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Octubre del 2011

 

En camino para el XXXI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

Enlace permanente 23 de Octubre, 2011, 12:02

EN CAMINO

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

30 de octubre de 2011, domingo 31 del tiempo ordinario, ciclo “A”.

 

 

LECTURAS:

-       Primera lectura: Mal 1,14b-2,2b.8-10: En toda nación debe ser respetado mi nombre.

-       Salmo Responsorial: 131 (130): Espera en el Señor. Ahora y por siempre.

-       Segunda lectura: 1Tes 2,7b-9.13: Los tratamos como una madre a sus hijos.

-       Evangelio: Mt 23,1-12: su único jefe es el Mesías.

 

CRITICA

Con el profeta Malaquías volvemos al tema del postexilio, es decir a la época en la que parte del pueblo desterrado en Babilonia volvió a su tierra, después de 49 años. Como sabemos, Nabucodonosor, rey de Babilonia, después de destruir el país, se llevó a los más capacitados para trabajar y producir. El objetivo era dejar un país en ruinas, sin líderes, sin mano de obra productiva y con muy pocas posibilidades de recuperación, lo cual lo hacía más sumiso.

No obstante, quienes se quedaron sacaron fuerzas y empezaron la reconstrucción con sus propios medios. Con el surgimiento de Persia como imperio el panorama cambió. Ciro, el nuevo monarca, tuvo otra forma de gobernar, se mostró benevolente con los judíos y los dejó marchar; aunque muchos prefirieron quedarse pues habían hecho vida en Babilonia. Los judíos repatriados, creídos la flor y nata de la población, llegaron a imponer su parecer en la organización del estado. Pusieron reglas severas y excluyentes y obligaron a toda la población a unirse a la ardua tarea de construir el templo, cosa que favorecía más a la clase sacerdotal que a la gente. Como llegaron con dinero y con vanagloria de ser aliados del rey de Persia, empezaron a comprar o a expropiar las mejores tierras.

Aunque, según lo manifiesta el Salmo 122, a los repatriados les movía un sentimiento de nacionalismo e identidad con su pueblo (“que alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor, ya pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén…”), al llegar se dejaron seducir más por el deseo de acaparar que por restaurar el pueblo con el proyecto de Yahvé. Esto representó un golpe muy duro para quienes se habían quedado y reconstruían el país desde abajo. El regreso de sus compatriotas exiliados en vez de ser una buena noticia se convirtió en una gran pesadilla para los habitantes de Galilea, Judá y Samaría. Tan fuerte que a partir de ese momento surgió el conflicto entre samaritanos y judíos, que para el tiempo de Jesús era tan crítico. Gran parte de la responsabilidad fue de Esdras y Nehemías y sus políticas xenófobas.

Lo más grave para la sensibilidad religiosa era que los sacerdotes y levitas utilizaban su rol religioso y su conocimiento de la ley para favorecer los intereses propios y los de sus amigos. Ellos debían impulsar al pueblo hacia una verdadera restauración, incluyente, participativa, justa y equitativa. Pero hacían totalmente lo contrario.

Por eso la denuncia de Malquías fue dirigida a los sacerdotes: Para ustedes, pues, los sacerdotes, es la siguiente advertencia… Ustedes se han desviado del camino recto, y con instrucciones han sido causa de tropiezo para muchos; han frustrado mi alianza con Leví dice el Señor Omnipotente...” Como dijo Roberto Ferro: “Los caminos de la religión muchas veces conducen al infierno”. Ante situaciones como estas los profetas de ayer y de hoy tienen que manifestarse siempre a favor de la justicia y denunciando cualquier agresión a la vida. Así lo hicieron Malaquías y Jesús. Así debe hacerlo todo bautizado.

La crítica de Jesús fue dirigida de manera especial a los escribas y fariseos que utilizaban la religión para fundamentar y alimentar su vanidad. Para aprovecharse de los ignorantes que no conocían la Ley y sentirse miembros de una casta especial de cumplidores, sabios, doctos y puros ante Dios. Cuando no hay una verdadera madurez humana y una conciencia de lo que soy, entonces necesito refugiarme en títulos, en reconocimientos o cualquier tipo de vanidades, para fundamentar mi pobre existencia.

La crítica de Jesús tiene que ayudarnos hoy a revisar nuestra vida personal, nuestra madurez humana y cristiana, nuestro rol dentro de la sociedad. Debe ayudarnos a revisar de manera especial nuestras estructuras religiosas y la forma como se ejerce la autoridad dentro de las Iglesias y comunidades en general.

Hoy nos corresponde ver a quienes se sientan en la “cátedra de Moisés”. A quienes se considera legítimos continuadores de la enseñanza de Jesús. Es importante valorar a quienes enseñan, guían al pueblo y lideran procesos de formación integral iluminados por de la Palabra de Dios.

Pero cuando una persona o grupo legítimamente constituido se sienta en la “cátedra de Moisés” o en la “cátedra de Jesús” y se interesa más por defender su pedacito de poder, que por el bien común, entonces su autoridad es deslegitimada. Así mantenga las credenciales, las autorizaciones legales y las recomendaciones de los más altos dignatarios. Delante de Dios está deslegitimado por su mezquino proceder.

Mirémonos: tenemos derecho a manifestar lo que pensamos, pero no a imponer nuestra ideología y menos a perseguir a quienes piensan distinto a nosotros. La autoridad es para hacer crecer, para comunicar vida, no para maltratar ni destruir. Podemos invitar a que nos escuchen, mas no obligar a que nos crean y menos a lanzar el anatema (maldición) hacia quienes disienten o contradicen nuestra manera de pensar.

Jesús no se manifestó en contra de toda autoridad de manera automática. No vemos en él a un anarquista fanático; por el contrario, reconoció la importancia del liderazgo como un servicio e invitó a sus discípulos a convertirse en servidores. Los líderes son necesarios para el buen funcionamiento de una empresa, una sociedad o un país, y por supuesto de una Iglesia. Lo que cuestionó Jesús fue la falta de testimonio de las autoridades y cómo éstas se ocuparon más en mantener estructuras mentales, ideológicas, sociales y religiosas desgastadas, que en fomentar relaciones de fraternidad y justicia. Criticó la forma como ponían cargas pesadas sobre los demás y ellos ni siquiera las tocaban.

Es legítimo y además necesario defender la ortodoxia, es decir una recta doctrina; una recta enseñanza que oriente el proceder humano. Pero la ortodoxia nunca puede estar por encima del bien humano, de la ortopraxia, es decir de la recta manera de vivir. Pensemos por ejemplo en los divorciados vueltos a casar, a quienes les negamos la comunión. Desde la “cátedra de Moises” ¿tenemos derecho a negar la comunión?

A pesar de la falta de testimonio de muchos líderes, de predicadores y en general de los bautizados, la Palabra de Dios tiene validez, pues ésta supera los flacos servicios de las autoridades. Es cierto que se enseña más con el testimonio que con mil argumentos, palabras hermosas y bien fundamentadas; pero un cristiano y una comunidad madura, ante la hipocresía o la falta de testimonio de su líder, en medio del dolor y del desánimo debe continuar el camino de Jesús.

Y no nos sintamos excluidos de la crítica. Esta crítica no es para los demás sino para mí, para todos. Desde el Papa con sus instituciones, obispos, teólogos, párrocos, pastores, padres de familia, líderes de pequeños grupos o comunidades, gerentes o coordinadores, todos. La coordinación, el liderazgo, la autoridad, tiene sentido cuando es servicio, participación humilde de la única autoridad absoluta, del único Señor. Si buscamos ejercer la autoridad para inflarnos, para humillar y para que nos alaben, nos den los primeros puestos, nos llamen maestros y nos hagan reverencias, estamos en el lugar equivocado. El absolutismo y la búsqueda de privilegios por encima de los del pueblo, son incompatibles con el Proyecto de Jesús. Si no estamos dispuestos a servir como Jesús, que lavó los pies de sus discípulos, no tendremos nada que ver con él (Jn 13,8). El que ejerce la autoridad debe ser, como lo recuerda la segunda lectura, una madre llena de ternura con sus hijos (1 Tes. 2,7). Debe comunicar vida en abundancia y con los mejores métodos, aun cuando deba corregir con firmeza y tomar decisiones impopulares, siempre para el bien, la justicia, la equidad, la plenitud de vida.

 

Oración

Dios, Padre lleno de ternura; Misterio Infinito de verdad, de amor y de todo lo que da vida. Te damos gracias porque nos abres los ojos y nos ayudas a ver los peligros en el camino y la tentación de desviarnos de tu proyecto salvador. Líbranos de convertir el hermoso camino de Jesús en un instrumento para atentar contra la vida de las personas. Que seamos capaces de alejarnos de toda mezquindad y de denunciar, de palabra y de obra, a quienes utilizan la autoridad para servirse así mismos y dañar a los demás.

Nos abrimos a la gracia de tu Espíritu para tener la sabiduría, la fortaleza y la humildad para trabajar por la justicia del Reino. Que seamos auténticos servidores en nuestras casas, en nuestras empresas, en nuestras comunidades, en nuestras iglesias. Que podamos experimentar, disfrutar y comunicar la vida abundante que tú nos das a manos llenas. Amén.

 

Preguntas y comentarios al autor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R.

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Moniciones: XXXI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A

Enlace permanente 23 de Octubre, 2011, 11:52

Moniciones para la Misa

Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

Tiempo Ordinario-Ciclo A

XXXI Domingo

"Deseábamos darles el evangelio y nuestra vida"

Monición de entrada:

Muy buenas (noches, días, tardes) En toda comunidad cristiana se necesitan pastores que sirvan al pueblo de Dios. Éstos deben mostrar a cada comunidad y cada uno de sus inte grantes, el amor de Dios para con su pueblo. Por eso están llamados a ser modelos del "rebaño" a ellos encomendado. Por otro lado, la comunidad tiene la responsabilidad de ayudar a sus pastores, de acogerlos y brindarle su amistad y solidaridad. 


Primera Lectura: Malaquías 1, 14b-2,2b.8-10 (Apóstrofe a los sacerdotes indignos)

El profeta Malaquías advierte a los sacerdotes del pueblo judío cómo deber ser su comportamiento ante Dios y ante su pueblo. Escuchemos. 


Segunda Lectura: I Tesalonicenses 2, 7b-9.13 (Deseábamos darles el evangelio y nuestra vida)

El apóstol trata con dedicación y afecto a la comunidad que ha evangelizado. El ministerio de San Pablo en la comunidad de Tesalónica se basó en el amor, no en la autoridad. Pablo quiso ganar su propio sustento para de esa forma ser ejemplo de trabajo. Presten atención. 


Tercera Lectura: Mateo 23, 1-12 (No hacen lo que dicen)

El mensaje que en el Evangelio de hoy dirige Cristo a la gente y a sus discípulos distinguimos dos partes: primera. Acusación a los letrados y fariseos, que eran los dirigentes del judaísmo oficial de su tiempo. Y la segunda, instrucción a los discípulos sobre su comportamiento en comunidad. De pie, por favor para proclamar el Evangelio, pero antes cantemos. 


Oración Universal

A cada petición contestaremos: ‘"Te rogamos, óyenos" 

Por la Iglesia, para que se purifique interiormente y dé testimonio de lo que predica, sirviendo con humildad. Roguemos al Señor...

Por los gobernantes de las naciones, para que sepan aceptar humildemente las críticas y trabajen honestamente por el bien de su pueblo. Roguemos al Señor...

Por nuestra comunidad, para que seamos sinceros unos con otros, comprensivos con todos, sin pretender ser más que los demás. Roguemos al Señor...

Por los enfermos y ancianos, para que reciban nuestra ayuda y consuelo no solamente espiritual sino humano y fraternal. Roguemos al Señor...

Por cada uno de nosotros aquí reunidos, celebrando la Eucaristía, para que cada día seamos más humildes, aceptemos a los demás sin reparos y reconozcamos nuestras limitaciones. Roguemos al Señor...

 

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Moniciones: XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A

Enlace permanente 8 de Octubre, 2011, 0:23

Moniciones para a Misa

Por Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.

Tiempo Ordinario-Ciclo A

XXVIII Domingo

"Invitados a la fiesta del reino"

Monición de entrada:

Muy buenas (noches, días, tardes) Buenos días (tardes, noches).  El tema de la invitación al banquete que se nos presenta en las lecturas de este vigésimo octavo domingo, puede ser una ocasión propicia para revisar aquellos elementos de la celebración, que son precisamente, típicos de una fiesta centrada en un banquete. ¿Qué invitará a participar del banquete?  El testimonio que demos día a día los miembros de la comunidad cristiana.

La Eucaristía es un anticipo real del banquete del Reino de Dios.   Participemos en ella con el traje de fiesta de nuestra fe, que como los precios, va aumentando y produciendo los frutos que Dios espera de nosotros.

Primera Lectura: Isaías 25, 6-10a (Festín y bonanza de los tiempos mesiánicos)

La imagen del banquete era utilizada por los sabios en el Antiguo Testamento para describir el gozo que proporciona el festín de la sabiduría.  Al final de los tiempos, viene a decirnos hoy el profeta Isaías, Yavé preparará para todos los pueblos un festín extraordinario, en este festín podrán participar cuantos tengan hambre, aunque no tengan dinero.

Segunda Lectura: Filipenses 4, 12-14 (Todo lo puedo en aquel que me conforta)

San Pablo agradece a la comunidad de Filipos la ayuda económica que le han prestado cuando éste se ha encontrado necesitado.  Al mismo tiempo habla de la fuerza de Dios, que le hace capaz de vivir en cualquier situación.

Tercera Lectura: Mateo 22, 1-14 (Parábola del banquete de boda)

Hoy Mateo nos trae la parábola del banquete nupcial, conectada con la del domingo pasado, y viene a demostrar concretamente la conclusión de la misma.  La diocidencia entre ambas parábolas se refiere a los destinatarios; a la idea, la salvación para todos los pueblos; a los mensajeros, los profetas y sobre todo Cristo, como figura central del plan e historia de salvación que ambas parábolas resumen.

Oración universal

A cada petición contestaremos: “Queremos habitar en tu casa, Señor”.

Por la Iglesia, enviada por Cristo a invitar a todos a entrar en la sala del banquete; para que sepa hacer atrayente su llamada, roguemos al Señor.

Por los que rechazan la invitación a participar en el banquete del reino de Dios; para que descubran en Él el gozo de la salvación, roguemos al Señor.

Por los que se sienten marginados de la sociedad y por los que recelan sentarse a la mesa con ellos; para que sepan abrirse unos a otros y celebren en el banquete de la reconciliación con Dios, roguemos al Señor.

Por cada uno de nosotros, que nos sentamos a la mesa de la Eucaristía; para que no incurramos en la contradicción de rehusar la invitación del Señor, como los invitados de la parábola, a participar en el banquete fraternal del reino de Dios, roguemos al Señor. 

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En camino: XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A

Enlace permanente 8 de Octubre, 2011, 0:10

¡Todo está listo, vengan a la boda!

La parábola de hoy está cargada de símbolos: un Padre, su Hijo, una Boda, una Fiesta, unos invitados que se niegan a ir, las consecuencias de dicho rechazo, la invitación que se generaliza a todos y un personaje anónimo que por no llevar traje de fiesta es expulsado del banquete.

La figura de la boda es común a todas las culturas, siempre como signo de alegría y esperanza, amor y entrega confiada. Los profetas para anunciar la acción gratificante y salvífica de Dios, lo mostraron como el novio que se desposa con su novia: “como un joven que se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo” (Is 62,5). Jesús igualmente, nos mostró la relación con Dios por medio de signos que expresan alegría, misericordia y perdón: el Padre que recibe lleno de alegría a su hijo pródigo, el pastor que encuentra a su oveja perdida, la señora que encuentra la moneda y llama a sus vecinas para que compartan su alegría… y no podía faltar la figura de la boda.

Y con la boda, el banquete. En aquella situación que le tocó vivir a Jesús, la comida era uno de los grandes problemas sin resolver. Hoy el mundo hay más de 960 millones de seres humanos que padecen hambre, según denuncia de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO). La situación más grave la viven los llamados países del tercer mundo donde hay más de 907 millones de seres humanos que padecen hambre, desnutrición y sus consecuencias. Comer para muchos es un lujo, y un banquete algo que tan sólo pueden imaginar.

La Parábola, al igual que todo el nuevo testamento, con una redacción marcada por la resurrección y la concepción de Jesús como el Hijo de Dios, nos muestra al Padre Dios alegre por la celebración de la Boda de su Hijo. Las comunidades cristianas vieron en Jesús al Verbo encarnado enviado para desposarse con ellas y entregarles todo el amor de Dios. Descubrieron cómo con él se veían realizadas las promesas hechas a sus padres y a los profetas, porque rescató el Proyecto de Yahvé, dándole un impulso renovador y universal, buscando el bien común y rompiendo todas sus cadenas. No quería ver a su Pueblo esclavo, cansado y extenuado, triste y encorvado; lo quería ver como la esposa de su Hijo: alegre, bienaventurada, plena y realizada.

En el presente relato encontramos a unos primeros invitados: el pueblo de Israel, en especial sus autoridades encargadas de llevar la batuta. Pero estos no aceptaron la invitación, es más: maltrataron y mataron a los que insistían en invitarlos al banquete. Algo que ellos consideraban más importante les impidió ir a la fiesta: sus tierras y sus negocios que en aquella época eran los medios de producción y las estructuras de comercio. Elementos básicos para el desarrollo de un pueblo cuando están al servicio de la sociedad; o también, el complemento para manipular la economía, aumentar los ingresos de los poderosos y la desgracia de los empobrecidos víctimas del egoísmo, la codicia y la explotación humana.

Jesús no excluyó a nadie; reconoció que era muy importante contar con estas personas para construir su Proyecto. De esta manera, las autoridades civiles y religiosas, los medios de producción y el mercado, estarían al servicio de la vida. Su aporte era muy importante para construir  una nueva humanidad y celebrar el gran banquete de bodas.

Pero no fueron. Bien decía Marco Tulio Cicerón: “No solamente es ciega la fortuna, sino que de ordinario vuelve también ciegos a aquellos a quienes acaricia.” En vez de poner su vida y sus bienes al servicio del Reino, prefirieron continuar con su egoísmo. Se auto excluyeron del banquete y eso generó caos, muerte, tanto para ellos como para el resto de la humanidad. Los anhelos de justicia se vieron truncados por el egoísmo y la voracidad de los que manipulaban el mundo contemporáneo de Jesús.

¿Porque ellos no quisieron unirse al Reino todo se acabó? ¿Porque los poderosos sólo quisieron más poder y los ricos más riqueza, no se pudo trabajar por el Reino? ¡De ninguna manera! Dios no se dio por vencido. La Boda estaba lista, el Reino no podía detenerse. Buscó otro camino, un plan B que resultó mejor: construir su Reino desde abajo, desde otro lugar social, con la gente del común, con los que andaban a pie por los cruces de los caminos, malos y buenos. El montón de gente que el mundo desechaba, los no invitados al banquete, los que no gozaban del “mundo de privilegios”, y los gentiles que no pertenecían al “pueblo de Dios”. Ellos aceptaron mejor la invitación, no  porque fueran mejores, sino sencillamente porque no tenían nada que perder, su condición los hacía más asequibles a la propuesta. “Y la sala del banquete se llenó de comensales”.

La última parte de la parábola fue introducida por el redactor final del evangelio; la versión lucana (Lc 14,15-24) no la tiene. Pero alguien no tenía traje de fiesta…y fue echado del lugar. Alguien podía preguntar: ¿pero cómo iba a tener traje de fiesta si lo encontraron en el camino y lo invitaron al banquete? Pero tiene su sentido simbólico. Para realizar su proyecto Jesús no cobró derechos de autor, lo ofreció gratuitamente a toda la humanidad e invitó a todos a construirlo, pero exigió una transformación de vida. El evangelio no defiende de manera romántica y paternalista a los pobres, no quiere generar dependencia e irresponsabilidad, al contrario quiere despertar las conciencias.

Tenemos varios textos donde se nos habla del traje para la fiesta, sobre todo en el libro del Apocalipsis: el vestido blanco (Ap 3,4-5.18) o el vestido de lino fino deslumbrante de blancura (19,8) “en todos estos pasajes el vestido blanco o el vestido de la vida y de la gloria que nunca envejece ni pasa, es símbolo de la justicia dada por Dios (Is 61,10), y el hecho de revestirse con este vestido es símbolo de la pertenencia a la comunidad de los redimidos… conversión en el sentido de Jesús, es el vestido de boda y la luz que arde (Mt 5,16), es el rostro ungido con óleo (6,17), es la música y el baile (Lc 15,25), es la alegría, la alegría del hijo que puede volver a casa y la alegría de Dios, mayor que la tiene por noventa y nueve justos. Pero el regreso a casa sólo es auténtico cuando renueva la vida”. (Joachim Jeremías).

Este Evangelio es la llamada universal para hacer parte de la justicia del Reino y sus consecuencias: alegría, fraternidad, comunión con el amor de Dios que da vida en abundancia, bienaventuranza eterna, simbolizados en el banquete de bodas. La invitación para disfrutar el banquete es universal. Miremos nuestra vida. ¿A cual grupo pertenecemos? Seamos de los primeros o de los segundos, estamos invitados de igual manera. No podemos demonizar a quienes tienen en sus manos los medios de producción, a los empresarios, a los que se les prende la lámpara de la creación, de la innovación, fundan empresas, dan empleo, hacen crecer económicamente una región, un país y sacan a millones de la pobreza, de la indigencia. Al contrario ¡Esa gente la necesitamos!

El problema no es la riqueza, el capital, los ricos, los que han tenido el privilegio de recibir una buena formación académica y humana integral. El problema es de opciones, de voluntad. Cuando el capital, los negocios, la producción y los resultados económicos son el rasero con el que se mide toda actividad y la misma vida. Cuando se manipula la política, el mercado, la ética, la religión, todo, para conseguir resultados financieros que favorecen a una persona o a un grupo económico, pisoteando los intereses colectivos. Y en el colmo, cuando se acude a la violencia directa, a la eliminación de todo aquel que invite al banquete, es decir a la construcción de un mundo mejor en el cual todos tengan la posibilidad de participar de una vida digna de ser vivida y disfrutada. Eso genera caos, miseria, muerte para todos, finalmente todos perdemos.

Si hacemos parte del primer grupo ¡maravilloso! Estamos invitados al banquete. Pongamos todo el servicio de la justicia del reino, juguemos limpio, pensemos en nuestra responsabilidad social como empresa, como seres humanos, como discípulos de Jesús. No se trata de vender todo y quedarnos en la calle. Se trata de ser buenos administradores de lo que hemos recibido, de aprovechar al máximo las oportunidades que nos ofrece la vida para beneficio común.

Si nos ha tocado una vida más dura, si pertenecemos a los excluidos, a los que están al borde del camino, en las plazas, en las calles, etc., pues también estamos invitados. No significa que estemos ahí por voluntad de Dios y que siempre vamos a permanecer en esa situación. Podemos trabajar para hacer posible que el banquete del Reino lo disfrutemos todos. Todos podemos dar nuestro aporte al Reino desde nuestros diferentes carismas.

Cualquiera que sea nuestra situación en la vida tendremos momentos duros, de soledad, de carencia de algo, de crisis, etc. Además, una vida con todo colmado y con nada por hacer se torna aburrida y sin sentido. Los problemas, las dificultades tienen la facultad, si las sabemos enfrentar, de hacer despertar en nosotros el deseo de la lucha, el reto de encontrar soluciones, la pasión por vivir y dignificar nuestra existencia. Son además una oportunidad para experimentar la fuerza de Dios, Padre y Madre, manifestada en Jesús. Para experimentar como dijo Pablo: Todo lo puede en aquel que me conforta.

Todos estamos invitados a trabajar, a luchar, a buscar juntos el Reino y participar del banquete. ¡Pero ojo! Pongámonos el traje de fiesta. Veamos si tenemos un traje blanqueado con la sangre del Cordero o si estamos manchados con la sangre inocente derramada por nuestra culpa o con nuestra mirada indiferente. Cada uno puede auto excluirse o aceptar esta invitación gratuita. El traje es la disponibilidad para compartir, para construir y disfrutar como hermanos del banquete de bodas, sin sentirnos los principales, ni los últimos. Siempre disponibles para servir y dar lo mejor de nosotros mismos. Aceptar la invitación dignamente y disponernos a vivirla es la mejor opción: pues como dice Isaías (primera lectura): Él aniquilará la muerte, enjugará las lágrimas.... celebremos, gocemos con su salvación... Aquí está nuestro Dios.

 

Oración

Dios, Padre y Madre, te bendecimos porque podemos contar siempre contigo en nuestra búsqueda constante de felicidad. Te damos gracias por invitarnos a participar del gran banquete del Reino. Te pedimos que no nos dejes caer en la tentación de poner los negocios y la riqueza por encima de la vida y todo aquello que engrandece nuestra humanidad. Te pedimos que no nos dejes caer en la tentación del egoísmo, la mediocridad, el facilismo.

Danos la fuerza de tu Espíritu para trabajar juntos por la realización de tu plan de salvación. Que todos podamos trabajar con fe, con esperanza, con empeño, con creatividad, con un espíritu innovador, descubriendo las oportunidades que nos brinda el medio. Danos un corazón generoso para buscar el bien común y disfrutar como verdaderos hijos tuyos, como hermanos en Cristo, del banquete del Reino, de una vida digna, alegre, bienaventurada… amen.

Preguntas y comentarios al autor: Neptalí Díaz Villán, C.Ss.R.

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