunión con Dios, saber que le pertenecemos, y que todo cuanto hacemos tiene y ha de tener relación con él, porque: “ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor”.
Tercera Lectura: Mateo. 18, 21-35 (Perdón hasta setenta veces siete)
La parábola evangélica de este domingo, ilustra la doctrina de Jesús sobre el perdón fraterno de las ofensas, que debe ser una de las actitudes fundamentales del seguidor de Cristo. La línea narrativa es fácil de entender, pero su enseñanza es bastante difícil de practicar, sobre todo cuando la fe y el amor son débiles y, en cambio, el espíritu de venganza, el odio rencoroso y la agresividad innata en nosotros son fuertes.
Oración universal
A cada petición contestaremos: “Padre, perdóname, como yo perdono”
1. Para que la Iglesia sea lugar de reconciliación, y así se manifieste al mundo el perdón de Dios. Roguemos al Señor…
2. Para que sea posible lo que parece imposible: la reconciliación de unos y otros, sobre la base de la justicia, el respeto, la paciencia, el amor. Roguemos al Señor…
3. Para que sean capaces de perdonar y olvidar los que se sienten justamente ofendidos. Roguemos al Señor…
4. Para que los enfermos, especialmente los que se encuentran solos, puedan experimentar la alegría y esperanza de nuestra solidaridad. Roguemos al Señor…
5. Para que imitemos a Dios, siempre dispuesto al perdón, perdonándonos nuestras ofensas. Roguemos al Señor…
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En camino para el XXIV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A
5 de Septiembre, 2011, 23:58
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En Camino: Comentando la Palabra |
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Tiempo Ordinario |
IXXIV Domingo |

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Autor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com |

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Haz para ver las lecturas del día |
- 1ra lect.: Eclo 27,33 – 28,9
- Sal 102,1-4.9-12
- 2da lect.: Rom 14,7-9
- Evangelio: Mt 18,21-35 |
"PERDONAR" |
Por naturaleza, ante un mal recibido reaccionamos. Y con mucha frecuenta lo hacemos buscando la venganza y el desquite. Con ésto manifestamos el instinto animal que heredamos; instinto de conservación en principio bueno porque nos impulsa a defendernos, pero cuando éste nos lleva a agredir a quien según nuestra percepción, nos está agrediendo, nos convierte en lobos para los demás seres humanos. Así el agredido se convierte en agresor, el violado en violador, el violentado en violento… y por eso vemos cómo en muchas regiones cada día crece más esa espiral de violencia y, junto con él, su mortífera amenaza.
La primera Alianza proponía la práctica del desquite como medio de castigo y escarmiento. Al respecto dice el libro del Génesis: “Si Caín ha de ser vengado siete veces, Lamec ha de serlo setenta veces siete” (Gen 4,24). Y el libro del Deuteronomio pide categóricamente desterrar el mal de Israel con castigos severos. Cuando alguien ha cometido un error grave: “…No te compadecerás de él sino que lo harás pagar vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie” (Dt, 19,21). Esta práctica fue un método antiguo para escarmentar y evitar algunos excesos, pero no fue la solución completa. El juicio de la historia nos enseña que con la violencia y la venganza como solución, resulta peor el remedio que la enfermedad, pues sólo vemos más muerte, más injusticia, más dolor, más sangre y más desesperación. Son éstas por lo tanto, unas prácticas ancestrales y esclavizantes que deben ser superadas.
Ya Ben Sirá (Primera lectura.) II Siglos a.C., con el lenguaje de la época, advirtió sobre los peligros que para la salud humana traían el furor y la cólera, la venganza y el desquite, y la incoherencia que representaba guardar rencor y hacer oración: “¿cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?” (Eclo 28,3). El rencor se devolverá al rencoroso, la venganza al vengativo, el perdón al que perdona, como dijo Pablo: “El que siembra generosamente, generosamente recogerá” (2Cor 9,6). Jesús avanzó al proponer el perdón por encima de la misma tradición y de la ley mosaica, estableciendo otro tipo de justicia. Si por muchos años los seres humanos hemos buscado la venganza y hemos visto sus estragos, ahora necesitamos romper la historia, cambiarle el rumbo y encontrar otra solución: el perdón.
Todos necesitamos reconocer nuestra naturaleza frágil, tendiente a la venganza, al odio y al desquite amargo, más cuando en algún momento hemos actuado con violencia. Necesitamos experimentar el amor sanador de Dios que restaura nuestra naturaleza desintegrada por las fuerzas oscuras, y convierte nuestras fuerzas naturales en una energía transformadora, no violenta, capaz de brindar amor, perdón y reconciliación. Dios ofrece su perdón a todo mundo, pero sólo la persona que acepte su error, confiese su culpa y se disponga a cambiar, puede ser perdonada. Así mismo, solo la persona que ha aceptado humildemente el perdón de Dios puede perdonar.
El siervo inmisericorde de la parábola evangélica, imploró piedad y tiempo para pagar una deuda que era impagable, (10.000 talentos equivalente a 100 millones de denarios, una cifra exorbitante, como la deuda de un país entero). Su amo, actuando con misericordia, no le dio plazo para pagar la deuda porque sencillamente era imposible pagarla, sino que la perdonó. Pero ese mismo siervo, débil, sumiso y suplicante ante el amo, frente a un compañero suyo que le debía sólo 100 denarios, una cifra ínfima comparada con la de él, no tuvo piedad y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara todo. En el fondo el siervo no recibió el perdón, porque el amo se lo ofreció pero por su actitud se hizo indigno de él. No vivió ni aprendió de la misericordia y la bondad, fue incapaz de comprender la nueva justicia, por lo tanto no pudo perdonar ni ser perdonado, pues como dijo S. Francisco de Asís, “es perdonando como soy perdonado”.
¿Setenta veces siete significa permitir que nos maltraten y jueguen con nosotros, que violen nuestros derechos y se queden con lo nuestro? ¿Debemos invitar a las víctimas de las injusticias a callar ante las tremendas violaciones que les han propinado y les siguen propinando sus verdugos? ¡De ninguna manera! Así como en la parábola la ausencia de cambio y la utilización del perdón para abusar, merecieron la reacción fuerte del amo, en nuestra vida no podemos permitir los abusos. Setenta veces siete significa plenitud, perfección. Siempre hay que perdonar, dar oportunidad para el cambio, nunca guardar rencor, ni acudir a la violencia para exigir justicia; pero así mismo, es deber nuestro evitar que el mal y el atropello a la dignidad humana, reinen en nuestro mundo; eso no sería perdón, sino un engaño más en nombre de Dios.
Después de las dictaduras militares de los años setenta y ochenta, dadas sobre Brasil, Argentina, Chile y otros países latinoamericanos, se dictaron leyes de amnistías, perdón y olvido, “obediencia debida”, o “punto final”. Los golpistas y sus cómplices, responsables por miles de muertos, desaparecidos y desterrados en cada uno de estos países, se autoperdonaron burlándose de la justicia y de la verdad. Pero sin verdad y justicia, las heridas causadas por la represión en muchos hogares y comunidades no pueden cerrar. Por eso la voz de Dios tiene que ser escuchada en la voz de quienes claman justicia: “¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano clama a mí, desde la tierra” (Gen 4,10).
Afortunadamente en algo ha madurado la humanidad: Algunos organismos internacionales se han mostrado solidarios al investigar al “invencible” general Pinochet y a sus compinches. En Argentina, el Tribunal Supremo declaró nulas por inconstitucionalidad las leyes de obediencia debida y punto final. La Corte suprema de México declaró no prescrito el delito del expresidente Echeverría, por genocidio en la matanza de estudiantes de 1971.
Esperamos que en Colombia también intervengan los organismos nacionales e internacionales. Dicho país vive la crisis humanitaria más fuerte de América Latina y una de las más fuertes del mundo. Millones de colombianos sufren cada día la violencia a manos de guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, delincuencia común e incluso por parte de algunos miembros de la fuerza pública. Miles de civiles y militares padecen cruelmente un secuestro extorsivo o político en los campos de concentración de las autodenominadas Fuerzas Armadas de Colombia (FARC), del Ejército de Liberación Nacional (ELN) o de las demás fuerzas delictivas. Así mismo, miles de trabajadores, microempresarios e incluso grandes empresas son extorsionadas.
Algunos jefes paramilitares responsables de miles y miles de crímenes, desmovilizados gracias a la mano grande del entonces presidente y su Ley de “Justicia y Paz”, fueron extraditados a Estados Unidos donde hoy son juzgados por narcotráfico, sin contar las víctimas que dejaron a su paso. Antiguas y nuevas estructuras paramilitares que en los informes oficiales figuran acabadas, siguen mandando en las regiones, donde manejan a su antojo las alcaldías, los concejos, las asambleas y jugosos presupuestos municipales y departamentales.
En sus feudos de más de un millón de hectáreas de las mejores tierras, conseguidas a sangre y fuego, desarrollan macroproyectos de ganadería, palma de aceite y otros cultivos. Los más de tres millones de campesinos desplazados, legítimos dueños de dichas tierras, deambulas famélicos por las calles de las ciudades mendigando un trozo de pan. Para colmo, muchos de los recursos destinados para “auxiliar” a los desplazados, están siendo manejados por los mismos corruptos de siempre que se embolsillan gran parte de los dineros.
¿Debemos perdonarlos? Sí, claro, perdonarlos o sea liberarnos del odio, del rencor, de la rabia contenida, y del nudo en la garganta. Tenemos que dar un no rotundo a la venganza que convierte al oprimido en opresor, a la víctima en victimario, pero perdonar no es equivalente a aceptar la injusticia, tenemos que dar un no rotundo a la opresión signo de un mundo dominado por el mal. El perdón no es una ideología alienante e inmovilizadora, es una energía transformadora y constructora del Reino por medios pacíficos. “El perdón pasa por la lucha, la denuncia y la crítica, pero conlleva como criterio interno de eficacia, la voluntad de superar concretamente el círculo vicioso del desquite amargo y de afirmar el paso a una nueva justicia, capaz de establecer una reconciliación sobre nuevas bases entre personas y grupos. El perdón manifiesta la esperanza fundada de que quien hizo el mal salga, se libere de la lógica del mal en que por el momento se encuentra prisionero y acceda así a una opción más humana”.
No vamos a ser felices, ni a ser “levadura en la masa”, si guardamos rencor, odiamos y buscamos venganza. Pero no podemos construir el Reino a costa de renunciar a nuestros derechos, éso es totalmente contrario al Proyecto de Jesús. El perdón es un acto de libertad, implica la búsqueda de justicia y la ruptura del mal desde otra lógica: a fuerza del bien. Perdonar es atacar el mal en cuanto mal y no en cuanto al ser humano víctima del mal, es crear otra relación y hacer de esta forma que el mal no tenga la última palabra. Jesús, que vivió una profunda relación con el Padre, que experimentó su amor, su perdón y tuvo la capacidad de decidir en el patíbulo de la cruz: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”, nos dará la gracia para hacer del perdón una realidad dinámica, plenificante y transformadora en nuestra vida.
Oración
Oh Dios, Padre y Madre común, reconocemos que dentro de nosotros existen rencores, resentimientos, deseos de venganza y otros impulsos que no nos dejan vivir en paz. Reconocemos que algunas veces hemos sido víctimas de las injusticias humanas y otras veces hemos causado daño con nuestras palabras y con nuestras obras. Reconocemos que recibimos toda una herencia genética, social y cultural que debe ser purificada, superada, mejorada. Reconocemos, Padre y Madre, que en esto todos somos deudores…
Pero por encima de todo reconocemos tu amor misericordioso y tu voluntad para perdonarnos, para liberarnos y para re-crearnos a tu imagen. Por eso nos abrimos totalmente para la gracia de tu Espíritu nos renueve, nos transforme, nos ayude a superar muchas realidades de nuestra vida y haga de nosotros auténticos hijos tuyos y auténticos seguidores de Jesús.
Libera nuestros corazones de todo rencor, de todo resentimiento, de todo deseo de venganza. Intégranos totalmente a tu plan de salvación. Que con un corazón libre y generoso podamos trabajar por la justicia, el perdón, la reconciliación y la paz en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestros pueblos. Amén.
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ECHEGARAY Hugo, La práctica de Jesús, Salamanca 1.982. 218-219
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