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Febrero del 2012

 

Moniciones: II Domingo de Cuaresma Ciclo B

Enlace permanente 28 de Febrero, 2012, 12:31

Moniciones para la Misa

Autor: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com

Segundo domingo de Cuaresma - Ciclo B

La Prueba de calidad

4 de marzo del 2012

Monición de entrada:

           

En este segundo domingo de Cuaresma, el Evangelio refiere la Transfiguración del Señor. La Transfiguración de Cristo nos enseña que tenemos que seguirle por el camino de la cruz, si queremos llegar con él a la gloria de la resurrección.  Pidámosle en esta Misa la gracia de una entrega total, aún hasta la muerte, si esa es su voluntad.  De pie, por  favor, para recibir a los ministros de esta eucaristía.

 

Primera lectura: Gn 22, 1-2.9-13.15-18 (El sacrificio de Abrahán)

 

La primera lectura, tomada del libro del Génesis, nos presenta a Abrahán, Padre de los creyentes.  Dios le probó hasta lo último pidiéndole a su único hijo, Isaac.  La fe y la obediencia de Abrahán le hicieron merecedor de las bendiciones del Señor.  Escuchemos con atención.

 

Segunda lectura: Rom 8, 32b-34 (Dios no perdonó a su propio Hijo)

 

En la carta a los romanos, de la cual está tomada la segunda lectura de hoy, Pablo canta en un himno triunfal nuestra esperanza en la salvación que Dios Padre nos da por su Hijo Jesucristo.  El Padre ha entregado a su propio Hijo y por su Muerte y Resurrección viene a  nosotros toda gracia.

 

Tercera lectura: Mc 9, 1-9 (Este es mi hijo amado)

 

El evangelista Marcos, de quien está tomada la lectura evangélica de hoy, adelanta ya en vida de Jesús y antes de su pasión y muerte la plena comprensión que del misterio de Cristo dio a los Apóstoles la fe pospascual.  El segundo domingo de Cuaresma nos presenta la Transfiguración de Cristo con Moisés y Elías.  Pedro, Santiago y Juan, estuvieron presentes en esta maravillosa escena como preparación a la Pasión y Muerte del mismo Jesús.  Es por el camino de la cruz que llegamos a la resurrección.  Este es mi Hijo predilecto: Escúchenlo.

 

Oración universal

 

1.    Para que la gracia de Cristo brille sobre las Iglesias desunidas y la transfigure. Roguemos al Señor.

 

2.    Para que la gracia de Dios brille sobre los pueblos dispersos, marginados, y la esperanza los transfigure. Roguemos al Señor.

 

3.    Para que en esta Cuaresma  los pecadores regresen a la Iglesia  y estén activos en ella. Roguemos al Señor.

 

4.    Para que la gracia de Cristo brille sobre nosotros y sepamos morir para después resucitar con Él. Roguemos al Señor.

 

Exhortación final

 

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 255)

 

Te bendecimos, Padre, porque Cristo en su transfiguración,

después de haber anunciado a sus discípulos su pasión y muerte,

les mostró en el monte santo el resplandor de su divinidad,

como un anticipo y testimonio del camino de la resurrección.

Al revelar en sí mismo la gloria futura, fortalece nuestra fe

ante el escándalo de la cruz y alienta nuestra esperanza.

 

Concédenos, Señor, ir a tu encuentro en la montaña,

dejar nuestras sendas trilladas, escuchar a Jesús, tu palabra,

y caminar con él hacia ti en la llanura cotidiana de la vida;

porque, siguiéndolo, la renuncia es libertad de espíritu

y la muerte es vida que anticipa la resurrección.  Amén.

 

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Camino de FE: II Domingo de Cuaresma Ciclo B

Enlace permanente 28 de Febrero, 2012, 12:26

CAMINO DE FE 

Tiempo de Cuaresma, ciclo “B”

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.           Fuente: www.scalando.com

4 de marzo de 2012, II Domingo

 

-          Primera lectura: Gen 22,1-2.9-13.15-18: No alargues la mano contra tu hijo.

-          Salmo Responsorial: 115: Vale mucho a los ojos del Señor la vida de sus fieles.

-          Segunda lectura: Rom 8,31b-34: ¿Quien podrá separarnos del amor de Cristo?

-          Evangelio: Mc 9,2-10: Se transfiguró… su vestido se puso resplandeciente.

 

NO ALARGUES LA MANO CONTRA TU HIJO

Según la mentalidad manejada por las religiones antiguas, los dioses exigían sacrificios de niños, de manera especial del primogénito, para calmar su ira por los pecados cometidos y para distribuir las dádivas entre los mortales. Esta práctica era común también en la región cananea, donde empezó el pueblo de Israel.

El relato del “sacrificio” de Isaac dio un no rotundo a estas prácticas: “no alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada”. Aquí nos metemos en un campo muy espinoso, pues hablamos de prácticas que las personas consideraban, aunque dolorosas, absolutamente sagradas e intocables, ya que eran impuestas por los mismos dioses. ¿Cómo decirle a esa gente que sus prácticas religiosas se deberían cambiar por ser inhumanas, si ellos pensaban que estaban en lo correcto? Si a alguien se le hubiera ocurrido hacerlo de manera directa, se le habría rechazado, y acusado de perturbar el orden y la recta doctrina. Hoy algunos antropólogos ortodoxos lo acusarían de atentar contra la cultura y la identidad de un pueblo.

El relato tiene una pedagogía muy interesante. En principio no entra a condenar las costumbres religiosas. En un primer momento se une a las prácticas: “Toma a tu hijo único, que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indique”. Hasta aquí era lo que pedían las religiones cananeas. Aparentemente se une a las prácticas cananeas, pero para luego decir ¡YA NO MÁS! ¡Ya probé tu fe!: “no alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada”.  ¡Por favor ya no más! ¡No más sacrificios humanos en nombre de Dios! ¡Dios es el Dios de la vida, no el Dios de la muerte! (Mc 12,27)

En pleno siglo XXI esta práctica se sigue dando en algunas regiones del planeta. En nombre de Dios o en nombre de alguna causa, se mata e incluso se suicida mucha gente, con el fin de acabar con el enemigo. Es el caso de los Kamikazes japoneses y, los más nombrados últimamente, fundamentalistas islámicos. Pero la fe y el amor a Dios, y cualquier tipo de amor, si es auténtico, no nos puede conducir al homicidio, ni al suicidio. En esa época, como una alternativa se propusieron la utilización de corderos para el sacrificio a Dios. Ésta es una forma muy inteligente y muy sabia de proponer el cambio.

La humanidad debe ir madurando, y las religiones no deben convertirse en obstáculo para la sana evolución humana.  Todas las culturas, todos los pueblos, todas las religiones y todas las iglesias, así como todas las personas necesitan evolucionar. Las personas y los pueblos tenemos elementos muy ricos que necesitamos conservar y potenciar, y tenemos vicios perjudiciales que necesitamos cambiar. Con un análisis global serio y objetivo, sin ridiculizar ni condenar, necesitamos proponer y promover pedagógicamente los cambios necesarios para el crecimiento como seres humanos.

Esto no justifica de ninguna manera la destrucción de las culturas que se ha dado a lo largo de la historia humana y que se sigue dando hoy con la imposición de la cultura dominante (etnocentrismo).

 

¡QUÉ BIEN SE ESTÁ AQUÍ!

La utilización de la religión como tranquilizante no es sólo de la época del humanismo ateo que vio en ella un opio para el pueblo. También hoy ha aparecido un vasto mercado religioso que ofrece paz al alma herida, y tranquilidad para los corazones destrozados por los trajines diarios. El nirvana que nos haría olvidar los problemas y vivir en un mundo espiritual alejados de lo mundano. ¡Claro! La Nueva Era, podría decir alguien. Pero cuidado, porque no estamos hablando únicamente de la Nueva Era; nosotros cristianos y católicos también podemos convertir nuestra fe en una religión mercantilista y tranquilizadora.

En la montaña, signo del encuentro con Dios, Pedro, Santiago y Juan, vieron la divinidad que había en Jesús. Divinidad manifestada también en los grandes maestros del primer testamento; a lo largo de la historia del Pueblo, tanto en Elías (o sea en los profetas), como en Moisés (o sea en todo el proceso de liberación y consolidación como pueblo, con leyes que lo condujeran por el camino correcto). Este texto nos señala a Jesús como la presencia viva de Dios salvador de la humanidad entera. Jesús es presentado como la plenitud de la historia, la síntesis humana y la síntesis de Dios.

Sucede que a veces, la experiencia religiosa se limita únicamente a una contemplación del misterio que lleva a evadir la realidad con sus placeres y dolores; a un misticismo adormecedor y a un quietismo peligroso que desconecta del mundo y del rumbo de la historia: “Maestro, ¡qué bueno que estemos nosotros aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Pedro tenía miedo a bajar de la montaña porque Jesús les había anunciado que iban a tener serios problemas; tan serios que el Hijo del Hombre iba a ser  procesado y ejecutado por los notables del pueblo. Además, los había invitado a asumir la cruz (Mc 8,27-38).

Esta tentación no la tiene únicamente Pedro. Es fiel reflejo de los riesgos de nuestro camino con Jesús. Qué rico quedarnos aquí, qué rico sentir a Cristo en el corazón, qué linda la oración, los cantos y las alabanzas. ¡Hagamos tres chozas! Entonces, impulsados por el miedo y por el deseo de seguridades, tenemos la tentación de “enchozarnos” y de quedamos en la montaña sin bajar a la llanura porque ésta nos aterra; porque tomar la cruz y enfrentar el mundo con su cruda realidad nos da miedo. Pero un cristianismo sin cruz, un cristianismo sin compromiso, un cristianismo light, es un cristianismo vacío y engañador. Un opio.

Bien lo dijo Luís Espinal: “Si la religión sólo hablara de un dios en las nubes, no habría interferencias... Pero el problema salta cuando la religión dice que Dios se ha hecho carne, irrumpiendo en la historia de la humanidad. Y el problema se agudiza todavía más cuando la religión dice que el hombre es hijo de Dios y no puede ser esclavo de nadie. La religión no puede ser opio del pueblo si los cristianos nos mantenemos fieles a Cristo quien valora toda injusticia hecha a Dios. Por eso la religión no puede permanecer neutral… pero nosotros hemos dejado tan en ridículo a Dios, que resulta fácil no creer, en nuestra iglesia ya no hay profetas, sólo hay hombres prudentes. Y no es cristiano quien se siente seguro, sino quien busca…”[1]

La montaña es el lugar de los sueños, de la oración, de la contemplación y del éxtasis ante la majestuosidad de la naturaleza. Desde la montaña podemos contemplar el horizonte: las cordilleras, los valles, los ríos, el mar y el barquito que se asoma a lo lejos. Desde la montaña podemos ver una ciudad silenciosa que marcha a un ritmo armónico con el trabajo humano. Desde la montaña, un hombre recogiendo cachivaches en su destartalada carreta, en la cual montan sus cuatro hijos y sus dos perros, no se distingue del imponente automóvil de vidrios polarizados. Desde la montaña, el tugurio donde una familia hace de las lágrimas su pan, no se distingue de la quinta donde se derrocha sin parar.

Nos hace bien subir a la montaña. Nos hacen bien los momentos de retiro para pensar y orar, para hacer memoria de acción salvadora de Dios en la Ley y los profetas (Moisés y Elías). Nos hacen bien la solemnidad en las celebraciones litúrgicas que nos sensibilizan con lo sagrado, así como la alegría y la algazara de las alabanzas y de la gimnasia sagrada mezclada con las risas y el canto.

Pero no podemos “enchozarnos” en la montaña, tenemos que bajar a la llanura y enfrentar el mundo cara a cara, así nos dé un poco de miedo. Una cierta seguridad es razonable, pero si se convierte en valor absoluto y obsesivo caemos en el aislamiento sedentario. Nos llenaremos de pavor por los cambios y de odio a lo nuevo, y nos dará miedo enfrentar las realidades personales, familiares y sociales.

Creer en Dios no es evasión de la vida por dura que esté. Jesús debe ser motivo de una profunda alegría, unida a una estimulante y militante esperanza. Qué bueno experimentar a Dios en la montaña pero también, qué bueno es bajar a la llanura y enfrentar las realidades humanas, con la fuerza de Dios Padre y Madre. Subamos a la montaña y descendamos a la llanura, siempre con Jesús, el Hijo muy amado, a quien debemos escuchar y seguir.

 

Oración

Jesús, amigo, hermano, compañero de camino, Hijo amado del Padre y Madre Dios, reflejo fiel de su amor misericordioso y comprometido con el ser humano. Gracias por todas las experiencias bellas que vivimos inspirados, acompañados y conducidos por la gracia de tu Espíritu. Gracias porque hoy nos permites estar aquí en esta montaña, en este encuentro, contigo, con tu Palabra, con Abraham, Moisés, Elías y toda la historia del Salvación.

Te pedimos que también nosotros descubramos las realidades que necesitamos cambiar a nivel personal, familiar, eclesial y social. Que podamos decir, a la luz de la Palabra, iluminados por tu Espíritu y según los signos de los tiempos: “Basta ya”. Danos la sabiduría, la decisión y la fortaleza para poder realizarlo.

No nos dejes caer en la tentación de un espiritualismo desencarnado, pietista, generador de miedos, alejado de la realidad. No nos dejes caer en la tentación de un activimismo desaforado que nos conduciría a una vida superficial. Inúndanos con la gracia de tu Espíritu para vivir siempre llenos de tu amor, con la seguridad de sentirnos parte de este gran proyecto de salvación y comprometidos con el trabajo por la justicia del Reino. Que podamos disfrutar de nuestra estadía en la montaña, que podamos gozar de nuestras fiestas, de nuestras liturgias, de nuestros encuentros especiales con los hermanos y contigo. Que nos llenemos de ti y, en plena comunión contigo, bajemos a la llanura para que seamos testigos de la Buena Nueva. Amén.

 

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[1] ALBRECHT Chistote. Luís Espinal, Por una Iglesia comprometida. En: Selecciones de teología Nro 177, enero - Marzo de 2005. pags. 75 – 77.

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Moniciones: I Domingo de Cuaresma Ciclo B

Enlace permanente 20 de Febrero, 2012, 23:56

Moniciones para la Misa

Autor: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com

Primer domingo de Cuaresma – Ciclo B

En camino hacia la Pascua

 

26 de febrero de 2012

 

Monición de entrada:

        

La Cuaresma que iniciamos es el camino hacia la plena luz de Pascua, es decir, hacia la renovación de la alianza bautismal con Dios.  Para alcanzar esa meta hemos de convertirnos y creer la Buena Noticia.  Hoy las lecturas nos dan los grandes temas de Cuaresma para nuestra meditación: el bautismo y la conversión.  Como en el día de Noé, Dios hizo con Noé una alianza y también con nosotros.  Él siempre es fiel a su palabra.  A pesar de que hemos sido bautizados e el Espíritu, tenemos que luchar contra el poder del mal.  En la Eucaristía recibimos la gracia para responder a Dios, de pie, por favor, para recibir a los celebrantes de esta misa.

 

Primera lectura: Gn 9, 8-15 (Pacto de Dios con Noé después del diluvio)

 

La primera lectura, tomada del libro del Génesis, refiere la alianza de Dios con Noé después del diluvio.  Este compromiso de Dios con el ser humano existe todavía porque Dios quiere la salvación de todo el mundo.  En el salmo pedimos que seamos fieles a nuestra alianza. Oigamos.

 

Segunda lectura: 1 Pe 3, 18-22 (Aquello fue un símbolo del bautismo que los salva)

 

En la segunda lectura, San Pedro nos descubre que el diluvio, en el tiempo de Noé, fue la prefiguración del bautismo cristiano.  El bautismo, sacramento del agua, es eficaz por la muerte de Cristo que murió y resucitó por nuestros pecados.  Escuchemos.

 

Tercera lectura: Mc 1, 12-15 (Tentaciones del desierto. Anuncio del Reino y conversión)

 

En el Evangelio de hoy, el evangelista Marcos nos presenta una corta escena de las tentaciones de Cristo en el desierto, tentaciones de la carne, el poder, el orgullo.  Cristo empezó su ministerio diciendo: Conviértanse y acepten mi Palabra”, “Conviértete y cree en el Evangelio”, nos decía el ministro cuando nos impuso la ceniza el miércoles pasado.  Tenemos que creer en Jesús para salvarnos.  Pónganse de pie en señal de respeto a la Buena Nueva que escucharemos a continuación.

 

Oración universal

 

1.    Por la Iglesia, empujada, como Cristo, por el Espíritu, al desierto de la Cuaresma: para que se vea fortalecida en la lucha contra las fuerzas del mal. Roguemos al Señor.

 

2.    Por todos los cristianos: para que esta Cuaresma sea un tiempo de conversión. Roguemos al Señor.

 

3.    Por los difuntos, especialmente los de nuestras familias y nuestra Parroquia (se dice el nombre de la parroquia): para que pronto vean el rostro del Señor. Roguemos al Señor.

 

4.    Por los grupos y las personas interesados en la conservación de la naturaleza y en la preservación del ambiente: para que perseveren en la llamada de atención  a la responsabilidad de todos. Roguemos al Señor.

 

5.    Para que reine la paz en la humanidad y entre nosotros. Roguemos al Señor

 

 

6.    Por cada uno de nosotros aquí reunidos, que queremos entrar en la Cuaresma: para que podamos vivir la experiencia del encuentro con  Dios en Cristo, creamos y nos convirtamos sinceramente. Roguemos al Señor.

 

Exhortación final

 

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 252)

 

Bendito seas, Señor, Dios Padre nuestro, por la oportunidad
que nos concedes al comienzo de este camino hacia la pascua.
Lo recorremos con Cristo hasta el final. En el pregón inicial
del Reino él nos avisa: Conviértanse y crean la buena nueva.

Ayúdanos, Señor, a convertir nuestros corazones
Del materialismo consumista, de la religión interesada
Y de la tiranía de los ídolos nuestros que nos dominan,
Para ir secando el manantial del pecado en nuestra vida.

Así, convertidos al cumplimiento de tu voluntad
Y renovados en la fe y promesas de nuestro bautismo,
Alcanzaremos los objetivos del ejercicio de la cuaresma.

Amén.

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MENSAJE DEL SANTO PADRE  BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2012

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En camino: I Domingo de Cuaresma Ciclo B

Enlace permanente 20 de Febrero, 2012, 23:38

EN CAMINO

Tiempo de Cuaresma, ciclo “B” 

26 de febrero de 2012 I Domingo

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

LECTURAS:

 

-          1ra lect.: Gen 9, 8-15

-          Sal 24

-          2da lect.: 1Pe 3,18-3

-          Evangelio:  Mc 1,12-15

 

EL DILUVIO UNIVERSAL

La primera lectura surgió cuando el pueblo vivía exiliado forzosamente en Babilonia entre los años 587 y 538 a.C. El desarraigo de su tierra y la fuerza arrolladora que ejercía la cultura dominante, complementados con la explotación a la que era sometido, amenazaban el idioma, la cultura y la religión o sea la identidad del pueblo como tal.

Como es sabido, el hombre primitivo contemplaba admirado los astros y la madre naturaleza que, con sus bondades, le proporcionaba alegría o, con sus desastres, lo llenaba de temor. Con esta inspiración elaboró mitos cosmogónicos y ético religiosos, y fue estableciendo cánones de conducta que más tarde los estados confesionales les darían carácter de ley político religiosa.

La experiencia religiosa de toda la zona mesopotámica (donde estaban exiliados los judíos, en Babilonia, actual Irak), se basaba en el miedo a los desastres naturales. Los ríos Tigris y Éufrates les proporcionaban grandes bondades para el regadío de sus cultivos, para sus ganados y para el consumo humano; pero, aunque no era una zona muy lluviosa, en ocasiones se daban crecidas y desbordamientos de los ríos que destruían e infundían terror. La bondad y peligrosidad de la naturaleza eran vistas como acciones de los dioses que se podían modificar si la conducta humana se acoplaba o no a su voluntad. ¿Quién determinaba cuál debía ser la conducta humana para agradar a los dioses? He ahí el dilema.

Aquí entramos directamente en el tema del diluvio. El diluvio o cataclismo universal, es mencionado en muchas tradiciones mitológicas y religiosas (india, griega, china, judía, babilónica, etc.). Según estas tradiciones, en otras épocas el mundo había sido destruido por obra de Dios o de los dioses, para purificarlo. La religión oficial del imperio Babilonio con el rey Nabucodonosor II a la cabeza, amenazaba a sus súbditos con un nuevo diluvio universal si no obedecían sus designios, incluidos los sacrificios humanos en honor a los dioses, llevados a cabo en la torre de Babel, lugar donde pretendían estar más cerca del cielo (Gen 11,1-9). Por su parte, los Maestros judíos en la cautividad lucharon contra esa aculturación[1] y, con los mismos medios (mitos, leyendas, etc.), contradijeron la versión oficial para defender su identidad y sus derechos como pueblo.

Según el relato del Génesis (Cap. 6 al 10 ‘1ra lect.’) Dios, por la maldad del hombre y  para purificar la humanidad, envió el diluvio durante cuarenta días y todo ser vivo que existía sobre la tierra murió, exceptuando los que estaban en el arca de Noé. La novedad del relato bíblico consistía en la promesa de Dios de no volver emplear este mecanismo para purificar: “les prometo que las aguas del diluvio no volverán a exterminar la vida; no habrá otro diluvio que arrase la tierra”. Con este contra-cuento se pretendía superar el miedo al diluvio y, por tanto, el miedo a los designios del rey que manipulaba las conciencias y amenazaba las masas con sus engaños y mentiras.

Superada la religión de miedo, hay cabida para un nuevo pacto de Dios con la vida. Superada la religión del miedo, hay cabida para construir pueblo a partir de convicciones profundas, con proyectos concretos que nos animen y nos hagan arriesgar la vida por ideales realizables. Las nubes y su amenaza de lluvia, la magia y el color del arco iris que generaban miedo, fueron convertidos en signos del compromiso de Dios: “Pongo mi arco en las nubes, como señal de mi compromiso con la tierra. Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá el arco iris, y me acordaré del compromiso que tengo con ustedes y con todos los seres vivientes, las aguas no causarán otro diluvio que acabe la vida”.

 

Y toda esta historia ¿para qué? Para ayudarnos a comprender que hoy estamos invitados a cuestionar los mitos imponentes que embotan nuestra mente; a releer y reinterpretar estos textos sagrados, y a abandonar la religión del miedo. Necesitamos purificar nuestra vida, pero no por miedo al castigo, sino como parte de un proyecto personal y comunitario. Necesitamos purificar el amor, de todo miedo, de toda dependencia esclavizante y de todos los intereses mezquinos, para que desde la libertad y con la gracia de Dios podamos construirlo a plenitud. Necesitamos purificar nuestras costumbres sociales y políticas; dejar el clientelismo, combatir la corrupción y sobre todo la indiferencia y el miedo a quedarnos sin el mísero apoyo de los políticos infectos que manejan la historia a su antojo. Nos queda la tarea de mirar con criticidad las ideologías que dominan nuestro mundo y descubrir caminos para que, desde la fe y en la diversidad, trabajemos por una casa común donde haya vida abundante.

 

CONVIÉRTANSE Y CREAN EN EL EVANGELIO

En algunas partes del mundo (Venecia, Colonia, Río de Janeiro, Barranquilla, etc.) se vivieron unos días intensos de carnaval. Tiempo para resucitar lo bueno de las deidades “paganas”, que en nuestra Patria Grande (Latinoamérica y el Caribe) heredamos de amerindios y africanos. Tiempo para las diferentes manifestaciones culturales, el esparcimiento, la alegría y la bulla, la danza y el baile. Ambiente para liberarnos de “los malos espíritus” y una oportunidad para satisfacer nuestra necesidad humana de reír.

Algunos lo rechazan tajantemente, otros lo disfrutan sanamente, y otros lo toman como una válvula de escape; una oportunidad para sentirse libres y manifestar lo que se es, así sea ocultándose bajo el anonimato de la máscara y el disfraz, oposición entre lo que se es y la apariencia. Tiempo para olvidar la bochornosa vida cotidiana, y medio para evadir responsabilidades. El carnaval quien lo vive es quien lo goza. Quien lo ignora desconoce la magia, el colorido y la riqueza humana de nuestro mundo mestizo que lucha contra la esclavitud y busca la libertad… Quien lo critica mordazmente deja ver su amargura y quien lo vive irresponsablemente, sufre sus peligrosas consecuencias. Cada uno puede hacer su balance.

Para los cristianos viene ahora un nuevo tiempo: la cuaresma. Como todo en esta vida, sobre la cuaresma también hay diferentes posturas: algunos la rechazan, otros se burlan, a otros le es indiferente y algunos la viven de manera fanática. Aunque puede ser desviada, no es precisamente el tiempo para la flagelación, para llorar sobre la leche derramada, ni para sentirse iguales a los gusanos más asquerosos sobre la tierra, lleno de pecados, miseria y dolor.

 Así como podemos disfrutar sanamente del carnaval o de cualquier otro medio lúdico, podemos también aprovechar al máximo esta cuaresma. No serán cuarenta días de tenebroso diluvio, serán cuarenta días de desierto, como lo sugiere el evangelio. Es decir, días para tomar conciencia de nuestra débil naturaleza humana sometida al hambre, la sed y a la constante tentación de volver a la esclavitud, como la vivieron los israelitas en los cuarenta años de desierto, camino a la tierra prometida.

Cuaresma es una oportunidad para la reflexión, es decir, para hacer una flexión hacia dentro, para dirigir una mirada hacia nosotros mismos. Para descubrir nuestra desnudez en lo profundo de nuestras conciencias, núcleo central del ser humano. Para vernos tal como somos, sin máscaras, sin disfraces y sin risas falsas. Para descubrir las alimañas y los ángeles en nuestras vidas. Para encontrarnos con Dios, evaluarnos, conocernos y reconocernos, y escuchar al Señor que nos tiene una Buena Noticia: “el Reino entre nosotros”;  y una invitación: “convertirnos y creer”.

Durante este retiro cada uno puede preguntarse: ¿Estoy caminando con Jesús hacia la construcción del Reino? ¿El Reino de Dios hace parte de mi opción fundamental? O,  ¿es una palabra más en la múltiple gama de palabras con un significado misterioso, un cuento por el que un loco llamado Jesús dio su vida, pero aún no he entendido por qué?

Conversión implica cambio: cambio de mentalidad, cambio de valores, cambio de paradigmas, cambio de vida. ¿Necesito convertirme? ¿De qué necesito convertirme?

¿Creo en la Buena Noticia del Reino? Es decir, ¿aún por encima de tanta agresión y sufrimiento, de injusticias que causan miseria y muerte, creo que es posible un mundo justo, fraterno e igualitario? Aunque por mi naturaleza limitada caigo muchas veces en egoísmos, envidias y rencores, en fin, en pecado; ¿creo que Dios, por su infinita misericordia, me perdona y conduce mi vida hacia la plenitud? Aunque a veces pareciera que el mal rigiera los caminos de nuestro mundo ¿le creo a Jesús, camino con él y trabajo ayudado de su gracia para que en este mundo reinen la verdad, la alegría y el amor misericordioso, es decir, para que reine Dios?

La Cuaresma no es escape del mundo para rezar porque “el que peca y reza empata”; no es tristeza, llanto y luto. Es reflexión, interiorización, evaluación y encuentro con nosotros mismos y con Dios. Vive la cuaresma y ella te ayudará a vivir mejor.

 

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Moniciones: Miércoles de Cenia Ciclo B

Enlace permanente 19 de Febrero, 2012, 22:29

Moniciones para la Misa

Ahora es tiempo de gracia y salvación

Miércoles de ceniza

 

Monición de entrada:

           

Hermanos en Cristo.  Hoy las Iglesias cristianas comienzan el gran tiempo de gracia:  CUARESMA.  El tiempo de Cuaresma nos invita a renovar nuestro compromiso bautismal por medio de la oración más profunda, penitencia individual y social, ayuno y arrepentimiento por nuestros pecados.  Tiempo que nos prepara para la gran fiesta: la Pascua.  Con espíritu humilde, empecemos nuestra liturgia cantando el himno de entrada.

 

Primera lectura: Joel 2, 12-18

 

En la primera lectura que escucharemos hoy, el profeta Joel nos hace una intensa llamada a la conversión.  Es un movimiento de retorno al Dios creador y Salvador por medio de la oración, el ayuno y los actos de penitencia.  Escuchemos.

 

Segunda lectura: 2 Cor 5, 20-6,2

 

En el siguiente texto, San Pablo nos ofrece algunos pensamientos muy profundos.  Cristo no cometió pecado, pero por nosotros cargó con todos los pecados de la humanidad y nos invita a la reconciliación: “Déjense iluminar por Dios”.  También él dice que “Ahora es el tiempo de gracia. Pongan atención.

 

Tercera lectura: Mt 6,16.16-18

 

           

El Evangelio de hoy trae el tema de la verdadera religiosidad, el nuevo espíritu que debe animar al cristiano. Cristo nos insiste e la interioridad de espíritu cuando practicamos ayuno, oración y damos limosna.  Pongamos atención a este pasaje de la montaña.

 

Oración Universal

 

1.    Para que el rito de la ceniza, que inaugura el camino de la cuaresmal, nos recuerde a todos que formamos parte de la Iglesia, santa, pero siempre necesitada de penitencia. Roguemos al Señor.

 

2.    Para que los enfermos y los que sufren se sientan, más que nunca, en el centro de la comunidad que ora y lucha contra el mal, y se encamine en la esperanza hacia la victoria pascual . Roguemos al Señor.

 

3.    Para que los discípulos del Señor, iluminados por la Sagrada Escritura, purificados por el sacramento del perdón y fortalecidos con el pan de la vida, den testimonio de que el reino de Dios es alegría y paz e el Espíritu. Roguemos al Señor.

 

4.    Para que los gobernantes de las naciones trabajen siempre por la paz, la fraternidad, la justicia y el progreso de todos los pueblos. Roguemos al Señor.

 

5.    Para que socorra a cuantos padecen hambre o desempleo, inspire sentimientos de caridad a los que tienen bienes y multiplique los frutos de la tierra. Roguemos al Señor.

 

6.    Para que cuantos sinceramente buscamos el rostro de Dios, recibamos la plenitud del perdón. Roguemos al Señor.

 

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Moniciones: VII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

Enlace permanente 14 de Febrero, 2012, 16:52

Moniciones para la Misa

Autor: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com

Moniciones para el VII Domingo Ordinario - Ciclo B

Tus pecados quedan perdonados.

19  de febrero de 2012

 

Monición de entrada:

Toda la palabra de Dios es creadora, pero congratula de una manera especial que el Señor al crear todo lo haga nuevo. Él siempre transforma y hace renacer. Cuando optamos por seguir a Cristo desde la fe, enseguida aparece la idea que esta fe no es una ilusión que se desvanece, ni un entusiasmo momentáneo. Es un sí desde lo profundo del corazón. Es el reconocimiento de ese poder sanador de Cristo, que quita el pecado del mundo. Es tomar conciencia que Él ha entregado su Cuerpo y su Sangre por la remisión de nuestros pecados. Por eso es un momento importante para dar un salto, ponernos en pie, y como el paralítico, dar gloria a Dios por todo lo que hace por nosotros.  Puestos de pie, recibiremos a los ministros de esta eucaristía cantando con alegría.

 

Primera lectura: Is 43, 18-19.21-22.24b-25 (Por mi cuenta borraba tu crímenes)

La profecía de Isaías, que conforma nuestra primera lectura de hoy, es un mensaje de esperanza sobre la generosidad de Dios, que se adelanta incluso a los sentimientos nobles de los hombres de buena voluntad. También, como no, al arrepentimiento de los pecadores, poniéndoles en línea a recuperar su amistad. Texto interesante este del Capítulo 43 del Profeta Isaías que vamos a escuchar a continuación y que debemos meditar en nuestro interior.   Pongan atención.

 

Segunda lectura: 1I Cor 1,18-22 (Jesús no fue sí y no, sino siempre sí)

Comenzamos hoy la lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios y que estaremos leyendo hasta el domingo catorce de este tiempo ordinario, después, incluso, de la interrupción que la liturgia hace de este tiempo con la llegada de la Cuaresma. Esta carta, toda ella, es un ejercicio de sinceridad total por parte de Pablo y una de las más llamativas de las escritas por el Apóstol de los Gentiles.  Escuchen con atención este mensaje.

 

Tercera lectura: Mc 2,1-12 El Hijo del hombre puede perdonar pecados)

San Marcos, en el Evangelio, nos narra el último de los milagros de Jesús de los que hemos ido escuchando en los domingos anteriores y que es una formidable catequesis bautismal para todos aquellos que deseaban acercarse al seguimiento de Jesús. Lo importante de la curación del paralítico es su salvación integral que beneficia a alma y cuerpo y por la cual sus males físicos y sus pecados desaparecen. Y eso hemos de tenerlo en cuenta nosotros, aquí y ahora: la medicina que nos ofrece Jesús en la Eucaristía nos sana del todo. Tengámoslo en cuenta.  De pie para entonar el aleluya, antes de escuchar la Buena Nueva.

 

Oración universal

 

A cada invocación ustedes contestarán: SEÑOR, APAGA LA SED DE TU PUEBLO

 

1.- Por el Papa, los obispos y sacerdotes, para que sigan mostrando al mundo la novedad del mensaje de Amor que nos trajo Jesucristo.  OREMOS.


2. - Por los enfermos, los desplazados, los que viven en soledad, para que sientan que la Iglesia los acoge y acompaña en su sufrimiento. OREMOS.


3.- Por la paz en todos los países, ciudades, familias y personas de la tierra. OREMOS.


4...- Por todos los que trabajan en las parroquias y movimientos cristianos, para que tengan la misma actitud de servicio que tuvo Jesús en su vida. OREMOS.


5.- Por todos los cristianos que dejaron este mundo, acógelos, Padre, en tu morada eterna. OREMOS.


6.- Por los que celebramos esta eucaristía, para que al compartir tu mesa nos sintamos más unidos a Cristo y a los hermanos.  OREMOS.

 

Exhortación final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 325)

 

Hoy te bendice nuestro corazón, Dios del perdón y del amor,

Porque en Cristo y por la Iglesia nos reconcilias contigo.

Estábamos rotos por el pecado y doblados por el peso de la culpa,

Pero tú alientas a los que paraliza y atenaza el egoísmo estéril,

La mezquindad y el error, la desesperanza  y el desamor.

 

Gracias, Señor, porque, aunque traicionamos muchas veces

Nuestro bautismo, tú no nos rechazas para siempre sino que

Nos invitas a levantarnos y caminar al ritmo de tu amor de Padre.

 

Reconcílianos, Señor, contigo y con los hermanos;

Haznos sentir el gozo y la alegría de tu perdón que regenera,

Y concédenos un puesto en la ancha mesa de tu fiesta.

 

Amén.

 

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En camino: VII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

Enlace permanente 14 de Febrero, 2012, 16:47

EN CAMINO

Tiempo Ordinario, ciclo “B”

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.           Fuente: www.scalando.com

19 de febrero de 2009, 7mo Domingo del tiempo ordinario

 

-          Primera lectura: Is 43,18-19.21-22.24b-25: Ahora que voy a hacer algo nuevo.

-          Salmo Responsorial: 140: Dichoso el que cuida del pobre y desvalido.

-          Segunda lectura: 2Cor 1,18-22: Cristo es el sí de Dios.

-          Evangelio: Mc 2,1-12: Levántate, toma la camilla y vete a tu casa.

LA CASA

La casa representa la cercanía familiar y la intimidad del hogar (del latín fogar, fuego, calor). Aunque algunas veces nuestras casas se convierten en hoteles, donde habitan unas cuantas soledades que viven su propio mundo y sufren su propio drama, normalmente en casa nos sentimos seguros y dueños de nosotros mismos. En casa manejamos nuestro espacio y nuestro tiempo; podemos recibir a nuestros amigos, compartir una comida y escuchar una canción, leer un poema, contar una historia y tomar una copa de vino. En casa, bajo el mismo techo, vivimos con los nuestros más cercanos: pareja, hijos, hermanos, padres, u otras personas, a las que amamos, con las cuales, reímos y cantamos, peleamos, sufrimos y lloramos, jugamos, crecemos y resolvemos los problemas juntos.

Antes de que el rey David centralizara el culto, se llevara el Arca de la Alianza para Jerusalén y nombrara a Sadoq como sumo sacerdote para tener en sus manos el poder político y religioso de Israel, el culto se hacía primordialmente en las casas. El proyecto de Israel fue el proyecto de la casa, es decir, el proyecto familiar. Totalmente distinto al proyecto del palacio impuesto por el imperio egipcio y las ciudades estado Cananeas. Israel empezó como pueblo, agrupando familias: la familia de Abrahan, la familia de Isaac, la Familia de Jacob, etc., que se unieron para construir una historia distinta, un proyecto alternativo: la confederación de tribus; el proyecto de la casa.

Jesús predicó algunas veces en las sinagogas y, muy pocas veces, en el templo, a donde básicamente fue a protestar contra la corrupción oficial. Casi siempre lo encontramos en las plazas, en la playa, en los caminos y por supuesto: en la casa. Hizo de la casa de Cafarnaum, en la costa noroeste del Mar de Galilea o Lago de Tiberíades, un lugar de encuentro, de amistad, de intimidad y de acogida, donde mostró el rostro misericordioso de Dios.

No sabemos con certeza de quién era esa casa. Algunos suponen que era de su propiedad (Mt 4,13; Mc 2,1ss; 9,33) otros, que era de su amigo Simón, o de alguna otra persona que se la había prestado. Lo que sí vemos con claridad es que la casa estaba puesta al servicio de la Causa. Allí se reunían para enseñar, para celebrar, para curar a la gente y descansar después de largas jornadas. Fuera ajena, de alguna familia o del mismo Jesús no es lo más importante, sino el hecho de que prestara un servicio comunitario.

El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en casa. Había mucha gente agrupada que escuchaba su predicación. Había también un hombre paralítico que como tal, no podía valerse por sí mismo; iba donde lo llevaran. Más que un hombre es el mismo hombre, o sea, la humanidad caída que, dominada por tantos males, no puede vivir en libertad debido a las fuerzas que la aplastan. Cuatro hombres querían propiciar el encuentro con Jesús, pero no podían a causa del gentío. Preguntémonos cuándo el gentío y el bullicio de la gente, las distracciones de nuestra sociedad, las ideologías y la influencia de los medios de comunicación (convertidos a veces en medios de  distracción o de distorsión), nos impiden encontrarnos con los de nuestra casa y con Jesús.

En todo momento, particularmente en los difíciles, qué bueno tener y ser buenos amigos. Qué bueno estar siempre dispuestos a dar lo mejor, a apoyar en todo, a hacer todo lo posible para que los problemas se solucionen y para propiciar el encuentro con aquel que tiene la capacidad para levantarnos de nuestras postraciones. Como personas somos limitados pero tenemos la gran oportunidad de conducirnos hacia Jesús, que puede transformar nuestra vida y hacer de nosotros personas nuevas, libres y seguras. Estos cuatro amigos del paralítico, hicieron todo lo posible, hasta desbaratar el techo de la casa, para llevarlo hacia Jesús. La curación se dio en este caso no solo por la fe del paralítico sino también por la de sus amigos. ¿Qué clase de amigos somos? ¿Qué clase de amigos tenemos?

Al anunciar el perdón de Dios para el paralítico, excluido por ser considerado pecador, Jesús liberó al hombre de su culpa, le quitó un peso psicológico y lo reintegró a la comunidad. Lo aceptó como hermano y le dio la oportunidad de levantarse. Pero aquí surgió un problema delicado porque estaba pisando muchos callos. Si este hombre de Galilea, sin autorización oficial, anunciaba el perdón de los pecados, sin ritos de purificación, sin tributos y dejando a un lado la pomposa y engañadora liturgia oficial, entonces estaba tumbando por la base las estructuras sobre las cuales se sostenía la religión judía. Además, les quitaba un negocio muy jugoso para los sacerdotes, levitas, escribas, doctores de la Ley y toda esa burocracia ‘sagrada’, que  había convertido el templo en una cueva de bandidos, la fe en un mecanismo de exclusión y en una escalera para alcanzar títulos honoríficos, con los cuales pretendían llenar su vacío existencial y su bajeza humana. Ellos tuvieron ‘razones suficientes’ para perseguirlo hasta la muerte: “Poderoso caballero es Don Dinero” (Francisco de Quevedo y Villegas).

A pesar de lo peligroso para su seguridad, Jesús siguió adelante con su ministerio en defensa de la vida, especialmente de los excluidos, y ayudó a aquel hombre a descubrir su dignidad y el lugar donde debía estar. Le comunicó la gracia y el amor de Dios que lo reconstruía como ser humano y lo reconocía como hijo. Le brindó la confianza, la seguridad para levantarse y la alegría de vivir. Y ¿saben a dónde lo envió? A su casa. A sentir el calor del fogar y el amor de la familia, a construir el proyecto del Padre. El proyecto de la casa, el proyecto familiar.

¿Sobre qué base está sostenida nuestra fe? ¿Qué cuestionamientos haría Jesús de Nazaret a nuestras estructuras religiosas si viniera hoy? ¿Estamos construyendo el Proyecto de la Casa (familiar, cercano e incluyente) o el Proyecto del Palacio (imperial, lejano y excluyente)? ¿Nuestras Iglesias se parecen a las frías sinagogas y al templo de Jerusalén convertido en cueva de bandidos o se parecen a la casa de Jesús, en la cual recibía a todo aquel que lo buscaba con sinceridad? Nuestras familias, iglesias y comunidades, en medio de sus limitaciones humanas, ¿son realmente un espacio que posibilita el encuentro con Jesús, la vida en el espíritu y la comunicación del amor?

 

 

Oración

Bendito sea Jesús, alabado, glorificado y enaltecido, por tu infinito amor, por tu generosidad y entrega total comunicando la vida abundante que proviene de Dios, Padre y Madre. Gracias por las personas que nos acercan a ti, que nos animan, nos invitan, nos llevan a tu casa, nos trasmiten tu palabra y la experiencia maravillosa de la salvación.

Reconocemos que dentro de nosotros habitan realidades que nos detienen, nos limitan, nos paralizan y no nos dejan avanzar. Te pedimos que la gracia de tu Espíritu nos reconcilie, nos purifique, nos dé la paz y el perdón. Te abrimos totalmente las puertas de nuestros corazones para que nos renueves, nos transformes y nos des la capacidad de tomar en nuestras manos nuestras camillas, caminar y ser dueños de nuestra propia vida, del desarrollo de nuestra propia historia de salvación.

Danos la fuerza para renovar nuestras casas, nuestros hogares, nuestras familias, nuestras iglesias y comunidades. Que purifiquemos nuestros ritos, nuestros cultos, nuestras celebraciones, nuestras tradiciones de todo anacronismo, de todo recelo, de toda rigidez, de toda frialdad. Que nuestras casas familiares y eclesiales estén siempre abiertas para amar, para acoger, para celebrar con gozo la fiesta de la reconciliación, del encuentro contigo y con los hermanos, la fiesta de la vida. Que en nuestras casas familiares y eclesiales nos sintamos personas, nos sintamos amados, nos sintamos valorados, nos sintamos hermanos, hijos amados del Padre y madre Dios. Amén.

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Moniciones: VI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

Enlace permanente 6 de Febrero, 2012, 18:24

Moniciones para la Misa

Autor: Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com

Moniciones para el VI Domingo Ordinario - Ciclo B

El diálogo de una fe madura

12  de febrero de 2012

 

Monición de entrada:

La Iglesia siempre cercana a todos los seres humanos, trae hoy ante el altar a los que nosotros descartamos; a esos que no les hacemos sitio en nuestros encuentros, a esos a los que se les impide levantar la voz para que no reclamen justicia. Pero este egoísmo que llevamos tan dentro se opone a la lógica de Jesús que no le dice al leproso: “ten paciencia, aguanta un poco, debes aceptar, soporta la situación”. Le responde sin rodeos: “Quiero, queda limpio”. Después de ver este hecho ¿Qué diremos hoy a cada uno de estos que nos tienden la mano? ¿Somos conscientes de que los bienes de la tierra son de todos? El Señor, siempre paciente, espera la respuesta. Entonces, hoy sería un momento oportuno para examinarnos de si hacemos las cosas buscando nuestro bien, o buscando el bien de los hermanos.  Puestos de pie, recibiremos a los ministros de esta eucaristía cantando con alegría.

 

Primera lectura: Lv 13, 1-2.44-46 (El leproso vivirá solo, fuera del campamento)

El libro del Levítico del que es nuestra primera lectura, nos muestra la terrible ordenación jurídica y religiosa sobre los leprosos. Ni siquiera podían vestir con decoro. Era la enfermedad más contagiosa conocida hasta entonces y la Ley ponía inhumanos medios para evitar su propagación. La venida de Cristo cambiará radicalmente esa Ley tan dura.   Pongan atención.

 

Segunda lectura: 1 Cor 10, 31-11,1 (Sigan mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo)

La lección de Pablo, en el breve fragmento que escucharemos de la primera carta a los fieles de Corinto, es singular. Y dice que todo lo que hay en el mundo es bueno y sirve para dar  gracias a Dios. Somos nosotros los que distinguimos absurdamente viendo cosas malas donde solo hay buenas. Tendríamos que hacer todo, como nos dice la segunda lectura, para gloria de Dios, pero vemos que eso no es así. Y de ahí los muchos problemas que sufre nuestro mundo.  Escuchen con atención este mensaje.

 

Tercera lectura: Mc 1, 40-45 (Curación de un leproso por Jesús)

 

Jesús rompe la durísima ley que separaba a los leprosos del mundo. La curación es sin duda la solución universal al problema. Pero a nosotros la enseñanza que recibimos de este texto evangélico es que debemos reconocer nuestras limitaciones, faltas y problemas y, como el leproso del Evangelio, ponernos ante el Señor para decirle: “si quieres puedes limpiarme”. Encomendar a Él la solución de nuestras angustias. Y, eso sí, cuando nos veamos limpios no dejemos de dar gracias a Dios. No lo olvidemos.  De pie para entonar el Aleluya, antes de escuchar la Buena Nueva.

 

Oración universal:

A cada invocación ustedes contestarán: SI QUIERES, PUEDES LIMPIARNOS, SEÑOR.

 

1. – Por el Papa, los obispos y sacerdotes, para que, al igual que Pablo, lo hagan todo para Gloria de Dios.  OREMOS.

 

2. – Por los gobernantes y los que les rodean, para que vean en Jesucristo al único que puede limpiar nuestras faltas.  OREMOS.

 

3. – Por todas aquellas que se han alejado de la Iglesia, para que encuentren en Jesucristo esa agua eterna.  OREMOS.

 

4. – Por las familias cristianas, para que encuentren en Cristo la base donde sustentar su vida.  OREMOS.

 

5.- Por los niños y los jóvenes, para que no dejen “manchar” su seguimiento a Cristo con el polvo del camino. OREMOS.

 

5. – Por todos nosotros y nuestras necesidades que tú conoces, socórrenos y acompáñanos.  OREMOS.

 

Exhortación final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 322)

 

Gracias, Padre, porque Jesús, curando a los leprosos

nos mostró que el amor no margina a nadie, sino que

regenera a la persona, restableciéndola en su dignidad.

Cada sanación de Cristo nos habla de su corazón compasivo

y nos confirma en la venida de tu amor y de tu reino.

 

Siguiendo su ejemplo, danos, Señor, un corazón sensible

al bien de los hermanos, para saber dialogar contigo en la fe.

Danos disponibilidad para escuchar tu palabra, sin encerrarnos

en el monólogo egocéntrico y estéril de nuestra propia seguridad.

Y concédenos superar todas las crisis  y dificultades de la fe

en nuestro camino hacia la indispensable madurez cristiana.

 

Amén.

 

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En camino: VI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

Enlace permanente 6 de Febrero, 2012, 18:19

EN CAMINO

Tiempo Ordinario, ciclo “B”

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.           Fuente: www.scalando.com

12 de febrero de 2012, 6to Domingo del tiempo ordinario

 

-       Primera lectura: Lev 13,1-2.44-46: Mientras le dure la lepra, seguirá impuro.

-       Salmo Responsorial: 31: Alégrense justos, y gocen con el Señor.

-       Segunda lectura: 1Cor 10,31-11: Lo que hagan, háganlo para gloria de Dios.

-       Evangelio: Mc 1,40-45: Si quieres, me puedes dejar limpio.

 

SI QUIERES, PUEDES LIMPIARME

Desde 1874 cuando el médico noruego Gerhard Henrik Armauer Hansen descubrió los orígenes de la lepra, se sabe que es producida por un bacilo llamado Mycobacterium leprae (también conocido como el bacilo de Hansen, similar al de la tuberculosis). Hoy sabemos que es una enfermedad infecciosa crónica de los seres humanos que afecta sobre todo a la piel, membranas mucosas y nervios.

En el mundo antiguo no había claridad sobre este tema. Lepra se le llamaba a diversas afecciones dérmicas. No podemos afirmar o negar con seguridad si cuando se hizo la legislación del Levítico (primera lectura.) esta enfermedad estuviera presente en Israel, pues los primeros indicios verdaderos de la enfermedad de Hansen en esta parte del mundo, datan de tiempos posteriores a la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.). Es posible que cuando el Levítico habla de lepra se trate de alguna afección en la piel producida por algún hongo. Y cuando en el evangelio se habla de lepra, se trate efectivamente de la enfermedad de Hansen o de algún otro problema dérmico menos grave.

A nadie relativamente cuerdo se le ocurriría pensar hoy que la aparición de la lepra y su posterior desarrollo tenga algo que ver con ideologías, convicciones religiosas o políticas. Pero en el mundo antiguo se consideraba como un castigo divino a causa de los pecados. Por eso los sacerdotes se encargaban de hacer el diagnóstico y de exigir el aislamiento de los enfermos para evitar el contagio de los demás. A esto se le daba un carácter sanitario y religioso, pues se pensaba que el enfermo contaminaba al sano, el pecador, al santo, y el impuro, al puro.

La Ley del Levítico es entendible porque no tenían los conocimientos científicos de hoy; y aunque fuera muy duro tanto para la familia, como para el enfermo, buscaba defender la vida. Pero, el miedo, peligroso consejero, hacía que ante cualquier manifestación en la piel, los Sacerdotes diagnosticaran lepra, separaran a mucha gente de su familia y la condenaran a vivir lejos de sus seres queridos. De esta manera el leproso era condenado a sufrir un infierno, además de su enfermedad, por el peso psicológico de sentirse despreciado y castigado por Dios, señalado por todo el mundo y marginado de la sociedad.

El Evangelio de Marcos que hoy leemos presenta una narración elaborada con la intención de dar una enseñanza a su comunidad.  Jesús iba en una de sus correrías como misionero itinerante. Un leproso rompió con la severa normatividad, se acercó a Jesús y se postró ante él. Postrarse, antiguamente, significaba reconocer en la persona a alguien digno de reverencia; y en el evangelio era signo de confianza y disponibilidad para el seguimiento.

La literatura bíblica tiene la particularidad, entre otras cosas, de poner como personajes centrales a gente del común, especialmente a los marginados y condenados por el sistema o por la dureza de la vida. Por eso, en este texto, como en muchos otros, se pone como paradigma de fe a un hombre víctima de la enfermedad y del sistema que lo excluía. Este hombre en una situación límite, sin pensarlo dos veces rompió el protocolo, se acercó y le habló a Jesús.

Con seguridad no lo habría hecho si hubiera visto en Jesús a un orondo e insensible sacerdote del templo de Jerusalén. Lo hizo porque el hombre de Nazareth le inspiró confianza. Su oración también es paradigmática: “Si quieres, puedes limpiarme”. Es una oración de entrega total a la voluntad de Dios. ¡Así debe ser nuestra oración!: “Señor, yo quiero sanarme, Señor, yo quiero realizar este proyecto, Señor, yo quiero esto o aquello… si quieres ayúdame a conseguirlo”. Como dice el Padre Nuestro: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

Otra particularidad de la literatura bíblica es entrar en la conciencia de la gente, y narrar sus sentimientos y pensamientos, lo que le duele y lo que le alegra. Los móviles de su accionar. Por eso con mucha frecuencia narran los sentimientos de Jesús, sus miradas, sus gestos de alegría o de tristeza, sus manifestaciones de amor o de rabia. Jesús sintió compasión, extendió la mano, lo tocó y le dijo: Sí quiero que quedes limpio”.

Jesús no puso entre paréntesis la Ley porque fuera un anárquico. Al contrario, una vez realizado el milagro, envió al leproso sanado a presentarse al sacerdote, como mandaba la Ley. Él puso entre paréntesis la Ley porque todo su accionar estuvo movido fundamentalmente por la compasión. Con Jesús el nombre de Dios es amor y la concreción del amor es la misericordia. Todas las leyes, todas las estructuras, todas las religiones, ¡todo!, no tendría sentido si está alejado del amor misericordioso. De esta manera puso por encima el valor de la persona humana y la defensa de su dignidad.

En aquella época nadie podía tocar a un leproso pues, según la tradición, quedaba contaminado por su pecado; pero Jesús se arriesgó, extendió su mano y lo tocó. Un escándalo para los leguleyos, un atrevimiento condenable para los flemáticos legisladores religiosos para los cuales lo que mejor sabían decir era NO. La salvación para un enfermo que sufría por su enfermedad y por la exclusión. Jesús demostró que la Ley por sí misma no salva. Que no siempre el que cumple la Ley hace la voluntad de Dios. Que muchas veces hay que romper la Ley para salvar al ser humano. Que la norma fundamental es el amor misericordioso. Que Dios no puede estar en contra del amor y que no está en contra de Dios quien ama de verdad, no daña a nadie y obra el bien a su paso. “Ama y haz lo que quieras”, decía San Agustín.

Con mucha frecuencia los que se atreven a romper normas anacrónicas, disciplinas y tradiciones intocables cubiertas por un manto sagrado, son cuestionados, señalados, expulsados y hasta perseguidos. Por las condiciones de la época lo que hizo Jesús con el leproso no se debía hacer, por eso le pidió encarecidamente que no lo dijera a nadie. Ese era el llamado “secreto Mesiánico”, un misterio que no se ha comprendido muy bien todavía, pero que sigue vigente.

Pero el leproso sanado no fue a donde el sacerdote para que le permitiera reintegrarse a la comunidad, sino que cometió otro atrevimiento al autoincluirse en la sociedad. Además empezó a anunciar por todo el mundo su experiencia con Jesús como una Buena Noticia, de tal manera que Jesús ya no podía estar abiertamente en público sino que le tocaba mantenerse alejado. Es decir, que por su compromiso con la defensa de la vida se convirtió en un excluido más.

Pero como dice la canción: “no se puede sepultar la luz, no se puede sepultar la vida; no se puede sepultar un pueblo que busca la libertad”. Donde estaba Jesús allá llegaban, pues el templo y toda la estructura religiosa, manejada por una banda de criminales camuflados con una aureola de santidad, no podían ser signo del Dios vivo y verdadero. Fue el “loco” Jesús, el aldeano atrevido, el “impúdico” amigo de publicanos y pecadores,  condenado a vivir en la periferia y finalmente ejecutado (asesinado) a las fueras de la ciudad, quien nos mostró el verdadero rostro misericordioso de Dios. Como dice el evangelio de Juan: “He aquí el hombre” (Jn 19,5b).

 

Oración

Jesús, hermano, amigo, compañero de camino, te damos gracias por habernos revelado en su plenitud el amor misericordioso de Dios, Padre y Madre, origen y meta de la vida, fuente de plenitud, de paz, de amor y todo lo bello que le da sentido a nuestra existencia.

Te pedimos que nos ayudes a valorar el maravilloso aporte de la revelación y de los diferentes caminos religiosos; a encontrarle todo el sentido a la Ley, respetarla, apreciarla y a darle aplicabilidad según nuestro propio contexto vital, nuestros intereses y necesidades reales.

Aquí estamos, postrados ante ti, con la actitud humilde y confiada del leproso: tú conoces nuestros intereses, nuestras necesidades, nuestros conflictos, nuestras oportunidades, nuestros sueños, nuestros anhelos más profundos. Tú conoces también nuestra fragilidad humana, la oscuridad, las realidades que contaminan nuestra mente y nuestro corazón. Todo esto te lo presentamos: Señor, si quieres puedes limpiarnos, si quieres… si es bueno para nosotros, si es para hacer realidad el plan salvífico de Dios, Padre y Madre, porque sabemos que ahí está nuestra salvación; si quieres, ayúdanos a hacer realidad esos anhelos que te presentamos… confiamos plenamente en ti, estamos a tus pies, dispuestos a seguirte, a caminar contigo… nos ponemos en tus manos… Amén.

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