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Agosto del 2012

 

Moniciones: XXI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B

Enlace permanente 23 de Agosto, 2012, 1:05

Moniciones para la MISA

Tiempo Ordinario- Ciclo B

-          Primera lectura: Jos 24,1-2a.15-17: También nosotros serviremos al Señor.

-          Salmo Responsorial: 33: El Señor redime a sus siervos.

-          Segunda lectura: Ef 5,21-32: El que ama a su esposa se ama a sí mismo.

-          Evangelio: Jn 6,60-69: ¡Tú tienes palabras de vida eterna!

 

 

XXI Domingo

“La opción por Cristo”

26 de agosto de 2012

Autor. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.   Fuente:   www.scalando.com

 

Monición de entrada

 

En cualquier relación de Dios con nosotros es Él quien toma la iniciativa y es siempre fiel.  Jesús nos invita a una entrega, a una comunión total con Él.  Pablo usando la imagen del matrimonio, nos explica la íntima unión de Cristo con su Iglesia.  Sometámonos completamente a Cristo que nos ama tiernamente.  De pie, por favor, para empezar nuestra celebración, cantando con entusiasmo.

 

Primera lectura: Jos 24, 1-2a. 15-17.18b (Serviremos al Señor; el es nuestro Dios)

 

Este texto tomado del libro de Josué, nos trae el hecho de la Alianza celebrada en Siquén.  El Señor, escogido como el Dios de todas las tribus.  El es fiel y promete tierra y libertad.  El pueblo se compromete a obedecer y a servir solamente a este Dios.  Escuchemos atentamente este compromiso.

Segunda lectura: Ef 5, 21-32 (Un gran misterio, referido a Cristo y a la  Iglesia)

 

Según Pablo, el amor entre nosotros expresa la relación íntima de Cristo y su Iglesia.  Este misterio de amor y donación de Cristo a su Iglesia exige de parte de nosotros: la sumisión, el amor y la entrega.  Pongan atención a la vocación matrimonial.  Abran bien sus oídos para escuchar esta exhortación de San Pablo.

 

Tercera lectura: Jn 6, 60-69 (¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna).

 

Con la lectura evangélica de este domingo concluimos la enseñanza del capítulo seis de San Juan, que hemos venido siguiendo desde el domingo decimoséptimo.  Es un momento decisivo.  Los que no aceptaron a Jesús o no creyeron en Él se retiraron.  Un pequeño grupo, con Pedro como portavoz, proclamó su fe en Cristo y le siguieron.  Nosotros como seguidores de Cristo proclamemos nuestra alegría mientras cantamos el Aleluya.

 

Oración Universal

A cada invocación, ustedes se unirán diciendo:Señor, tú tienes palabra de vida eterna

 

1.    Por la Iglesia de Dios, extendida de oriente a occidente: para que el Señor la mantenga firme hasta el fin de los tiempos.  Roguemos al Señor.

 

2.    Por todos los que tienen autoridad en el mundo, especialmente en nuestro país: para que bajo su gobierno todos los pueblos progresen en paz, libertad y concordia, glorificando a Cristo, nuestra esperanza. Roguemos al Señor.

 

3.    Por el buen tiempo y la abundancia de las cosechas: para que el Señor dé a todos el pan de cada día. Roguemos al Señor.

 

4.    Por los matrimonios de nuestras comunidades: para que cada día crezcan en el amor mutuo, dedicación, entrega, comprensión y fidelidad. Roguemos al Señor.

 

5.    Por nosotros reunidos en la casa de Dios, por nuestros hermanos y hermanas ausentes y por todas nuestras intenciones: para que el Señor nos guarde a todos en la fe y nos reúna en el reino de su Hijo.  Roguemos al Señor.

 

Exhortación final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 367)

 

Hoy te reconocemos, Padre, como el Dios de la vida

en medio de un mundo que prefiere ídolos de barro y de muerte.

¿A quién iremos, Señor? Sólo tú tienes palabras de vida eterna,

es decir, garantía y seguridad absoluta frente a las dudas

y miedos que nos invaden y los engaños que quieren dominarnos.

 

Dios Señor nuestro, que nos amas como a hijos tuyos

con ternura de Padre, atráenos a Cristo con el don de la fe,

para que creamos en él con firmeza y con apertura al hermano.

 

En ti, Señor, hemos puesto nuestra total confianza.

No permitas que cedamos a la tentación del miedo vergonzante,

sino manténnos firmes en nuestra opción por Jesucristo.

 

Amén.

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En camino: XXI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

Enlace permanente 23 de Agosto, 2012, 1:00

CAMINO DE FE

26 de agosto de 2012, 21 Domingo del tiempo ordinario, ciclo “B”.

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

-          Primera lectura: Jos 24,1-2a.15-17: También nosotros serviremos al Señor.

-          Salmo Responsorial: 33: El Señor redime a sus siervos.

-          Segunda lectura: Ef 5,21-32: El que ama a su esposa se ama a sí mismo.

-          Evangelio: Jn 6,60-69: ¡Tú tienes palabras de vida eterna!

 

UN TEMA ESPINOSO

La Biblia contiene el testimonio de la experiencia de un pueblo con Dios, el cual quiso hacer historia con el ser humano para conducirlo a su plena realización y felicidad en la libertad propia de los hijos. Para algunos, los textos de la Biblia son, en su integridad, Palabra de Dios y, por lo tanto, no se puede cuestionar ni una coma de su contenido. Para otros, la Biblia es sencillamente un libro de literatura, con una riqueza igual a la de otros libros clásicos de la Antigüedad, como Kalila y Dimna, La Iliada, la Odisea, etc. Otros, más críticos y con cierto tinte antisemita, piensan que la Biblia, salvo algunas excepciones, contiene los crímenes cometidos por el pueblo judío para conquistar lo que ellos llamaron la Tierra Prometida, pero que esto, en el fondo no fue otra cosa que un despojo más de los que hizo y sigue haciendo este pueblo.

Y ¿dónde queda nuestro amigo Pablo? Para unos es el gran Apóstol de los gentiles, cuya figura es superada sólo por Cristo. Algunos llegan a decir que fue el fundador del cristianismo, porque sin él éste se hubiera quedado como una secta más dentro del judaísmo palestinense. En el otro extremo están los que piensan que Pablo no fue más que un misógimo incapaz de vivir en pareja, que justificó su soltería diciendo que ya estaba cerca la segunda venida de Cristo, y se murió esperándola.

¿Qué decimos nosotros? ¿Qué decir, por ejemplo, sobre la segunda lectura? ¿De verdad que es Palabra de Dios que las mujeres deben someterse a los maridos? Delante de Jesús y de nuestro mundo, con los signos de los tiempos actuales, ¿podríamos seguir sosteniendo lo mismo? Algunos, inclusive algunas mujeres, no tienen problema con estas palabras de Pablo. “El hombre siempre va primero porque es la cabeza, como Cristo es la cabeza de la Iglesia”, me “corrigió” en una ocasión una esposa, porque durante la presentación de un grupo de catequistas nombré adrede primero las esposas y luego los esposos.

Nuestro querido y recordado papa Juan Pablo I no tuvo problema en afirmar que Dios era Padre y Madre. Pero no podemos pedirle a Pablo de Tarso, por muy inspirado que estuviera, un manifiesto feminista ¡En el siglo I eso era inconcebible! Él vivió inserto en una cultura claramente androcéntrica (centrada en el varón) y patriarcal (machista, podríamos decir). La mujer dependía del varón y debía vivir sometida a él, esa era la consigna, no podía ser otra para la época. Los hijos dependían absolutamente del papá y debían vivir sometidos a su voluntad; ni pensar en los derechos del niño.

Si bien es cierto que en la historia se han dado pasos significativos y giros radicales, estos no se produjeron sin el esfuerzo de muchas personas, que con sus pequeños pasos hicieron posible tales transformaciones notables. Pablo no llegó a dar el paso agigantado de pedir igualdad entre los dos géneros. Hoy, después de 20 siglos, todavía no lo hemos logrado a plenitud. Pero hay que abonarle a Pablo el haber pedido a los maridos que amaran a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a ella para santificarla, de tal manera que estuviera siempre resplandeciente de gloria sin mancha ni arruga ni ningún otro defecto, sino santa e inmaculada.

Creo que como dijo el Concilio Vaticano II, la Biblia es palabra de Dios con lenguaje humano. Hay muchos elementos en la literatura paulina, así como en toda la literatura bíblica, que siguen siendo válidos después de dos mil años. Hay otros elementos que corresponden a una cultura y no tenemos derecho a juzgar, pero tampoco deberíamos caer en el fanatismo de repetir los mismos errores.

Más que la letra escrita nos corresponde buscar el espíritu con el cual fue escrita; qué buscaba el autor del texto con ciertas sugerencias, exhortaciones o leyes. La letra es el detalle de lo mandado, la prescripción, el rito o la acción concreta. El espíritu es el sentido con el que ha sido concebida una práctica concreta, y la vivencia con la que debe ser vivida. Por eso el mismo Pablo dijo: “La letra sola mata, mientras que el espíritu vivifica” (2 Cor 3,6). La letra es medio, el espíritu es fin. Es posible que el Espíritu se pueda dar sin la letra, al margen o incluso, en algunas ocasiones especiales, en contra de ésta. Para esto es necesario tener una conciencia madura, capaz de asumir la libertad con responsabilidad.  Ésta es una exigencia para todos los cristianos y, en general, para todo ser humano.

En este sentido, hemos de ir a la Biblia con mucho respeto y humildad, pero sobre todo abiertos a la gracia del Espíritu para descubrir la voz de Dios que sigue hablando en los acontecimientos de nuestra propia historia. Tendríamos que aprender de Jesús para decir: Se dijo a nuestros antepasados… hoy se nos dice… (M5,17ss)

 

OPCIÓN VITAL

Desde niños nos vemos en la necesidad de hacer opciones: “¿Quieres una mandarina o un banano; unos patines o una bicicleta?” Pueden preguntar los papás a su hijo. Eso es una opción propia para un niño; pero a medida que vamos creciendo las opciones se van haciendo más complejas. En el estudio puedo “echarme a la locha” y dejar que pasen los años aprendiendo lo mínimo para pasar el año escolar, o ser un “pelao pilo” de los que se preparan para transformar su entorno vital. Puedo optar entre irme a la esquina con el grupito de “parceros” o entrar en un grupo de arte, de deporte, de la parroquia o en alguna acción social.

Más adelante, debo optar por una profesión que me guste y me permita desplegarme laboralmente, según mis posibilidades. Debo optar entre ésta o aquella muchacha que me llama poderosamente la atención; entre comprar un carro o una moto… en fin, tengo que pensar bien, optar por la mejor de las posibilidades, de tal manera que pueda crecer, madurar y ser feliz, pues como dijo Aristóteles: “la felicidad está en escoger la mejor de mis posibilidades y realizarla.”

Tanto Josué en la asamblea de Siquem, como Jesús en la sinagoga de Cafarnaum, invitaron al pueblo a optar. En las montañas de Judea confluyeron pueblos de distinta índole, cada uno con su propia historia, su cultura, sus tradiciones e inclusive sus propios dioses.

Los unían muchas cosas: la situación de marginalidad, empobrecimiento y sometimiento, pero, sobre todo, la búsqueda de libertad y la necesidad de formar pueblo. Uno de esos grupos fue el del Éxodo que salió de Egipto liderado por Moisés y, una vez llegó a las montañas, se convirtió en paradigma para los demás. Este grupo fue un punto de referencia muy importante por su experiencia de lucha por la libertad con el hilo conductor de la fe en Yahvé.

No faltaron los problemas, los enfrentamientos e inclusive las muertes, como lo muestra el relato de Caín y Abel, que escenifica la batalla casada entre campesinos y pastores. Poco a poco fueron estableciendo lazos de unión hasta formar una sola historia. Aprovecharon todas las tradiciones como la del cordero pascual y la del pan ácimo, y tejieron una historia con los patriarcas a quienes presentaron como descendientes de una sola familia: Abraham, Isaac, Jacob, etc.

En ese proyecto grande de construir su propia historia como pueblo libre, tuvieron que tomar opciones concretas y compromisos serios que los llevaran a conseguir los objetivos. Sabían, por experiencia propia, que los dioses cananeos, amorreos y egipcios eran generadores de esclavitud y muerte. Vale la pena tener en cuenta que cuando hablamos de dioses nos referimos a todo el movimiento que se genera alrededor de la fe en determinado dios. La estructura social, política, cultural y religiosa, estaba construida desde la creencia en un dios y sus características dadas por los mismos hombres. Los “otros dioses” prometían grandes cosas y seducían con mucha facilidad a la gente; grandes imperios mostraban el poderío de los dioses, pero grandes sufrimientos les habían propinado los mismos cuando eran sus esclavos.

Había una opción que cada vez tomaba más fuerza, pero de la cual no todos estaban seguros: la fe en el Dios de la libertad, en Yahvé Dios Shebaot. Creer en ese Dios Yahvé también implicaba toda una organización sociopolítica, económica, cultural y religiosa. Debían pasar de la estructura monárquica en la cual todo el poder estaba en el monarca, a una estructura tribal en la cual la máxima autoridad estaba en los jueces (Josué era uno de ellos), quienes presidían la confederación de tribus. Debían pasar del politeísmo al monoteísmo. De la ley del más fuerte a una ética exigente de convivencia en justicia y derecho, lo cual no les parecía muy fácil de llevar…

Era preciso optar y por eso Josué puso al pueblo entre un “o” “o”: o los otros dioses, o Yahvé Dios: “Si les parece demasiado duro servir al Señor, escojan hoy a quién servir: a los dioses a quienes sirvieron sus padres en Mesopotamia, o bien a los dioses de los amorreos en cuyo país habitan ustedes. De todos modos, mi familia y yo serviremos al Señor.” No obstante, las seducciones de los otros dioses, la asamblea de Siquén siguió el ejemplo de la casa de Josué y tomó la opción de seguir al Dios de la libertad. ¡Una buena opción!

Jesús, por su parte, no buscó adeptos valiéndose de promesas dulces. En el discurso del pan de vida mostró a un Dios cercano y amoroso que alimenta y acompaña al pueblo, pero también presentó un camino que exigía asumir la carne humana con todas sus realidades y trabajar responsablemente para lograr la meta. Comer la carne y beber la sangre del hijo del hombre, dijimos hace 8 días, significa asimilarle a él y su camino de salvación. No era fácil. Debían optar. Muchos optaron por irse, inclusive sus amigos más cercanos lo criticaban.

“¿Ustedes también quieren irse?” Les preguntó Jesús. Porque es un engaño decir que somos cristianos si no optamos por seguir sus pasos hasta el final. Aquí no se trata de escoger entre un banano o una mandarina. Ésta es una opción fundamental. ¿Me la juego con Jesús y su proyecto de justicia y derecho? ¿Soy indiferente? o ¿Me opongo a sus pretensiones?

Muchos dicen ser cristianos pero se quedan en un cristianismo social, de tradiciones y ritos para no perder la costumbre. Dicen, “Señor, Señor”, pero no se ven las obras. Mucho tilín-tilín y nada de paletas, como las gallinas que cacarean sin poner huevo. Sencillamente, les parece bonito el bautismo, les parece romántico ver a un niño con el vestido de primera comunión y siempre han soñado entrar por la nave central de la “iglesia más cotizada” de la ciudad, mientras tocan la marcha nupcial.

Hoy nos corresponde optar. Somos absolutamente libres para dejar a Jesús, inclusive para llevar un cristianismo mediocre, o para tomar en nuestras manos el timón y asumir la vida como Él la asumió. Como Pedro, nos corresponde descubrir que verdaderamente Él tiene palabras de vida eterna.

Es necesario optar: ¿A quien seguimos? ¿A quién iremos? ¿A quien servimos? ¿A los actuales idolillos y su engañosa seducción? ¿Al dinero? ¿Al consumo? ¿Al poder? ¿Al político de turno? ¿A la moda? ¡Mucha gente se ha ido! ¡Otro tanto llevan un cristianismo mediocre! ¿Nosotros también queremos irnos? ¿Nosotros somos de los cristianos mediocres? Si caminamos con Jesús podremos descubrir que son ciertas las palabras de Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a ir? ¡Tú tienes palabras de vida eterna!”

 

Oración:

Señor Jesús, te damos gracias porque nos invitas a seguirte. Tú sabes, como nosotros lo sabemos, que no es fácil dejar atrás apegos, intereses personales, miedos, costumbres, tradiciones, cadenas que nos atan. Es más fácil llevar un cristianismo mediocre, sacramentalizado y ritualista. Es más fácil y más cómodo seguir con lo mismo de siempre. Es más fácil hacerle el quite a los problemas. Pero necesitamos enfrentar nuestra realidad, asumir nuestra carne. Comer tu carne y beber tu sangre, optar por ti, por tu camino de salvación. Contigo podemos, con tu ayuda, con la fuerza de tu Espíritu. Optamos por ti porque creemos en ti, seguimos tus pasos porque tú tienes palabras de vida eterna. Danos la sabiduría para comprender tu palabra y para saber vivir a plenitud. Ayúdanos a tomar siempre las mejores opciones, aquellas que conduzcan a nuestra plena realización y felicidad, para gloria de tu nombre. Amén.

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Moniciones: XX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B

Enlace permanente 15 de Agosto, 2012, 23:54

Moniciones para la MISA

Autor. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.   Fuente:   www.scalando.com

Tiempo Ordinario- Ciclo B

 

XX Domingo

“COMUNIÓN EM SENTIDO PLENO”

19 de agosto de 2012

 

Monición de entrada

 

Buenos días (tardes, noches), hermanos y hermanas en Cristo.  Hoy las lecturas nos invitan a participar en un banquete.  La comida no es ordinaria, es el propio Cuerpo y Sangre de Cristo.  Para tener vida eterna, y no simple obligación debemos  participar en la Eucaristía y comulgar el cuerpo y la sangre del Señor, atendiendo a su oferta e invitación.  Para que esa comunión sea plena tiene que alcanzar también a los hermanos, al mundo y la vida.  Tal es la actitud sabia y sensata.  De pie, para recibir al que presidirá esta Misa.

 

Primera lectura: Prov 9, 1-6 (Vengan a comer mi pan y a beber mi vino)

 

El autor del libro de los Proverbios nos habla de la Sabiduría de Dios como si fuera una persona.  Invita a los simples, los inexpertos para que coman y beban en un banquete.  Sin duda, esta lectura inspiró al evangelista Juan cuando escribió el discurso eucarístico.  Cristo es “Sabiduría de Dios” y nos invita a su banquete.  Presten atención.

Segunda lectura: Ef 5, 15-20 (Dense cuenta de lo que el Señor quiere)

 

San Pablo, escribiendo a los efesios, nos exhorta a imitar a Cristo, como miembros de una nueva creación.  Ellos deben hacer su parte en la redención del mundo.  Durante sus asambleas eucarísticas deben dar lugar a la acción del Espíritu Santo.  Estos consejos son importantes para nosotros también.  Escuchemos.

 

Tercera lectura: Jn 6, 51-58 (Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida)

 

Continuamos escuchando el capítulo VI de San Juan, con la lectura evangélica de hoy entramos en la segunda parte del discurso de Jesús sobre el Pan de Vida.  Jesús nos dice que Él es el Pan bajado del Cielo pero que está en el mundo; que se entrega voluntariamente a su muerte expiatoria y que está disponible ahora como alimento de los fieles en la Sagrada Comunión.  Antes de escuchar este mensaje de amor, entonemos jubilosos el Aleluya.

 

Oración Universal

A cada invocación ustedes se unirán diciendo: “Muéstranos, Señor, la abundancia de tu amor”.

 

  1. Por la Iglesia, extendida por todo el mundo.  Pidamos la plenitud del amor de Dios.  Roguemos al Señor.

 

  1. Por los que gobiernan los pueblos.  Pidamos el espíritu de justicia.  Roguemos al Señor.

 

  1. Por los que son víctima de la debilidad humana, del odio y de la envidia, y de los innumerables errores del mundo.  Roguemos al Señor.

 

  1. Por los países más ricos.  Pidamos para que contribuyan generosamente a los que necesitan el pan y la técnica para existir.  Roguemos al Señor.

 

  1. Por los que reclaman con fidelidad la Palabra de la salvación.  Pidamos la sabiduría de Dios.  Roguemos al Señor.

 

  1. Por nosotros reunidos alrededor del altar.  Pidamos poder vivir por la sabiduría y no por el poder o las riquezas del mundo.  Roguemos al Señor.

 

Exhortación final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 364)

 

Gloria a ti, Señor, porque nos invitas a sentarnos

A la mesa en que tú repartes el pan de tu cuerpo y el cáliz

De tu sangre a los hambrientos y sedientos del ancho mundo.

 

Daos, Señor Jesús, hambre del pan de vida que eres tú,

Y sáciala abundantemente con tu cuerpo y sangre inmolados,

Que nos dan vida eterna y comunión contigo y con los hermanos.

Porque el pan que compartimos es el germen de un mundo nuevo

en que los hombres son hermanos; y el cáliz de nuestra eucaristía

es tu sangre, Señor, derramada para la salvación del mundo.

 

Haz, Señor, que al comulgar seamos solidarios de los gozos

Y esperanzas, tristezas y angustias de todos los hombres.

 

Amén.

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En camino: XX Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

Enlace permanente 15 de Agosto, 2012, 23:12

CAMINO DE FE

19 de agosto de 2012, 20 Domingo del tiempo ordinario, ciclo “B”.

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

-          Primera lectura: Prov 9,1-6: Invitación a vivir con sabiduría.

-          Salmo Responsorial: 33: Los que buscan al Señor no carecen de nada.

-          Segunda lectura: Ef 5,15-20: Vivir como sabios.

-          Evangelio: Jn 6,51-58: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna.

 

EL BANQUETE DE JESÚS

La inexperiencia de la que habla el fragmento de los Proverbios que leemos hoy es la falta de sabiduría. Pablo se refiere al mismo tema en la carta a los Efesios cuando habla de la insensatez. Nos comportamos como insensatos cuando no gobernamos bien nuestra vida. Cuando participamos en banquetes destructivos y embrutecemos nuestra mente con el abuso del licor, drogas, u otras substancias. Cuando caemos en un consumismo compulsivo y egoísta que nos hace valorar a las personas en cuanto a capacidad de consumo y no en cuanto a seres humanos necesitados, con derechos y deberes como todos.

Lo peor de la inexperiencia es caer y seguir cayendo en los mismos errores. Si caemos y no aprendemos, perdemos dos veces. Si caemos y aprendemos, ganamos. El mayor problema no es caer sino seguir cayendo en lo mismo y por las mismas circunstancias. No aprender es ser obstinados, insensatos, inmaduros, eternos inexpertos a pesar de los golpes de la vida. Necesitamos liberarnos de las borracheras y de todo aquello que nos embota la mente; debemos avivar la inteligencia y entrar en el gran banquete que ofrece la sabiduría, donde la mejor sazón es la fraternidad. Sabiduría es saber vivir, es saborear la vida, es encontrarle gusto a lo que somos y hacemos, y disfrutar con las personas con quienes compartimos.

Así como el autor del libro de los Proverbios invitaba a un banquete para dejar la inexperiencia y aprender a vivir en un camino razonable, Jesús invitó a toda la humanidad a compartir un banquete que sería un medio para asimilarle a Él y tener su misma calidad humana. En el banquete de Jesús el plato principal es el pan vivo bajado del cielo, la carne y la sangre del Hijo del hombre. ¿Qué lenguaje es ese? Se preguntaban los judíos. ¿Cómo puede un hombre darnos a comer su carne? ¿Qué significa eso?

Como todos los seres vivos, existencialmente, el ser humano es un indigente que necesita comer para seguir viviendo. Pero para nosotros comer no es sólo un acto animal de sobrevivencia, aunque podríamos caer en eso. En la comida nos  mostramos tal como somos. Como dijo el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss: “El arte de la cocina manifiesta la comprensión que el hombre tiene de su cultura y del mundo”. “En la mesa se conoce al caballero”, podríamos decir con el adagio popular.

Comer y beber son acciones cargadas de significación. Allí se percibe al ser humano centrípeto y egoísta, pero también interpersonal y comunitario. Comer nos conecta con otros seres humanos, pues su trabajo hace posible que el alimento llegue a nuestra mesa. Comer nos conecta con otros seres humanos con quienes compartimos la misma mendicidad existencial. Comer nos conecta con el cosmos del cual dependemos y tenemos la responsabilidad de mantener la armonía.

“Focalizando lo biológico podemos llegar a una realidad del espíritu del comer”; dijo Pierre Teilhard de Chardin. Por medio de la comida podemos llegar a realidades superiores que nos hacen más humanos y felices: servicio, fraternidad, solidaridad, amistad, igualdad de derechos, etc.

Los evangelios nos presentan a Jesús comiendo muchas veces con diferentes personajes (Lc 7,36; 11,37; 14,1; 9,12. Mc 2,15; 7,1. Mt 9,10; 11,18. Jn 21,9). Él tomó asiento en las fiestas humanas. No sólo se dejó invitar sino que invitó y presentó la relación Dios - ser humano, con un banquete (Lc 15,23; Mt 22,4). Con Jesús, el Reino de Dios no es un futuro, es un presente bajo el signo de la mesa compartida, pues la comunión de mesa entre hermanos es igual a comunión de vida con Dios.

Los evangelios sinópticos hablan de comer su cuerpo y beber su sangre (Mt, Mc y Lc). El evangelio de Juan mencionó, además, la carne, pues quería enfatizar en la humanidad de Jesús. Comer su carne es aceptar la historia concreta del Verbo que se hizo carne, es decir, que asumió totalmente la humanidad y se comprometió por su causa histórica. Beber su sangre es valorar y aceptar la sangre derramada por Jesús, como criterio de trabajo por la salvación humana. O sea, que el medio de lucha para logar una nueva humanidad no pueden ser la violencia ni la agresión contra quienes detentan el poder para destronarlos y montar otros iguales o peores.

La lucha desde Jesús debe ser no violenta y movida por el amor, incluso a los enemigos; pero no menos decidida y valiente para enfrentar las fuerzas desintegradoras que detienen la evolución humana. La meta es lo que llamó Teilhard de Chardin, la cristificación universal o el estado omega, en la que todos los seres humanos seremos  hermanos… 

Participar hoy del banquete eucarístico no es un acto piadoso e intimista. La eucaristía no puede ser un acto de exclusión sino de comunión. No podemos entrar en comunión con Jesús si excluimos por nuestra intransigencia a mucha gente que desea de todo corazón entrar en comunión con Él y con los hermanos. No sólo a pesar de nuestras limitaciones humanas sino precisamente por ellas, necesitamos la gracia del Señor para asumirlas y redimirlas. Participar del banquete eucarístico es entrar en comunión con Jesús y hacer nuestro el sentido que él le dio a su existencia y a su entrega total. Es asimilar su vida, su palabra, su camino y su causa. Es adelantarnos a la victoria final y saborear desde ahora las primicias del banquete eterno del Reino de Dios. Porque: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”.

 

Oración

Padre y Madre Dios, gracias por todas las cosas bellas que nos das, especialmente por el don de la vida y por invitarnos hoy a este banquete, al banquete de la sabiduría. Te pedimos que nos ayudes a manejarnos bien, a actuar siempre con sabiduría, a saborear la vida, a defenderla, a dignificarla y a hacerla cada día más digna de ser vivida. Ayúdanos a evitar lo que nos hace daño y  a procurarnos todo aquello que nos edifica como verdaderos hijos tuyos.

Señor Jesucristo, gracias por tu trabajo a favor de una humanidad nueva, digna, libre y feliz. Gracias por tu vida entregada al servicio, por tu palabra siempre para edificar, por tu testimonio de amor; gracias porque arriesgaste tu vida hasta derramar tu sangre en la cruz en la búsqueda del Reino de Dios y su justicia. Hoy queremos alimentarnos de tu cuerpo y de tu sangre, asimilarte en nuestra propia vida para seguir tus pasos, trabajar como tú, por un mundo mejor. Podemos hacerlo sólo con la ayuda de tu Espíritu y alimentados con tu cuerpo y tu sangre. Permítenos acercarnos a participar dignamente de este banquete y danos la fuerza necesaria para caminar siempre contigo y por ti. Amén.

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Moniciones: La Asunción de la Virgen María

Enlace permanente 10 de Agosto, 2012, 0:53

 

Monición de entrada:

Muy buenas (noches, días, tardes) Hoy es la fiesta de Cristo Jesús.  El Resucitado, tal como nos lo presenta san Pablo, es la cumbre de la salvación y la historia, el contenido principal de nuestra fe y de nuestra fiesta durante todo el año.  Hoy es también la fiesta de la Virgen María, la Madre, la primera salvada por la Pascua de Jesús.  Ella es la “primera cristiana”; supo abrirse totalmente a Dios, lo alabó con su Magnificat y le fue radicalmente dócil a su vida.  Te invito para te que pongas de pie, mientras cantamos para iniciar esta celebración.

Primera lectura: Ap 11,19; 12,1-6.10 (Visión de la mujer y el dragón)

El texto del Apocalipsis constituye un tejido de referencias bíblicas.  El Autor quiere mostrarnos que Dios ha actuado a lo largo de la historia a favor de su pueblo y nos deja entender que así lo seguirá haciendo.  Con este mensaje se intenta fortalecer la fe y la esperanza de aquellos creyentes que viven en una situación de dificultades y de persecución.  Abran sus oídos para escuchar este mensaje.

Segunda lectura: I Cor 15, 2-26 (Cristo resucitado como primicia, después todos)

El elemento central de nuestra fe, tal como fue formulado y anunciado por las primeras comunidades, es la muerte y resurrección de Cristo.  En su primera carta a los Corintios, san Pablo ha recordado ese “Evangelio” que él mismo recibió y transmitió.  Luego nos presenta una densa reflexión sobre la realidad de la resurrección de Cristo, sin la cual el cristianismo no tendría sentido.  Presten mucha atención a este mensaje del apóstol.

Tercera lectura: Lc 1,39-56 (Visitación y canto de María)

San Lucas nos presenta a continuación el cántico de María, el Magnificat, que asume un buen grupo de textos y expresiones veterotestamentarios, de manera especial el cántico de Ana, la madre Samuel.  El himno en su totalidad gira en torno a una tesis típica de la mentalidad bíblica que nos dice que Dios no permanece indiferente ante el triunfo de los ricos y poderosos sobre los pobres y los humildes, sino que interviene para favorecer al indefenso.  De pie, para cantar el Aleluya, para luego escuchar la Buena Nueva.

Oración Universal

A cada petición responderemos diciendo: “Que tu Santa Madre, Señor interceda por nosotros”

1.      Por la Iglesia que peregrina en este mundo con la esperanza de la gloria que un día se nos descubrirá; en comunión con María, Madre de la Iglesia, Roguemos al Señor.

2.   Por la unión de las Iglesias divididas por el pecado; en comunión con María, madre de todos los creyentes en Cristo, Roguemos al Señor.

3.   Por los enfermos, los moribundos, y por todos los que se encuentran en cualquier necesidad; en comunión con María, salud de los enfermos y consuelo de los afligidos Roguemos al Señor.

4.   Por nosotros que nos disponemos a celebrar la liturgia de la mesa eucarística, anuncio del banquete del reino eterno; en comunión con María, intercesora nuestra ante su Hijo Jesús Roguemos al Señor.

 "María, la primera salvada por la Pascua de Jesús"

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Moniciones: XIX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B

Enlace permanente 8 de Agosto, 2012, 21:39

Moniciones para la MISA

Autor. Domingo Vásquez Morales, C.Ss.R.   Fuente:   www.scalando.com

Tiempo Ordinario- Ciclo B

 

XIX Domingo

“Para no desfallecer en el desierto

12 de agosto de 2009

 

Monición de entrada

 

Durante estos domingos ordinarios es bueno reflexionar sobre lo más importante de la vida: La Eucaristía.  Es un misterio que no podemos comprender totalmente. Cristo es el Pan del Cielo, es nuestra fuerza en el camino hacia Dios; es Vida.  En este sacramento tenemos contacto verdaderamente con Dios.  Es posible por el don de la fe que el Padre nos da en nuestro bautismo y que crece con la misma Eucaristía.  Estamos libres para aceptar o no a Cristo como el Señor de nuestra vida.  Ahora vamos a celebrar este memorial que Cristo nos dejó para ser celebrado durante nuestra peregrinación en esta tierra.  De pie, para recibir al celebrante y los ministros de esta Misa.

 

Primera lectura: I Re 19, 4-8 (Elías camina hasta el Horeb con la fuerza de un pan)

 

La primera lectura nos presenta al profeta Elías deprimido huyendo por el camino del desierto.  Cansado y deseoso de morir, él recibió el alimento de Dios necesario para proseguir el camino hasta el monte de Dios.  Como el profeta Elías, nosotros necesitamos fuerzas para superar el cansancio de la fe en la travesía del desierto de la vida al encuentro del Señor.  Escuchemos.

Segunda lectura: Ef 4, 30-5, 2 (Vivan en el amor como Cristo los amó)

 

En su carta a los efesios, Pablo dice que Jesús es nuestro modelo.  En concreto nos indica lo que debemos evitar: la amargura, la ira, los enfados, y toda maldad. Debemos ser buenos, comprensivos, perdonándonos unos a otros.

 

Tercera lectura: Jn 6, 41-51 (Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo)

 

Al igual que los israelitas se quejaron de Dios en el desierto, así también los judíos se quejaron de Cristo.  Cristo les pidió fe; fe en Él, en su palabra.  El que cree en Cristo es aquel que recibe, con fe, el pan de la palabra y el pan de la Eucaristía.  Esta fe es don de Dios y por eso tenemos que pedirla y aceptarla.  Antes de escuchar este profundo mensaje, cantemos el Aleluya, pónganse de pie, por favor.

 

Oración Universal

A cada invocación, ustedes contestarán: “Santifica, Señor, a tus hermanos”

 

  1. Por la santa Iglesia de Dios: para que la unidad, la caridad mutua y el fervor reinen entre nosotros.  Roguemos al Señor.

 

  1. Por la humanidad: para que se acaben en el mundo las guerras, las divisiones, los odios, los recelos y las discordias, y recuperemos la esperanza en el amor.  Roguemos al Señor.

 

  1. Por los que conociendo el amor, sufren los frutos del egoísmo: la soledad, la opresión, el desamparo: para que encuentren en su camino quienes les comprendan y ayuden.  Roguemos al Señor.

 

  1. Por nosotros mismos: para que, abandonando todos los ídolos: dinero, prestigio, consumismo, primeros puestos… amemos a Dios con un corazón sincero.  Roguemos al Señor.

 

  1. Para que, saliendo de nuestra mediocridad, sepamos llevar a plenitud la fe recibida en el bautismo, caminando así hacia la santidad que Dios exige de nosotros. Roguemos al Señor.

 

Exhortación final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1993, p. 361)

 

Te alabamos y te bendecimos, Dios de nuestros padres,

porque en la travesía azarosa del duro desierto de la vida,

nos brindas el maná y la bebida del cuerpo y la sangre de Cristo

que es el pan de vida en el sacramento de la Eucaristía.

 

No permitas, Señor, que nuestras viejas rutinas encadenen

la novedad sorprendente de tu Espíritu y la fuerza de tu palabra;

y ayúdanos a superar los momentos de cansancio en la fe.

 

Atrae hacia ti, Señor, nuestros corazones para que creamos

con estabilidad y firmeza en tu Hijo y enviado, Jesucristo,

y para que, después de seguirlo fielmente día a día,

alcancemos la vida que él nos promete para siempre.

 

Amén.

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En camino para el XIX Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

Enlace permanente 8 de Agosto, 2012, 21:34

CAMINO DE FE

12 de agosto de 2009, 19º Domingo del tiempo ordinario, ciclo “B”

 

Autor: Neptalí Díaz Villán; C.Ss.R.                            Fuente: www.scalando.com

 

-          Primera lectura: 1Re 19,4-8: Se alimentó y caminó cuarenta días y cuarenta noches.

-          Salmo Responsorial: 34: Gusten y vean qué bueno es el Señor.

-          Segunda lectura: Ef 4,30-5,2: Sean benignos y compasivos unos con otros.

-          Evangelio: Jn 6,41-51: Y el pan que voy a dar es mi carne, para la vida del mundo.

 

ÉXODO

Elías se metió en problemas por defender la fe en Yahvé. Tenía en su contra nada menos que al rey Acáz y, especialmente a Jezabel, esposa del rey, quien dio la orden de matarlo. Elías huyó, pero la huida se convirtió en su propio éxodo hacia las raíces (sus padres), y hacia un nuevo encuentro con Dios en su propia debilidad humana. Ante el peligro que representaba la persecución, cansado de todo y desanimado de su ministerio, clamó al Señor para pedir la muerte. Dios siempre responde. No siempre de la manera como pedimos los seres humanos, según nuestra limitada voluntad, pero siempre su acción es salvadora.

Esta vez respondió dándole una voz de aliento y alimento para recuperar sus fuerzas: “¡levántate, come!”. Elías pensaba que ya nada valdría la pena y que debía “tirar la toalla”. Pensó que ese sería su último bocado para renunciar definitivamente a su vida de profeta. Pero todavía había mucho camino por recorrer y necesitaba la fuerza de Dios. El pan y el agua y los cuarenta días de camino simbolizan el primer éxodo del pueblo de Israel hacia la “tierra prometida”. Elías debía vivir su propio éxodo hacia el monte Horeb, que significa el lugar del encuentro de Dios con el ser humano. Debía tomar nuevas fuerzas y seguir su camino profético.

Estamos invitados a hacer nuestro éxodo: encontrarnos con Dios y con los hermanos, llenarnos de su gracia, alimentarnos, hacer el esfuerzo de levantarnos y caminar. ¿Cómo estoy? ¿Estoy acostado? ¿Estoy caminando? ¿Hacia dónde voy? ¿Cuál es mi lucha? ¿Cuál el sentido de mi vida? ¿Estoy abierto a la gracia de Dios? ¿Quiero acostarme y tirar la toalla? ¿Quiero levantarme y caminar? Elías se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios”.

 

YO SOY EL PAN DE VIDA

Pan es todo. Es el alimento que restablece las fuerzas sin las cuales no se puede vivir. Es la amistad del compañero o compañera (con-panis = compañero = el que comparte el pan). Para conseguir o para acumular el pan podemos hacer guerras que destruyen miles de vidas. También podemos reunirnos a partir el pan y generar amistad, aquella por la cual pasamos de la simple animalidad instintiva hacia la humanidad fraterna.

La preocupación de los homínidos fue el pan material (el alimento). Una vez ascendidos a la humanidad empezamos a experimentar otras necesidades. Ahora, además del alimento material, necesitamos educación, salud, esparcimiento, vestido, techo, etc. Y, sobre todo, necesitamos trascender, amar y ser amados, encontrarle sentido a nuestra vida, luchar por un sueño, construirnos como seres humanos y ser felices.

Hablar del Pan vivo bajado del cielo es hablar de la presencia de Dios entre los seres humanos, para dar respuesta a los interrogantes más existenciales. El pan vivo bajado del cielo es como el quinto elemento que hacía falta para entender al ser humano, para encontrar el camino y el sentido de la vida.

Hay que aclarar que estas palabras brotaron de la vivencia de las primitivas comunidades cristianas con Jesús, ante las persecuciones y burlas tanto de los judíos ortodoxos como de los no judíos (o paganos) donde las comunidades vivían, dentro o fuera de Palestina. Es decir que no fue Jesús quien dijo: “Yo soy el pan de vida”. Fueron los cristianos de las comunidades del discípulo amado (o comunidades de Juan,) quienes descubrieron que Jesús era el Pan de vida y por eso lo confesaron con toda convicción.

“Yo soy” designa, además, la presencia de Dios, en referencia con Éx 3,14-15: “YO SOY el que Soy éste será mi nombre para siempre…” Para las comunidades cristianas del discípulo amado, todo el misterio de la vida humana se aclara a partir de Jesús. Su vida, su palabra, su camino, su lucha, su amor y su entrega, le dio sentido a sus vidas. Jesús era para ellas la presencia misma de Dios (“YO SOY”), el Verbo de Dios hecho carne (Jn 1,14), la luz del mundo (Jn 1,9), el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6), el pan vivo bajado del cielo (Jn 6,41)…

Ni los judíos ni los no judíos pudieron aceptar que ese muchacho “medio loco” que creyeron conocer porque sabían de dónde era y quiénes eran sus padres, fuera “el pan vivo bajado del cielo”. Lo vieron muy normal, muy humano, muy poca cosa tal vez; con unas palabras y acciones en ocasiones no muy acordes con la religión, siempre legalista y cumplidora.

Pero las comunidades que realmente lo conocieron y escucharon su llamado, que se pusieron en camino y realizaron su propio éxodo, experimentaron que en ese muchacho se revelaba Dios. Que en su palabra, en su obra, en su manera de amar y de servir, se transparentaba Dios, y que, siguiendo sus caminos, tenían vida eterna. En otras palabras: que su carne era verdadera comida y su sangre verdadera bebida, que él era el pan vivo bajado del cielo y que quien comiera de ese pan viviría eternamente. Es decir, que quien se atreviera a asumir el camino de Jesús con todo lo que ello implicaba, encontraría el sentido pleno de su vida, su propia realización y felicidad.

Después de tantos años llega a nuestras manos el testimonio de estas comunidades que se atrevieron seguir al hombre de Nazareth y encontraron en él vida eterna. Hoy tenemos la oportunidad de vivir esa misma experiencia de salvación. De comer su cuerpo sacramental y construirlo en el día a día. De encontrarnos con él y creer en su Palabra. De seguir sus pasos y realizar nuestro propio éxodo. Cada día podemos palpar con nuestras propias manos que Jesús es el pan vivo bajado del cielo y tener vida en su nombre. ¡Qué felicidad poder experimentar este maravilloso don del amor de Dios!

 

Oración

Padre Dios, muchas personas dicen: “¡hasta cuándo!”, “¡ya no aguanto más esta situación!;” y hasta llegan a decir como dijo Elías: “¡basta ya, Señor, quítame la vida!”. Algunas veces también nosotros experimentamos el desierto, la soledad, la aridez, la crisis; nos sentimos cansados y sin fuerzas para caminar. Hoy te entregamos nuestro cansancio, nuestra fragilidad humana. Reconocemos que sin tu ayuda nuestros esfuerzos serán inútiles. Creemos firmemente, como dice el salmo (33-34), que si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. Nosotros hoy acudimos a ti con la plena convicción de que con la ayuda de tu gracia cumpliremos debidamente la misión que nos encomiendas. No nos dejaremos vencer por los obstáculos, no renunciaremos a nuestros sueños de libertad y de una vida digna para todos, contigo venceremos. Ayúdanos a superar los odios, las iras, los arrebatos, los disgustos entre hermanos, las palabras duras, los insultos, y todo tipo de maldad. Ayúdanos a crecer como seres humanos  de manera que seamos benignos y compasivos unos con otros y nos perdonemos, como tú nos perdonaste en Cristo.

Señor Jesucristo, aliméntanos siempre con el pan vivo bajado del cielo, de manera que realicemos nuestro propio éxodo salvífico. Que la participación de la mesa eucarística nos comprometa para trabajar por una mesa digna para todos los seres humanos. Amén.

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