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Abril del 2012

 

Moniciones: V Domingo de Pascua. Ciclo B

Enlace permanente 30 de Abril, 2012, 0:47

Moniciones para la Misa

Tiempo de Pascua – Ciclo B

 

V Domingo: La savia de la vid

6 de mayo del 2012

Monición de entrada:

        

Las fuentes de la palabra en este domingo nos hablan de comunión de vida con Cristo y con los hermanos mediante la fe y el amor.  Cristo es la Vid, es decir el tronco, y nosotros las ramas.  Unidos a Él por el Espíritu que nos dio, produciremos fruto abundante si cumplimos el mandamiento de Dios: creer en Jesús y amarnos unos a otros; como dio fruto el nuevo converso  Pablo de Tarso una vez injertado en la comunidad eclesial que animaba el Espíritu Santo.  Unidos con Cristo roguemos por una unión más profunda entre nosotros al empezar esta Eucaristía.  Pónganse de pie para recibir a los ministros de esta celebración cantando con alegría.

 

Primera lectura: Hc 9, 26-31 (Les contó cómo había visto al Señor en el camino)

 

En la primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, Lucas nos relata que después de su conversión, San Pablo fue a Jerusalén para ponerse en contacto con esa comunidad, Pablo es hermano en la fe y en el apostolado; Bernabé sirve de intermediario.  Pablo entró en relación con los dirigentes de la Iglesia madre.  Ellos le dieron una misión apostólica: predicar la Buena Nueva a los paganos.  Presten atención.

 

Segunda lectura: I Jn 3, 18-24 (Éste es su mandamiento: que creamos y nos amemos)

 

Esta lectura es continuación de la primera carta de Juan, en ella el Apóstol insiste en que construyamos la Iglesia con obras y no solamente con palabras.  La fe en Jesucristo y el amor fraterno es el gran criterio para saber si estamos en comunión con Dios.  Escuchen atentos este mensaje.

 

Tercera lectura: Jn 15, 1-8 (El que permanece en mí, ése da fruto abundante)

 

En el Evangelio de hoy se afirma en parábola la necesidad de permanecer unido a Jesús para dar fruto abundante: ¿Cómo permanecer en Cristo para dar fruto? Cumpliendo los mandamientos de Jesús, especialmente el del amor fraterno.  De pie para entonar con mucha alegría el Aleluya.

 

Oración universal

 

1.    Para que la Iglesia viva con plenitud el gozo pascual y lo extienda con su testimonio a todos los seres humanos. Roguemos al Señor.

 

2.    Para que el Papa, los obispos, los sacerdotes, los religiosos y las religiosas tengan el Espíritu de Cristo y sepan transmitir con fidelidad el mensaje renovador de su muerte y resurrección.  Roguemos al Señor.

 

3.    Para que los pobres, los enfermos y cuantos sufren encuentren en nosotros la fortaleza que necesitan.  Roguemos al Señor.

 

4.    Para que todos los hombres y mujeres perciban los frutos del gozo y la paz que Cristo nos comunicó por su resurrección.  Roguemos al Señor.

 

5.    Para que los aquí reunidos experimentemos en nuestras vidas la fuerza de Cristo resucitado y llevemos, por el amor y el perdón, su alegre noticia al mundo que nos rodea.  Roguemos al Señor.

 

Exhortación final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 287)

Te alabamos y te bendecimos, Dios de nuestros padres, porque

nuestra tierra ha dado su fruto y la mejor de las cosechas;

pues Cristo, tu Hijo, no sólo es la vid de la que somos parte,

sino que además su sangre es el vino nuevo de la pascua florida.

 

Somos tu viña, Señor, el pueblo que tú amas entrañablemente.

Gracias a Jesús podemos tener tu viña divina en nosotros

y producir fruto abundante, si permanecemos unidos a él.

Para eso, purifícanos a fondo con la poda de tu espíritu.

 

Dios Padre de bondad, concédenos creer y amar:

creer firmemente en ti y en tu Hijo y envidado, Jesucristo,

y amarte sin medida, amando a nuestros hermanos los hombres.

Amén.

 

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En caminino: V Domingo de Pascua. Ciclo B

Enlace permanente 30 de Abril, 2012, 0:36

CAMINO DE FE

6 de Mayo de 2012, 5to de Pascua, ciclo “B”.

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

-          Primera lectura: Hch 9,26-31: La Iglesia gozaba de paz.

-          Salmo Responsorial: 21: Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá. 

-          Segunda lectura: 1Jn 3,18-24: Amar no sólo de palabra, sino con obras y de verdad.

-          Evangelio: Jn 15,1-8: Yo soy la verdadera vid, y el viñador es mi Padre.

PERMANECER EN JESÚS

Según el contexto sociocultural en el que vive el ser humano, van apareciendo las expresiones artísticas y religiosas. En el ambiente pastoril y agrícola del antiguo oriente, encontramos una rica manifestación religiosa y cultural impregnada de estos dos elementos. Hace ocho días compartíamos la comparación de Jesús con el buen pastor que daba la vida por sus ovejas (ambiente pastoril). Hoy nos remitimos a los cultivos de uvas y de higos propios de esta región (ambiente agrícola). Se solía comparar al pueblo de Israel y su experiencia de Dios, con estas dos  plantaciones: "Como uvas en el desierto encontré a Israel, como breva en la higuera descubrí a sus padres" (Os 9,10). La vid y la higuera  representan al pueblo y el cultivador a Dios.

El viñador se esforzaba por plantar, cercar y cuidar la viña y esperaba buenos frutos. Pero con mucha frecuencia los frutos eran amargos. (Os 10,1; Sal 79,9.12; Jer 2,21; Ez 17,1-10; Cant 6,11; 7,13; 19,10; Is 5,1-8;). Lo mismo sucedía con la higuera (Jer 8,13; Jl 1,7; Mt 21,19-21), o con la oliva, (Sal 52,10; Os 14,5-8, Jue 9,7-16). "¡Ay de mí! Me sucede como al que rebusca terminada la vendimia: no quedan uvas para comer, ni brevas que tanto me gustan" (Miq 7,1). “El Señor me mostró dos cestas de higos... una tenía higos exquisitos, es decir, brevas; otra tenía higos muy pasados, que no se podían comer” (Jer 24,1-10) “Si intento cosecharlos, oráculo del Señor, no hay racimos en la vid ni higos en la higuera” (Jer 8,4-13). ¿Qué frutos esperaba el viñador? Frutos de amor, justicia y derecho. “La viña de Yahvé Shebaot es el pueblo de Israel, y los hombres de Judá su cepa escogida. Él esperaba rectitud, y va creciendo el mal; esperaba justicia, y sólo oye el grito de los oprimidos” (Is 5,7).

El evangelio de hoy nos presenta la comparación con la vid. La comunidad del Cuarto Evangelista (Juan), presenta a Jesús como la vid verdadera. Hemos dicho muchas veces, y lo recordamos de nuevo, que los evangelios son una confesión de fe de las primeras comunidades cristianas. Es decir, estas palabras no fueron pronunciadas por el Jesús real e histórico, sino por el Jesús resucitado y vivido realmente dentro de la comunidad. Para la comunidad, la vid verdadera era Jesús que habitaba en ella; ya no era el pueblo de Israel y las viciadas estructuras religiosas manipuladas por sus autoridades.

En su viaje a Jerusalén, Jesús y sus discípulos descubrieron una higuera (entiéndase estructura religiosa o pueblo de Israel en general) que, aunque tenía una frondosidad admirable, no producía frutos (Mc 11,11-24). Este texto está redactado y puesto dentro del Evangelio de Marcos de tal manera, que la higuera significa el templo de Jerusalén, es decir, la institución religiosa. Para Jesús, el templo, y en general las estructuras religiosas judías, no representaba la vid de Dios, sino el prototipo de la degradación de lo sagrado. Dios no podía habitar en el templo, no en ese templo: Dios no podía estar dentro de esa falacia. El pueblo de Israel, así como estaba, no podía ser la vid del Señor.

Los líderes de Israel que se camuflaban bajo los títulos de doctores, sacerdotes y maestros, y escondían bajo sus mantos “sagrados”, todo tipo de crímenes, no podían así representar la voz de Dios. No eran los viñadores de Dios sino los viñadores asesinos (Mt 21,33-41). El verdadero viñador es el Padre, (Mt 20,1-16; 21,28-32).

La propuesta de Jesús y sus comunidades fue una nueva experiencia con lo sagrado, ya no a partir de la vieja institución, sino a partir de una comunidad fraterna: “Éste es el mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. En esto conocerán que son mis discípulos: si se aman los unos a los otros” (Jn 13,34-35).

La expresión: “Yo soy la vid verdadera”, es una conclusión a la que llegan las comunidades cristianas después de experimentar a Jesús muerto y resucitado, en sus propias vidas. La expresión: “Yo soy la vid verdadera”, indica a su vez, que hay otras vides que no son verdaderas, porque no generan vida. Se trata del oficialismo religioso judío que los marginaba, pisoteaba su dignidad y era un impedimento para llegar a Dios y vivir como verdaderos hijos. Jesucristo y su camino de salvación los liberaba y era el medio para encontrarse con el Dios vivo y verdadero. Jesús es la vid verdadera porque fue fiel a Dios, porque durante toda su vida correspondió al Amor del Padre y porque dio frutos de vida. Las obras de Jesús demostraron que entre el Padre y Él había unidad perfecta. Como sugiere la segunda lectura, Jesús no amó sólo con la lengua y de palabra sino con obras. ¡Así se ama!

Las comunidades cristianas, en su anhelo por construir su propia historia de salvación, impulsadas por la fuerza del Espíritu de Jesús resucitado, se encontraron con un fuerte obstáculo. Algunas tradiciones que, por más anacrónicas y nocivas que sean, no son fáciles de superar. Los tabúes de los que se valen los reaccionarios defensores del viejo orden son difíciles de romper, entre otros motivos, por el peso de la conciencia, más cuando de por medio está el nombre de Dios. “Dios lo quiso así, así ha sido y ha de ser siempre”, suelen decir los reaccionarios. En la conciencia personal y colectiva se graba un deber ser, y obedecer a esas directrices les da tranquilidad a las personas. Y eso no está mal, es necesario que una conciencia recta y bien formada oriente la vida de las personas. Pero esa conciencia recta bien formada debe estar abierta a lo nuevo, cuando lo novedoso dignifica la vida.

Por eso, la Primera Carta de Juan se da al trabajo de ayudar en la formación de la conciencia de sus lectores con los nuevos paradigmas religiosos propuestos por el movimiento de Jesús: El amor verdadero: “Hijitos míos, no amemos sólo con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad. Amando así, sabremos que somos de la verdad” (1Jn 3,18-19ª). Y si el peso de las tradiciones hace que la conciencia de los neófitos le reproche dejar atrás elementos considerados sagrados, los autores de la carta invitan a  estar tranquilos porque Dios es más grande que la conciencia: “… y cuando la conciencia nos reproche algo, delante de Dios la convenceremos de que Dios es más grande que la conciencia porque lo sabe todo. Queridos míos, si la conciencia no nos reprocha nada, podemos acercarnos a Dios con más confianza; guardando nosotros sus mandamientos y haciendo lo que le agrada, él nos concederá todo cuanto le pidamos” (1Jn 3,19b-22). No se trata de manipular la conciencia, sino de ayudar a formarla para el progreso integral del creyente.

Si queremos dar frutos de vida como los dio Jesús, es preciso estar unidos a él. Hoy nos queda fácil criticar la institución judía y decir que ellos no eran la vid de Dios porque daban malos frutos. Pero nos toca evaluarnos a nosotros mismos como discípulos y discípulas, y como institución. Entiéndase institución familiar, comunitaria o eclesial.

No se trata de criticar por criticar, ni de reformar por reformar. Podemos quedarnos criticando toda la vida y hacer de la crítica una excusa para justificar nuestras propias fallas. Cuántos reformadores han aparecido y escudan su afán de protagonismo y de sectarismo en un “santo celo” por la obra de Jesús. “En este mundo hay más religiones que niños felices”, dijo Ricardo Arjona. ¡Claro que necesitamos una reforma a nivel institucional! Pero sobre todo necesitamos una reforma del corazón y de la mente, es decir de nuestras motivaciones, de todo aquello que nos impulsa a actuar: sentimientos, pensamientos, impulsos, afectos, etc.

La invitación central de este día es unirnos a Jesús y permanecer unidos  a Él. “Esto es lo que Dios nos manda: que creamos que Jesucristo es su Hijo y nos amemos los unos a los otros, como él nos lo ordenó. El que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado” (1Jn 3,23-24 – segunda lectura). “El que permanece en mí, y yo en él, da fruto abundante, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Evangelio). Unirnos y permanecer en Jesús no se entiende aquí en sentido espiritualista e intimista, alejados de la realidad y de los hermanos. No nos unimos a Jesús únicamente motivados por un momento de efervescencia, calor y éxtasis. Nos unimos y permanecemos en él, en la medida en que nos acojamos a su misericordia, aceptemos su gracia salvadora y caminemos como auténticos discípulos en medio de nuestras falencias humanas.

Miremos hoy a aquel que ha tomado la iniciativa y nos ha llamado a seguir sus caminos. Veamos si estamos unidos verdaderamente a Él, no sólo porque pertenezcamos oficialmente a una institución o porque tengamos la partida de bautismo, confirmación y matrimonio.  Así como el sarmiento (ramas) no puede dar fruto si no permanece unido a la vid (tronco), nosotros no damos frutos si no permanecemos unidos a Jesús, vid verdadera.

¿Qué frutos estamos dando? ¿Los frutos que damos glorifican al Padre? ¿Qué elementos de nuestras vidas necesitamos podar o dejar que el Padre pode, para dar los frutos de la Vid verdadera? ¿Estoy cerrado, totalmente seco y el único remedio es que me corten y me echen al fuego? O ¿Soy una rama que acepta ser podada y siempre dispuesta a recibir la savia de la Vid?

 

Oración

Señor Jesús, Vid verdadera, gracias por la abundante savia que nos comunicas y con la cual nos das vida en abundancia. Gracias por tu presencia viva en medio de nosotros.

Te pedimos perdón porque, como ramas, hemos permitido que la maleza nos inunde, porque algunas veces nos desprendemos de ti que eres la Vid verdadera y nos mal alimentamos de savias dañinas. Inunda nuestra vida con la gracia de tu Espíritu, con la savia pura que nos fortalece, que nos purifica, que nos revitaliza… llénanos de ti para que demos los frutos que el Padre y Madre Dios espera de nosotros.

Danos la gracia de formar nuestra conciencia para verlo todo con un sentido crítico, con madurez, fe y esperanza, con un profundo amor por tu proyecto. Danos tu gracia para tomar las mejores decisiones, para asumir con valentía nuestros compromisos históricos como personas, como familias, como iglesia.

Que con tu ayuda generemos a nuestro alrededor un ambiente de compromiso, de trabajo, de vida, de alegría, de libertad, de dignidad y de todos los frutos que le dan sentido pleno a nuestra existencia. Amén.

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Moniciones: IV Domingo de Pascua Ciclo B

Enlace permanente 26 de Abril, 2012, 0:02

Moniciones para la Misa

Tiempo de Pascua – Ciclo B

 

IV DOMINGO

Pastores para la comunidad cristiana

29 de abril del 2012

Monición de entrada:

        

En este cuarto domingo de Pascua recordamos cada año que Jesús es nuestro Pastor.  Aquel que va delante, aquel que nos guía por caminos que conducen a mayor vida.  Aquel, también que como excelente Pastor conoce y ama, una por una cada oveja.  Agradecidos a Cristo, nuestro Buen Pastor, el inmenso amor que nos tiene, alabémoslo como comunidad, mientras cantamos (se dice el nombre del canto).

 

Primera lectura: Hc 4, 8-12 (Ningún otro puede salvar)

 

La primera lectura de hoy es la continuación de la curación de un enfermo por San Pedro.  El paralítico fue curado en el nombre y por el poder de Jesús quien murió y resucitó.  Nuestra salvación nos viene solamente por Cristo, quien es la piedra angular de la Iglesia.  Oigamos.

 

Segunda lectura: I Jn 3, 1-2  (Veremos a Dios tal cual es)

 

San Juan en la segunda lectura alaba a Dios Padre por el inmenso amor que comparte con todos nosotros.  Este amor nos ha hecho suyos por nuestro bautismo.  Seremos semejantes a Él cuando le veamos cara a cara en su gloria.  Escuchemos este mensaje de amor.

 

Tercera lectura: Jn 10, 11-18 (El buen pastor da la vida por sus ovejas)

 

En el texto evangélico de hoy se interpreta la imagen o parábola del Pastor que se auto aplica con estos rasgos característicos: Jesús es el Buen Pastor, pastor único de un solo rebaño.  Pastor que da su vida por las ovejas.  Antes de la proclamación de esta Buena Nueva, cantemos con entusiasmo el Aleluya.

 

Oración Universal

 

A cada invocación oremos diciendo: Jesús Buen Pastor, escúchanos.

 

1.    Para que los pastores de la Iglesia, movidos por la verdadera caridad conozcan a cada una de las personas a ellos confiadas, se acerquen a los alejados y estén dispuestos a dar su vida por su rebaño. Roguemos al Señor.

 

2.    Para que la comunidad eclesial y la comunidad doméstica, es decir, la familia, como lugares de crecimiento y educación en la fe, sepan cultivar los gérmenes de la vocación al ministerio pastoral y a la vida virginal por el Reino de Dios.  Roguemos al Señor.

 

3.    Para que quienes han oído a van a oír la voz del Señor, que los llama a seguirlo para el servicio y edificación de su pueblo, correspondan con docilidad al don del Espíritu. Roguemos al Señor.

 

4.    Para que todos los hijos de Dios tengan en alta estima el valor de la vida y de la persona humana, y no pierdan nunca el gran don de la libertad que Cristo ha conquistado.  Roguemos al Señor.

 

5.    Para que los obispos, los presbíteros y todos los ministros de la Iglesia que han muerto en el Señor sean eternamente felices junto con los hermanos a quienes, en nombre de Cristo, condujeron a los pastos de la vida eterna. Roguemos al Señor.

 

6.    Para que cada uno de nosotros los que estamos aquí presentes nos unamos más, los que hoy estamos divididos por buscar intereses y ventajas personales. Roguemos al Señor.

 

Exhortación final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 284)

Te bendecimos, Padre, por Cristo, nuestro pastor y guía.

Él ha venido para que nosotros tengamos vida en abundancia.

Él es la puerta siempre abierta a todos los hombres,

que nos franquea el paso a tu infinita bondad de Padre,

a tu amor universal y al amor de nuestros hermanos.

 

Abre nuestras puertas, Señor, rompe nuestros cerrojos,

elimina nuestras defensas y monopolios de gente satisfecha.

Que tu espíritu rompa brecha en nuestros espesos muros

para que nuestra comunidad sea un hogar abierto a todos.

 

Suscita abundantes vocaciones de servicios entre nosotros

y da a tu pueblo muchos pastores según tu corazón.  Amén.

 

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En camino: IV Domingo de Pascua Ciclo B

Enlace permanente 26 de Abril, 2012, 0:00

EN CAMINO

Tiempo de Pascua, ciclo “B” 

29 de abril de 2012

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

LECTURAS:

 

-          1ra lect.: Hch 4, 8-12

-          Sal 117 

-          2da lect.: 1Jn 3, 1-2

-          Evangelio:  Jn 10, 11-18

 

La figura del pastor referida a los líderes del pueblo y a los dioses era muy propia del antiguo oriente. Los egipcios representaban a sus reyes con los dos distintivos del pastor: el azote (o espantamoscas) y el cayado. En el arte mesopotámica y griega se encuentra la figura del pastor llevando a hombros un cordero. Así mismo el dios griego Hermes fue representado llevando un carnero.

En el Antiguo Testamento Dios le encomendó a David la tarea de pastorear a su pueblo Israel (2Sam 5,2). Según la mentalidad judía, Dios encomendaba a los líderes el trabajo de pastorear al pueblo. Pero no pocas veces ellos se adueñaban del rebaño y usurpaban lo que le pertenecía únicamente a  Dios.  Ezequiel (cap. 34), un profeta de la cautividad en Babilonia, hace una fuerte crítica a los líderes que viven preocupados sólo de ellos mismos y con su irresponsabilidad han llevado al pueblo a las desgracias. Dios reclama lo que le pertenece: el pueblo, la tierra y la vida. La actitud inepta de los pastores deslegitima su autoridad.

De igual manera el evangelio de hoy denuncia la irresponsabilidad de de los líderes del tiempo de Jesús, pues no eran pastores sino asalariados que trabajaban sólo por la paga. No les interesaba la vida de las personas sino que se aprovechan de ellas y las explotaban.

El relato evangélico describe de manera clara aunque indirecta a los ancianos del pueblo, magistrados y fariseos, a los sacerdotes, al mismo Herodes y demás autoridades, todas ellas preocupadas únicamente de ellas mismas. No conocían el sufrimiento del pueblo, nos les importaba sus dolencias y reprimían con violencia sus deseos de libertad.  No tenían sentido de pertenencia, no se sentían del pueblo, sino una casta privilegiada y digna de llevar una mejor vida. No lo amaban ni lo comprendían, por el contrario, lo criticaban y lo juzgaban. No vivían para servir sino para que les sirvieran. Aunque vivían de él, les molesta su presencia y les escandalizaba sus gritos. Eran más cercanos a los romanos quienes defendían sus privilegios y posibilitaban su continuidad en el poder. Vivían de esa manera de rodillas ante la bota romana y con la espada para con su gente.

Jesús es presentado por la comunidad de Juan como el Buen Pastor, con una relación de intimidad con el Padre. Él estaba con Dios y Dios estaba con Él. Conocía a Dios, vivía profundamente unido a Él. Fue eso lo que lo hizo capaz de ser misericordioso como Dios es misericordioso, de ser perfecto, como Dios es perfecto, de dar vida, como Dios da vida. De asumir como propio el Proyecto de Dios en defensa de los más pobres y marginados del mundo. Se identificó de tal manera con Dios que llegó a decir: “el padre y yo somos uno”. Se identificó de tal manera con Dios y su obra que llegó hasta dar la vida por sus ovejas.

La identificación con su Padre Dios era a su vez identificación con su pueblo; con la gente con la cual creció y compartió sus dolores y alegrías, sus deseos y esperanzas. Conoció a Dios y al ser humano, por eso pudo comprenderlo, aceptarlo y amarlo. El amor a Dios y a los hermanos lo facultó para acoger y enseñar, para reprender con cariño y para sanar integralmente. No juzgó ni rechazó a nadie, no se aprovechó de la ignorancia, ni de la necesidad, no explotó el sentimiento de afecto hacia él y siempre estuvo dispuesto a dar lo mejor de su propio corazón.

No excluyó a nadie de su camino por ser prostituta, publicano o pecador; a todos, inclusive a los que se creían santos, los invitó a la conversión y a caminar con él. Con el tiempo descubrió que había otros seres humanos que no eran del pueblo de Israel, pero que de igual manera eran amados por Dios; fue entonces cuando extendió su mensaje de salvación a toda la humanidad: “Pero tengo otras ovejas, que no son de este redil. También a ellas debo traerlas; ellas escucharán mi voz, y se hará un solo rebaño con un solo pastor”.

Mirando nuestro mundo descubrimos que a nivel político, social, empresarial y aún a nivel eclesial, como en todos los grupos humanos, existen líderes - funcionarios que, como dice Drewermann, su actividad profesional no es más que un modo de ganarse la vida, algo meramente exterior a su existencia como personas, y así su oficio siempre será algo accidental. Estos pseudopastores se creen miembros de una casta privilegiada a la que hay que hacerle reverencias. Son alérgicos a las críticas pues creen que nunca se equivocan y siempre tienen la razón, su lenguaje es arrogante y se ufanan de poseer el esplendor de la verdad. Les gusta que los traten con preferencia en los controles de inmigración cada vez que andan por el mundo y gozar de la inmunidad diplomática o de cualquier inmunidad, no pocas veces utilizada para esconder sus fechorías. Estos personajes pasan la vida escondiendo sus propios vacíos humanos, sembrando indiferencia e impidiendo la renovación de las instituciones para defender sus prebendas. Por acción o por omisión alrededor de ellos se genera más caos, corrupción, injusticias y muerte. Así el lobo entra con más facilidad, hace sus estragos y las ovejas se dispersan.

Por supuesto que existen también líderes serios, que sin ser perfectos, conocen, trabajan y aman a su pueblo hasta dar la vida por él. Reciben salario porque naturalmente el trabajador merece su salario y su descanso, pero esa no es la principal razón de su labor. Vemos líderes comunitarios, sociales y políticos que luchan contra viento y marea, a pesar de tener en contra una poderosa maquinaria. Vemos religiosos laicos y sacerdotes que trabajan por construir la Iglesia que Dios quiere y el mundo concreto necesita.  Vemos padres y madres de familias entregados a los suyos, con las herramientas de trabajo en una mano y el bolso de los pañales en la otra, con la inteligencia bien puesta para orientar y el corazón bien caliente para amar.

Necesitamos líderes que sean buenos pastores. Que conozcan a su pueblo y que generen verdaderos procesos para vernos libres de todo tipo de esclavitud. Que promuevan un crecimiento y de progreso integral. Y que unidos a Cristo único Pastor lo den todo por su pueblo. Necesitamos padres y madres de familia que conozcan, amen, eduquen y les brinden a sus hijos el mejor ambiente para crecer en armonía. Necesitamos un pueblo conciente de la necesidad de implicarse en sus procesos humanos. Los líderes son el reflejo de un pueblo; de su interés por desarrollarse integralmente o de su indeferencia ante su propio atraso y su propio dolor. Por eso cada pueblo tiene los gobernantes que se merece, conquista su victoria o sufre su derrota. Es un compromiso ética - político, religioso, humano y cristiano reaccionar ante un líder cuyo accionar lo deslegitima. Así mismo todos tenemos el compromiso de apoyar procesos familiares, comunitarios y sociales para transformar positivamente nuestro entorno.

Nota 1: Oremos por la unidad de todos los cristianos que no significa necesariamente que todos se sometan a la disciplina domesticadora que en ocasiones se pretende implantar. Sería interesante reflexionar sobre cómo construir la unidad de tal manera que, como dice el evangelio, “se haga un solo rebaño, con un solo pastor”. ¿El rebaño tendría que ser necesariamente la Iglesia católica romana y el pastor sería el papa, llamando el sucesor de Pedro y vicario de Cristo?

Nota 2: La frase de los Hechos de los Apóstoles referida a Jesús: “no existe bajo el cielo otra persona cuyo nombre pueda salvarnos”. ¿No sería un impedimento para el diálogo interreligioso? Según esto, ¿no tendrían validez el camino propuesto por otras religiones como la budista, islamista y el mismo judaísmo? Este es un tema donde hay mucha tela para cortar. A grandes rasgos digo que la sagrada escritura no es una declaración dogmática y lo que pretendían los escritores sagrados era hacer una confesión de fe para que otros acogieran la Buena Nueva de la salvación que ellos recibían por medio de Jesús. Los dogmas aparecieron en el siglo IV con el emperador Constantino el Grande que acogió el cristianismo no precisamente por convicciones de fe.

Nota 3: En muchas iglesias se convoca para este día a una jornada especial de oración por las vocaciones sacerdotales, porque se ha asumido que los buenos pastores son los sacerdotes y la fiesta del buen pastor es la fiesta del sacerdote. ¿No será que buenos pastores debemos ser todos los que de una u otra manera tenemos la responsabilidad de orientar algún grupo humano? ¿No será que a demás de orar para que tengamos muchos y santos sacerdotes, debemos orar y sugerir, como miembros vivos de la Iglesia, que cambie el modelo de sacerdocio que tenemos hoy?...

 

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Moniciones: III Domingo de Pascua Ciclo B

Enlace permanente 17 de Abril, 2012, 1:22

Moniciones para la Misa

 

La Cincuentena Pascual

 

TERCER DOMINGO DE PASCUA - Ciclo B

Creer hoy

22 de abril del 2012

Monición de entrada:

        

En estos días de Pascua, la Iglesia nos anuncia sin descanso, que Cristo ha resucitado y que ruega por nosotros ante el Padre.  Al igual que los Apóstoles, nosotros también tenemos miedo de creer realmente en la Buena Noticia y somos también lentos en aceptar la paz que Jesús nos ganó por su muerte.  San Pedro nos llama al arrepentimiento, mientras que el Evangelio nos invita a ser testigos de Jesús y a predicarle a toas las naciones.  Pongámonos de pie para saludar al celebrante de la Misa mientras entonamos el canto con el que daremos inicio a esta Eucaristía.

 

Primera lectura: Hc 3, 13-15. 17-19 (El mesías tenía que padecer y Dios lo resucitó)

 

En la lectura que escucharemos Pedro tata de explicar que Cristo, el autor de la vida, es el siervo de Dios, el Santo, el  Justo y el anunciado.  Él llevó a cabo el plan del Padre según fue predicho en las Escrituras.  El texto es una llamada al arrepentimiento.  Escuchemos con mucha atención.

 

Segunda lectura: I Jn 2, 1-5 (Cristo es víctima de propiciación por el pecado)

 

San Juan viene  a decirnos que Cristo es nuestro abogado y ruega por nosotros ante el Padre.  El que guarda los mandamientos de Dios, prueba, sin lugar a dudas, que conoce y ama a Dios.

 

Tercera lectura: Lc 24, 35-48 (Estaba escrito: el mesías padecerá y resucitará)

 

Hermanos y hermanas, aclamemos al resucitado que se hace presente entre nosotros.  Pónganse de pie, para que entonemos con alegría el Aleluya.

 

Oración universal:

 

A cada invocación oremos diciendo: Jesús resucitado, escúchanos.

 

1.    Para que la comunidad cristiana custodie la fe pascual de sus padres y dé testimonio de la renovación en el Espíritu con obra de justicia y de paz. Roguemos al Señor.

 

2.    Para que las familias compartan los dones de verdad y  gracia que han recibido y en su uso de los bienes materiales den razón de la esperanza que resplandece en Cristo resucitado. Roguemos al Señor.

 

3.    Para que la misericordia del Señor nos dé ojos capaces de ver al Hijo del Hombre que pasa junto a nosotros en la persona de los pobres y de los que sufren.  Roguemos al Señor.

 

4.    Para que todos los cristianos que reconocen a Cristo en la Palabra y en la fracción del pan sepan verlo por los camino del mundo, y lo socorran cuando está herido y necesitado, y lo acojan cundo es pobre y forastero.  Roguemos al Señor.

 

5.    Por todos los renacidos en el bautismo rechacen toda forma de violencia y de mentira, y se unan a la realeza de Cristo Señor en sus pensamientos y en sus obras.  Roguemos al Señor.

 

6.    Para que al terminar esta celebración eucarística, toda nuestra vida anuncie al mundo la reconciliación y la paz.  Roguemos al Señor.

 

Exhortación final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 281)

Te bendecimos, Padre, porque Cristo resucitado

viene a romper los cerrojos de nuestras puertas y corazones,

cerrados por el miedo y la duda, la apatía y el desánimo.

Nos cuesta creer de verdad que Cristo está vivo hoy como ayer,

y que comparte con nosotros la mesa y el pan de la esperanza.

 

Y sin embargo, es cierto: ¡Jesús es el Señor resucitado!

Él hace brillar en la noche la aurora de su resurrección

para los que creen a pesar de la oscuridad y del miedo.

 

No permitas, Señor, que nos resistamos a creer en ti.

Danos tu Espíritu que nos haga, ante nuestros hermanos,

testigos valientes de tu salvación y de tu amor de Padre.  Amén.

 

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En caminino: III Domingo de Pascua. Ciclo B

Enlace permanente 17 de Abril, 2012, 1:16

EN CAMINO

Tiempo de Pascua, ciclo “B” 

22 de abril de 2012 III Domingo de Pascua

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

LECTURAS:

 

-          1ra lect.: Hch 3,13-15.17-19

-          Sal 4

-          2da lect.: 1Jn 2,1-5a

-          Evangelio:  Lc 24,35-48

 

¿TIENEN ALGO DE COMER?

 

Buscar el desarrollo del ser humano contemplando una sola de sus dimensiones ha resultado ser una empresa bastante dañina. Los extremos se tocan, decía Pirrón. Hemos tenido en la historia humana ideologías cuyo énfasis ha sido únicamente la dimensión material y la producción económica, y otras que le han apostado a una espiritualidad desencarnada. Las dos igualmente dañinas en tanto que desconocen la totalidad del ser humano y lo castran para su desarrollo integral. 

En el principio del cristianismo existieron las llamadas tendencias gnósticas y docetas que veían la parte física de Jesús como una simple apariencia. Según estas corrientes religiosas, Jesús aparentemente comió, pero no comió. Aparentemente sufrió, pero no sufrió, pues su sufrimiento en la cruz fue una apariencia. Aparentemente murió, pero no murió, porque su cuerpo era una apariencia.

Los evangelistas tenían muy claro que Jesús era plenamente humano en todo el sentido de la palabra. Era el hijo de Dios hecho carne: “Y El Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros” (Jn 1,14). La segunda carta de Juan llama anticristos a quienes niegan la dimensión humana de Jesús  y espiritualizan la fe: “Se han presentado muchos seductores, que no reconocen a Jesús como el Mesías venido en carne. En eso mismo se reconoce al impostor y al anticristo” (2Jn 7).

 

Por la misma línea, el evangelio de hoy quiere contradecir la ideología gnóstica que veía a Jesús como un fantasma o una apariencia. Miren mis manos y mis pies: ¡Soy yo en persona! Tóquenme y verán: un fantasma no tiene carne y huesos, como ven que tengo yo”.

Es muy importante aclarar nuestra visión de Jesús. Hoy más que ayer hay muchas imágenes de Jesús. Hoy más que ayer tenemos el riesgo de confundirlo con un fantasma. Hoy, cuando se ha despertado un mercado religioso que ofrece “jesuses” y “cristos” para todos los gustos, energías y poderes sanadores. Un negocio que, según Wall Street Journal, mueve millones y millones de dólares  al año. Hoy los grupos agnósticos y docetas han cambiado de ropaje y siguen mostrando a un Jesús fantasma y desencarnado de la historia. Hoy los encontramos en algunos grupos de autoayuda, de nueva era, en el mundo de la magia psicorreligiosa y la cultura de los horóscopos ampliamente difundidos por los medios propagandísticos. Hoy los vemos en diversos grupos pseudoreligiosos que ofrecen esta vida y la otra, explotan la sensibilidad humana y se aprovechan de las necesidades de la gente, que en su ignorancia busca respuestas a sus interrogantes existenciales. Por fuera o por dentro de nuestro patio aparecen múltiples mediadores, guías espirituales y gurús, y personas que los siguen con una credulidad acrítica, muy propio de una masa alienada. Constituyendo lo que llama Juan José Tamayo, una de las más graves manifestaciones de la perversión de lo sagrado. ¡Tengamos cuidado!

Necesitamos aclarar quién es Jesús para nosotros como seguidores y seguidoras, dónde y de qué manera lo encontramos y lo vivimos. Necesitamos comprender que ni el Jesús histórico, ni el resucitado son un fantasma; son una realidad. Jesús vivó de verdad y murió de verdad; todo su ser participó del ciclo de todo ser viviente incluida la muerte. Así mismo, todo su ser participó de la resurrección: cuerpo, alma y espíritu, todo su ser con toda su historia.

El Resucitado era el mismo Jesús pero no lo mismo, pues estaba glorificado; por eso los discípulos no lo pudieron reconocer a simple vista. Al Jesús histórico lo pudo ver todo aquel que estuvo cerca de él físicamente, inclusive los que atentaron contra su vida. Pero al Cristo glorificado sólo lo pudieron ver con los ojos de la fe. No obstante, su experiencia no fue una apariencia, fue tan real que transformó toda la vida de los discípulos y les hizo comprender las escrituras.

Fue así como unos campesinos y pescadores miedosos y sin mucha formación, después de vivir el acontecimiento pascual, se convirtieron en testigos del triunfo de la vida. Ese acontecimiento los envolvió de tal manera que lo entregaron todo por la causa del resucitado. Era imposible callar semejante noticia, tan definitiva para el ser humano, aún con las prohibiciones y persecuciones de las autoridades.

Con la sola razón difícilmente podremos entender, de manera clara y distinta, este acontecimiento. Pero sin la razón seremos presa fácil de mercaderes de lo religioso. Lo comprenderemos si nos abrimos a una experiencia nueva con aquel que murió y resucitó por la causa humana; si nos arriesgamos a ser sus discípulos y a poner nuestra vida en sus manos generosas.

Es preciso experimentar su resurrección de manera personal (como María Magdalena – Jn 20,11-18) y colectiva (como el evangelio de hoy (Lc 24,1ss). Que Jesús resucite en mi vida y en nuestra vida. Ni el individualismo asocial que hace de nosotros seres solitarios y rapaces, ni el colectivismo que hace perder nuestra propia identidad individual, para ser uno más entre la masa.

El evangelio de hoy nos invita a experimentar a Jesús al partir el pan, es decir en la vida cotidiana, con nuestros compañeros de camino. No se trata de una experiencia de éxtasis espiritual o extrasensorial ocurrida con frecuencia por alteraciones de la conciencia, por falta de alimento o de algún componente elemental en el cuerpo humano, o por algún desajuste emocional. Se trata del encuentro cuerpo a cuerpo con el otro, del roce continuo de la vida, con sus trabajos y quehaceres diarios, con los choques y conflictos, asumidos como una vivencia crística, es decir, desde una experiencia con Jesús el Cristo resucitado y glorificado.

El Jesús glorificado que nos presenta el evangelio no es un placebo que calma todos los dolores y ofrece “solución a tu problema”, de manera individualista y alejada de un compromiso ético religioso con nuestro contexto humano. A los discípulos les pidió algo de comer: “Entonces les preguntó: ¿Tienen algo de comer? Ellos le ofrecieron un pedazo de pescado asado. Jesús lo tomó y comió con ellos”. ¿Qué nos pide hoy el Señor por medio de nuestros compañeros de camino? Tal vez cariño, compañía y comprensión, apoyo y alimento para su cuerpo, alma o espíritu, amor afectivo y efectivo…

Lo que nos ofrece Jesús resucitado no es precisamente la solución inmediata y fácil de todos nuestros problemas, el éxito en todas nuestras empresas y la prosperidad individual. Lo primero que hace el resucitado es pedirnos algo, porque como dijo San Francisco: “es perdonando, como soy perdonando, es amando, como soy amado…” Nos ofrece su paz, que no equivale necesariamente a la ausencia de conflicto y menos a las voces calladas por el miedo o silenciadas con las armas. Es la paz de la serenidad y de la confianza que nos da saber que no estamos solos, que Él venció el poder de la muerte, que él venció el bajo mundo del egoísmo, de la corrupción y del engaño. Que Él venció las cadenas del pecado y de la muerte, y que con Él triunfamos por la fuerza de amor. Su paz es sinónimo de confianza, esperanza y energía en el camino. Su paz implica a su vez el envío para anunciar esa Buena Noticia: “… en su nombre se hará en todo el mundo un llamado al arrepentimiento para obtener el perdón de los pecados. Comenzando desde Jerusalén, deben dar testimonio de estas cosas”.

Estamos invitados a vivir estas experiencias con el resucitado. Abramos nuestra vida a la gracia de Jesucristo vivo. Dejemos que Él aclare todas nuestras dudas, nos haga conocedores de su plan de salvación y portadores de la Buena Noticia para todo el mundo, empezando por nosotros mismos.

 

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Moniciones: II Domingo de Pascua Ciclo B

Enlace permanente 13 de Abril, 2012, 23:17

Moniciones para la Misa

La Cincuentena Pascual

 

Segundo Domingo de Pascua - Ciclo B

15 de abril del 2012

Monición de entrada:

        

Buenas noches (días) hermanos en Cristo resucitado.  Hoy en las lecturas bíblicas se concluye una idea básica: la Comunidad cristiana como signo de Cristo resucitado.  La Iglesia que surge de la Resurrección del Señor y nace del bautismo en el Espíritu es comunidad que vive unida en el amor y atestigua con su vida la victoria de la fe sobre el mal del mundo.  Empecemos esta celebración con mucho entusiasmo, cantando con alegría, de pie, por favor.

 

Primera lectura: Hc 4, 32-35 (Vivían todos unidos y lo tenían todo en común)

 

La primera lectura nos da una descripción de la primera comunidad cristiana.  Ellos dieron testimonio de la resurrección y vivieron juntos en comunidad.  Todos pensaban y sentían lo mismo.  Escuchemos atentamente.

 

Segunda lectura: I Jn 5, 1-6 (Dios nos ha hecho renacer a una esperanza viva)

 

En esta primera carta de San Juan, el apóstol nos dice que creer en Cristo es: ser hijo de Dios, amar a Dios, vencer al mundo y obedecer los mandamientos.  Es el Espíritu quien garantiza la verdad y la eficacia salvadora de la fe.

 

Tercera lectura: Jn 20, 19-31 (A los ocho días llegó Jesús de nuevo)

 

En la aparición a los discípulos, Cristo les da su paz y también los envía a continuar su misión.  La segunda escena es la visita de Cristo a Tomás y la confesión de fe de éste.  En preparación para escuchar esta Buena Nueva, nos ponemos de pie y cantamos jubilosamente el Aleluya.

 

Oración universal:

 

A cada invocación oremos diciendo: Por la Resurrección de tu Hijo, escúchanos Padre.

 

1.    Por todo el pueblo cristiano, convocado en el día del Señor, Pascua de la semana: para que manifieste la presencia de Cristo resucitado con la alegría de vivir en un mismo lugar y con el mismo corazón. Roguemos al Señor.

 

2.    Por nuestra comunidad: para que crezca, junto a los recién bautizados, como una verdadera familia de Dios, asidua en la escucha de la Palabra, perseverante en la oración, testigo en la caridad fraterna. Roguemos al Señor.

 

3.    Por todos los que viven la experiencia del dolor: para que no se dejen vencer por el desánimo, sino que, por la fuerza de la fe y la solidaridad de los hermanos, sientan que el Señor está cerca de cada uno de ellos.  Roguemos al Señor.

 

4.    Por el cristiano que duda, por el incrédulo que quisiera creer y por todos los que buscan con amor la verdad: para que, iluminados por la gracia pascual, reconozcan que no hay otro, fuera de Cristo que pueda salvarnos.  Roguemos al Señor.

 

5.    Por todos los aquí presentes: para que nos dejemos evangelizar con un corazón dócil y seamos resonancia viva de la Palabra que nos salva.  Roguemos al Señor.

 

Exhortación final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 278)

Señor Jesús, aunque no te vemos con estos ojos de carne,

nuestra ardiente profesión de fe es hoy la del apóstol Tomás,

primeramente incrédulo y después creyente ejemplar:

¡Creemos en ti, Señor nuestro y Dios nuestro!

 

Vamos buscando razones, pruebas y seguridad absoluta

para creer y aceptar a Dios en nuestra vida personal y social.

Pero tú nos dices: ¡Dichosos los que crean sin haber visto!

Tú eres, Señor, la razón de nuestra fe, esperanza y amor.

 

Ábrenos, Señor Jesús, a los demás, a sus penas y alegrías,

porque cuando amamos y compartimos, estamos testimoniando

tu resurrección en un mundo nuevo de amor y fraternidad.  Amén.

 

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En caminino: II Domingo de Pascua. Ciclo B

Enlace permanente 13 de Abril, 2012, 22:00

EN CAMINO

Tiempo de Pascua, ciclo “B” 

19 de abril de 2009 II Domingo de Pascua

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

LECTURAS:

 

-          1ra lect.: Hch 4,32-35 

-          Sal 117 

-          2da lect.: 1Jn 5,1-16 

-          Evangelio:  Jn 20 19-31

 

NADIE PASABA NECESIDADES

 

El libro de los Hechos nos presenta el testimonio de la resurrección por parte una comunidad cristiana.  Los signos de la resurrección se daban al interior de la comunidad: unidad integral, compartir solidario de las pertenencias y ausencia de necesidades insatisfechas por parte de los miembros de la comunidad.

 

La resurrección del Señor no es un hecho científicamente comprobable. Es una experiencia de fe que se demuestra, no en un tubo de ensayo ni con elucubraciones racionales, sino con el testimonio vida. Tendríamos que cuestionar muy fuerte el tipo de fe que llevamos en nuestros países con más de un 90% de los ciudadanos declarados cristianos y a su vez con tantas necesidades. En los últimos tiempos los hombres más ricos de nuestros países han duplicado y triplicado sus fortunas, mientras han aumentado los campos de concentración de la miseria.

 

Celebramos hace poco la Pascua, fiesta central de los cristianos. Contemplamos o hicimos las representaciones de la cena del Señor, el prendimiento, la pasión, muerte y la resurrección. Vimos caras de tristeza y hasta algunas lágrimas junto con el “me aculpa” por los pecados “cometidos”. Admiramos la solemnidad o criticamos los baches de las “ceremonias” y cantamos glorias y aleluyas con el toque de campanas que anunciaba el triunfo de la vida sobre la muerte. 

 

Las celebraciones sin duda debieron animarnos para continuar el trabajo por el Reino por el cual Jesús entregó su propia vida. Pero no podemos quedarnos ahí con la calentura del corazón. “De buenas intenciones está hecho el infierno”, decían nuestros viejos. Las realidades tan escalofriantes de nuestros países cristianos contrastan con la utopía propuesta por el libro de los Hechos: “No había nadie que pasara necesidades entre ellos”. ¿Qué está pasando? ¿Cristo no ha resucitado entre nosotros? ¿Nos hemos quedado con el Jesús muerto? ¿Nos hemos quedado con el mito? ¿Pensamos que ser cristianos es ir a misa y comulgar?

 

No están mal las celebraciones sentidas. Por el contrario, necesitamos avivar nuestra dimensión celebrativa y gozarnos con el encuentro con Dios y con el hermano. Pero es preciso pasar a la acción. Nos haría bien analizar la crítica que hacía Teodoro Adorno cuando dijo: “el cristianismo proclamó la consigna del amor  pero fracasó porque dejó intacto el ordenamiento social que produce la frialdad”.[1]

 

 

NUEVA VIDA

Lo que buscan fundamentalmente los escritos joánicos (evangelio y cartas de Juan) es que sus lectores crean en Jesús. Creer en la literatura joánica se entiende como una apertura total de la vida a la acción de Dios; una disposición para que Jesús actúe, salve, ilumine, conduzca y transforme toda realidad. Creer en Jesús no es afirmar una verdad de fe o estar de acuerdo con un dogma como verdad incuestionable.

 

La elaboración, la promulgación y además la adhesión intelectiva a un dogma pueden ayudar a tener una solidez doctrinal, a darle seriedad al proyecto y a evitar el cristianismo vaporoso que se va tras de cualquier ideología de moda. Pero lo fundamental en la fe del creyente no es tanto la adhesión del intelecto a un dogma. El fin último de la fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios, es tener vida en su nombre: Estos han quedado consignados para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre”.  

 

Queremos decir con esto que estamos invitados a creer, o sea a encontrarnos en nuestra propia carne con el Jesús vivo, personal y colectivamente. Si estamos abiertos a su acción, ese encuentro envolverá nuestra existencia de tal manera que seremos transformados a su imagen. La tristeza, la desidia, los egoísmos o el sinsentido de la vida; pensamientos, sentimientos, impulsos, todas las realidades humanas serán cubiertas por la nueva y definitiva realidad: Jesucristo resucitado y resucitador.

 

Con la fuerza y la gracia de Jesús, piedra desechada por los arquitectos, convertida en piedra angular, podremos vencer todas las fuerzas desintegradoras que envuelven al ser humano. Todo lo que es contrario a la vida, a la justicia y al amor, o sea, al Proyecto salvífico de Jesús, aquello que la literatura joánica llama mundo: “al mundo no lo vence sino el que cree que Jesús es el Hijo Dios” (2da lect.) Así como Jesús venció al mundo con su vida, muerte y resurrección, si creemos en él, podremos vencerlo también.

 

Los discípulos estaban con las puertas trancadas y con miedo. Con mucha frecuencia ante los problemas, conflictos o persecuciones, nos encerramos y no hallamos soluciones. Jesús llegó, se puso en medio de ellos y les brindó la paz. A Jesús lo encontramos ahí en medio de la comunidad. Podemos convertir a los demás en la cruz que cargamos a lo largo de nuestra vida, o en el refugio en el que encontramos y brindamos apoyo, identidad, solidaridad y cariño, en el lugar del encuentro con Jesús vivo que nos cubre con su paz. Una paz que no equivale a pacifismo adormecedor sino a un instrumento emancipador no violento, sereno y esperanzado. Una dinámica que enfrenta el poder tiránico en una atmósfera de amor solidario. De esta manera la comunidad será el espacio donde los miedos y rencores que impulsan comportamientos agresivos, se reduzcan a la mínima expresión y se viva el esplendor del perdón.

 

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[1] Adorno Theodor, La educación después de Auschwitz.

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En camino: Moniciones: I Domingo de Pascua. Ciclo B

Enlace permanente 4 de Abril, 2012, 16:46

EN CAMINO

Tiempo de Pascua, ciclo “B” 

1 de abril de 2012 Domingo de Pascua

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

LECTURAS:

 

-          1ra lect.: Hech 10,34a.37-43

-          Sal 117,1-2.16-17.22-23

-          2da lect.: Col 3,1-4

-          Evangelio:  Jn 20,1-9

 

TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN

 

Abarcar un misterio tan grande como lo es la resurrección es, además de un atrevimiento, algo sencillamente imposible. Solo quiero dar algunas puntadas sobre este acontecimiento en nuestra vida de fe.

 

Una de las  prácticas litúrgicas en la noche de pascua consiste en mostrar la efigie de un hombre vivo y sonriente, con heridas aún sin cicatrizar en manos, pies y costado. Es interesante ver cómo las personas le ponen todo el amor del mundo y organizan procesiones, gastan su tiempo y creatividad imaginando cómo sería el momento de la resurrección. Después de un profundo silencio empiezan a sonar las campanas y el canto de gloria, silenciado durante la cuaresma. Entran con la imagen del “resucitado” por la mitad del templo mientras suenan los aplausos. La gente se emociona y grita vivas. Con la alegría de la “resurrección” vuelven las flores al altar, los presbíteros se visten de blanco y a la salida del templo se desean mutuamente felices pascuas…

 

Estas escenas acompañaron y siguen acompañando la celebración de la pascua de muchas comunidades cristianas. Las pinturas, las canciones, las películas, etc., nos muestran no tanto la resurrección sino la revivificación de un cadáver, como si el muerto, con las mismas características espaciotemporales, se hubiera levantado del sepulcro. Tenemos que decir claramente que esta visión de la resurrección de Jesús no podemos aceptarla hoy. No solamente porque no aguanta un cuestionamiento del racionalismo moderno, o del agnosticismo postmoderno, sino porque no corresponde a la primera experiencia de fe de las comunidades cristianas primitivas.

 

Digámoslo directamente: el cadáver de Jesús debió seguir el ciclo de cualquier organismo muerto, como residuo de una etapa de evolución irreversible y ya consumada en el ser. Es decir que se descompuso y formó parte de la madre tierra de la cual había salido. No le demos más vueltas al asunto y no nos extrañemos si en algún momento encuentran sus restos mortales, aunque sería muy difícil identificarlo con certeza. ¿Entonces, se acabó la fe? ¿Entonces se acabó la Iglesia? ¡No! ¡Todo lo contrario!

 

Resurrección no es revivificación de un cadáver para dejarlo en las mismas condiciones de antes (eso sería retroceder), ni es la pervivencia de un alma espiritual independiente de las funciones corporales. La resurrección es una nueva creación a partir del mismo yo. El mismo yo (núcleo central) pero diferente, pues resucitado goza de una nueva relación con Dios y con el mundo. El resucitado tiene una nueva forma de ser, trasformado totalmente por obra del Espíritu vivificante de Dios.

 

A primera vista, el evangelio de hoy nos señala la tumba vacía como “prueba” de la resurrección. Pero el hecho de que el cadáver no estuviera en la tumba no significa que haya revivido. Los relatos de la tumba vacía “son narraciones que sirven para justificar una celebración litúrgica de la comunidad de Jerusalén que se reunía anualmente para anunciar la resurrección ante una tumba vacía, como signo de ella” (C. Bravo). Son recursos pedagógicos que emplearon los evangelistas para llevarnos al encuentro con Jesús resucitado. Recursos que se quedaron cortos para representar algo que no era palpable a los ojos.

 

La resurrección de Cristo no es un hecho comprobable científicamente, es una experiencia de fe. Los discípulos fueron testigos del Jesús histórico que vivió, hizo camino y pasó haciendo el bien. Los evangelistas narran toda la estratagema utilizada por los poderosos para matarlo; narran con lujo de detalles el juicio, la condenación, el camino de la cruz y el momento de su muerte. Pero no el momento mismo de la resurrección, sencillamente porque no existen testigos oculares y porque cualquier leguaje humano se quedaría corto para explicar este misterio.

 

Históricamente no sabemos si un hubo o no tal tumba vacía. Históricamente no sabemos si a Jesús lo sepultaron solo en una tumba o en una fosa común como solían hacer con los crucificados. Con seguridad no hubo ningún fenómeno paranormal y ninguna roca se movió para dejar salir a Jesús vuelto a la vida. ¿Con esto quitamos algo de la fe cristiana? ¡De ninguna manera! Lo definitivo y decisivo es la manifestación y el encuentro con el mismo Cristo vivo y resucitado. La fe cristiana no convoca al sepulcro vacío, sino al encuentro con el Cristo viviente: “¿por qué buscan entre los muertos al que está vivo?” (Lc 24,5).

 

Los evangelistas narraron el acontecer de Jesús resucitado en la vida de sus seguidores y seguidoras. Quieren decir que el mismo que aconteció en ellos en su vida mortal, aconteció en ellos de una manera nueva. El mismo que compartió con ellos la risa y el llanto, los dolores y los sueños por un mundo mejor; por el mismo que vieron frustradas todas sus esperanzas al verlo asesinado en el madero de la cruz, experimentaron luego un gozo inexplicable y unos deseos incontenibles de continuar su obra. Lo experimentaron pleno, glorificado, resucitado y resucitador. De ahí en adelante no fue sólo Jesús, el hombre de Nazareth, sino Jesús el Cristo, el Mesías crucificado y glorificado. Jesús el Cristo envolvió sus vidas y los impulsó a amar, a reorganizar las comunidades y a seguir trabajando por su causa.

 

Fue entonces cuando se convirtieron en testigos de la resurrección. Los iletrados obreros del viejo Zebedeo y los demás seguidores de Jesús, se atrevieron a denunciar el crimen infame de un hombre y a anunciar que Dios se había puesto de parte de ese reo de muerte. “Ellos lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó…” (1tra lect.). El sistema lo rechazó, Dios lo acogió. La “gente bien”, consideró que debía morir, Dios consideró que debía reinar. El poder homicida vio en él un endemoniado, loco y blasfemo; un peligro del que había que salir pronto. Por eso lo juzgaron, lo excomulgaron, lo condenaron y lo mataron. Pero Dios, que ve lo profundo, lo llenó de gloria (2da lect.) y avaló su proyecto para una nueva humanidad.

 

Decir que un hombre había resucitado no era el mayor problema: la religión antigua de Zoroastro ya había hablado de la resurrección, lo mismo que el judaísmo tardío, especialmente los fariseos. Lo que más les dolió a las autoridades y desató la posterior persecución, fue afirmar que precisamente “a ese tal Jesús”, ese hombre a quien le habían dado la peor de las muertes en nombre de Dios, Dios mismo lo había resucitado. Que la resurrección tenía nombre propio y se llamaba Jesús de Nazareth.

 

La resurrección de Jesús no implica únicamente la trascendencia individual, más allá de la historia en esta tierra, para reinar con los ángeles en cielo. Implica también la continuidad de su proyecto vital en defensa de los pobres y marginados por el poder homicida. Es sobre todo, el triunfo de la vida sobre la muerte y la victoria definitiva del amor sobre el odio. Con su resurrección Jesús no nos salva únicamente de la muerte eterna, sino del sinsentido de la vida. De la vaciedad de una vida sin rumbo y del dominio de las tinieblas, del reinado de la impunidad y de la mediocridad humana que sólo piensa en sobrevivir para satisfacer sus instintos y protegerse de sus miedos.

 

Con la resurrección de Jesús se enaltecen actitudes subvaloradas como la humildad, la entrega, el servicio, el perdón y el amor donativo. La muerte no deja de ser una realidad dolorosa, pero lo definitivo es la vida. La injusticia no deja de ser una realidad patente, pero no tendrá la última palabra. La acumulación de riqueza que contrasta vergonzosamente con la marginalidad de tantos seres humanos que sobreviven en los nuevos campos de concentración de la miseria, no deja de causar molestia, pero esa degradación legitimada por nuestro sistema imperante no será lo definitivo. El engaño, la mentira, la explotación y demás actitudes infrahumanas seguirán presentes en nuestro mundo, pero no reinarán para siempre.

 

Si no nos convertimos en testigos de su resurrección ante nuestro mundo, esta pascua no sería más que un teatro con entrada libre y nuestro compromiso terminaría con el aplauso a una imagen del “resucitado”.

 

¿Que tal si permitimos que Él resucite entre nosotros y nos haga morir al hombre viejo cargado de engaños, egoísmos, mentiras y todo lo que nos mata, para hacer renacer al hombre nuevo capaz de amar y servir? Veamos si nos atrevemos a permitir que Cristo acontezca en nuestra vida y nos convierta en testigos de su resurrección, con todo lo que ello implica ante nuestro mundo concreto: que nunca seamos crucificadores y que tengamos la valentía de denunciar a quienes crucifican a los crucificados de hoy. Porque ser testigo de la resurrección implica denunciar a los que lo matan la vida, anunciar que otro mundo es posible y estar dispuesto a construirlo. Esto tiene sentido porque Cristo resucitó y porque sabemos que nuestra lucha no será en vano. Que nuestra entrega tiene valor y que amar tiene sentido porque con Jesús resucitado nos encaminamos irreversiblemente hacia la vida.

 

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Moniciones: I Domingo de Pascua. Ciclo B

Enlace permanente 4 de Abril, 2012, 16:43

Moniciones para la Misa

La Cincuentena Pascual

 

DOMINGO DE RESURRECCIÓN - Ciclo B

La Resurrección de Cristo

12 de abril del 2009

Monición de entrada:

        

Hermanos y hermanas ¡Felices Pascuas de Resurrección!  Cristo ha vencido a la muerte.  Por nuestro bautismo tenemos una vida con Él.  En la alegría de esta Pascua, nos encontramos aquí reunidos en torno de Jesús, el Señor resucitado.  Él nos convoca para que vivamos su vida, para que nos llenemos de amor y de su paz.  Lleno de alegría y esperanza comencemos nuestra liturgia cantando con mucho entusiasmo.

 

Primera lectura: Hc 10, 34.37-43 (Nosotros somos testigos)

 

En la primera lectura San Pedro nos relata hoy a nosotros el resumen de la vida de Jesús.  El pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él.  Él murió, pero Dios lo resucitó.  Escuchemos este gran mensaje.

 

Segunda lectura: Col 3, 1-4 (Busquen los bienes de allá arriba, donde está Cristo)

 

El Bautismo hace al cristiano participar de la vida gloriosa.  San Pablo nos exhorta a mostrar con obras concretas una vida renovada y distinta.  Pongamos atención, hermanos y hermanas.

 

         Después de la segunda lectura y antes del aleluya, se proclama la secuencia.

 

Tercera lectura: Mc 13, 33-37 Cristo habla de resucitar de entre los muertos)

 

Escucharemos ahora el anuncio de la primera mañana de Pascua: Cristo ha resucitado.  Él vive.  Recibámoslo cantando con alegría el Aleluya.

 

Oración universal

 

Como pueblo renovado por la Pascua de Jesucristo, oremos diciendo: Jesús resucitado escúchanos.

 

Por nuestro país y nuestro pueblo (se menciona el nombre del pueblo), para que crezca el deseo de buena convivencia y el interés por el bien de los demás.  Oremos.

 

Por todos aquellos que, entre nosotros y en cualquier lugar del mundo, no conocen a Jesucristo, para que puedan sentir ellos también la alegría del Evangelio. Oremos.

 

Por la Iglesia, especialmente nuestra parroquia x, por cada uno de los cristianos, para que la resurrección de Jesucristo transforme nuestras vidas y nos lleve a ser luz de esperanza para nuestros hermanos. Oremos.

 

Por los niños y la juventud, para que ellos compartan su alegría y su entusiasmo por la vida en su hogar y en su vecindario. Oremos.

 

Exhortación final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 275)

Te bendecimos, Padre por la resurrección de Jesús, tu Hijo,

mientras peregrinamos como tu pueblo errante por el desierto,

atisbando la aurora y saludando nuestra liberación.

Ésta es la nueva humanidad que nace con Cristo resucitado,

el hombre nuevo, el viviente, el vencedor de la muerte.

 

Haznos, Señor, hombres y mujeres nuevos, para que,

según tu mandato, podamos ser testigos de tu resurrección

y mostrar a los demás que el hombre y mundo nuevos son posibles.

Para eso, vence nuestra apatía con la fuerza del Resucitado;

entonces creeremos eficazmente y quedaremos asombrados

de lo que tu Espíritu puede realizar en y por nosotros.  Amén.

 

 

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