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1 de agosto: fiesta de San Alfonso María de Logorio. El fundador de los Misioneros Redentoristas
31 de Julio, 2012, 16:12
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Solemnidad de San Alfosno Ma. de Ligorio
ENTRADA:
Celebramos junto con los Misioneros Redentoristas y con toda la Iglesia la fiesta de San Alfonso. En esta misa recordamos a San Alfonso, el Misionero, el Teólogo Moral, el Obispo, el autor de más de 100 obras de temas teológicos y espirituales. El fundador de la Congregación del Santísimo Redentor. Este gran hombre nos inspira como comunidad a continuar luchando en el proceso de proclamar y vivir la Buena Nueva. Pongámonos de pie para recibir los celebrantes.
PRIMERA LECTURA: Is: 61, 1-3
Como Isaías, Alfonso anunció una palabra liberadora. El Dios de amor y misericordia que el dio a conocer en sus prédicas contradecía la imagen dura, fría y severa del Dios que anunciaban otros predicadores en su tiempo. Por amor Dios nos ha salvado y nos anuncia por medio de su profeta el tiempo propicio de vida nueva.
SEGUNDA LECTURA: Tm 2, 1-7
San Pablo, como Alfonso, exhortaba a la fidelidad en el compromiso. Esa es la manera más clara de devolverle al Señor todo el amor que nos ha mostrado. Esta lectura es una invitación a entregarse al trabajo por completo, como buen soldado de Cristo.
TERCERA LECTURA: MT 9, 35-10,1
La Buena Noticia no es un secreto para ser guardado sino para multiplicarse entre todos los evangelizados. La comunidad misionera de San Alfonso a ha sido llamada a vivir con los mismos sentimientos y criterios de Jesús: la atención a los más abandonados, compasión por el pecador y el no creyente y celo incesante por servir allí donde la Iglesia aún no está presente. el modelo de este servicio consagrado es el mismo Cristo. Pongámonos de pie para aclamar el aleluya
ORACIONES UNIVERSAL:
- Tu hiciste que san Alfonso reuniera en torno suyo un grupo eficiente de misioneros para evangelizar a los marginados, por su intercesión fomenta en la Iglesia una intensa caridad pastoral y una gran capacidad de convocación, oremos.
- Tu guiaste a san Alfonso para que se dedicara al servicio pastoral de los más abandonados, por su intercesión suscita en nuestras comunidades parroquiales numerosas vocaciones a la vida religiosa y al ministerio sacerdotal y misionero, oremos.
- Tu diste a san Alfonso un intenso amor a la Eucaristía, concédenos por su intercesión que nuestras eucaristías sean siempre banquete de fraternidad, oremos.
- Tu hiciste de san Alfonso un fiel devoto de María, por su intercesión enciende en nosotros un amor filial hacia ella y un anhelo de servir como ella, a los demás, oremos
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Moniciones: XXIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B
31 de Julio, 2012, 13:33
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Moniciones para la MISA
Autor. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
Tiempo Ordinario- Ciclo B
XVIII Domingo
“Para evitar la vaciedad de criterios
5 de agosto del 2012
Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) hermanos y hermanas en Cristo. Todos sabemos muy bien que necesitamos comer para vivir. En el Antiguo Testamento Dios Padre dio a los israelitas maná en el desierto. Fue algo sobrenatural, pero a la vez algo para satisfacer el hambre física. En el Evangelio Cristo nos viene a decir que Él es el enviado de Dios, que es Él quien nos sostiene para la vida eterna. Tenemos que creen en Jesús y entrar en comunión con él. Participemos consciente y activamente en esta Misa dando gracias a Dios por este gran don.
Primera lectura: Ex 16, 2-4. 12-15 (El maná del desierto)
Esta lectura tomada del capítulo 16 del Éxodo, nos hablará acerca de los israelitas que se sentían abandonados y hambriento en el desierto. Pero Dios les envió el maná. Este maná es el pan que los cristianos vienen después como símbolo del Pan de Vida. Pongan atención.
Segunda lectura: Ef 4, 17.20-24 (Vístanse de la nueva condición a imagen de Dios)
El gran Apóstol Pablo exhorta a los efesios a que sean renovados en el Espíritu. Son nuevas criaturas en Cristo y así deben vivir. Pongamos atención a esta exhortación que nos llama a vivir según la imagen de Dios.
Tercera lectura: Jn 6, 34-35 (El trabajo que Dios quiere: creer en su enviado)
Nos encontramos en la continuación del discurso sobre el pan, la gente buscaba no a Jesús sino sus dones. Buscaban su propia satisfacción. Cristo les pedía fe. Fe en Él. Creer que Él es el Pan de Vida enviado por el Padre. Como acto de fe cantemos la aclamación antes del Evangelio.
Oración Universal
- Por la Iglesia: para que sea lámpara encendida en medio de las tinieblas, que ilumine y abra nuevos horizontes de esperanza para el mundo. Roguemos al Señor.
- Por cuanto tienen autoridad en el mundo: para que frenen las ambiciones, pongan fin a las guerras y brote en todas partes la paz, la justicia y el amor. Roguemos al Señor.
- Por nuestras familias: para que encuentren la paz y la unidad en la oración de familia. Roguemos al Señor.
- Por todos los que hemos sido iluminados con el don de la fe: para que nos mantengamos vigilantes en la esperanza y ardientes en la caridad. Roguemos al Señor.
- Por cada uno de nosotros aquí presentes: para que siempre tengamos el pan de la Eucaristía en nuestra peregrinación al Padre. Roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 358)
Te bendecimos, Padre, porque Cristo Jesús, tu palabra,
Nos invita a renovarnos a tu imagen en la mente y en el espíritu.
Éste es el trabajo que esperas de nosotros: fe en tu envidado,
Jesús, el hijo sellado por ti con el aval de tu divinidad.
Mendigos de pan y de cariño, sedientos de esperanza y amor,
Nos presentamos ante ti, Señor, como desierto y tierra yerma.
Muchos quieren explorar nuestra sed de felicidad con el señuelo
De los falsos sucedáneos de vida; pero no queremos la felicidad
Pasajera de tantas cisternas agrietadas que pierden el agua.
Danos, Señor Jesús, tu cuerpo y sangre en la eucaristía,
El pan verdadero que sacia nuestra hambre para siempre.
Amén
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En camino: XVIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B
31 de Julio, 2012, 13:28
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CAMINO DE FE
5 de Agosto de 2012, 18 Domingo del tiempo ordinario, ciclo “B”
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- Primera lectura: Éx 16,2-4.12-15: Éste es el pan que el Señor les da para comer.
- Salmo Responsorial: 77,3-4.23-25.542: Hizo llover sobre ellos el maná.
- Segunda lectura: Ef 4, 17.20-24: Renuévense en su espíritu y sus criterios…
- Evangelio: Jn 6,24-35: Yo soy el pan de vida.
RENOVACIÓN DE MENTE Y ESPÍRITU
Aunque la mona se vista de seda, mona se queda, decían nuestros viejos. Así le pasaba al pueblo de Israel cuando recorría el camino liberador hacia la llamada Tierra Prometida. Iba camino hacia la libertad, había abandonado el yugo egipcio, pero pasaba grandes aprietos porque no tenía comida. Estaba en el desierto, que duró cuarenta años (40 significa el tiempo para la realización de un proyecto, cada cuarenta años se daba un cambio de periodo). Y era tan fuerte el hambre que todos sentían morirse y hasta llegaron a añorar la esclavitud de Egipto donde, por lo menos, tenían comida.
Para la mentalidad judía, un grupo humano se llama pueblo cuando vive en un territorio propio y en condiciones libres, justas y dignas de un ser humano. De ahí que en Egipto no eran propiamente pueblo porque, aunque no pasaban hambre, estaban sometidos. La experiencia religiosa judía presenta a Dios siempre a favor de la construcción de un pueblo digno, justo y libre. Por eso, Dios se presenta como quien le da dinamicidad a los anhelos de libertad y, por medio de Moisés, impulsa la huida de Egipto y el sueño de la Tierra Prometida.
Los israelitas deseaban la libertad, pero querían conseguirla rápido. Añoraban la tierra prometida, esa tierra que mana leche miel, pero la querían para ya. Estaban camino hacia la libertad, pero continuaban con mentalidad de esclavos. Ésta y el hambre que los apuraba no les permitían ver más allá y por eso anhelaron volver a Egipto. Aplicaron otro dicho popular, que es más un sofisma de distracción, signo del miedo y defensa de la mediocridad: “es mejor malo conocido que bueno por conocer”.
Un estómago vacío es mal consejero, porque no deja ver lo que puede haber detrás de un plato de comida. Un estómago vacío hace que las personas sean inmediatistas y que anhelen soluciones rápidas. Pero las verdaderas soluciones difícilmente llegan de la noche a la mañana, como por arte de magia; la libertad es una conquista que no se logra sin trabajar. Se hace necesario un cambio de mentalidad; y éste es de las cosas más importantes y también de las más difíciles de lograr. Se hacía necesario dejar de pensar como esclavos, pensar como gente libre y trabajar con todas las fuerzas para conseguirla.
El desierto es el lugar de privaciones, del hambre y del dolor; es la ausencia de vida, pero a su vez, es camino hacia la libertad. A todas las personas, a todos los grupos humanos, llámese familia, comunidades, o pueblo, nos llega alguna vez el desierto. Es la situación crítica en la que parece que no se encuentran soluciones. Al pueblo de Israel le era muy provechoso ese desierto porque sabía que estaba en camino hacia la realización de la promesa y porque era una oportunidad para que experimentara la fuerza poderosa de Dios que se manifiesta especialmente en la debilidad de quienes saben confiar en Él. En el desierto el pueblo aprende a experimentar su fragilidad humana y la necesidad de Dios. Si el pueblo vive el desierto de cara a Dios, le servirá para que su fe se purifique y crezca, de manera que viva siempre con la certeza de que con la ayuda de Dios su vida se dirige hacia la libertad total.
La fuerza que dinamiza ese camino es la gracia de Dios. Él se manifiesta en la vida cotidiana, en cada acontecimiento y, especialmente, en el anhelo de libertad. Él va haciendo que las cosas se vayan encaminando hacia la realización de la promesa y que el creyente esté en el lugar y en el momento indicados para su propio beneficio. El pueblo y la persona de fe sabrán descubrir los acontecimientos de la naturaleza como acciones maravillosas de Dios a favor de sus hijos.
En ese momento la acción de Dios se manifestó en las aves que pasaban por el desierto mientras se desplazaban por el cambio de estación, y que ellos lograron atrapar y consumir. Se manifestó por medio del llamado maná, que posiblemente fue el fruto de un arbusto propio de la península del Sinaí, llamado tamarisco, el cual produce una secreción dulce que gotea desde las hojas hasta el suelo. Por el frío de la noche se solidifica y hay que recogerla de madrugada antes de que el sol la derrita: “al atardecer comerán carne y por la mañana tendrán pan en abundancia”. Nosotros podemos vivir esa misma experiencia de salvación en nuestro éxodo salvífico; en el desarrollo integral de metas personales, familiares y comunitarias, en nuestra continua búsqueda de una humanidad nueva fundada en la justicia del Reino. Si nos ponemos en actitud de éxodo, si nos dejamos conducir por el Espíritu del Señor y vemos la realidad con los ojos de la fe, podremos ser testigos de la obra maravillosa de Dios en nuestra Vida.
El Evangelio que hoy leemos hace referencia a este acontecimiento de éxodo. Este fragmento del Cuarto Evangelista es continuación del que leímos hace ocho días, el milagro del pan compartido, más conocido como la multiplicación de los panes. Un gran número de seguidores de Jesús lo buscaban no tanto por su propuesta integral de salvación, no porque estuvieran dispuestos a trabajar por el Reino de Dios y justicia, sino porque con él habían comido hasta saciarse.
Jesús no desconoció la necesidad de comida, vivienda, vestido y todo lo que físicamente requiere un ser humano para vivir dignamente, por el contrario, promovió una vida físicamente digna. Pero no se quedó ahí, pues el ser humano es un todo integral, multifacético y pluridimensional; si nos quedamos sólo en la dimensión física, reducimos al ser humano, desconocemos sus otras dimensiones y arriesgamos su realización plena. Las obras de Jesús a favor de cada ser humano debían hacer que éste mirara más allá de sus intereses egoístas y se comprometiera con la construcción del Reino. Así pasó con la suegra de Pedro que, una vez le pasó la fiebre se puso a servir (Mt 8,14-15), con la hija de Jairo que se levantó y caminó (es decir, se convirtió en discípula (Mc 5,42)), con el ciego de Jericó que una vez vio la luz “lo seguía por el camino” (Mc 10,46-52), entre otros casos. Pero otros se quedaron sólo en el beneficio personal y egoísta, se quedaron en una religiosidad inmediatista y mediocre. De los diez leprosos curados, sólo uno volvió a Jesús (Lc 17,11-19) y en el evangelio de hoy, Jesús reclama porqué la gente lo buscaba sólo por la comida y no por el alimento que perdura. Se quedaron en la necesidad inmediata y no fueron a las profundas necesidades del ser humano: la necesidad de relacionarse con los demás, de abrirse a relaciones de amor, de fraternidad y solidaridad. A la gratuidad del amor de Dios y a los hermanos.
Las personas, los pueblos, las comunidades necesitamos renovarnos continuamente. Unas veces son pequeñas renovaciones, retoques y otras veces son necesarias grandes renovaciones, reformas de estructuras, de forma y de fondo; y continuamente necesitamos renovación de mente y de espíritu. Bien lo decía Pablo en su Carta a los Efesios: “Despójense, pues, de los hábitos anteriores, propios de la humanidad envejecida, víctima de sus engaños y sus apetitos; y renuévense en su espíritu y sus criterios, revistiéndose del hombre nuevo creado a imagen de Dios, para vivir en la justicia y la santidad, o sea en la verdad.” (Ef 4,22-24).
Un ser humano renovado, con una nueva mentalidad, debe trabajar no tanto para satisfacer el qué dirán, para ascender desesperadamente en la escala social, para hacerse el importante según el criterio del mundo, sino para buscar una vida digna para todos, por la justicia, la verdad, la santidad. Es decir, debe trabajar no por el alimento que se acaba sino por que perdura hasta la vida eterna.
Despojarse de los hábitos propios de la humanidad envejecida, es dejar la vaciedad de criterios, la vida mediocre y superficial, así como el egoísmo, la avaricia, los anhelos de poder y de aparecer. Revestirse de la humanidad nueva es llenarse del amor de Jesucristo y su proyecto de salvación, es elegir a Cristo como estilo de vida.
Por esa misma línea, decir que Jesús es el pan de vida significa que su camino, su proyecto, su espíritu generan vida verdadera para nosotros, vida plena, colmada, bienaventurada, feliz. Comer el pan de vida es asimilar a Jesucristo, seguir sus pasos, trabajar por el Reino y permitir que su Espíritu nos fortalezca para hacer realidad la voluntad salvífica de Dios para el ser humano. “El pan que da la vida soy yo: quien viene a mí no pasará hambre; quien cree en mí nunca tendrá sed”. (Jn 6,35).
Oración
Bendito seas, Dios, Padre y Madre fuente de vida, de amor y auténtica libertad para todos. Gracias por la maravillosa experiencia de éxodo vivida por el pueblo de Israel. Te bendecimos porque ese paradigma sigue iluminando y animando nuestros propios éxodos, en búsqueda de nuestra tierra prometida, pues sabemos que tienes un lugar preparado para nosotros.
Te pedimos perdón porque a veces perdemos el sendero, nos desviamos del camino, nos dejamos esclavizar y hasta nos convertimos en obstáculo para llevar procesos de auténtica liberación. Te pedimos perdón porque a veces somos muy inmediatistas, queremos las cosas rápidas, nos dejamos vencer por la pereza, la mediocridad, y hasta preferimos volver a Egipto. Reconocemos nuestra fragilidad humana y nuestra necesidad de ti.
Por eso nos abrimos totalmente, para que la luz de tu Espíritu nos dé la gracia de seguir fielmente el proyecto de Jesús, tu Hijo muy amado. Queremos vivir una auténtica renovación para dejar atrás el hombre viejo cargado de egoísmo, miedo, avaricia y todo tipo de esclavitudes. Queremos vivir en auténtica libertad, de cara a ti y a nuestros hermanos. Queremos comer el pan de vida… asimilar, incorporar en todo nuestro ser a Jesús: pensar, sentir, amar, vivir como él hasta el final, para experimentar la vida abundante que procede de ti, disfrutarla y comunicarla con generosidad. Amén.
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Moniciones: XXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B
24 de Julio, 2012, 1:50
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Moniciones para la MISA
Autor. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
Tiempo Ordinario- Ciclo B
XVII Domingo
“El mensaje de um signo”
29 de julio de 2012
Monición de entrada
Las Sagradas Escrituras siempre nos revelan a Dios. Hoy el Antiguo Testamento junto con el capítulo seis de San Juan nos habla sobre la multiplicación de los panes. Este tema sirve de base para la enseñanza de Cristo sobre la Eucaristía. Jesús tomó pan, dio gracias y lo repartió personalmente a la multitud. La gente entusiasmada, lo proclamó Mesías, pero no comprendieron bien el signo. Abramos nuestras mentes y nuestros corazones al misterio que vamos a celebrar y pidamos la gracia de conocer mejor a Jesús. De pie para recibir al celebrante y a los ministros de esta Misa.
Primera lectura: 2 Re 4, 42-44 (Eliseo multiplica veinte panes de cebada)
La primera lectura tomada del segundo libro de los Reyes, nos refiere el milagro de la multiplicación de los panes por la intercesión del Profeta Eliseo. Él hace visible a Dios, no solamente por sus enseñanzas, sino también por sus acciones. En el Evangelio de hoy, Cristo mismo va a realizar el milagro de los panes.
Segunda lectura: Ef 4, 1-6 (Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo)
San Pablo en su carta a los efesios nos dice que debemos poner en práctica la humildad, la amabilidad, la comprensión, pero sobre todo la unidad. Por nuestro bautismo formamos un cuerpo con un alma en el Espíritu. Escuchemos.
Tercera lectura: Jn 6, 1-15 (Multiplicaciones de los panes y peces por Jesús)
Empezando hoy y siguiendo en los próximos cuatro domingos vamos a escuchar el capítulo seis del Evangelio según San Juan, sobre el discurso del Pan de Vida. El pasaje de hoy se refiere a la multiplicación de los panes y de los peces por Cristo. Es signo de Eucaristía. El pan, fruto del trabajo del hombre, puesto en manos del Señor, produce la Vida nueva que nunca termina. Como aclamación a esta Buena Nueva, entonemos el Aleluya.
Oración Universal
- Para que la caridad de la Iglesia reproduzca el milagro del maná multiplicado, roguemos al Señor.
- Para que los saciados de pan tengan hambre de justicia y sepan compartir su riqueza, roguemos al Señor.
- Para que el mundo del hambre obtenga el pan que necesita y pueda apetecer el otro pan, roguemos al Señor.
- Para que los jóvenes respondan al llamado del Señor a la vida religiosa y sacerdotal, roguemos al Señor.
- Para que, participando del pan de la Eucaristía, sepamos compartir con los demás el pan de nuestra existencia, roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 355)
Te bendecimos, Dios de los pobres y hambrientos del mundo,
porque Jesús se compadeció de la gente extenuada y famélica,
y repartió en abundancia el pan del reino a los pobres.
Él invita también a su mesa eucarística a todos sus hijos,
como hermanos que participamos del mismo pan familiar.
Nosotros queremos celebrar dignamente la cena del Señor,
con un corazón abierto al amor y la fraternidad universal,
compartiendo la fe, el pan y la vida con nuestros hermanos,
especialmente con los más pobres de bienes y derechos.
Danos, Señor, hambre del pan de vida que eres tú,
y sáciala definitivamente en el banquete de tu reino.
Amén.
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En camino: XVII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B
24 de Julio, 2012, 1:45
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CAMINO DE FE
29 de Julio de 2012, 17º Domingo del tiempo ordinario, ciclo “B”
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- Primera lectura: 2Rey 4,42-44: El sirviente los repartió, comieron, y sobró.
- Salmo Responsorial: 144: Cerca está el Señor de los que lo invocan.
- Segunda lectura: Ef 4,1-6: Traten de conservar la unidad creada por el Espíritu.
- Evangelio: Jn 6,1-15: Quedaron todos satisfechos… Que no se desperdicie nada.
TOLERANCIA MUTUA
Podríamos empezar esta reflexión con la segunda lectura, de la carta de Pablo a la comunidad de Éfeso. Para ese momento Pablo estaba al final de su vida, y en la prisión. Había pasado mucho tiempo anunciando la Buena Noticia del Reino. El abandono de una vida meramente instintiva dominada por el egoísmo, y la posibilidad de ascender a una humanidad libre de cara a los demás seres humanos y al Dios de la vida.
Humanidad a la que se llega por medio de una vida comunitaria, fundamentada en la hermandad por ser hijos de un mismo Padre, salvados por un mismo Cristo y animados por un mismo Espíritu. Unidad que no debe ser utilizada como instrumento para manejar y uniformar las masas según la voluntad de una sola persona o institución, que se autoproclama poseedora de la verdad. Las palabras de Pablo: “Hay un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo. Y único es Dios, Padre de todos…” no deben ser utilizadas para fundamentar imposición de la voluntad de un tirano. No deben ser utilizadas para manejar los hilos del poder al antojo de un gobernante manipulador, sino para sentirnos corresponsables los unos con los otros, para buscar la unidad y trabajar unidos para el bien de todos.
Por supuesto que al buscar la unidad tenemos que renunciar a intereses egoístas, inclusive, a algunos gustos personales que afectan al colectivo. Estas exigencias se hacen más fuertes cuando se trata de uniones más cercanas e íntimas como la pareja y la familia. Es necesario llenarse de humildad, mansedumbre y paciencia. No se trata de someterse totalmente a la voluntad del otro porque, como dice la canción: “aquí el que manda soy yo y si no te gusta, vete”. “Sopórtense mutuamente por amor”, dice Pablo. Aquí nos corresponde ceder de parte y parte, aceptar mi verdad y mis equivocaciones así como la verdad y las equivocaciones de la otra persona, para convivir corresponsablemente y para apoyarnos en la mutua edificación.
EL GESTO DEL COMPARTIR
A partir de la corresponsabilidad comunitaria y del compartir fraterno y solidario con los hermanos, podemos entender mejor el texto evangélico de hoy.
Este evangelio es más conocido como el milagro de la multiplicación de los panes. Posiblemente, los amantes del “abracadabra, pata de cabra”, interpreten literalmente el texto e imaginen una gran masa de personas hambrientas en un descampado sin posibilidad alguna de adquirir alimento. Y como por lo general nos gustan los “supermanes” y los líderes mediáticos, nos imaginamos a Jesús repartiendo panes a diestra y siniestra. Lo vemos sacando panes y peces que nunca se acaban, de una sola canasta. Dicen que la inocencia es una virtud, pero en los niños; en los adultos, se convierte en tontería.
El evangelio de hoy (Jn 6,1-15) sigue la línea de la primera lectura (2Re 4,42-44). Es un paralelo que muestra la continuidad en Jesús del Proyecto de Dios para su pueblo y la superioridad del hombre de Nazaret sobre todos los personajes del Primer Testamento (Moisés, Eliseo, Jonás, etc.).
Jesús nos presenta la alternativa del trabajo y el compartir en comunidad como fuerza que hace posible la satisfacción de la necesidad humana de comer. En tiempos de Eliseo, en tiempos de Jesús y en nuestro tiempo, existe mucha gente con hambre. Muchos seres humanos dejan de existir porque no tienen disponibilidad de alimento, no precisamente porque no haya qué comer, pues cada año las trasnacionales de alimentos destruyen toneladas de sus productos con el objeto de hacer subir los precios. Nuestro planeta tiene capacidad para alimentar al triple de la población actual; pero cuando el lucro se pone como valor supremo y se deifica, ese dios exige a sus adeptos el sacrificio de millones de vidas humanas, para calmar su insaciable sed.
¿Qué hacemos frente al problema del hambre? No basta con dedicar unas cuantas monedas del presupuesto para comprarle comida a los pobres y llevarles algún mercado. Esto se convierte muchas veces en una píldora para tranquilizar las conciencias. Se trata, sobre todo, de comprometer nuestra vida en la búsqueda de condiciones que brinden mejor calidad de vida para todas las personas.
Todos los imperios han tenido y tienen la necesidad de explotar a grandes masas y de privilegiar a unos cuantos para mantener el sistema. Se propone la caridad como un instrumento del mismo sistema para remediar los males que vejan a los empobrecidos, y garantizar la continuidad de las estructuras. Los pobres deben hacer bien su trabajo como obreros, y los ricos deben ser caritativos con los pobres. Aquí el buen cristiano es el que no se mete en los problemas mundanos y deja que la historia siga su curso. El que se porta como un papá bueno con los pobres y les da limosnas: ropa (usada) y juguetes (viejos que han dejado sus hijos). El que compra mercados y les regala. Es una persona generosa y buena a quien le duele el dolor humano y trata de remediarlo, pero deja intacto el foco que produce ese dolor.
La propuesta de Jesús fue distinta. Según el texto Jesús preguntó a Felipe: “¿dónde compraremos pan?” (v5); pero dice el evangelista que era para probarlo porque “él sabía lo que iba a hacer” (v6). Es decir, no se trata de comprarlo y dárselo; no se invita a dar limosnas a los pobres ni a repartir mercados. Esto no se descarta en casos extremos de hambre, producto de alguna calamidad natural o provocada. Mucha gente ha encontrado en estas prácticas verdadero alivio para sus necesidades. Pero no podemos limitar nuestra dimensión social cristiana a dar limosnas a los pobres y a repartir mercados, sin atacar el origen de la miseria.
Según el texto, el pan debe salir de la misma comunidad. “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; ¿pero qué es esto para tanta gente?” (v9). Jesús actuó a partir de lo que había en el medio y de lo que pudo dar la gente. Escaseaba no solo el pan material. Tenían además una gran falta de confianza en sí mismos y en Dios, que sólo puede actuar si encuentra personas dispuestas a ofrecer sus brazos para transformar la realidad. Tenían la necesidad de hacerse protagonistas de su propia historia y de dejar se esperar mesías fantásticos que vinieran con su “abracadabra”, a solucionar todos los problemas. ¿El sistema les estaba haciendo daño? ¡Claro que sí! Pero no únicamente el sistema sociopolítico. Era, sobre todo, el sistema interno: su miedo, su egoísmo, su baja autoestima, su desesperanza y su conformismo.
Tenían la necesidad de recostarse en el suelo, pues recostados comían los hombres libres, ya que los esclavos debían hacerlo siempre de pies, dispuestos a atender el llamado de sus amos. Es decir, tenían la necesidad de valorarse, de luchar por sus derechos y de crear condiciones de trabajo digno y libre, en el cual no sirvieran a un amo y señor que se había apropiado de los medios de producción y del comercio. Necesitaban arriesgarse a compartir en fraternidad y solidaridad. Necesitaban dar, cada uno, su aporte y hacerse corresponsables de los problemas y de las soluciones de todos.
Ahí ocurrió el “milagro”. Cuando lo poco que se tiene pasa por las manos de Jesús, es decir, cuando nuestras manos son la extensión de las manos de Jesús, alcanza para todos y sobra (doce canastos, perfección).
¡Ojo con no desperdiciar! Es distinto acumular los frutos de la explotación de los demás por avaricia y deseos de superioridad, que guardar por prudencia y con visión de futuro. Necesitamos ser generosos pero no irresponsables con nosotros mismos. Con las facilidades que dan las tarjetas de crédito con mucha frecuencia gastamos más de lo que podemos pagar, y nos convertimos en esclavos de nuestra insaciable sed de consumo. “recojan las sobras; que no se desperdicie nada.” Les dijo Jesús.
Esta propuesta nos invita a evaluar las estructuras mercantilistas, individualistas y egoístas que ha impuesto el sistema actual. La propuesta de Jesús no se queda sólo en el plano físico sino que invita, sobre todo, a la comunión plena en el amor. No basta con llenar los estómagos. Necesitamos vivir los valores que nos hacen más humanos y felices: trabajo digno y organizado, vida comunitaria, misericordia, solidaridad, compartir fraterno…
Oración
Oh Dios, misterio infinito de verdad y de amor, fuente de vida, de alegría, de plenitud. Gracias porque podemos refugiarnos en ti con confianza y encontrar consuelo y fortaleza. Ayúdanos a vivir una verdadera unidad en nuestras familias y comunidades. Ayúdanos a vivir la tolerancia, el respeto, la promoción, el trabajo corresponsable y el disfrute solidario de nuestro esfuerzo.
Ayúdanos a sobreponernos a todos los obstáculos, a superar conflictos, a aprender de todas las experiencias y a crecer como seres humanos para ser más libres, más veraces, más dignos y mejores hijos tuyos, en solidaridad y amor. Danos la sabiduría necesaria para ver las oportunidades que nos ofrece la vida, en medio de las realidades duras y dolorosas que a veces nos toca vivir.
Te pedimos que, siguiendo a Jesucristo, hijo tuyo y hermano nuestro, trabajemos con entereza, recojamos los frutos de nuestro trabajo y de tu bendición y los compartamos con alegría con nuestros hermanos. Ayúdanos a ser prudentes en nuestro consumo, a evitar las ostentaciones, a no desperdiciar, a ser previsivos, a conseguir una buena estabilidad económica que nos ayude a vivir en paz, sin caer en la codicia, la avaricia y la tacañería. Ayúdanos a vivir los valores fundamentales del Reino para experimentar la alegría de la salvación. Amén.
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Moniciones: XVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B
17 de Julio, 2012, 8:06
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Moniciones para la MISA
Autor. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
Tiempo Ordinario- Ciclo B
XVI Domingo
“Cristo es nuesta paz”
22 de julio de 2012
Monición de entrada
Sustituyendo a los malos pastores de Israel, el Señor se convierte en el pastor del pueblo elegido. Jesús también siente lástima de las multitudes que lo siguen, porque andan como ovejas sin pastor, y las instruye con paciencia. El pastoreo de Cristo es universal y por medio de su sangre reúne para Dios en un solo Pueblo, que es su Iglesia, a judíos y paganos. Cristo es lazo de unión entre nosotros y aunque nos ha dado otros pastores y ministros para guiarnos, es Él quien nos da todo. Agradecidos por ser cristianos, empecemos esta Eucaristía cantando, de pie, por favor.
Primera lectura: Jr 23, 1-6 (Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores)
Otra vez la lectura del Antiguo Testamento sirve como introducción al Evangelio. Jeremías acusa a los falsos pastores y a la vez ansía el tiempo en que el Señor sea el que salve y recoja su rebaño perdido. Esta es la promesa de un Pastor que nos reunirá a todos. Escuchemos.
Segunda lectura: Ef 2, 13-18 (Cristo es nuestra paz; ha hecho de dos pueblo uno)
Escribiendo a los cristianos de Éfeso, San Pablo nos dice que con la muerte de Cristo los Judíos y los Gentiles forman un solo grupo. En Dios ya no existen diferencias. Cristo no sólo derribó el muro de separación, sino que, une y reconcilia a todos con Dios. Pongan atención.
Tercera lectura: Mc 6, 30-34 (Andaban como ovejas sin pastor)
Después de su misión apostólica, Cristo invita a sus discípulos a un descanso, tiempo de reposo, de reflexión, de oración. Pero la gente sencilla busca a Cristo y Él les dio todo su tiempo y todo su ser. Cristo es el pastor verdadero, El Señor, nuestra justicia. Antes de escuchar este mensaje de preocupación por la gente ordinaria, cantemos el Aleluya.
Oración Universal
- Por el Papa N, nuestro obispo N y los demás obispos, por todos los que tienen alguna responsabilidad en la Iglesia, roguemos al Señor.
- Por los gobernantes de las naciones, responsables principales de la promoción cultural, del desarrollo económico y de una más justa distribución de la riqueza, roguemos al Señor.
- Para que los jóvenes de nuestra Parroquia y comunidades pueden responder con libertad a la llamada del Señor, roguemos al Señor.
- Por todos los que se sienten marginados en la sociedad, sin poder apenas hacer oír su voz, roguemos al Señor.
- Por nosotros, miembros de la Iglesia, llamados a compartir la solicitud pastoral de Cristo, roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 352)
Te bendecimos, Padre, par Jesucristo, Señor nuestro,
que recorrió infatigable los duros caminos de Palestina.
anunciando el reino de Dios v curando a todos los enfermos,
porque su corazón se compadecía de las gentes sin pastor.
Tú, que cuentas el número de las estrellas y les das nombre,
nos conoces personalmente, como el buen pastor a sus ovejas.
Tú nos convocaste en Cristo para constituir un pueblo
que te confiese en la verdad y te sirva fielmente en la santidad.
Nuestra vocación no es ser islas perdidas en el océano, ni masa
anónima, sino personas y miembros activos de una comunidad
a la que Jesus confió su misión. Bendito seas por siempre, Señor
Amén
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En camino: XVI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B
16 de Julio, 2012, 19:00
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CAMINO DE FE
22 de Julio de 2012, 16º Domingo del tiempo ordinario, ciclo “B”
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- Primera lectura: Jr 23,1-6: Le darán este nombre: El Señor, nuestra defensa.
- Salmo Responsorial: 22: Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
- Segunda lectura: Ef 2,13-18: Unidos en un solo cuerpo, nos reconcilió con Dios.
- Evangelio: Mc 6,30-34: Vengan a descansar un poco.
COMO OVEJAS SIN PASTOR
Los contextos de las lecturas de hoy son diferentes, pero, al mismo tiempo muy similares por la situación del pueblo. Con Jeremías lo más posible, según los estudios, es que se trate de la primera deportación, ocurrida en tiempos del Rey Joaquín, quien con su política desatinada abrió un espacio para la intervención de Babilonia. Esto generó desorden, desorientación, sufrimiento y dispersión.
En el tiempo de Jesús fue la intervención de Roma, que con su política de la pax romana pretendía pacificar el imperio por la fuerza y esclavizar sus colonias de diversas maneras. Roma no estaba sola en su proyecto, la acolitaban las autoridades locales que se servían de la invasión para mantener sus puestos y privilegios. El proyecto romano estaba montado sobre un orden estructural recio, que producía desorden, dolor, sufrimiento, dispersión.
En Israel era clásica la comparación del pueblo con un rebaño, y de los dirigentes, con los pastores. Pero el pueblo no se sentía representado por sus dirigentes pues estos no defendían a su gente, sino a sí mismos. Para definir la crisis y el estado de ánimo del pueblo, el evangelio dice que estaban como ovejas sin pastor.
Hoy vuelve y juega. Nuevos imperios, otros dirigentes, internacionales y locales, con nuevas políticas que manejan con un dedo la aldea global, generan confort, garantías de vida, solidez económica y bienestar general para unos, muy pocos, y miseria para muchos. Hoy también tenemos un orden perfectamente estructurado y fuertemente protegido que genera dispersión.
Hoy sabemos que los dirigentes de los pueblos tienen que obedecer al orden económico internacional. Muchos quisieran hacer algo pero encuentran inmediatamente la amenaza de los grandes dirigentes del mundo y, principalmente de quienes tienen gran influencia en la economía mundial pero muy poca voluntad política para que la situación mejore. Muchas personas se sienten hoy como ovejas sin pastor.
Dios interviene siempre para fortalecer al débil y levantar al caído. El profeta Jeremías reclamó a los malos pastores (gobernantes) quienes por defender únicamente sus intereses, habían propiciado la dispersión. Animó al pueblo disperso para que confiara en la acción eficaz de Dios, quien lo iba a reunir en su tierra para que viviera en ella, fuera fecundo y se multiplicara. Les prometió nuevos pastores y un rey (líder) que, gobernando con sabiduría, implantara la justicia y el derecho. Un verdadero pastor debe gobernar con sabiduría e implantar la justicia y el derecho. Si no es así, no es pastor y se deslegitima completamente.
En nuestros estados democráticos tenemos la responsabilidad de escoger a nuestros “pastores”, por lo menos a nivel político, aunque todavía no a nivel eclesial. Cuando corresponda, es necesario hacerlo a conciencia y buscar entre ellos el que esté realmente preparado desde todo punto de vista y el que tenga verdadera voluntad de servicio, para que sea un buen pastor, no un lobo con piel de oveja.
HIGIENE MENTAL
No todo en la vida es trabajo, lucha, actividad. Si bien es cierto que somos responsables del desarrollo histórico de la humanidad, necesitamos espacios para el sano esparcimiento, el “ocio terapéutico” y la higiene mental. Los discípulos que habían trabajado fuerte, llegaban de la primera campaña misionera y se reunían con Jesús para compartir experiencias.
“Vengan a un lugar solitario y despoblado y descansen un poco”, les dijo Jesús. Todos necesitamos esos espacios; es algo humano y justo. El trabajador merece su salario y su descanso. El trabajo engrandece al ser humano; cuando se hace con amor y dentro de un marco de justicia y derecho, nos ayuda a comunicar vida, a crecer como personas y a entablar relaciones fraternas y solidarias que nos hacen felices. Pero un trabajo que automatiza y cosifica, utilitarista, efectista y funcionalista, nos deshumaniza y nos hace perder lo más valioso del trabajo.
Jesús fue un buen trabajador, un excelente orador y contador de cuentos. Siempre estuvo cerca del necesitado para darle una mano, para iluminarlo y para ayudarle a encontrar el sentido de su vida. Hizo muy bien su trabajo. Pero él también existía como individuo, como ser personal. Necesitaba alimentación, diversión y descanso. Hoy lo vemos buscando un lugar solitario para compartir con sus amistades, para tener un espacio de intimidad y de encuentro. No quería estar solo porque fuera indiferente al dolor humano o porque quisiera huir del mundo y alejarse de la realidad. Quería, sencillamente, descansar un poco, un momento de solaz y alegría.
Pero ese encuentro fraterno se vio interrumpido por la gente necesitada. Sacrificar el descanso para atender un negocio jugoso es muy común y muy llamativo. Pero no se trataba de gente pudiente; no llegaron en carruajes o a caballo. Llegaron a pie, caminando. Él había tomado la iniciativa de descansar porque era justo y necesario. Él mismo tomó la iniciativa de interrumpir por un momento su descanso y dar una voz de esperanza a esta gente “de a pie”. No lo hizo movido por un interés económico, no lo hizo para obtener reconocimiento o fama. Lo hizo movido por la compasión. Porque le dolía el dolor humano, porque sentía con el otro.
Los dirigentes político-religiosos vivían demasiado ocupados en sus banquetes, en sus propiedades y en cuidar obsesivamente sus privilegios. Los “legítimos pastores” sólo pensaban en ellos y por su mezquindad se hacían los principales responsables de la debacle, que hacía sentir a la gente como ovejas sin pastor. Jesús, era un pastor “ilegítimo”, sin autoridad oficial, sin licencia para enseñar; pero movido por la compasión, fue capaz de sacrificar su merecido descanso para atenderlos.
Este hombre no tenía un documento que lo legitimara, no tenía la aprobación del templo o de la sinagoga. Tenía el amor de Dios, la compasión y la misericordia; las obras salvíficas en la vida de las personas. A partir de Jesús la legitimación oficial dejó de ser lo más importante. A partir de Jesús lo que legitima una acción pastoral es sobre todo la compasión con la que se actúa, el cambio, la transformación, la plenitud y la felicidad que genera el ministerio en la vida de las personas.
Necesitamos buenos pastores (líderes sociales políticos, religiosos, etc.) capaces de unificar al pueblo y de buscar con honestidad el crecimiento de las comunidades. Necesitamos una Iglesia bien estructurada sin que la estructura mate la gracia.
Después del Concilio Vaticano II hemos tenido una buena renovación, pero todavía nos hace falta mucho. Necesitamos pasar de una Iglesia jerárquica, piramidal y clerical, regida por varones célibes, a una Iglesia circular de verdadera comunión y participación. Un episcopado y presbiterado vistos no tanto como órdenes sagradas inspiradas directamente por Dios (más que los demás trabajos) sino como ministerios al servicio de la comunidad, en complementariedad armoniosa con los demás ministerios. Necesitamos una Iglesia en la cual sus hijos seamos verdadero pueblo de Dios y, en medio de este mundo disperso, vivamos en unidad y esperanza trabajando por el Reino con todas sus implicaciones.
Oración
Gracias, Padre y Madre Dios, porque sabemos que eres nuestro pastor y contigo nada nos faltará. Gracias por los momentos de alegría, de descanso, de gozo, de esparcimiento, en los cuales podemos experimentar tu bendición y la realización de tu plan salvífico. Gracias por el alimento, por las personas que amamos, que nos aman y con las cuales disfrutamos de una sonrisa, de un abrazo, de un beso, de una caricia y de todas las cosas bellas que nos hacen sentir vivos y hacen nuestra vida más bella.
Sabemos que muchas veces pasamos momentos duros, atravesamos cañadas oscuras, situaciones adversas, obstáculos fuertes, amenazas terribles… y tenemos la tentación de sentirnos como ovejas sin pastor. Pero tenemos la posibilidad de volver a ti, de abrirnos a tu gracia y experimentar la fortaleza necesaria, la guía en el camino, la protección y la certeza de que tú nos conduces hacia la plenitud de la vida.
Vemos hoy en nuestro mundo a personas víctimas de la injusticia, del desplazamiento, de la miseria, de la exclusión… que se sienten como ovejas sin pastor. Perdónanos porque algunas veces hemos sido irresponsables con nuestro desarrollo social y hemos elegido a falsos pastores, líderes mezquinos que hacen mucho daño. Perdónanos porque algunas veces hemos actuado con la indiferencia que nos hace cómplices de tanta miseria y dolor, de tanta dispersión que sufren hoy muchos seres humanos.
Te pedimos que nos ayudes a actuar siempre con misericordia, a dar lo mejor de nosotros para construir un mundo justo, incluyente, con mejores oportunidades para todos. Estamos en tus manos porque en tus manos nos sentimos seguros, amados, protegidos y conducidos siempre por buenos caminos. En ti ponemos toda nuestra confianza. Esa confianza que nos hace trabajar con todas nuestras fuerzas, a dar los mejor y a descansar tranquilos porque el trabajo de nuestras manos verá sus frutos. El Señor es mi pastor, nada me faltará. Amén.
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El tercer Domingo de Julio los Redentoristas celebramos al titular de nuestra congragación: Santí
10 de Julio, 2012, 21:48
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Moniciones: XV Tiempo del Ordinario- Ciclo B
10 de Julio, 2012, 12:53
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Moniciones para la MISA
Autor. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
Tiempo Ordinario- Ciclo B
XV Domingo
“La Religión del pueblo”
15 de julio de 2012
Monición de entrada
Buenos noches, (días), hermanos y hermanas en Cristo. A nosotros, como cristianos se nos ha encomendado la sagrada misión de continuar el mismo trabajo de Cristo. Ser llamado por Dios y predicar su palabra no es cosa fácil. El misionero de verdad tiene que depender totalmente de Dios y estar dispuesto a hacerlo todo para promover el Reino aunque eso signifique no ser recibido o aceptado por otros. Esta es nuestra vocación, como nos dice San Pablo tan poéticamente. Empecemos esta Eucaristía que nos da la fortaleza necesaria para responder al llamado de Dios, de pie, por favor.
Primera lectura: Am 7, 12-15 (Ve y profetiza a mi pueblo)
La primera lectura de hoy está tomada del libro de Amós, quien vivió ocho siglos ante de Cristo como pastor del rebaño. Dios le llamó para salir de su pueblo y su trabajo, para ir a Israel a denunciar las injusticias sociales. El motivo de su actividad profética es la irresistible llamada de Dios. Escuchemos.
Segunda lectura: Ef 1, 3-14 (Dios nos eligió en Cristo antes de crear el mundo)
El comienzo de la carta de San Pablo a los efesios es un himno bautismal, trinitario y litúrgico. Hemos sido rescatado por la sangre de Cristo, liberados del pecado e introducidos en el misterio del plan de Dios. Escuchemos este himno del plan de salvación.
Tercera lectura: Mc 6, 7-13 (Primera misión de los doce apóstoles)
El Evangelio de hoy nos explica la misión de los Doce. Cristo les mandó a predicar el Evangelio, a echar demonios y a curar enfermos. La misión sólo es eficaz, si el misionero se presenta en debilidad, para que actúe y brille el poder de Dios. Antes de escuchar esta Buena Nueva, entonemos la aclamación evangélica, de pie.
Oración Universal
1. Por la Iglesia; para que cumpla solícitamente el oficio de misericordia que Cristo, el buen samaritano, le encomendó hasta su vuelta, roguemos al Señor.
2. Por los que lesionan gravemente los derechos de la persona; para que puedan reconocer en el prójimo la imagen de Dios invisible, roguemos al Señor.
3. Por los que sufren, víctimas de la injusticia: la violencia, el clasismo, la indiferencia, la segregación racial; para que su dolor halle eco en el corazón de todos, roguemos al Señor.
4. Por todos los que se encuentran en trance de elegir su profesión; para que descubran en su trabajo el sentido de la abnegación y del servicio a los demás, roguemos al Señor.
5. Por un aumento en las vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal; para que el Evangelio siga llegando a los más pobres y abandonados, roguemos al Señor.
6. Por nosotros: para que no pasemos de largo ante el que necesita nuestra ayuda y sepamos derramar sobre todos el aceite y el vino del amor fraterno, roguemos al Señor.
Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 349)
Te bendecimos, Dios de los apóstoles y los profetas,
por Jesucristo, tu primer enviado en misión de paz y amor
para anunciar a los pobres el gozo de la liberación,
para dar la salud a los enfermos y cosechar la mies abundante.
Cristo delegó su misión a los suyos, a nosotros;
desde entonces evangelizar es la misión de tu pueblo.
Jesús nos quiere disponibles, con la libertad de la pobreza,
para compartir con los demás lo que tú nos das gratis.
Vacía, Señor, nuestro corazón de la soberbia para hacer
sitio a la revelación de tu nombre, y desocupa nuestras manos
de la codicia para recibir en ellas tu medida colmada.
Amén.
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En Camino: XV Domingo del tiempo ordinario, ciclo “B”
10 de Julio, 2012, 12:49
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CAMINO DE FE
15 de Julio de 2012, XV Domingo del tiempo ordinario, ciclo “B”
Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R. Fuente: www.scalando.com
- Primera lectura: Am 7,12-15: Yo no era profeta, pero el Señor me envió a profetizar.
- Salmo Responsorial: 84: El Señor dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto.
- Segunda lectura: Ef 1,3-14: Nos eligió en Cristo para que fuéramos santos.
- Evangelio: Mc 6,7-13: Expulsaban demonios y curaban enfermos.
VETE, VIDENTE
En el tiempo del profeta Amós Israel estaba dividido en el Reino del Norte y el Reino del Sur. Amós ejerció su ministerio en el reino del Norte. Allí mandaba el rey Jeroboam II, apoyado ideológica y religiosamente por Amasías, sacerdote del santuario de Betel considerado templo real y santuario nacional. Aquí vemos el ejemplo claro de una religión utilizada como un elemento justificador para mantener el poder. Se ve la traición a Dios y a la humanidad, y la manipulación de la religión para adormecer la conciencia de un pueblo y hacerlo aceptar, como voluntad de Dios, los designios mezquinos del gobernante de turno. El matrimonio del “poder” religioso con el poder político es tan antiguo como actual y peligroso para los intereses de la gente de a pie.
La historia nos ha enseñado que es imposible ser neutral ante las realidades sociales y políticas. Si somos sinceros tenemos que aceptar que es imposible ser apolíticos, porque alejarse totalmente de la política significaría tomar partido por la corriente dominante, cualquiera que sea. Es un ropaje engañoso de la indiferencia.
Amós no fue un político de profesión. Fue un campesino creyente que asumió su compromiso con Dios y con su pueblo. Hizo ver la idolatría en la que estaba cayendo Israel y la desviación del proyecto salvífico de Dios, que se debía construir con el hilo conductor de la fe y con las bases de la justicia y el derecho.
Con el reinado de Jeroboam II hubo cierto progreso que los llevó a la autosuficiencia, arrogancia, vanidad (4,1) y lujo excesivos (6,4ss). La “calidad de vida” les hizo olvidar a Dios y a los demás hermanos, que se veían muchas veces explotados para satisfacer la insaciable sed de comodidad de unos cuantos. El profeta descubre que una mayor cantidad de bienes no asegura necesariamente la felicidad, ni la justicia, ni la calidad de vida para todos los ciudadanos. Y, por el contrario, muchas veces se cae en el consumismo y la búsqueda de entretenimientos por parte de quienes logran acumular mayor cantidad de dinero, cayendo en la ausencia de solidaridad y los abusos hacia los menos favorecidos del sistema social.
En Amós encontramos al profeta de la crítica social (1,1-s). Su denuncia más notoria la dirigió contra quienes deberían velar por la justicia y el derecho, pero hacían lo contrario: los gobernantes. (6,1s), los jueces (2,6-7), los dirigentes religiosos (3, 12s) quienes habían falseado el culto a Yahvé (6,21-22), y los comerciantes (8,4). Las víctimas de la injusticia eran el pobre, el débil, la viuda y la muchacha de servicio (2,7s).
A todos los seres humanos nos gusta que nos elogien y que hablen cosas bonitas y nos incomoda que hablen mal o que cuestionen nuestra manera de proceder, es algo natural. Los gobernantes no son la excepción; por el contrario, en ellos se ve más esta actitud, sobre todo cuando se creen representantes de Dios.
Amós se atrevió a denunciar la injusticia del Jeroboam II y su gente, la infidelidad en la que estaba cayendo el pueblo, así como la descarada y sospechosa camaradería que había entre el rey y el sumo sacerdote Amasías. Éste no dudó en salir a defender a Jeroboam II, su compinche, a descalificar, a ridiculizar y a despedir a Amós. Para esto acudió a su “alta dignidad” como sumo sacerdote del Betel, templo nacional y santuario real. El profeta se había convertido en un problema para los intereses de rey, del sumo sacerdote y de su gente.
Pero el profeta no podía desistir de su ministerio por la intimidación. Él no ejercía la profecía como una profesión, ni como un medio para ganarse la vida. Hablaba porque veía claramente la injusticia, porque le dolía lo que estaba pasando y porque no podía callar, era una obligación de conciencia. Se sentía enviado por Dios para reclamar lo que era de Él: la justicia, el derecho, la dignidad de la gente, la tierra y el culto verdadero.
Valdría la pena analizar el compromiso nuestro como Iglesia de Cristo, ante el mundo y sus realidades sociales, políticas, culturales e ideológicas. Valdría la pena revisar si, como personas o como institución, hemos expulsado a los profetas porque nos incomodan, y defendido socarronamente a tantos pillos de corbata que siguen sueltos y haciendo daño. ¿Qué tal si nosotros asumimos el compromiso de Amós, no por sueldo, no porque nos paguen, sino como una “obligación” de conciencia para ser verdaderos discípulos de aquel que murió y resucitó para darnos nueva vida?
SENCILLEZ
Ya tenían un buen tiempo de caminar con Jesús, es decir, de ser sus discípulos. Conocían su proyecto, su prioridad, su Buena Noticia. Habían aprendido a vivir en comunidad, no obstante las marcadas diferencias ideológicas entre ellos mismos. Era hora de pasar a ser apóstoles, es decir, enviados. Comenzaba una nueva etapa para sus vidas: el apostolado.
Vemos en el evangelio una serie de recomendaciones que brotan de la experiencia apostólica del mismo Jesús. El evangelio pide que los apóstoles de Jesús lo hagan en su nombre y con el mismo espíritu que él lo hizo, con la certeza de que los acompañarán los mismos signos.
Ante todo, el apostolado se realiza de dos en dos, o sea en comunidad. La dinámica apostólica se debe hacer en un ambiente de sencillez, en contacto con la gente, no a través del poder. No se buscan los aplausos ni la admiración de la gente; por tanto se debe evitar todo tipo de ostentación, más cuando se trata de lugares empobrecidos. Se trata de formar comunidades impulsadas por la fuerza del Espíritu que hagan realidad el Reino de Dios.
A todos nos gusta que nos vaya bien pero es preciso evitar el triunfalismo, pues existe la posibilidad de no ser aceptados, ya que otros tienen derecho a disentir, sin que ello signifique que estén condenados. Necesitamos tolerancia para aceptar las diferencias, perseverancia para continuar el camino, y creatividad para dar a conocer el mensaje de salvación en un ambiente de respeto.
Con su predicación, los apóstoles llamaron a todos a volver a Dios, en línea con la afirmación de Pablo: “hacer que todas las cosas tengan a Cristo por cabeza en el cielo y en la tierra” (segunda lectura). Se trata de un trabajo a largo plazo, paciente, personalizado y progresivo. Volver a Dios no es sólo cambiar algunos actos, sino mirarlo y tenerlo en cuenta en toda nuestra vida. Volver a Dios no es sólo “dejar de pecar”, sino dejar la vida sin sentido, sin esperanza y sin confianza, y volver nuestra mirada a Aquel que es la fuente de la vida, del amor y de la misericordia.
¿Estamos nosotros, los seguidores de Jesús, en consonancia con el plan de Dios? ¿Somos discípulos? ¿Somos apóstoles? Hay muchas personas y comunidades cristianas que hacen presente el Reino con su vida. Pero hay que reconocer que el cristianismo tiene una historia muy contradictoria, de poder, de dominio, de agresión y de colonización. Y que esto no ha terminado: los llamados países cristianos, la civilización occidental, no han parado la colonización, cada vez con nuevas formas de esclavitud y de dominio en nombre de Dios o en nombre de la democracia. El salvajismo no es historia.
En muchos de nuestros países hay una gran mayoría cristiana, sin embargo, hay entre nosotros las más penosas injusticias. Muchos “cristianos” están dentro de los que andan por el mundo colonizando y explotando sin ningún sentido humano ni cristiano. ¿Dónde quedamos? ¿Será que el cristianismo como conjunto se ha convertido en un nuevo santuario de Betel al servicio de intereses particulares? ¿Qué hacemos?
Nos corresponde volver a las fuentes. A Jesús y su hermoso testimonio de humildad, su compartir solidario y su lucha por una humanidad nueva. Nos corresponde buscar una vida digna y justa para todos, sin tener que pisotear a nadie para mantener una ostentación insultante y deshumanizadora. Estamos llamados a ser discípulos y luego a ser apóstoles del Reino de Dios. A combatir todos los “démones” que vejan nuestra humanidad y a realizar el designio de Dios: Que seamos santos e irreprochables ante él por el amor (segunda lectura).
Oración
Bendito seas Dios, Padre y Madre de bondad, fuente y culmen de nuestra vida, origen y meta de nuestra existencia. Gracias porque tenemos la certeza de que nuestra vida tiene un sentido; no estamos ahí tirados y abandonados en el mundo, a merced del tiempo, del caos y de la muerte. Gracias porque tú nos bendices cada día en la persona de Cristo con toda clase de bienes, porque estamos destinados a la vida, al amor, a la alegría perpetua, a la felicidad, a ser tus hijos… Bendito seas por este tesoro maravilloso don.
Te pedimos que la gracia de tu Espíritu nos dé la sabiduría y la fortaleza, para hacer realidad este maravilloso plan de salvación. Sabemos que hay peligros, que podemos desviarnos, que tenemos la tentación dejarnos inundar por la desesperanza, por la injusticia, por los odios, los rencores, la avaricia, los deseos de poder y por tantas realidades que amenazan nuestro proyecto de vida. Te pedimos que seamos auténticamente hijos tuyos, que cada día recibamos, disfrutemos y comuniquemos con generosidad los torrentes de vida que proceden de ti.
Ayúdanos a procurarnos una vida digna, con nuestras reales necesidades humanas satisfechas y nuestros derechos defendidos, respetados y promovidos integralmente. Ayúdanos a vivir con sencillez de corazón, sin ostentaciones insultantes, porque lo más valioso es nuestra propia vida y el mensaje de salvación que podemos comunicar con generosidad a nuestros hermanos. Danos creatividad en el anuncio directo e indirecto, explícito e implícito del Evangelio, para que también otras personas te conozcan, te sigan, te amen y disfruten de la plenitud de vida que nos ofreces a manos llenas. Amén.
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