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Marzo del 2012

 

En camino: I Domingo de Pascua Ciclo B

Enlace permanente 31 de Marzo, 2012, 16:07

Camino de fe: Comentando la Palabra"No está aquí.  Ha resucitado"                                                                                                                           "No está aquí.  Ha resucitado"
Tiempo de Pascua

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

Autor: Neptalí Díaz Villán CSsR.                                                                       Fuente: www.scalando.com

La Resurrección de Cristo

Hazpara ver las lecturas del día

-      Ira lec.: Hc 10, 34a.37-43

-      Sal 117

-      2da lect.: Col 3, 1-4

-      Evangelio: Jn 20,1-9

"Testigos de la Resurrección"

Abarcar un misterio tan grande como lo es la resurrección es, además de un atrevimiento, algo sencillamente imposible. Solo quiero dar algunas puntadas sobre este acontecimiento en nuestra vida de fe.

Una de las  prácticas litúrgicas en la noche de pascua consiste en mostrar la efigie de un hombre vivo y sonriente, con heridas aún sin cicatrizar en manos, pies y costado. Es interesante ver cómo las personas le ponen todo el amor del mundo y organizan procesiones, gastan su tiempo y creatividad imaginando cómo sería el momento de la resurrección. Después de un profundo silencio empiezan a sonar las campanas y el canto de gloria, silenciado durante la cuaresma. Entran con la imagen del “resucitado” por la mitad del templo mientras suenan los aplausos. La gente se emociona y grita vivas. Con la alegría de la “resurrección” vuelven las flores al altar, los presbíteros se visten de blanco y a la salida del templo se desean mutuamente felices pascuas…

Estas escenas acompañaron y siguen acompañando la celebración de la pascua de muchas comunidades cristianas. Las pinturas, las canciones, las películas, etc., nos muestran no tanto la resurrección sino la revivificación de un cadáver, como si el muerto, con las mismas características espaciotemporales, se hubiera levantado del sepulcro. Tenemos que decir claramente que esta visión de la resurrección de Jesús no podemos aceptarla hoy. No solamente porque no aguanta un cuestionamiento del racionalismo moderno, o del agnosticismo postmoderno, sino porque no corresponde a la primera experiencia de fe de las comunidades cristianas primitivas.

Digámoslo directamente: el cadáver de Jesús debió seguir el ciclo de cualquier organismo muerto, como residuo de una etapa de evolución irreversible y ya consumada en el ser. Es decir que se descompuso y formó parte de la madre tierra de la cual había salido. No le demos más vueltas al asunto y no nos extrañemos si en algún momento encuentran sus restos mortales, aunque sería muy difícil identificarlo con certeza. ¿Entonces, se acabó la fe? ¿Entonces se acabó la Iglesia? ¡No! ¡Todo lo contrario!

Resurrección no es revivificación de un cadáver para dejarlo en las mismas condiciones de antes (eso sería retroceder), ni es la pervivencia de un alma espiritual independiente de las funciones corporales. La resurrección es una nueva creación a partir del mismo yo. El mismo yo (núcleo central) pero diferente, pues resucitado goza de una nueva relación con Dios y con el mundo. El resucitado tiene una nueva forma de ser, trasformado totalmente por obra del Espíritu vivificante de Dios.

A primera vista, el evangelio de hoy nos señala la tumba vacía como “prueba” de la resurrección. Pero el hecho de que el cadáver no estuviera en la tumba no significa que haya revivido. Los relatos de la tumba vacía “son narraciones que sirven para justificar una celebración litúrgica de la comunidad de Jerusalén que se reunía anualmente para anunciar la resurrección ante una tumba vacía, como signo de ella” (C. Bravo). Son recursos pedagógicos que emplearon los evangelistas para llevarnos al encuentro con Jesús resucitado. Recursos que se quedaron cortos para representar algo que no era palpable a los ojos.

La resurrección de Cristo no es un hecho comprobable científicamente, es una experiencia de fe. Los discípulos fueron testigos del Jesús histórico que vivió, hizo camino y pasó haciendo el bien. Los evangelistas narran toda la estratagema utilizada por los poderosos para matarlo; narran con lujo de detalles el juicio, la condenación, el camino de la cruz y el momento de su muerte. Pero no el momento mismo de la resurrección, sencillamente porque no existen testigos oculares y porque cualquier leguaje humano se quedaría corto para explicar este misterio.

Históricamente no sabemos si un hubo o no tal tumba vacía. Históricamente no sabemos si a Jesús lo sepultaron solo en una tumba o en una fosa común como solían hacer con los crucificados. Con seguridad no hubo ningún fenómeno paranormal y ninguna roca se movió para dejar salir a Jesús vuelto a la vida. ¿Con esto quitamos algo de la fe cristiana? ¡De ninguna manera! Lo definitivo y decisivo es la manifestación y el encuentro con el mismo Cristo vivo y resucitado. La fe cristiana no convoca al sepulcro vacío, sino al encuentro con el Cristo viviente: “¿por qué buscan entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24,5).

Los evangelistas narraron el acontecer de Jesús resucitado en la vida de sus seguidores y seguidoras. Quieren decir que el mismo que aconteció en ellos en su vida mortal, aconteció en ellos de una manera nueva. El mismo que compartió con ellos la risa y el llanto, los dolores y los sueños por un mundo mejor; por el mismo que vieron frustradas todas sus esperanzas al verlo asesinado en el madero de la cruz, experimentaron luego un gozo inexplicable y unos deseos incontenibles de continuar su obra. Lo experimentaron pleno, glorificado, resucitado y resucitador. De ahí en adelante no fue sólo Jesús, el hombre de Nazareth, sino Jesús el Cristo, el Mesías crucificado y glorificado. Jesús el Cristo envolvió sus vidas y los impulsó a amar, a reorganizar las comunidades y a seguir trabajando por su causa.

Fue entonces cuando se convirtieron en testigos de la resurrección. Los iletrados obreros del viejo Zebedeo y los demás seguidores de Jesús, se atrevieron a denunciar el crimen infame de un hombre y a anunciar que Dios se había puesto de parte de ese reo de muerte. “Ellos lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó…” (1tra lect.). El sistema lo rechazó, Dios lo acogió. La “gente bien”, consideró que debía morir, Dios consideró que debía reinar. El poder homicida vio en él un endemoniado, loco y blasfemo; un peligro del que había que salir pronto. Por eso lo juzgaron, lo excomulgaron, lo condenaron y lo mataron. Pero Dios, que ve lo profundo, lo llenó de gloria (2da lect.) y avaló su proyecto para una nueva humanidad.

Decir que un hombre había resucitado no era el mayor problema: la religión antigua de Zoroastro ya había hablado de la resurrección, lo mismo que el judaísmo tardío, especialmente los fariseos. Lo que más les dolió a las autoridades y desató la posterior persecución, fue afirmar que precisamente “a ese tal Jesús”, ese hombre a quien le habían dado la peor de las muertes en nombre de Dios, Dios mismo lo había resucitado. Que la resurrección tenía nombre propio y se llamaba Jesús de Nazareth.

La resurrección de Jesús no implica únicamente la trascendencia individual, más allá de la historia en esta tierra, para reinar con los ángeles en cielo. Implica también la continuidad de su proyecto vital en defensa de los pobres y marginados por el poder homicida. Es sobre todo, el triunfo de la vida sobre la muerte y la victoria definitiva del amor sobre el odio. Con su resurrección Jesús no nos salva únicamente de la muerte eterna, sino del sinsentido de la vida. De la vaciedad de una vida sin rumbo y del dominio de las tinieblas, del reinado de la impunidad y de la mediocridad humana que sólo piensa en sobrevivir para satisfacer sus instintos y protegerse de sus miedos.

Con la resurrección de Jesús se enaltecen actitudes subvaloradas como la humildad, la entrega, el servicio, el perdón y el amor donativo. La muerte no deja de ser una realidad dolorosa, pero lo definitivo es la vida. La injusticia no deja de ser una realidad patente, pero no tendrá la última palabra. La acumulación de riqueza que contrasta vergonzosamente con la marginalidad de tantos seres humanos que sobreviven en los nuevos campos de concentración de la miseria, no deja de causar molestia, pero esa degradación legitimada por nuestro sistema imperante no será lo definitivo. El engaño, la mentira, la explotación y demás actitudes infrahumanas seguirán presentes en nuestro mundo, pero no reinarán para siempre.

Si no nos convertimos en testigos de su resurrección ante nuestro mundo, esta pascua no sería más que un teatro con entrada libre y nuestro compromiso terminaría con el aplauso a una imagen del “resucitado”.

¿Que tal si permitimos que Él resucite entre nosotros y nos haga morir al hombre viejo cargado de engaños, egoísmos, mentiras y todo lo que nos mata, para hacer renacer al hombre nuevo capaz de amar y servir? Veamos si nos atrevemos a permitir que Cristo acontezca en nuestra vida y nos convierta en testigos de su resurrección, con todo lo que ello implica ante nuestro mundo concreto: que nunca seamos crucificadores y que tengamos la valentía de denunciar a quienes crucifican a los crucificados de hoy. Porque ser testigo de la resurrección implica denunciar a los que lo matan la vida, anunciar que otro mundo es posible y estar dispuesto a construirlo. Esto tiene sentido porque Cristo resucitó y porque sabemos que nuestra lucha no será en vano. Que nuestra entrega tiene valor y que amar tiene sentido porque con Jesús resucitado nos encaminamos irreversiblemente hacia la vida. 

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Reflexión para el Sábado Santo: "La Gran Vigilia Pascual"

Enlace permanente 31 de Marzo, 2012, 14:48

Camino de fe: Comentando la Palabra
Triduo Pascual

Sábado Santo

Autor: B. Caballero                                                                        Fuente: www.scalando.com

Hazpara ver las lecturas del día

Lecturas del Antiguo Testamento.

Rom 6,3-11: Incorporados a Cristo por el bautismo. A - Mt 28,1-10: Ha resucitado y os precede a Galilea. B - Mc 16,1-8: El crucificado resucitó.

C - Lc 24,1-12: No está aquí; ha resucitado.

"La Vigilia Pascual"

1. Liturgia bautismal de la pascua. En el sábado santo celebramos durante el día la sepultura del Señor, y por la noche la gran vigilia pascual de la resurrección gloriosa del Señor, que constituye la cumbre de todo el año litúrgico. En las lecturas bíblicas de la Vigilia Pascual tenemos un resumen de toda la historia bíblica desde la creación, pasando por el éxodo y la pascua de Egipto, hasta culminar en la resurrección de Jesús.

La liturgia de la vigilia pascual, que comenzó a celebrarse en la Iglesia romana a mediados del siglo II, posee en su estructura actual una rica simbología bautismal que es el sedimento de muchos siglos de culto cristiano. Así, siguiendo el orden del ritual: el rito del fuego nuevo (s. IX), la procesión de la luz (s. XII), el cirio pascual (s. V), el pregón pascual (s. IV), la bendición del agua (s. V) y la fuente bautismal (s. II).

Esta marcada impronta bautismal de la pascua nos recuerda que nuestro nacimiento a la vida nueva con Cristo resucitado se realiza por la fe en él y por el sacramento del bautismo que nos incorpora al misterio pascual de Cristo, es decir, a su muerte y resurrección. Así lo expone la lectura apostólica (Rom 6,3ss). Los dos tiempos del bautismo en su liturgia primitiva: inmersión en el agua y emersión de la misma, simbolizan, respectivamente, la muerte al pecado y la sepultura con Cristo (inmersión), y la resurrección a la vida nueva con él (emersión).

 La liturgia bautismal más frecuente hoy día, con la sola infusión del agua, significa simultáneamente el lavado y perdón de los pecados y la vida nueva o adopción filial por Dios. Al realizarse así los dos movimientos – que son uno – de participación en la muerte y resurrección de Cristo, es decir, en su misterio pascual, queda el neófito incorporado a él y a su cuerpo social que es la Iglesia, la comunidad cristiana, el pueblo de Dios, el pueblo de la nueva alianza por la sangre de Jesús.

2. La vida nueva con Cristo resucitado. La gran fiesta cristiana es pascua de resurrección. Tan es así que el misterio pascual es lo que celebramos constantemente a lo largo de todos los domingos y fiestas del año litúrgico e incluso en la eucaristía diaria. La vigilia pascual, con el fuego nuevo y la luz del cirio, que representan a Cristo, expresa alegremente nuestra fe comunitaria en la liberación del hombre envejecido por el mal, mediante la creación del hombre y mundo nuevos en Cristo resucitado. Dios ha dado el primer paso en la resurrección de Jesús.

Cristo resucitado es el nuevo Adán que restituye al hombre, imagen del Dios de la vida, la dignidad perdida por el pecado. Desde entonces son posibles en nuestro bajo mundo la esperanza, la libertad, la alegría y la solidaridad humanas, porque Jesús resucitado establece y consolida el reino de Dios en la tierra de los hombres. Él nos posibilita la vida nueva de seres regenerados y redimidos del pecado, que es la antigua condición y la vieja levadura. Al tronco añoso de la humanidad pecadora, como al olmo viejo que cantó el poeta, le han nacido nuevos tallos en la primavera que es esta pascua florida de la resurrección de Cristo. “Es el Señor quien lo ha hecho; ha sido un milagro patente” (salmo responsorial).

La pascua cristiana es el día en que actuó el Señor, es la fiesta de la fe y de ia vida inmortal, es el triunfo de la causa de Jesús, es la salvación del hombre, es el gran éxodo de la esclavitud del pecado y el comienzo de la gran marcha de liberación de la humanidad, que con Cristo camina en la esperanza presente y futura. Por todo ello, y por ser la victoria definitiva sobre la muerte, la pascua es la gran fiesta de la vida para todo el que cree en Cristo resucitado.

Pero todo esto tiene un precio para nosotros: colaborar personalmente con la gracia y la fuerza del Espíritu, muriendo con Cristo al hombre viejo. Por eso se nos propone hoy la conversión total: de mentalidad, corazón y conducta, como principio de una vida nueva. El cristiano, resucitado con Jesús, ha de aspirar a los bienes de allá arriba donde está Cristo y barrer de su vida el pecado, que es la vieja levadura de corrupción y de maldad. Sólo así seremos la masa nueva del pan ácimo pascual. 

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Reflexión para el Viernes Santo: Pasión y Cruz de Cristo

Enlace permanente 31 de Marzo, 2012, 14:45

Camino de fe: Comentando la Palabra
Triduo Pascual

Viernes Santo

Autor: B. Caballero                                                                        Fuente: www.scalando.com

El viernes santo es un día polarizado litúrgicamente en torno a la pasión del Señor y su muerte en la cruz

Hazpara ver las lecturas del día

Is 52,13-53,12: Fue traspasado por nuestras rebeliones. Heb 4,14-16; 5,7-9: Se convirtió en causa de salvación. Jn 18,1-19,42: Pasión de nuestro Señor Jesucristo.

"Pasión y Cruz de Cristo"

1. El secreto de la cruz es el amor. El viernes santo es un día polarizado litúrgicamente en torno a la pasión del Señor y su muerte en la cruz. Hoy se cumple el repetido anuncio de Jesús en los evangelios sobre su muerte violenta en Jerusalén. La pregunta es obvia: ¿Por qué tenía que ser así? La respuesta más profunda y válida solamente Dios puede darla, pues pisamos el terreno insondable de la voluntad divina y su proyecto eterno de redención realizado en Cristo.

Ni Dios Padre ni Jesús mismo quisieron el sufrimiento, la pasión dolorosa y la muerte violenta por sí mismas, pues son realidades negativas sin valor autónomo. La valía del dolor, pasión y muerte de Cristo radica en el significado que reciben desde una finalidad superior: la salvación del hombre, a quien Dios ama. Verdad central de nuestra fe: Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo.

Nos consta sobradamente la repugnancia natural de Jesús, como hombre que era, ante los sufrimientos de su pasión, tanto físicos: tortura, flagelación, coronación de espinas, crucifixión, como psíquicos: traición de Judas, precio de esclavo a su persona, negación de Pedro, deserción general de los discípulos, ingratitud del pueblo judío, odio de sus jefes religiosos. La “agonía” de Getsemaní es un prólogo suficientemente elocuente a este respecto.

Jesús, no obstante, acepta el plan del Padre: No se haga mi voluntad, sino la tuya. Éste es el motivo y la razón de la obediencia de Cristo: el querer del Padre, que es la salvación del hombre por el amor que le tiene. Jesús carga con la cruz de su pasión por fidelidad al Padre y por amor al hombre, es decir, por solidaridad con sus hermanos. El motivo parece doble, pero en el fondo es único, porque la voluntad del Padre es el amor y la salvación del hombre.

“Por nosotros y por nuestra salvación”, como decimos en el credo, es la razón teológica que nuestra fe nos descubre para explicar y en-tender toda la vida de Jesús desde la encarnación a su pasión, muerte y resurrección. La segunda lectura de hoy afirma: “Cristo, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna” (Heb 5,8s).

2. Amor con amor se paga. El misterio de la cruz en la vida de Jesús – y, por tanto, también en la nuestra – es revelación cumbre de amor, pues no hay modo más verídico de expresar amor que dar la vida por aquellos a quienes se ama. Pues bien, el poema sublime de amor que es la vida, pasión y muerte de Cristo pide de nosotros una respuesta también de amor. “Nosotros amemos a Dios, porque él nos amó primero. Pero si alguno dice: 'Yo amo a Dios', y aborrece a su hermano, es un mentiroso. Pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4,19s).

Creemos y decimos que la cruz es la señal del cristiano no por masoquismo espiritual, sino porque la cruz es fuente de vida y de liberación total, como signo que es del amor de Dios al hombre por medio de Jesucristo. El amor que testimonia su cruz es la única fuerza capaz de cambiar el mundo, si los que nos decimos sus discípulos seguimos su ejemplo.

Jesús pudo habernos salvado desde el triunfo, el poder y la gloria; es decir, desde fuera, como un superhombre. Pero prefirió hacerlo desde dentro de nuestra condición humana; ser uno más, demostrándolo a base de humildad, servicio, obediencia y renuncia, en vez de imponerse desde la categoría y el poder. Este segundo es nuestro estilo. Pero Cristo no vino para que le sirvieran, sino para servir; por eso, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz y la ignominia.

El Señor nos invita a seguirlo en la autonegación que nos libera, abrazando con amor la cruz de cada día, siempre presente de una u otra forma, y de la que inútilmente intentaremos escapar. Saber sufrir por amor es gran sabiduría. El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará, dijo Cristo. El secreto de la cruz de Jesús es el amor, y la única manera de entenderla y convertirla en fuente de vida es amar generosamente a Dios y a los hermanos. 

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Reflexión para el Jueves Santo Santo: "La Cena del Señor"

Enlace permanente 31 de Marzo, 2012, 14:41

Camino de fe: Comentando la Palabra
Triduo Pascual

Jueves Santo

Autor: B. Caballero                                                                        Fuente: www.scalando.com

Hoy es un día señalado en la vida de una comunidad cristiana. Jueves único en el año litúrgico

Hazpara ver las lecturas del día

Éx 12,1-8.11-14: La cena pascual judía.

1Cor 11,23-26: La cena del Señor.

Jn 13,1-15: El lavatorio de los pies.

"La Cena del Señor"

1. Institución de la eucaristía. Hoy es un día señalado en la vida de una comunidad cristiana. Jueves único en el año litúrgico. Si la celebración eucarística es siempre memorial de la muerte y resurrección del Señor, hoy lo es más si cabe. Este jueves requiere de nosotros una actitud y una celebración conscientes, como efecto de una fe alertada en circunstancias especiales. Durante cuarenta días (Cuaresma) nos hemos preparado a la pascua que hoy comienza con el triduo pascual, cuyo centro celebrativo es el misterio de la redención humana por la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

El triduo pascual evidencia la unión inseparable que existe entre la teología de la cruz y la teología de la gloria, como se significa visiblemente en Jesús resucitado mostrando a sus discípulos las señales de la cruz en su cuerpo glorioso. Hoy celebramos la institución de la eucaristía por Jesús en la cena de despedida de sus discípulos, la víspera de su pasión. Tarde grávida de recuerdos, palabras de adiós, signos sacramentales y gestos de profundo sabor fraterno.

Entre los temas principales que destacan en la liturgia de hoy: eucaristía, sacerdocio ministerial y amor fraterno en la comunidad cristiana, el primero y determinante de los demás es la eucaristía, memorial de la pasión y muerte del Señor hasta que él vuelva de nuevo (2da lectura), y nueva pascua o banquete sacrificial del pueblo cristiano, que viene a sustituir a la cena pascual judía, memorial de liberación (lra lectura).

En la cena del Señor sitúan algunos teólogos el nacimiento de la Iglesia, pues es evidente que el mandato de Jesús “haga esto en conmemoración mía” origina la repetición de la eucaristía y, por tanto, la convocación permanente de la asamblea eclesial a través de los tiempos. Asimismo, ese mandato y deseo de Cristo de repetir su cena eucarística es posible en la comunidad gracias al ministerio sacerdotal de los obispos y presbíteros en continuidad con los apóstoles del cenáculo. 

Hoy es un día señalado en la vida de una comunidad cristiana. Jueves único en el año litúrgico2. Un testamento de amor. En el transcurso de la última cena, Jesús dijo a sus discípulos: “Me queda poco tiempo de estar con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como yo los he amado. La señal por la que conocerán que son discípulos míos será que se amen unos a otros” (Jn 13,33ss). El amor fraterno o mandamiento de Jesús aparece como signo visible de la comunidad cristiana. Será lo que la identifique ante el mundo. 

Hay dos gestos en la cena del Señor que apuntan al amor fraterno: el lavatorio de los pies de los apóstoles por Jesús y la mesa común en que se participa eucarísticamente y por primera vez su cuerpo y su sangre. Ambos gestos son expresión de servicio, amor y entrega por parte de Cristo e invitación para que nosotros hagamos lo mismo, pues para ambos aplica Jesús el mandato de repetirlos en memoria y a ejemplo suyo.

“Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amé hasta el extremo”. Sublime resumen e introducción. a estos dos gestos finales: lavatorio de los pies e institución de la eucaristía, que iluminan y dan sentido a toda la vida de Cristo, centrada en esa doble motivación: amor al Padre y amor a los hombres, sus hermanos, como principio, medio y fin.

El amor de Jesús no quedó en palabras, ni siquiera en esos dos signos: eucaristía y lavatorio de los pies, sino que pasó a la acción. Él dio la vida por sus amigos y por todos nosotros; y “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”, hizo notar entonces Jesús. De hecho es el amor lo que da la perspectiva y la profundidad de campo al cuadro de la pasión y muerte de Jesús, en cuyas vísperas está él ya desde la cena del jueves santo.

En aquella tarde se realizaron dos entregas bien diferentes. Jesús se da a sus amigos en la eucaristía Este pan es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; este vino es mi sangre, derramada por vosotros. A esta donación sin reservas Judas responde con la traición, que el Señor ya conocía: Uno de ustedes me va a entregar.

Darse a sí mismo, como Jesús, o vender al hermano, como Judas, es la disyuntiva que constantemente nos plantea la vida. Nuestra opción de cristianos no puede ser otra que la de Jesús tal día como hoy: amar a los demás como él nos amé.

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Reflexión para el Miércoles Santo: un amor que no es amado

Enlace permanente 31 de Marzo, 2012, 14:35

Camino de fe: Comentando la Palabra
Semana Santa

Miércoles

Autor: B. Caballero                                                                         Fuente: www.scalando.com

Hazpara ver las lecturas del día

18 50,4-9a: “Pasión” del siervo del Señor.

Mt 26,14-25: ¡Ay del traidor!

"Un amor que no es amado"

1. La sombra del traidor. La primera lectura forma parte del tercer canto del siervo. En ella expresa éste su confianza en el Señor en medio de enormes sufrimientos, fruto de su fidelidad y de su empeño por la justicia, como le sucedió, por ejemplo, al profeta Jeremías. Se describe por adelantado la pasión del Mesías Jesús: “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos”. Son las penalidades del justo perseguido, como recuerda el salmo responsorial en un clima de súplica y confianza en Dios: “Soy un extraño para mis hermanos... En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre... Pero el Señor escucha a sus pobres” (Sal 68).

En la escena evangélica de hoy, y a medida que nos aproximamos a la pasión de Jesús, va cobrando relieve la siniestra figura del hombre que será útil a los planes homicidas de los judíos. Es Judas Iscariote. Todo sucede en un clima de amistad traicionada y en el contexto de la cena pascual de Jesús con sus discípulos, es decir, en la primera eucaristía de la historia.

Las autoridades judías, después de decidir la muerte de Jesús, dieron orden de que el que conociera su paradero les informara. Pues bien, Judas se presta a ello y junto con los sumos sacerdotes tasa la vida de Jesús en 30 monedas de plata. El precio de un esclavo (Éx 21,32). Su incontrolada avaricia aboca a Judas a un final deplorable. Durante la cena Jesús desenmascara las secretas intenciones del traidor, porque él, como señor de la vida y de la muerte, es quien dispone de su propia “hora”. Pero todavía ensaya una última oferta de amistad para la conversión de Judas. Consternados los discípulos por el anuncio del maestro: “Uno de ustedes me va a entregar”, preguntan uno tras otro: “¿Soy yo acaso, Señor?” También Judas hizo la misma pregunta; y la respuesta de Jesús fue afirmativa, intentando hasta el último minuto recuperar al discípulo extraviado. Pero él no dio marcha atrás. 

A continuación el pan y el vino, signo ya del amor creador de Dios y de la vida que de él mana a través de Cristo, pasan de mano en mano, significando el propósito de Jesús de compartir con los suyos, y éstos entre sí, la vida que él vive con Dios Padre. Pues eso significa comulgar eucarísticamente: integración del hombre pecador en la vida de Dios mediante el cuerpo y la sangre inmolados de Cristo; pero no en solitario, sino en comunión con los hermanos. De esta “comunión” fue de la que se autoexcluyó Judas por su cuenta, participara físicamente o no de la eucaristía.

2. “El Amor no es amado”. El hecho de la traición de Judas es siempre impresionante, como lo debió ser especialmente para sus compañeros, los apóstoles, por realizarse precisamente en el círculo más íntimo y próximo al Señor. Ejemplo escalofriante que nos revela la profundidad del corazón humano, capaz de lo más noble: el amor y la amistad; y también de lo más vil: el odio y la traición. Todo ello fruto de la libertad del hombre, que Dios respeta escrupulosamente.

Si Dios acepta al hombre y a la mujer tal como son y confía en ellos, incluso en un traidor como hizo Cristo, debemos aprender nosotros la lección: aceptar como hermano a todo hombre y mujer, por viles que nos parezcan. La regeneración siempre es posible, porque la gracia de Dios es más fuerte que la miseria humana.

No somos nosotros quién para juzgar al traidor Judas, si bien Jesús hizo una observación terrible sobre él después de haberle ofrecido la última oportunidad: Más le valdría a tal hombre no haber nacido. Su caso debe hacernos reflexionar, porque en el fondo de nuestro corazón anida un posible santo o un posible traidor, La historia se repite aquí también. Hay incondicionales de Cristo y hay también falsos amigos, sin contar, obviamente, los enemigos declarados.

Este miércoles santo nos invita a la revisión de vida personal y comunitaria sobre nuestra respuesta a un amor inmenso que nos ha precedido, el de Dios, visible en Cristo. Un careo personal con el crucifijo nos será hoy más que provechoso. Los santos vivieron tan intensamente la hondura de este amor, que se abismaban en él. Un san Alfonso de Ligorio, por ejemplo, no sale de su asombro en las reflexiones de su libro La práctica del amor a Jesucristo. Y un san Francisco de Asís recorría montes y soledades repitiendo como fuera de sí: “El Amor no es amado; el Amor no es amado”.  

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Reflexión para el Martes Santo: un amor traicinado

Enlace permanente 31 de Marzo, 2012, 14:32

Camino de fe: Comentando la Palabra
Semana Santa

Martes

Autor: B. Caballero                                                                         Fuente: www.scalando.com

Hazpara ver las lecturas del día

Is 49,1-6: Te hago luz de las naciones.

Jn 13,21-33.36-38: Anuncio de la traición.

"Un amor traicionado"

l. En los preliminares de la pascua. La primera lectura de este martes santo se toma del segundo canto del siervo del Señor. En él se expone la misión que el siervo ha recibido de Dios ya desde el seno materno: proclamar la palabra del Señor, reunir a los supervivientes de Israel y ser luz de las naciones para que la salvación de Dios alcance hasta el último confín de la tierra. Tarea de salvación universal que  Cristo realizará en plenitud.

El pasaje evangélico de hoy, con el anuncio de la traición de Judas y de la futura negación de Pedro, se sitúa en los preliminares de la celebración de la cena pascual. Jesús está reunido con sus discípulos.  Acabado el lavatorio de los pies, y no sin estremecimiento, pasa a anunciarles la traición de uno de ellos. La perplejidad invade al grupo.  El discípulo amado, Juan, por indicación de Pedro, pregunta al maestro quién es. “Aquel a quien yo dé este trozo de pan untado. Y untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan entró en él Satanás”.

Aquel ofrecimiento del pan hecho por Jesús a Judas no dejaba de ser un signo de distinción, como invitándole a rectificar sus planes homicidas y rehacer una amistad rota por su ambición y resentimiento.  Todo fue inútil. Judas rechazó definitivamente el amor de Jesús. Entonces, Cristo le dijo: “Lo que has de hacer, hazlo enseguida”.

Cuando salió Judas de la sala era de noche, anota el evangelista con intención simbólica. El traidor es un ejemplo de las tinieblas sobre las que ha brillado la luz en vano, según dice el prólogo de san Juan. Judas es el que ama las tinieblas más que la luz, porque sus obras eran malas. Ha llegado la noche predicha por Jesús (Jn 9,4), la del poder de las tinieblas (Lc 22,53). Pero la larga noche que entonces se abatió sobre la tierra tendrá su aurora en el primer día de la semana, en la mañana de la resurrección.

2. La cruz y la gloria. Cuando Judas marchó, añadió Jesús: “Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él”. El evangelista Juan se refiere siempre a la muerte de Jesús en términos de glorificación: hasta veintitrés veces en su evangelio, por nueve en Lucas y Mateo y una solamente en Marcos. La muerte de Cristo encierra ya su gloriosa resurrección; por eso revierte también en gloria del Padre.

La teología de la cruz y de la gloria van unidas, como expone el apóstol Pablo en su himno cristológico de la carta a los Filipenses y que se ha leído el pasado domingo de Ramos: “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el ‘nombre-sobre-todo-nombre’; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo; y toda lengua proclame: 'Jesucristo es Señor’, para la gloria de Dios Padre” (2,6-11).

Los apóstoles no entendieron del todo a qué se refería Jesús con su glorificación, pero algo sobrecogedor sospechaban cuando Pedro le pregunta: “Señor, ¿a dónde vas?... Daré mi vida por ti. Jesús le contestó: ¿Conque darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces”. Los discípulos no pueden seguir a Jesús en su camino hacia la muerte; no están preparados todavía. El silencio se espesa. Cristo puede ya comenzar su discurso de despedida.

3. Un amor traicionado y negado. Dos hombres que fallan: Judas y Pedro. Pero su pecado tiene origen diverso: en uno es la avaricia que odia, en otro la debilidad que ama. Y su final es muy distinto: Judas desespera, Pedro se arrepiente. Naturalmente, el que amaba conocía a Jesús mejor que el que odiaba.

Ni el plan traidor de Judas ni la generosidad impetuosa y fallida de Pedro influirán en el designio que está ya marcado por el Padre y aceptado por Jesús. Él había dicho: “Por eso me ama mi Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente” (Jn 10,17). Y en la cena comentó: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (15,13). Ésa es la misión de Jesús y del cristiano: amor que da vida a los demás.

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Reflexión para el Lunes Santo: fragancia que anticipa la Pascua

Enlace permanente 31 de Marzo, 2012, 14:24

Camino de fe: Comentando la Palabra
Semana Santa

Lunes

Autor: B. Caballero                                                                         Fuente: www.scalando.com

Hazpara ver las lecturas del día

Is 49,1-6: Te hago luz de las naciones.

Jn 13,21-33.36-38: Anuncio de la traición.

"Fragancia que anticipa la Pascua"

1. El siervo del Señor. La primera lectura de hoy se toma del primero de los cuatro cantos o poemas del siervo del Señor según el Segundo Isaías. Durante estos tres primeros días de la semana santa, como introducción al misterio de pascua, leeremos pasajes de los tres primeros cánticos del siervo. Esta misteriosa figura es tanto un individuo como el pueblo de Israel que él representa. En la tradición eclesial estos poemas del siervo han sido leídos con sentido mesiánico y cristo-lógico.

En el primer canto, que hoy leemos, el profeta describe al siervo como compasivo y manso, que no grita ni quiebra la caña cascada, pero que promueve tenazmente la justicia y la liberación de los oprimidos. Cristo es este servidor que Dios ha ungido con su Espíritu y hecho alianza de su pueblo, la Iglesia. Él será la luz de las naciones, abrirá los ojos a los ciegos y sacará de la prisión a los cautivos y de la mazmorra a los que vivían en tinieblas.

2. La unción de Jesús en Betania. La página evangélica refleja un momento de descanso de Jesús en casa de una familia a la que él quería mucho. Son sus amigos los hermanos Lázaro – a quien había resucitado –, Marta y María. Esta amistad sincera es un alivio para Jesús en medio del odio de sus enemigos. Si bien los adversarios no desisten en su empeño, y puesto que la resurrección de Lázaro era un hecho que hablaba por sí solo del poder divino de Cristo, “decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús”.

Faltaban seis días para la pascua. Mientras estaban cenando, “María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume”. Tal gesto es criticado por Judas Iscariote, alegando hipócritamente que el dinero que valía el perfume podría haberse dado a los pobres. Su valor calculado, trescientos denarios, venia a ser el salario anual de un trabajador. Realmente un despilfarro, según Judas. Pero no es que le importaran mucho los pobres, advierte el evangelista; si lo dijo fue “porque era un ladrón, y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando”.

Jesús hizo caso omiso de la crítica y, saliendo en defensa de María, concluyó: “Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mi no siempre me tendrán”.

3. La fragancia de la pascua. Al narrar este mismo episodio – en sentir de los biblistas – el evangelista Marcos es más explícito y pone en boca de Jesús, al justificar el derroche de la unción, estas palabras: “Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Se aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame el evangelio se recordará lo que ésta ha hecho” (14,8s). Jesús comprendió el detalle afectuoso y su significado más profundo como anuncio de su próxima muerte, sepultura y resurrección. El aroma que llena la casa adelanta ya la fragancia del amanecer del domingo de pascua.

Hasta aquí el plan de los guías religiosos de Israel, orientado a dar muerte a Jesús, se había estrellado contra el plan divino y el señorío de Cristo sobre su propio destino final. Pero a partir de ahora ambos planes van a coincidir, porque Jesús quiere. Él sabe lo que le espera. Se va de este mundo y vuelve al Padre cuando y porque él lo ha determinado, al aceptar amorosamente el plan del Padre para la salvación del hombre sumido en el pecado.

Como Cristo, también nosotros fuimos ungidos en el bautismo, que nos incorporó a su muerte y resurrección. La pascua se acerca, y en la vigilia pascual renovaremos nuestra fe y promesas bautismales, pues en la fe del bautismo radica lo más nuclear de nuestra identidad cristiana. Ahí está el punto de partida y el comienzo de toda nuestra existencia de creyentes.

En el bautismo fuimos sumergidos y sepultados con Cristo para morir al pecado, y también con él renacimos a la vida nueva de Dios, como hijos suyos, miembros de Cristo y de la Iglesia y hermanos de todos los hombres. La renovada fragancia pascual del bautismo debe llenar toda nuestra vida.

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Moniciones: Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Enlace permanente 26 de Marzo, 2012, 0:34

Moniciones para la Misa

Domingo de Ramos - Ciclo B

El secreto de la pasión de Cristo

1 de abril del 2012

Monición de entrada:

        

Queridos hermanos en Cristo: empezamos hoy la Semana Santa, esta es una semana solemne en la que queremos vivir con Cristo, su Pasión, Muerte y Resurrección.  Hoy recordamos la entrada victoriosa de Cristo en Jerusalén para consumar su misterio Pascual.  También leemos la Pasión en donde Cristo, el Siervo, cumple su misión de Servidor, entregando su vida al servicio de todos nosotros.  Hoy acompañaremos al Señor, que misteriosamente está presente con nosotros; con las palmas en las manos, con cantos en nuestra boca y una gran alegría en el corazón, recibamos al Mesías pobre y humilde como nuestro Rey y nuestro Salvador.

 

Primera lectura: Is 50, 4-7 (El siervo paciente del Señor)

 

El profeta Isaías nos hablará del siervo que se entrega al servicio de todos nosotros. Cristo es el siervo fiel que sufrió para salvarnos.  En la lectura se menciona: “El Señor me ha abierto el oído”.  Pidamos que Dios nos abra el corazón para recibir el mensaje que Dios quiere comunicarnos en esta primera lectura.

 

Segunda lectura: Fil 2, 6-11 (Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo exaltó)

 

El apóstol Pablo nos invita a seguir a Jesús en su Pasión, humillado y despreciado por la gente, le veremos exaltado a la derecha el Padre.  Nosotros también debemos humillarnos con Él para que podamos participar en su gloria.  Escuchemos.

 

Tercera lectura: Mc 14, 1-15, 17 (Pasión de nuestro Señor)

 

En la pasión según san Marcos que es la que se lee en este ciclo litúrgico, vemos que Cristo como el Siervo obediente murió y triunfó sobre los poderes de las tinieblas.  Por sus humillaciones y sufrimientos Cristo fue exaltado.  Por su muerte tenemos vida.  Hermanos, pongamos atención y escuchemos con reverencia este gran mensaje de amor.

 

Oración universal

 

A cada invocación ustedes respondan por favor: “Por la Pasión de tu Hijo, escúchanos, Señor”.

 

1.    Por la Santa Iglesia: para que viviendo en la fe el misterio de la Pasión, recoja del árbol de la cruz el fruto de la esperanza. Roguemos al Señor.

 

2.    Por todos aquellos que no creen: para que como el centurión al pie de la cruz , vean en la muerte redentora de Cristo el signo incontrastable de la gloria divina. Roguemos al Señor.

 

3.    Por los inocentes y perseguidos, y por los que se escandalizan a causa de las injusticias: para que no decaiga su certeza pascual de la victoria del bien sobre el mal. Roguemos al Señor.

 

4.    Por los agonizantes: para que sientan junto a ellos la presencia del siervo obediente que, muriendo en la cruz, confió su espíritu a las manos del Padre. Roguemos al Señor.

 

5.    Por todos nosotros: para que aprendamos en la escuela del Señor a vivir cada día en plena adhesión a la voluntad divina y a compartir la enfermedad y el sufrimiento del prójimo.  Roguemos al Señor.

 

6.    Por los países en guerra y en conflictos internos: para que reina la paz y la concordia. Roguemos al Señor.

 

Exhortación final

 

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 264)

 

Bendito seas, Padre, porque, llegada su hora,

Cristo fue el grano de trigo que, al morir, da fruto abundante,

El sol que agoniza en la tarde y resucita en el alba,

El ramo de olivo que supera el invierno inclemente

La luz que vence la sombra, y el amor que derrota el odio.

 

Créanos, Señor, un corazón nuevo para una alianza nueva,

Y renuévanos por dentro con la fuerza de tu Espíritu Santo,

Para que, convertidos en hijos de la luz, en hijos tuyos,

Vivamos tu ley de amor con un talante alegre y renovado.

Así podrán los demás ver el rostro de Cristo reflejado

En nosotros, y glorificar por siempre tu nombre de Padre.  Amén

 

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En camino: Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Enlace permanente 25 de Marzo, 2012, 15:41

CAMINO DE FE 

Tiempo de Cuaresma, ciclo “B”

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.           Fuente: www.scalando.com

1 de abril de 2012, Domingo de Ramos

 

-          Procesión: Jn 12,12-16: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

-          Primera lectura: Is 50,4-7: El Señor me ha dado labios persuasivos.

-          Salmo Responsorial: 21: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?

-           Segunda lectura: Filp 2,6-11: Se anonadó a sí mismo y tomó la condición de esclavo.

-          Evangelio:  Mc 14,1-15,47: Realmente este hombre era hijo de Dios.

¡HOSANNA!

Para cualquier judío, llegar a Jerusalén representaba una inmensa alegría. Eran normales las caravanas de gente de diferentes regiones que peregrinaban hacia Jerusalén con el fin de celebrar la fiesta de la Pascua. Betania era algo así como la última estación, a escasos 2.800 metros. Allí solían pasar la noche para madrugar, continuar y llegar por la mañana. Tomaban una ascensión de un kilómetro por la vertiente oriental del Monte de los Olivos y luego un rápido descenso hacia la puerta dorada y el templo.

Aquella mañana de Nisán (mes en el que se celebraba la Pascua), fue animada, como era común, por oraciones, cánticos y salmos de las caravanas, que manifestaban los deseos de libertad. La Pascua era fundamentalmente la fiesta de la liberación, en memoria de la Pascua (paso) de los israelitas desde Egipto hacia la Tierra Prometida.

Según la enseñanza de los rabinos, Dios habitaba fundamentalmente en el templo. Todos iban con la esperanza de encontrase con Dios, orar y tomar fuerzas para seguir viviendo. Entre las caravanas, y con toda la emoción por las cosas de su Padre, mezclada con la frustración de ver a su pueblo humillado por tantas fuerzas desintegradoras, iba Jesús con sus discípulos y discípulas. La cercanía del templo, la conmemoración de la Pascua y todo su ambiente de fiesta, que hundía sus raíces en lo más profundo del inconsciente colectivo del pueblo, hacía despertar las esperanzas de los peregrinos.

Cada vez que se acercaban subía más la emoción. A cualquiera se le ocurría gritar: ¡Hosanna! y todo el pueblo respondía: ¡Hosanna! Así como en una fiesta de bodas cualquiera puede gritar: ¡Qué vivan los novios! Y todos responden: ¡Que vivan! Hosanna, significa “Sálvanos de lo alto”. Era un grito de tinte nacionalista, que encarnaba la esperanza del pueblo de verse libre de toda esclavitud. En medio de la algarabía, de la alegría y de la frustración por la dura situación, de pronto, alguien que conocía a Jesús, de manera espontánea clamó con voz fuerte: “¡Viva, Jesús. Viva el rey de los judíos!” Y la emoción contagió a la gente que respondió a los gritos. El rumor se corría: “Aquí va el Mesías”. Probablemente, los discípulos fueron los más entusiasmados y los que más animaron.

Los evangelistas lo presentan entrando en un borrico, en referencia del profeta Zacarías 9,9: “¡Salta de alegría, hija de Sión! ¡Lanza gritos de júbilo, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey. Es justo y protegido de Dios, sencillo y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino, hijo de asna”.

Jesús no fue recibido con aplausos y ramos en Jerusalén. Allí era un total desconocido. (Cuando lo fueron a detener, Judas tuvo que identificarlo con un beso - Mc 14,43-53). Fue la gente que lo acompañaba quien, emocionada, batió los ramos que solían llevar a la Pascua, tendieron sus capas y gritaron ¡Hosanna! Fue una manifestación espontánea y un grito cargado de esperanza en medio de la crisis y de la humillación. En Jesús vieron reflejado al Mesías esperado, al Hijo de David, que los podía liberar del sometimiento criollo y extranjero.

Hace unos años, la entrada de Jesús a Jerusalén era interpretada por algunos teólogos como un intento por tomarse el poder político. Hoy esta hipótesis está descartada. Otros, en el lado opuesto, la llaman entrada triunfal y le acomodan una música celestial entonada por ángeles, dándole un carácter meramente espiritual. “Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”, decían nuestras abuelas.

No fue una toma del poder, eso era contrario al evangelio de Jesús. Además, si hubiera sido un intento de toma, inmediatamente habría intervenido el ejército romano siempre listo para actuar, más en tiempo de pascua cuando se reforzaba la guardia por los “normales” disturbios que se presentaban. Pero tampoco fue la entrada triunfal del rey del cielo que viniera  rescatar las almas atrapadas por el diablo y conducirlas al cielo.

Fue una manifestación espontánea y pacífica. Es posible que entre quienes gritaron hubieran algunos guerrilleros celotes, o simpatizantes de estos, pues éste era un grupo muy aceptado, sobre todo en Galilea, la tierra de Jesús. Pero no fue una manifestación violenta y, menos, un intento por tomarse el poder. Fue una manifestación religiosa que integraba la vida entera.

Jesús no fue una persona ingenua que aceptara todo poder. Él no estaba de acuerdo con el centro político romano (Mc 10,42; 12,47), pero no intentó suplantarlo para imponer otro, tal vez con los mismos vicios. ¡Claro que Jesús quería el cambio! Y no solo el cambio religioso, sino también el cambio político, económico y social. Soñaba con un mundo nuevo, con una nueva organización que garantizara la justicia y el derecho: lo que él llamó el Reino de Dios. Pero la consecución de ese reino se lograba de manera procesual y pacífica, no con las armas. 

Jesús asumió el compromiso del Siervo sufriente (Is 50,4-7 primera lectura.) que enfrenta la injusticia desde la debilidad de su humilde condición humana y confía en que Dios le da la fuerza para trasformar el sistema vigente. Como lo sugiere la Carta a los Filipenses (segunda lectura), Jesús no buscó la auto exaltación ni la vanagloria, sino la transformación de la vida humana desde abajo, desde el servicio, desde el anonadamiento; es decir, desde el despojo de todo lo banal. Desde allí exaltó los valores que conducen a una humanidad renovada y renovadora.

En aquella época no se hablaba del “cuarto poder”, ni existían los imperios de la “comunicación” que manipulan la información a favor de sus dueños, como ahora. Pero con una destreza muy propia de los periodistas vendidos al sistema, la maquinaria que maniobraba los hilos del poder, aprovechó la ignorancia de la gente y su poca capacidad de crítica para venderle la idea de que ese tal Jesús era un tipo peligroso. Era la propaganda sucia que está muy de moda hoy, pero que en ese tiempo ya se usaba.

Entonces los mismos que lo aclamaron con Hosannas y ramos, y pusieron sus túnicas como alfombra para que pasara el “rey de Israel”, fueron quienes pidieron su muerte. ¡Qué peligro! Con alguna frecuencia personas o sociedades con muchos vacíos y graves desajustes psicológicos o fisiológicos, terminan odiando e incluso pidiendo o propinando la muerte a quienes han jurado “amor eterno”. Que no nos vaya a pasar lo mismo…

Mataron a Jesús… y si no fuera porque Dios le dió la razón, estaríamos recordando a un muerto más en la lista de tantos proscritos por el poder homicida. A un soñador más que sucumbió ante la aplastante realidad que mata el espíritu emancipado. Y ésta sería una crónica más de una condena premeditada y de un juicio amañado. Pero no estamos hablando de un fracasado. Estamos hablando de aquel que murió y resucitó, y sigue vivo dándole la razón a los que luchan por la justicia y a los que no aceptan el poder que aplasta al inocente; a los que sueñan con una nueva humanidad y a los que esperan contra toda esperanza (Rom 4,18).

 

¡Hosanna por esa presencia viva!

 

Oración

Oh Dios, Padre y Madre, bendito seas por el testimonio de verdad y de amor de tu Hijo Jesucristo. Gracias por su grandeza humana, su victoria sobre todas las fuerzas que desintegran nuestra vida y nos desvían de la auténtica felicidad. Gracias por su humildad, su sencillez, su cercanía a todos los seres humanos: justo, victorioso, humilde, cabalgando un burro, una cría de burra.”

Bendito seas, Jesús, Hosanna, bendito seas. Te reconocemos vivo, victorioso, vencedor de la muerte… Hosanna, bienvenido a nuestra vida, a nuestros hogares, a nuestras comunidades, a nuestros corazones… tú eres nuestro huésped, nuestro invitado permanente, nuestro inspirador, nuestro compañero de camino, Hosanna…

Inúndanos con la fuerza de tu Espíritu para que seamos, como tú, vencedores de todos los peligros, de todos los obstáculos, humildes testigos de la fuerza salvadora de Dios, comunicadores de vida, alegría y plenitud.  Amén.

 

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Moniciones: V Domingo del Tiempo Cuaresma. Ciclo B

Enlace permanente 21 de Marzo, 2012, 0:06

Moniciones para la Misa

Quinto domingo de Cuaresma - Ciclo B

Llega la hora de Jesús

 

25 de marzo del 2012

Monición de entrada:

        

A tan sólo siete días de la Semana Santa, los cristianos nos encontramos cara a cara con el misterio de la cruz.  Cristo Jesús llegada la hora de su glorificación, al morir como el grano de trigo que cae en tierra, da el fruto de la nueva alianza en su sangre para el perdón de los pecados, como profetizó Jeremías y por la penosa obediencia de su Pasión, una vez constituido Señor, es fuente de salvación eterna para cuantos creen en Él.  Como el grano de trigo, la muerte de Cristo será el principio de la vida.  La Eucaristía nos da la fortaleza que necesitamos para morir al pecado y a nosotros mismos.  Nos ponemos de pie para recibir a los ministros de esta celebración eucarística.

 

Primera lectura: Jr 31, 31-34 (Haré una alianza nueva y no recordaré el pecado)

 

En esta lectura el profeta Jeremías resume toda la experiencia de su vida íntima y toda la enseñanza de la historia.  Dios promete a su pueblo una nueva alianza escrita en el mismo corazón del hombre.  La ley  de su vida será su propia conciencia.  Escuchemos este pasaje del Antiguo Testamento en que se menciona el Nuevo Testamento.

 

Segunda lectura: Hb 5, 7-9 (Por su obediencia, Cristo es salvación nuestra)

 

La segunda lectura, tomada de la carta a los hebreos, el autor subraya la condición humana de Cristo.  Aunque Él es Sacerdote, el Mediador de la Nueva Alianza, Él se sometió a la voluntad de Dios hasta padecer y morir.

 

Tercera lectura: Jn 12, 20-33 (Si el grano de trigo muere, da mucho fruto)

 

Ha llegado la “hora” de que sea glorificado el Hijo del hombre, dice Él de sí mismo.  En el Evangelio de Juan la glorificación de Cristo significa su pasión muerte y resurrección, que Él mismo nos explicará.  La breve parábola del grano de trigo se centra en la fecundidad del mismo: “Si no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere da mucho fruto”.  De pie, por favor, para escuchar este gran mensaje de entrega.

 

Oración universal

 

1.    Por la Iglesia, nuevo pueblo de Dios: para que sea fermento de un mundo mejor y transmita esperanza a todos. Roguemos al Señor.

 

2.    Por todos los cristianos: para que en estos días de Cuaresma expresemos nuestra sincera conversión en el sacramento de la reconciliación. Roguemos al Señor.

 

3.    La imagen de Jesús crucificado evoca a los que dan la vida, e incluso la pierden, por amor a los demás: para que sean, como Cristo, el grano de trigo que cae en la tierra para dar mucho fruto. Roguemos al Señor.

 

4.    La imagen de Jesús crucificado evoca también a tantos condenados a muerte lenta: para que puedan descubrir a Cristo en el amor de los creyentes y se sientan fortalecidos en la prueba. Roguemos al Señor.

 

5.    La imagen de Jesús crucificado nos anuncia sobre todo, la victoria definitiva sobre la muerte: para que comprendamos que sólo el que entrega su vida como servicio, a imitación de Cristo, la guarda para siempre.  Roguemos al Señor.

 

6.    Por nuestro mundo atormentado por la guerra, para que cesen, de una vez y  por todas, la guerra y el odio. Roguemos al Señor.

 

Exhortación final

 

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 264)

 

Bendito seas, Padre, porque, llegada su hora,

Cristo fue el grano de trigo que, al morir, da fruto abundante,

El sol que agoniza en la tarde y resucita en el alba,

El ramo de olivo que supera el invierno inclemente

La luz que vence la sombra, y el amor que derrota el odio.

 

Créanos, Señor, un corazón nuevo para una alianza nueva,

Y renuévanos por dentro con la fuerza de tu Espíritu Santo,

Para que, convertidos en hijos de la luz, en hijos tuyos,

Vivamos tu ley de amor con un talante alegre y renovado.

Así podrán los demás ver el rostro de Cristo reflejado

En nosotros, y glorificar por siempre tu nombre de Padre.  Amén

 

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La movilidad humana como lugarteológico y de misión.  A continuación preseo un nuevo trabajo del P. Manuel Rodríguez, C.Ss.R. (superior provincial).  Pase adelante y espero que te guste.

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